Saitama Saitama

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 4 Marzo 2021.

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    Amelie

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    La ciudad de Saitama es la capital de la Prefectura con el mismo nombre.
    Es una ciudad de comercio marítimo, especializado en granos como el trigo y la cebada; por lo que Saitama está rodeada de campos extensos color ocre.

    A pesar de ser una gran ciudad, no esta fortificada o amurallada; al centró de la ciudad se levanta un gran palacio, lugar de residencia de la corte de la prefectura de Saitama.

    Es una ciudad abundante en riquezas; por lo que su guardia siempre vigila las calles y los campos, es un sitio que a pesar de no estar amurallado, su guardia es bastante respetada por imponer justicia directa a órdenes del señor feudal, sus métodos llegan a considerarse algo radicales, pero la gente en Saitama vive segura.




    Gobierno:
    Una ciudad envuelta en riqueza, con un gobierno mercantil.
    El señor feudal responde al Imperio; pero su guardia no responde ante el clan Taira.




    Puerto:
    Lleno de embarcaciones principalmente mercantiles, aunque también tiene su sección de barcos de pesca.




    Mercado:
    Se especializa en instrumentos musicales y abanicos de alta calidad, muchos artesanos están orgullosos de sus creaciones.




    Sitios de interés:

    Shukusha:
    El hostal está justo en una de las entrada a Saitama, alejada del bullicio de las calles.

    Santuario: Budista. El monje que reside en aquel santuario es uno de los preferidos por el Emperador. Por lo tanto es muy famoso y muy respetado.

    Casa de Armamento: Se especializa en naginatas y kodachis.

    Dojo:
    Sitio perfecto para entrenar con naginatas y kodachis.

    Comercios: Cada uno ofrece algo distinto.

    Clínica: Sitio que es muy frecuentado por los campesinos.

    Herbolaria: Otro sitio muy frecuentado por campesinos.

    Oyaji: El sitio ideal para personas que viajan con suficiente dinero para una estancia más placentera y de gran calidad; se especializa en sus baños termales y sus masajes.

    Cuartel: Lugar dónde los guardias descansan y planean las guardias de todo el día. Un sitio muy frecuentado, muchos jóvenes de Saitama se enlistan para el examen de admisión a la guardia. A diferencia de otras prefecturas, en este sitio no aceptan a cualquiera.

    Palacio: El sitio dónde vive el señor feudal, su familia y su corte. Ninguna persona de bajo linaje podrá entrar.
     
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    Amelie

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    El rol de Mao proviene de Kai






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    Mao guio el camino; apresurando el paso de los caballos con fuerza; para Murai ya era evidente el destino que les esperaba a aquellas criaturas; llegaron a la ciudad de Saitama al amanecer, cabalgando a marcha forzada por medio día, sin dormir ni detenerse a descansar; incluso en el camino encontraron a un bandido que trató de robarles aprovechándose de un ciego y una niña, pero Mao lo eliminó sin problema; aun así no evitaron el cansancio que esa pelea y el viaje les daba; llegando a la ciudad sumamente agotados.

    Murai no mencionó mucho en el camino, sólo lo necesario; estaba agotado y se le notaba aburrido, algo que para él era el peor de los castigos —Quiero beber sake, mi garganta necesita cariño—mencionó Murai sonriendo —Una manera de recordarle que permanece pegada a mi torso.

    Mori tu decides que hacer ahora. Si llegan a tener una pelea tienen un detrimento de de -3 de defensa [agotados] para recuperarse deberían dormir, eso los despertaría a medio día.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Más o menos así me imagino a Masuyo ahora


    Masuyo/Mao

    Había demorado en percatarme de que liberar a Murai podía significar problemas debido a que sería un acto de traición, ¿cómo no me había percatado antes? Hasta Kenzaburo tenía que lidiar con gente llenado tras su cabeza por dejar a los Taira, siendo que ellos lo arrinconaron primero. Me frustraba, porque era consciente de que sí no andaba con cuidado las cosas podían salir muy mal. Por ello mismo, decidí por cuenta propia que lo mejor sería evitar tanto terreno Taira como a los aliados de los Minamoto; a los primeros, porque eran un asco de por sí, pero también quería intentar que Murai dejara de depender de ellos, de querer brindarles honor. Eran obvios los motivos por cual evitaba terreno aliado de los Minamoto; tanto Masuyo como Ryouma estarían rezagados a solo ser recuerdos en lo más profundo de mi memoria. Mao no me convenía sacarla a flote, porque era algo muy preciado para mí, era la hija de Kenzaburo, su niña; no mancharía el esfuerzo y todo el amor que él me brindó volviendo a recurrir al nombre de Mao para ocultar mi pasado.

    El pasado no se ocultaba y ya está, siempre sale a la superficie en los peores momentos, con o sin recuerdos, así que solo queda aceptarlo y luchar con y por él, para el mañana.

    Di un pesado suspiro a la información que me entregó Murai, los caballos habían hecho su mayor esfuerzo, y me dolía en el alma que por mis putos errores ellos pagaran con su vida. Pero bueno, así funcionaban las gerarquías; mamá perdió a sus hijos por ello, y papá perdió a mamá por el mismo error. Yo no... no quería volver a cometer la misma estupidez.

    Sí quería a mis cercanos vivos, debía saber qué arriesgar, que sacrificar y qué era lo más esencial en todo esto. Sí quería priorizar la vida, tenía que sacrificar las emociones. Siempre estuve dispuesta a todo cuando de salvar y ayudar a otros se trataba... así que supongo que en el fondo seguiré siendo Masuyo...
    Una bendición para el mundo.
    Ahora que mis hermanos habían muerto,
    era mi deber vivir por ellos.
    No ser ellos: Demostrar que sus vidas valieron la pena, no importa que no hayan logrado ser nada más que críos en menos del inicio de su aprendizaje.

    —Perdóname Murai —musite luego de dejar a los caballos pastando, no volvería a por ellos, me buscaría otros. Guiaba a Murai sosteniéndolo con ligereza del brazo, aún cojeaba y debía doler horrores, pero al menos nos ahorramos gran parte de la caminata a pie—, sigo siendo una egoísta —hablé sin vacilar, pero mi voz era demasiado baja, agotada, pero no deprimida. Tampoco arrepentida

    Tan solo... sentía que todo era injusto, no quedaba de otra que afrontarlo.

    Entonces alcé la vista, determinada, con mi expresión de seriedad algo enfadada; pero había algo diferente, no sabría decir el qué, pero no era la mirada de una cría temerosa que le morderia la mano al primer desconocido que se le acercara... Supongo que Kenzaburo diría que era la mirada de una mujer decidida.

    Eso logró adornar mis labios con una sonrisa ladina, tan solo el mero recuerdo del hombre me devolvía todas las ganas de vivir, me recordaba que estaba viva: Que valía más de lo que yo misma podría admitir nunca, aún más difícil en voz alta.

    Admitirlo con sinceridad, porque para soltar mentiras y blasfemias era muy buena, un par de cosas aprendidas de Kenzaburo sin que él quisiera, supongo.
    —Jeje —solté poco después, para hablar a un tono normal, confiada y sonriendo, con la voz de crío que me salía con suma facilidad—, estimado Shio —volví a cambiarle de nombre como quien cambia de prenda.

    "潮"​
    Marea...
    Tsu sería inolvidable.
    >>Lo llevaré al mejor Shukusha de la zona —hablaba enérgico y animado, alegre y cordial, sin dejar mi labor de ser su lazarillo—, ¡Comeremos un buen arroz y dormiremos como perros repletos de sabrosa carne...! Je —solté con algo de lastima real al final, cosa que se reflejó en mis cejas arqueadas con pena, siempre con la vista en frente—, claro, la carne tendremos que imaginarla, ¡pe-pero solo arroz es más que suficiente para conquistar el mundo! —exageré que daba gusto, siendo muy expresivo, como nunca era con normalidad. Siempre quedándome en sonrisas cordiales o miradas asesinas.

    Era aburrido ser siempre así.
    >>Y claro, y descansarás mientras yo busco otro par de caballos que comprar, o negociar, pero almorzaremos juntos, ¡Touya siempre cumple su palabra! —dije lo último a ojos cerrados, golpeándome el pecho logrando hacer un ruido seco: Orgulloso.

    El resto del trayecto lo hicimos en silencio.

    Almorzar, que descanse Murai y ver cuánto me dan por caballitos, o que tengo que hacer para conseguirlos uwu <3

     
    Última edición: 5 Marzo 2021
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    Amelie

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    Afueras de Saitama
    [Mao; Murai]


    Murai escuchó las palabras de Mao; nueva ciudad, nuevo nombre; para él aquello era usual. Él fue el hombre de mil rostros después de todo. Iba a callar, ese era el trato, uno que planeaba respetar; pero no pudo mas.

    —No debes disculparte por ser egoísta, estamos solos en el mundo, es necesario ser egoísta para no ser devorado — dijo avanzando a su lado, bastante fatigado —Y conmigo no has sido egoísta; me has liberado a costa de ser descubierta; y lo has hecho sólo por querer escuchar mi historia, pues ahora sé que no serás mi discípula —mencionó con una voz tenue y monótona —Has perdido más de lo que has ganado ayudándome; y por eso accedí a tus reglas. Callé, canté y obedecí en Kai.

    Murai caminaba con dificultad, el recuerdo de las palabras de Riku lo hicieron sonreír, pues ese niño era tan sádico como él, incluso como Kirara, eso le parecía entretenido—Touya —dijo sereno —¿Cuál es el plan de ahora en adelante? —preguntó algo fastidiado — Pensé que querrías aprender de mi y luego dejarme; pero veo que no es así ¿A dónde me llevas? ¿Por qué me estás matando con este aburrimiento? —su desesperación era palpable.

    Talló con suavidad sus párpados cubiertos por una tela blanca, ocultando la ausencia de ojos —Te escuchas entusiasmada; pero yo no lo estoy, no quiero ir a otro shukusha a cantarle a señoras, no es el papel que me gusta interpretar. ¿Buscas humillarme? ¿Por eso me has liberado? ¿Es este un plan de tortura ideado por Kenzaburo o Hideyoshi?

    Mori los caballos cuestan 150 monedas; puede ir a un establo a comprarlos :3
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo

    Estamos solos, no ser devorados... Mi mirada se entrecerró, mis labios se apretaron y cabizbaja seguí guiando a Murai, con la maestría de quién no es capaz de mirar más allá de su desenlace contra el suelo. La garganta se me había cerrado como sí tuviera una soga tirante rodeándola, como dos grandes manos apretando justo en el lugar exacto con sus pulgares; yo sabía dónde quedaba, aún con mi tamaño y fuerza, apretando los lugares correctos, me veía capaz de ahorcar a un hombre feroz. Con las mujeres se usaban otras estrategias.

    Sus siguientes palabras lograron traerme de vuelta, alcé la mirada, no vacía, pero sumamente amarga. Mantuve el silencio, esperando a que terminara de hablar, pues era incapaz de formular una respuesta espontanea. Una simple frase me había derrumbado por completo, con la misma severidad que tuvo que haber sido para mi padre ver su amado bosque reducido a cenizas. La imagen me hizo apretar con fuerza el brazo de Murai, con el que lograba sostenerlo y brindarle un poco de apoyo; fue una acción inconsciente, mientras inhalaba hondo y afilaba mi mirada a plena luz de la madrugada.

    "Te escuchas entusiasmada" Ahí exhalé lento y suave, desinflando el pecho y aflojando el agarre al punto en que volvió a la fuerza usual que usaba. Una reacción silenciosa, el ahorcar de una serpiente, no era necesario abrir la boca para significar un peligro; mirar a los ojos para observar las verdades, alzar el puño para dar un golpe bajo. Los sentidos siempre eran mucho más de lo que sentíamos, valga la redundancia, de buenas a primeras.

    —El plan de Hideyoshi era mantenerte en esa celda de por vida —logré hablar monocorde, en un tono que no involucrara terceros chismosos; con severidad, la voz cargada con un sentimiento que era difícil discernir, pero era claro que tranquila y calmada ya no estaba. Enfado, supongo que estaba en verdad enojada en ese momento—. No tengo idea de lo que habrá querido Kenzaburo...— Y miré el suelo, entornando la mirada, haciendo lo posible por mantener el ritmo que llevábamos sin largarme a llorar como una cría. Inhalé hondo alzando mi mirada cerrada al cielo, sin detenerme en ningún momento, exhalé despacio para volver a encarar el frente—, pero estoy seguro que no le hacía ninguna gracia verte así—. Volví a afianzar el agarre en su brazo, pero no llegaba ni cerca a ser igual que la otra reciente ocasión, este era mucho más suave a comparación. Mi mirada se aseveró y el aire exhalado fue casi un bufido—, porque a mi me daba puta rabia ver a un herido así—. A pesar de todo, logré mantener cierta calma, como también logré que la voz no se me quebrara, como también conseguí sortear el llanto.

    Nunca me gustó que la gente me viera alterada, nunca.

    >>Y bueno... No busco humillarte, no es mi pasión destruir orgullos ajenos—. Lo miré de reojo, al parecer mi ceño fruncido con severidad no se saldría tan fácil desde ahora. Aparte, estaba prácticamente murmurando, tal vez por que era consciente de que mis palabras no las consideraría aptas para todo público—. Es nefasto recurrir a ello —continué monocorde, para luego volver a centrar la vista al frente. De momento sentía control sobre mi misma, pero era una mierda de todas formas—, pero aún así; la única manera de mostrarte fuerte frente a una persona idiota, es fingir tener más fuerza, soberbia o cualquier cosa que juegue con las emociones nefastas del otro; tú debes ser un experto en ello, así que poco saco si quiera intentándolo.

    Guardé silencio un momento, tal vez por el simple hecho de que yo misma debía descansar. Cerré los ojos, caminando con el mismo paso calmo que llevábamos, a ciegas los dos.
    —No... no quería verte muerto, Murai; porque odio la muerte, porque deseo salvar a las personas —seguí hablando bajo, manteniendo tras un gran esfuerzo la templanza en mi voz y tono, andrógino. Miré de reojo el frente, algo cabizbaja, dejando que el flequillo cubriera mi rostro—. Yo no te pedí que cantaras con esas señoras, solo te pedí que guardaras silencio... Y sí pedí algo más, lo siento; los detalles se me escapan, siempre pasa, así que lo esencial es saber amoldarse a las desgracias —terminé diciendo lo último con la frente en alto, la cara seria y sentía que volvía a tener el control sobre mis emociones...

    pero esa era solo una mentira más.
    —No estoy segura a dónde vamos, y no es que quiera rechazar tus enseñanzas, nunca he dicho eso; solo deseo alejarme un momento del sur, no lo sé, creo que tan solo me estoy guiando por mi instinto, al igual que la aves migratorias se guían por el viento...

    Vi el Shukusha a lo lejos, para luego soltar un suspiro ligero, cargado de cansancio.
    >>Quiero mis raíces de vuelta, Murai; quiero volver a dónde aprendí todo lo que sé... No a mi hogar en sí, quiero enseñarte... mis tesoros más preciados; pero no sé dónde encontrarlos, o sí siquiera existen hoy por hoy.

    Quiero conocer la pesadilla que vio papá.
    Quiero enfrentar aquel pasado abrazador.

    Aquella fría tarde...​
    donde todo acabo...
    O eso creíamos yo y alguno de los Taira.
     
    Última edición: 6 Marzo 2021
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    Capítulo I

    理解 Rikai — Entendimiento


    Fuera del Shukusha
    [Mao; Murai]


    Murai afirmó ante lo que escuchaba de la pequeña; antes de poder responder un hombre chocó hombro con hombre con Murai, este se hizo a un lado y discretamente recibió una misiva en su mano. El hombre se alejó a velocidad, mientras Murai sujetaba la misiva en sus manos con fuerza; pero no la suficiente como para arrugarla.

    —Buscar en tu pasado siempre es doloroso —mencionó —Aquellos que no podemos visualizar un mejor futuro siempre regresamos a los recuerdos dónde nos sentíamos plenos y tranquilos. Sigo sin entenderte pequeña....— dijo con franqueza —... no sé por qué eres tan obstinada en protegerme, mas allá de que no me querías ver morir —sonrió y le entregó la misiva —Por esta razón me aferro a la vida— dijo entregándosela —Ya no puedo leerla ¿Podrías hacerlo por mi?

     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo

    Mi mirada se afiló con severidad sobre el hombre que chocó contra Murai, de no andar sosteniéndolo una de mis manos habría acabado sobre el mango de mi katana. Pero el hombre misterioso no demoró en marcharse lejos, y Sugita no Murai no se alteró en un solo momento, sereno como era. Lo entendí de inmediato, Kenzaburo también tenía su par de aliados, a veces ocurría, muy pocas veces... Creo que nunca había conocido a su real y más leal informante... eso estaba bien. Así es como debía ser, o sí no, no podrías defender la información preciada y oculta que portabas; ese hombre había cometido un error, y ese era haberme dejado verlo.

    Idiotas.
    —No planeo volver a mis días plenos e inolvidables, tranquilos —hablé con real estoicismo esta vez, con la voz grave normal, monocorde y sin perder el deje de suavidad; la suavidad que, quería creer, en verdad me caracterizaba. Pero vaya a saber uno, ya a estas alturas poco me importaba qué era o cómo era. Inhalé con un poco de fuerza, haciendo sonar con suavidad el aire que entró por mi boca, para luego exhalarlo por ahí de manera casi imperceptible, atenta a las últimas palabras de Murai.

    Ahora mi ceño solo estaba un poco fruncido, mis ojos entornados nada más por el agotamiento del viaje, toda mi expresión gritaba sobre una seriedad irrelevante. Leí la carta y mis pupilas se contrajeron, mis parpados se abrieron; había soltado a Murai para poder afirmarla con ambas manos, pero no demoré en doblarla y esconderla entre mis propias ropas, para luego volver a aferrarme al brazo de Murai, aun sin ninguna expresión en especial.

    El silencio que mantuve fue corto, un silencio en el que procesé lo que había leído y qué significaba eso para mí.
    —Serás un hijo de puta, Murai —siseé con una sonrisa ladina, ojos entornados casi con placer—, podrás intentar derrumbarme emocionalmente, intentar hacerme enloquecer—; lo guie a un callejón de la ciudad, uno cualquiera, algo oscuro y no poblado en ese momento.

    Lo acarralé sin problemas contra la pared, pues era el quién se dejaba. Lo agarré de la parte alta de su kimono, para tironearlo y parame de puntillas, para murmurarle en toda la cara encarando gustosa la expresión que llevaba, independiente de no poder verlos a los ojos.
    >>Pero escúchame bien, Murai; no me he arrepentido de ninguna puta mierda que he hecho hasta ahora en Kamakura.

    Y lo solté, volviendo a aferrarme ahora al otro brazo, el izquierdo, aquel que no acompañaba su pierna herida; tendría que ejercer real fuerza ahora en ella, y dolería. Volvimos a la luz del día, de la calle concurrida, yo caminando con una sonrisa ligera, tan sobria como mi mirada.
    —Cuando tengamos la privacidad del Shukusha, leeré la carta; mientras, te explicaré mi plan —informé monocorde, ya sin rastro de algún mal sentimiento, se notaba en mi tacto, pero seguía siendo muy perra de mi parte obligarle a ejercer más presión en su pierna mala al cambiarme de posición; eso se lo ganaba por querer seguir destruyendo mi corazón, estúpido malparido.

    >>Vamos a ir a la prefectura de Fukushima, Shio —hablé con calma, con cierta suavidad y condescendencia, aunque lo último debía ser mera ilusión, nunca era muy condescendiente. Lo miré de reojo al decir eso, pero no demoré en devolver mi vista al frente—, a mi pueblo de seguro lo redujeron a cenizas, pero no somos los únicos que vivíamos entre árboles, barrancos y arroyos. Es un lugar hermoso, te lo puedo asegurar; por ello sé que te servirá para acostumbrarte a tu ceguera.

    MAO

    Guarde solo un par de segundos el silencio, para que procesara lo dicho. Lo miré de nuevo un momento de reojo.
    >>Aves, otros animales salvajes; ríos, la brisa de los árboles; personas ocultas, montañas desmoronándose como sí caer contra alguien fuera ley de vida—. Sonreí orgullosa, amplio, pero mi mirada seguía sin reflejar algo en especial, solo calma. Mi voz nunca se tornó soberbia—. Siempre intentamos tener buenas migas con el resto de pueblos en el bosque, al ser nosotros los que más altos en la montaña estábamos, pues bueno; era difícil llegar hasta donde vivíamos, así que siempre estuvimos aislados, sin demasiados recursos, así que tener buenos lazos con las comunas cercanas era esencial para nuestra sobrevivencia.

    Y mi mirada se aseveró, se reflejó en el sutil cambio en mi voz; ahora más baja, murmurante y grave.
    >>Tendrás que decirme todo lo que sepas sobre Gendo Taira, sí puedes conseguir información de su ubicación pues mucho mejor; hay que evitar un encuentro con él a toda costa, dudo que siga perdiendo su tiempo en Fukushima—. Inhalé sonoro para luego suspirar pesado e imperceptible—. Lo que quiero, Murai, es descubrir que ha sido no tan solo de mi pueblo destruido; necesito saber sí nuestros aliados de por vida en los bosques, esos pueblos tan irrelevantes e insignificantes como lo fue el mío, siguen en pie y apoyándose entre ellos.

    Fruncí el ceño con fuerza, decidida, siempre hablando bajo; ¿sumisa? Supongamos que sí.
    —Somos pocos, de seguro somos débiles, sin los otros no somos capaces ni de sobrevivir un invierno, no importa lo compasivo que sea este; somos gente dependiente de la benevolencia, pero no somos nada...— Sonreí con sorna, entornando la mirada orgullosa, alzando el mentón—, no somos nada unos debiluchos, a pesar de que dije que éramos débiles; tenemos fortalezas que las grandes comunas pierden con el tiempo, tenemos una unión que los grandes clanes desconocen cuanto más grandes se vuelven.

    Lo miré de reojo, con una sonrisa sutil y viperina.
    >>Somos un bosque, y los Kobayashi solo eran la parte rebelde de ese bosque.

    Y entonces volví a enfrentar mi vista al frente; al futuro por delante, dándole sin miedo la espalda a mi pasado. Podían apuñalarme, tal como lo hice con el discipulo de Murai en Tsu, pero yo no estaba sola.

    Murai estaba ahí para cuidarme,
    como yo lo cuidaba a él:
    Quería confiar en esa afirmación,
    y eso haría.

    Ryouma
    —Tus enemigos no son lo Fujiwara, hombre; Quienes te obligaron matar a tu hermano fueron los Taira, los que obligaron a tu hermano a cometer traición fueron los Taira; quienes obligaron a los Fujiwata ir a por ti, fueron los Taira...

    Sonreí amplio, manteniendo cierta jocosidad, hablando bajo, sigilosa, durante todo el trayecto para que ningún tercero intruso nos descubriera.
    >>Quienes mataron a mi familia no fueron los guerreros Taira, tampoco fue un Sugita; quién llevó mi bosque a nada más que sangre seca y ceniza despiadada fue Taira no Gendo.

    Me detuve, obligándolo a detenerse. Me puse por delante de él, llevando mis manos a sus hombros, lo obligué entonces a encorvarse, con mi sonrisa socarrona y sutil en los labios.
    —Para mi eres tan solo Sugita no Murai —susurré a su oído, algo melosa—, un pobre niño al que le arrebataron a su hermano, un pobre niño que ya no sabía qué defender, un pobre ingenuo que piensa que con la muerte librará su corazón, que con la muerte recompensará algo.

    Me alejé un paso de él, irguiéndome con rectitud, manos tras la espalda. Lo miré con firmeza, con una suave y sobria sonrisa en los labios.
    —Estimado Shio, ¿seguro que tiene a los enemigos correctos?— Volví a mirar el frente, caminando con lentitud para adentrarme al Shukusha, siempre atento de que Murai pudiera seguirme por la voz— Sí lo deseas, te puedo enseñar un mundo distinto, una perspectiva más compleja; caminos sin recorrer, miedos sin superar...

    Lo miré por sobre el hombro, extendiéndole mi mano para que la tomara, o yo tomarlo a él en caso de que estuviera lo suficientemente cerca.
    >>Vamos a Megumi no Mori, para que aprendas mi destino; vamos a Iyashi no Mori—. Me aferré con firmeza a su brazo otra vez, esta vez de manera en que sí le fuera un alivio para caminar, con suavidad a pesar de todo—, para poder curarte de tu verdadera ceguera... Shio; no permitiré que tirar mis esfuerzos por la borde, ni que te arrebaten de mi lado —sentencié con calma, sonriendo con sutileza, fue casi un murmuro ilegible, pero sabía que él lo escucharía a la perfección.

    Touya
    Entonces nos acercamos al recepcionista, al cual no demoré en sonreírle amplio y risueño, volviendo a mi papel de crío.
    —Una pieza para dos, o solo para uno, lo más barato, por favor —exclamé calmo con mi voz de crío inocente, para luego sostenerle la mirada con sobriedad—; en esencial es para que mi compañero ciego descanse un rato. Yo quiero ir a por caballos antes que nada, ¿sabe dónde los venden?
     
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    Amelie

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    Callejón
    [Mao; Murai]

    Murai escuchó el sonido del papel para luego sentir nuevamente el brazo de Mao sobre el suyo, no le gustaba ese sentimiento tierno hacia él; pero ahora sin su vista dependía de ella para que le dijera el contenido de la carta, algo que esperaba leer ya hace varias lunas. Se dejó guiar para escuchar el plan.

    Sonrió —Bien, iremos a oír pajaritos y correr en el bosque, está bien; me atendré a ello, quieres cerrar tu vieja historia, lo entiendo, te acompañaré — soltó una risa, era algo molesta —Los Fujiwara son mis enemigos, aun no entiendes bien, ellos son mi Gendo. Y de él no pienso darte información, eres muy impulsiva; no voy a indagar en las cosas de uno de los hombres mas peligrosos del clan Taira; no hablé demasiado con él, no lo hice con muchos del clan; cada quien tenía su rama, y yo siempre fui feliz solo en la mía. Pero puedo decirte que Gendo pertenece al clan Taira; pero su apellido es Mori, si te sirve de algo.

    Sacudió la mano de Mao, separándola de su brazo —Entiende pequeña, a mi no podrás cambiarme; podrás ver en mi un niño, ve lo que quieras. Pero soy un adulto, uno consciente, uno bastante listo aunque me subestimes ahora que estoy ciego y cojo —ella se separó y avanzaron al shukusha —No tienes nada que enseñarme; yo no quiero aprender de la compasión y el perdón; si quisiera hacerlo hubiera buscado a Takeda hace años, lo hubiera ayudado, no lo hice. ¿Sabes por qué? —se acercó a su oído para susurrarle — Porque disfruto matar.

    Se alejó y sonrió —No has desperdiciado nada, salvaste mi vida; me diste más tiempo.

    [​IMG]
    Shukusha
    [Mao; Murai]


    La recepcionista los miró sin ninguna sonrisa, se le notaba cansada —Lo siento señorita; el shukusha está lleno. Un clan ha apartado todo el sitio para ellos. En cuanto a los caballos; puedes ir a algún establo a las afueras de la ciudad, siempre andan vendiendo caballos fuertes.

    Murai sonrió —¿Podemos saber el nombre del clan?

    La recepcionista se acercó para susurrarles —El clan Hojo.

    —Ya veo — mencionó Murai avanzando hacia el interior; pero la mujer lo detuvo.

    —Señor; son hombres peligrosos, no debería provocarlos— mencionó mientras Murai la alejó, obligándola a soltarla.

    "Yo también soy un hombre peligroso" pensaba Murai, quien sonreía a pesar de caminar con cuidado con las manos por delante para no chocar con nada.

    Mori puedes detenerlo con un dado de 20, siendo de 10 o superior a este.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    No se reflejó en la fuerza con la que lo sostenía, pero mis gestos se habían arrugado en la más fuerte y sinuosa furia: labios apretados, ojos entornados y el aire contenido. Estabas excediendo muchos límites para ser un ciego, desagradecido.

    Caminé con rectitud, estoico, sintiendo la furia arder en la boca de mi estómago. Mi mirada se mantuvo apática, mientras oía el lloriqueo de un hombre viejo. Me había equivocado, sí, pero no sería un error en vano; no podía desperdiciar ninguna valiosa oportunidad, Murai Sugita era en sí una oportunidad, una peligrosa arma, una gran defensa: Porque era un ser humano, y estaba vivo...

    Porque disfruto matar...

    Solté un pesado suspiro, ligero, cansado. Fue lo único que se escuchó de sobre manera. ¿Me había puesto los pelos de punta y tensado? Sí, casi tan fuerte como una filosa espada. Maldito hijo de... Eras mucho peor que yo, no podía...

    Dejarte vivo...
    Ya he matado malagradecidos,
    estúpidos y

    cerdos soberbios como tú.

    Entonces entramados al Shukusha, a duras penas había logrado mantener la sonrisa y tal, los buenos animos... Pero fue cosa de que él hablara de más con la recepcionista para que yo misma destruyera toma mi fachada como sí nada, como a quién se le cae la máscara que porta, me deje al descubierto a posta. Lo seguí con pasos amortiguados, mi mirada era de suma seriedad, pero ninguna de mis facciones estaba arrugada, solo tenía los ojos un poco entornados.

    Miré de reojo a la recepcionista, luego toda mi atención cayó en Murai, mientras mantenía mis manos ocultas entre mis prendas, todo en una velocidad vertiginosa, imperceptible y silenciosa: De muy alegre pasé a parecer una indiferente total, pero eso era solo la superficie, en realidad cuidaba el más mínimo movimiento del engendro del demonio ese.

    Son hombres peligrosos

    Y la ignoro.
    El maldito desgraciado acaba de ignorarla.
    Hey, grandísimo idiota —solté con la voz más grave y profunda que tenía, bajando hasta el tono más masculino que podía obtener, lo peor es que sonaba genuinamente normal, natural; mi mano con rapidez había ido a parar a la tela que cubría su espalda, me aferré a ella con la misma fuerza que me aferraría a la rama que me salvaría de caer a un barranco.

    Cuando lo sostuve apliqué fuerza en mis piernas, para poder así intentar detener su caminar. Seguí hablando fuerte y claro, monocorde: Estoico y solemne, entornando cada vez más la mirada; afilandóla.
    >>¿Tienes demasiada cera en tus putas orejas, o eres demasiado idiota para entender lo que dice la señorita?

    Entonces miré a la recepcionista, una mirada firme, alarmante.
    >>Aléjese —demandé, sin ninguna pizca de alteración en la voz; sin prisas, carente de miedo alguno.

    Como había agarrado a Murai con la izquierda, mi otra mano quedó libre. Con sumo sigilo tomé el mango de la katana, la desenvaíme en silencio solo lo suficiente para que la mujer entendiera que era real, que esto no era un juego.

    Mi mirada ya ataba clavada en la nuca de Murai otra vez, como sí con solo verlo tuviera poder sobre él.
    Esos tipos adentro no son los únicos peligrosos —musite con calma, dirigiéndome a la mujer sin mirarla, el ceño fruncido con ligereza—; Escúchame bien, hijo de perra —seguí hablando con una voz grave, pero cada palabra dicha se tornaba más y más fría—. O dejamos este local en paz ahora, o...

    Guarde silencio, cerré mis labios por completo...

    Lista para la batalla.
     
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    Shukusha
    [Mao; Murai]


    La recepcionista se escondió, no podía abandonar su negocio, eso la deshonraría después.

    Murai se giró ante Mao que lo había frenado, no pudo hacer nada para detenerla, estaba debilitado y su fuerza bastó para impedir que siguiera avanzando. La escuchó y su frustración era palpable —¿Es a esto a lo que quieres llegar, niña?— inquirió.

    —¡Si no confías en mi es mejor que termines ahora con todo esto! — estaba molesto, estaba gritando— Pero si planeas matarme ahora al menos lee la carta; así al menos me voy de este mundo escuchando las palabras de alguien que si me respeta —se cruzó de brazos.

    —EH, ¿Qué está pasando aquí? — un sujeto que salió deslizando una de las puertas con fuerza hasta azotarla, no se le veía molesto pero su fuerza demostraba que lo estaba. Su presencia era imponente. Parecía estar dispuesto a atacar antes que seguir preguntando.

    [​IMG]

    —Calma Kozaemon— mencionó un hombre que caminó detrás suyo colocándole una mano en el hombro; este la quitó de inmediato.

    —No me toques— mencionó Kozaemon, el hombre intimidante.

    El otro hombre en cambio, parecía más amable; con una sonrisa ligera en el rostro

    [​IMG]

    Observó a los presentes, Mao y Murai.

    —Kotaro; Kozaemon— mencionó Murai.

    Kotaro, el hombre tranquilo abrió los ojos para mirar a Murai —¿Qué es este rostro? —rio levemente.

    Kozaemon se acercó a Murai —Cría cuervos y te sacarán los ojos

    —Vaya, que gracioso, no sabía que Kozaemon tenía algo de humor —mencionó Murai

    Kotaro se acercó también para sujetar a Murai por los hombros —Si puedo tocarte es que no eres un yurei —miró hacia abajo para encontrarse con Mao.

    —¿Quién es esta mujer?—preguntó Kotaro.

    —Se llama Kagero —mencionó Murai; era un nombre que ya había pensado para Mao, uno que quedaba para ella, en ambas variaciones de significado, incluso en la versión masculina, Kagerou—Es mi nueva aprendiz

    —Tus aprendices son débiles —mencionó Kozaemon con una sonrisa mientras se cruzaba de brazos.

    —No serán tan fuertes; pero al menos no son estúpidos como los tuyos mencionó Murai mientras Kozaemon lo sujetó del cuello de su yukata blanca, la cual seguía usando desde que salió de Kamakura —¿Vas a golpearme? ¿En serio? —inquirió burlón mientras Kozaemon lo soltaba.

    Kotaro y Kozaemon miraron a Mao.

    —Planeo descansar aquí, no me importa que compraran cada habitación, yo estoy cansado; Kagero también — mencionó Murai mientras Kotaro afirmaba con una sonrisa.

    —Toma la habitación que gustes —mencionó Kotaro.

    Murai le indicó a Mao que la siguiera, así buscarían una habitación dónde él podría descansar.

    Mori +50 exp por frenar a Murai
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Ryouma

    Entorné los ojos, frunciendo más el ceño, aún con una voz demasiado grave que, independiente sí quisiera o no, era incapaz de deshacerme de ella.
    —¿Qué que quiero, preguntas?— Dejé salir el aire por mi nariz con suavidad, sin soltarle la prenda de momento—. Quiero salvar a cada jodida cosa que intentes matar—. Y entonces una sonrisa ladina acompañó mi ceño fruncido, mi voz sonó más divertida, pero sin dejar de lado cierta vibra de peligro—, ¿no suena a un buen entrenamiento? Sabotearnos a ver quién gana primero.

    Entonces escuché sus últimas palabras enfadadas; joder, dioses, que nenasa. De cualquier forma, había aflojado mi agarre en su prenda, hasta terminé por rodar los ojos con hastío y toda la cosa; le iba a responder, pero justo fuimos interrumpidos por...

    Joder.
    Solté a Murai, me aferré con más fuerza a la katana que ahora estaba envainada al completo, mi otra mano estaba por delante de la que sostenía el arma; bajé mi centro de gravedad solo un poco, movimiento mis pies de manera casi imperceptible, lista para saltar a lo que fuera necesario, manteniendo la seriedad en mi rostro. Pestañeé una, dos... mi rostro serio, ceño fruncido con severidad, labios tensos en una expresión impasible; noté sin problemas el tamaño y silueta del hombre enfadado.

    Me recordaba a Kenzaburo y todo.
    Mi mirada entonces fue a caer en el segundo en salir, su acompañante al parecer, todos mis gestos se relajaron en cuanto el tipo de peculiares cabellos le pidió calma a su compañero; me erguí con rectitud, guardé una mano entre mis prendas y aunque me demoré un poco más, terminé por colocar la mano que sostenía mi katana entre mis prendas.

    Me quedé quieta, aun con la mirada seria, y a pesar que se mantenía fruncido mi ceño estaba más relajado. Mi mirada viajó de acá para allá, estoica, mientras estos hombres hablaban como sí se conocieran de toda la vida. De seguro era algo así...

    No, el tal Kotaro no le conocí... Ahg, tan confuso; fruncí un poco más el ceño otra vez, esforzándome por no perderme en el hilo de la conversación.

    ¿Qué quién era? Mis ojos fríos y cortantes sostuvieron sin pizca de duda o temor la mirada tranquila del de cabello corto, mantuve esa posición todo el tiempo que Murai explicó quién era yo. Hice una leve reverencia con la cabeza a Kotaro, en cuanto Murai dijo que era su nueva aprendiz.
    "Pero el no parece muy contento con eso" Ni yo sé cómo contuve la sonrisa socarrona y soltar aquel pensamiento intruso en voz alta, la cosa es que cuando erguí otra vez mi cabeza, a los pocos segundos, seguía tan seria como una piedra.

    Con calma y la misma mirada que usé en Kotaro, mis ojos cayeron sobre Kozaemon. Vaya~, ¿alguien quería robarse el puesto de persona más cansina y molesta a Murai? Miré de reojo a Murai, conteniendo el impulso de enarcar una ceja ante sus palabras.

    Pero en vez de eso terminé frunciendo el ceño con severidad, mi mano volvió a viajar al mango de mi katana en cuanto el engendro tomó del cuello a Murai, todo hecho en un absoluto silencio por mi parte; usando la ruta más corta, imperceptible y silenciosa. Solté mi arma en cuanto las dos miradas cayeron sobre mí, dejando mi brazo derecho colgando tal liana y el otro guardado entre mis prendas.

    A pesar de que Kotaro sonreía, mi gesto seguía congelado en la misma expresión; apatía, hastío, seriedad e irritación leve.

    Kagero
    Antes que Murai avanzara, le mandé un fuerte codazo a su costado derecho, entre las costillas y la cadera, hundiendo mi propio hueso en su zona más vulnerable. Fruncí un poco el ceño, notando que músculos no le faltaban. Vaya mierda.

    —No he conocido a ningún discípulo de... este hombre como tal —logré contenerme de soltar su nombre casi de milagro. Mis ojos seguían clavados en los otros dos por igual, hablando fuerte y claro, tranquila y monocorde, con mi voz grave más natural, pero no la original—; pero sí de algo estoy segura...— Me llevé las manos a la cintura, erguida con rectitud, alzando un poco el mentón mientras mis ojos se enfocaban en el gigantón de Kozaemon—, es que no existen malos discípulos.

    Entonces miré de reojo a Murai.
    >>Solo maestros que no saben sacarles todo su potencial...— Y mi mirada volvió a caer sobre Kozaemon—, y se justifican tirándole tirria a quienes han puesto bajo su tutela.

    Y fruncí aún más el ceño, hablando más golpeado y grave, casi llegando al grito.
    >>¡Sí tu discípulo muere, es culpa del discípulo; pero sí en esa muerte no reflejó honor a la habilidades y enseñanza de su maestro, es culpa del maestro por no lograr que su pupilo sea una extensión de sus creencias y enseñanzas.

    Entonces empecé a encaminarme hacia el mostrador, diciéndole unas últimas palabras a los tipos.
    >>Eso es todo, supongo que no necesito decir más.

    En cuento estuve otra vez dónde inició el drama, mi expresión ya no era de enfado o apatía, simple indiferencia en emociones, calma. Posé una mano sobre el mesón, parándome un poco de puntillas para poder buscar con la mirada a la recepcionista.
    —Señorita —hablé con algo más de suavidad, pero manteniendo aún así mi voz de chiquillo—, ya no hay peligro.

    En cuanto enfocarla con mi expresión de calma neutra, inexpresiva en sí, hice una reverencia considerable.
    >>Lamento mucho esta escena, en verdad espero de corazón que no vuelva a pasar por algo así—. Entonces volví a erguirme, posando mi mirada en los tipos a lo lejos. Luego volví a mirar con seriedad a la mujer, de manera algo más severa—. Puede estar tranquila mientras yo esté aquí; impediré con todas mis fuerzas que un grupete de brutos soberbios causen destrozos.

    Y fruncí aún más el ceño, casi enfadada.
    >>Mucho menos permitiré que dañen a uno de sus trabajadores o clientes—. Hice otra reverencia a considerar, demostrando genuino respeto y suplica tranquilas—, otra vez, muchas gracias por permitirnos quedarnos acá.

    Tras eso volví al lado de Murai, seria y sin mediar más que miradas frías y desconfiadas con los otros dos tipos. No toqué al condenado ciego, porque no tenía ganas de seguir siendo amable con un mal agradecido.
    —Ya, vamos —musite monocorde, dándole a entender que lo seguía.
     
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    Amelie

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    Shukusha
    [Mao; Murai]


    Kozaemon se cruzó de brazos, el comentario de los discípulos le parecía acertado; Kotaro se mantuvo allí mirándola con seriedad, pues un discípulo debía mostrar respeto a sus superiores, algo que Mao no mostraba, cuando ella se fue a hablar con la recepcionista Kotaro volvió a cerrar los ojos y sonrió.

    —Cada vez logras encontrarte a uno más ruidoso que el otro— abrió su ojos clavándolos en Murai, quien a pesar de no poder verlo, sintió sus palabras y dió un leve paso hacia atrás —Habla mucho, habla con descortesía; creo que debes explicarle su posición antes de que me altere —sonrió mientras que Kozaemon bufó ante la soberbia de Kotaro.

    —No sabíamos que los encontraríamos aquí —mencionó Murai sonriendo —Estaba improvisando un poco antes de volver a Koga, no he tenido el tiempo de estar al día con las noticias del Imperio.

    —Ya serás informado después —Kotaro observó la pierna de Murai, la que cojeaba; la pateo haciendo trastabillar a Murai —Revisaré tus heridas antes de la comida.

    Murai afirmó sonriendo —Como debe ser.

    Mao regresó a un lado de Murai, este comenzó a avanzar pero Kozaemon detuvo a Murai del cuello, no fue un movimiento agresivo, simplemente era uno de superioridad física abrumadora —Debes explicarme que ha sucedido contigo—miró hacia Mao —en privado.

    —Debo enviar una misiva importante; después podemos hablar —mencionó con firmeza Murai. Kozaemon lo soltó dejándolos avanzar hacia su nueva habitación.


    Habitación

    Murai se dejó caer con cansancio en el suelo, se le notaba agotado —Qué maravilla encontrarnos con Kotaro, ahora no pagaremos nada por la estancia, todo corre por los bolsillos de los Hojo— rodó en el suelo —Bien, ahora léeme esa carta, necesito saber que dice
     
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    Llegué con la cara de seriedad absoluta, párandome firme a un costado de Murai, observando a los tipos con una fiereza silenciosa. Eso hasta que el tipo grandote mencionó de hablar a solas con Murai.
    —Podrás hablar a solas con él, no puedo evitar eso; pero solo yo seré quien revise sus heridas y lo ayude en cualquier otro aspecto que necesite —solté monocorde, grave y a un ritmo correcto, ni muy rápido ni muy lento. Mi gesto se mantuvo igual; ceño fruncido, labios caídos y mis ojos aún más rasgados, pues cada palabra que soltaba me aceveraba la expresión.

    Tras decir eso miré un efímero momento al tipo de al lado, sin cambiar mi expresión antipática, para luego volver a dirigirme al intento de Kenzaburo que tenía al frente, sosteniendo su mirada sin una pizca de miedo antes de hacer una reverencia.
    >>Eso y que me llamen Touya son mis únicas petisiones.

    Y volví a alzarme con rectitud, lejos de tensa, a pesar de que el corazón me latía adrenalínico. Exhale despacio y con discreción por la nariz, desinflando mis pulmones mientras cerraba los ojos, siguiendo a Murai.

    En cuanto pasamos de largo a los otros dos, volví a despojarme de mis párpados, siempre mirando al frente, brazos entre mis prendas, con un caminar pulcro, procurando cubrir bien mi silueta para ser lo más difusa posible con una vestimenta recta.

    Cerré detrás de mí la puerta, solo hizo ruido la velocidad con la que se deslizó, al topar fue mucho más insignificante el sonido. Entorné la mirada sobre el vago de Murai, para luego cerrar los ojos con fastidio, terminando por soltar el aire en algo que parecía más un rebuzno que suspiro.

    Me acerqué solo dos pasos, tal vez tres, sacando las manos de mi interior para cruzar los brazos con firmeza, demasiado tensa. Miré al ciego ese directo a la cara, con el ceño fruncido y los ánimos de puta mierda.

    —Escúchame bien, Murai —utilicé su nombre, y más le vale que lo agradeciera, que si no serían puros insultos denigrantes. Entorné la mirada por sobre su persona, poco me importaba que el ya no pudiera ver más—, no tengo ninguna puta intención de volverme una Taira, ¿entendido? —murmuré, pero mi voz aún así sonaba como si de un perro ladrando se tratara, vaya a saber una, el único que conocí de cerca fue Inosuke...

    Fujiwara...

    >>Grrrg —gruñí grave, mientras me daba un tic en el ojo derecho—. Y tampoco pienso morir por tu puta culpa, ¿entendido?

    Entonces me acerqué a paso veloz, me posicione sobre él, antes de eso lo agarré de su yukata por delante, para que pudiera hablarme frente a frente; mis puños estaban cerrados como dos rocas, mi rostro iracundo no cambiaba.

    Acerqué mi frente a la suya, pero no llegamos a tocarnos aparte de estar ya posicionada sobre él, siempre evitando rozar las partes desagradables.
    >>Y, sobre toda las cosas Murai; cómo uno de los aliados tuyos, o los Taira, o cualquier puta mierda relacionada contigo...—murmuré casi escupiendo las palabras, voz baja y gutural, con los ojos entornada en una fina línea, enfrentado la ceguera del enfermo—, le hace algo a cualquiera de los Kobayashi restante, o cualquier daño colateral por dañar a sus aliados...

    Flexione los brazos para atraer más las hombre, posicionando su cabeza al costado de la mía, entre mi cuello y hombro.

    De pura frustración y rabia le mordí la oreja, con la fuerza de un animal salvaje, depositando toda mi rabia en es acción silenciosa. Solo apreté los dientes, conteniéndome de tironear su oreja como tal. Luego le murmuré, aún más bajo, siseante.
    Seré yo misma la que se encargue de fastidiarte, Murai; y las represalias no solo caerán en tu persona, maldito estúpido inútil.

    Tras soltar eso prácticamente me alejé de un salto, hábil, quedando a una distancia de menos de unos tres paso; firme y a brazos cruzados, mirando severa al condenado engendro de, no sé, ¿cómo se llamaba el tipo? Ah, si: Mara.
    >>Un tal Hajime te escribió —hablé de modo apático y bastante bajo, respetando a pesar de todo la privacidad de aquella carta.

    ¿Sentía algún remordimiento por tener compasión? Podría, pero ya me había desquitado lo suficiente. Tampoco quería involucrar al crío Hajime en nuestras idioteces, él no me había hecho nada para actuar de manera tan injustificada respecto a su persona.
    >>Dice que te extraña, que espera que termines tu trabajo pronto, que está aburrido de oler perfumes y eso.

    Miré mis uñas de la mano derecha, sacándome la mugre mientras dejaba un solo par de segundos el silencio. No demoré en suspirar con pesadez, siempre con el ceño fruncido con enfado.
    >>No quiero matar a ningún padre, Murai...

    Y lo miré, llevándome las manos a la cadera, observándolo con frialdad. La voz me salió firme, gélida, como la ventisca en las cumbres en invierno.
    >>Pero de haber sido un soltero sin hijos...

    Volteé a mirar un punto muerto en la pared, guardando silencio...

    No había nada más que decir...
    de momento.
     
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    Amelie

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    Shukusha
    [Mao; Murai]


    Los hombres no dijeron nada ante las palabras de Mao, regresaron a la habitación de dónde habían salido en primer lugar.

    Habitación

    Murai afirmó —Yo sé que no serás una Taira; es igual de ridículo como cuando me dijiste a mi y a Taiyo que yo debía ser un Fujiwara —soltó una risa molesta —Daños colaterales habrá, los hubo desde el segundo que decidiste liberarme —sus palabras eran serias —¿Crees que tus acciones no afectaron a los Fujiwara? ¿En verdad crees que están llorando en Kamakura sin hacer nada? No puedes ser tan inocente...

    La mordida de la oreja lo tomó por sorpresa, dando un ligero salto, escuchó su amenaza y sonrió —Puedes atacarme a mi y a quien tu quieras; pero créeme que no me quedaré de pie escuchando como lo haces, me defenderé. No debes subestimarme porque como estoy ahora, recuerda que aun tengo otras habilidades —Acarició su cabeza con ternura —Antes de amenazar a alguien, debes entrenar mas; con el nivel que tienes sólo te estás buscando mas enemigos. Toma a Kato como ejemplo, él hace lo que quiere porque puede, ese es el nivel de confianza que tiene en su fuerza, en su personalidad.

    —Oh Hajime, hijo mío —sonrió —le buscaré flores para poder secarle una y enviársela, le gusta coleccionarlas —mencionó con tranquilidad, después escuchó las últimas palabras de Mao —Ningún Taira es soltero y sin hijos, pequeña; si ese es un impedimento para matar, creo que tendrás problemas.

    Sonrió —¿Quieres saber que me motiva a mi a matar?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    El comentario sobre lo de Taiyo y los Fujiwara casi me saca una sonrisa ladina, incrédula, consciente de la tornería que solté aquella vez. Pero la tensión logró que mantuviera mi cara de malas pulgas. Lo que en verdad fue inesperado fue el efímero momento en el que Murai acarició mi cabello, antes que me alejara tal gato arisco. Era algo... que reconocía, pero que viniera de él... Tan solo no estaba acostumbrada, y de momento no deseaba hacerlo. Independiente de lo que pensara, tal como la mordida a él lo resaltó, su caricia me hizo inhalar ondo y rápido, solo exhalando con seriedad cuando estuve lejos de él.

    Entorné la mirada con furia, en silencio, en cuanto mencionó lo de entrenar más antes de amenazar a alguien. Volví a desinflar el pecho con sutileza, no era momento de quejarme al respecto. Toda mi expresión se relajó en cuanto mencionó a Hajime, terminando yo por enárcar una ceja, soltandocuna risa monosilába luego, con más sorna que gracias.
    —Vaya crío —fue lo único que mencioné en respuesta, recibiendo sus últimas palabras con una sonrisa sobria, ya sin arrugas en la frente.

    Di un suspiro agudo y bastante agotado en cuanto oí sus últimas palabras, cayendo sobre el suelo con pies cruzados, para luego apoyar mi codo en una de mis piernas y así poder reposa ni mentón en mi mano derecha.
    —Lo pensé, ¿sabes? —solté monocorde, con calma y mi tono natural de voz, el cual de todas formas era grave. Abrí los ojos, mirando con seriedad al ciego de Murai— Cuando Hideyoshi, el que maneja los asuntos políticos del grupete ese, insultó a los chinos y por ende al Clan Tao—. Volví a cerrar los ojos, hablando cada vez más bajo, en esta ocasión por el simple hecho de querer descansar—: No todos los chinos son iguales...

    Entonces abrí otra vez los párpados, sosteniendo con firmeza los ojos vendados del hombre.
    >>Por ende, no todos los Taira son unos despiadados condenados...— Me erguí con rectitud aún sentada, manos sobre ambas rodillas, encarando al asesino de los Fujiwara—. Todos tenemos anhelos, deseos, objetivos y cosas por proteger—. Volví a cerrar los ojos, siempre hablando con calma—. Yo... de momento no tengo nada de eso, tal vez por eso soy tan estúpida...

    Volví a mirar a Murai, bastante centrada y hablando con calma a pesar de la migraña que empezaba a darme.
    —Perdí todo ese día, Murai, menos mi katana, arco y flechas...— Otra vez la oscuridad, algo cabizbaja—. Kenzaburo no merece estar vivo si de matarlo por todas las veces que a asesinado se tratara...— Miré el suelo, mis manos, el yukata cubriendo gran parte de mis piernas—; muerto, bajo tierra, denigrado...

    Solté el aire por la nariz, respiré casi imperceptible.
    >>Pero...— Volví a sostener la mirada del hombre delante mío, solemne— de no haber sido por él, Murai, yo estaría muerta, por distintos motivos...

    Me levanté entonces, con rectitud y una mano sobre la otra, sobria.
    —No me importa saber tus motivos, no sí es algo por lo que te deba presionar para saber.

    Me acerqué a él entonces, con paso mullidos y movimientos sutiles, pasándole un mechón de cabello por detrás de la oreja en cuanto me senté frente él, con movimientos cuidadosos y ligeroz. La sonrisa en mi rostro era genuina, con una ternura que no me importaba sí merecía o no, nunca había sido de reprimir mis emociones. Era algo muy difícil de hacer para mí, supongo.
    >>¿Quieres primero hablar con Kozaemon, o prefieres tomar un baño y que te atienda las heridas? —musité monócorde, pero la voz subió uno o tres tonos, sonando algo más aguda y dulce, sin dejar de ser sueve.

    Llevé ambas manos sobre mi regazo, observándolo a ojos entornados por el simple hecho de un mal recuerdo. Cerré los ojos, agachando tan solo un poco la cabeza.
    >>Me hubiera gustado ser así en Nara...

    Fue lo último que murmuré antes de guardar silencio, en busca de alguna respuesta...

    Ayudarlo a buscar la flor para Hajime tampoco sonaba mal.
     
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    Amelie

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    Shukusha- Habitación
    [Mao; Murai]


    —Los objetivos nacen sólo con tres cosas simples; pero se realizan con una sola—mencionó levantando tres dedos —Aburrimiento —sonrió bajando uno de sus dedos —Benevolencia —dejó el último dedo — Venganza —mencionó ante Mao para después señalar su mente — Pero no te sirve de nada estar aburrido, ser bueno o ser malo; no si no tienes ambición —Volvió a acariciar su cabeza, la cual tardó en encontrar —No te faltan objetivos, te falta ambición. Realizas tus acciones por acto de benevolencia absurda, busca en tu ambición y aprenderás a sacar provecho de cada acción que realices, o te quedarás mirando al techo mientras los demás avanzan.

    Hizo un ademán con su mano, al parecer quería escribir —Quisiera escribir respuesta a Hajime; puedo escribir pero no sé si será legible; podrías ayudarme buscando una florecilla que veas en Saitama, no pido que se la más hermosa, sólo la más abundante, para demostrarle que flor es característica en esta prefectura.

    Permaneció en silencio por unos momentos —Y no eres estúpida, sólo eres terca.
     
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    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Habitación Shukusha ---> Las afueras de Saitama.
    Me quedé en silencio, con rectitud, mirando con seriedad absoluta a Murai en cuento este abrió la boca; con una sola palabra logró captar toda mi atención, con una sola acción me invitó a resguardar mi voz, a escucharlo sin interrupción. Inhalé hondo en cuanto mencionó venganza, sintiendo toda mi piel erizarse, estirando aún más la espalda sí siquiera era posible; a pesar de que mis movimientos eran sinuoso, seguro que él había escuchado aquellos leves cambios, haciéndose una imagen en su potente mente.

    La seriedad se rompió y con ello mi posición, desinflé los pulmones soltando el aire de manera más brusca, aflojando los hombros en cuanto una sonrisa surcó mis brazos, arqueando las cejas compasiva. Entorné la mirada en cuanto empezó a hablar de ambición, un extraño sentimiento me recorrió todo el cuerpo, desde el centro del pecho. Mis ojos se cristalizaron, sentía sin problemas la tensión de mi boca causada por la sonrisa en mis labios.

    Vaya idiota... Era claro, terminé soltando una risa genuina, cantarina y bastante infantil, mientras cerré los ojos y sentí con afecto su caricia en mi cabeza. Dioses... Si, había motivos de pesos para matarlo, pero...

    Miré su mano y la sonrisa se borró de mi rostro, cualquier buena emoción se borró de inmediato, pasando a solo enfocarme en sus movimientos más llamativos; la mano en este caso. Cuando mencionó lo de la flor para Hajime mi mirada de seriedad sepulcral cayó sobre él, sobre sus ojos vendados, sobre su expresión más irrelevante que significativa, lo cual ya era bastante para ese tipo que se reía hasta de las más insípidas situaciones. Asentí con la cabeza en cuanto terminó de dar su orden, no demoré en pararme y con ello recordar que debía hablarle en vez se solo asentir.
    —Iré y encontraré la más hermosa entre las comunes —hablé con seriedad, monocorde, pero lejos de agresiva o sin sentimientos; sonaba más decidida que otra cosa, como sí aquello fuera una de las más importantes misiones.

    Sus últimas palabras me tomaron por sorpresa, me atajaron el suspiro que iba a soltar y lo quedé mirando con claro escepticismo. Una risa nasal acompañada de una sonrisa jocosa no demoró en hacer acto de presencia, terminando de acomodarme la parte de arriba de la yukata, de modo que mi cuerpo no significara algún sexo en especifico. Aquella practica la venía haciendo desde que me deshice de mi primer kimono, rasgándolo, así que estaba más que acostumbrada a hacerlo convincente.

    De cualquier forma, antes de que mi risa se agotara me abalancé otra vez sobre Murai, pasando mis brazos por sobre sus hombros, para así atraer su rostro sobre uno de los propios. Le acaricié un poco los cabellos de la nuca, mientras musitaba lejos de su oreja, más allá de su cuello, a ojos cerrados:
    —Aun no me arrepiento de haberte salvado, y no pienso rendirme hasta demostrar que mis acciones no fueron erróneas.

    Me separé, pero solo para encararlo, sosteniendo con suavidad y firmeza sus hombros. Mi voz era igual; tranquila, monocorde, decidida, pero no acelerada.
    >>Y por eso mismo no matarás a ningún Fujiwara...— Besé entonces el centro de su frente, con rapidez, para luego erguirme y alejarme dos pasos hacia la salida.

    Lo miré por sobre el hombro, con la jodida sonrisa compasiva que me generaba a pesar de todo.
    >>Y por ende, tú tampoco podrás matar a ningún otro Fujiwara...— Y entonces encaré la salida, dándole por completo la espalda; de haber querido, se que me podría matar al instante con sus cinco agujas venenosas—. No dejaré que eso ocurra, no en mi presencia —solté lo ultimo con algo más de seriedad, un cambio ligero que concordaba con mi rostro otra vez serio.

    Ahora... Murai estaba a salvo, ¿no? Esos dos tipos se veían rudos; crucé el umbral, cerrando tras de mi aquella puerta corrediza, con absoluto sigilo, no queriendo llamar la atención de ninguno de los presentes.

    Salí con calma, hice una leve reverencia a quién estaba detrás de la recepción, para luego encaminarme a la real salida del Shukusha...


    Sí Murai estaba a salvo...
    y ya no podrían cobrarle venganza tan fácil...
    yo era la única en desventaja,
    ¿verdad?


    Caminé en dirección contraria a la ciudad, adentrándome al campo abierto cabizbaja, sombreando así mi mirada, con una sonrisa ladina cubriéndome la los labios.

    Así que Hajime, eh; hice memoria tanto de canciones como de poemas escritos, perdiéndome en mis recuerdos mientras buscaba con la mirada las flores más abundantes y llamativas, sin tocar nada en especifico de momento... Comienzo, inicio, partir... Solté una risilla enternecida y melodiosa mientras me perdía entre los pastos altos, los colores ocre, acariciando mis manos con aquellas briznas brillantes.

    Sí es que en el fondo el ciego idiota era un real romántico...
    harían trizas su familia cómo no hicieran algo.
    Qué lastima.



     
    Última edición: 14 Marzo 2021
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    Amelie

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    Shukusha- Habitación

    [Mao; Murai]

    Murai soltó un bufido al escuchar nuevamente el tema de los Fujiwara —La flor de Wysteria; detesto que flores tan bellas sean asociadas a personas tan salvajes y barbáricas como lo son los Fujiwara— mencionó sin detenerla mas allí, se recostó y decidió por descansar hasta que Mao volviera.



    Campo de flores - Afueras de Saitama

    [Mao]

    [​IMG]
    Mao decidió ayudar a Murai buscando una flor para Hajime; las flores más abundantes eran gardenias, su aroma era embriagador; al parecer crecían en todos lados de manera salvaje, no había un campo de siembra específico con en ciertas ciudades dedicadas al cultivo de flores. Una flor pequeña y blanca.

    Mori puedes volver al shukusha con Murai o ir a otro lado
     
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    Amelie

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    El medio día caía sobre Saitama; la ciudad era grande en campos por lo que sus planicies hacían que el aire circulara con fuerza, sin ser detenido por ninguna clase de montaña, bosque o edificio. Así era el viento en Saitama, libre y demasiado poderoso.

    Kiba guió a Shinrin y Kato hasta la entrada a Saitama, dirigiéndose hasta el campo de flores. Allí pudieron vislumbrar a Mao, una pequeña niña que recogía flores. El corazón de Shinrin se comprimió. Kato dio un paso al frente; pues no veía a Murai.

    —¿Dónde está Murai? —preguntó Shinrin con enojo, mientras observaba a Mao.


    Mori para tu fortuna, los dados dividieron a este equipo, por lo tanto Takeda, Matsuda y Yuzuki Hitori terminaron en otra ciudad de Saitama
     
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