Drabble Rey Ragnar (M&B: Warband)

Rey Ragnar

¿Acaso era una broma?, ¿una humillación más que el Norte le estaba tirando?

Blandía su espada como podía, cabalgando rápidamente hacía la dirección del pequeño ejército enemigo.

La guardia personal del Rey, junto a él mismo; parecía una trampa o era la suerte de los Dioses que le sonreía después de tantas desgracias.

No lo pensó demasiado, era un contingente de 138 hombres; los suyos eran 120 entre las élites y fuerzas de apoyo.

Si era una trampa, estaba seguro que podría huir en cualquier momento. Razón por la cual elevó su espada y lanzó el primer golpe; estaba seguro de que podría asestar, pero grande fue su sorpresa cuando el Rey con un caballo desprovisto de armadura se movió con gracia a la derecha; esquivando fácilmente su estocada.

Las risas no se hicieron esperar; había hecho el mayor ridículo de su vida.

Negó con la cabeza moviéndose rápidamente a la izquierda para evitar a los enemigos y alejarse un poco; observando la marcha de los soldados lentamente, aun entre carcajadas por su fracaso.

Sus hombres lo miraban nervioso, no había gestos de burla ni risas; sabían que era aun poco hábil con la espada sobre un caballo pero estar cuerpo a cuerpo con un centenar de Nórdicos era estúpido.

De repente ocurrió… una oleada de proyectiles se lanzaron a su dirección; con horror trató de alejarse lo más rápido posible; pero su caballo había sido herido superficialmente. Agradeció mucho por tener uno bien protegido y lo más rápido que pudo se alejó del fuego enemigo sin un rasguño, gracias al poderoso escudo que había conseguido como botín de guerra de manos del mismísimo Jarl Harald.

Resta decirlo, los vítores de su ejército resonaron por todo el lugar haciendo que los Nórdicos se tensaran para avanzar más rápido, como una máquina brutal.

Sus ojos se encontraron de nuevo con el Rey Ragnar, un gesto de desafío con la mano fue suficiente para que se adentrara de nuevo; esta vez fue recibido con más flechas, djerids y hachas. Su escudo Nórdico reluciente se rompió en instantes y rápidamente descolgó el de reserva en su espalda.

No había marcha atrás; las señas para avanzar ya habían sido dadas por él y recibidas por Lezalit su mejor Caballero Lancero.


Se acercó con agilidad hacia el Rey con su espada al aire y un grito de guerra; los ejércitos chocaron y su arma fue bloqueada por la enorme hacha del monarca del Norte.

El infierno se desató y la capa nívea nuevamente se tintó de azul.

“¡Emboscada!”

Fue la última palabra que escuchó antes de ser derribado de su caballo, al ser atravesado por la costilla derecha por un hacha.

La nieve fría se salpicó con su sangre aquella mañana; en el territorio del Norte.