Song-fic Cenizas

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Kashey, 8 Agosto 2017.

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    Kashey

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    Título:
    Cenizas
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    785
    Cenizas

    Se secó el sudor de la frente y apretó los puños, el calor del día le había empapado ya las ropas. Dio un leve gruñido antes de volver a intentar trepar por el cuerpo de aquél manzano.

    —Yo... ¡yo lo voy a lograr! —Aseguraba con dificultad, mientras se abrazaba del gran tronco e intentaba ascenderlo.

    Al cabo de unos segundos volvió a caer, como en cada intento que había realizado por arrancar una de las jugosas manzanas que se divisaban en las ramas del gran árbol, orgullosas de su apariencia tan deliciosa. Sus ropas ahora lucían más sucias de lo que normalmente aparentaban; también les había hecho un par de agujeros más, pero en eso no le importaba y continuaba intentándolo.

    El joven Kaito, jardinero de la familia Kagamine, se percató de la presencia de la niña en el huerto. La observó, era una pequeña de no más de 10 años, de tez clara, con un largo cabello de color celeste dividido en dos coletas mal hechas. Vestía el mismo viejo abrigo de siempre, sucio y lleno de agujeros. Él había sido, desde hacía un año, el principal cómplice de ella y del pequeño Len, uno de los hijos de la familia Kagamine; le había permitido a la chica ingresar a escondidas a jugar con él, cosa que los señores de la casa por supuesto desaprobarían si se enterasen, pero no lo harían, porque Kaito se aseguraba siempre de que no fuera así.

    El joven jardinero se acercó a Cenizas, así le apodaban desde hacía dos inviernos a la pobre niña huérfana que vagaba por las calles de aquella ciudad, cuando buscando un sitio cómodo y caliente para pasar el frío se acomodó a un perro en la casa que sus dueños le instalaron en el patio; al descubrirlo se enojaron tanto, que la cubrieron con las cenizas de la chimenea antes de lanzarla a la calle. La gente de ese pueblo realmente era mala.
    Su verdadero nombre sólo le había sido confesado a Len por la propia chica, pero al parecer era un secreto; a ella le agradaba la idea de que su nombre lo supiera sólo su mejor amigo.
    Kaito colocó la mano en el hombro de la chica tratando de darle consuelo, para después ponerse en cuclillas y besarle la frente.

    —Todo estará bien, Cenizas. ¡Ya lo verás! Pronto volverá a estar contigo, correteando con el perro, como siempre.

    Sus grandes orbes celestes observaron al chico con profunda tristeza.

    —¡Yo sé que si le doy la manzana, despertará! Él las ansiaba tanto que si logro arrancar una y se la das, el delicioso aroma de la manzana hará que se despierte. Será el sustituto del beso que se supone que el príncipe le da a la princesa inconsciente.

    Kaito estaba conmovido por las palabras de la pequeña, y aunque sabía que aquello no tenía sentido, se mostró entusiasmado para animarla.

    —¡Tienes razón, pequeñaja! —Comentó con entusiasmo, alborotándole los cabellos después. —En ese caso, ¡no hay tiempo que perder!

    Kaito colocó a la chica sobre sus hombros y ella por fin pudo alcanzar una de las manzanas que adornaban aquel árbol. Ella la abrazó, soltó algunas lágrimas y sonriendo depositó un beso en ella.

    —Tienes razón, no hay tiempo que perder. ¡Llévasela, y por favor no tardes en volver! Quiero estar al tanto de las noticias sobre su estado.

    El chico se dirigió a la habitación de Len. En el fondo, aunque el asunto de la manzana le pareciera absurdo, tenía la esperanza de que aquel gesto de su amiga le diera a Len las fuerzas que necesitaba para recuperar la consciencia que no tenía desde aquel incidente andando a caballo. Él también apreciaba mucho al chico, y deseaba verlo recuperarse.

    Colocó la manzana picada en un plato, con la esperanza de que su dulce aroma provocara algo en Len.

    Cuando caminaba por el pasillo pudo escuchar un grito, estaba seguro de que era la señora de la casa. Fue tan agudo y horrible que juraría que le había lastimado la garganta.
    Kaito dejó caer el plato con los trozos de fruta y corrió a la habitación, en donde se encontró a la familia Kagamine escenificado algo que no podría olvidar; Rin y su padre se encontraban sumidos en la desesperación, mientras que la madre apretaba el pequeño cuerpo de Len contra su pecho sin dejar de llorar.

    Mientras tanto, la pequeña Miku esperaba nuevas noticias sentada a la orilla del tronco del gran manzano. Por supuesto que había escuchado los gritos y sentía que el corazón comenzaba a hacerle honor a su apodo mientras abrazaba sus rodillas y se echaba a llorar.
     

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