El más viejo y con más tradición de todo el reino. En este lugar se han forjado las espadas y armaduras del mismo rey desde que este era un príncipe. Y así como él también fue forjada la corona de su predecesor... Su propietario es un viejo herrero que gusta de inovar siempre que puede en materiales o armas nuevas. Suele estar casi siempre en viajes y dejo a cargo a su ayudante y posible sucesor.
El sol ilumino parte del taller indicando que el día había llegado. Erick pese a todo había conseguido dormir, su cuerpo, aunque aún seguía con fiebre parecía estable, apenas murmurando cosas sin sentido entre sueños. Contenido oculto Mori tú decides si quieres... a) Salir y buscar algo de medicina b) Quedarte y atenderlo con lo que tengas c) Salir y buscar a tu familia
Cada segundo que pasaba se me hacía eterno, era conocido por mi perseverancia, trabajo arduo y mi personalidad más bien callada, pero situaciones como estas me hacían dudar sobre qué tan paciente era en verdad. Se sabía que podía pecar de impulsivo, ese hombre ahora estaba en mi cama por eso, pero bueno. Que ahí me quedé, como una jodida estatua tal y como lo hacía cuando Ackerley era más pequeño y tenía que cuidarle, desde que cumplió 13 esa actitud mía cambió y le dejaba más privacidad, pero no por ende terminaba volcando por completo mi atención sobre él las pocas veces que enfermaba. Mi caso era distinto, pocas veces me enfermaba, porque en parte era cuidadoso, pero también tenía una jodida resistencia para trabajar bajo presión, más de una vez asistí a entrenamientos sin estar a mi 100% y puede que en verdad esa mala costumbre fuera parte de la culpa de por qué no pude llegar tan lejos en el arte de la espada. Las pocas veces que enfermaba, más que nada en los cambios de estación, sí o si continuaba con mi trabajo y tenías que tener o una gran fuerza para parar mi carro o yo estar muy mal como para tirarme a la cama y no volver a salir de esta por tres días a una semana. En fin, que ahí me quedé, con la mano sujetando la de aquel hombre que no dejaba de mirar con seriedad. Repasé su rostro más de tres veces, siempre que podía examinaba una parte nueva de su cara; que sí el color de sus cejas, que sí las arrugas en la piel, que si la limpieza de su barba, que si las cicatrices más marcadas. Lo miraba e intentaba imaginar la historia detrás de cada una de esas cosas, porque era un fijón y un detallista, no por nada era admirado como herrero a pesar de seguir siendo un aprendiz: Precisión, habilidad y buen ojo, esas armas eran 50% trabajo de un buen herrero, 50% habilidad de un buen guerrero. Di un suspiro pesado, cuando sentí que soltó por fin mi mano coloqué la suya sobre la cama. Lo cubrí con una sola sábana, para que no pasara frío, pero tampoco con tantas, no era la gracia aumentar su fiebre ni hacerlo sudar más. Puse mi mano con sumo cuidado sobre su cabeza, siempre serio, fruncí más el ceño al notar que seguía afiebrado, otro suspiro. Ojalá y ninguna de sus heridas se infectara, era mi mayor preocupación y por eso había que tener bien en cuenta la fiebre. Me levanté del taburete, estiré mis brazos y con eso tronó mi espalda, di otro suspiro cuando me relajé, luego hice un movimiento circular con un hombro, para repetir lo mismo con el otro mientras no dejaba de prestarle atención al hombre sobre mi cama. Cómo fuera, salí de la pieza y busqué en la zona apartada del taller y la clientela qué teníamos para comer. El trabajo en la herrería era demandante, por lo que muchas veces teníamos que almorzar en cinco minutos para luego volver, por lo que teníamos un pequeño espacio al lado de una fogata para calentar comida y comer. No quería darle algo pesado, tenía que comer ligero, sentía que sí comía contundente se le saldría la comida por las heridas y eso era cuanto menos asqueroso. Calenté agua y busqué cereal o algo, al final encontré avena en buen estado y sentí que sería suficiente. Una vez todo listo llevé una taza, la llené un poco más de la mitad con agua caliente y luego le humedecí la avena dentro, tomé una cuchara y volví al cuarto. La dejé sobre el taburete, en eso recordé la fiebre, salí otra vez y volví pronto con un paño un poco húmedo. Lo coloqué sobre su cabeza y me arrodillé a un costado de la cama, procurando no pasar a llevar nada. Toqué su hombro con cuidado, suave, pero ejerciendo la presión suficiente para que el estímulo lo hiciera reaccionar. —Erick, tienes que comer algo —dije sin alzar la voz, pero sonó fuerte y claro, calmado también. Sí despertaba, genial sí no, tampoco lo obligaría y dejaría de insistir en ese preciso instante. Contenido oculto Elijo opción B, quedarme y atenderlo con lo que tenga uwu <3 Ejem, ¿Un tochazo solo para decir que Brishen le dará de comer avena? EFECTIVAMENTE, VIVA LOS MONOLOGOS.
Sentía dolor en todo mi cuerpo, no era capaz siquiera de moverme como deseaba, pero podía escuchar sonido de pasos cerca de mí, si era un sueño o algo real no lo sabía. Pensé por un momento que había muerto, pero el dolor me indicaba que estaba vivo. Abrí los ojos e intenté saber dónde estaba, fue inútil, no conocía ese lugar y tampoco tenía mente de poner a analizar el lugar donde me encontraba. Busqué con la mira la fuente de ese sonido de pasos y vi a la distancia a un chico, parecía familiar, pero todo me daba vueltas... ¿Seria siquiera alguien real o estaba delirando? >—Erick, tienes que comer algo —< ¿Como sabia mi nombre? ¿Quién era?, trate de enfocar mi vista en esa persona a mi lado, y pude ver a un chico... Pero sentía mi vista nublada y mi cabeza con un dolor punzante. —¿Quién eres?— Aleje lo que sea que me acercaba e intente ponerme de pie inútilmente —¿Donde esta Leonor?—
Fruncí el ceño cuando Erick alejó mi mano, agradecí no tener la taza en mano, algún accidente por eso me hubiera cabreado mucho. Lo miré con seriedad, ni se me pasó por la cabeza reprenderlo, el pobre estaba muy malherido y con fiebre, lo mínimo era que reaccionara así. Aparte, que sí era un rebelde como bien creía... no era una situación fácil para él. No debía ser nada fácil. Entrecerré los ojos cuando mencionó a la chica... ese nombre me sentaba familiar, pero no podía relacionarlo a nadie más que a le chica que vi anoche y él quiso salvar. Era doloroso, comprendía cosas como el amor y sobre todo el que es familiar, por más serio, introvertido y distante que fuera lo conocía bastante bien, porque yo mismo, al igual que Ackerley, daba todo por mi familia más allá de que también lo hacia por mi propio bienestar. Es más, no podía separar mi bienestar del que tenía mi familia. Exhalé por la nariz, el hombre intentó colocarse de pie y mi ceño se frunció esta vez por preocupación y mis manos de inmediato reaccionaron por sí tenía que atajarlo, pero no lo llegué a tocar, porque solo se recompuso aún sí no estaba erguido del todo. En fin, que tenía que responder sus preguntas. —Leonor... escapó como le dijiste —comenté tranquilo sentándome en el taburete, luego posé mis brazos sobre mis piernas paralelamente separadas para poder luego entrelazar mis manos, firme como siempre, tranquilo como al mayoría de los casos—. Estas mal herido porque la has salvado, Erick... ahora tienes que descansar... Miré mis manos entrelazadas y un toque de inseguridad se coló en mi expresión... ¿Qué ocurriría sí no lograba sacarlo de esta situación? ¿Y sí esto me superaba, sí no cooperaba conmigo o yo terminaba dañándolo por no saber cuidarle? Di un suspiro pesado deteniendo de inmediato esa hilo de pensamiento, miré a Erick otra vez. —¿Me dejas darte avena? Necesitas recuperar fuerzas.
>—Leonor... escapó como le dijiste —< El recuerdo de aquella cosa atacando a la rubia y yo pidiéndole se alejará con los demás llego a mi mente, y de alguna forma me hizo calmarme. Ella sabia como actuar y confiaba en sus habilidades, seguramente ahora estaba segura junto a los demás. Relaje un poco mi cuerpo al saber que esa chica había escapado y fije mi atención en ese otro chico junto a mi. —¿Como sabes mi nombre?— En ese reino, no se lo había dicho a nadie y ese niño me hablaba como si en verdad me conociera —¿Eres... el chico de la taberna?— Una punzada de dolor cruzo mi pecho al intentar sentarme en la cama, pero de igual forma lo hice. Si recordaba bien, esa cosa había lastimado mi hombro derecho y eso hacía que mi brazo fuera malditamente difícil de mover. Sentía mi cuerpo acalorado, seguramente tenía fiebre y eso me estaba haciendo marear, apenas podía enfocar mi vista en ese chico y en esa avena que pretendía darme
Escuché sus palabras de manera paciente hasta que intentó pararse y fruncí el ceño, otra vez casi que reacciono para intentar atajarlo, pero él también supo mantenerse otra vez y al final mis manos ni siquiera se separaron de su lazo. Eso sí, noté cómo se resentía con cada movimiento, me volví a posicionar como estaba antes sintiéndome como un animal enjaulado, porque lo dicho, a ratos era impulsivo, pero ahora más que nunca tenía que tener cuidado con no pasar a llevar más de lo que estaba a este hombre. Suspiré, porque tenía que recordar el montón de mierdas que habíamos pasado anoche, luego le seguí mirando con seriedad. —Así es, Brishen, para que sepas —informé con calma, desvié la mirada hacia abajo, hice una mueca, pues recordé lo de anoche. Todo el peligro, la sangre, el pánico... Como detestaba el desorden y a los alterados. Miré otra vez a Erick—, ayer cuando esa criatura te atacó...— Y no pude mirarle a los ojos, bajé la mirada y fruncí aun más mi ceño, porque recordar la desesperación de aquella chica era algo complejo para mí, porque en verdad podía entenderla. Podía entender a cualquiera que quisiera proteger a otros por sobre cualquier cosa—, Leonor, la rubia, gritó tu nombre...— Esta vez lo miré, calmo y serio, porque ya solté lo que más me costaba en ese momento—, así que desde ahí que me se tu nombre. Destensé un poco la presión en mi frente, pero igual quedé con esa cara de amargado, pero es que así venía de fabrica. Tomé la avena, la removí con la cuchara y luego sostuve la mirada de ese caballero. >>¿Quieres comer solo o tengo que darlatela yo?— No soné enojado y, aunque era medio agresiva la elección de palabras, no me incomodaba demasiado darle la comida yo. Digo, está en una situación terrible, es lo mínimo que podría hacer por un herido.
Podía recordar al chico, al parecer ya no estaba ebrio como lo había conocido. Me quede en silencio un momento y todo parecía en calma, el sol se colaba hasta donde estaba y los gritos de la noche anterior habían parado... Al parecer todo había terminado. Tenia que decirle a Leonor que no anduviera gritando los nombres de sus aliados así como así, todos nos descubrirían si lo hacía. Mire a ese chico e intente tomar la avena que me ofrecía, pero mi brazo dominante había sido herido y casi ni podía moverlo, pero debía comer, necesitaba salir cuanto antes de ese reino. —¿Por qué me ayudas? — Tome la comida con mi otra mano y lentamente trate de comer, no era fácil, pero debía hacerlo. De vez en cuanto alzaba mi mirada para verlo, no sabía si sospechaba quien era, si planeaba entregarme, o qué diablos quería, pero esta vez estaba indefenso y dependía de ese niño.
Antes de responder a su pregunta dejé que mi indicación escapara sobre todas las cosas, con la calma y el rostro serio aun persistentes. —Déjame sostener la taza, así puedes comer mejor— Tomé la taza en consecuencia, pero en ningún momento hice ademan de quitarsela a la fuerza, haría lo que más le acomodara. Miré sus ojos, mi mirada se afianzó un poco sobre sus rasgos algo más toscos que los míos, aunque la corona por la dureza estaba por decidirse—. ¿Ayudaría a alguien de estar cómo tú?— ¿Era injusto responder con otra pregunta? Puede ser, pero a ver sí mejor se respondía él solo aquellas dudas... miré nuestras manos, que aun sostenían la taza, me demoré un poco más en concluir algo—. No tengo ganas de ver gente muerta —fue todo lo que dije, aun calmo y serio, le miré a los ojos otra vez—, enterrar muertos no es mi profesión y tampoco algo que me agrade hacer, así que mejor sí te recuperas— Y fruncí aun más el ceño, puede que esta vez sí me pasé de hiriente con lo directo—, no quiero un muerto sobre mi cama. Las cosas como eran.
El tiempo fluirá un poco más rapido para poder encajar con la trama y no esperar respuestas de los demás participantes. Más adelante el tiempo se acomodará al de los demás Sonreí al escuchar a ese chico, era casi como si me ordenara no morirme en su cama y eso me causo gracia haciendo que olvidará por un momento el dolor de mi cuerpo. Acepté que me ayudara a comer un poco y me esforcé en mantenerme despierto, pero luego de comer sentí como mi cuerpo estaba cada vez más débil, tal vez era la fiebre, pero todo parecía girar más de la cuenta. —Si me lo ordenas, no moriré...— Dediqué una mirada a ese chico y le sonreí antes de sentir mis parpados cansados y acomodarme lentamente en esa cama para quedarme dormido. Contenido oculto Mori puedes: a) Quitar la ropa de Erick y de paso hurgar entre sus cosas b) Atenderlo tal y como esta, solo limitando el contacto necesario
Contenido oculto: Como recuerdo Contenido oculto Me pides entre amarrar al pobre o sacarle la ropa, no sé cuál es peor, pero bien sabemos cómo termina la segunda en algún universo paralelo. Aunque mi ceño se mantuvo serio ver cómo reía era algo aliviador, porque sentía que no moriría en mis manos sí aún tenía energías para sonreír. Logró comer un poco con mi ayuda, pero eso no parecía mejorar la situación del hombre, tomaría un tiempo al parecer, claro, esa cosa se había ensañado con él y me provocó fruncir el ceño con cierta rabia. Porque no me gustaba quedarme sin hacer nada, por más que ese algo siempre debía estar dentro de lo que se esperara de mí. Ser herrero, supongo que anoche fue la excepción. Revivió en mí aquello que mi llevó a querer pelear para empezar. Y este desquiciado decía que no moriría. —Ufff —suspiré pesado cerrando con suavidad los ojos, cuando los volví a abrir Erick había empezado a acomodarse... bien, supongo. Miré lo que dejó de avena y sin pudor ni dilemas me comí lo que quedaba en pocos bocados. No era el mejor manjar de este reino, pero era nutritiva y no sabía mal, con eso era suficiente. Dejé la taza por lavar donde correspondía y posé mis manos en la gran mesa de trabajo, cabizbajo... Estaba metido en algo bien gordo, ¿no? La ansiedad empezaba a preocuparme, tenía que pensar qué hacer con él... cómo hacerlo, cómo impedir que se lo llevaran a los calabozos. Podía morir dentro de esas húmedas mazmorras... no sé cuánto quería eso. Di otro suspiro pesado que lejos estuvo de destensarme la frente, cuando volví donde Erick este ya dormí plácidamente... Lo mejor era evitar que me atacara o se le ocurriera hacer una locura solo, por lo que me acerqué, examiné sus bolsillos, le saqué los zapatos, le dejé los calcetines y me deshice de todas las prendas que cubrían su pecho, pero nunca, por nada del mundo tocaría el cinturón de esos pantalones. En fin, dejé al hombre con el torso desnudo tranquilo y examiné sus ropas dejando todo lo que iba encontrando sobre la mesa, aprovecharía de lavarlas y si llegaba a necesitar algo le prestaría de las mías... Lo miré con una ligera extrañeza... Era enorme... ¿Qué tan seguro estaba de que le cupiera algo mío? Contenido oculto Elijo opción A, porque me parece mucho amarrar a alguien con tanta herida (?) Contenido oculto: Nota Tuve la confusión del siglo, así que redactaré de nuevo este post Aunque mi ceño se mantuvo serio ver cómo reía era algo aliviador, porque sentía que no moriría en mis manos sí aún tenía energías para sonreír. Logró comer un poco con mi ayuda, pero eso no parecía mejorar la situación del hombre, tomaría un tiempo al parecer, claro, esa cosa se había ensañado con él y me provocó fruncir el ceño con cierta rabia. Porque no me gustaba quedarme sin hacer nada, por más que ese algo siempre debía estar dentro de lo que se esperara de mí. Ser herrero, supongo que anoche fue la excepción. Revivió en mí aquello que mi llevó a querer pelear para empezar. Y este desquiciado decía que no moriría. —Ufff —suspiré pesado cerrando con suavidad los ojos, cuando los volví a abrir Erick había empezado a acomodarse... bien, supongo. Miré lo que dejó de avena y sin pudor ni dilemas me comí lo que quedaba en pocos bocados. No era el mejor manjar de este reino, pero era nutritiva y no sabía mal, con eso era suficiente. Dejé la taza por lavar donde correspondía y posé mis manos en la gran mesa de trabajo, cabizbajo... Estaba metido en algo bien gordo, ¿no? La ansiedad empezaba a preocuparme, tenía que pensar qué hacer con él... cómo hacerlo, cómo impedir que se lo llevaran a los calabozos. Podía morir dentro de esas húmedas mazmorras... no sé cuánto quería eso. Di otro suspiro pesado que lejos estuvo de destensarme la frente, cuando volví donde Erick este ya dormí plácidamente... Era mejor dejarle tranquilo, como mucho me deshice de sus ropas de arriba, para que no sudara de más y también poder lavarlas apenas pudiera. Me hice con la capa que estaba por debajo de su cuerpo también, por más que tuviera que batallar con el peso del propio hombre. Saqué los que sea que llegara a contener esas prendas y las dejé a un lado, las doblé con cuidado y dejé todo sobre el escritorio. Sí llegaba a necesitar ropa podía prestarle las mías... aunque era enorme, ¿Qué tan seguro estaba de que le cupiera algo mío? Tocaría intentarlo cuando llegara el momento. Contenido oculto Efectivamente, no podía dejar a Brishen sin su dialogo con doble sentido por más que sus intensiones hayan sido por completo puras. Ejem, ahora sí, respuesta definitiva, nunca más actualizo a las seis de la mañana: Elijo opción B.
El día estaba casi por terminar de nuevo, en todo ese tiempo Erick había dormido relativamente bien, apenas se quejaba entre sueños y su fiebre, aunque alta aún era algo manejable. De pronto unos fuertes golpes en la puerta de aquel taller llamaron la atención del herrero. —Brishen ábreme...— La voz de Rioncell sonó fuerte dentro del lugar —¿Estás bien? — Por la puerta se podía ver la luz del interior, y aquello estaba cerrado desde dentro, era claro que alguien estaba en el lugar, y si no era el herrero, igual debía saber de quien se trataba. Erick despertó casi al segundo que la voz de aquella mujer se escuchó, intento levantarse de aquella cama y solo pudo quejarse ante la punzada de dolor que recorrió su cuerpo. Busco la mirada a Brishen, y apenas en un murmullo le hablo —¿Me entregaras? — Fijo su mirada en la del chico y volvió a su intento por ponerse de píe.
Cuando comprobé que estuvo profundamente dormido mi nerviosismo me llevó al único lugar donde tenía certeza y seguridad: La forja. Seguí con los pedidos con una precisión y seriedad absolutas ignorando todo lo que había ocurrido hasta ese entonces. Cuando terminé un par volví a la pieza para comprobar el estado de Erick, fue en ese preciso instante que un golpeteo en la puerta me hizo girar hacia ella, mi cuerpo se tensó por completo, pero la seriedad en mi mirada no cambió... Rioncelle... fruncí más el ceño. Antes que pudiera irme Erick despertó, esa mirada más dura que el mismo yunque cayó sobre él y me expresé con aun más enfado, aumentando la tensión en mis labios y ceño, cuando este intentó moverse. Qué sí lo iba a entregar, preguntaba, no debía ni por qué cuestionárselo. —Quieto y te callas —firme y preciso, pero mi voz fue bastante baja, confidente. Le di la espalda y continué caminando, como si nada, me acerqué a la puerta sin ganas de siquiera abrirla. Me crucé de brazos, pies en paralelo, firme, más que nunca. Mi mirada estaba sobre un madero, pero sabía quién estaba tras ella y podía ver a la perfección su rostro con solo imaginarla. —¿Qué necesitas, Rioncelle? Recuerda que no me gusta cuando interrumpen mi trabajo. La excusa de que era temprano y estaba con los pedidos calzaba por completo con la situación, mi voz fue seria y firme, ni siquiera altanera, pero podía notarse la ligera naturaleza amenazante, aunque dudaba que Rioncelle sintiera una amenaza tratándose de mí y estando acostumbrada a lidiar con tantos soldados. Era ordenado, trabajador y predecible... ¿Sería tan perspicaz para comprender lo que escondía?
Al escuchar la voz de ese chico sonreí un poco, al menos parecía estar bien. —Le prometí a Ackerly venir a verte, y saber si estabas bien— Me acerque a esa puerta y le indique a los soldados que iban conmigo que buscaran en todos los alrededores cualquier cosa rara que vieran. —Abre la puerta por favor Brishen— Entendía que el chico era un adicto al trabajo, pero justo la otra noche se presento una masacre en el reino, y él ¿estaba trabajando como si nada?, eso no me daba una buena espina, al menos debería estar buscando a su hermano o ir con sus padres, no solo trabajar. Tenia que entrar a ese taller y comprobar todo estuviera bien con ese chico.
Medité rapido que responder a su primera frase, la voz salió igual de tranquila y seria que antes. —¿Crees que estaría trabajando con un brazo menos? —fue algo agresivo, debería tener cuidado con cada una de mis palabras, más cuando esa mujer mandó a los soldados a inspeccionar el lugar. Se me tensó casa músculo, quería cuestionarme lo que hacía, pero era mejor mantenerme firme con lo que ya comencé. Exhalé despacio por la nariz. No supe sí tomarme ese por favor como una orden de parte de una amiga o como un pedido rogante. Era Rioncelle, una gran mujer con un gran cargo, optaría por lo primero. Y era medio cabron, pero respondí con otra pregunta. —¿Lo dices como amiga o como capitana? ¿Querías discusión o me dejarías tranquilo?
—Siendo tú, puedo creerlo— Deje que una pequeña risa saliera de mis labios al escucharlo y trate de ver dentro de aquel lugar por los pequeños orificios de la puerta —Soy el general de tu hermano...— Mi instinto me estaba diciendo que algo podía estar mal. ¿Por que no simplemente abría la puerta? —...De ti soy una amiga—Me quede un momento en silencio antes de volver a hablar —Abre por favor, solo quiero poder decirle a tu hermano que estas a salvo y completo—
Aquella risa sería perfecta en otro momento, pero ahora solo era incómodo. Fruncí aún más el ceño, escuché sus palabras con el temor bombeandome el corazón. —Sí eres mi amiga sabrás confiar cuando digo que estoy bien— Tenía el ceño fruncido con mucha presencia, pero de a poco habla incluso sin la intención de ocultar a Erick. Pasee el peso entre mis piernas—, ¿Me dejarás seguir con mi trabajo? Porque sí Ackerley no vino por su cuenta imagino que están muy ocupados. Así que lo único que puedo hacer es esperar y lo mínimo para no aburrirme martillar. Aparte de que mis padres vivían cerca de los campos de cultivo, podría haber sido imprudente dejar la herrería sola para ir a verles, dejar ante la urgencia al reino sin otro herrero. Ackerley no podía abandonar su puesto de guardia, pues yo tampoco el yunque.
—Brishen si algo esta pasando es mejor que...— Antes de que pudiera derribar esa puerta, uno de los soldados que mande a inspeccionar el lugar llego con un par de sujetos heridos. >> Parecen rebeldes general, uno de ellos estaba armado con una vieja espada<< El soldado me entro dicha arma y me dejo ver más de cerca a los sujetos >>Al parecer intentaba entrar al taller, puede que para robar<< Gire a ver la puerta de ese lugar y de nuevo me acerque. —Dejaré un par de soldados para que vigilen el taller Brishen, si necesitas algo por favor cuenta con ellos— No podía entrar así como así al hogar de nadie, y menos de ese chico que era mi amigo, pero tampoco estaba segura de que todo estuviera bien, algo me daba mala espina y al menos dejaría un par de soldados para asegurarme. Junto a esos nuevos presos y otros soldados nos alejamos del lugar, dejando solo a un par custodiando la entrada del taller. Escuche la conversación desde mi lugar y solo mire mi propio cuerpo, estaba muy mal herido, seguramente esos dos que dijeron llevarse eran compañeros que vieron estaba en este lugar e intentaban ayudarme, debía salir cuanto antes de este reino. —Ayúdame a salir de aquí— Cuando mire al chico entrar de nuevo a donde estaba, clave mi mirada en él un tanto desesperado —Tu también estas en problemas si me quedo— De alguna forma ya que no me había dejado morir, no quería que ese niño se viera involucrado conmigo y eso le trajera problemas
Contenido oculto: Wolf in Sheep's clothings Aquella amenaza interrumpida logró tensarme el cuerpo, ¿Era un cobarde? Solo se qué Rioncelle no era alguien a quien tomar a la ligera. Aun cuando las palabras de los guerreros que interrumpieron a la chica no eran precisamente relajante, que intentaban robar el taller, decían fuera. ¿Era tan así? Con una vieja espada les servía entrar a quitarme los pedidos que tenía finalizados, pero otra parte de mí me recordó que, en el caso más probable, tenía a uno de los suyos conmigo. La cosa es que esa distracción alegaría a Rioncelle de mí lo que me permitió conseguir tan solo un poco de calma. —Cuento con eso —afirmé calmo sin perder la seriedad, logrando así darle a entender que confiaba en ella... es más, no era ninguna mentira, confiaba tanto en ella que por nada en el mundo me gustaría que le colocara una mano encima al hombre moribundo de mi cuarto, sentía que no tendría compasión con él y yo tenía que rescatar a mi propio salvador. Que se lo debía, joder, no lo podía dejar morir... Se lo prometí a la rubia. Cuando mi semblante serio se presentó delante de Erick otra vez él no demoró en recibirme con cierta alarma, mi rostro se mantuvo impasible aun cuando notaba con transparencia el desespero en sus ojos, fruncí con más fuerza el ceño cuando dijo que estaba en tantos problemas como él por ayudarle. Que patético. —¿Tienes derecho a quejarte? —hablé firme, incluso duro, por más no hubiera rastro de enojo. Era más bien la seria frialdad de quien tenía la razón—. Te quedarás acá, yo iré a martillear el resto de pedidos y cuándo sepa que hacer volveré a conversar contigo. Cerré los labios atento a si había alguna replica.
¿Qué diablos le pasaba a ese tipo?, ¿Como podía trabajar como si nada después de ver a esas cosas y casi morir?, necesitaba irme, pero apenas intentaba ponerme de pie sentía como mi cuerpo se debilitaba y caía al suelo. La herida en mi hombro pareció haberse lastimado de nuevo y la sangre comenzó a fluir con la misma intensidad de antes. Como pude me senté de nuevo sobre la cama y retiré esos vendajes para ver esa herida. —Cauteriza mi herida...—Intenté poner mi mano sobre la herida para que la sangre dejara de salir, pero cada vez me sentía más débil —...Que la sangre deje de salir— Sabia que en ese momento lo más importante era no desangrarme, y a ese paso eso pasaría si no hacía nada. —Apúrate— Gire a ver al chico y tal vez con una mirada suplicante le pedí que hiciera algo pronto, o terminaría por incluir su orden y me moriría sobre su cama.
