Chiyoda Santuario Yasukuni [Santuario | Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 25 Octubre 2021.

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    Gigi Blanche

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    Santuario sintoísta de financiación privada localizado en Chiyoda, a pocas calles del Palacio Imperial. Fue construído en 1869 bajo orden del Emperador Meiji, y lleva cinco generaciones bajo el cuidado y regenteo de la familia Ishikawa. De estilo eminentemente shinmeizukuri, su propósito original fue honrar a los caídos en la Guerra Boshin y desde entonces ha mantenido la tradición, realizando ceremonias y rituales sintoístas para albergar los espíritus de los soldados japoneses y coloniales caídos en diversas guerras. A día de la fecha, su Libro de las Ánimas posee más de dos millones de soldados registrados.

    Se accede mediante unas amplias escalinatas, coronadas por un arco torii, que conducen a un camino extenso guiado por linternas ornamentadas. Posee gran cantidad de dependencias, entre ellas, un museo sobre la historia del país en honor a quienes lucharon por él desde tiempos remotos. Al fondo del santuario se encuentra la residencia donde vive la familia Ishikawa.

    Está, a su vez, rodeado por una densa vegetación sembrada. Esto y su altitud le otorgan al santuario un carácter pacífico, abstrayéndolo del calor de la capital.

    Barrio de Tokio: Chiyoda


    Santuario Yasukuni.png
     
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    Kohaku 3.png

    —¡Ko, Ko! ¡Oye, Ko! ¿Viste mis pantaloncillos de fútbol?

    Itsuki había aparecido de quién sabe dónde hecho un torbellino de energía. Hacía poco habíamos acabado de almorzar, cosa de una hora, y la abuela me había enviado a barrer las hojas caídas de la entrada pues porque alguien tenía que hacerlo y, en sus palabras, tenía "cara de andar medio vago". Razón no le faltaba, suponía, aunque en mi defensa me había adelantado a su regaño y ya me había encargado de conseguir ayuda para preparar el festival. Había matado dos, incluso tres pájaros de un tiro, y cuando le mencioné que una amiga vendría a pasar el día al santuario todo el enfado se le fue a la mierda. Si era una blandita.

    —¿No están tendidos? —sugerí luego de pensármelo unos segundos, relajando las muñecas en la punta de la escoba—. Creo que ahí los vi por última vez.

    Alzó las cejas, como si le hubiera dicho que la luna era de queso, y giró sobre sus talones.

    —¡Mamá! —pegó un grito de antología, el pequeño diablo, que rasgó de un corte limpio la paz del santuario. Mamá asomó la cabeza por la ventana de la cocina—. ¿Están tendidos?

    Mamá negó desde allí e Itsuki bufó, empezando a regresar a la casa. A los pocos pasos se detuvo, sin embargo, y medio volvió el cuerpo en mi dirección.

    —Ah, Ko, la abuela dijo que fueras al estudio de papá.

    —Pero si me encargó la entrada —me quejé, siendo que ya había reanudado la limpieza, y mi hermano soltó una risilla.

    —Sí, pero ya la conoces.

    —Bueno, ahora voy.

    El niño asintió y correteó hasta perderse dentro de la casa. Recorrí el camino con la vista, haciendo un recuento mental del trabajo que me quedaría para cuando el nuevo recado de la abuela acabara, y dejé la escoba a un lado antes de seguir los pasos de Itsuki. Hacía un día precioso, adentro también olía a primavera y alcancé el tatami con los pies descalzos al tiempo que mamá se reunía conmigo en la sala de entrada. Llevaba puesto su delantal de cocina y se iba secando las manos en él.

    —Ah, cariño, dijo tu abuela que-

    —Sí, ya me dijo Itsuki.

    No fue brusco ni nada, yo tampoco me mostré molesto porque realmente no lo estaba. Mamá me sonrió, me apretujó una mejilla a la pasada y se fue quitando el delantal a medida que se acercaba a la pequeña mesa redonda que teníamos justo debajo de la ventana. Era su lugar preferido para leer y simplemente asumí que era esa hora del día, aunque faltaba algo.

    —¿Te preparo un té, mamá?

    Su cabello castaño, largo y lacio, cayó en cascada tras removerse el delantal y observó a su alrededor antes de soltar una risa ligeramente avergonzada, tomando asiento en el tatami.

    —Sí, cielo, por favor. Me lo he olvidado como una tonta.

    Asentí, con la sonrisa suave de toda la vida, y primero me fui a la cocina para dejar hirviendo el agua en lo que hablaba con la abuela. Sin embargo, fue ella quien me rebasó al cruzar la sala y me señaló en dirección al estudio, como si no supiera dónde quedaba.

    —Tu padre te está esperando.

    Andaba como si la corriera el diablo desde hacía días, la verdad. La noticia de que el Festival del Iris nos correspondía a nosotros nos cayó con semejante corto aviso que la casa se revolucionó de pies a cabeza. Así que ahí andábamos a contrarreloj, intentando poner todo en condiciones como si de por sí el santuario no tuviera ya sus responsabilidades.

    Asentí, la vi marchar en dirección a la entrada y justo antes de ingresar al estudio de papá me pareció oírla quejarse sobre algo de las hojas caídas. Pero bueno, señora, que no era un pulpo.

    Amane hola pechiocha, sorry im late uwu

    Bueno, Ko-chan está adentro así que si Emi llega se toparía con granny Ishikawa teehee
     
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    Amane

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    Al final había acabado siendo un viernes bastante bueno, habiendo almorzado junto a Haru el receso se hizo muy llevadero y el resto de clases fueron bastante más fáciles de soportar después del rato tan tranquilo que habíamos pasado. Después de clases pude finalmente conocer al hermano mayor de Kashya y, bueno, sorprenderme con el cambio tan radical que había de personalidad entre uno y otro. Lo importante, sin embargo, era que se le veía un chico de lo más simpático y sinceramente esperaba que su presencia por ahí ayudase realmente a la chica a sentirse mejor.

    El mensaje de Kohaku me pilló estudiando, un poco como venía siendo costumbre, y no dudé ni un segundo en responderle con una confirmación en cuanto a ayudarles a preparar el templo para el festival. Fue después de enviar el mensaje que me di cuenta de que todo aquello significaba que posiblemente conocería a su familia y, en fin, los nervios tan tontos que me cayeron encima fueron dignos de mencionar.

    Dediqué toda la tarde del sábado a cocinar galletas, de limón como me había dicho el chico, pero se me fue tanto la mano por culpa del nerviosismo que llevaba que acabé haciendo de limón, marmoladas, con frutos secos, y las típicas con chispitas de chocolate. A decir verdad, ni siquiera estaba segura de cuantas personas conformaban la familia de Kohaku, pero definitivamente prefería que sobrasen a que faltasen.

    El domingo por la mañana ordené un poco mi cuarto para seguir distrayéndome y después de comer me preparé para salir, que lo último que quería era llegar tarde. Me vestí con una camiseta blanca de media manga, un overol rosáceo bastante largo y unas deportivas, que si íbamos a estar trabajando lo mejor era ir cómoda. Decidí dejarme el pelo suelto, aunque me coloqué una banda del mismo tono que el vestido sobre la cabeza, para evitar posibles molestias, y las galletas las guardé en una mochila junto al resto de las cosas que necesitaba llevarme.

    Le había avisado a Kohaku con un mensaje cuando salí de casa, pero igual no sabía exactamente cuanto tardaría el tren ni lo lejos que iba a estar de la estación, además de que siempre existía la posibilidad de que me perdiese, así que era perfectamente consciente que el chico no iba a esperarme en la puerta como si fuese alguien excesivamente importante. Lo que no me esperé, claro, fue que al terminar de subir las escaleras me encontraría de lleno con lo que, juraría, era su abuela.

    Me entró un pequeño ataque de pánico, lo suficientemente grave como para plantearme huir antes de que me viese y excusarme diciendo que me había desmayado a mitad de camino o algo, pero después de un breve segundo reuní el valor para seguir adelante como si nada. Era, al fin y al cabo, mi manía de querer ayudar al resto la que siempre ganaba en aquellas situaciones.

    —Buenas tardes, señora —saludé, haciendo una reverencia pronunciada al alcanzar la posición de la mujer, y me llevé las manos tras la espalda en cuanto me erguí—. Soy Emily, vengo a ayudar con los preparativos del festival. Le ha avisado senpai de que vendría, ¿cierto?

    Bueno, había actuado más entera de lo que había esperado, aun cuando con los nervios me comí por completo mi apellido. Nada que hacerle, igual siempre había preferido presentarme solo con el nombre, así que colaba.

    AAAA dw, im too excited to care (?) y nooo, con granny Ishikawa de primeras, im nervous adjsna espero causarle una buena impresión /\ digo, que Emi le cause buena impresión... sí, eso (?

    weno, por aquí el outfit de la niña porque así de intensita soy u//u
     
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    Gigi Blanche

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    La señora Ishikawa era resistente como un roble. De contextura menuda, espalda ligeramente encorvada y cabello salpicado de canas, sin importar su edad probablemente se la viera siempre yendo de acá para allá, dándole directrices a los empleados más jóvenes del santuario, bebiendo té con el encargado general, barriendo la entrada o acomodando el jardín. Nunca se estaba quieta, nunca se quedaba callada y quizá fuera esa la razón por la cual llevaba sobreviviendo a toda su familia.

    El santuario era más suyo que de su hijo, eso todos los Ishikawa lo tenían claro.

    Apenas salió de la casa notó el camino lleno de hojas caídas y se quejó en voz alta, aunque le tomó menos de cinco segundos recordar el orden de acontecimientos y que si Kohaku no estaba allí, no era culpa del muchacho. De modo que se quedó tranquilita y suspiró, alcanzado la escoba para retomar la tarea. ¡No soportaba ver la entrada sucia y menos si tendrían invitados!

    Podía ser algo cabrona y tener pocas pulgas con su familia, pero frente a los clientes, turistas y básicamente cualquier persona externa, era un encanto. Kohaku había recibido el mensaje de Emily, sí, pero con la de cosas que se vio mandado a hacer acabó por dejar su móvil en su habitación y ahí quedó. Mientras permanecía en el estudio recibiendo el nuevo encargo de su padre fue que recordó la hora y le echó un vistazo al reloj de pared, notando que Emily debía estar por llegar. No que la conociera en profundidad, pero tampoco tuvo problema imaginándola en medio de un mini ataque de pánico al toparse con alguien de la familia que no fuera él; tampoco podía interrumpir a su padre, sin embargo, de modo que sólo le quedó desear que el hombre dejara de hablar pronto.

    Touko, entre tanto, notó la silueta de una jovencita recortarse contra el azul del cielo y giró su cuerpo entero de inmediato, yendo a su encuentro. No dudó ni un segundo que se trataría de la amiga que Kohaku había mencionado y sonrió ampliamente, dejando la escoba contra una linterna de hierro. Se la veía encantada, y puede que "encantada" le quedara corto. Siguió la reverencia y palabras de Emily sin perder la sonrisa y asintió varias veces, invitándola con un movimiento de brazo a empezar a caminar junto a ella.

    —Ah, sí, sí, querida. Ko-chan me avisó que vendrías. Muchas gracias por venir a ayudar, ¡estamos tapados de trabajo! Tú no creerías con cuán poca antelación nos avisaron que seríamos los anfitriones del festival, ¡son un montón de incompetentes! Dioses. Pero es lo que toca, ¿verdad? Y estamos contentos de trabajar por la comunidad.

    Hablaba por los codos, también. Durante el monólogo casi habían atravesado el camino entero, claro que a un paso más que calmado. Todos en la casa solían utilizar ropajes tradicionales, era una tradición que habían mantenido incluso desde que la ropa occidental se introdujo en la sociedad. Le daba cierta uniformidad al santuario, ya de paso, siendo que los empleados también debían vestir así por contrato.

    La única excepción a la regla en ese momento era Itsuki, uno de los Ishikawa pequeños, ya que iba a su partido de fútbol y por fin había encontrado sus pantaloncillos. Apareció de adentro de la casa como un rayo, pasó junto a ambas y apenas reparó en Emily. Touko lo saludó y él le respondió casi a los gritos. Detrás de él, bastante más calmado, salió su padre y junto al hombre también iba Kohaku. Taiki le iba hablando de asuntos administrativos, a lo que el joven fue asintiendo hasta que reparó en Emily. Su sonrisa se amplió, rasgándole los ojos y asintió, otra vez, pero en su dirección, a modo de saludo.

    —Ko-chan, tu amiga ha llegado —anunció Touko, en lo que todos se encontraban casi al pie de la casa.

    —Y recuerda que no es urgente, sólo tenlo presente hoy cuando acabes tus tareas. —Taiki dio por concluido su diálogo con Kohaku y movió las llaves entre sus dedos, dirigiéndose a la anciana—. Bueno, llevaré a Itsuki a su partido. ¿Precisas algo de afuera, madre?

    —Hmm... Ah, ¿puedes comprar unos inciensos? Para casa, son para casa. Me pareció ver ayer que se habían acabado.

    Taiki asintió, soltó un saludo rápido en general y se retiró. Prácticamente no había reparado en Emily, seguro porque no vio la necesidad. Era, al fin y al cabo, un hombre bastante reservado.

    —¡Bueno, hay tanto para hacer! —exclamó Touko, captando la atención de Kohaku, y se giró hacia Emily—. Querida, ha sido un placer conocerte. Cualquier cosa que necesites puedes acudir a mí, ¿sí? Te dejaré entonces con Ko-chan.

    La anciana le sonrió a ambos y le estrujó la mejilla al joven a la pasada. Parecía ser una costumbre de las mujeres de la casa o algo.

    Kohaku la siguió con la vista un par de segundos y ya entonces enfocó su atención en Emily, risueño. Llevaba un kimono grisáceo y por encima una hakama azul marino, además de las sandalias geta.

    —Hola —la saludó en un murmullo suave, ya sin el alboroto alrededor, y cerró los ojos brevemente—. Estás muy bonita, Hodges-san.


    chale perdón por el mini ficazo JAJAJA
     
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    Amane

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    Ya Kohaku me había avisado de que su abuela era algo preguntona, aunque eso no signficaba que me hubiese esperado encontrar con el torbellino que me encontré. Al fin y la cabo, con lo tranquilo que normalmente era Ko, no me había esperado que descendiese de alguien tan enérgico, ¡incluso con la edad que debía tener! Y aun si me pilló de improvisto con aquella energía, al final el camino hacia la casa lo hicimos con paso calmado, y pude adaptarme con facilidad a su ritmo mientras caminábamos.

    —Estoy segura que entre todos vamos a poder preparar el templo a tiempo, señora —comenté, con una sonrisa cordial, cuando pareció que había terminado de hablar.

    Por el camino, si bien le presté mi atención a la abuela en casi todo momento, no pude evitar distraerme de vez en cuando con el paisaje que había a mi alrededor. Quizás era un poco estúpido, ni idea, pero había recordado en todo momento la promesa que Kohaku me hizo cuando recién nos conocíamos, la de invitarme al templo de su familia, y lo cierto es que las expectativas del sitio se cumplieron perfectamente. Se veía realmente bonito, e incluso con todo el alboroto que en esos momentos había, se notaba que en realidad era un remanso de paz.

    Un niño pequeño no sobrepasó corriendo en cuanto alcanzamos la entrada de la casa, y me dio el tiempo justo a distinguir su figura al verlo pasar a mi lado, de puro milagro. Justo detrás salió un hombre bastante mayor y, a su lado, distinguí la cabellera cian de Kohaku. El rostro se me iluminó un poco más de lo necesario al verlo, sin darme demasiada cuenta, y le correspondí a la sonrisa con ese mismo entusiasmo, levantando tímidamente la mano para devolver el saludo.

    Después del intercambio familiar, tanto el padre del chico como la abuela se fueron, no sin que antes esta última apretujase la mejilla de su nieto a la pasada, sacándome una ligera risa enternecida por el gesto. Me despedí de la mujer con otra inclinación justo antes, eso sí, asintiendo con la cabeza cuando dijo que acudiese a ella si necesitaba algo, y finalmente pude centrarme en Kohaku cuando estuvimos solos.

    >>Gracias —murmuré, algo avergonzada al recibir su halago, y desvié la mirada un par de segundos antes de señalarlo a él con un gesto de cabeza suave—. A ti te queda muy bien el kimono, senpai, de verdad~

    Me quedé un par de segundos en silencio después de decirle aquello, recuperando la sonrisa suave poco a poco, y antes de que pudiese decir nada más, levanté la mano para llamar su atención e indicarle que esperase un poco.

    >>Antes de que se me olvide, he hecho galletas como prometí —le dije, mientras me quitaba la mochila para coger las bolsitas donde las había guardado y extendérselas—. He acabado haciendo unas cuantas... y las de frutos secos las he puesto separadas por si hay alguien alérgico.
     
    Última edición: 28 Junio 2023
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    Gigi Blanche

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    Mi cumplido alcanzó a avergonzar ligeramente a Emily, cosa que había predicho en todos los universos posibles y aún así lo dije. ¿Por qué? Pues porque era verdad, y así le causara pudor también estaba seguro que a una parte de ella le gustaba oír ese tipo de cosas. Como prácticamente a cualquiera, a ver. De la forma que fuera se las arregló para regresarme el halago y ensanché la sonrisa, habiéndolo también predicho. Si además de tímida era amable.

    —¿Sí? ¿No crees que me hace algo de barriga? —bromeé, en tono suave, y solté el aire por la nariz antes de agregar—: Gracias~

    Estuve a punto de invitarla adentro, que aún debía hacerle el té a mamá, cuando Emily llamó mi atención y yo parpadeé, dando con su mano de lleno. Luego empezó a sacar bolsas y bolsas de su mochila, alterné la mirada entre ellas y la especificación de las galletas apartadas por riesgo de alergia fueron la cereza del postre. Solté una risa liviana, no cargó ni una pizca de burla o condescendencia y acabé por sonreírle, indicándole con un movimiento de cabeza que me siguiera hacia la casa.

    —Vaya, ¿había promo de harina? —volví a bromear, si no andaría de gracioso, y volteé a mirarla para mostrarle que no iba en serio—. Gracias, seguro están deliciosas.

    Me quité las sandalias en el pasillo externo y apenas ingresar a la sala volteé el rostro hacia la izquierda, donde mamá estaba leyendo. Nunca me gustaba interrumpirla pero, claro, sabía que si no le presentaba a la invitada luego me caería con un buen regaño.

    —Mamá, una amiga ha venido a ayudar. —La vi parpadear y levantar la vista del libro, como si hubiera regresado a nuestra dimensión de un momento para el otro. Una sonrisa cálida decoró su rostro poco a poco y agité unas bolsas, las que llevaba en la mano derecha—. E hizo galletas.

    Reparó en Emily, sus ojos castaños chispearon y se incorporó, como siempre, con movimientos sutiles y fluidos. Dejó el libro encima de la mesa y caminó hasta nosotros, frente a quienes se inclinó un par de centímetros.

    —Bienvenida al Yasukuni —murmuró, su voz vibró entre las paredes con la suavidad de una brisa—. ¿Cómo te llamas, linda? Yo soy Aoi, Ishikawa Aoi.

    Sonreí, observando brevemente el intercambio, y me desvié a la cocina para apagar el fuego y dejar las galletas en la encimera. Ya de paso busqué una taza, de las que mamá siempre usaba, y empecé a preparar el té.

    —¿Te gustaría beber una taza de té antes de que te pongan a trabajar? —oí que la invitó, y luego alzó la voz—. ¡Ko! ¡Prepara tres tazas!

    Solté una risa nasal, meneando la cabeza, y obedecí. Era muy educada y todo lo que quisieras, la verdad, pero tampoco se le podía decir que no.
     
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    Amane

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    Ya lo había pensado más de una vez a aquellas alturas, pero es que por mucho que siguiese siendo la misma vergonzosa de siempre y los halagos me siguiesen pillando tan desprevenida, Kohaku siempre tenía esa capacidad casi sobrenatural de lograr calmarme casi al instante. Quizás fuese por la confianza tan estúpida que ya le había pillado, o quizás realmente tuviese una especie de superpoder, no tenía idea alguna, pero sabía que lo conseguía y que en aquella ocasión no había sido diferente.

    —Qué va, te hace lucir tipín~ —le contesté, siguiéndole el tono de broma y logrando ensanchar un poco la sonrisa al hablar.

    Luego vino todo el espectáculo de las galletas y su comentario, más que otra cosa, me sacó una risilla avergonzada en lo que me encogía de hombros. Yo más que nadie sabía que había sido un poco exagerada, y me había preparado para cualquier comentario por su parte, así que pude tomármelo con la liviandad que hizo falta. También sabía que no tenía que darle explicaciones, y aunque quise hacerlo aun así, acabé distrayéndome cuando vi que se dirigía hacia el interior de la casa y me invitaba a hacer lo mismo.

    Seguí sus pasos, quitándome las deportivas en la entrada y dejándolas junto a sus sandalias, y de nuevo sentí una oleada de nervios cayéndome encima al darme cuenta que iba a conocer a su madre en aquella ocasión. Podía pecar de exagerada, quizás, pero seguía siendo una japonesa y estaba conociendo a toda la familia de un chico mayor con el que tampoco había manteniodo una relación completamente inocente hasta el momento... era un poco chocante lo mirase por donde lo mirase.

    >>¡E-encantada! —exclamé, quizás un poquito más alto de lo que me hubiese gustado, e imité su reverencia—. Me llamo Hodges Emily, señora. Muchas gracias por recibirme en su casa.

    Las cosas como eran, la señora era muy guapa y el solo hecho de pensarlo hizo que me avergonzase yo sola de nuevo, haciendo que desviase la mirada con cierto pudor. Por suerte, Kohaku se había alejado justo en ese momento y prácticamente lo usé de excusa para seguirlo con la mirada, justo antes de que la señora volviese a llamar mi atención al hablarme. En realidad no me dio mucho tiempo a responder, aunque posiblemente hubiese aceptado por pura educación, y acabé simplemente dedicándole otra sonrisa de agradecimiento cuando terminó de llamar la atención de su hijo.

    >>Gracias —murmuré, y dirigí un vistazo a sus espaldas para comprobar que, efectivamente, parecíamos haberla interrumpido de su momento de lectura—. ¿Puedo preguntarle qué estaba leyendo? Parecía que estaba muy metida en la trama —acabé por preguntar, logrando suavizar el tono y sonar más calmada, con toda la cortesía que me fue posible.

    Podía sonar algo tonto, porque solo éramos amigos, pero realmente quería causarle una buena impresión a su familia.
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku 3.png

    Era tal el silencio que nos rodeaba que no tuve problema alguno escuchando la conversación que mamá y Emily mantuvieron en lo que yo preparaba el té para tres. Busqué las hierbas, las aplasté dentro de los infusores y luego vertí el agua, colocando el azúcar y la miel en la bandeja que llevaría. Mamá y yo lo bebíamos sin endulzantes pero quizás a Emily le gustaba más así y, conociéndola, probablemente se lo tomaría como se lo dieran por miedo a ofender o interrumpir.

    —Ah, estaba releyendo el Hyakunin Isshu —le respondió luego de agradecerle por haber venido, y oí que se acercaban a la mesa, probablemente para mostrarle el libro—. Bueno, el Ogura, siendo precisos. ¿Eres de aquí, Hodges-san, o te mudaste de otro país? Es una antología de poemas breves de cien autores, se usa también para jugar al karuta. Son muy bonitos y fáciles de memorizar, me gusta tenerlos presentes. La compilación se realizó originalmente para decorar los biombos de una residencia y luego se los editó en una antología.

    Ya con todo preparado me aparecí en la sala y dejé la bandeja sobre la mesa antes de arrodillarme, tomando asiento frente a mamá. Se distraía un poco cuando hablaba de literatura, así que le indiqué a Emily en silencio que podía imitarme sin problema.

    —Hice el té con las mismas hierbas que usé aquella vez, en el invernadero —le indiqué cuando mamá guardó silencio y le sonreí, aunque de repente alcé las cejas y di casi un respingo—. ¡Ah! Las galletas.

    —Ko, andas distraído —se quejó mamá, junto a una risa liviana, y volvió a dirigir su atención a Emily en lo que yo salía disparado a la cocina—. ¿Te gusta leer, Hodges-san?


    perdón la tardanza uwu Estuve todos estos días pensando qué podía estar leyendo la mamá de Kohaku xdd Y ayer recordé la existencia de esta antología
     
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    Amane

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    La mujer me respondió a la pregunta mientras nos acercábamos hacia la mesa donde había estado leyendo antes, y para cuando me enseñó la portada del libro yo ya había reconocido el mismo por el título, notando como una ligera sonrisa nostálgica se abría paso a mis labios. Asentí un par de veces a sus palabras, intercalando miradas entre la mujer y el libro, y no pude resistirme a hablar en cuanto ella terminó de hacerlo.

    —Como las olas que golpean la peña al arreciar el viento, yo me rompo en el instante en que recuerdo, de Shigeyuki Minamoto —recité, impostándome cierto tono solemne, antes de recuperar la sonrisa y mirar a la mujer con la cabeza ligeramente ladeada—. Es de mis favoritos. Nací aquí, señora Ishikawa, y siempre he querido ser como mi hermano, así que cuando mi padre le enseñó la colección y le ayudó a aprendérselos, yo les insistí para que también me la enseñasen —expliqué, sin cambiar mi tono de voz suave y educado en ningún momento.

    No había reproche ni nada remotamente parecido en mis palabras, porque ya me había acostumbrado a la confusión que siempre generaba mi nombre y apellido en cuanto a nacionalidad se refería, y más bien había cierto agradacimiento por haberme explicado de antemano sobre lo que trataba el libro, asegurándose de darme una respuesta adecuada en caso de no haberlo conocido.

    Luego llegó Kohaku con el té y no tardé demasiado en seguir su indicación, arrodillándome también para tomar asiento en el lado de la mesa en el que me había acabado quedando. Sonreí de nuevo cuando escuché al chico hablar, con una chispa de emoción en mis ojos al saber aquel dato, y asentí con la cabeza con ese mismo entusiasmo para indicarle que sabía a las que se refería y que me acordaba de aquel día en el invernadero. Claro que el pobrecillo se acordó de repente que se había dejado las galletas y quizás hubiese sido un poco feo por mi parte, pero no pude evitar soltar una risilla divertida al ver su reacción y encima escuchar el reproche de su madre.

    Si no habríamos ido a cambiar de papeles de repente o algo~

    >>Me gusta bastante, sí —respondí, volviendo a dirigir mi atención hacia la mujer en cuanto ella hizo lo mismo conmigo—. La verdad es que he tenido muy buena influencia en cuanto a la lectura, porque tanto a mi familia como a una amiga de la infancia les gusta y son los que más me han incitado a ello. ¡Y lo agradezco mucho! No hay nada mejor para alimentar la mente que un buen libro~

    Si tú lo has buscado, obviamente yo también he tenido que hacerlo uwu el poema que ha recitado Emi es el 48, que me ha gustado mucho uwu
     
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    Mamá mantuvo la sonrisa suave a cada instante, aunque fue inevitable que una cuota de emoción se colara en su semblante al oír a Emily recitando uno de los poemas, que también venía siendo de sus favoritos. Comprendía su apego, además, no que fuera a sentirlo pero para una mujer como ella, tan arraigada a la historia, al legado familiar y los valores transmitidos de generación en generación, era casi sentido común. Asintió un par de veces, prestando atención a Emily, hasta que tuvo oportunidad de responderle.

    —Me alegra mucho que se hayan tomado el tiempo de enseñártelos, es una actividad muy bonita para realizar en familia. —Me concedió un vistazo breve en lo que llegaba con la bandeja, y una chispa de diversión con resignación mezclada le otorgó brío a su voz—. Aunque con mis hijos fue bastante un caso perdido.

    Solté una risa suave, declarándome culpable, y me encogí de hombros. Lo cierto era que a Chiasa sí le había gustado mucho esa antología también, pero a día de hoy yo nunca había sido un lector apasionado y los niños, bueno, seguían siendo niños. Igual conocía a mamá, sabía que seguiría probando suerte. Quemaría el libro antes de darse por vencida.

    Luego nos sentamos, pero recordé las galletas y toda la tontería, así que en lo que las preparaba en un plato y regresaba a la sala, la voz de mamá volvió a alcanzarme. Qué va, era una mujer muy tranquila pero también le gustaba hablar hasta por los codos.

    —Minamoto no Shigeyuki, fue un hombre extraordinario. La historia de nuestra familia se remonta hasta esas épocas, en algún punto las raíces se bifurcaron pero tanto mi esposo como yo provenimos del mismo clan que antaño gobernó sobre Japón. Bueno, la precisión histórica es algo complicada, pero muchas versiones coinciden en que los Ishikawa fueron casi exterminados en medio de las Guerras Genpei. Uno de ellos sobrevivió finalmente, lo suficiente para unirse a los Minamoto, proteger su legado, resurgir de las cenizas y permitirnos estar aquí. —Desvió su mirada a mí, lo hizo con la ilusión que le generaba siempre contar esta historia, con el cariño que me guardaba también, y yo le sonreí—. Ishikawa Kohaku, se llamaba, y los registros le confieren su significado al color de sus ojos, a la bendición de Amaterasu sobre él. Cuando tuvimos a Ko y lo vi por primera vez no dudé ni un instante en bautizarlo en honor a nuestro ancestro, de alguna forma oí las voces de los libros en mi mente: "miren, lleva el color del sol en su mirada. Es la bendición de los dioses".

    La historia era muy bonita pero yo ya me la sabía al derecho y al revés, además de que obviamente había estado enfocada en Emily, de modo que aproveché el tiempo para repartir los té sobre la mesa y dejar las galletas en medio. No sabía si a Hodges le interesaba o no todo el rollo pero de lo que sí estaba seguro era de que se moriría antes de faltarle el respeto a mi madre, de modo que me mantuve en silencio y dejé las cosas fluir hasta que el silencio volvió a asentarse sobre nosotros.

    —Están muy ricas —le dije a Emily, tras haberme llevado a la boca una de las galletas de limón, y eso pareció activar a mamá para que también probara una.

    —Oh, cielo, están deliciosas —le halagó también, sonó de lo más transparente; había elegido una de frutos rojos—. Te gusta hornear, ¿cierto? Tienes muy buena mano para ello. Yo no soy muy buena haciendo postres, debo reconocer.


    volví de entre los muertos sólo para aventarte encima un pedazo de crossover? yes, im sorry
     
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    Amane

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    La mujer pareció emocionarse un poco más de lo que hubiese esperado cuando recité aquel poema y no pasó mucho hasta que descubrí la razón de aquello, provocando que mirase a Kohaku con una sonrisa ligeramente divertida. Vaya, y yo que creía que era un chico de lo más bueno y obediente, qué decepción~

    Luego la madre del chico comenzó a relatar el origen de su nombre, cosa que por supuesto no supe hasta el final de la historia, y yo le puse toda mi atención a la explicación, solo apartando la vista de la mujer para ponerme algo de azúcar en el té y darle un sorbo justo después de que Ko nos los sirviera. No tenía ni idea de los pequeños detalles que el chico estaba teniendo conmigo, como lo del azúcar o lo de guardar silencio al saber que atendería a las palabras de su madre, porque si no seguramente me sentiría muy halagada por toda la atención que estaba prestándome. Quizás hasta el punto de la vergüenza, así que quizás era hasta mejor que no lo supiese.

    El relato de la mujer me resultó enternecedor y mi expresión lo dejó ver con bastante claridad al suavizárseme las facciones cuando escuché la parte del nacimiento de Kohaku. No era por simple educación, realmente había logrado captar mi atención y me había embargado la curiosidad, sobre todo cuando descubrí que se trataba de una anécdota en relación al chico. Da igual que fuese como amigo, le tenía mucho aprecio, y no iba a desechar así como así llegar a saber algo tan bonito sobre su nombre

    —Es una historia muy bonita, señora, y... —murmuré, primero mirándola a ella, para segundos después girar la cabeza hasta dar con la mirada de Kohaku—. Creo que entiendo muy bien lo que sintió al querer llamarlo así —acabé por decir, ladeando ligeramente la cabeza y con una sonrisa suave sobre el rostro.

    No tenía ni idea de los demás, pero yo siempre lo había pensado de Kohaku, ¿o no? Que era muy cálido estar con él, quizás más de lo que pudiese llegar a pensar.

    Luego ambos probaron mis galletas y recibí sus halagos con una nueva cuota de vergüenza, aunque intenté controlarme para no ir a perder la compostura en aquel ambiente que no lo requería. Además, lo último que quería era la posibilidad de aparentar falsa modestia delante de la madre de Kohaku o algo por el estilo, que era ben consciente de que a veces podía darse el caso, especialmente con desconocidos.

    >>Muchas gracias —dije con sinceridad, eso sí, y asentí con la cabeza mientras llevaba mis manos a la taza de té—. Me relaja cocinar y normalmente los postres le gustan a todo el mundo, así que es algo que hago a menudo —expliqué, en voz un poco más baja de lo planeado, y acabé por dedicarle una sonrisa de ánimo a la mujer cuando volví a dar con su mirada—. Es cuestión de práctica, ¡es lo que siempre digo! Una amiga mía decía lo mismo y al final logramos que hiciese unas galletas bastante buenas.

    Ni idea de por qué le estaba contando cosas tan... ¿personales? a aquella señora, quizás ni siquiera le interesaba tenerme aquí contándole algo tan irrelevante, pero había algo en el ambiente en el que estábamos que me había permitido soltar la lengua de esa manera. Me sentía extrañamente cómoda, y no era solo por la presencia de por sí calmante de Kohaku, qué va, era algo más.

    Me sentía como si fuese parte de la familia.

    Me vino la softness encima, así de repente, y bueno im gonna cry, excuse me
     
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    Gigi Blanche

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    Mamá me había quemado como una campeona diciendo que nunca le había hecho caso con los libros, ni modo. Recibí la sonrisa divertida de Emily y me encogí de hombros, sin darle mucha cabida al asunto. Era lo que era, leer no entraba dentro de mis pasiones y ¿hacer algo que no me apetecía? Prácticamente no conocía el concepto, por muy extraño o ajeno que pudiera parecer a mí. Además, lo dicho, seguro insistía con los peques cuando tuvieran edad suficiente así que aún no estaba todo perdido.

    Era en los pequeños detalles donde las personas hablaban, eso lo llevaba grabado al centro de la cabeza y también sabía que muchas veces, se lo quisiera o no, los pequeños detalles se pasaban por alto. De ahí que no le viera demasiado sentido a complicarnos la vida sobreanalizando los alrededores, nuestras relaciones y personas cercanas. Pero bueno, también entendía que no era un concepto extremadamente habitual. Tendía a dificultarse, ¿verdad? La paz mental y esas mierdas. Quizá fuera inherente al ser humano o quizá todos necesitáramos, al final del día, cierta reacción elemental o lo que fuera. El equilibrio surge entre los componentes, de otro modo el concepto se torna inocuo y lo que quiero decir con tanta palabrería es que nadie puede realmente solo.

    Hasta la más ligera brisa de aire requiere de otro elemento para equilibrarse. Del fuego para ascender, la tierra para rebotar, el agua para bajar.

    La respuesta de Emily fue lo que había esperado, serena y educada, que dejó a mamá por demás satisfecha. Luego recibí sus ojos, parpadeé y le sonreí. No sabía a qué se refería exactamente y tampoco me pareció prudente indagar al respecto, al menos frente a mi madre, pero fuera lo que fuera no me quedaban dudas de que sería algo bueno y entonces ¿qué más daba?

    Deslicé la mirada a mamá luego, la jodida se nos había quedado viendo con esa sonrisita que yo ya le conocía y sólo me quedó confiar en sus buenos modales para no ir a generar una combustión espontánea en la pobre Emily. Por suerte se contuvo y pasamos al asunto de las galletas, ambos atendimos a la respuesta de Emily y mamá soltó una risa suave, que nada tuvo de burlón.

    —¿Verías de ayudarme, entonces?

    —Mamá —me quejé, a lo que ella me miró con las cejas bien alzadas.

    —¿Qué? Estas galletas están deliciosas. ¿No te gustaría comer cosas así más seguido, Ko-chan?

    —Ese no es el punto.

    Pobre Emily, de verdad, y decir que al menos se había salvado de tener que lidiar tanto con mamá como con la abuela al mismo tiempo. Esas dos mujeres en sincronía daban miedo, fuera coñas.

    —Bueno, a ver —reformuló, carraspeando la garganta, y regresó su atención a Emily. Claro, seguía teniendo aquella ligera sonrisa pícara plantada en los labios—. También puedes enseñarle a Kohaku y que él me enseñe a mí, ¿ese suena a un mejor plan?

    —¿Ahora tengo que aprender yo a cocinar?

    —¿Por qué no? Los tiempos cambian, mi niño. Además, los hombres que cocinan se ven muy guapos, ¿o no, Emi-chan?

    Ah, las confianzas. Había que ver nada más.


    pero si no será esta una familia de teasers encubierta
     
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    Amane

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    Iba a tener que recriminarle a Kohaku más tarde, porque el chico me había advertido del peligro que era su abuela, pero se le había olvidado mencionar que su madre tampoco era ninguna santa. Aunque tampoco podía sorprenderme demasiado, ¿verdad? De tal palo, tal astilla, decían por ahí.

    La cuestión es que en un principio no me di cuenta de la primera sonrisa de la mujer, atenta como estaba al chico, y en sí su pregunta de después tampoco me pilló desprevenida, porque un poco había dicho lo de Mimi para animarla a que no tuviese miedo a aprender, así fuese de mí si era lo que realmente quería. Sin embargo, Kohaku acabó por intervenir antes de que yo pudiese responderle algo a la mujer, y preferí no interrumpir.

    Seguí bebiendo un poco de té, intercalando miradas entre ambos en lo que hablaban, y la atención renovada de la madre del chico de después me pilló llevándome una galleta a la boca. La primera oferta me pilló un poco desprevenida, haciéndome abrir ligeramente los ojos por culpa de la sorpresa, pero no fue hasta que soltó el último apunte que reaccioné por completo. Algo de color me subió a las mejillas y tosí un par de veces, volviendo a darle un par de tragos al té para disimular.

    —Eh, no sabría decir... —acabé por responder, prácticamente en un murmullo, y rápidamente desvié la atención hacia Kohaku de nuevo—. Pero si senpai quiere, a mi no me importaría enseñarle —afirmé, con algo más de seguridad, y logré calmarme un poco antes de volver a dirigirme a ambos—. De todas formas, tampoco tengo problema en seguir trayéndole postres caseros a senpai y su familia, si de verdad os han gustado.

    No había visto a muchos hombres cocinar en mi vida, de ahí que no supiese responderle a la mujer, por mucho que solo lo hubiese dicho para picarme, pero la imagen que se me había formado de Kohaku intentando hacer algún plato en la cocina estaba dándome bastantes respuestas de por sí. Seguramente se vería guapo, para qué íbamos a mentirnos, y quizás por eso deseé bien en el fondo que el chico aceptase la propuesta de enseñarle. Claro que, aun así, esperaba que siguiese aceptando mis almuerzos incluso si aprendía a cocinar por sí mismo.

    No soportaría la idea de perder los recesos tan bonitos que pasábamos juntos.

    C-c-c-combo breaker!!
     
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    Gigi Blanche

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    Pobre Emily, casi se atragantó con las galletas cuando recibió el ataque tan repentino de mamá. Medio le lancé una mirada recriminatoria a la mujer en lo que Hodges recuperaba la compostura, pero obviamente me ignoró y sólo me quedó beber de mi taza de té. Qué va, tampoco haría ningún bien mencionar el tema a viva voz, lo mejor que podía hacer era dejarlo fluir y ya. Tendría que haberle advertido también de ella, ¿verdad? Siendo justos, no pensé que acabaríamos bebiendo té juntos pero quizá debí preverlo. Pobre niña, en serio.

    Ya me sentía en suficiente compromiso humanitario por, no lo sé, haberla expuesto a esta señora, de modo que cuando recibí sus ojos le dediqué una sonrisa y asentí. No me moría por aprender a hornear galletas pero... pero no podía ser tan malo, ¿verdad? Quizás acabara siendo divertido y además Emily seguro era muy buena enseñando. Parecía tener la dedicación y la paciencia, la amabilidad también.

    —Claro, ¿por qué no?

    —Ya queda, entonces —agregó mamá de inmediato, se la notaba contenta y no dudé que todo hubiera sido parte de un plan malvado suyo—. Muchas gracias por la oferta, Hodges-san. Dejaré a Ko-chan a tu cargo~

    Ah, ¿ahora volvía al Hodges-san? Había que verla, nada más. Solté un suspiro de nada, me dediqué al té y le eché un vistazo al reloj de pared, desviando entonces la mirada a Emily.

    —Bueno, deberíamos empezar antes de que la abuela se dé cuenta que ando vagueando —murmuré con ánimos renovados, junto a una risa breve, y me incorporé.

    —Ah, dejen todo aquí, no se preocupen. Yo luego lo recojo —avisó mamá, le sonrió a Emily e inclinó la cabeza un par de centímetros, volviendo a hacerse con su libro—. Muchas gracias por las galletas, linda. Ha sido un placer conocerte.

    Ya luego le indiqué a Emily que me siguiera hacia el exterior de la casa, a la pasada me subí a las sandalias pero ella llevaba tenis, de modo que aguardé a que se los anudara.

    —Dios, perdona por todo lo que pasó ahí adentro —le dije, repasando los alrededores con la vista antes de regresar a ella—. Mamá parece muy educada y respetuosa pero... bueno, digamos que se divierte a su manera.
     
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    Amane

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    Kohaku acabó por aceptar la propuesta, quien sabe si por voluntad propia o por la presión del momento, pero no creía que fuese a ser una experiencia tan terrible, así que lo dejé pasar y simplemente asentí con la cabeza, sonriente como nunca. Quizás estaba siendo un poco egoísta también, ni idea, porque pasar más rato con el chico y, encima, haciendo algo que no se me daba del todo mal me había hecho demasiada ilusión, pero preferí no darle más vueltas al asunto por el momento.

    Después Kohaku avisó que deberíamos empezar con el trabajo ya y asentí con la cabeza enérgicamente, no sin antes haber abierto un poco los ojos por la sorpresa. Terminé de darle el último trago al té y me puse en pie, correspondiendo a la reverencia de la mujer desde ahí.

    —El placer ha sido mío, señora —dije, con una sonrisa sincera, antes de también despedirme con la mano mientras seguía a Ko hasta la salida.

    Él tardó bastante poco en colocarse su calzado, pero yo me tuve que tomar mi tiempo para anudarme bien las deportivas y fue lo suficientemente amable como para esperarme mientras lo hacía. Aun agachada acabé por soltar una risa corta, fue cristalina y para nada burlona, y negué con la cabeza un par de veces justo antes de erguirme, rebotando sobre mis talones en un especie de saltito al final.

    >>No te preocupes, me ha caído bien y... bueno, ha sido gracioso verte tan apurado~ —expliqué, en un tono suave y ligeramente divertido, para acabar dándole un golpecito de nada con mi mano en el brazo—. Además, ahora sé de donde te viene a ti ese gen~

    De nuevo dejé salir una risilla después del comentario, aunque no tardé en recuperar la suavidad en mi rostro, y le indiqué con una sonrisa que ya tenía el calzado listo para dirigirnos hacia donde fuese necesario.

    >>¿Y bien? ¿Qué es lo que tenemos que hacer, jefe? —pregunté, impostándome algo de seriedad, mientras echaba un vistazo alrededor.

    Acabé el recorrido visual en sus ojos, eso sí, y para entonces ya había perdido parte del teatro y estaba de nuevo con el atisbo de una sonrisa sobre mis labios. ¡Me costaba mucho estar seria, incluso fingiendo!

    La madre es yo shippeándolos (??
     
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    Gigi Blanche

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    La risa de Emily me alcanzó desde un costado, en cierta forma vino arrastrada junto a la brisa y mi gesto se suavizó levemente al verla incorporándose con aquel saltito. No dije nada, sin embargo, que además la niña se apresuró por devolverme parte de la tortura y mi sonrisa adquirió una nota de picardía, de esa que se pretendía disfrazar con inocencia.

    —¿Hmm? ¿Has descubierto mi secreto? Cielos, qué voy a hacer.

    Lo cierto era que sí, si debía atribuirle a alguien mi tendencia de molestar a la gente, eso venía de las mujeres de la familia. Papá y mi abuelo habían sido demasiado rectos toda su vida, formales y organizados, aunque al menos contaba con la suerte de que papá me dejara ser. Quería decir, era consciente de no ser el hijo ideal que él habría esperado y aún así no percibía rechazo de su parte. Posiblemente le hubiera generado conflicto pero jamás me lo transmitió, jamás me lo reprochó, y por eso estaba inmensamente agradecido. La verdad, sabía que poseía una familia maravillosa.

    Nos habíamos mantenido unidos pese a todo y eran mi pilar más grande.

    La seriedad que se impostó y el hecho de que me llamara "jefe" me arrancaron una risa breve. Empecé a caminar, pues, recorrimos parte del camino central hasta virar hacia la izquierda y acercarnos a una de las dependencias, la que era un anexo del museo.

    —Sí conoces la tradición, ¿verdad? Del día de los niños. Me parece un poco arcaico que se lo relacione al valor y a la virilidad, y a los samurái y los guerreros, pero vaya. De ahí que sea una tradición.

    Deslicé la puerta y le permití que ingresara primero. La dependencia era básicamente un almacén donde se guardaban los elementos que eran retirados de las exposiciones o prontos a colocarse. Poseía unos ventanucos de madera por donde ingresaba una luz blanquecina y todas las paredes estaban llenas de estantes, muebles de repisas y cajas. Allí adentro había aún más silencio y las motas de polvo navegaban el espacio con pereza, delatadas bajo los haces de luz.

    —La abuela me pidió que preparara los musha ningyō —le expliqué, acercándome a dos cajas apiladas y levantándolas del suelo. Le sonreí, indicándole con un movimiento de cabeza que pillara la tercera—. Pero aquí está oscuro y hay polvo, así que se me ha ocurrido que podemos armarlos en un lugar más bonito. ¿Qué te parece?
     
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    Amane

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    Ko no tardó nada en formar aquella sonrisa pseudo-inocente que se echaba encima cuando le daba por burlarse de mí, que era el único ejemplo que tenía para comparar, y lo recibí con una expresión ligera, respondiendo a sus palabras encogiéndome de hombros y con una sonrisa divertida. Entendía que fuese más reservado delante de su familia, era algo que a todos nos pasaba, pero a mí me gustaba bastante más aquella parte de él.

    Mi broma de después le sacó una risa y ya me podía dar por satisfecha con ello porque, al final del día, también quería que nos lo pasásemos bien mientras organizábamos todo lo que teníamos que organizar. Lo seguía hasta la dependencia a la que me guió, escuchándolo hablar de la tradición del día del niño con una ligera sonrisa, y me dediqué a cotillear las estanterías que había por el lugar en cuanto me dejó ingresar, sin atreverme a tocar nada, eso sí.

    —En mi casa hemos sido más de celebrar el hinamatsuri, ¿sabes? A mamá le da pánico que Alice o yo acabemos solteras, así que montábamos las muñecas todos los años —le conté, con una ligera cuota de diversión, antes de captar su señal y acercarme para hacerme con la caja sobrante—. ¡Suena bien! Te sigo, entonces~
     
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    Gigi Blanche

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    Presté atención a las palabras de Emily, siguiendo su silueta dentro de la dependencia a medida que husmeaba en las repisas. Lo del pánico de su madre me arrancó una risa nasal ligera y ya luego de recoger las cajas, cuando salimos de ahí y empezamos a atravesar el patio central, me dispuse a responderle.

    —Las familias con hijas mujeres suelen inclinarse más por el hinamatsuri, sí, aquí en casa somos unos locos de las tradiciones así que básicamente celebramos todo lo que nos pongan delante. Bueno, también tiene sentido con el santuario, claro, pero mucho es maña de mi abuela. —Acabamos abandonando el camino principal, de hecho lo interrumpimos para atravesar la grava y empezar a internarnos en la vegetación. Le dediqué una sonrisa inocentona de las mías, por el puro placer de molestarla, ya que básicamente me la estaba llevando, no lo sé, ¿a lo oscurito?—. Siendo francos, el hinamatsuri me gusta más que el kodomo no hi. Preferiría otro tipo de tradición, uno que no le de tanta importancia a, no lo sé, la virilidad, el espíritu guerrero y esas cosas. No es un valor necesario para los niños de hoy día.

    El calor de la capital se desprendía del santuario con una facilidad irrisoria, siempre lo había pensado. No había senderos marcados dentro del pequeño bosque que rodeaba al santuario pero yo me los conocía al dedillo, así que no había problema. La llevé entre los arbustos y los olmos, la luz del sol se colaba de tanto en tanto y luego de unos minutos solté una risa al aire.

    —Ya llegamos, te lo prometo.

    Pretendía matar dos pájaros de un tiro, la verdad, que también me quedaba cumplir un favor que Anna me había pedido. Bastante de repente la vegetación se despejó y alcanzamos un muy pequeño claro. Nada ostentoso, sólo era una porción de césped llena de dientes de león, algunas margaritas y muchas otras flores silvestres. Al centro, ya algo viejo y agrietado, había un conjunto de mesa y taburetes de piedra. Busqué a Emily para sonreírle, avanzando hasta dejar las cajas ahí encima.

    —Nadie viene aquí nunca —le conté, sin necesidad de alzar la voz—. Está bastante descuidado, nadie quita la hierba mala, pero todo lo que crece aquí lo hace por su cuenta y, bueno, siempre me ha gustado. Es un sitio bonito.

    Me acomodé en uno de los taburetes, eché un vistazo alrededor y liberé el aire despacio.

    —Además, quería chequear que hubiera muchos dientes de león. Anna me los pidió, no sé por qué. Quizá sea alguna de sus ideas locas otra vez.
     
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    Amane

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    Fui asintiendo con la cabeza a medida que Ko hablaba, prestándole por completo mi atención mientras avanzábamos por el patio hacia el objetivo que el chico tuviese en mente. Claro que me di cuenta cuando nos empezamos a desviar del camino principal y de la sonrisa inocentona que solo usaba cuando pretendía burlarse, pero vaya, era Kohaku de quién hablábamos. Con cualquiera otra persona quizás me hubiese llegado a preocupar, pero a aquel chico le tenía una confianza hasta estúpida.

    —Igual, como dices, son solo tradiciones. Y, de todas formas, ahora más bien son excusas para tener algo que celebrar y pasarlo bien, no creo que tenga ya tanta importancia esos valores que dices —respondí en un tono suave, no con intenciones de contradecirlo sino más bien para darle otro punto de vista más... ¿tranquilizador, quizás?

    Al fin y al cabo, papá y Fred eran muy blanditos y la filosofía de nuestra casa se correspondía bastante a lo que Kohaku me estaba diciendo, eso de que la virilidad de los hombres no tenía que ser tan importante ya. Vaya, lo que había dicho de mamá era verdad, pero al final del día todo lo que hacíamos era por hacer algo en familia y pasar el tiempo juntos, algo que cada vez se nos hacía más difícil.

    Entre la conversación acabamos llegando a nuestro destino, un pequeño claro con flores que quizás podía no ser mucho a simple vista, pero logró dejarme sin palabras. Avancé lo suficiente para dejar la caja en la mesa que Ko me había indicado y di una breve vuelta por el espacio, admirando el paisaje, antes de girarme sobre mis talones y dedicarle una sonrisa de ojos cerrados.

    >>Es un lugar precioso, senpai, gracias por traerme —le dije, con toda la sinceridad del mundo.

    Volví a su lado después, en el momento justo para escucharlo mencionar a Anna, y prácticamente sin quererlo mi expresión mutó por completo. No quería que se me notase demasiado la preocupación que me había caído encima, así que bajé la vista y centré mi atención en una de las cajas que habíamos dejado sobre la mesa, jugueteando con algo del cartón entre mis dedos.

    >>Seguramente lo sea, sí —fue lo primero que dije, con una ligera nota animada al pensar que al menos seguía teniendo aquella chispa tan creativa y bonita—. ¿Has... hablado con ella estos días?
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    En sí Emily no tenía motivos de peso para confiar en mí, ¿verdad? Sabía que no desprendía ningún aura amenazante, que más bien era todo lo contrario, pero aún así ¿y la cantidad de locos que se escondían detrás de una carita de ángel? Pero bueno, mira, en tanto no se confiara tanto con cualquiera y lo mío fuera cosa de, no lo sé, su sexto sentido o algo, yo me quedaba tranquilo. Quizá no lo dijera ni se me notara, quizá no le daba la debida importancia, pero esta niña ya se había sincronizado con el ritmo del viento y si le pasaba algo seguro me preocupaba muchísimo. El problema venía de que fuéramos imbéciles similares, de esos que realmente nunca decían nada ni se echaban un vistazo dentro; cada cual por sus razones, claro, pero en definitiva creía comprenderla y, bueno, sólo me quedaba confiar. Confiar que nos buscaría, a mí o a cualquiera de las personas que quería, si un día la vida realmente se le venía encima.

    Era lo que me había permitido con Cayden y no me alcanzaría nunca el tiempo para agradecermelo y agradecerselo.

    Asentí a las palabras de Emily, dedicándole una sonrisa. Tenía razón, en definitiva, las tradiciones podían arrastrar valores arcaicos (de hecho, casi siempre lo hacían) pero eso no significaba que la gente, en definitiva, no los reinterpretara a la luz de nuevos tiempos. Había que ver la Navidad nada más.

    Me había quedado sentado a la mesa en lo que Emily recorría el espacio, había hecho lo mismo dentro del almacén y alcé ligeramente las cejas al recibir su atención, como quien dispone que está listo para escuchar. Su sonrisa fue de lo más genuina y asentí, cruzando los antebrazos en la mesa.

    —No es nada.

    Se reunió conmigo, entonces, aunque noté al vuelo cuánto cambió su expresión al mencionar a Anna y supuse que aquella idiota no debía haberle dado señales de vida a Emily desde... vete a saber cuándo. No sabía nada yo del incidente de las pruebas físicas. Noté su malestar, en definitiva, pero no quise que se sintiera tan expuesta, así que murmuré un sonido afirmativo y empecé a vaciar el contenido de las cajas. Al menos las habían organizado de modo tal que una poseía los muñecos, en la otra estaba la ropa y accesorios, y en la tercera las bases donde ensamblarlos.

    —Ayer la vi, quedamos con los chicos. —Le eché un vistazo rápido en lo que seguía con mi tarea—. Lleva varios días sin el móvil, por si has intentado contactarla y no pudiste, pero está bien.

    Quizá no fuera del todo cierto, pero ¿qué coño se suponía que le dijera? Si seguro se le caía la jodida alma al piso con la verdadera historia. Además, Anna quizá y me asesinaba si descubría que había abierto la boca con Emily y sin su permiso. Podía ser una tonta impulsiva y con cierto complejo de atención, pero las mierdas reales se las tomaba muy en serio y tendía incluso a retraerse con tal de no preocupar a nadie.

    —Muy bien, aquí tenemos libertad creativa —dije con energía renovada, mostrándole todo lo que teníamos para entretenernos—. Puedes vestirlos como te apetezca, en tanto, claro, no vayas a ponerle yukata y casco a alguno.
     
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