She is...

Nota: Esto es sólo el prólogo de un long fic sobre Saber y Gilgamesh, aquí, Saber no lo conoce, ni sabe que es, es simplemente la reencarnación o descendiente directa de Arthuria.

Prólogo.​

Observó todo desde lo alto de uno de los edificios de la ciudad. La sonrisa torcida apareció en sus labios, la nostalgia era palpable en sus ojos color rubí; todo era tan diferente. Era tan fácil conquistar un mundo como este, lleno de débiles y corbardes. De hombres sin honor, y mucho menos gloria. Eran simples insectos que no tenían rumbo ni metas en su vida. Simples subordinados que desconocían la existencia de un importante rey como él.

Y ahora sólo tenía en la mente una meta, aún más próxima que la de conquistar ese podrido mundo. Tener para sí, la reencarnación de su querida Saber, y ésta vez, Arthuria no iba a escapársele.

 

Capítulo I.

Bajó las escaleras corriendo desde su habitación al comedor, depositando un beso en la mejilla de sus progenitores, tomando su taza de café y saliendo de su casa. Iba más que tarde al instituto, se subió al auto, acelerándolo con un poco de brusquedad antes de presionar el arranque y dejar rápidamente atrás la vista de su casa.

Encendió el reproductor, relajándose en el asiento de cuero, mientras tomaba un sorbo de café en sus labios cereza. Saber tarareaba la canción por lo baja, con sus ojos azules cual agua fijos en la carretera frente a ella. Que desgracia vivir a media hora del instituto, aunque, también traía sus ventajas, como tener la excusa perfecta si te retrasabas, decir que se averió el auto, o que llueve muy fuerte.... la distancia siempre sería la excusa perfecta.

Escuchó el sonido de su teléfono, bajó la vista para agarrarlo en el asiento del copiloto.

—¡Ahhh! —El grito vino acompañado del fuerte ruido del golpe producido entre el choque del auto con la persona que cayó sobre el parabrisas. Saber pisó los frenos a fondo, pálida como una pared entre el miedo y la sorpresa. Se bajó temerosa, con las manos temblorosas.

Allí frente a ella, un joven de piel tan blanca como la nieve, y cabello dorado como el oro, sus pestañas largas y pronunciadas parecían bañadas por el sol. Se inclinó hacia él, para verificar si aún respiraba. Gritó de la impresión al sentir los ojos rubí sobre ella, completamente abiertos, examinándola. Una sonrisa se extendió por los labios del desconocido a medida que se ponía de pie sin dificultad.

—Yo... disculpe, estaba viendo el teléfono...—farfulló incapaz de hablar en medio de la impresión.

El joven era más alto de lo que esperaba, ella apenas le alcanzaba al hombro.

—Otra vez, Arthuria. Te lo dije desde el primer instante, estás destinada a mí. —Habló con voz ronca y sensual, como si de un león se tratara, y ella fuera su presa.

—¿De qué habla, señor? No le conozco.

—Nos hemos conocido durante muchas vidas, amada mía...—Sus palabras fueron sólo un susurro, más un pensamiento para él mismo, mientras alargó su mano para acariciar con sumo cuidado las mejillas sonrojadas de la joven, temiendo fuera a desvanecerse bajo sus dedos.

—Está usted loco —bufó apartándose alarmada.

Corrió al auto, y arrancó. Quizás el joven sólo alucinaba por culpa de ella, pero no podía seguir allí; sentía que le había conocido... era como si su nombre bailara en su mente.
Gilgamesh...
Imposible. Simplemente imposible, era una estupidez, ¿cómo podría ella saber el nombre de alguien a quién jamás había visto antes? Absurdo.