Historia larga Sombras y Cenizas

Prólogo​

Un pequeño charco reflejaba la tarde apacible en aquel callejón. A cada lado del mismo, se elevaban ruinas derruidas, anteriores testigos de una época ya pasada. No se escuchaba más sonidos que algunas chicharras, pues se acercaba una noche de verano.

De improviso, la calma del charco fue interrumpida, y se quebró en miles de imágenes distorsionadas cuando un pie lo aplastó. El hombre corría de forma desesperada, huyendo de lo que fuera que hubiera detrás suyo. Ya llevaba corriendo hace ya más de treinta minutos, y sentía como sus pulmones ardían por la falta de oxígeno.

Giró la cabeza para mirar atrás, pero tropezó con un caño de agua sobresaliente, y cayó al suelo, despellejándose los codos y las rodillas, y golpeándose el costado. Ignorado el dolor lacerante, se incorporó y siguió corriendo. Su traje hecho jirones flameaba detrás suyo al viento.

Podía sentir como lo observaban, cómo pares de ojos seguían su movimiento, hambrientos. Seguían todos sus movimientos, lo acechaban. Sentía la presión en su espalda al ser vigilado. Eran ojos de depredador, y él era la presa.

Ese hombre corría de forma desesperada. Ese hombre huía. Huía de lo que fuera que tuviera detrás suyo. Cada vez que encontraba una puerta, empujaba con todas sus fuerzas para abrirla, pero parecía que todas estaban cerradas. Solo podía seguir corriendo hacia el frente.

Por el rabillo del ojo veía sombras que se agazapaban a su lado, estirando sus garras para atraparlo y desgarrarlo. Se agachó, pero no había nada a su lado. Agitó la cabeza, y se concentró en el camino del frente. Esquivaba residuos, cascotes, caños sobresalientes, restos de automóviles. Saltaba, se agachaba. Todo lo que fuera posible para escapar de las sombras que lo perseguían.

Comenzó a zigzaguear entre los distintos callejones y callejuelas que aparecían enfrente suyo, como una liebre siendo perseguida por galgos hambrientos y sedientos de su sangre. Galgos que no podía ver, galgos que se movían como si fueran sombras. Sentía como sus perseguidores corrían por las alturas, se apretaban contra las paredes, se deslizaban por el suelo.

Un silbido se escuchó en la tranquila noche, y el hombre sintió una punzada de dolor en la pantorrilla. Miró su pierna, y se encontró con un pequeño virote enterrado en su carne. Apretó los dientes. Estaban jugando con él. Podían haberle disparado en la rodilla, en el tobillo, o incluso en el cuello. Sabía que eran capaces.

Ignoró el dolor y siguió corriendo. Otro virote zumbó en la oscuridad y se enterró en su espalda. El hombre hizo una mueca, pero siguió corriendo. Corriendo, siempre corriendo. Cambiaba de dirección y zigzagueaba, mirando hacia atrás, intentando ver a sus perseguidores. Pero solo podía ver sombras.

De repente, se encontró con un callejón sin salida. Al frente suyo, se erigía un enorme montículo de escombros y ruinas. Lo habían conducido a una trampa. Habían jugado al gato y al ratón, y él había perdido.

Se dio la vuelta. El corazón le martillaba en sus oídos y amenazaba con saltarle del pecho. Su respiración estaba completamente agitada, y la visión se le nublaba. Escuchó sonidos venidos de un techo cercano. Apretó con fuerza el maletín que llevaba consigo. No iba a dejar que se lo llevaran. Lo protegería con su vida si era necesario.

Sus ojos se movían inquietos, intentando cubrir cada rincón de ese callejón oscuro, en esa noche sin luna. El ruido del techo se volvía más cercano e intenso. El sudor corría por su frente y sus venas se marcaban en su cuello, amenazando con explotar. De improviso una sombra surgió del techo, y se abalanzó sobre él.

Un grito surgió de su garganta, rompiendo la tranquilidad de la noche. El ruido asustó a la bandada de palomas que había aparecido de repente, y se alejaron volando en otra dirección. El hombre miró hacia varios lados, nervioso. No veía a nadie. Apretó con fuerza el maletín.

De improviso, escuchó un suave ruido detrás suyo, tan suave como si una pluma se hubiera posado en el suelo. Empezó a girar la cabeza, pero nunca pudo terminar el movimiento. Sintió una laceración en la garganta, y la sangre comenzó a brotar como un manantial de su cuello. Temblando, se llevó la mano a la herida. Cayó de rodillas, y luego, con una pequeña exhalación en la cual escapó su último suspiro, se desplomó en el suelo, formando un charco de sangre.

La figura a su lado, que había aparecido como salida de las sombras, se agachó al lado del cuerpo, y lo volteó sin miramientos. Sacó de entre sus ropas un pequeño frasquito y lo llenó con la sangre que salía de la garganta del hombre. Después de taparlo y guardarlo de vuelta, cerró los ojos de su víctima, que habían quedado abiertos por el horror repentino de su muerte.

Se alzó, y, a través de la máscara que ocultaba completamente su rostro, se escucharon las palabras:

— Ut anima tua requiem in aeternum.

Contenido oculto

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Sé que en este prólogo no digo mucho, pero esta escrito así a propósito. En el próximo capítulo se develará más sobre este proyecto. La imagen que acompaña es lo último que vio el hombre antes de morir. (Sí, sé que es del juego Dishonored, todo tiene su razón de ser).

 

Capítulo 1​

La figura enmascarada se irguió. A sus pies, un cadáver se encontraba exudando sangre de su garganta, formando un charco en el suelo. La figura tenía garras de metal extendidas sobre sus dedos, que goteaban el líquido rojo vital de la persona a la cual acababan de destrozar la tráquea. La capucha que llevaba cubría en sombras parcialmente la máscara que llevaba, que representaba una calavera, dándole un aspecto irreal y surrealista. La figura miraba con aire ausente a su víctima.

— Buena muerte, Ashen.— se escuchó decir a una voz femenina. — La misión fue un éxito.

El aludido se dio la vuelta para mirar a quién le había hablado. Otra figura encapuchada había aparecido en el lugar. Esta portaba una ballesta modificada, y vestía un uniforme de infiltración, negro y con varios arneses. Su cara se encontraba tapada por un pañuelo, dejando ver tan solo sus ojos, de marcados rasgos asiáticos, y su piel pálida. Tenía el iris izquierdo color ámbar, casi tan brillante como si fuera oro, y el derecho color violeta. El pelo negro azabache le caía en la frente, y sobresalía por los costados de su capucha. El emblema de la Subdivisión Infiltradores se encontraba bordado en su pecho.

Ashen la miró. El hueco que tenía en su máscara dejaba ver su ojo izquierdo. Parecía el ojo de un demonio. La pupila era tan solo un pequeño punto negro, rodeado por una fina aurora de un iris rojo. La esclerótica estaba completamente inyectada en sangre, y parecía estar seriamente irritada. Cortes alrededor del globo ocular denotaban que su párpados habían sido arrancados.

— Recoge el maletín, Mikazuki.— le contestó de manera seca el enmascarado, mientras apartaba su mirada de ella.

La joven apoyó su arma en el hombro, y levantó una ceja.

— ¿Para qué quieres su maletín? Ya tienes su sangre. Con eso debería ser suficiente.

— ¿Te has fijado acaso como intentaba protegerlo? Su contenido debe tener importancia. Cárgalo y entrégaselo a los Altos Mandos. Deberías darte cuenta de esos detalles, en especial con tu mutación.

Mikazuki sintió un escalofrío corriendo por su espalda. La voz de su acompañante era glacial. Se sentía como un trozo de hielo bajando por su cuello. Pero eso no era todo. Sonaba como si estuviera susurrando, con voz áspera y baja, como si una lija estuviera retorciéndose a milímetros de su oído. Nunca había logrado acostumbrarse a esa voz. Incluso su ojo inyectado en sangre era menos tenebroso.

— Me preguntó si todos los acechadores serán igual de fríos.— dijo en voz baja.

— Y yo me pregunto si todos los infiltradores son igual de habladores. Ahora ve y búscalo. No podemos perder más tiempo.— replicó de forma cortante Ashen.

Mikazuki se sorprendió un poco, pero luego se recompuso. A veces se olvidaba de las capacidades de sus contrapartes en la División STALKER. La joven de rasgos asiáticos se encogió de hombros para quitarse el escalofrío de encima. Se acercó al cadáver. Este había dejado de exudar sangre por su garganta. Tuvo que voltearlo, pues el portafolios había quedado debajo del cuerpo. Ignorando la sangre, Mikazuki extrajo el maletín, pero al alzarlo, los seguros que lo mantenían cerrado se falsearon, e hicieron que el portafolios se abriera, desperdigando su contenido en el suelo.

Cayeron documentos, gráficos, folios y memorias flash USB. Y también una pequeña imagen colorida. Una fotografía. La joven la alzó del suelo, y la examinó. En ella se veían sonrientes una mujer y un pequeño niño. Detrás, se podía observar un jardín verde y bien cuidado, con el sol resplandeciente a sus espaldas. Era una foto de la familia de aquel hombre sin nombre que se encontraba ahora a sus pies. Del hombre que acababan de matar.

Ashen se acercó a ella y le arrebató la fotografía de sus manos. La analizó unos segundos, y luego, con furia, la rompió en varios pedazos, para luego lanzarlos a un costado del callejón. Luego, se giró para enfrentarla.

— Recoge todo lo que tiraste. Estamos perdiendo el tiempo aquí.— dicho esto, le dio la espalda.— Te veo en la base, para dar el reporte de la misión.

Acto seguido, el cuerpo del acechador empezó a soltar volutas de niebla negra. Zarcillos de sombra comenzaron a surgir de su figura, y lo fueron cubriendo, hasta que su cuerpo estuvo completamente teñido de negro. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, ingresó en una de las sombras que proyectaban los escombros en la pared, y empezó a trepar por ella, subiendo al tejado y saltando de sombra en sombra, cubriendo de esa manera la distancia rápidamente.

Mikazuki suspiró y recogió del suelo los objetos que habían caído del maletín. Los infiltradores nunca lograrían entender completamente a los acechadores, a pesar de pertenecer ambos a la misma división. Eran criaturas bastante distintas de un humano normal. Luego de guardar todo en el maletín y replegar su arma y colgársela del cinto, se agachó para tomar impulso en su salto. Sus piernas mejoradas por implantes cibernéticos empezaron a llenarla de energía cinética, y con un fuerte impulso, se alzó en el cielo, dejando un pequeño cráter en donde había estado unos segundos antes.

Aterrizó bastante fuerte en el techo de un edificio semiderruido, y luego comenzó a correr y saltar de tejado en tejado, siguiendo a su compañero, mientras la noche tomaba lugar como ama del cielo.



Interludio:

1945 - 1947. Fecha de inicio más aceptada por historiadores del conflicto denominado Guerra Fría.

1957. El gobierno soviético lanza el satélite Sputnik, primer artefacto humano capaz de alcanzar el espacio y orbitar el planeta. En noviembre del mismo año lanzan el Sputnik II, tripulado por la perra Laika, el primer ser vivo en ir al espacio.

1961. Los soviéticos lanzan al espacio la nave Vostok I, tripulada por Yuri Gagarin, primer ser humano en ir y volver sano y salvo del espacio.

Principios de 1969. Estados Unidos consigue fabricar el primer artefacto humano que orbitó la luna, el Apolo 8.

20 de Julio de 1969. Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin, a bordo de la nave Apolo 11, alunizaron en el Mar de la Tranquilidad, logrando así el primer contacto directo entre el hombre y su satélite.

Fin del Interludio.

Contenido oculto: Emblemas

Acechadores
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Infiltradores

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Bien, como podrán ver, no revelo mucho ni en el prólogo ni en este capítulo. Este relato será escrito de esa manera, soltando un poco de información en cada capítulo, dejando lugar a que los lectores vayan llenando los huecos. Obvio que habrá momentos en los cuales soltaré bastante información, pero serán los mínimos, y solo cuando sean meramente necesarios.

Adjunto los emblemas de las subdivisiones de infiltradores y acechadores, por si alguno está curioso y quiere saber como se ven.