De las pocas tragedias que hago. Se le vio mirar al cielo al tomar su guitarra favorita entre sus manos ensangrentadas, como si para el fuese lo más preciado del mundo la presionó contra su cuerpo, era aquella que le obsequiaron al alcanzar el disco de oro, la que usaba solo para las giras especiales y solo una vez. Suspiró con cierta melancolía y con sus dedos temblorosos acarició su lomo, se la colgó al cuello y se forzó para levantarse la herida pululaba, observó a su alrededor estaba solo, con aquel sonido de la muerte ya tan próximo a él. Encendió el amplificador y ante un escenario vacío se dispuso a tocar, levantó sus manos como si una gran audiencia lo ovacionara, deslizó sus dedos falseando en cada cuerda, disfrutando en éxtasis cada nota transmitida, sus ojos desvariaban y la sangre le ardía conforme la infección lo invadía de poco. Su última melodía fue interpretada una última vez, los muertos vivos se abalanzaban sobre la reja, atraídos por el sonido, creyó escuchar un último aplauso mientras caía al suelo desvanecido.
Para no ser dado a las tragedias como mencionas al comienzo, has sabido plasmar ese sentimiento de entregado vacío con que se culmina una vida resignada a las circunstancias. Bello detalle el del protagonista que, sin importar ya nada, reúne las fuerzas suficientes para morir haciendo lo que más amaba y por lo que trabajo, de llenarse en paz con su música. Ese aplauso final que él cree escuchar me deja con curiosidad por saber qué tan verídico pudiera haber sido.
Si bueno, creo que ese detalle que mencionas de culminar haciendo lo que más amaba, ese pequeño, muy pequeño halo de luz, vence al desastre y la tragedia no es tan trágica y por eso pude sobre llevarla. Gracias por comentar, que gusto que te agrado ^^.
Jajajaja, eso es verdadero amor al arte y a la música. Pero ya en esas situaciones, ¿para qué esconderte? El final va a ser el mismo.