Colección Siete Relatos Pecaminosos de Wababy (All Star) [Pecados Capitales]

II - Ira​

Ahora Wababy se propone a disfrutar de una partida de World of Warcraft, luego de un día de trabajo muy ajetreado. Enciende su confiable PC de escritorio, esperando a que el sistema operativo inicie adecuadamente. Hace click en el ícono pertinente, casi paladeando la sesión que disfrutará en tan solo unos momentos. Descubre que la conexión de internet se ha interrumpido. No puede ser. Reinicia el módem (un método sumamente efectivo para solucionar cualquier inconveniente, muy propio de cualquier ingeniero en sistemas que se precie). Ahora sí, volvemos a arrancar el juego. Al parecer se está tardando un poco más de lo habitual. La impaciencia se hace presente. ¡No! la conexión se fue otra vez. De vuelta a reiniciar el aparato. Listo, un pormenor evadido exitosamente. Arranca el juego, por fin. Introduce los datos de su cuenta. ¿Cómo que la información es errónea? ¡Porras! Borra las letras y las vuelve a introducir. Otro resultado infructífero aparece frente a ella. Una furia contenida empieza a querer desatarse. Hace un intento más. Esta vez sí, que alivio.

La partida tarda en iniciar. A Wababy le palpita un ojo y sus dedos tamborilean sobre los botones del teclado. Ay, qué bueno, ya inició. Pero el programa se cierra repentinamente. ¡Al demonio! Hace click en el ícono, un intento más. La conexión se va, por enésima vez. La locura, la hecatombe, el descontrol, la cólera, todo produce un estallido feroz. Wababy rompe su teclado, golpeándolo una y otra vez contra el escritorio. Da fuertes alaridos mientras lo hace. Se tira sobre su cama, rebotando muchas veces. Quiebra sus muebles, patea su colección de libros y revistas, lanza su ropa por la ventana, incinera los restos de sus pertenencias mientras se comporta como una neandertal. Ya fuera de su casa, apunta a su habitación con una bazuca (conseguida en un loot de cuestionable procedencia, tal vez). Todo vuela por los aires, mientras unas personas que presencian los hechos la filman con las cámaras de sus teléfonos móviles. El video titulado “Joven Loca Mexicana” es furor en sitios como YouTube e Instagram, volviéndose viral en cuestión de pocas horas.
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

 

III - Avaricia​

Doce, trece, catorce, y quince cajas de Snickers. Wababy añade un nuevo elemento adquirido en su alacena, recientemente recompuesta, junto a su hogar. Mira a su derecha. Mira a su izquierda. Nadie la ve. Extrae una barra, quita el envoltorio, y se lo come con fruición. Ah, dulce, delicioso tesoro. Solo de ella, únicamente para ella. My precious, cual hija no reconocida de Gollum y Violet Beauregarde (las referencias de turno no serían una excepción en esta pequeña historia, y es que uno no puede contenerse de darlas, caray).
Pero la conclusión de este relato se dará más adelante, o más abajo. No aquí, no ahora. Wababy engulle otra barra y se va a hacer otra cosa. A jugar al “Wowertatch”, o algo. O a pasear, quizás.

 

IV - Envidia​

Sentada en una banca para pasar la tarde en la plaza de su barrio, Wababy revisa una de sus redes sociales, concretamente FaceBook (que ya se intuye lo que sucederá a continuación, no hay que tener muchas luces). Lo primero en aparecer es el extracto de un video de una mujer bailando un tema de reggaetón genérico (¿acaso existe una canción de ese género que no sea genérico?). Se aprecian unos pechos generosos, y unos shorts cortos que apenas si pueden soportar las bondades de unas caderas muy prominentes. ¿¡Cómo!? ¿Que la señorita en cuestión apenas si tiene 17 años? ¡¿Qué les dan de comer a los jóvenes de hoy en día para crecer y verse así?! Qué genética más escandalosa e injusta, todo un descaro. Sigue bajando por el muro, presenciando más de esta oda al mal gusto. Ah, Johnny LaPusse, el hijo de su vecino. Está en una foto, junto a una tal Mia Khalifa. Quién lo diría. Qué afortunado (o quizás no tanto, ya lo veremos a la larga).

¿Es posible que uno de sus primos ahora sea el digno poseedor de un flamante Rolls Royce? Hay que ver para creer. Sobre todo, porque jamás trabajó siquiera un solo día en sus 23 años de existencia. Maldito pelafustán. Algo raro debe pasar ahí, seguro anda de narco o algo incluso peor: representante de Herbalife. Oh, miren a la chica que le hacía bullying en el secundario, acaba de ganarse la lotería. Es acreedora de unos $100.000.000.000 (si no se puede leer correctamente esa cifra, no es como para preocuparse, aclaro) de dólares. Y un islote muy cerca de las Islas Caimán. Poca cosa, ¿eh? Un premio muy escueto (el karma en estos casos es una reverenda porquería). Y hay que saber engañarse a veces, piensa Wababy. Minimizarlo todo. Un ejemplo sería el de aquellos muchachos luciendo unos abdómenes atléticos, con la musculatura permanentemente bajo el sol. Y ahora andan en yate, por lo que se ve. Parecen recortados todos con la misma tijera, hijos de su madre (por no decir otra cosa). Wababy, harta de las cuestiones ególatras, cerró sesión y eliminó su cuenta. Es un despropósito eso de estar observando lo que otros ostentan y ella no. Es más sano cortarlo todo de raíz.

 

V - Lujuria​

Por supuesto que Wababy alguna vez ha coqueteado con la lujuria, cómo que no. En su cuenta de Twitch suele realizar sendos gameplays, consistentes en un primer plano de su escote, mientras que la acción del juego en cuestión queda relegado a una miniatura en un recuadro de poco más de 250x250. Lo normal en esos casos, claro está. Wababy, una digna sucesora de la filosofía del “Team Siren” (¡Ajá! Y que quien lo niegue, caiga en un eterno ban. No, es una broma).
Sin embargo, he aquí algunas experiencias atestiguadas por nuestra admirable compañera, alejadas de la escena gamer (qué extraño, ¿o no?):

• Las desventuras de Johnny LaPusse (que ese nombre no insinúa nada, debo decir), el vecino de Wababy, un muchacho de unos 17 años. Él es el hijo de dos afamados actores de cine para adultos, quienes saben llevar con orgullo los aspectos de su oficio (cual vegano que berrea a cada rato las particularidades de su forma de vivir). El pobre Johnny, por el contrario, es asiduo al romance inocente, a los viejos valores, a la búsqueda del amor sincero. Muchas veces tuvo que cambiar de canal repentinamente, reemplazando sus telenovelas o largometrajes de amor favoritos por una película pornográfica del montón, ante la intrusión sorpresiva de alguno de sus padres, con la finalidad de ocultarles su contraproducente fascinación. Johnny, la oveja negra de la familia, el inadaptado de turno.

• Cándida Gómez, la tía abuela de Wababy, es una señora de unos 67 años, infértil. Rómulo Gómez, su pareja de la misma edad, padece de una suerte de impotencia congénita. Ambos se casaron muy jóvenes, comprometiéndose a permanecer juntos hasta la muerte a pesar de no poder tener hijos. Debido a un sorprendente giro de los acontecimientos, Cándida queda embarazada. Rómulo sospecha lo peor, el bebé es el producto de una milagrosa infidelidad. Sin detenerse a examinar los hechos, el hombre acusa a su esposa de engañarlo. A veces recibe los avisos de una luz celestial o una paloma blanca con el don del habla, manifestándole que el culpable es un tal Jehová, quien aclara de primera mano que el niño es su auténtico hijo, destinado a salvar las almas de todo el mundo. Pero Rómulo no está dispuesto a aceptar excusas rebuscadas, quiere pedir el divorcio cuanto antes. Qué devaneo tan peculiar.

 

VI - Gula​

¡La conclusión del cuento que figura en La Avaricia, al fin! (A que no se lo esperaban). Todos los paquetes de Snickers están vacíos, las barras fueron ingeridas una a una por el insaciable apetito de Wababy. Y es que, si la experiencia de FaceBook fue mala, la de Instagram fue aún peor. La chica tiene la boca llena de chocolate. Está recostada en el piso, sobre un colchón de envoltorios. Apenas si respira. Es la viva imagen de aquel mono de Homero Simpson, ¿cuál era su nombre? Ah, ya no importa. Hora de empezar con una severa rutina de fitness. Vamos, que esos kilos de más no van a desaparecer así como así. Y que sea una lección bien aprendida.

 

VII - Pereza​

No tengo ganas de escribir nada más. Que ya es suficiente, ¿o no? Me da mucha flojera. Y Wababy ahí, mirándome mal. ¡Que no quiero, dije! Esto se termina aquí. Y si alguien ha llegado hasta este punto, pues mis sinceras felicitaciones. Al menos por lograr tener la determinación que yo no poseo ahora mismo. Me queda el gran consuelo de haber cumplido con los restantes seis cuentos, que al menos es algo.

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