Proyecto Pygmalion Supermercado

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por Luix, 31 Diciembre 2019.

  1.  
    Luix

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    Supermercado


    Las compuertas abarcaban un ancho de cuatro personas, entre la multitud, se empujaban para poder salvar sus vidas a costa de cualquier cosa. El supermercado tenía más de un piso, y muchos habían decidido avanzar entre los pisos. Leila y Archivald permanecieron en la planta inferior, recuperando el aire que se acumulaba en sus pulmones. Ophelia y Braid llegaron segundos después, fue entonces cuando él se descompuso, Ophelia intentaba ayudarlo sin terminar pareja de descompuesta, cruzando palabras con Leila milésimas posteriores a causarle un asco irreversible. Ambas intercambiaron zapatos, volteando al apreciar a un niño sollozar.

    — ¡Mama! ¡Tengo miedo! — enunció lloriqueando un pequeño de cabello ennegrecido, con las mejillas coloradas. Su madre lo abrazaba pasivamente, intentando calmar sus mismas ansias. Su cuerpo tiritando indicaba su temor, aunque sus labios soltaran palabras para apaciguar el terror de su sucesor. Un hombre robusto de camisa sin mangas se aproximó a una góndola en la sección de herramientas, tomando de ella un bate y merodeando por toda la planta en nerviosismo, parecía un sujeto inquietante para la mayoría de los ciudadanos que se encontraban en lejanía. El muchacho viró hacia él, entrando en llanto nuevamente. Un mutismo marcaba fuertemente el gimoteo y los gestos poco favorables hacia la situación. Era un aprieto del cual no parecía que iban a salir con vida.

    — ¿Qué diablos crees que haces?— cuestionó un hombre a otro, llamando la atención del grupo, inclusive Braid intentaba entreabrir sus ojos mientras perdía el desayuno.

    —Si vamos a quedarnos aquí— mencionó, cogiendo algunas barras nutritivas de la góndola de la sección de comida, abriendo y masticando una de forma instantánea — ¡Yo no pienso morir de hambre!

    Imitando, gran cantidad se arrimó a las góndolas, empezando a mirarlas, vaciarlas y alejándose como si nada. La mujer con el niño aún se encontraban sentados, aquel parecía no querer detener su angustia, su progenitora era el objeto de mira, donde muchos en silencio parecían maldecirla. La abundante cantidad de pánico que recaía sobre ella, se percibían en sus expresiones. Sigilosamente trataba de calmar a su niño—Vamos, vamos, no llores, papá vendrá por nosotros pronto...—


    Tendrán la posibilidad de separarse (si van juntos), pudiendo ser uno o más al escoger entre:

    1) Hablar con la mujer e intentar calmar al muchacho.
    2) Revisar lo que queda en la góndola de Alimentos.
    3) Ver qué hay de utilidad en la góndola de herramientas.

    Bien, a partir de este post, deberán colocar la ficha con sus datos vitales y equipamiento, de la siguiente forma:

    Personaje:

    *Puntos de vida (PV): 100/100
    *Agotamiento: 20/20
    *Hambre: 15/15
    *Sed: 10/10

    Equipamiento inicial:

    *Vendajes: +30 (Iniciáis con 3 vendajes)
    *Inyección desconocida.
    *Agua: +2 PV

    Acciones:

    *Esquivar golpe.
    *Descanso: +30 PV

    Recuerden que a partir de ahora su PV disminuirá -1 por post.
    La pondrán dentro de un spoiler, yo os avisaré poco a poco en los primeros posteos del rol lo que deberán hacer con las fichas <3
    Reual MFL Refugee II Kuno Vizard rapuma
     
    Última edición: 31 Diciembre 2019
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  2.  
    Gigi Blanche

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    Ophelia Byrne

    Incluso luego de su negación inicial, y considerando la situación en la que estaban metidos, aquella chica acabó cediendo a su pedido. Naturaleza sensible, ¿eh? O quizá tenía debilidad por algo que encontró en ella. Quién sabe. Sea lo que fuera, fue un acierto elegirla para pedirle el calzado. Parecía tenerle cariño a aquel par de zapatillas, y aunque no lo comprendiera por experiencia, sabía que sería un gesto correcto de su parte hacerle honor a su generosidad.

    ¿Qué se sentiría guardarle afecto a un objeto inanimado, barato y reemplazable? Le daba curiosidad.

    —Muchas gracias, Leila. Las cuidaré lo más que pueda.

    El llanto de un niño despuntó por sobre el colchón bajo de nerviosismo y ansiedad general entre la gente. Con los tenis en la mano, Ophelia caminó en reversa unos pasos hasta sentarse en un taburete y disponer del calzado. Encajaban bastante bien, aunque se sentían algo incómodos con los pies sudados. Alzó la vista, escrutando las góndolas detrás de la gente, y se incorporó cuando reconoció la sección de higiene. Parecía haber cierto revuelo armándose en la sección adyacente, pero le prestó poca atención. Enfocada en su tarea, fue escrutando los productos alineados uno junto a otro. Al menos, pensó, los supermercados del mundo mantienen un idioma bastante universal.

    —Me pregunto qué deberíamos hacer de ahora en más —comentó al aire.

    ¿Abastecerse? ¿Llamar por ayuda? ¿Salir? ¿Quedarse allí? Podían priorizar la seguridad del lugar, bloquear las entradas, hacer barricadas, buscar o fabricar armas. O al menos eso solían hacer en las películas apocalípticas, ¿no? ¿Debían organizarse? ¿O actuar por separado? Una vez encontró el talco para pies, volvió la vista hacia el grupo y le sonrió a quienes ya conocía.

    —¿O quizás estoy exagerando, y nada de eso hará falta? —murmuró bajo, tomando también un paquete de toallitas húmedas.

    Cuando regresó junto a Baird y Leila, observó cómo la gente se había apiñado en la sección de alimentos mientras un grandulón hacía guardias aleatorias con un bate en la mano. Vaya, las personas pierden la cabeza bastante rápido. ¿Sería el shock inicial, y recobrarían la compostura luego? ¡Justo seres humanos, las criaturas con mayor capacidad adaptativa del mundo! Qué increíble.

    —Prefiero morir asesinada antes que morir de hambre —dijo, con una liviandad casi irónica—. Veré qué puedo conseguir. Baird, lamento adjudicarte responsabilidades históricamente correspondientes a los hombres, ¿pero verías de encontrar algo con lo cual defendernos, en caso de que la ocasión se presente? Cuando te recuperes, por supuesto.

    Estaba dando por sentado que permanecerían juntos, claro. No le desagradaba la compañía humana, y sabía que así aumentaba drásticamente sus posibilidades de sobrevivir. Le sonrió a Leila, entonces, y le indicó con la mano que podía seguirla mientras se dirigía a la sección de alimentos.


    Personaje:

    *Puntos de vida (PV): 100/100
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    *Hambre: 15/15
    *Sed: 10/10

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    *Inyección desconocida.
    *Agua: +2 PV

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    *Esquivar golpe.
    *Descanso: +30 PV
     
    Última edición: 31 Diciembre 2019
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  3.  
    rapuma

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    Archibald.

    Toda la visión de Archibald fue como de película; encerrado en un supermercado con sujetos intimidantes y un montón de críos, incluído él. Parecía el guión de la típica película de terror clase B, dónde él era el arquetipo de personaje que moriría primero, junto algún negro quizá.

    Se sentó en el suelo y con la espalda encorvada se puso a analizar sus alrededores, sobre todo a sus acompañantes. Primero que todo estaba el sujeto del bate, luego la madre y el niño y terceros, pero no por ellos menos importantes, las dos chicas y otro chico.

    Escuchó las palabras de Ophelia y se sintió pequeño y angustiado por no entrar en sus opciones, cómo era costumbre en su colegio al ser constantemente señalado como el raro. Escuchó que iban a buscar provisiones y le encargó al otro chico que busque algo con qué defenderse.

    Y entonces Archivald se levantó lentamente y tomó el bate de las manos del sujeto corpulento y lo empujó con delicadeza, casi en un ademán, pero fue suficiente para lanzar al hombre hacia el otro lado de supermercado. Y entonces Ophelia y Leila se toparon con Archibald, el nuevo Archibald, de dos metros de altura, sumamente guapo y con brazos como árboles, ojos frios y duros, cabello abundante; rojo como las llamas del infierno.

    Y de pronto rió y las inquietudes de las mujeres cesaron y acariciaron sus enormes bíceps entrenados y acicalaron su largo y suave cabello.

    —Yo las protegeré. —dijo entonces, sonriendo y mostrando su dentadura en toda su longitud; unos dientes blancos como el marfil.

    Y las mujeres se derritieron al escuchar su voz grave pero cariñosa. Cargó a Ophelia en un hombro y a Leila en el otro, cómo si ambas no pesaran más de dos gramos, y juntos salieron del supermercado para combatir a las criaturas del exterior
    .

    Archie volvió a la realidad y suspiró. Decidió quedarse cerca de la madre que sujetaba al niño; una figura adulta le transmitía seguridad.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Baird MacRichard

    Su estómago se había vaciado completamente, pero todavía sentía arcadas. No sabía si era por todo lo que había visto, el olor a sangre mezclado con vómito, o que la cantidad de ejercicio que había hecho esos minutos era mayor a toda la que había hecho durante una semana. ¿Qué mierda era todo esto que estaba pasando? Se sacó los lentes para enjuagarse los ojos, que se le estaban empañando con lágrimas productos del estrés.

    Intentó incorporarse, pero no podía mantener el equilibrio sin que sintiera que su cabeza estuviera dele dar vueltas. Tuvo que sentarse, aunque se alejó del charco de vómito arrastrándose. Estar cerca de esa devolución hacía que la bilis se fermentara en su garganta. Agitó la cabeza, para intentar acomodar sus pensamientos, y poder entender lo que estaba ocurriendo alrededor. Estaban dentro de un supermercado, de eso se acordaba. Había estado acompañando a Ophelia, y había comenzado su entrevista cuando...

    Los vívidos recuerdos de las vísceras y los cuerpos siendo mutilados le produjo otra oleada de arcadas, que logró contener a duras penas, con lágrimas en los ojos. Mejor sería no pensar en eso. Al menos, no de momento. Concentró su interés en lo que la gente hacía a su alrededor. Muchos se habían agolpado en la góndola de comidas, había una persona dando vueltas erráticas con un bate, y otro muchacho se había apegado a la mujer con el niño en llanto.

    La voz de Ophelia le llegó lejana. ¿Qué quería qué hiciera? ¿Qué buscara algo para defenderse? ¿A él? ¿Qué nunca le había hecho daño ni a un mosquito? Esa mujer estaba loca.

    Sin embargo, había que apreciar la calma con la que se mantenía ante una situación así. Hasta parecía que era idílica para ella. Que mujer fascinante. Fascinante y loca. Baird la contrastó con todo el resto de la gente que se hallaba con ellos en el supermercado. Bueno, al menos, agradecía que estuviera de su lado. Se levantó del suelo, y, arrastrando los pies, se dirigió pegado contra la pared, para no llamar la atención y evitar el tumulto, se dirigió a la góndola de herramientas. Tal vez allí hubiera algo que le sirviera.

    Vaya, esta no era la realidad que él esperaba. Esta realidad apestaba.

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    Última edición: 22 Enero 2020
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    Luix

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    A sus ojos, el joven que se había posado junto a ella fue llamativo, no se lo habría esperado, su hijo lo miró por unos segundos, riendo un poco después, aliviando el corazón de esa madre intranquila. El silencio los invadió, y el niño se bajó de los brazos de su madre para aproximarse al joven.​

    Un gesto alegre, llevaba puestos unos pantalones cortos y una camisa larga a rayas, sus ojos resaltaban en su tez. Archibald se mantuvo a la raya. — ¿Quieres jugar?

    —Cariño, el joven… está ocupado.

    — ¡No hace nada! ¡Quiero jugar! —insistió con sus ojos llorosos, sacando su lengua al joven.

    Opciones para Archibald:

    1)Jugar.
    2)Salir de su lado y buscar a las chicas o a Braid.


    Mientras tanto, Ophelia le indicó a Leila que iría a por alimentos, adelantándose un poco más. Cuando llegó a las góndolas, la gente había arrasado con tod, la ansiedad los hacía volver a sus estados sedentarios olvidados, peleándose por un poco de comida que no les garantizaría nada. Leila se mantuvo un tiempo detrás de ella, mientras se dispersaban por uno de los rincones, hasta llegar a la sección donde la gente no batallaba.

    Byrne hizo una mueca, decidida a mirar qué le sería de utilidad. Examinando posibilidades, e intentando adivinar que no causaría problemas, estaba indecisa, hasta que finalmente armó en su cabeza una lista con las “mejores” opciones del mometo.

    BEBIDAS (Su índice de sed se completa y suma +2 PV y os recuerdo que solamente pueden llevar 2 por personaje que podrán usar o dar)

    Jugo de Naranja (2/2)
    Lata de refresco (4/4)
    Agua mineral (1/1)

    ALIMENTOS (Su índice de alimento se llena por completo y sube +3 su PV, podrán llevar hasta 4 cosas por persona)

    Barras Nutritivas (3/3)
    Chocolate en barra (2/2
    Gatletas (3/3)
    Manzanas (5/5)
    Lata de atún (1/1)


    Braid con su cuerpo cortado, tambaleando y sin poder ponerse todavía en un estado de completo bienestar, se tiró de espaldas al suelo al llegar a la góndola, muchos hombres habían tomado gran parte de las herramientas, alejándose entre la multitud en busca de protegerse a sí mismos. Cuando logró observar la góndola, no tenía mucho de qué hablar, nada aseguraba que sería de mucha utilidad a largo plazo.

    Dio un leve suspiro, pasando su mano lentamente por el rostro.

    HERRAMIENTAS (El jugador podrá utilizarla para luchar si así lo desea. El jugador solo podrá llevar 1 instrumento de esta índole, puede quedarse con el objeto o darlo)

    Bate (2/2)
    Hacha (1/1)

    Como muchos habéis respondido, le seguiremos, haré así a partir de ahora así no perdemos demasiado tiempo y se nos hace eterno :D
    Reual Nathan Onyrian rapuma Kuno Vizard MFL Refugee II
     
    Última edición: 9 Enero 2020
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Leila Westminster.

    Ya recuperada de aquellas nauseas pude evitar perder mi desayuno, suspire algo más aliviada, de momento, Indagué entonces el lugar y vi como la multitud se agolpaba cual bestias en busca de comida, nada parecia pintar bien al final.

    En medio de todo no pude evitar escuchar el llanto de un pequeño niño quien no paraba de llorar presa del panico, solo escucharlo no pude evitar rememorar aquellos días que tuve que ser la madre de mi hermanito, una tarea nada facil y que demostro que un caracter blando no tenia lugar en situaciones de la vida real.

    Estuve a punto de al menos ver que podia hacer con el pequeño y sosegarle antes que provocase un lío mayor...sin embargo aquel chico gordo tuvo la iniciativa tras estar un rato...eh...parecia estar ¿delirando? Sonreia como un bobo no seria raro que imagine elfas y caballeros con la pinta de chico nerd que tiene, pero si mantenia aquel niñato feliz no debia ser tan malo.

    Ophelia decidio entonces buscar alimentos pero era de esperarse medio tumulto arraso la góndola, vaya fastidio y cuanta locura.

    Acomode mis lentes e inquisitiva me aproxime a Revisar lo que queda de la góndola de alimentos.

    Sabia que muy pronto debia afrontar aquellas botargas del demonio, un arma estaria bien pero debia mantener mi energia aunque sea un rato más era lo ideal.

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    Gigi Blanche

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    Ophelia Byrne

    Sus labios se curvaron en una pequeña y complaciente sonrisa al observar la espalda de Baird alejándose en dirección a la sección de herramientas, tal y como se lo había pedido. No había emitido objeción alguna, aunque eso podía estar más relacionado con un aturdimiento agudo debido a lo acontecido en vez de una docilidad en su carácter. Vería de ayudarlo luego a calmarse, pero primero lo primero.

    —Muchas gracias por acompañarme, Leila —le dijo, luego de sortear con éxito a la gente moviéndose errática y frenéticamente—. Intentemos llenar nuestras manos lo más posible, aunque mal no vendría conseguir unas mochilas o bolsas para cargar lo que consigamos.

    Le echó un vistazo a las repisas, segundos antes abarrotadas de productos alimenticios. Le fue imposible contener una mueca de desagrado al contemplar el resultado de la desesperación humana. Había cartones de leche derramados en el suelo, paquetes de arroz rotos y desperdigados, botellas de refresco estalladas y fiambres pisoteados. Suspiró bajo, y se volvió hacia los pocos alimentos aún a salvo.

    —Ten cuidado con los fragmentos de vidrio en el suelo —le advirtió a Leila, mientras elegía sus provisiones—. Están por doquier.

    Abrió su pequeño bolso y guardó allí dos barras nutritivas y dos galletas. Además, tomó una botella de agua mineral y una de jugo de naranja, y las mantuvo en sus manos ya que no le cabían más cosas en la cartera.

    Era lamentable, pero al menos era algo. Con lo que ella y Leila pudieran tener, esperaba que fuera suficiente para mantener también a Baird en pie. Lamentó no llevar un pantalón con bolsillos, pues estaba segura que la poca comida restante desaparecería en cuestión de segundos. Habiendo dada por finalizada su misión, se volvió hacia el gentío y comenzó a caminar hacia él, buscando sortearlo para volver al punto de inicio. Sus consecuencias eran desagradables, pero era también su primera vez hundida de lleno en una vorágine tan densa y caótica. El tiempo pareció ralentizarse, y fue capaz de grabar en su retina con precisión binaria la expresión de muchas, muchas personas. Hombres, mujeres, morenos, caucásicos, de nariz aguileña, labios carnosos, cabello rizado, contextura delgada, ojos oscuros. Tan, tan diferentes, y sin embargo, el mismo terror.

    —Bueno, la locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto, ¿verdad?

    Una vez volvió al hall, le echó un vistazo a las demás secciones. ¿Le habría ido bien a Baird? Avanzó hasta poder observar la góndola de herramientas y desde allí le sonrió al muchacho.

    —¿Gustarías de unas barras de cereal? ¿O quizá galletas? No pude conseguir mejores cosas, lo siento. Buscar talco para pies antes que comida fue mi condena, pero lo hecho, hecho está, ¿no? ¿Qué tal te fue?


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    *Puntos de vida (PV): 99/100
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    *Barra de cereal x2: +3 PV
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    *Jugo de naranja: +2 PV

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    Última edición: 21 Enero 2020
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    Reual Nathan Onyrian

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    Baird MacRichard

    Cuando al fin pudo llegar a la góndola de herramientas, luego de trastabillar varias veces con personas que lo chocaban, comida tirada en el suelo, y otras cosas que prefería no mirar, pasó su vista nublada por el lugar. Obviamente, no quedaba casi nada. Se sentía pálido, sus fuerzas le fallaban, y lo único que quería hacer ahora era tirarse a dormir para acabar con aquella pesadilla. Sin embargo, hacerlo seguramente equivaldría a no despertarse jamás. Y a pesar de lo que había visto ahora, Baird todavía amaba la realidad. Se negaba a pensar que lo que había visto era el más mínimo representativo de cualquier otra cosa que no fuera un delirio por la falta de comida o el estrés del viaje.

    Pestañeó y agitó su cabeza para despejarse un poco. Iba a necesitar hacer buches con agua luego para sacarse el sabor horrible que tenía en la boca. Ojalá hubiera un baño en el supermercado.

    Hizo una mueca cuando descubrió que lo único que quedaba a disposición suya era un hacha y un par de bates. ¿Qué hacían dos bates en la sección de herramientas? ¿No deberían estar en la de deportes, o a lo sumo, en la de recreación? Concéntrate, Baird, no tiene sentido pensar en eso ahora. Sin embargo, las opciones eran decepcionantes. Había esperado encontrar una palanca, un martillo, o incluso algo a baterías, que no requiriera de demasiado esfuerzo. No iba a poder imprimir mucha fuerza en el golpe con sus brazos de fideos.

    La voz de Ophelia lo sobresaltó.

    — ¿Eh? ¡Ah! Eh, no, gracias.— respondió rápido ante el ofrecimiento. Sin embargo, el estómago le rugió.— Bueno, una barra de cereales estaría bien. No quiero nada pesado después de...lo que expulsé. Aunque agua me vendría mucho mejor, la verdad.

    Ante la presión de la figura de la muchacha observándolo ante su tarea, decidió actuar con rapidez. Tomó uno de los bates entre sus manos, y lo sostuvo lo más firme que pudo. No era un arma con la que se sintiera cómodo, en especial por la fuerza que tenía que imprimir, pero tenía la sensación de que si utilizaba el hacha se iba a desmayar. Al menos, el bate no cortaba miembros ni abría estómagos.

    >> Ya estamos listos aquí. Aunque no tengo idea de que quieres hacer ahora. Salir con esa pesadilla allí fuera es suicidio.

    Mientras caminaba hacia ella, pisé algo húmedo. Al mirar hacia abajo, noté que era una botella de agua aplastada. Todavía tenía un poco de líquido. Me encogí de hombros y la alcé, limpiando el pico con mi remera. Me llené la boca de toda el agua que tenía, y haciendo un buche, lo escupí luego en un tacho de basura, en donde tiré luego la botella. Estábamos rodeados de mascotas asesinas, pero eso no significaba que podía tirar la basura allí donde quisiera. Alguien al menos debía mostrar un poco de respeto por el planeta y las reglas de nuestra sociedad.

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    Ophelia Byrne

    Su siempre calma e inalterable sonrisa se mantuvo allí en todo momento, mientras lo oía hablar y veía hacer. No emitiría opinión sobre su elección de objeto, pues era la tarea con la cual había sido confiado y Ophelia, a su vez, quería confiar en él. La confianza era clave para la supervivencia, ¿verdad? Si comenzaba a expresar dudas sobre sus compañeros, ¿qué clase de mensaje les estaría enviando? ¡Quién sabe cómo podrían reaccionar!

    —Aquí tienes, Baird —indicó, alcanzándole una barra de cereal junto a una botella de agua—. El baño está junto a la sección de higiene personal, a la izquierda. Puedes ir y refrescarte un poco si lo precisas, y luego definiremos qué hacer de ahora en más.

    Se giró para observar el panorama, como si eso pudiera conferirle alguna idea. A pesar del pánico centralizado, el interior del supermercado resultaba bastante pacífico a comparación del exterior. Ophelia se preguntó cómo habría logrado darse semejante hermetismo. No lo comprendía, sin embargo lo agradecía. No le apetecía ser rebanada con el salvajismo de un mero carnicero, ¿qué forma de morir era esa? Inaceptable, lisa y llanamente inaceptable.

    La muerte debía ser otra cosa.

    —Siendo honesta, no estoy muy segura de cómo proceder —continuó, corriéndose el largo cabello castaño del hombro, y suspiró—. Así que cuento contigo, Baird, y con Leila, para tomar una decisión. Haz lo que te apetezca, y encontrémonos en diez minutos junto a las cajas registradoras.

    No aguardó por una respuesta, sino que se adelantó hasta el punto de encuentro y se sentó en la silla giratoria rellena de gomaespuma que alguna vez un empleado habría usado. Recargó el rostro sobre el dorso de su mano y se dedicó a observar y escuchar, en perfecto y quieto silencio. Un deseo imperioso se apoderó de su voluntad y extrajo el pequeño cuaderno de bocetos de su cartera, procediendo entonces a dibujar diferentes escenarios desarrollándose ante sus ojos. Una pieza de Tchaikovsky empezó a reproducirse en su mente y Ophelia la materializó con murmullos bajos mientras balanceaba un pie en el aire. Apenas unos minutos de demora, y ya se encontraba encerrada en su pequeña jaula de paraísos y ensueño.


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    Ikoma-kun

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    Leila Westminster

    Los alimentos no durarían un segundo más ante la voracidad y el terror de la gente, asi que ni corta ni perezosa tome una manzana y una barra nutritiva.


    Opciones muy saludables segun me educaron, tomar un refresco seria beber un¡limpiacaños! Ni chalada que estuviese...para tomar veneno de una marca de dudosa procedencia guarde en mi bolso los escasos suministros y no pude evitar ver como aquella chica Ophelia mantenia hasta ahora, cierta compostura.

    Acomode mis lentes atenta a cualquier amenaza pero sin embargo mi atención recaía sobre la castaña, algo impertinente (aun pesaba que tomasd mis tenis) pero intuitivamente confiable.

    —Pues tampoco relajes por siempre, entre más enteros salgamos mejor— le recorde con algo de severidad al ver como de la nada empezo a bocetear en un cuaderno, cielos tal vez deba pensar en algun lugar donde refugiarnos mejor, aqui aparenta reinar la serenidad pero estamos a poco de sucumbir al infierno...yo la verdad no sabría que hacer.

    —N-no esta mal— intente elogiar sus bocetos mientras aguardo recosatada a un punto cercano a la castaña, pues debia bajar dos a la tension que agobia mi mente si queríamos vivir .

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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Baird MacRichard

    Asintió agradecido la barra de cereal y la botella de agua. Pensó en comérselo de inmediato, pero quería dejar pasar un tiempo antes de mandarme cualquier cosa al estómago. No quería devolverlo de inmediato. Así que los guardó en la mochila para más tarde. Teniendo en cuenta el apocalipsis de afuera, iban a venir de ayuda.

    Siguió las indicaciones de Ophelia hasta llegar al baño, en donde se encerró para lavarse la cara y hacer buches con agua. Se miró al espejo. Estaba más pálido que de costumbre, tanto que había adquirido un tono amarillento enfermizo. Un par de eructos se abrieron paso a través de su garganta, demostrando la acidez que tenía en ese momento. Se sacó los anteojos y se frotó los ojos. Sinceramente, lo único que quería hacer ahora era dormir.

    Luego de higienizarse y despejar un poco su mente, salió del baño, y se dirigió hacia donde Ophelia se encontraba. La encontró sentada, tranquila, esquematizando en su cuaderno. Ese aspecto suyo le fascinaba. El hecho de poder abstraerse tanto de la realidad, a tal punto de ignorar todo. Para alguien como Baird, que amaba tanto la realidad, y le resultaba imposible desprenderse de ella, una persona como Ophelia era todo un mundo desconocido por descubrir.

    Y como su pequeña cabeza ya tenía demasiado con la realidad de afuera, se centró en la realidad que tenía al frente suyo. De la muchacha que ignoraba la realidad, y se dedicaba a viajar por sus propios mundos. Ya suponía que algún otro fuera a planear una huida. Él prefería esperar y que otros resolvieran el problema.

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    Gigi Blanche

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    Ophelia Byrne

    Había tenido el tiempo suficiente para rellenar algunas de sus hojas con bocetos rápidos. Eran una madre echada en el suelo, abrazando a su pequeño en crisis. Eran un anciano herido, apretándose la barriga sangrante con pocas fuerzas. Eran una niña sola, de pie en medio de las góndolas, llorando a moco tendido. Eran un hombre desesperado, lanzándose en todas direcciones y preguntando por Aurora en un idioma extraño.

    Eran crudos, toscos, de líneas duras y rayones oscuros. Cuando Ophelia alzó el lápiz y se detuvo a observarlos, levantó la mirada hacia el escenario frente a sus ojos y, luego, de vuelta a los dibujos. La angustia reptó por su garganta y contuvo el aliento, mientras apoyaba la palma libre sobre su pecho. Podía sentir su corazón entre las costillas, incluso sin presionar, mientras los trazos de grafito se imprimían en su retina con la precisión dolorosa de un láser. ¿Siempre había lucido así?

    ¿Tan triste? ¿Tan desolador?

    "Tampoco relajes por siempre, entre más enteros salgamos, mejor."

    La voz de Leila la sobresaltó un poco y bajó el cuaderno de bocetos sobre la caja registradora a su lado mientras le dedicaba una pequeña sonrisa.

    —Razón no te falta, Leila —concedió—. Dibujar es, sin embargo, para mí, un método de supervivencia también.

    Dibujar cumplía una especie de doble función en su vida, poseía un poder especial. Casi como una herramienta mágica. Cuando Leila halagó sus bocetos, la sonrisa de Ophelia se ensanchó un poco y, aunque fuera por breves segundos, su mirada reflejó genuino agradecimiento.

    —Muchas gracias, Leila. Es muy bonita, ¿sabes? Tu sinceridad. Los honestos suelen ser los más valientes. —Hizo una breve pausa para cruzarse de piernas y suspirar—. Espero que logremos salir de esta tragedia. ¿Quieres volver a casa, Leila?

    Prácticamente mientras acababa de hablar, Baird se acercó a ellas desde la izquierda y allí se detuvo. Ophelia le lanzó una mirada casual a ambos y, cuando quiso chequear la hora en su pequeño reloj de muñeca, advirtió que el vidrio se había opacado con sangre seca. Un nuevo suspiro, una nueva pregunta en su cabeza inquieta.

    ¿Volverían a casa?

    No le concedió demasiada reflexión, como solía ocurrirle con los arrebatos que agitaban su corazón. Arrancó dos de los bocetos que había hecho recién, el de la niña llorando y el del hombre desesperado, y les escribió algo muy breve en la esquina, igual en ambos: "Felicidades. Si me lloran, todos les creerán". Los dobló una, dos, tres veces. Luego, volvió a redactar sobre el dorso y alzó la mirada hacia sus compañeros.

    —Tomen —dijo, extendiéndole uno a cada uno—, ¿podrían llevarlos consigo? Si me ocurre algo, me gustaría que alguno de los dos envíe el suyo a casa. Fuera encontrarán escrita la dirección.

    Aguardó con ambos brazos extendidos a que aceptaran los dibujos, sin quitarles la vista de encima. No era su postura hostil, sin embargo, tampoco ansiosa. Había en su sonrisa algo similar a una paciencia infinita, y en el violeta de sus ojos, si quisieran así interpretarlo, un breve dejo de tristeza. De esas tristezas hondas, como aguas profundas, que no suelen decirse porque no es necesario. De esas tristezas residuales, convertidas en la sombra de un dolor pasado, que estamos obligados a sobrevivir.

    Aguardó, porque tampoco le impondría sus demandas a dos casi desconocidos que nada le debían, ni le adjudicaría al asunto una importancia mayor de la que poseía.


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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Leila Westminster

    Un ligero rubor se manifesto ante lo dicho por Ophelia, desvíe la mirada simulando mi reacción y tomando su boceto.

    —Bah...venga mujer solo manten el animo arriba y sin chistar sigamos adelante—le espete algo brusca al ser asaltada por el lejano recuerdo de ser tratada como una adorable damisela de corazón blandengue...incapaz de mostrar caracter y dejar un buen ejemplo de disciplina.

    —Ya lo se...cuanto antes se detenga esta absurda pesadilla me dare por servida.

    A pesar de todo Ophelia se habia convertido en alguien con quien emprender una travesía.

    —Vaya espero no se te ocurra vomitar de nuevo...¡pero si insiste más te vale hacerlo lejos!— adverti al chico que recien nos seguia la pista.

    Observandolo mejor su ropa...toda su pinta curiosamente me recuerda a...¿a mi? Di un paso atrás al ver que aquel sujeto inclusive portaba unos anteojos de un estilo parecido a los mios...

    —Y encima es la competencia...—murmure al ver su equipo para entrevista ¡nada más faltaba! Pero no era el momento para nimiedades solo me limite a observar a nuestro curioso compañero que tal vez sea incluso de mi pais...sin duda el mundo es un pañuelo.

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