Inazuma Eleven Storm Eleven [Long-fic]

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Nao Sharp, 27 Septiembre 2022.

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  1.  
    Nao Sharp

    Nao Sharp Usuario popular Lectora empedernida del 2023

    Aries
    Miembro desde:
    14 Febrero 2021
    Mensajes:
    703
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Storm Eleven [Long-fic]
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1374
    ¡Hola! he vuelto a las andadas con un fan-fic especial, la versión (muy) editada de uno de mis primeros escritos. Si la cosa va bien esto va a ser largo, muy largo.
    A pesar de estar basado en Inazuma, mi intención es que cualquiera lo pueda leer aunque no haya visto la serie. No os cortéis en reacciones y comentarios.
    Sin más que decir, ¡a disfrutar!

    1. Inicios


    [​IMG]

    Hacía un par de semanas que la Royal Academy, la escuela con el mejor club de fútbol del país, nos había invitado a jugar un amistoso. ¿Por qué a un equipo mediocre como nosotros? Nadie lo sabía, pero tampoco nos lo cuestionamos en exceso. Todos llegamos al partido con la ilusión de ganar. El capitán y portero, Mark Evans, estaba convencido de que después del entrenamiento intensivo saldríamos victoriosos. El equipo entero lo creía, especialmente por el nuevo fichaje, Axel Blaze, uno de los mejores delanteros del país. Mientras pensaba en lo que nos esperaba en el partido, el tren que nos llevaba al instituto de nuestros rivales se detuvo.
    —Eh, Blair, ¡Blair Sallow! —me gritó Mark al ver que no me levantaba—. Ya llegamos.
    Las palabras del capitán me sacaron de mi ensimismamiento y rápidamente salí del vagón con la bolsa de deportes a la espalda.

    Llegamos a la Royal Academy entre risas, a pesar de que era un día nublado y frío de invierno. Sin embargo, el ambiente tétrico del instituto nos sorprendió mucho, diría que algunos hasta se asustaron al llegar. La verdad, parecía que el edificio acompañaba al día: tenía el aspecto de una enorme cárcel metálica, rodeada de tinieblas. Pudimos ver que el capitán de la Royal Academy, Jude Sharp, nos esperaba en la entrada con tranquilidad. Al reconocerlo nos quedamos a una cierta distancia de él, mientras un Evans bastante nervioso se acercaba a saludarlo.
    —Encantado, soy Mark Evans, el capitán del Raimon... —dijo con voz dudosa, mientras le tendía la mano a modo de saludo.
    —Lo sé —respondió de forma cortante mientras se estrechaban las manos—. Bienvenidos a la Royal, Raimon —añadió con voz imponente mientras nos miraba a los demás.

    Sharp nos guió a través del retorcido instituto hasta nuestro vestuario y nos indicó cómo llegar al campo. Durante el camino compartí algunas palabras con él, en las que a penas llegué a explicarle que jugaba en la delantera del Raimon, pues él parecía bastante sorprendido por la presencia de una mujer en un equipo eminentemente masculino. Pude comprobar que, incluso cuando hablaba con Mark, no me quitaba el ojo de encima, cosa que me llamó la atención.

    Finalmente llegamos al vestuario y, mientras los chicos entraban a cambiarse, Sharp se interpuso en mi camino hacia el vestuario, haciendo que casi nos chocáramos. Yo lo miré, sorprendida y molesta a partes iguales, sin entender qué acababa de pasar.
    —Si quieres te llevo a los baños de chicas —dijo con una sonrisa que, supuse, pretendía ser amable.
    Yo parpadeé un par de veces, aún procesando que el chico se hubiera cruzado en mi camino.
    —Estoy acostumbrada a cambiarme con ellos. Pero gracias —le respondí finalmente en un tono bastante seco. Él no dudó en apartarse de mi camino.
    Entré al vestuario todavía sin comprender del todo lo que acababa de pasar fuera. Mientras me cambiaba de ropa, pensé que quizás el tono de mi respuesta había sido muy brusco, pero ¿por qué le estaba dando tanta importancia? Al final Sharp era un rival más, llevarme bien o mal con él no era especialmente relevante. Cuando terminé de atarme las botas, todos estábamos listos para jugar. Teníamos miedo e ilusión a partes iguales. Corrimos al campo, no sin antes perdernos por los pasillos un par de veces, y el partido comenzó.

    Blaze y yo sacamos de centro. Sin esforzarnos demasiado marcamos el primer gol y pensamos que aquello estaba ganado, pero a partir de ahí las cosas se torcieron. Los delanteros de la Royal sacaron, llegaron a nuestra portería sin mucha dificultad y tiraron a puerta. Aunque más que a puerta tiraron al portero, haciendo que Evans recibiera un tiro de espectacular potencia con su vientre. Desde ahí el juego de la Royal se basó en herir al contrario: unos recibían fuertes golpes con el balón en diferentes partes del cuerpo, otros eran víctimas de supertécnicas de dudosa legalidad... Si bien es cierto que el fútbol del país tiene ciertas cosas especiales, como el uso de supertécnicas, o lo que podríamos llamar pequeños episodios de uso de magia gracias al esfuerzo de los jugadores para potenciar sus movimientos; normalmente la gente es deportiva. Todos fueron cayendo poco a poco, como si de una guerra se tratase, hasta que solo quedamos Evans, Blaze y yo en pie. Al capitán le dolían los diferentes golpes que había recibido y se le habían colado dos goles, pero no se rendía, pues tenía una gran fuerza de voluntad. Por su parte, Axel se aquejaba de un pie mientras yo, para mi propia sorpresa, me conservaba en perfecto estado. A los dos delanteros "estrella" casi no nos habían intentado herir. Evans intentó pasarle el balón a Blaze por enésima vez y al contrario que en los otros intentos, la pelota llegó a su destino. Comenzamos a atacar. Me fijé en que Sharp nos miraba muy detenidamente, analizándonos. La Royal empezó a bloquearnos el paso, pero a penas ponían esfuerzo en contraatacar y ninguno de los dos equipos llegaba a tirar a puerta, ya que Axel y yo éramos capaces de recuperar el balón. Era como si estuvieran usándonos de entretenimiento. Al pensar en eso, me invadió un gran sentimiento de ira y frustración: todos nuestros compañeros estaban en el suelo, agotados, mientras que los jugadores de la Royal parecían estar riéndose en nuestra cara. No podía permitirlo, tenía que vengar el daño que habían hecho.

    Tras varios minutos de especial tensión en los que mi juego se volvió mucho más agresivo, recuperé definitivamente el balón y toda mi frustración me sorprendió convirtiéndose en una fuerte energía que necesitaba salir de mi interior. De repente me sentí mas fuerte que nunca y me dejé guiar por mi instinto, liberando la energía por cada uno de los poros de mi piel. En el campo se levantó un fuerte viento que parecía emanar de mi. Era sorprendente, pues mis compañeros a penas se veían afectados por él, mientras que a los jugadores de la Royal les hacía la vida imposible. Un estado de confusión y sorpresa comenzó a ocupar el campo. Vi terror en las caras de nuestros contrincantes. Blaze no tardó en percatarse de la oportunidad para remontar el partido y juntos marcamos dos goles, dejando un 3-2 a nuestro favor.

    Tras el pitido final, vi cómo mis compañeros se levantaban a duras penas para celebrar la victoria, aunque aún estaban muy magullados. Verlos contentos me hizo alegrarme a mi, y el viento paró a la par que la energía desaparecía de mi interior. Sin embargo, mi alegría se vio frustrada cuando de repente me sentí muy débil y mareada. Caí al suelo de rodillas, confundida. Tenía la vista algo borrosa y la celebración de mis compañeros parecía cada vez más distante. Me llevé las manos a la cabeza sin entender que me estaba pasando, antes de escuchar unos pasos que venían hacía mi. A duras penas reconocí a Sharp al acercarse.
    —Os subestimé —dijo—. Pero sobre todo te subestimé a ti. Estoy casi seguro de que tú eras el viento.
    Me tendió una mano para ayudarme a levantarme y la acepté. Sin embargo, cuando estaba en pie me fallaron las piernas y, con un movimiento rápido, él me cogió en brazos. Parecía que el capitán de la Royal iba a decirme algo, pero varias personas del equipo llegaron en mi ayuda, con exclamaciones nerviosas que no llegué a entender. Yo, agotada, cerré los ojos y me dejé caer sobre el torso de Sharp. Ni si quiera pude comprender lo que hablaban los chicos del Raimon con él. A partir de ahí, a penas tengo recuerdos de lo qué pasó ese día.
     
    Última edición: 14 Enero 2024
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    2. Disonancia


    [​IMG]

    Cuando abrí los ojos de nuevo estaba tumbada en mi cama del club de fútbol, con una camiseta vieja y el pantalón que usaba para dormir puestos. Me froté los ojos, confundida, y busqué mi móvil bajo la almohada, sin mucha fortuna. Me erguí ligeramente mientras pensaba en el partido, parecía que hubiera sido una pesadilla. Sí, eso debía ser, una pesadilla. Encontré mi móvil sobre la repisa de la ventana que había encima de mi cama y, mientras lo encendía, miré a mi alrededor. No había nadie allí, pero una de las camas estaba deshecha. Era extraño, solo yo solía dormir en el club todas las noches al no tener a dónde ir. El resto solo venían para hacer concentraciones. Además, pude ver en mi móvil que era domingo, 5 de febrero. Eso quería decir que el partido había sido el día anterior y que efectivamente lo había jugado. Entonces, ¿cómo había llegado a mi cama? De repente, todas mis preguntas se disiparon, pues mi estómago rugió hambriento. Decidí ir a la pequeña cocina para comer algo. Aunque en mi camino no vi a nadie en el club, poco después de empezar a comer se sentó a mi lado Idoya Stone, una de las chicas que trabajaba en la gerencia. Tenía una expresión seria.
    —¿Qué tal te encuentras? —Me preguntó preocupada—. Llevas desde que volvimos del partido durmiendo. Y desde eso han pasado unas 15 horas. Jude te llevó a la enfermería y los médicos dijeron que estabas bien, que solo necesitabas dormir. Así que te traje hasta aquí y pasé la noche contigo, estaba preocupada.
    La miré mientras masticaba una cucharada de cereales. Idoya era mi mejor amiga desde que había llegado al Raimon, teníamos la misma edad e íbamos en la misma clase. Siempre me había gustado por su apariencia imponente: era una chica muy alta y fuerte con unas largas trenzas azules, que combinaban con sus ojos del mismo color. Tenía un carácter bastante fuerte y su voz era muy grave. Siempre había pensado que parecía una vikinga. Normalmente escucharla me hacía sentir tranquila y alegre a partes iguales, pero cuando escuché el nombre del capitán de la Royal me recorrió un sentimiento confuso entre el dolor, el asco y la frustración. Recordé también cómo había dejado que él me abrazara cuando estaba a punto de perder el conocimiento y apreté los labios, molesta.
    —Estoy bien —mentí mientras trataba de sonreírle—. ¿Y los chicos?
    —Bien, bueno, motivados por la visita de hoy—dijo sonriendo con una mezcla de satisfacción y picardía que no llegué a entender—. Están entrenando.
    La miré durante unos segundos intentando adivinar que quería decir. No me sorprendía que los chicos entrenaran, siempre entrenaban. Y no era raro tener visitas. Pero que hubiera llamado a Sharp por su nombre de pila era raro. Y esos gestos de su cara me daban a entender que había algo oculto. Idoya era una chica bastante transparente para mi. Iba a preguntarle de qué se trataba aquella especie de pequeño juego que me estaba planteado, pero otra de las gerentes, Swan Vallière, entró en la cocina a gritos.
    —¡BLAIR! —dijo apoyando con fuerza sus manos sobre la mesa—. ¡Todos te esperan fuera!
    —¿Por qué tanta motivación, Swan?—le pregunté sorprendida por su actuación.
    —¡Hoy Axel ha dicho que el tentempié estaba rico! —exclamó con un fuerte brillo en sus ojos color miel—. Además tenemos una visita maravillosa —dijo con una gran sonrisa alegre.
    Yo miré a las dos chicas con el ceño ligeramente fruncido, mientras terminaba la leche de mi tazón.

    Tras ponerlo en el fregadero, decidí dejar de preguntar e ir a ver yo misma qué pasaba. Me despedí de Swan e Idoya, que iban a tomar un tentempié, y salí cerrando la puerta detrás de mi. Al instante, pude ver cómo una capa roja reinaba en el pasillo. Sorprendida, miré al presente de arriba a abajo. Su figura era perfectamente reconocible aunque estuviera de espaldas a mi.
    —Sharp —lo llamé con fuerza, en un tono entre el asco y la sorpresa.
    Él se dio la vuelta y se limitó a saludarme con la misma sonrisa supuestamente agradable que me había dedicado el día anterior en los vestuarios.
    —Oh, hola. ¿Cuál es la habitación de chicos? —me preguntó sin dejar de sonreír.
    Yo no pude ocultar mi gesto atónito ante aquellas palabras. Después de que su equipo dejara a todos mis compañeros magullados no había duda de que aquella era la mejor pregunta que podía hacer, que cuál era su habitación. Solo faltaba que me preguntara por las direcciones de sus casas. Yo traté de desvelar algún tipo de mala intención en su gesto, pero era muy difícil intentar sostenerle la mirada si sus gafas, que más que de deportista parecían de aviador, no dejaban verle los ojos. Resignada, le señalé con el pulgar la puerta correcta y pasé por su lado para llegar a la salida. De reojo vi cómo la coleta que sostenía sus rastas desaparecía de mi vista tras la puerta del cuarto de os chicos. ¿De verdad esa era la visita de hoy? Necesitaba una explicación a cerca de lo que estaba pasando.

    No tardé en llegar al campo y pude comprobar que la motivación era el sentimiento que reinaba en el entrenamiento. Sin embargo, Blaze estaba sentado en una esquina del campo, parecía contrariado. Axel Blaze, el delantero estrella del equipo, era un chico de mi edad con un cuerpo marcadamente atlético y de estatura media. Su rostro era bastante masculino, con un fuerte moreno del sol en la piel e intensos ojos negros. Todo aquello estaba coronado con su cabellera blanca perfectamente peinada y llena de gomina para conseguir un exagerado pelo pincho. Por algún motivo, siempre parecía extremadamente serio. Sin dudar, me acerqué y lo saludé:
    —Buenos días, Blaze —dije mientras me sentaba su lado.
    —Hola —fue un saludo seco, como era habitual en él.
    —¿Por qué no entrenas? —le pregunté señalando a Evans y al resto de chicos con la cabeza—. Todos parecen muy animados.
    —¿No lo has visto? —dijo con un marcado odio en su voz.
    —Claro que lo he visto —respondí con un tono algo oscuro.
    —Ha venido diciendo que la Royal está destruida, que no tiene a dónde ir y muchas tonterías más. Yo no me creo nada.
    Aunque no era muy larga y el enfado de Axel la habría deformado, tenía una explicación.
    —¿Y vas a dejar de entrenar por él? —le pregunté intentando animarlo—. Eres mucho más que Sharp.
    —Me preocupa que venga a espiarnos —dijo un poco más tranquilo, como si aquel pequeño halago lo hubiera animado.
    Yo asentí, dándole a entender a Axel que lo comprendía, y me tumbé en el césped mientas reflexionaba sobre sus palabras.

    Después de un rato, todos se acercaron a preguntar sobre cómo me encontraba y me felicitaron por mi actuación en el último partido. Pero a pesar de los ánimos, ni yo ni Blaze teníamos ganas de entrenar. Aun así me quedé a escuchar los sonidos del campo, me hacían sentir viva y tranquila. Eran mi hogar. Escuché la música de Evans al animar a todos sus jugadores, sus chuts, sus risas, sus carreras... Esa era la música que hacía llenar de calidez mi corazón. Escuche el frío sol de una mañana de invierno, que brillaba con la fuerza de mis compañeros. Pero sobre todo escuché a Sharp. Perturbaba la armonía de mi equipo con sus consejos y sus pasos, diferentes al resto. La mañana del domingo terminó y todos se fueron a sus casas a comer. Yo me quedé sola en el campo hasta que la música del entrenamiento se silenció por completo. El fútbol se había vuelto una parte indispensable de mi vida, sobre todo porque era algo que había construido con mis propias manos.

    Cuando había llegado al instituto, tanto la imagen del club como su sede física no eran más que una chabola a punto de ser derruida. Entre Evans, Silvia Woods y yo, con bastante esfuerzo, conseguimos hacerlo un lugar más acogedor. Fichamos nuevos jugadores y reformamos la caseta con a penas nuestras manos y la caridad de los padres de algunos miembros del club, que hablaban de revivir el espléndido pasado del fútbol en nuestra cuidad. También gracias a esto conseguí crear una buena relación con la presidenta del consejo estudiantil, Nelly Raimon. Siempre habíamos estado en desacuerdo en muchas cosas, pero ella admiraba mi capacidad de trabajo, pues había levantado el club de fútbol volviendo realistas as alocadas ideas de Mark Evans. Aunque él era el presidente del club y el capitán del equipo, siempre era yo la que daba la cara en situaciones formales, como las reuniones del instituto o a la hora de hablar con otros clubs. E incluso con todo esto a mi espalda, mi rendimiento académico era excelente, era delegada de mi clase y había ayudado al consejo estudiantil en infinidad de ocasiones. Gracias mi esfuerzo conseguí, no solo que no cerraran el club de fútbol, sino un permiso especial para poder quedarme a dormir en el instituto todos los días que quisiera y una serie de llaves de diferentes lugares del centro. El Raimon era definitivamente mi hogar, un hogar que no iba a permitir que nadie me quitara.

    Esa tarde, caminé sola en silencio por el instituto. Me sentía extraña, como si algo me perturbara. Después de estar deambulando sin un rumbo fijo, fui a la piscina del club de natación. Al saltar al agua mis sentimientos se hundieron conmigo y el sonido del agua me aportó la tranquilidad que los últimos sucesos me habían robado. Hundida en las profundidades de mi mar particular conseguí lo que necesitaba, aislarme de la realidad. Toda perturbación desaparecía allí, en el remanso de paz azul. Perdí la noción del tiempo mientras nadaba, pues tenía la mente totalmente en blanco. Cuando salí del agua era una persona nueva, sin preocupaciones ni sentimientos negativos. Me vestí con calma y volví a la sede del club, muy tranquila. Entonces lo vi a través de la ventana. Vi sus pasos perturbar la melodía de mi vida, sus movimientos de violín desafinado. Pero sobre todo vi en mi cabeza de nuevo aquella frase: "Tú eras el viento".
     
    Última edición: 11 Enero 2024
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    1438

    3. Explicaciones


    [​IMG]


    Jude Sharp era un chico de mi edad, algo más alto que yo y que llamaba la atención por su curioso aspecto: usaba esas extrañas gafas que no dejaban verle los ojos, llevaba el pelo lleno de enormes rastas recogidas en una coleta y casi siempre se ponía una capa, especialmente cuando jugaba al fútbol. A pesar de que en la descripción se le ve como a un payaso, su aspecto era especialmente imponente. Cuando entré a la caseta esa tarde, tuvimos un intenso choque de miradas. Ambos supimos que aquella conversación iba a ser una dura batalla.
    —¿Qué haces aquí? —pregunté irritada, tomando la iniciativa.
    —Podría hacerte la misma pregunta —me respondió en un tono muy serio, como si el intento de amabilidad de nuestras anteriores conversaciones hubiera desaparecido, cosa que me ofendió especialmente.
    —Eso no es de tú incumbencia —me sentía cada vez más molesta. Todo esto tenía que ser una broma—. Pero una de mis obligaciones es mantener el orden en el instituto cuando no hay nadie. Tú ahora mismo no eres parte de ese orden.
    —Si lo que quieres es un permiso del Señor Raimon no te preocupes, lo tengo —respondió de nuevo con una seriedad que parecía imperturbable.
    Ante mi cara, primero de escepticismo y luego de estupefacción, me enseñó un permiso como el que en su día Nelly me había dado a mi. Solo que este estaba firmado por su padre, Sonny Raimon, dueño del instituto. A parte de irritada empecé a encontrarme muy confusa. ¿Sharp ni siquiera era alumno el Raimon y podía quedarse allí los fines de semana? Me sonrió de lado al sentirse triunfador de aquella disputa, y yo asumí aquello como un gesto de chulería. Enfadada, le dediqué una mirada fulminante y entré en el cuarto de las chicas dando un portazo. Me hundí en mi colchón, con la ira y la impotencia corriendo por mis venas. Sentía que tenía a mi peor enemigo en casa.

    Tras un rato en el que hasta dejé escapar alguna pequeña lágrima, cogí mi móvil y lo encendí para intentar entretenerme. Casi siempre lo tenía apagado, ya que a penas lo usaba. Cuando por fin el aparato arrancó, pude ver que el tema del día entre los chats de mis amigos era, obviamente, Sharp. También las chicas cotilleaban sobre como les estaría yendo a Swan y a Axel en la cita que estaban teniendo esa misma tarde, así que decidí centrarme en eso. Lo de aquella cita era curioso, pues Blaze siempre había sido muy distante con la mayoría de jugadores desde su llegada al club. Sin embargo, se llevaba bien con Evans, Swan y conmigo. Con Evans se llevaba bien porque fue él quién consiguió que volviera al fútbol y conmigo simplemente porque siempre jugábamos en las mismas posiciones juntos. Pero con Swan era diferente: a ella siempre le había gustado él y Blaze no negaba su compañía. Estaba segura de que de algún modo les iría bien. Dejé el móvil sobre mi vientre y miré al techo, pensativa. Quería hablar con las chicas, pero a la vez me agobiaba tanto la sensación de no estar sola, que fui incapaz de responder a ningún mensaje. Pensé también en preguntarles a Evans o a Idoya si querían ir a dar una vuelta, pero realmente no quería irme del Raimon si estaba Sharp aquí. Otra opción era ponerme a estudiar, pero estaba muy intranquila como para concentrarme. Entonces sentí vibrar el móvil. En mi inocencia, pensé que simplemente sería uno de mis amigos, pero al encender la pantalla vi un mensaje de un número desconocido que decía: "Blair, sal de la habitación, quiero aclarar las cosas". Sharp. Ver su cara en la foto de perfil solo me confirmó la evidencia. Evans, en su habitual actitud impulsiva, lo acababa de meter en el grupo del equipo y lo primero que había hecho era mandarme un mensaje privado. A mi, que estaba a menos de 10 metros de él. Y encima me llamaba por mi nombre de pila. O estaba intentando ser lo más molesto posible o le costaba relacionarse con la gente. Pero bueno, si quería hablar, hablaríamos.

    Salí de la habitación y lo llamé por su apellido con un grito. Al oírme, Sharp salió del cuarto de los chicos con excesiva calma en comparación a mi impaciencia.
    —Puedes llamarme Jude— me dijo tranquilo, como si mis gestos de desagrado no le importaran lo más mínimo.
    —Pero tú a mi no Blair —le respondí cortante, mientras buscaba clavar mis ojos llenos de odio en los suyos—. A partir de ahora soy Sallow para ti.
    El chico me miró fijamente. Odiaba no ver la expresión de sus ojos a través de las gafas.
    —Deja de hacerte la dura, por favor —suplicó intentando calmar el ambiente—. Sé que no hemos empezado con buen pie, pero me gustaría que nos lleváramos bien.
    Aunque su actitud parecía volver a ser amable, miles de motivos para no llevarnos bien se pasaron por mi cabeza en ese momento, la mayoría haciendo referencia a la actuación de la Royal frente a mis compañeros. Pero en vez de responderle con alguno de esos motivos decidí mantener la calma; ante todo quería saber qué estaba pasando.
    —Continúa —le ordené con frialdad.
    —Lo siento por aparecer aquí tan de repente —se disculpó agachando ligeramente la cabeza en un gesto que parecía sincero—, pero ayer, tras perder el partido, nuestro entrenador entró en cólera. Al parecer era intolerable perder contra un equipo tan mediocre como el Raimon. Por la noche varias máquinas de demolición llegaron a la escuela y comenzaron a derruir la zona de deportes de la Royal, donde estamos internos los del club de fútbol. Yo pude salir ileso, pero el resto de mis compañeros están en el hospital, heridos —Sharp negó con la cabeza, triste—. Ya no hay equipo de fútbol. Solo he venido aquí para poder seguir haciendo mi vida. Y si es posible ganar a algún nuevo equipo que funde el entrenador, porque si algo sé es que quiere seguir siendo el rey del fútbol juvenil —añadió finalmente con un marcado odio en sus palabras.
    Si bien pude ver el dolor en su discurso, la historia sonaba demasiado surrealista, incluso para Ray Dark, el entrenador de la Royal Academy. Dark era un hombre conocido por sus acciones maquiavélicas para eliminar a todos los rivales de la Royal. El propio Axel Blaze había sido víctima de una de ellas, por un asunto relacionado con su hermana del que a penas hablaba. Sin embargo, me parecía exagerado intentar eliminar a sus propios jugadores. Pero bueno, había una forma muy sencilla de ver si todo era verdad. Cogí mi móvil y busqué en Internet noticias relacionadas con la Royal Academy. Todas las fotos y titulares corroboraban la historia de Sharp: "Más de una decena de jóvenes hospitalizados después de una demolición no autorizada en la Royal Academy", "Estudiantes heridos tras la demolición parcial de un instituto", "Tragedia en la Royal Academy"... algo estaba claro, no podía mentir todo el mundo. Sin embargo, seguí mirándolo con pesadez. Por mucho que la historia me hubiera convencido, su presencia seguía siendo molesta.
    —Supongamos que me creo todo esto —mi tono no había dejado de ser frío y serio, no iba a mostrarle ningún tipo de calidez—. ¿Qué te ha motivado a venir al Raimon? ¿Y por qué quedarte aquí el fin de semana? Estoy segura de que el mejor estratega del país no hace nada por casualidad —sentencié con una expresión algo desafiante—. Pero, la verdad, creo que si quieres ganar a Ray Dark, este no es tu equipo de fútbol.
    —Me quedo porque no quiero volver a casa después de lo que ha pasado —me explicó tranquilo—. Y lo creas o no, el Raimon es el mejor equipo contra el que he jugado. O al menos el que más potencial tiene —vi dibujarse en su cara una triunfal sonrisa de lado—. Nadie más tiene una jugadora que provoque huracanes.
    Yo me quedé callada un momento, reflexionando sobre lo que acababa de decir. No tardé en trazar dentro de mi cabeza un plan más o menos definido.
    —Si te vas a quedar —respondí haciendo caso omiso de su halago—, creo que sería una buena idea que conozcas el instituto y la ciudad —le propuse, con voz más tranquila pero no cálida.
    Si vas a tener al enemigo en casa, mejor llevarte bien con él y conocerlo. Así será más fácil saber cuáles pueden ser sus movimientos.
     
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    4. Atardecer


    Sharp y yo no tardamos ni cinco minutos en estar listos para ir a ver la ciudad. Comencé enseñándole el Raimon: primero exploramos el edificio principal, que se encontraba frente a la entrada del instituto y solo estaba separado de esta por el campo de deportes donde solíamos entrenar a fútbol. En el edificio se encontraban las clases de primero y las segundo [a las que íbamos nosotros], junto con diferentes oficinas, la cafetería y el comedor. Salimos de nuevo por la puerta principal y giramos a la derecha para ver el edificio de los alumnos de tercero, que flanqueaba el campo de deportes por un lateral. Era más pequeño, pero tenía un aire acogedor. Una vez fuera, nos dirigimos de nuevo hacia el edificio principal, pero en lugar de entrar en él, tomamos un camino que discurría entre los dos edificios de aulas. Dejamos a nuestra derecha la caseta del club de fútbol y frente a nosotros aparecieron el pabellón polideportivo y la piscina. A la izquierda había una salida del instituto que daba a un hospital, pero nosotros giramos a la derecha para ver las pistas de atletismo, las sedes de otros clubes y la salida trasera del Raimon. Todas las instalaciones estaban rodeadas de grandes cantidades de árboles, bancos y campos dónde los estudiantes podían descansar. Tras dar una vuelta completa al edificio principal y dejar a nuestra izquierda el dojo de artes marciales y un jardín lleno de flores, atravesamos el campo de deportes para llegar a la entrada principal. Durante todo este recorrido Sharp no dijo ni una sola palabra, aunque no dejaba de mirarme. Parecía muy interesando en mis explicaciones y a penas asentía con la cabeza de vez en cuando.

    Salimos del instituto cuando la tarde empezaba a caer. Le enseñé primero el barrio residencial, una parte de la ciudad donde vivían muchos de nuestros compañeros. Se componía de casas bajas y algunos parques infantiles. Era un lugar tranquilo y armonioso, como la mayor parte de la ciudad. Caminamos al lado del río hasta llegar a un puente bajo el que se encontraba un campo de fútbol. Me paré allí y esperé a que Sharp me alcanzara. Desde que habíamos empezado la ruta, el chico iba siempre unos metros por detrás de mi.
    —Aquí fue donde Evans y yo empezamos a entrenar —dije sonriendo, me ponía feliz hablar de fútbol—. No nos querían dejar el campo del instituto.
    —Es mucho más acogedor que la Royal— respondió Sharp en un tono algo triste.
    Yo pasé por alto su comentario y, sin que él añadiera nada más, seguimos nuestro camino.

    Unos minutos más tarde comenzamos a subir la colina que comprendía el Parque de la Torre. El sol cada vez estaba más bajo y las luces se había vuelto de un cálido color naranja. Aunque la colina era prominente, no tardamos en acercarnos a la torre de telecomunicaciones que coronaba el parque.
    —¿Ves la rueda de camión que cuelga de ese árbol? —le dije al llegar, con voz animada.
    —Sí —respondió algo extrañado por mi pregunta—, cómo no verla con lo grande que es.
    —Pues esa cosa la usa Evans para entrenar —me acerqué a ella y la acaricié mientras sonreía—. La empuja hacia atrás y luego la para —le expliqué haciendo gestos con las manos.
    —Evans es sorprendente —dijo tras parpadear un par de veces, imaginando la extraña situación.
    —Está sorprendentemente loco, diría yo.
    Eso hizo que ambos riéramos y se creara un ambiente más distendido. Había comenzado a sentirme más cómoda con Sharp, aunque en el fondo seguía viéndolo como al malvado capitán de la Royal Academy.

    Subí a las escaleras que llevaban a los pies de la torre, pero, en vez de ir hacia esta, me adentré en el bosque que la rodeaba, mientras le hacía un gesto a Sharp para que me siguiera. Caminamos un poco y llegamos a una pequeña laguna que había en un claro del bosque, desde el que se podía ver el atardecer. Me senté en la orilla y miré mi reflejo para peinar las ondas alborotadas de mi pelo. Sharp se sentó guardando una cierta distancia, cómo había hecho todo el camino.
    —Es muy bonito —comentó con voz tranquila.
    —Sí —yo asentí, antes de mirarlo con expresión seria—, espero no arrepentirme de traerte aquí.
    —Tonterías —me respondió negando con la cabeza, como si no se pudiera creer que aún dudara de él.
    Nos quedamos en silencio. Se escuchaba el sonido del agua y de las hojas secas de los árboles. Los últimos rayos de sol le daban calidez a la escena, a pesar del frío invernal. Cerré los ojos y sentí una fría brisa entrar en mi. Escuché la respiración de Sharp. Ya no era una molestia como antes, era un sonido nuevo que me invitaba a que lo descubriera. Sin embargo, no me sentía preparada para admitirlo.

    Abrí de nuevo los ojos y observé al Sol ponerse. No sé cuánto tiempo estuvimos allí, pero se nos hizo de noche sentados a la orilla de la laguna. Recuperé la noción del tiempo cuando sentí el frío de la noche penetrar en mis huesos. Empecé a tiritar y, sin decir nada, Sharp me tiró su capa.
    —No hace falta, estoy bien —mentí intentando mantener la compostura.
    —Deja de intentar hacerte la dura y abrígate —respondió de forma seca.
    Yo suspiré, resignada y me envolví en la capa. Siendo sinceros, era muy calentita. Además descubrí que tenía mangas y una capucha, aunque era varias tallas más grande de lo que yo necesitaba. En un momento me había convertido en una bolita roja. Sharp rió al verme.
    —¡Te queda enorme! —dijo dejando escapar una pequeña risa.
    Al ver mi reflejo yo también me reí. Miré a Sharp. Verlo sin capa lo hacía muy diferente: bajo la ropa se marcaba un cuerpo trabajado y esbelto que el manto rojo no dejaba ver.

    Después de un par de minutos en los que estuve alternando mi vista entre él y la luna, decidí que era hora de marcharnos.
    —Deberíamos irnos —le dije mientras me ponía en pie.
    —¿Por qué? Aquí se está de maravilla —se quejó.
    Y tenía razón, pero se nos había hecho muy tarde.
    —Tenemos que volver al instituto y aún no te he enseñado toda la ciudad.
    Sharp se levantó con pesadez y yo le devolví la capa, no me apetecía que la gente me viera caminando con eso puesto. Fuimos hasta el barrio comercial, donde había un bullicio espectacular en los bares y restaurantes.
    —¿Y si cenamos aquí? —propuso él cuando yo me detuve en un cruce, pensando cuál era el mejor camino para volver al instituto.
    —No he traído casi dinero —dije intentando matar la propuesta y sin ni siquiera mirarlo.
    —Invito yo —me espetó tiraba de mi brazo y me arrastraba hacia un restaurante.
    No me dio tiempo a reaccionar ni a negarme, cuando me quise dar cuenta estábamos sentados en la mesa de un local de aspecto atractivo, que probablemente sería tan caro como atractivo. Miré la carta y pude ver que me había traído a un restaurante de comida tradicional de Amida, nuestro país. Pedí gyozas y sushi mientras que a él le apeteció sashimi de salmón. Lo recordaré siempre como el mejor sushi que comí en mi vida. De postre, me compró un parfait de frutas del bosque enorme, el cual tuvo que ayudarme a terminar. Durante la cena hablamos sobre nuestros compañeros. Me contó infinidad de historias sobre sus amigos de la Royal, sobre todo de un chico que parecía ser su mejor amigo, David Samford. También me comentó que al día siguiente iría verlos al hospital, se le notaba muy afectado por todo lo que había pasado. Eso hizo despertar en mi algo de compasión.

    Al terminar de cenar volvimos al Raimon. Ya era noche cerrada y hacía bastante frío, así que me volvió a dejar su capa a pesar de que me quedaba grande. Durante el camino de vuelta fuimos andando mucho más juntos que a la ida, como si la confianza entre nosotros hubiera aumentado. Al llegar a la caseta le devolví la capa y me acurruqué en la cama, pensando en lo que habíamos hablado esa noche. ¿Debía confiar en él o no? Sharp me sacó de mis pensamientos al llamar a la puerta. Entró sin que me diera tiempo a decirle si podía pasar o no, pero no me dió tiempo a quejarme, pues me quedé estupefacta al ver que se había quitado las gafas. Sus ojos eran de un intenso rojo oscuro que me llamó poderosamente la atención. También se había puesto el pijama, pero de eso no me percaté hasta unos segundos después. Se apoyó en una de las literas que había frente a mi cama y me miró.
    —¿Te lo has pasado bien? —me preguntó con un tono sorprendentemente tranquilo y amable.
    Me limité a asentir ligeramente con la cabeza y a sonreír. ¿Hasta que punto mi sonrisa era una actuación para llevarme bien con él? ¿Había una parte de mi sonrisa verdadera? No quería aceptar esa segunda opción.
    —Oye, una cosa —le dije con voz seria—. Podrías haber preguntado si estaba visible antes de entrar —añadí molesta.
    Él sonrió, como si le hiciera gracia mi actitud.
    —Si tanto te molesto ya me voy —dijo yendo hacia la puerta.
    —Hasta mañana.
    —Buenas noches —me respondió él.

    Lo escuché cerrar la puerta de su habitación y solo cuando estuve segura de que no volvería a entrar me levanté de la cama. Fui al baño, me aseé, me puse un camisón de invierno y me miré en el espejo. Tenía una cara algo infantil, rodeada por un largo cabello marrón bastante ondulado. Mis ojos eran tan marrones como mi pelo, con un sutil rasgo asiático y expresión imponente. No tenía una apariencia demasiado especial. Me metí en la cama, apagué la luz y miré las estrellas por la ventana que había justo al lado de mi cama. Mecida por el sonido del viento no tardé en quedarme profundamente dormida.

    Tuve una pesadilla esa noche: vi una ciudad en llamas de la que huía y en la que no podía ayudar a los que iban muriendo ante mi. Finalmente, todo se iba desvaneciendo, incluida yo. Era un sueño recurrente que siempre me había dado mucha curiosidad. Al menos desde que tenía memoria, pues solo recordaba lo que había vivido desde los diez años. El resto era un misterio para mi.
     
    Última edición: 12 Enero 2024
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    Nao Sharp

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    5. Lunes


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    Como todos los días, el despertador sonó a las siete y media. Me levanté tranquila y me puse el uniforme de la escuela. Se componía de una camisa blanca con un lazo en el cuello y una falda del color del lazo. En mi caso, el color que había elegido era azul, pero había chicas que lo llevaban verde o rosa. Eso se complementaba con unas medias por la rodilla y zapatos de cuero. Una vez lista, salí de mi cuarto y llamé al de de los chicos para ver si Sharp había desayunado, pero no obtuve respuesta por su parte. Descarté abrir la puerta, pues no quería molestar, así que decidí ir a hacerme sola el desayuno. Entré en la cocina y, al notar movimiento en el exterior, miré por la ventana. Me sorprendió Sharp fuera. Parecía algo desorientado, así que me asomé y lo saludé:
    —Buenos días.
    El chico dio un respingo y se giró hacia mi, parecía que lo había pillado desprevenido.
    —Eh… Hola —respondió nervioso—. No te había visto.
    Miró a su alrededor y con un gesto me indicó que iba a dar la vuelta para entrar en la a la caseta, ya que la cocina estaba en la parte trasera. Aunque no tardaría mucho, empecé a preparar el desayuno mientras lo esperaba. Cuando llegó, pude fijarme en que ya tenía en su poder el uniforme del instituto. Los chicos usaban un traje de cuello alto azul, con botones amarillos y rayos en los hombros. El rayo era el símbolo del Raimon. Se me hizo raro verlo con esa ropa, pues siempre lo había visto con los uniformes de la Royal Academy o ropa de calle. Nada más entrar, Sharp se sentó a la mesa y miró cómo dejaba mi taza de té sobre la mesa. Mientras seguía a lo mío, no dejó de mirarme, como si esperara algo.
    —¿Has desayunado? —pregunté, temiendo lo que estaba pasando.
    Él negó con la cabeza.
    —¿No vas a ayudarme, entonces? —le pregunté en tono de reproche.
    —Supongo que sí —dijo confuso mientras se ponía de pie e intentaba hacer algo en la cocina.
    Fue un desastre, el chico casi ni sabía utilizar el microondas. ¿De dónde había salido Sharp? Tardé más haciendo las cosas con él que si las hubiera hecho yo sola, pero mi orgullo no me permitía servirle la comida al capitán de la Royal Academy.

    Durante el desayuno parecía pensativo y a penas habló. Hubiera dicho que le pasaba algo, pero tampoco lo conocía tanto como para estar segura. Además, aún no era el momento de meterme en su vida privada sin que él diera el primer paso. Fui a mi clase mientras Sharp iba a preguntar en que cuál estaba. Llegué de primera y me puse a recoger algunos papeles que mis compañeros habían dejado tirados por el suelo el último día. Tras eso me senté en mi silla, que estaba en la segunda fila junto a la ventana. El aula no era muy grande, pero era acogedora. Los pupitres en los que nos sentábamos estaban dispuestos por parejas, divididos en tres columnas.

    No esperé mucho hasta que llegó Silvia Woods, una de las gerentes del club, que se sentaba justo detrás de mi. Era una buena amiga y vecina de Evans desde hacía muchos años, además de haber sido un importante apoyo moral en los peores momentos del club. Silvia llevaba el pelo bastante corto y recogido con pinzas para que no le molestara. Su uniforme era de color verde, como sus ojos.
    —Buenos días Blair —me saludó tranquila.
    —Buenos días. —le correspondí con una sonrisa.
    —¿Qué tal el fin de semana con tu nuevo compañero? —me preguntó con un tono algo pícaro.
    Tras esa pregunta temí que alguien nos hubiera visto a Sharp y a mi ayer y que ya todo el club estuviera informado de nuestro paseo. Iba a responderle, pero en ese momento entraron Blaze y Evans en clase, interrumpiendo nuestra conversación. Axel a penas saludó con un gesto de la mano, pero Mark corrió hacia nosotras mientras gritaba.
    —¡Buenos días! —el chico se sentó a mi lado y me mostró su enorme sonrisa—. ¡¡Hoy es otro maravilloso día para seguir jugando al fútbol!! —exclamó con alegría.
    Evans era así, siempre había sido así y su personalidad me daba una gran ternura. Nadie tenía tanta pasión por el fútbol y por la vida como él.
    —¿Qué te parece que Jude esté en el equipo? —me preguntó sin darme tiempo si quiera a saludarlo.
    Aunque la pregunta sonó totalmente inocente, dudé de si podía tener algún doble sentido.
    —Bueno —dije con toda la tranquilidad del mundo, tratando de ser lo más objetiva posible—, es un buen jugador. Pero tiene un juego muy diferente al nuestro, no sé si encajará.
    Me puse algo tensa el ver que Silvia y Mark me miraban fijamente, esperando que dijera algo más. Ninguno de ellos era especialmente discreto con sus expresiones. Sin embargo, justo en ese momento apareció Idoya detrás de Evans, riñéndolo:
    —Niño, ese es mi sitio —bufó.
    Él se levantó asustado y fue corriendo a sentarse junto a Blaze, pues mi amiga le imponía micho. Stone, por su parte, me saludó con un seco:
    —Cuando acaben las clases tenemos que hablar.
    Yo la miré estupefacta por aquella especie de acusación, pero no pude responder, pues justo en ese momento entró el profesor. Por si Silvia y Mark no me habían dejado claro que todos sabían que Sharp y yo habíamos salido ayer, Idoya me lo había puesto blanco y en botella. Pero bueno, ya se les pasaría.

    Los cinco primeros minutos de la clase transcurrieron con normalidad, el profesor hablaba y nosotros hacíamos lo que creíamos conveniente, desde tomar apuntes hasta intentar jugar al fútbol con una pelota de papel. Evans era especial, no había duda. Lo miré de reojo, llevaba puesto el uniforme del Raimon y seguramente debajo tendría la equipación del equipo de fútbol. Mark Evans tenía la cara redonda, el pelo castaño y unos grandes ojos negros. Parecía que no se hubiera cortado el pelo desde hacía meses, y lo llevaba sujeto con una cinta naranja. Siempre sonreía, eso me llenaba el corazón de calidez. Aunque habitualmente tenía que ayudarle a razonar todas sus ideas de bombero. Aquello me hacía sentir como una madre. Sin duda, una madre orgullosa por todo lo que había conseguido con el club de fútbol.

    De repente, alguien llamó a la puerta del aula, sacándome de mis pensamientos. Era el jefe de estudios, que dijo algo de forma apresurada a nuestro profesor. Entonces, él se dirigió hacia nosotros de forma solemne:
    —Bueno chicos, hoy es un día especial para nuestra clase, pues damos la bienvenida a un nuevo compañero.
    Mis expresiones pasaron de un rápido parpadeo de sorpresa a una sonrisa sarcástica, acompañada de una pequeña negación. Había tres clases de segundo en el instituto y a Sharp le tenía que tocar en la mía.
    —Puedes pasar —dijo el profesor.
    Sharp entró a la clase y todos se quedaron mirándolo sorprendidos. Mucha gente lo conocía por ser uno de los mejores jugadores de fútbol del país, pero, sobre todo, en el Raimon lo conocían por los desagradables sucesos del partido de ese mismo fin de semana. Después de la reglamentaria presentación Sharp fue a sentarse bajo mi atenta mirada. El único sitio que había libre y que no estaba al fondo de la clase era al lado de Silvia, justo detrás de Idoya y por consiguiente en diagonal a mi. Ese sitio normalmente lo ocupaba otra de nuestras amigas, Nadia Jackson, pero no estaba ese día. Cuando él se sentó allí, Idoya alzó las cejas mientras me miraba con una sonrisa inquisidora, Silvia se emocionó notablemente y Sharp me dedicó una desagradable media sonrisa; parecía orgulloso de sentarse allí. Vi a Mark a lo lejos volverse loco de la emoción y a Axel intentado que no saliera corriendo del asiento, lo que generaba una escena algo graciosa. Yo fruncí el ceño molesta y me di la vuelta rápidamente para prestar atención al profesor, mientras ignoraba lo que sucedía a mi alrededor.

    La clase acabó a la misma hora de siempre y, antes de que pudiera marcharme sin que nadie me abordara, Idoya se interpuso en mi camino.
    —Nos vemos a las cuatro en la parte de atrás del instituto —me dijo con un tono bastante serio.
    Yo asentí, me despedí de ella con un gesto y una sonrisa, y me marché rápidamente. No tenía ganas de hablar sobre Sharp y lo mucho que me incomodaba, mientras que al resto parecía caerles bien. Y mucho menos sobre por qué había salido con él ayer. Volví a la caseta del club a comer, pues supuse que el resto irían al comedor. Me alegró saber que por fin no había nadie más allí y podía intentar descansar mi mente. Intenté no pensar en Sharp ni en las explicaciones que seguramente tendría que dar esa tarde, fueran solo a Idoya o al grupo de gerentes cotillas al completo.

    Cuando acabé de comer eran las tres y media, así que me puse el chándal del instituto con la equipación del club por debajo. Los colores del instituto eran el azul y el amarillo, por eso en la equipación las mangas de la camiseta y los pantalones eran azules, mientras que el resto de la camiseta era amarillo. El chándal era azul, con dibujos de rayos amarillos en la chaqueta. Al salir de la caseta fui a la parte trasera del instituto, donde me esperaban Idoya y el resto de gerentes del club. Eran seis chicas, todas con sus respectivos uniformes del Raimon. Solo faltaba Nadia, que estaba enferma. En ese momento, Swan era el centro de atención. Su largo pelo rosa y sus movimientos exagerados la hacían verse una chica llena de energía. Me saludó efusivamente en cuanto me vio y se acercó para arrastrarme hasta donde todas estaban sentadas. Sus ojos color miel brillaban con una intensidad especial ese día.
    —¡BLAIR! Tengo mucho que contarte —me dijo casi en un grito, mientras sonreía.
    —Soy todo oídos —añadí con una sonrisa tranquila para invitarla a hablar.
    Nos contó con emoción lo que había hecho el día anterior con Blaze. Después del entrenamiento, habían ido juntos a merendar a un restaurante de ramen que había en la zona comercial, y allí habían hablado sobre el equipo, el fútbol y sus vidas privadas. Luego, Axel le regaló un colgante con forma de dragón, el cual nos enseñó con orgullo. Después de dar un paseo ambos fueron a casa de Swan, donde Blaze le ayudó a hacer un trabajo para clase, el cual la propia Valliere admitió que podría haber hecho sin ayuda pero “todo sea por estar junto al hermoso Axel”. Al terminar nos explicó que se quedaron dormidos abrazados en la cama de Swan pero cuando ella se despertó Blaze ya no estaba, lo que la había dejado algo confusa. Todas estaban muy emocionadas con la historia, aunque a mi simplemente me alegraba verla feliz.
    —¿Entonces sois novios o no? —preguntó la única gerente de primero, Celia Hills.
    —No hablamos nada de eso —respondió Swan.
    —Igual deberías hablarlo con él —le aconsejo Silvia.
    Swan se encogió de hombros, haciendo entender que aquello no le importaba. Al momento, me miró fijamente.
    —Pero creo que no estamos aquí para hablar solo de mi, ¿verdad que no chicas? —sugirió mientras acercaba su cara a la mía, sonriéndome.
    Todas asintieron y también me miraron, por lo que comencé a sentirme notablemente nerviosa. Dudé un momento, pero decidí ir con la verdad por delante.
    —¿Me estáis preguntando por Sharp? —dije con toda la seguridad que el momento me permitía tener—. Solo intento llevarme bien con él para saber si tiene buenas o malas intenciones.
    —Que tontería, pero si ayer Alyssa os vio cenando juntos —intervino Celia ciertamente molesta, cruzando los brazos.
    La otra gerente, que hasta entonces había estado al margen de la conversación, no tardó en asentir. Alyssa Reed era una chica de tercero alta, pálida y delgada. Sufría heterocromía: tenía un ojo azul y el otro verde. Para disimularlo, se tapaba uno de ellos con su largo flequillo. Ese flequillo era parte de una enorme mata de pelo rojo fuego que le llegaba por la mitad de la espalda. Alyss me miró con su habitual expresión de inseguridad, esperando una respuesta.
    —Quiso ir a conocer la ciudad —traté de explicarles—. Y también quiso quedarse ahí a cenar. Me sigue pareciendo una persona muy molesta para el Raimon— dije finalmente con seriedad, intentando dejar claro que no tenía el más mínimo interés en el chico. Tampoco quería ser el centro de atención de los cotilleos del Raimon.
    —Otra que debería hablar con su chico —dejó caer Silvia a modo de puya.
    Yo negué con la cabeza, me puse en pie, me desperecé y, tras un suspiro, les recordé a las chicas que era hora de entrenar. Ellas parecían frustradas. ¿Qué esperaban que les contara? Jude Sharp seguía siendo un completo extraño para mi.

    Entonces mis ojos se desviaron hacia alguien que corría desde unos matorrales hasta la salida trasera del Raimon. Si bien era extraño ver a alguien usar esa puerta, simplemente debía ser un estudiante apresurado, así que no me preocupé en exceso. Hice un ligero gesto de despedida a mis compañeras y me dirigí al campo de deportes, mientras ellas se iban a hacer sus tareas de gerentes.
     
    Última edición: 12 Enero 2024
  6. Threadmarks: 6. Pretérito Imperfecto
     
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    6. Pretérito Imperfecto


    [​IMG]

    El entrenamiento transcurrió con normalidad. Esta vez, a pesar de la presencia de Sharp, Blaze y yo decidimos entrenar. A las seis habíamos terminado y, tras tomar la merienda que habían hecho Silvia y Celia, todos volvieron a casa. Yo fui a la caseta, me duché y me puse ropa cómoda. Al salir del baño, vi por la ventana a Hills y a Sharp hablando sentados bajo un árbol. Los miré durante unos segundos. Celia era una chica bajita y de apariencia débil. Llevaba el pelo negro cortado a la altura de los hombros, algo despeinado y ondulado. Sus ojos eran azul oscuro y siempre llevaba unas gafas de leer en la cabeza. Usaba el uniforme azul. La vi llorar y a Sharp darle un abrazo. ¿Había algo entre esos dos? Igual por eso Celia había estado tan seria antes. Me tiré en la cama y miré la hora en el móvil, eran las seis y media. Decidí ponerme a estudiar.

    No tardé mucho en escuchar a alguien entrar a la caseta y llamar a mi puerta.
    —Adelante —dije sin mucho ánimo.
    Sharp entró y se sentó en mi cama. Yo giré la silla y lo miré de forma interrogante.
    —¿Qué tal estás? —me preguntó para romper el hielo.
    —Bien —dije sin muchas ganas—, ¿y tú?
    Sharp se encogió de hombros, dándome a entender que no muy bien.
    —Iba a ir a ver a los chicos de la Royal al hospital, me preguntaba si —dudó un momento, parecía sentir vergüenza por lo que me iba a pedir—, si no te importaría acompañarme.
    En una situación normal le habría dicho que no, que fuera solo, que yo tenía cosas que hacer. Pero teniendo en cuenta que anoche me había invitado a cenar era lo mínimo que podía hacer. Y no podía olvidar mi objetivo de llevarme bien con él.
    —Vamos pues —dije mientas me levantaba de la silla, simulando tener un mínimo de ganas—. Si llegamos muy tarde no podremos entrar.

    Salimos juntos de la caseta, sin hablar. Al llegar a la puerta del instituto, un coche negro y un hombre trajeado nos esperaban.
    —Buenas tardes señor —saludó a Sharp—. Y su acompañante es...
    —Sallow— me presentó Sharp—, Blair Sallow.
    —Encantado de conocerla —dijo el hombre con una sonrisa mientras hacía una reverencia.
    —Igualmente —sorprendida ante la situación, imité ligeramente su gesto.
    El hombre nos abrió las puertas de la parte trasera del coche. Primero entré yo y luego Sharp. Todo el vehículo estaba tapizado en cuero negro y había una cortina, también negra, que separaba las partes trasera y delantera. Miré a Sharp confundida. ¿Cuánto dinero manejaba la familia de ese chico?
    —¿Qué? —se extrañó al ver que no dejaba de mirarlo.
    —Tengo muchas preguntas.
    Sharp se encogió de hombros, como si no le importara mi confusión, y miró por su ventanilla. Yo hice lo mismo, molesta por su respuesta. No hablamos en todo el trayecto.

    Cuando llegamos al hospital el hombre trajeado nos abrió la puerta, salimos y caminamos en dirección a la entrada.
    —¿Quién era ese hombre? —pregunté a Sharp. Me quedé un momento pensativa—. ¿Qué pasa contigo, hablando más en general?
    Él sonrió, como si se divirtiera. Ir de misterioso no le iba a ayudar mucho en esa situación, pero él sabría.
    —Ese hombre era Alessandro, mi mayordomo —suspiró—. Del resto ya hablaremos más adelante.
    Ante esa respuesta sentí ganas de decirle cuatro cosas, pero reprimí mi ira y entré con él al hospital, mientras le dedicaba una mirada de molestia. Había demasiada gente allí como para montar una escena.

    Subimos hasta el ala donde se encontraban los jugadores de la Royal. Decidí quedarme fuera de las habitaciones mientras Sharp hablaba con sus compañeros. En definitiva, yo era parte del motivo que los había llevado allí. Por suerte, la mayoría de los jugadores ya estaban casi curados de sus heridas, menos los dos que reposaban en la última habitación: Samford y King. Sharp me pidió que entrara con él a verlos. King dormía en la cama más cercana a la ventana. Al parecer había perdido mucha sangre por una herida en la pierna y se encontraba muy débil, además de haber contraído un catarro ya en el hospital. Samford estaba despierto, viendo la televisión. Tenía roto el brazo derecho y aún se le veían algunos arañazos en la cara. Los dos chicos compartieron un saludo y se pusieron a hablar sobre cómo iba todo. Yo no presté atención a la conversación, sólo me senté en una silla que había al lado de la cama de Samford, cabizbaja.

    Después de un rato, lo miré. Sus ojos eran marrones, muy parecidos a los míos, aunque llevaba puesto un parche como el de un pirata en el ojo derecho. Al parecer, lo usaba siempre. Tenía el pelo largo y de color verde muy claro. Él también me miró a mi y nuestros ojos se cruzaron. Tuve una sensación extraña, como si ya lo conociera de hacía muchos años. Algo me atraía hacia él.
    —Lo siento —dije con timidez, mientras agachaba la cabeza.
    —¿Por? —preguntó Samford sin entender qué quería decir.
    —Porque si mi equipo hubiera perdido no estaríais aquí.
    —Eso no es tu culpa Blair —rió Samford. Hizo bastante hincapié en mi nombre—. Todo lo que ha pasado es culpa de Dark. Tú solo cuidaste a tus compañeros.
    Sentí algo extrañamente familiar cuando Samford pronunció mi nombre, pero no le quise dar mucha importancia. Vi que Sharp se disponía a irse, mientras nos miraba algo extrañado. Yo también me levanté, para seguirlo. Entonces Samford me agarró de la muñeca. Me giré sorprendida para decirle que me soltara, pero él habló antes.
    —Blair, ¿no te acuerdas de nada? —me preguntó con tristeza.
    —¿De qué hablas? —yo lo miré, sorprendida por lo que acababa de hacer.
    Él me apretó un poco más la muñeca. David y yo nos estábamos mirando a los ojos. De repente sentí algo extrañamente cálido recorrer mi cuerpo.
    —Blair, por favor, recuerda... —añadió en un tono excesivamente triste.
    Entonces mi vista se nubló y tuve una visión. Nos vi a Samford y a mi de niños, jugando en una habitación enorme y colorida. Había un hombre una mujer muy altos, pero a penas podía ver sus rostros. Ella llevaba un vestido largo y él un traje azul. La visión cambió por otra en la que una voz me decía:
    —Tú poder se basa en los vientos. Para poder controlarlo debes sentirlo en tu interior.
    La visión cesó y ante mi apareció de nuevo el hospital. Había varios papeles volando por la habitación, los cuales Sharp estaba recogiendo. Me di cuenta de que se había levantado viento allí dentro mientras yo tenía visiones. Sin embargo, la ventana no estaba abierta. ¿Qué estaba pasando? Samford me soltó la mano. Yo me encontraba muy confusa, así que me senté de nuevo en la silla. Lo miré a él, miré a Sharp y miré al vacío.
    —Hermana —dijo Samford cariñosamente—, ¿te acuerdas ya?
    Por primera vez podía sentir recuerdos lejanos. A penas recordaba a David, mi hermano mayor, y mi magia: el poder de controlar el viento. Me senté de nuevo en a silla, estaba algo mareada. Sharp nos miró.
    —¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado.
    —Nada Jude —respondió Samford sonriente—. El mundo es un pañuelo. Blair, ya hablaremos en unas condiciones mejores que estas.
    Yo asentí con una leve sonrisa. Aunque recordaba a mi hermano de pequeño, no sabía por qué nos habíamos separado, por qué había perdido la memoria o de dónde venía. A penas recordaba a mis padres y tampoco sabía dónde estaban.
    —Es mejor que os vayáis —sugirió David mientras me acariciaba la mano—, Blair necesita descansar.
    Sharp se acercó a mi y me ofreció la mano para levantarme, pues yo tenía mala cara, pero la rechacé y me puse en pie bruscamente. Sin embargo, perdí el equilibrio por un instante. Me sostuve apoyando la mano en la pared, pero Sharp ya se había dado cuenta de que no me encontraba bien. Me miró preocupado y salió de la habitación sin decir nada más. Miré a mi hermano una última vez, en señal de despedida, y salí yo también. Caminaba despacio, pero me negaba a aceptar la ayuda de Sharp.

    Alessandro nos llevó del vuelta al Raimon. Esta vez me fijé más en su aspecto. Era un hombre alto, de pelo negro con algunas canas y arrugas, aunque tenía un aura muy elegante. Cuando llegamos al instituto, me acurruqué en la cama sin intenciones de salir. Estaba muy confusa, no entendía nada de lo que estaba pasando. Sharp me trajo algo de cenar a la habitación, pero a penas comí un par de bocados.
    —Blair —me dijo preocupado—, te veo apagada. ¿Qué pasó con David?
    Lo miré a los ojos, con un aire de molestia. ¿Él no me contaba las cosas pero yo tenía que darle explicaciones? Suspiré. Quizás porque era la única persona que estaba allí, le conté lo que había pasado. Le resumí mis problemas de amnesia y lo que había recordado a cerca de mi hermano, sin entrar en más detalles.
    —Ahora entiendo por qué David insistía en no hacerte daño el día del partido. Yo pensaba que —dudó un momento, torció el gesto y desvío la mirada—, en fin, que le gustabas.
    Esas últimas palabras sonaron a un sentimiento de alivio por parte de Jude. Pensé en preguntarle a Sharp qué quería de mí, si yo le gustaba a él, pero me limité a meterme en la cama. Como no parecía querer moverse de mi lado le di la espalda, apagué la luz e intenté dormir. Él se levantó y susurró un "vuelvo ahora", pero yo caí rendida en cuanto salió de la habitación.

    Esa noche volví a soñar: otra vez vi una ciudad en llamas, pero esta vez David huía conmigo a la espalda. Las altas figuras sin cara de la visión nos abrían un camino entre a destrucción. Entramos en las profundidades de un bosque, donde unos hombres armados nos rodearon. Gritaron palabras que no pude entender e intentaron separarme de mi hermano. Él los evitaba mientras yo no paraba de llorar, además de sentir una gran presión en el pecho que no me permitía respirar. Comencé a hiperventilar. Más hombres rodearon a David. Él se movía de forma más torpe a cada zancada y finalmente caímos al suelo. Uno de ellos tiró de mí y yo grité. De repente, todo se volvió blanco.

    Lo primero que vi al despertar fue a Sharp agarrándome por los hombros. Sus penetrantes ojos rojizos me miraban con una gran preocupación. Me di cuenta de que seguía llorando e hiperventilando. Lo aparté bruscamente y me senté en mi cama, abrazando mis piernas, mientras intentaba calmarme. Sharp se sentó delante de mí y me acarició el pelo. Su mano era cálida. Lo miré aún con lágrimas en los ojos, buscando ayuda. Me sentía débil e indefensa. Él se acercó a mi y me abrazó.
    —Parecías estar sufriendo mientras soñabas e intenté despertarte —susurró.
    —Tenía una pesadilla —dije entre sollozos.
    Me apretó con fuerza contra su pecho y sequé mis lágrimas en su camiseta. Pude relajarme al escuchar los latidos de su corazón. Poco a poco, cerré los ojos y comencé a quedarme dormida, acurrucada entre sus brazos. Recuerdo que, antes de dormirme profundamente, Sharp me metió en la cama de nuevo y me arropó.
     
    Última edición: 20 Enero 2024
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