Temor.

Contenido oculto: Antes de leer.

Aclaraciones: Este One-Shot participó en el concurso de "Origifobia". Además de eso está inspirado en una canción. OJO: inspirado, más no basado.

Advertencias: Este escrito trata temas Homosexuales, si usted es sensible a estos temas o le desagradan por favor no lea.
-Muerte de personajes.

Fobia: Homofobia.

Contenido oculto: Canción.

—No quiero un hijo enfermo, John —la mujer lloraba desconsoladamente, como si la mayor de las tragedias le estuvieran cayendo encima. ¿Por qué le pasaba a ella?

—Y no lo tendremos, Marie —Su marido la recogió entre sus brazos, intentando calmar el llanto; él tampoco quería un hijo enfermo, no lo aceptaría.


*//*//*


Su mirada se posó sobre la cosa, ¿qué era? Se movía como él, respiraba como él, y hasta se podría decir que se parecían; pero no, no eran iguales. La cosa esa era diferente, daba asco, provocaba rencor, era el mal mismo caminando bajo una capucha oscura. Lo odiaba, ¿por qué? Por enfermo, por irracional; el solo mirarlo hacía que un fuego dentro de él creciera y la ira que siempre intentaba contener se desbordaba poco a poco.


—Matt, entra cariño —Una agradable mujer con delantal de muñequitos lo tomó de la mano mientras lo llevaba al aula de la pequeña y humilde escuela primaria —. ¿Qué mirabas con tanto empeño? Es hora de tus medicinas… Sí, ya sé que saben feo, pero pronto estarás mejor —La mujer habló paciente, tranquila y con un dejo de cariño mientras le daba al pequeño sus calmantes; quién iba a pensar que un pequeño de tan solo ocho años sufriera ataques de ira, aunque todo encajaba cuando se abrían las paredes y se mostraba el maltrato que vivió por sus padres todos esos años. La violencia no solo crea cicatrices que se ven.


*//*//*

Lo odiaba.

El pequeño Matt ya no era tan pequeño, los diecisiete años le habían sentado muy bien; su cabello rubio caía ondulado por su frente y rostro, donde lo que más resaltaban eran aquellos ojos grises grandes, vivos, pero que aún seguían llenos de ira. El tiempo no olvidó, y él tampoco lo hizo.

Miró al mismo chico, cosa, lo que fuera, que había sido compañero suyo en primaria. ¡Oh, suerte la suya! El enfermo lo siguió todos aquellos años de vida. El destino le jugó una mala pasada y tuvo que aguantar las ganas inmensas de gritarle a Christopher; el solo hecho de pensar en su nombre le hacía enfermar, ¿y si tan solo con nombrarlo él también se convertía en los de su especie? ¡No, eso jamás!

Su mirada solitaria vio a Chris mientras se dirigía a la salida, con el rostro bajo.

Decidió seguirlo, víctima de una paranoia que no supo descifrar… él no era un enfermo, no se dejaría contagiar, era por el bien de todos ¿no? Si tienes una peste, la extirpas, la matas de raíz. Nadie dejaría un cáncer vivir.


Caminó por largos minutos, tal vez horas, no supo. Su mente solo planeaba como acabar con aquella enfermedad antes de que él mismo se contagiase.

Vio al chico peli-negro por fin detenerse y él también lo hizo con sigilo mientras se escondía detrás de un gran árbol, ¿cuándo llegaron tan profundo en el bosque?

Entonces vio la peor de las tragedias, su estómago se tensó y su garganta hizo un gran esfuerzo para que los líquidos de su interior no pasasen por ella. Iba a vomitar, era casi seguro.

Se dio la vuelta para no ver más, pero la imagen de los dos chicos besándose nunca se iría de su mente. ¿Cómo dos hombres podían hacer eso? El solo imaginar el contacto de sus labios con otro hombre le hacía enfermar, estremecer.

No podía, él simplemente no podía vivir en un mundo así. Donde la naturaleza había sido fracturada, donde los hombres se besaban con hombres, y las mujeres acariciaban a mujeres, ¿qué seguía después? ¿Se vería eso algún día normal? Por lo menos él no lo iba a permitir, no señor.

Se colocó su capucha y se camufló en la noche recién entrada; con más adrenalina que temor en sus manos, agarró una gran rama y se dirigió a pasos livianos a la pareja que se besaba con tanto amor, con tanto anhelo y empeño que solo el golpe sordo los hizo volver en sí, y a la vez irse. Ahora solo veían el negro mientras caían al suelo los dos juntos… ahora por siempre juntos.


~

La hoguera hizo su trabajo, se llevó el pecado, apaciguó el temor. Se había desecho de unos monstruos, él ahora estaba limpió y a salvo.

Matt se levantó del piso, limpió de su rostro una lágrima que no supo ni cuando llegó ahí y con paciencia ahogó el fuego con olor extraño. Enterró en la tierra las cenizas y con pasos pesados regresó a casa.


~

Un golpe, dos, tal vez cinco. Matt solo sentía el ardor del rechazo en cada una de sus mejillas.

— ¡¿Pero qué es esa ropa tan aniñada, Mattias?! —El hombre gritó preso de la ira, la ropa de su hijo era la misma de siempre, pero él no lo recordaba.

— ¡Basta, John! ¡Es su misma ropa! —La mujer gritó desesperada, con el temor a flor de piel.

— ¡Déjame, Marie! ¡Nosotros no tendremos un hijo enfermo, nunca! —entonces siguió golpeando.