Son ellas, están aquí

Tema en 'Relatos' iniciado por Kai, 17 Septiembre 2012.

  1.  
    Kai

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    Escritora
    Título:
    Son ellas, están aquí
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    955
    Simplemente hecho hace mucho para una actividad o concurso, ya ni lo recuerdo x'D No modifiqué nada, horrores los tiene.

    Nick: Kai Stavros
    Título: Son ellas, están aquí.
    One-Shot: 888 palabras.
    Son ellas, están aquí.

    Era una estúpida noche de brujas, y él se la estaba dando de valiente al ir a una mansión embrujada, completamente solo, ni una linterna le acompañaba. No era su culpa que, la casa supuestamente hechizada hubiese pertenecido a su abuelo, y que, cuando era pequeño cosas extrañas pasaban, ahora sólo quería comprobarlo por sus medios.

    Observó la fachada: ennegrecida por el tiempo, la madera crujía por una simple corriente de aire, las enredaderas hacían su labor; envolvían fuertemente los ventanales, pilares y al balcón, ese balcón donde pasó parte de su infancia. Sonrió un poco, a pesar de que el lugar no fuese como hace años, aún mantenía ese recuerdo latente.

    ―Allá voy. ―Entró por la gran puerta de madera, sin darse cuenta un escalofrío le recorrió.

    La puerta se cerró a su espalda.

    Entró a su vieja habitación en el segundo piso, cerca del balcón. Miró atentamente las paredes, el papel tapiz de veleros seguía allí, su cama también. «¿Por qué?» Se preguntó, todas las cosas se habían perdido en un incendio. No deberían estar allí. Se acercó a una esquina llena de hollín, de repente se sintió mareado, las energías le faltaban y perdía la lucidez.

    Sintió como las paredes se contraían, atrapándolo en un cubículo asfixiante, la presión sanguínea subió vertiginosamente por sus venas, se sentía mal, en cualquier momento se desplomaría como una hoja en otoño. Por la estancia pasó una gélida corriente de aire que caló hondo en sus huesos, tembló en el sitio mientras vio como en la esquina contraria algo se movía, temblando y quejándose mudamente.

    ―¿Quién eres? ―preguntó con la voz temblorosa.

    ―…

    ―¿Qué haces aquí? ―instó de nuevo, acercándose un poco.

    Repentinamente la figura alzó la vista, ojos negros como un abismo; dos huecos que dejaban entrever la oscura alma que lo habitaba. Las paredes se llenaron de escarcha, y él aún no sabía qué estaba pasando allí, quizás alucinaba.

    Pero el miedo que sentía era real.

    ―¡Aléjate! ―Se pegó más a la pared detrás de él. Sintió miedo, pavor de estar en la misma estancia con ese ser―. ¡Aléjate!, ¡vete de aquí!, ¡desaparece!

    Se le alojó una arcada en la garganta en cuanto un fétido olor le golpeó en el rostro. Un olor a muerte. El alma se le escapó al ver a los ojos huecos de la espeluznante criatura, la detalló más de cerca, con el miedo corroyéndole las entrañas. Los pocos dientes que tenía estaban podridos, el rostro era cubierto por una leve capa de polvo negro, parecía ser hollín. Erguido no era muy alto, era un poco desgarbado, parecía ser un niño.

    ―¿Por qué? ―indagó con voz rasposa. Al no obtener respuesta añadió―: ¿Por qué te olvidaste de mi? ―Ladeó el rostro a la izquierda, detallando es rostro crispado en horror del hombre.

    Tembló en su sitio e imágenes de hace años no invadieron, ¡era imposible!, ¡él estaba muerto!.
    Un niño corría por la casa, los pasos se escuchaban y las carcajadas los acompañaban. El mayor iba detrás de él con cierto fastidio, tenía diez años y su hermano ocho. Pero aún así, jugar al escondite le parecía bobo en ese momento.

    ―¡Vamos Rich quiero jugar! ―exclamaba el menor prendándose de la manga de Rich.

    “Hoy es la noche,
    Ellas despiertan…
    Escóndete, vamos
    Desaparece de su vista”


    ―Chris no quiero, no ahora. Tengo hambre. ―Volteó a verlo, tenía ojos de borrego a medio morir―. Bien, ve a esconderte mientras preparo algo.

    Su hermanito gritó feliz y corrió hasta el piso de arriba. Él fue hasta la cocina y encendió una vela para mejor visión. Algo sacudió el lugar brevemente, Rich se tambaleó un poco sujetándose del mesón al frente de la estufa. Fue algo repentino, no tenía motivo. Salió hasta el baño, de repente le hurgía.

    Dentro, en la cocina, una gélida brisa recorrió el lugar, la estancia se llenó de risas, de risas extrañas. El fuego de la vela alcanzó una cortina que se fue consumiendo, llenando el lugar de un denso humo negro. La llama trepó la cortina hasta el borde de la ventana, salió disparado por la misma pero no se detuvo allí, se disipó un poco y entró por el balcón, alcanzando la habitación de los hermanos.

    “Ha sido tarde, shh
    Te han encontrado…
    ¡Son ellas!, ¡son ellas!
    Las brujas han llegado”


    ―Ya recuerdas Rich. ―Le escupió en el rostro al hombre―. ¿Recuerdas como dejaste a tú hermano encerrado? ―susurró.

    ―¡No, no!, no fue mi culpa. ―Las lágrimas amenazaron con salir. No era su culpa no lo era…

    ―Yo sí recuerdo, recuerdo las llamas hermano. Dolía, dolía mucho. ―Se quejaba, pareciera que la carne cobrara vida propia. Quemándose de nuevo.

    ―¡Lo lamento! ―gimoteó. Se sentía mal, sintió un humo denso corroerlo. Se asfixiaba poco a poco, tosió, pero la casa no se estaba quemando.

    Las carcajadas inundaron la habitación, observó unas llamas aparecer y abrazarlos. Eso estab mal, muy mal.


    “Mientras las brujas cantan
    Tenemos que dormir.
    Juguemos ahora,
    Justo antes de partir”


    ―Lo siento hermano, pero ellas quieren jugar contigo. ―Lo abrazó mientras sonreía. La figura tomó la forma de un pequeño niño de ocho años―. Te quiero ―musitó en su oído mientras las llamas los envolvían.


    “Ya es muy tarde,
    Qué triste por ti.
    Ya te tocaron,
    Ahora te toca jugar
    Junto con tu hermano,
    Por la eternidad”
     
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