Amelie , al igual que Hitori hizo con Yuzuki sí ella hubiera llegado primero, yo hago lo mismo con Mao; sí es que hubiera llegado a ver lo de Rengo. Contenido oculto: Sangre en el agua Sangre en el agua; hielo en la brazas El despertar del Perro Celestial El sol alumbra todo, hermoso. Corría una brisa suave, fresco. Era un gran día, lo sentía... pero llegué ahí, ya no recuerdo todo, y la escena que me cubrió la vista me dejó paralizada. Como me paralicé al ver el cuerpo de Chikusa, como me medio paralicé al ver el cuerpo de Miko. El frío absoluto me invadió, me congeló la garganta y no dejó que nada cruzara hacía arriba. Una mirada vacía, como quien es capaz de viajar en el tiempo; ver a Rengo, a ese... tipo, chico... era confuso definirlo; pero ahí estaba. Herido, magullado; ridiculizado, doblegado; temblando, debilitado; indefenso, solitario. Y estalló, estalló. La frialdad absoluta que había conseguido, similar al momento en que maté a sangre fría para salvar a Kenzaburo mutó; porque ya no buscaba matar. Buscaba culpables, bucaba castigar. Castigo. Castigo. Castigo. Mi mirada, la sentí arder, sentí las llamas del infierno en mis ojos, los puños apretados como dos carámbanos furiosos. Solo podía escuchar el fluir de la sangre vertiginosa, el correr de mis pasos cuando escapé aquel día de los Taira, el miedo paralizante de la primera vez que vi a Kenzaburo. Pero él me ayudó; aquí no había nadie que ayudara a Rengo. Lo olía en el aire, lo veía en los ojos de la gente, lo sentía en la atmosfera. Kamakura era todo lo contrario a mi querida tierra natal, y eso era solo y únicamente culpa de la jodida gente que vivía en ella. Por eso eran tan fuertes, tan solitarios, y tan feroces. Pero los masacrarían a todos y los reducirían a cenizas cuando la gran guerra empezara; no por nada los Taira hicieron eso mismo con los Kobayashi. No me di cuenta, porque en mi mente llevaba la cara de una desquiciada; sonrisa amplia, altanera, como quien ve a puros insectos arrastrándose por su miserable vida, e iba a ser ella quien pisara a todos para liberarlos de su condena. Pero no, por fuera era la otra Masuyo que nunca veía, nunca aceptaba; Un Tengu Masuyo Kobayashi era un Tengu Por eso me temía. Un ave de rapiña; demonio perturbador y heraldo de la guerra. En un futuro que desconocía serían llamados "Protectores de las montañas y los bosques" Tengu 天狗 "PERRO CELESTIAL" Salí de mi trance cuando el vejestorio terminó de hablar, y como sí nunca terminara de procesar y almacenar todo a pesar de sentirme ciega, sorda o muda; hablé, me dejé llevar por la sensación que estaba totalmente fuera de mi comprensión... de mi control. —¿Qué mierdas acabas de decir, jodido y maldito humano?—. Me despersonalicé, no sentía nada más que ira y sed de justicia. Mis ojos vacíos, mi expresión apática; mi voz grave, gélida, pero firme y sonora. >>Golpéame a mi, vamos; sí te crees tan sabio y fuerte golpéame a mí—. Me acerqué al sacerdote, lo agarré de la tela que rodeaba su cuello con ambas manos, y lo jalé para verlo cara a cara, nariz contra nariz—. Porque yo sí soy un jodido demonio, no como ese niño de allá; yo soy capaz de devorarte a mascadas sí es necesario. Apatía, apatía, apatía. Muerte, muerte, muerte. Mente, caliente, caliente. Corazón, frío, frio. Una risa desquiciada a mis espaldas, y podía ver al dragón tirano por delante, apunto de tragarnos a ambos por igual. >>...de escupirte a la cara sí quiero, de masticar tú carne y regurgitártela en la boca, para después matarte de un solo corte y desmembrarte entero para ir a mostrarle esos restos a Kato, volcarlos en su dojo y decirle: "Listo, Kato; acabe con la maldición de Kamakura" Sí vuelves a tener otra me avisas. Yo me encargo. No dije nada más. Lo solté con parsimonia. Me volteé con la calmada de quien sabe, hace lo correcto. Tomé mi cabello, lo arrastré para que cayera por delante mío. Espalda despejada, esa que apenas tenía uno que otro rasguño. Por delante, los chicos tuvieron que haber visto cada cicatriz que yo misma me hice con precisión milimétrica. Y me desprendí de la parte de arriba de mis prendas, caminé un par de pasos para darle espacio y comodidad. Me arrodille como quien se disculpa de corazón, alma y mente. Como quien pide una plegaría, un milagro a los dioses. —Estoy lista— Solté gélida, apática; a ver sí un buen par de golpes me quitaban la culpa del pecho. O me apaciguaban las llamas gélidas del infierno. O impedían que fuera como hielo seco. —Y no te contengas, no vaya a ser que luego te arrepientas— No vendría ningún dios a salvarme. No vendría ningún héroe a rescatarme. No vendría ningún milagro por mi ayuda. Porque solo me tenía a mí: Masuyo Kobayashi. "La bendición del bosque pequeño" Ese era mi destino, decidido desde mi nacimiento. Y nadie lo cambiaría. Yo no estaba dispuesta a eso. Contenido oculto: Hanatare Tengu