Harry Potter Testarudo (Drarry)

Testarudo (Drarry)

Testarudo
​

-Mmm....

-No.

-¿Por favor?

-He dicho que NO.

-Pero, Potter. ¿Qué te cuesta?

El moreno lo miró enfurruñado. Era la primera vez que se encontraba en una situación así desde que había comenzado a vivir con el rubio. ¡Oh, Dios! Era un Malfoy. Caprichoso, vanidoso, ególatra... Siempre conseguía lo que quería. Cuando él había dicho, dos días después de que comenzaran a compartir piso, que le gustaba su apartamento tal y como estaba, al día siguiente el rubio de sus demonios había cambiado casi todos los muebles por algo que se podía comprender más como obras de arte que mobiliario. ¡Harry lo había pasado faltal sólo sentándose en una de esas carísimas sillas victorianas o tomando agua en un vaso de la más fina porcelana china que su amigo pudo encontrar! Siempre pensando en cómo se sentiría si rompía uno de esos utensilios y lo que iba a costar comprar otro.

Al final, cuando casi sufrió un infarto el día que rasguñó el sofá, Draco por fin cedió y decidieron juntos el tipo de muebles que debía tener el apartamento. Que fue algo así como "lujoso pero aceptable".

Otra ocasión parecida sucedió cuando el Slytherin trajo un gato a casa porque la mascota de Harry le tenía aversión. Según él, los felinos era mucho más astutos, inteligentes, bellos y elegantes que "ese sucio perro", llamado Sirius en honor a su fallecido padrino. Con el nuevo inquilino, tuvieron que lidiar con un montón de peleas entre los animales, hasta que decidieron tácticamente que el gato viviría en la salita y el perro en el comedor.

Pero esto ya era demasiado. Draco se había acostumbrado a salirse con la suya en todo.

Harry muchas veces se preguntaba cómo diablos, contra todo pronóstico, había terminado compartiendo piso con Malfoy, y no lograba hallar una respuesta convincente. Draco había sido expulsado de su mansión cuando sus padres se enteraron de su homosexualidad. Él había tenido el apoyo incondicional de sus amigos cuando salió del armario, Draco se había quedado sin nada. Cuando lo encontró vagando por el Callejón Diagon, sin hogar y sin saber qué hacer, su lado Griffyndor le obligó a ofrecerle cobijo.

Y así habían pasado ya seis meses. Seis agotadores, interminables y caprichosos meses en el que había tenido que lidiar con todas las excentricidades de un Malfoy, escuchar todos los conciertos nocturnos de los amantes que entraban y salían del apartamento (hasta que cansado, efectuaba un rápido hechizo silenciador), negociar el estado y la forma de su casa, restringir a su mascota las zonas en las que vivir, ser aconsejado hasta la saciedad sobre su forma de vestir y sus modales... Por si no era poco agotadoras las prácticas para ser auror... Y, en cambio, Draco vivía feliz con una nada despreciable fortuna que acrecentaba día a día con sus negocios y tratos con muggles.

Y en este punto, ya ni sabía cómo había llegado a la penosa situación que ahora enfrentaba.

-Dije que NO. Y es mi última palabra.

-No seas estirado, Potter -le recriminó el rubio, sonriendo con malicia-. Tienes tanta curiosidad como yo.

Harry frunció el entrecejo. Vale, sí, tenía curiosidad. Pero él quería otras cosas, Draco sólo buscaba sexo. Su petición no tenía caso.

-No. Somos compañeros de piso, amigos incluso. La idea... ¡La simple idea es absurda!

El Slytherin suspiró.

-¡Eso es porque tienes la mente cerrada!

-No es así. Al menos no del todo. A ver, Draco, yo busco otras cosas, yo quiero una relación, alguien con quién contar, en quién confiar, con quién pasar el día a día...

-Ya, ya -le cortó-. La típica mentalidad de los leones. A ver, Griffindor cabeza cuadrada, no tiene nada de malo tener sexo entre amigos si ambos están de acuerdo. Ya te dije que tengo curiosidad por ver cómo lo haces, con esa pinta que tienes. Sólo una vez.

El moreno se indignó.

-¿Con esa pinta que tengo de qué?

-De no haber roto un plato en tu vida -soltó el rubio, riéndose abiertamente-. Oh, vamos, Potter, hasta tu perro tiene más autoridad que tú.

Harry enrojeció violentamente.

-Déjalo, Malfoy -le advirtió-. NO.

-Seguro que eres el pasivo -caviló, tratando de no reírse mientras veía al Griffindor apretar los puños-. Me pregunto cuántas veces lo has hecho. Es más: ¿lo has hecho, Potter? No he sabido de ninguna relación que hayas tenido y...

No pudo continuar, porque su compañero lo había silenciado con un beso, un beso furioso, vengativo, que lo dominó por completo y lo dejó con las rodillas temblando. Nunca, nunca habría podido imaginarse que besara tan bien.

-Hablas mucho, Malfoy -susurró el moreno, con la voz ligeramente enronquecida, provocándole un escalofrío-. Tu lengua va a perderte un día de estos.

-Harry... -susurró sin comprender, sintiéndose perdido. Ese no podía ser su amigo, no podía-. Eres... -murmuró, mientras lo asaltaba de nueva cuenta, volviendo el beso más osado, más profundo y obligándolo a recostarse en el sofá.

-Draco..

-¿Sí? -casi gimió, sintiendo cómo ambos cuerpos presionaban.

-Si me enamoro de ti por esto, tendrás que hacerte responsable.

Draco quiso contestar algo, pero no tuvo tiempo.

FIN

Makar, como siempre gracias por betearmelo, es para amarte cada día un poquito más. :)