Silbidos

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 28 Octubre 2016.

  1.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Agosto 2012
    Mensajes:
    548
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Silbidos
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    688
    Desde aquella noche, los escucho siempre.

    [​IMG]

    Cuando trato de dormir, cuando ya estoy dormida, cuando me estoy duchando, cuando como.

    En cada cuarto de mi casa y en mi salón de clases.

    Es un sonido que va a acompañarme hasta que muera.

    Es absurdo, estúpido, repetitivo, desesperante…

    Cuando tenía dieciocho años, estaba convencida de que podría caminar algunas cuadras hasta llegar a una fiesta sin necesidad de que alguien fuera por mí. Todos vivían un poquito más cerca del lugar de la fiesta y no era justo que los hiciera caminar de más por mí. Era temprano; apenas comenzaba a oscurecer.

    No me esperaba que, estando tan cerca del lugar, escuchara por primera vez ese característico sonido.

    No debería parecer la gran cosa ¿verdad? No digo que yo haya sido ni sea muy guapa, pero es normal que al menos una vez en tu vida como mujer te silben por la calle, ¿no? Claro. Pero en realidad es algo que pasa más comúnmente en las avenidas, donde el resto del mundo puede darse cuenta de que los degenerados que te devoran con los ojos de pies a cabeza, pero hay menos posibilidades de que hagan más que observarte.

    Yo no estaba en una avenida. Estaba entre calles bastante deshabitadas que le dieron una oportunidad de oro a aquel sujeto.

    Al primer silbido, casi incluso dejo de caminar, confundida.

    Al segundo, aceleré moderadamente el paso, aterrada.

    Al tercero, lo escuché tan cerca que volteé de la impresión.

    Me encontré entonces con este sujeto, obviamente mayor que yo, sujetándome para que mantuviera la boca cerrada y forcejeando para que no saliera corriendo.

    En verdad estaba tratando con todas mis fuerzas gritar y golpearlo, pero el tipo tenía fuerza y yo estaba aterrada, moviéndome con mucha torpeza en un intento por huir.

    Para cuando me doy cuenta, estoy debajo de él, contra una banqueta, frente a una casa abandonada con arbustos frondosos al frente. Oh, pero que conveniente para él.

    No me decía nada. Es decir, cuando lees en libros o ves en películas acerca de violaciones tienden a poner a los agresores “pidiendo” constantemente que sus víctimas se callen o que cooperen, o “halagando” sus cuerpos, o llamándolas por nombres irrespetuosos.

    Yo ya no estaba gritando. Tan solo estaba llorando. Ya trataba muy poco por zafarme. Sentía que lo que intentara sería inútil. Por supuesto, no era que deseara que aquello continuara. Y por eso aquel hombre solo jadeaba y gemía encima de mí mientras me manoseaba y me medio desnudaba sobre aquella banqueta, aún haciendo presión, veces en mis brazos, o veces en mis piernas, como si en verdad creyera que llegados a ese punto yo podría simplemente detener lo que sucedía.

    Al final tan solo me dejó ahí, tirada en la banqueta, medio desnuda, sangrando, con moretones.

    Me pareció algo sorprendente que no se llevara mi celular. Lo oí sonar y creí que ese podría ser el último sonido que escuchara en toda mi vida.

    En parte, en esos momentos, deseaba bastante que lo fuera.

    Pero no. Lo último que escucharé antes de morir serán silbidos.

    Y es que da igual que un amigo me hubiera llamado y yo le hubiera dicho lo que me pasó (a medias) para que fueran a buscarme, llamaran a una ambulancia, me llevaran al hospital…

    Y da igual que mis heridas físicas hayan sanado, y que me hayan llevado al psicólogo por meses.

    Mi mente se encuentra en un estado constante de horror, en el que cada pared, cada respaldo de un asiento, incluso mi cama, me recuerdan al concreto de la banqueta sobre la que sufrí como nunca en mi vida.

    Recuerdo exactamente donde estaban los moretones de los que ya no hay rastro.

    Recuerdo la sangre escurriendo por mis piernas.

    Recuerdo el conjunto negro que vestía ese día.

    Recuerdo haber perdido mis zapatos.

    Recuerdo las manos de ese bastardo recorriendo cada centímetro de mi cuerpo.

    Recuerdo los malditos silbidos.

    Los. Malditos. Silbidos.
     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso