Sabana Engrane

Sabana Engrane

Al Norte: Montaña Infinita
Al Este: Ciudad Fábrica
Al Oeste: Montaña Chatarra
Al Sur: Monte Panorama
Dentro: Casino Engrane (se necesitan sólo 5 posts para ingresar aquí)
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Una larga, calurosa y árida planicie. Es una de las áreas más desérticas de la isla, y cuenta con postes de electricidad a lo largo del lugar que parecen ocupar el lugar de los árboles. La arena, si se observa de cerca, en realidad consiste en su gran mayoría de partículas metálicas.

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—Ah, ni que lo digas, Lilith… —musitó Palmon con voz cansada—. ¡Que calor que hace aquí! ¡Es un verdadero desierto!

Patamon asintió, en señal de que concordaba con Palmon. El pequeño digimon había estado caminando hasta entonces, pero ahora se había elevado hasta llegar a refugiarse sobre la cabeza de Dylan, desde donde al menos no se cansaría caminando. Patamon miró hacia atrás; ya prácticamente habían perdido de vista la entrada a la sabana.

—Quizás deberiamos haber ido a la playa… —se lamentó Patamon, removiendo unas gotas de sudor de su frente.

 

Dylan Rogues

—Uh —comenté, al ver que no había ningún tipo de playa.

El lugar era ciertamente deprimente. Por algún motivo había postes de electricidad en todas partes, aunque el suelo era casi pura lava, y el calor distorsionaba el paisaje que se divisaba a lo lejos. Y nosotros, como imbéciles, allí estábamos, caminando bajo el soUN MOMENTO. ¿Postes de electricidad? ¿¡Me estás vacilando!?

Caminé, más bien correteando, hasta uno de los postes y lo analicé.

—Oh, vamos, si hay corriente eléctrica debe haber señal de radio. ¿Ni siquiera escuchar la radio? —mi MP3 seguía sin funcionar—. Me conformo con lo que sea, lo juro. ¿Radiolé? ¿Música de coro de iglesia? ¿Al menos Reggaetón...? Bueno, eso último no, ¡pero lo demás sí! Me da igual, pero por favor, algo.

Pero no, por más que acercaba el mp3 al poste, no reaccionaba. Irritado, lo guardé en mis bolsillos y continué andando, sin prestar mucha atención a Lilith.

—Estúpido mundo digital —susurré.

 

Patamon vio con preocupación como Dylan no paraba de acercar su aparato al poste de electricidad, intentando hacerlo funcionar. Finalmente desisitió y continuaron avanzando por la sabana.

—Hmm, estos postes deben de llevar a la Ciudad Fábrica… —comentó Palmon, mientras ella y Lilith comenzaban a andar detrás de ellos—. Nunca he ido, pero si se trata de electricidad, seguro que hacia allí se dirigen… ¿tú has estado alguna vez por ahí, Patamon?

—No, yo tampoco… aunque oí del lugar también —respondió Patamon, negando con la cabeza—. Nunca fui más allá del Bosque Nativo, de hecho… esto es todo nuevo para mi.

 

Dylan Rogues.

Caminaba lleno de desinterés. Las pocas ilusiones que tenía de recuperar mi mp3 se habían destrozado cuando vi que ni siquiera podía tomar señales de radio. Aquel sería un "mundo digital" y todo lo que tú quieras, pero ni una mísera señal de radio había, ¿cómo osa llamarse "digital" algo que no tiene ni wifi, ni enchufes para cargadores, ni radio, ni nada? ¿¡Y para qué son esos enormes postes de electricidad!?

Cuando oí algo de la ciudad Fábrica, rápidamente giré mi cabeza hasta quedar mirando al engendro, que fue quien lo dijo.

—¿Ciudad Fábrica? ¿Una ciudad? ¿Y allí habrá alguien... o algo... —¿cómo debía referirme a un digimon? ¿Debía hablarles como si fuesen personas, animales, objetos...? Bah, tanto dabe?— capaz de arreglar mi MP3?

Mis ojos brillaron con entusiasmo.

 

—Hmm…

Palmon meditó la respuesta por un momento. Honestamente, no estaba segura; creía que sí, porque sabía lo que eran esos objetos, pero no estaba segura de dónde podían encontrarse… sin embargo, fue Patamon, aún ubicado sobre la cabeza de Dylan, quien se encargó de responder.

—¡Sí, hay! He visto muchas pinturas en el Pueblo de los Juguetes, así que seguro allí hay —contestó Patamon—. Y… puede que en Ciudad Fábrica también. Es una ciudad después de todo y… podemos preguntar ahí, ¿no?

 

—Ah… yo… estoy de acuerdo con eso… —dijo Palmon, jadeando.

El cansancio de atravesar esa tierra desértica se hacía evidente. Palmon y Patamon lucían agotados los dos; el sol brillaba intensamente y hacia muchas horas que no tomaban nada de agua. Aquel clima árido agotaría a cualquiera.

—Agua… necesito agua —musitó Patamon—. Y sombra… ¿no hay ningún lugar con sombra por aquí para descansar?

 

Dylan Rogues

Lilith y Palmon habían hablado de unos papeles para dibujar. Al parecer, mi compañera humana de viaje también tenía una motivación ahora: encontrar papel para pasar el tiempo y desahogarse pintando cualquier tontería. ¡Ah, pero qué casualidad, ¿no?! Sí que sabían dónde hay papel, ¡pero nadie sabía dónde arreglar mi MP3!

—Eh, Patamon —dije, algo molesto—. ¿Hay en esa Ciudad de los Juguetes o como se llame alguna videoconsola o algo así?

Ya que recuperar la funcionalidad de mi música parecía misión imposible, al menos trataría de localizar un nuevo dispositivo, de lo que fuese, me daba igual. Hasta un videojuego de Hello Kitty me haría feliz ahora mismo.

 

Patamon pareció algo sorprendido por el tono molesto de Dylan, pero sin embargo decidió contestar.

—Ehm, creo que sí, si mal no recuerdo… pero no se si serán como los juegos de tu mundo… pero sí existen, creo… lo siento…

Tras decir eso, Patamon bajó de la cabeza de Dylan y comenzó a andar a su lado.

 

Dylan Rogues

—Vaya... bueno, mola. Juegos nuevos, al menos. ¡Entonces creo que iremos a esa ciudad! ¿Qué te parece, Patamon?

Sonreí ampliamente, contento por una vez después de mucho tiempo. ¡Hombre, al fin una buena noticia!

Pero entonces miré a Patamon fijamente.

—Oye, y... ¿cómo son los digimon? Quiero decir, tú y el eng-, eh, Palmon, sois muy diferentes, nadie en mi mundo diría que sois de una misma, hum, "especie". ¿Hay Digimon de todas las formas y tamaños? Como, no sé, ¿un Digimon con forma de super gigante dorado con espadas y...?

No podía negarlo, pensar en la existencia de criaturas así me emocionaba.

 

Patamon pareció alegrarse de que Dylan había olvidado su mp3 y demás cosas raras por un momento, y sonriente respondió a las preguntas del muchacho.

—¡Hay muchos digimons diferentes! —comentó Patamon—. Bueno, no puedo decir que haya oído de un digimon gigante dorado con espadas antes pero… tal vez lo haya, los hay de todo tipo, al fin y al cabo. No sabemos realmente cómo es que hay tantos diferentes pero… ¿sabes? A mi me gusta más así… sería muy aburrido si fuésemos todos idénticos, ¿no crees?

>> Oye, Dylan… ¿qué te parece si jugamos a un juego hasta que lleguemos a la ciudad?

 

Miré a Patamon fijamente.

—Uhm, muchos Digimon diferentes, eh... Oye, pero antes, cuando eras un Tokomon, como que cambiaste y evolucionaste, y cambiaste de forma. ¿Podrías volver a hacerlo otra vez algún día? ¿Y en qué te convertirías?

Mi mente empezó a fantasear con las posibles nuevas formas de Patamon. En un principio, pensé que él podría ser ese gigante dorado con espadas, pero luego, tras volverlo a mirar con entusiasmo, mi expresión se tornó algo decepcionada cuando vi su aspecto tan mono y adorable, y solo podía pensar en sus evoluciones como criaturas monas, así infladas y redondas...

—Eh, bueno, déjalo —le dije, acariciando mi nuca. Fue entonces cuando oí las palabras de Patamon—. ¿Un juego? Pero claro que quiero, aunque, ¿dónde...?

Y fue justo entonces cuando vi un edificio frente a mí, de cuya presencia no me había percatado hasta ese momento.

—Uhm, ¿qué es esto? ¿Es aquí donde Lilith se encuentra? ¡Venga, entremos, Patamon!