The Hunger Games Show

Esta historia transcurre mucho tiempo atrás que los 74 juegos del hambre. Espero les guste.

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En aquel entonces los juegos no eran más que brutalidad, salvajía y venganza, un simple acto homicida casi instantáneo, el tributo como lo era un nativo a merced de una enorme bestia esperando ser devorado para clamar su hambre, los distritos veían a sus hijos desaparecer recordándoles por siempre que por siempre pagarían la temeridad de sus actos, muchas de estas no ocurrieron de manera distinta que los hornos empleados por los nazis contra los judíos, casi un siglo atrás en otra tierra. La guerra de los días oscuros había mermado a todos y no había tecnología suficiente para armar toda vanidosa monstruosidad de construir estadios, darle a un hombre la libertada para explayar su más sádica imaginación y llamarlo vigilante, no había ingeniería génica para hacer mutos, química y tecnología para modificar el clima. Había ocasiones que si alcanzaban su esencia y con lágrimas en los ojos quien debían ser hermanos se veían obligados a matarse a mano limpia.

Transcurrían los quinceavos juegos del hambre, un nuevo rostro lleno de avaricia y toxicidad, luego de la repentina muerte de su predecesor, el nuevo presidente Snow prometía llevar a todo Pamen a un destino brillante comenzando con una nueva edición de entretenimiento cimentada en los apenas conocidos juegos.

Pero aquel día, aquel día recibía al vencedor de los juegos terminados, un muchacho escuálido, pálido y tembloso que aterrado no podía olvidar los horrores en la arena, era rápido y ágil, buen nadador pues venía del Distrito 4, había sido tan carismático cuando lo conocieron que habría sido un éxito televisivo si se transmitieran, de eso parecía quedar poco.

Snow lo odiaba.

Había amenazado con cada una de sus acciones cada aspecto de su nueva utopía, se había negado a atacar a cualquiera, se había negado a ayudar a los que lo hicieran, incluso lo había evitado, en la misma arena había organizado una revolución, había seis chicos con él que se negaron a seguir, los hicieron volar en pedazos e se aseguraron que lo viera.

Derrotado; lo presentaban a Panem, como el primer vencedor conocido.

— ¿Qué se sienten ser el gran vencedor? — pregunto esbozando una burlona sonrisa el presidente.

El chico levantó un poco su mirada y miró a los intimidantes agentes de la paz que lo custodiaban en cada lado, un movimiento más y lo asesinarían, habría valido la pena si probablemente su madre no estuviera viendo, se lo habían advertido antes de ir allí que sería así, pero antes le obligarían a ver lo que le hacían a ella, así que presionó sus dientes y suspiró.

— Te he hecho una pregunta muchacho, responde— le ordenó.

— Creo que me encuentro un tanto intimidado, no siempre se puede conocer una celebridad, ¿me preguntaba si podría darme un autógrafo?. — contestó levantando la mirada.

Snow no sabía que responder, lo último que hubiera esperado sería una reacción así.

— Aunque antes, si no les importa, habrá un banquete ¿no es así? —preguntó sonriendo mientras comenzaba a avanzar por el escenario— vaya es que me muero de hambre — susurro como secreteando— aquí entre nosotros, he comido ratas los últimos días, no son nada deliciosas. — esbozo un gesto de asco y el público rio.

— Sí… claro—dijo el presidente frunciendo el ceño, un agente de la paz estuvo por apuntarle, pero el presidente lo detuvo y siguió hablando—…es parte del nuevo protocolo que se llevara en los juegos del hambre.

— ¡Los juegos del hambre! — repitió el muchacho.

Aquel chico se sentía mareado, creía que estaba por desvanecerse, sus piernas eran de gelatina y sentía que desintegrarían, sabía que en algún momento podría ser acribillado por las balas o tal vez pasaría luego de salir de allí lo haría el mismo Snow. Lo que había hecho, lo había realizado por impulso, un desesperado intento por librarse de esa situación.

— ¡Vamos publico quiero escuchar esos aplausos! — agregó con más ánimo, se acercó a Snow y se quitó el micrófono dando una palmada— pasé cada día allí, fue lo más difícil de mi vida, pero lo hice esperando escuchar ¡sus aplausos!.

Y el pequeño auditorio se llenó de vitoreos.

Snow, suspiró fastidiado, no lograba entender de donde había sacado fuerzas y valor para hacer eso aquel mocoso.

Mientras que el chico iba de aquí a allá sacando sus mejores trucos, sintiéndose cada vez seguro a cada paso.

Había obtenido una arma infalible, una que no podía callar ni el creciente poder que ahora tenía el capitolio, una con la que intentaría, al menos intentaría ayudar a los que siguiera el mismo camino, al menos lo intentaría.

La gente olvidaría que había sido el primero, al menos el primero conocido, olvidarían los tributos que había sido uno de ellos, tenía que parecerse lo más que se pudiera al enemigo para no representar una amenaza, para que no le arrebataran el lugar que obtenía, desde el que intentaría cuidarlo, desde que aguardaría con la esperanza de que algún día todo cambiara.

— ¿Por qué no le dices tu nombre a la gente vencedor? — mencionó el presidente a regañadientes obligado ahora el a seguir el mismo había creado.

— ¡ Caesar Flickerman! —prorrumpió el muchacho levantando sus brazos sonriendo ampliamente.