Narnia Rugido... [Doce Deseos]

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Este drabble participa en la actividad Doce Deseos :3

La travesía en el Viajero del Alba seguía a flor de piel en la memoria de Lucy. Esos últimos días en casa de su tía Alberta habían sido sin duda los más mágicos y preciosos que había pasado junto a Eustace y Edmund. Pero todo debía acabar un día, y entender aquello le había tomado bastante tiempo; decir adiós se había convertido en el acto más triste para ella. Pero no pudo guardarse ningún detalle de aquella vez y pasó horas, quizás semanas, contándoles a Susan y a Peter sobre sus aventuras.

Sin embargo, mentiría si dijera que no se había sentido profundamente triste, al descubrir que ya no tendría más historias que contar sobre aquel maravilloso mundo que había descubierto de pequeña. Fue en ese preciso instante, en que pudo comprender mejor aquellos momentos de angustia de sus hermanos mayores, al saber que no podrían regresar a Narnia hasta que Aslan se los permitiese un día.

Nunca pensó que crecer fuese realmente horrible.

La Navidad llegó pronto esa vez. Decoraron como sus padres se lo pidieron y prepararon todo casi como un rictus ceremonioso, pero nadie hizo mención de absolutamente nada. Ni de las hermosas navidades, ni de los preciosos regalos, ni de los banquetes y mucho menos de los bailes que habían vivido en Narnia. Aunque, Lucy se imaginaba que cada uno de sus hermanos debía recordar, a su propio modo, todo aquel magnífico panorama.

Dejó escapar un suspiro mientras se dejaba caer en el sillón frente a las crepitantes llamas de la chimenea de su hogar, la misma que sostenía las medias de cada uno de los integrantes de su familia. Tenía una taza de chocolate caliente en sus manos y una expresión pensativa en su rostro. No era conciente de lo que sucedía detrás de ella, no escuchaba los reclamos de Edmund ni las risas de Peter o los regaños de Susan. Estaba seducida por completo de la calidez de aquel fuego anaranjado.

—Desearía escucharte ahora, Aslan —susurró con una sonrisa cargada de pesar.

Y fue en ese instante en que un rugido apareció de la nada logrando apagar el fuego de los gruesos troncos con facilidad; sus ojos y su alma misma, volvieron a llenarse de vida al instante.

—Lucy...

—¿Aslan?

—¡Lucy! —abrió sus ojos de repente. Susan estaba frente a ella negando con la cabeza en desaprobación —, te quedaste dormida y derramaste el chocolate en la alfombra de mamá.

—¿Lo escuchaste, Su? —interrumpió, tomando a su hermana de los hombros mientras la sacudía con algo de fuerza —, dime que lo hiciste.

—¿A quién?

No respondió, en su lugar dejó escapar un chillido de alegría. Susan no lo comprendió, su mayor preocupación en ese momento era aquel gran manchón de chocolate en la alfombra. Edmund, por otro lado pareció más interesado en seguir comiéndose las galletas de jengibre y Peter en ser un silencioso testigo de la locura de su hermanita.

—¡Aslan hizo su potente rugido! —exclamó.

—¿Quién es Aslan? —preguntó la señora Pevensie desde la cocina, pero ninguno le contestó.

Ella jamás lo entendería.