FanficsLandia [Two-Shot] Te Voy a Orientar como Nunca

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Luncheon Ticket, 24 Febrero 2019.

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    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

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    [Two-Shot] Te Voy a Orientar como Nunca
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
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    Aquí hay mucho orientador intimidante, de esos que hacen spam en los perfiles y terminan por asustar a los nuevitos (sí, te estoy mirando, es obvio que hablo de ti) (?). Pero hay uno de ellos que no es nada de eso, alguien amable, simpática y muy divertida. Este es un fragmento de su vida, de NanaWHYCalm.



    Te Voy a Orientar como Nunca


    Capítulo I: Encuentro Inesperado... ¡Manifiéstate!


    La joven adolescente repasó por enésima vez la hoja que tenía delante, sobre su pupitre. Apoyó la punta del lápiz para escribir, pero titubeó. No estaba muy convencida de la respuesta que había emergido en su mente. En vez de eso, se daba golpecitos con el otro extremo del lapicero en los labios, como haciendo un esfuerzo para concentrarse. Pero era inútil, al parecer no daba con ninguna idea que fuera lo bastante convincente. Recostó su espalda sobre el respaldo de la silla, una señal de que sería mejor no continuar, al menos por ahora.
    NanaWHYcalm guardó la hoja en su maletín y abandonó la sala. Caminaba por los pasillos del edificio con un andar distraído. ¿Realmente era incapaz de responder los puntos de aquel test? Sacudió su cabeza suavemente, como queriendo alejar esos pensamientos. No debía desconfiar de sí misma, de entregarse a la inseguridad. Ella se había decidido a ser orientadora para poder ayudar a los demás y serles de utilidad. Por más que en lo teórico no pudiese explayarse adecuadamente, sí que su capacidad en lo práctico era, cuanto menos, eficaz.

    Siguió caminando mientras elucubraba. En un instante, antes de doblar por una esquina para llegar a las escaleras del recinto, frenó la marcha para otear el cielo arrebolado del atardecer. Se quedó anonadada y una sonrisa sutil se dibujó en su rostro. Llegó a la conclusión de que hacía un buen tiempo que no contemplaba un paisaje como ese, tal vez porque a causa de sus ocupaciones apenas si disponía de suficientes oportunidades. En eso estaba cuando algo chocó contra ella, provocando que fuera a dar al suelo.

    —¡Oh! ¡Lo siento mucho! Déjame ayudarte —oyó una voz masculina, pero estaba lo bastante aturdida como para identificarla o fijarse quién le había embestido—. ¿Te encuentras bien?

    Pudo percibir el sonido que se genera cuando alguien recoge un maletín del piso, unos pasos que se le acercaban a un ritmo cauteloso y unos fuertes brazos que intentaban, no sin cierta amabilidad, ayudarla a ponerse de pie. Todo pasó muy rápidamente, casi que no tuvo oportunidad a decir nada. No obstante, se dio cuenta que eso no era necesario cuando sus miradas se cruzaron. Se encontró con la imagen de un muchacho muy apuesto, de más o menos veinte años. Tenía el pelo crispado de color negro, los ojos claros y el rostro lampiño; también era alto y de tez cobriza. Él empezó a preocuparse por el mutismo de quien se hallaba a su lado.

    —De nuevo te pido disculpas —insistió, como quien busca dejar bien en claro la naturaleza de un desliz que se da de forma involuntaria—. Venía muy apresurado por ese corredor y cuando doblé por aquí, no te vi. Ojalá el golpe no haya sido muy fuerte, qué vergüenza.

    —Este… ¡oh! No te preocupes, estoy bien —la muchacha acababa de despertar del trance, haciendo a un lado su mirada—. No es para tanto, de verdad. Me agarraste desprevenida, eso es todo.

    Exhibió una sonrisa sincera, para que el responsable de ese accidente no se angustiara de más por lo que ella consideraba que era una nimiedad. Un silencio incómodo se hizo presente, ocasionando que ambos buscaran internamente qué decir, pero sin llegar a nada. Por suerte el inconveniente no duró mucho, ya que él decidió ofrecerse a acompañarla como una forma de redimirse. En ese momento ella bajó la mirada, aquella propuesta le había tomado por sorpresa. Aclaró que no debía molestarse, pero ante su insistencia, tuvo que acceder.
    Caminaron hasta abandonar el establecimiento, recorrieron varias manzanas y se quedaron conversando apaciblemente en un parque, uno a lado del otro, sentados en unas hamacas. La presente afinidad se había dado luego de que el muchacho comentara que su llegada a Fanficslandia era relativamente reciente, apenas hace poco más de una semana. Nana, que no podía evitar comportarse de manera gentil en esos casos, se prestó a dispensarle algunas sugerencias y consejos útiles. El joven las recibía encantado, y tampoco pedía la oportunidad de hacer las consultas que creyera necesarias.

    Así transcurrieron las horas, hasta la llegada de la luna y las estrellas. De repente, la orientadora se levantó de un salto, dándose cuenta que ya se había hecho muy tarde. Por la urgencia, procedió a despedirse de su acompañante con un tono apresurado, mientras él le preguntaba si podrían quedar para charlar en alguna otra ocasión. Ella, sin aminorar el paso, se volteó para contestar afirmativamente, luciendo también esa sonrisa que la hacía ver encantadora.
    Para fortuna de ambos, al día siguiente se repitió el encuentro en ese mismo sitio. De nuevo los dos disertaron plácidamente, aunque ya no tanto sobre lo que concernía a Fanficslandia y las posibilidades que esta ofrecía, sino más bien a las preferencias de cada uno, las aficiones o cuestiones más personales. La química que se generaba entre ellos fue creciendo poco a poco, a cada palabra, a cada gesto amistoso y a cada coincidencia que surgía entre sus comentarios. Sin proponérselo, se fueron enamorando.

    Claro que ninguno de ellos se decidía a confesar lo que sentía por el otro, pero era más que obvio que aquel sentimiento era de afecto, de mutua atracción. Pasaban las jornadas, a cada cual más gratificante que el anterior. Salían a pasear y a tomar algo, a visitar sitios de interés, a deleitarse con las delicias de los más selectos restaurantes. En tales instancias abundaban los rostros risueños y, por supuesto, el buen humor. Pero nada que reafirmara eso tan bonito e intenso que los unía, ni un ‘te quiero’ o un ‘me gustas’. Hubo momentos en los que eso iba a revertirse, ante la plena expectación de la otra parte, pero ello quedaba en un tímido ‘disculpa, no es nada’.
    Nana tuvo una ingeniosa idea para exponer lo que él significaba para ella, y al día siguiente lo puso en práctica. Ya en el parque, uno de sus puntos favoritos para realizar encuentros por el hecho de que era el lugar donde empezaron a conocerse mejor, ella le agradeció por la inspiración que tuvo para resolver un asunto que la inquietaba. Sabiendo que su compañero no entendería nada a primeras, le extendió una hoja.

    —¿Y esto? —preguntó el joven, al tomar el papel para examinarlo.

    —Es un test de los Orientadores, finalmente pude llenarlo —anunció la muchacha, satisfecha de sí misma—. Creo que, de no ser por ti, no hubiese podido responder todos los puntos. El haberte conocido hizo que me replanteara algunas cuestiones sobre cómo percibo a los demás, qué se espera de mí y qué soy capaz de ofrecer. Fuiste de mucha ayuda, te lo agradezco.

    Al decir eso, la orientadora esperaba ocasionar en él una reacción de alegría u orgullo, para que comprendiera de una vez por todas cuánto lo valoraba. Pero no fue así. En lugar de eso descubrió el rostro de alguien preocupado, más bien decepcionado. La mano que sostenía el documento temblaba quedamente, los ojos parecían no querer aceptar la veracidad de lo que figuraba en aquellas líneas. Él, en un aparente arrebato de cólera, casi arruga toda la hoja, como si tuviese la intención de borrar una verdad que le atormentaba. En vez de eso y a último momento, arrojó el test al suelo, antes de largarse de ahí. Nana apenas si pudo salir de su estupor, siguiéndole.

    —¡Espera! ¿Qué te sucede? Por favor, dímelo —su voz se había quebrado, sus pupilas estaban humedecidas—. No te vayas, no me dejes así.

    El muchacho se detuvo súbitamente. El haber oído aquella voz afectada por la zozobra que él mismo suscitó le conminó a parar el paso y dar, por lo menos, una explicación; por más que no le gustase la idea. No obstante, también consideró que la suerte estaba echada. Sin girarse, comenzó a hablar. Sus palabras también poseían un tono aciago.

    —Nana, realmente me alegra haberte conocido. Eres una chica maravillosa, alguien excepcional —tragó saliva, debía ganar valentía para lo que estaba a punto de decir—. Pero no podemos estar juntos, me temo que lo nuestro se termina aquí y ahora. Y el motivo es uno solo: porque yo soy… —cerró los ojos y algo le obligó a permanecer cabizbajo—. Nana… yo soy un Desorientador.

    El impacto causado por esas palabras fue tal, que la interlocutora dio un paso atrás. Se llevó las manos al pecho y negó con la cabeza, como pretendiendo que lo que había oído era una mentira, una farsa cruel y ominosa. Sencillamente no podía aceptarlo, no quería aceptarlo. Llena de amargura, no atinó a alejarse ni decir nada. Solo permaneció allí, empapada en sus lágrimas. Sabía que los orientadores y los desorientadores eran grupos antagónicos cuya correlación era irresoluble. Sabía que en estos casos había una norma que debía seguir, sin miramientos.
    El desorientador volvió sobre sus pasos para recobrar el papel que momentos antes había arrojado al suelo. Caminó hasta ella y se le paró en frente, señalando con el dedo uno de los puntos que allí mismo figuraban. La consigna consistía en el procedimiento a cumplirse si un orientador identificaba a un desorientador, un grupo formado para exaltar la confusión y el caos mediante sus tropelías. La respuesta de quien realizara el test no podía ser más correcta: ‘reportar al usuario en cuestión ante las autoridades competentes para que éste sea expulsado de inmediato’.

    —¿Y bien? Imagino que sabes perfectamente qué hacer ahora —hablaba con un tono desafiante, pero también con el orgullo herido—. Vamos, ¿a qué esperas? Vas a reportarme, ¿o no?

    Él aguardó pacientemente una respuesta. Ella, atenazada por la congoja, prefirió encerrarse en su mutismo. ¿Realmente eso era todo? ¿Acaso los momentos tan felices que había vivido se resumirían en un simple reporte y su consecuente expulsión? ¿Qué significaba ser una Orientadora? Nada tenía sentido. Y, cómo es de cruel el destino, nuevamente le exigían una réplica que no era capaz de dar. Estaba desesperada, pero en medio de esa oscuridad vislumbró una luz. Esa era la contestación, seguir a su corazón. Simplemente dejarse llevar, por eso mismo lo abrazó.

    —Nunca haría algo como eso —afirmó la orientadora, escondiendo su rostro en el pecho de quien amaba—. No quiero separarme de ti, te amo. ¡Al diablo las normas y sus procedimientos! Te amo y ya no puedo ocultarlo más. Quiero que te quedes a mi lado, por favor.

    Por supuesto, el gesto fue correspondido con prontitud. Él se aferró a ella cubriéndole los hombros y la espalda con sus brazos firmes. La declaración que oyera le había conmovido inmensamente. Tuvo unas ganas locas de decirle que también la amaba, de pedirle disculpas por su reciente actitud soberbia y altanera, de no querer soltarla y estar sintiendo su aroma y el calor de su cuerpo hasta el fin de los tiempos. Se quedaron así, dos almas que se amarían incondicionalmente, que desde ese mismo momento se hicieron un juramento: el de mantenerse unidos para siempre.
     
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  2. Threadmarks: Segunda Fase del Duelo
     
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    Esto sigue, ¿acaso en esta historia todo es miel sobre hojuelas? ¡Pues quién sabe! Salvo que cierta líder haga su aparición. Oh, creo que ya eché a perder la sorpresa...



    Capítulo II: La Carta Descartada


    Si antes de eso el color de los días era radiante y afable, después lo fueron todavía más. Durante las horas de soledad (que en comparación no eran tantas), primaban las miradas hacia la nada, las pupilas risueñas atiborradas de abstracción y el pensamiento constante de qué estaría haciendo el otro en ese mismo instante. En compañía, en cambio, se hacían presentes las cursilerías y las actitudes melosas. Una en particular dejó alucinada a la orientadora, acaecido en una ocasión en la que los dos estaban recostados sobre la hierba para contemplar las nubes. Pero él prefirió observar a su amada, solo para decir lo siguiente.

    Cuando la vida tape mis ojos y se aleje de mí, sé que las puertas del cielo se abrirán para recibirme. El mismo Dios, por la gracia de su gentileza inescrutable, acudirá para mostrarme todo cuanto ha creado. Me señalará una majestuosa ciudad dorada, donde ningún alma ha probado el sufrimiento con sus labios y en sus pechos jamás se anida el rencor. Me enseñará un vasto campo, más parecido a un vergel, donde el cordero y el león descansan uno a lado del otro y las bestias no necesitan saciar su hambre bebiendo la sangre de sus pares. Me revelará los secretos de los seres probos que habitan allí y que poseen un espíritu impoluto, siendo en su mayoría niños. Me indicará que fije la vista a una multitud de ángeles cuya cantidad sobrepasa toda cifra concebible y que día y noche alaban su inmaculado nombre. Al finalizar el recorrido, él me preguntará si alguna vez he presenciado en la tierra, o siquiera imaginado, algo más hermoso o gratificante que tales maravillas. Yo sonreiré y le contestaré modestamente que sí. Pese a su infinita sabiduría, él me dirá que cómo es eso posible.
    Y yo, con una incandescente llama de orgullo en el corazón, le diré que simplemente te conocí.


    Nana, embelesada y enamorada como estaba, no imaginaba el cambio tan drástico que se cerniría sobre ella, porque sus compañeros estaban al tanto de su actual situación. Una funesta tarde cuando caminaban por una avenida populosa, el desorientador le susurró que sería mejor desviarse hacia otra dirección. Había tensión en el ambiente, e iba intensificándose a medida que caminaban más rápido, hasta correr. Ella sentía que el corazón se le aceleraba a mil por hora, la tibieza de su mano sujetando fuertemente el de su pareja y las piernas que solo se dejaban llevar.
    Pero sus ojos sabían la verdad, y por eso estaban humedecidos. Lo estaban cuando un grupo de orientadores los interceptó en una esquina para cerrarles el paso. Cuando intentaban separarlos mediante forcejeos, gritos prepotentes y empellones. Cuando sus dedos se iban soltando uno por uno al igual que los de él. Su vista prácticamente se nubló por el llanto cuando vio en el rostro de su novio un rictus lleno de zozobra y el silencio que era como una despedida. Luego de eso no pudo percibir nada, se desfalleció.

    Había despertado hace muchas horas, pero su conciencia estaba perdida en un mar de desolación, a la deriva. La recámara era espaciosa, había una gran alfombra en el centro y a un costado se hallaba una amplia biblioteca. No había ventanas en las paredes y una puerta de dos hojas era la única comunicación con el exterior. El mareo no la dejaba concentrarse, pero así y todo pudo ser capaz de reconocer el lugar, dónde se encontraba. Ignoraba cuánto tiempo había pasado, tal vez tan solo unas pocas horas. Varias personas estaban presentes, eran quienes la habían abordado antes. Probablemente ya se encargaron de él.

    —Nana, Nana, Nanita. Mi querida Nana —una mano se posó en uno de sus hombros y, para su desgracia, reconoció ese timbre de voz. Era Moonffins, su superior—. De todos los que están aquí ahora, jamás hubiese imaginado que tú, precisamente tú, cometerías el error de asociarte con un desorientador.

    No hubo respuesta frente a tal afirmación. Había cosas mucho más importantes y gratas en las que pensar: recuerdos con el aroma de un ramo de rosas blancas o el delicado sabor de un beso que se recibe cuando la lluvia acaricia el vidrio de la ventana. A veces la mente se quedaba vacía, y luego se transformaba en una tormenta de imágenes y sonidos difusos. Qué otra cosa podría hacer, más que resignarse. Moonffins la examinaba, quería desentrañar esos pensamientos, saber cómo lucirían, antes de destrozarlos por completo.

    —Sabes que tamaña insolencia no puede quedarse sin su merecido castigo, ¿o no, Nana? —la líder se paró delante de su subalterna inclinando la cabeza y los hombros hacia un costado, a la vez que sonreía con ambas manos en su espalda—. Tú decides: entregar tu credencial de orientadora y marcharte definitivamente o recibir el correspondiente escarmiento.

    Por supuesto que sabía perfectamente cuál era el susodicho escarmiento. Lo había respondido en aquel test entregado hace ya unas semanas. Rememorarlo le lastimaba, porque lo asociaba con una tarde en el parque, donde se había arrebujado y caído al suelo. Desabrochaba lentamente cada botón de su uniforme, hasta desnudar su espalda. Ella lo había conquistado con su personalidad, con su forma de ser. Se puso de rodillas y se dijo a sí misma que podría superarlo, porque ser orientadora, justamente, conformaba una parte importante de su identidad.

    —Excelente, esta es la mejor decisión, sin duda. Ya verás que no dolerá tanto, te lo garantizo, ‘Perita’ —se oyó un chasquido de dedos—. Monna, el Marcador Epidérmico. Pronto.

    La mujer correspondió el pedido con celeridad, casi que ya se había dado por hecho que esa sería elección de Nana. Sobre la mano enguantada de Moonffins se reposó un látigo de cuero amarronado, con el lustroso mango dorado y que en la punta figuraba el escudo del actual líder, una especie de cupcake en este caso. Monna observó a su colega con cierta pena, lamentando su mala fortuna. Como una indirecta hacia su subordinada en el que dejaba entender que la piedad no estaba permitida, la adalid dio un sonoro primer azote. Y luego otro, y otro, y otro más.

    —Esto… es… para… que… no… vuelvas… a… romper… las… reglas —a cada palabra emitida, Moonffins movía su brazo, produciendo un estallido en la espalda de su subalterna.

    Nana, con los párpados cerrados y los dientes apretados, jadeaba por el dolor. Aquella sensación ardiente era insoportable. El dorso de su tórax iba llenándose de líneas rojizas, de donde brotaba una ingente cantidad de sangre. La piel lacerada incluso estaba hecha girones y apenas si se notaba algún que otro espacio ileso. Quemaba, cada embate del cuero quemaba como una llama incandescente, semejante a las dentelladas del fiero y brutal Cancerbero.
    Ya no bastaba con estar de rodillas, también hubo la necesidad imperiosa de apoyar la frente sobre la superficie alfombrada, ella estaba a punto de desmayarse por segunda vez. Monna apartó la mirada, no pudo superarlo. Norde, quien estaba en su estado draconiano, se relamía al oler la sangre. Los demás orientadores presenciaban la escena con estoicismo. Moonffins se detuvo. Apartó el instrumento punitivo e hizo algunos movimientos con su brazo, era evidente que el cese se debía a que estaba algo cansada. Se volvió a oír un chasquido de dedos.

    —Monna, tráeme el pote de sal. Cuanto antes —el timbre de voz era tan fría, que parecía imposible que viniera de alguien con tan baja estatura—. ¿Quieres saber algo sobre el amor, querida? El amor causa esto. El amor es innecesario, no existe. Es un concepto vacío que solo idiotiza a la gente. Vamos Monna, ¡apura el paso!

    Pero Monna, esta vez, declinó la orden. Se dirigió hasta Nana y la ayudó a ponerse de pie. Vio sus mechones de cabello desaliñados y pegados a la cara entre las lágrimas y sudor. Extrajo un pañuelo del bolsillo de su uniforme y empezó a acicalarla como lo haría una madre amorosa con una hija desdichada. También le cubrió la espalda, más por proteger su pudor que por aliviar las heridas, y le ayudó a abrocharse los botones de la camisa. Moonffins vio aquello como un desacato, pero acordó que ya eran suficientes castigos por hoy.

    —Lo dejaré pasar por esta vez, Monna. Solo por el poco respeto que te tengo —la líder se reacomodó el guante de la mano derecha—. Ten esto muy en cuenta, alcohólica miserable.

    —Muchas gracias por su comprensión, jefa —respondió Monna, impertérrita—. Ayudar a alguien necesitado es lo que haría Labia Moxar, ¿o no? Es a lo que nos dedicamos.

    Moonffins la miró con acritud, apretando el puño por la rabia. Ese nombre, y todo cuanto significaba, hacía que perdiera los estribos. La mujer no esperó respuesta alguna y, sin dejar de socorrer a la muchacha, se retiró del lugar. Habiendo alcanzado el pasillo, Nana no pudo seguir y se derrumbó contra la pared. Monna trató de animarla, debían ir hasta el hospital más cercano. La camisa blanca, el cual era parte del uniforme reglamentario de los orientadores, estaba imbuido en sangre.

    —Vamos a tratar estas heridas, cariño —comentó la treintañera—. Cicatrizarán rápido, aunque la herida de tu corazón… bueno, no se puede decir lo mismo, por desgracia.

    La joven asintió, con la intención de recobrar vitalidad. Volvió a arrimarse a su cofrade y reanudó la marcha. Monna tenía toda la razón del mundo. Pesa más la ausencia de un ser amado que una vituperación. Pero, por suerte, los buenos recuerdos también empañarán a los malos. Solo quedaba mirar hacia adelante y mantener la frente en alto. Guardar la esperanza de algún futuro reencuentro.
     
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    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    ¿Por qué tengo la impresión de un duelo Kaiba vs. Yami?... ☺☺☺

    Bueno, pasando por alto el simpático detalle de la carta descartada y la "batalla" he de decir que fue muy ingenioso el hablar de las personitas reales de este foro (la mención de Moonffins es épica) con las que has tenido mucho contacto, de forma directa o indirecta. Un lindo homenaje a esa parte de sus vidas que llegaron a compartir.

    Gracias por desorientar, Desorientador Diccnero rompecorazones... XXXD.
     
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    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    Muchas gracias por tu comentario InunoTaisho
    Este fic se lo había prometido a Nana desde hace algunas semanas, así que cumplí (por suerte).
    No sé qué me pasa que los últimos escritos que he hecho son tan largos (este es de casi 3500 palabras en su totalidad).

    Por supuesto que es un honor hablar de las personitas que he conocido aquí y que tengo en alta estima (como tú), lo que me recuerda que te debo un escrito a ti también.
    ;DD!

    PD: No sé qué le pasa al sistema que no me permite responder con libertad. Me sale que este sitio no es seguro...
     
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    Mana

    Mana Equipo administrativo Líder de Orientadores Orientador

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    Vaya, :'3 vaya, es que me quedé así 0o0 estuvo triste :'c pero para empezar, realmente siempre te he dicho que admiro tu forma de redactar, es hermoso TTnTT y pues hasta lo sentí corto aún siendo dos capítulos.

    ¡Ay! La trama estuvo muy bonita, o como dicen en mi país, estuvo chula TuT
    Realmente muestra un amorío imposible, de hecho de algo así se trató el primer fic que escribí en mi vida, entonces me hizo recordar muchas cosas que yo misma pude sentir cuando lo escribí.

    Pobre Nana :'c un fracaso en el amor xd es que de hecho el no poder estar con alguien que amas ya es un fracaso, el enamorarse de alguien con quien no puedes estar. :'c

    Pero este escrito me partió mi tierno corazoncito :'c

    Por alguna extraña razón ahora le tengo un poco de miedo a Meow y a Morde •_• no lo sé tal vez solo sea casualidad. Pero como que ahora se me dio por portarme mejor de lo que hago... Xd

    Me encantó ^^ no hay palabra para definir lo tanto que me ha gustado :3
     
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    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

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    ¿De verdad? Traté de hacerlo todo muy dramático... pero no sé si sea para tanto.
    XDD!
    Ainqie sí que también intenté enfocarme mucho em los sentimientos de los personajes y eso de cómo se sobrelleva una pérdida dolorosa. Asumo que, por lo que afirmas, lo he hecho muy bien.
    :")!

    A decir verdad, me basé mucho en ese chiste del látigo y tal, también sobre el regaño que Moonffins nos hizo en ese otro tema.
    Aunque debo decir que la Moonffins sádica se ganó mi aprecio, no sé por qué...
    XDU
    Bueno, me alegro mucho que te haya gustado este delirio. Se aprecia tu opinión y tambièn espero leer algo tuyo muy pronto.
    :DD!
     
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    Donna

    Donna Entusiasta

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    Desorientadores... me han pasado por encima ¿de dónde han surgido? ¿sos vos quien los lidera?

    Eres muy creativo corazón, aunque no se aleja mucho de lo que realmente sucede en el club, desentendidos como este suceden todo el tiempo.

    Tanta orientacion nos ha dejado desorientados.
     
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    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    Por supuesto, Monna, soy yo quien los lidera, e InunoKaicho también (solo que ella no tiene el título para poder pasar desapercibida) (?)

    Sobre lo que dices en el segundo párrafo, pues es bastante... revelador, déjame decirte; y conveniente a nuestros propósitos, claro (?)
    XD!!

    Siempre es un placer leer tus comentarios. Y por si acaso te aviso que esta no es tu única participación en un fic. Hay uno por aquí dando vueltas, uno titulado Necesito Orientación (Urgente).
    ;)!
     
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