Silencio Eterno Miro melancólicamente el almuerzo que está frente mío, suelto un suspiro de tristeza mientras miro de reojo a mi padre, quién está a mi lado. Siento la mirada curiosa de mi madre, la sonrisita patética de mi hermano y el vistazo desaprobatoria de mi papá. Me muerdo el labio inferior. Siento ganas de llorar y de largarme de ahí, ganas de ahorcarme y dejar de sentir el dolor que mi pecho produce. Siento ganas de olvidar el pasado, ganas de no ser tan cabeza dura, ganas de no existir. Y recuerdo aquellas imágenes, las que ocurrieron aquella vez después de la noche de Pizzas. Recuerdo la despedida de mis amigas, el camino solitario, el sonido de mis pasos, la sombra que estaba frente mío, la dentadura perfectamente blanca que se observaba cuando él sonreía, el escalofrío que recorrió por todo mi cuerpo. Recuerdo todo, todo lo que ocurrió aquella vez, aquella vez que no pude correr, aquel momento en el que terminé tirada en el piso de las calles solitarias de Caracas. Sacudo la cabeza delicadamente, tratando de alejar esos pensamientos y esos recuerdos. Había ocurrido exactamente dos meses, los cuales fueron los peores de mi vida. Los que sentí fuertes mareadas, grandes ganas de comer, gran necesidad de vomitar. Y en ese tiempo, me di cuenta que, estoy embarazada. –Entonces, ¿qué nos ibas a decir? –Mi madre empieza la conversación, haciendo que maldiga mentalmente, hubiera preferido que éste silencio continuara. –Yo… –Me quedo callada, sé que no tengo el valor suficiente para decirlo. Oigo el resoplido de mi padre, estaba apurado, lo sé. Siempre lo ha estado, siempre tiene que estar en el trabajo, siempre tiene que estar fuera de casa, siempre fue el padre que no deseé. –Habla de una vez, no tengo todo mi tiempo para ti –Esas palabras, esas palabras que entraron a mí corazón como si fuera un cuchillo, como si me agarrara el corazón y lo estrujara. –Nunca lo has tenido –Lo digo en voz baja, tan baja que mi hermano que está a mi otro lado se inclina para escuchar mejor. Un gruñido por parte de mi padre, un gruñido que me pone la piel de gallina. Otra vez, la misma discusión. –Eres una pérdida de tiempo –Se para de su silla, ya terminó su comida y ya se iba. Cierro los ojos fuertemente. Ahora o nunca. –Padre yo… –Me quedo callada, llamando la atención de todos en la mesa –Estoy… embarazada. Siento un peso alejarse de mí, ¡lo hice! Armé valor… ¡y lo logré! Pero no todo será perfecto. Miro a mi madre, quien se encontraba mirándome sin ninguna expresión; luego a mi hermano, quien antes que haya dicho mis palabras había agarrado un trozo de carne con su tenedor y lo había introducido en su boca, el tenedor aún se encontraba en el mismo lugar; y mi padre, quien tenía una mirada llena de… ¿Odio? ¿Decepción? No lo sé, pero imagino que no es nada bueno. Y todo queda en silencio, mis palabras ya no resuenan por el lugar, no se escucha nada, sólo el viento resoplando y chocando con las paredes de mi hogar. O mi ya no hogar. Mi madre fue la primera en hacer un movimiento, mi padre aún me mira de la misma manera que hace unos momentos. Los segundos se me hacen eternos. La mujer que me dio la vida se levanta, y se posa al lado de mi padre. Me sumerjo en mis pensamientos, ¿estará de su lado? –Mi amor, por favor –Mi mamá mira a mi padre, sus manos se posan en su hombro, como si quisiera darle ánimos. O es ahora o nunca, les diré lo que pasó. Les diré que me violaron, que no fue decisión mía, que estaba caminando sola cuando había salido de la pizzería hace dos meses. O si no, pensarán que soy… una prostituta. –Padres yo… –Una mano se posa en mi hombro, volteo, mi hermano me sonríe. –¡Sólo tienes quince año! –Grita mi padre. Ahora sí, las lágrimas caen por mi rostro. –Cariño –Susurra mi madre, tratando de tranquilizarlo. –¡No fue mi intención! –Grito, mi voz está ahogada en llantos, trataba de tranquilizarme cada segundo que pasaba –Estoy embarazada de la peor manera que ustedes pueden pensar… Me violaron –susurro, pero lo suficientemente alto para que mi familia me escuchara. El rostro de mi padre cambia radicalmente. Mi madre se cae y se soporta en sus rodillas, sus manos tapan sus ojos y empiezo a escuchar su llanto. Mi hermano quien está a mi lado me abraza, tratando de tranquilizarme, pero no puedo. Y ahora, el mismo silencio, y ahora, sólo se escucha llantos y más llantos. Llantos míos, llantos de mi madre. –¿Cuándo? –Mi padre se acerca suave y delicadamente. Se posa frente mío y me acaricia delicadamente el cabello. –Dos meses –Digo, con respiración pesada, el abrazo de mi hermano no está haciendo efecto. Y mi padre me abraza, sonrío. Me estaba abrazando, me estaba apoyando. –No estás sola –Me dice, y siento… ¿Alegría? Sí, quizás alegría. Me sonríe, y yo a él. Mi hermano me dice las mismas palabras, mi madre levanta su rostro, estaba preocupada. Me preguntó si tenía hambre, que si me sentía mareada o cansada. Le dije no a todas las preguntas. Estaba feliz, mi familia… Me ayudó, y también cambió. Me hicieron preguntas, muchas preguntas, me llevaron a la policía, me volvieron a interrogar. Llegó la noche, y definitivamente, el silencio de hace unas horas, de hace unos día, fue un silencio eterno, pero un silencio que no duró mucho, un silencio que fui muy valiente al romperlo. _________________________________ Hace AÑOS que no escribo algo tan largo o.O Bueno, espero les guste. Bye!