Romántico Su Recuerdo

Desde lo alto la ciudad se veía tan diferente, parecía otro lugar y era lo que necesitaba; las calles me recuerdan tanto a ella que he llegado a odiar este lugar. Caracas, mi bella y marginada Caracas, una ciudad a lo largo y ancho de un estrecho valle que se extiende de este a oeste. El ruido de tus calles es casi imperceptible desde aquí, lo suficiente para poder escuchar mis pensamientos.

La vista es algo único, no lo puedo negar; Manuel Cabré nos mostró la hermosura del Ávila desde distintos ángulos pero tal vez nunca se imaginó el pintar uno de sus cuadros desde lo alto de esta montaña. Hoy soy Yo quien hace un cuadro mental de esta ciudad para colgarlo en la galería de mis recuerdos. Hasta el aire puro de la montaña me trae su fragancia, quiero olvidarla y al parecer es imposible.

Si alguien me hubiese dicho hace años que todo esto ocurriría no lo creería, aún después de vivirlo no lo creo; parece ayer cuando casualmente nos conocimos caminando en aquellas calles, desde donde me encuentro puedo ver los edificios que bordean esa avenida. Me encontraba allí perdido en mí mismo, sin motivos ni razones, solamente existiendo—si es que se le puede llamar existir al simple hecho de estar— Y de pronto estabas frente a mí, como cosa del destino la hora y el lugar ya estaba arreglado desde mucho antes de que llegáramos a este mundo.

¿Qué fue lo que me cautivó de ti? Tal vez fue tu sonrisa, tu cabello, tus ojos o simplemente era algo que irradiaba desde tu interior; en realidad no lo sé, pero desde ese momento nada fue igual. Por primera vez sentí los latidos de mi corazón, como si acabase de nacer, y cada latido era por y para ti. El destino tiene su forma peculiar de hacer las cosas; lenta y cruelmente hace sus movimientos, como en el ajedrez mueve de forma metódica sus piezas mientras va sacrificando aquellas que no les son útiles. Su último movimiento nos colocó frente a frente, ¿y ahora? Llegados a ese punto quedaría de nosotros.

Como niños pequeños que están aprendiendo a caminar nuestros pasos eran inseguros, titubeantes; ya no había nadie quien nos moviera a voluntad, no sabíamos qué hacer ni qué decirnos, pero aún con nuestro silencio nos decíamos tanto. Pero allí estaba el error: el silencio. Por dentro un vórtice de emociones nos devoraba, atrayendo todas esas palabras que en su momento debieron salir. Los días dieron paso a las semanas, las semanas a los meses y así llegaron los años; juntos, a nuestra manera, amándonos en silencio. Haciendo planes a futuro, el queriendo hacer una vida juntos. Y un día, una frase pude escapar del vórtice y salió de nuestros labios: ‘Te Amo’ dijimos; y a partir de allí todo fue diferente—para bien o para mal ya la historia lo juzgará—.

Desde ese momento te convertiste en lo más importante de mi vida; mis sueños y mis ilusiones eran dedicados a ti. Pero la felicidad nos duró poco y te vi partir; allí me di cuenta de que las ilusiones son un castillo de naipes tan frágil que hasta la brisa más leve lo puede derrumbar. En ese momento sentí que una parte de mí murió, una gran parte, y llegue a ser menos que la sombra de lo que era antes de conocerte. Dejé de contar los días, los meses y los años; cada día era igual que el anterior, era como vivir el mismo día una y otra vez.

Tomo una piedra y la lanzo contra la ciudad por la frustración que siento por dentro, pero ella sigue allí sin inmutarse; es tan grande, dura por dentro y por fuera, una pequeña piedra sería menos que una leve brisa pasando entre las Torres del Silencio ¿Pero qué hago con este dolor que por dentro siento? ¿Maldecirte, Caracas? No lo creo; tú que nos viste nacer, que nos viste crecer, que fuiste testigo silencioso del amor que nos teníamos. Ya nada tenía sentido, no había nada porqué luchar; su corazón ya no me pertenecía, sus labios y su cuerpo le pertenecían a otra persona.

Y me lancé a tus calles para perderme en ellas y ser devorado por la selva de concreto y entonces desaparecer; nadie se daría cuenta, ¿qué es un alma en una ciudad donde habitan millones? Sería lo mismo que si la brisa arrastrara un grano de arena en la playa: nadie lo notaría. Cuando vine a ver estaba en ese mismo lugar maldiciendo mi suerte, en medio de la ciudad, entre edificios que parecen tocar el cielo; el sol brillaba en lo alto, no había una sola nube. De pronto una sombra estaba frente a mí, eras tú, ¡eras tú! Y como si todo fuese planeado la fuente se encendió y un leve rocío cayó sobre nosotros.

Después de tantos años estabas frente a mí nuevamente, la mujer que tanto amé y por la que tanto sufrí ¿Qué podía sentir en ese momento? ¿Amor? ¿Odio? La verdad no sentía nada, estaba muerto por dentro porque mi corazón se fue con ella el día de su partida. Y te sentaste a mi lado y comenzamos a conversar, tú hablabas y yo te escuchaba —o eso es lo que pensabas— te veía fijamente, cada detalle de tu rostro y me di cuenta de que no habías cambiado, que seguías siendo la misma. Era como si todo ese mal momento jamás hubiese existido y fuese el primer día en que te conocí.

Seguíamos sentados hablando de cosas triviales mientras el sol se movía por el firmamento hasta comenzar a ocultarse a lo lejos; ya era tarde y tenías que partir. En el fondo deseaba que ese momento jamás terminara pero debía despertar de ese sueño. Nos abrazamos como no lo habíamos hecho en años, un beso en la mejilla marcó la despedida, te diste vuelta pero te tomé de la mano y te traje hacia mí; no pude resistirme más, tenía que decirlo y un tímido ‘Te Amo’ salió de mi boca que susurró en tu oído; pensaba retirarme y olvidarlo todo, pero sentí tu aliento muy cerca de mi cuando respondías: ‘Yo también te amo’.

Ambos nos negamos a despertar y el sueño continuó. Nuestros encuentros se hicieron cotidianos y las calles de Caracas fueron testigos nuevamente de nuestro amor, un amor prohibido; pero eso no importaba, tu boca era mía una vez más, tu piel.

Sabíamos que todo esto llegaría a su final en algún momento, una vida juntos parecía un imposible pero no perdíamos la esperanza de hacerlo realidad. Por más que luchamos con fuerza era una batalla que teníamos perdida aún antes de haberse iniciado. La felicidad nos duró solo unos meses. Esta vez no quise verte partir, no deseaba decirte adiós porque sabía que era la última vez que te vería.

Se marca el fin de nuestra historia, hemos llegado a la última página de una historia que pudo ser pero no fue. Es por eso que huyendo de todo vine hasta acá, pero ni así creo escapar de tu recuerdo. Desde la cima me encuentro más cerca del cielo, lejos de la ciudad; un punto medio en la inmensidad de la vida, pero sigues presente. A lo lejos veo partir un avión, posiblemente estés en él con rumbo a otros horizontes muy lejos de mí para quizás nunca más volver, te llevas de nuevo mis sueños e ilusiones, pero esta vez…me quedo con mi corazón.