One-shot de Inuyasha - Secreto Nocturno [Sesshomaru X Rin]

Aclaro que renuncio a los derechos del anime/manga de Inuyasha. Este OS es hecho para fans de la serie.
Personajes: Sesshomaru y Rin
Tipo: Oneshot

Secreto Nocturno
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Aun puede oír el zumbido del silencio golpeando duramente la ventana de su maltrecha habitación. En el letargo del tic tac del reloj se da cuenta que las cosas no están sucediendo acuerdo a lo que alguna vez imaginó sino a las pesadillas que constantemente la enfermaban.

De esos griteríos silenciosos que retumbaban en su conciencia como una locura insaciable. Donde quizás el mismo demonio arribaba para poseer un cuerpo humano y soltarlo a la demencia hasta consumir su vida durante un proceso sumamente doloroso.

Rin. Ese era el nombre de la chiquilla que yacía tirada en cama en una posición fetal. A esas alturas del siglo XXI le costaba creer lo que estaba ocurriendo, lo acontecido y por ende la presencia de aquella criatura que tuvo la desdicha de cruzarse en su camino.

Un tropiezo en pleno sendero hacia el instituto.

Un vistazo hacia atrás.

Un mal clima en invierno.

Y una caída por un barranco terminó con lo que pareció ser su vida perfecta dentro de sus límites económicos.

—¿Sabes lo que pienso? —la voz taciturna preguntó cómo intentado intercambiar palabras con ella.

Pero la jovencita negó con la cabeza sin mentir porque tampoco tenía ni la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo, pero a su vez se dio cuenta de que no la estaba viendo directamente, sino que permanecía en ese sillón de terciopelo como si el tiempo jamás hubiese trascurrido.
Rin engulló la saliva. Aun le dolía la cabeza y las manos, arañazos en sus brazos le dio la certeza de que ese hombre apuesto intentaba a toda costa de no dañarla con el roce de sus manos pero resultó un intento fallido.

—Claro que no.

Con miedo ella respondió. Su cuerpo tiritaba de frio dentro de esa habitación cómodamente amoblada de la realeza.

—Tienes todo de ella pero tu mente sigue bloqueada. Quiero saber la razón.

Sesshomaru se mantuvo sereno sin apartar la mirada sobre esa menuda muchacha. Estaba seguro que sus aromas eran iguales, idénticos y sus almas estaban regidas en el mismo nivel. Ella era Rin, la misma niña que conoció muchos siglos atrás y que ahora, después de largos años, la reencarnación en esa jovencita ameritaba indagar muy en el fondo.
Por ello se puso de pie para acercarse hacia la cama, se sentó sin vacilar y sujetó una de las manos pequeñas de la pelinegra, podía sentir que el estado emocional de ella lo iba a poner nervioso. Sus manos intentaron destruir ese manojo de nerviosismo que azotaba en la humana, necesitaba infundirle confianza y seguridad.
Rin engulló la saliva al sentir la frialdad con la que Sesshomaru la acariciaba, miró sus manos y sin percatarse elevó la mirada sobre su hombro. Él la estaba mirando.

—¿No me crees acaso que soy el ser al que alguna vez conociste y el cual te protegió? —inquirió muy serio.

Rin no tuvo fuerzas a hacer nada. Se quedó inmóvil a causa del cansancio por pasar días llorando. Él se levantó y caminó de nueva cuenta hacia un estante donde una pila de libros se mantenía ordenados.
Era la novena vez que intentaba mostrarle todas las fotografías y evidencias.

La joven Rin se volteó sobre la cama para mirar lo que hacia ese hombre de cabellos plateados y ojos ambarinos. No sabía si gritar otra vez o suplicar a que no la estrangulara.

—La muerte es solo el comienzo —musitó sin perder esa expresión fría y seria a su vez que se acercaba a Rin con un libro en mano.

—¿Planea deshacerse de mí, señor Sesshomaru?—preguntó con miedo tras levantarse un poco de cama para huir arrinconarse a una esquina como si fuera un cachorro asustado.

Tomó aire con suavidad. Sesshomaru no sabía qué cosa hacer para que su Rin lo recordara. Tan solo había pasado unos cuantos siglos, y el hecho de la reencarnación de su amada protegida lo descontroló.
A veces no sabía si ser un youkai era algo tan beneficioso donde debía de ser testigo de las muertes de humanos que con el tiempo formaste un lazo de amistad. Tristemente los demonios no podían morir con el tiempo.

—Naraku te hirió y es seguro que tu alma sigue errante por alguna dimensión —fue lo único que dijo al acercarse a la muchacha—. Si pudiera buscar algún método.

Entonces la miró como preguntándose cómo ella podía huir de su presencia, verlo como un demente y hasta temerle de esa manera cuando en aquellos siglos le era devota a su magnificencia.

—Estimo que usted amaba a la chica que confunde conmigo —dijo.

Él la miró con cara de seriedad, un vacío enorme surcó por el corazón de Sesshomaru.
Ella lo trataba como un ser irreconocible.
Y eso le hería demasiado. Tal vez a eso se referían del dolor que el amor dejaba en su paso.

— ¿Eso crees? —preguntó.

Rin cerró un poco sus ojos tratando de aguantar los llantos. Ese sujeto estaba perdido y aunque le negara que ella y la otra Rin eran personas muy distintas, muy en el fondo sentía lástima por él.
Era ese tipo de amor que ella jamás experimentó. Únicamente sus libros eran testigos de todo aquel juego de sentimientos y emociones.

—De haber sido la reencarnación de su Rin, supongo que lo recordaría.

—No se puede reencarnar en el mismo espacio y tiempo. Las almas o los espíritus no se dividen—replicó sin cambiar su aptitud.

La miró de nuevo esperando que le dijera lo que pasaba por la mente. Cualquier cosa, cualquier indicio. Al youkai le estaba exasperando esa situación, tantos años en espera y su única oportunidad era vulnerable.
Y sinceramente él no quería llegar al extremo de profanar algo sagrado.

—Tu ser resonaría con mi espíritu.

— ¿Resonar? ¿Qué significa?

Sesshomaru dejó caer el libro sobre el suelo y a pasos lentos se acercó a la pelinegra. Se sentó al filo de la cama y sin ejercer fuerza casi arrastró a la chica para que estuviera muy apegada a él.

—Déjame probar algo y si no encuentro lo que esperaba, por mi honor, te dejaré libre y todo será como siempre fue en tu vida, Rin.

La aludida engulló la saliva. No era tan idiota. Sabía de antemano la compostura de un hombre, en este caso demonio, acerca de sus deseos.
De algo le sirvió pasar tanto tiempo entre los libros.

—Estoy demasiado nerviosa, yo jamás... —dijo avergonzada poniendo sus manos lastimadas sobre el pecho del peliplata—. Lo siento, tengo miedo—completó.

—Es tu primera vez, respeto eso —dijo él.

Y en serio se ocultaba un caballero debajo de todo ese nombre demoniaco y postura frívola. Sesshomaru mantenía la esperanza de contemplar por un corto tiempo a la chica.
Porque aún le crecía la duda si aceptar cambiar a esa humana en su Rin. La Rin que perdió hace siglos atrás.
O simplemente arrancarle la garganta y tirar su cadáver en alguna fosa común.
Sin doblegarse, se acercó mucho más solo para robarle un beso. El esfuerzo por intentar separarse de él quedó nulo, la frialdad de esos labios causó estragos en su estómago pero no iba a vomitar, salvo en engullir con fuerza a saliva del demonio.

Jamás había sido besada de esa manera. Suave, con cierto ápice de dolor, pero lo bastante agradable aunque en dos segundos sintió un mordisco suave y luego la lengua del peliplata probando su sangre humana.
El beso fue corto por supuesto pero un recargo de ternura y añoranza. La pena del demonio no era notable en vista pero en cercanía se podía sentir. Rin sabía que ese ser buscaba en desesperación la mujer que alguna vez amó y que ahora la confundía aclamando que era su reencarnación.
¿Qué tan cruel podría ser el destino?
¿Y si ese destino era cierto? ¿A qué punto del infierno estaba marchando si terminaba siguiéndole la sensación?
No estuvo jamás segura ni por asomo de que ese sujeto dijera la verdad, pero esos labios…, esa elegancia y cuidado le removió una extraña sensación muy en el fondo de su corazón. Ese rayo de precipitación bajó de un golpe hacia cada rincón de su ser, sus manos no duraron en acariciar torpemente la caballera del demonio, y éste con amabilidad la arrinconó poco a poco para quedar en una posición sugerente.

—Señor Sesshomaru—pronunció confundida entre gritar del miedo al ver esos ojos ambarinos o dejarse arrastrar al infierno.

—Aún no encuentro lo que estoy buscando —dijo en tono apagado, casi ronco pero muy serio.

Se acercó y lamió mis labios.

—Incluso te gustó —ese susurro fue tan seductor que provocó que cada rincón de la chica se remeciera.
¡Y solo usó palabras!

—¿No me matará? —titubeó en miedo, claramente no sabía qué cosa decir, el efecto del beso era superior, casi divino—. Señor Sesshomaru.

El demonio sonrió de medio lado acomodándola bajo su cuerpo. Ella estaba poseída por culpa de simples besos que no imaginó el cómo sería la reacción de Rin cuando estuvieran uniéndose en un solo cuerpo.
Que magnifico placer era el tener a su Rin disponible, sagrada y virgen.

—Solo déjate llevar, no intentes nada brusco o harás que te hiera severamente—mordisqueo los labios de la chica—. Únete a mí Rin.

Ella asintió en miedo sabiendo que no tenía opciones pero comprendía muy bien que las cosas no iban a resultar para nada igual después de esos besos. Caricias que comenzaron a invadir el cuerpo de la chica, la piel de Sesshomaru era fría y la de ella cálida, tan blanda y tierna que el youkai tuvo que refrenar su instinto para no romperle la ropa y hacerle el amor tan rudo que la pobre humana jamás olvidaría su primer encuentro sexual.
Los gemidos entre ellos no se hicieron esperar, especialmente por parte de Rin. Nunca antes había sido tocada de esa manera, ni besada, ni poseyendo esa oportunidad de acostarse con un hombre, bueno, tal vez nadie hizo el amor con un demonio o viviendo esa situación tan poco creíble.

—Es demasiado para mí —musitó la pelinegra

—¿Temes caer ante mí? —volvió a morder los labios delgados de ella.

—Temo que termine quitándome la vida o… —titubeó en un tono bastante suplicante.

No. Rin estaba asustada, y la mezcla de placer y miedo no era buena combinación.

—Deberías saber que no tengo ninguna intensión de usar tu cuerpo para procrear semi-demonios —explicó sin detener las caricias pero sus ojos estaban enfocados en esos dulces orbes—, no puedo dejarte en cinta en tu primera vez, sería lo bastante cruel de mi parte. Ni siquiera si tuviera una amante la forzaría a algo en el que tampoco estoy interesado. Es insostenible.

Se alzó un poco para ver que Rin se quedó sin la blusa, mostrando sus senos protegidos por un prudente brasier negro. Sesshomaru se quedó contemplando la figura de la niña. Sí. A su lado figuraba como una pequeña, una cachorra asustadiza y que únicamente seguía sus movimientos por instinto a ser castigada por el amo.

Y eso no era lo que él quería. Jamás había obligado a la Rin que conoció siglos atrás, tampoco lo haría con esa Rin.

—Sin embargo, llegará el momento que deba tener mi descendencia, pero para ese entonces espero que la Rin a la que amo esté segura —empezó a decir, casi leyendo los pensamientos de la asustada muchacha la cual no supo si agradecer el gesto o simplemente aterrarse más—. Puedes pedirme todo lo que quieras—se levantó para sentarse sobre la cama. Hoy no le robaría la inocencia—. Complaceré tus pedidos.

Y esa tal vez era su oportunidad de huir, de ir a casa, refugiarse entre los brazos de su abuela Kaede y olvidarse que alguna vez existió ese demonio. Sin embargo, algo muy dentro, pero muy en el fondo, le nació la curiosidad de pensar bien las cosas y tal vez probar un poco más de la particularidad del youkai.

— Tengo hambre. Deseo comer algo —respondió muy tímida a su vez que se abotonaba la blusa.

—Cenaremos en la sala. No te mantendré cautiva aquí.

Rin sonrió apenada, no por costumbre sino porque de verdad eso le nació del corazón. Estar dentro de esas cuatro paredes la estaba volviendo maniática y depresiva.

—Es seguro que nunca me has visto comer, no te preocupes por mi dieta alimenticia —dijo en ese tono frio y serio— Los youkai no comemos la comida de humanos generalmente, pero hay excepciones.

—¿No beben la sangre humana?

Sesshomaru enarcó una ceja al mismo tiempo que le pasó un vestido para que se cambiara esas fachas. Rin no era su prisionera literalmente por eso no merecía estar vestida con harapos.

—¿Qué cosas aprendes en este siglo?

—Lo bastante para atestiguar que el mundo está más loco de lo que cree.

Rin sujetó la ropa y sonrió en decencia. Ese sujeto parecía ser tan infernal pero había algo de bondad en su interior. Un secreto. Un misterio que le estaba causando problemas desde hace unos días.

—Si quiere puedo contárselo.

—Me gustaría oírlo—se acercó hacia la puerta, le daría su espacio, quería comenzar todo desde cero para orientarla, no obligarla a recordar—. Será un agradable secreto nocturno.
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El tiempo es mesurado. La espera de saber noticias del futuro era una incierta, un infierno y la crudeza de esperar lo que parece imposible infunde de un terror en las víctimas que estaban a la espera.
El comunicado local había tomado el caso muy enserio, demasiado. Jamás ocurrió ese tipo de incidentes pero a más de un oficial les preocupó que cosas así pasara en el futuro, por eso nunca cesaron en buscar pistas de aquel incidente.
Hoy se cumplía cerca de dos meses desde la desaparición de la joven estudiante Rin Norah de diecisiete años de edad. Su desaparición fue todo una problemática, sus últimos rastros acababan antes de llegar al bosque que toda persona en Japón y quizás el mundo temía ingresar. Tal vez en las profundidades, la desafortunada chica estaba muerta, el secreto de la vegetación apremiaba a que dentro del territorio tal vez existía una entrar al mismísimo infierno.
¿FIN?