Song-fic Snowman

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Ruki V, 6 Enero 2021.

  1.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Agosto 2012
    Mensajes:
    548
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Snowman
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    853
    Aloh uvu
    Me di cuenta cuando iba a la mitad de este songfic sobre Snowman que si trataba de abarcar la canción completa probablemente me extendería mucho (?) Así que, decidí cambiar el final que quería escribir.
    Saludos y gracias por pasar a leer este escrito uvu


    —Te voy a llamar… “Kaito”— dijo la voz de un niño pequeño en medio de un patio trasero.

    El patio trasero de una modesta casa, que se había cubierto de nieve en la primera noche de invierno. Nieve que un niño pequeño se había encargado de juntar, por frío que fuera, para poder darle vida a un muñeco de nieve.

    Ese muñeco de nieve era yo.

    Y aunque era consciente de que así era, por alguna extraña razón podía verme a mí mismo (y al niño de unos 10 años que me había dado vida); como si mi espíritu hubiera abandonado mi cuerpo hecho de nieve. Tenía por brazos una escoba partida a la mitad, una bufanda azul alrededor del cuello, un balde azul sobre la cabeza, una nariz de zanahoria, dos botones negros por ojos y una pequeña rama curveada en la forma perfecta para ser una sonrisa.

    —“Kaito”— repitió el niño, mirando fijo los ojos de botón. —Como “respuesta”.

    Eso parecía ser muy específico.

    «Entonces, ¿estaría mal que quisiera hacerte preguntas?»

    No había forma de que aquella pequeña rama se moviera como una boca, ni que emanara una voz de aquel montón de nieve. Sin embargo, para mi sorpresa, el niño me respondió.

    —No— dijo y se sentó frente a mí abrazando sus piernas. —Quería hablar con alguien…

    Y hablaba con un muñeco de nieve.

    «Pero, ¿qué haces aquí sólo?»

    —Yo… le dije una mentira a mamá…— dijo, empezando a llorar sobre sus propias rodillas.

    Me di cuenta al instante que no debí de haber preguntado eso. Debí de haber adivinado por mí mismo la respuesta larga, la verdadera, la que un niño de 10 años que no solía mentir probablemente no sabría dar: estaba ahí para literalmente hacer un amigo. Necesitaba tanto hablar con alguien, pero por cualquier razón no podía, y lo que más se asemejara a una persona era bastante útil. Quería algo con que desahogarse, una luz en la oscuridad.

    Al menos, eso pensaba. Hasta que, pasados un par de minutos, el niño dejó de llorar, talló sus ojos, sorbió su nariz y simplemente se me quedó viendo. Como esperando que hablara.

    «Y… por cierto… ¿qué mentira dijiste?»

    —Que he hecho muchos amigos en clase y en el atletismo— dijo volviendo a sorber su nariz.

    No tenía idea de por qué necesitaría mentir respecto a aquello; ni tampoco por qué sería tan grave que lo hiciera. Pero tal vez indagar más en eso tampoco era la mejor de las ideas.

    «Si ese es el caso, ¿por qué no ir y tratar de hacer amigos en este día nevado?»

    —Es muy tarde para eso— dijo volviendo a esconder el rostro sobre sus rodillas.

    Aunque sabía que no podía ladear mi cabeza en señal de confusión, parecía que mi cuerpo hecho de nieve no era muy estable y por un momento dio la ilusión de hacer esa expresión.

    —Mamá… se irá… lejos muy pronto…

    No me volteó a ver, pero podía escuchar la inmensa tristeza en su forma de responderme.

    —Entonces… yo tengo… que ser bueno…

    El niño mantuvo el rostro escondido, pero también podía escucharlo llorando nuevamente.

    Me sentía impotente a más no poder: deseaba consolar a aquel niño, con todas mis fuerzas. Pero ¿cómo se suponía que hiciera eso? En parte, debía de saber cómo, si él me había dado vida; a la vez… yo en realidad no estaba vivo.

    Era un muñeco de nieve.

    No podía mover mis brazos.

    Ni siquiera tenía piernas.

    Mi sonrisa era postiza.

    No había forma que aquel pobre niño encontrara consuelo en mí: me había creado en vano.

    «Tal vez deberías de entrar» hablé, refiriéndome a su casa, probablemente menos fría.

    Pero él no se movió.

    «Te vas a resfriar aquí afuera» insistí, preocupado por el poco viento que soplaba.

    Pero él no se movió.

    «Tienes… que volver con mamá…» intenté una vez más, comenzando a preocuparme.

    Pero él no se movió.

    «Tú… deberías… ser… bueno…»

    Casi tan pronto como me había traído a la vida, aquel niño me había dejado de necesitar.

    Faltaban cuatro días para Navidad y la familia que vivía en aquella casa aparentemente estaba a punto de perder a dos de sus integrantes: una madre que solo quería saber que su hijo tendría más personas en qué apoyarse cuando se sintiera solo, y un niño que no estaba en lo absoluto listo para estar solo. Un niño que era muy pequeño como para preferir solo quedarse afuera en el frío, esperando congelarse, antes que decepcionar a su madre.

    Un niño que necesitaba de calidez humana y trató de encontrarla en un muñeco de nieve.


     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso