Retorno [Metamorfosis]

Comentario extra:

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Oficialmente he decidido que soy un fracaso para la poesía. Me he esforzado mucho en ésta y aunque estoy segura de no haber respetado casi ninguna de las reglas para crearla correctamente, creo que he conseguido un relativamente buen resultado y de todos modos, me ha servido como reto y aprendizaje. Agrego a éste mensaje mi relación ambivalente con Poe; por un lado ¡lo amo! y por el otro, lo aborrezco por hacerme romper la cabeza con su narrativa.

Obra Original: Morella - Edgar Allan Poe.
Actividad: Metamorfosis de @Nastia y @Bugs Bunny .

RETORNO​

La conocí hace mucho tiempo por casualidad
y el destino decidió unirnos en el altar.
Más no fue amor, ni pasión lo que nos conectó,
sino el incandescente fuego de Eros que me abrasó.

Su nombre era Morella, mujer de gran erudición.
Amante del misticismo y escritos en prohibición.
Hermosa y tenaz, en su discípulo me transformó,
aprisionándome con una oscura y seductora manipulación.

Atacaba mi cuerpo y mente con palabras prohibidas,
susurradas sin rastro de compasión.
Envueltas en tela de sedosa melancolía,
invadían mis sentidos y me atrapaban en su fulgor.

De ese modo, hora tras hora la escuchaba recitar sin parar,
acompañando su estudio con el alma a punto de envenenar.
Entonces, la melodía de su voz se transformaba en terror,
una sombra se cernía sobre mi alma y temblaba sin respiración.

No la amaba y nunca la amé, afecto fue aquello que más logré.
Pero incluso aquello se convirtió en repulsión.
Ya no podía soportar su contacto,
ni la musicalidad de su voz.

Ella siempre lo supo y nunca me lo reprochó,
afirmaba que el “Destino” fue quien nos destruyó.
Y entonces, yaciendo ella entre cálidos ríos de tinta carmesí,
sus labios teñidos del mismo color, la odié sin contemplación.

Odio y amor. Ambivalencia sentimental, una prisión mortal.
Yo ansiaba su muerte y la esperaba con antelación,
pero el frágil espíritu se aferró a ese vacío cascarón y luchó,
y mi corazón de demonio se encabritó.

Una tarde de otoño con un dulce susurro Morella me llamó.
Ese día la niebla devoró a la tierra y
el cálido resplandor de las aguas proyectó
en el cielo un arcoíris de extraño furor.

Besé su frente mientras la escuchaba gritar,
se moría y anunciaba con seguridad que viviría hasta la eternidad.
Profecías y promesas de dolor bañadas en una agonía fantasmal,
enmascaraban el aroma de la muerte mientras la vida dejaba de brillar.

Aterrado, luché contra el demonio para mantenerla con vida,
deseoso de impedir su maldición y hechicería.
Pero ella nunca me vio y con un ligero estremecimiento,
simplemente se marchó. Morella murió.

Poco después y surgida de la pérdida, su hija vivió.
La niña nacida de sus entrañas finalmente despertó.
Comenzó a crecer con insólita rapidez en talle y resplandor,
y yo la amé con tal perfección y sin temor.

Al pasar los años lo noté y ese amor se bañó en terror.
Todo era culpa de esa mujer, de los rizos sedosos,
la frente altiva y la palidez de los dedos que heredó.
Era su culpa y la de esa maldita melancolía en su voz.

Frases y expresiones de la muerta invadían a la menor,
Morella se reflejaba en la erudición de mi amor,
se burlaba de mí uniéndose al pequeño cuerpo,
y el demonio en mi interior arañaba feroz.

¡No podía quitármela! Era mi hija, mi pequeño corazón.
Desesperado por protegerla de su monstruoso progenitor,
guardé la memoria de Morella lejos en un rincón
y privé a la niña de cualquier memoria y nombre que le hiciera alusión.

Así pasaron más años y finalmente no se pudo evitar.
El nombre de Morella había muerto con ella y,
ante la pila bautismal, repasé nombres llenos de bondad,
deseoso de verterlos sobre quien ahora era mi alma mortal.

Enmudecí con palidez anunciando el nombre por primera vez.
Perdí el control. ¡Enloquecí! Y mi demonio disfrutó.
¿Qué oscuro recuerdo me hizo nombrarla con ansiedad?
¿Por qué el nombre de la muerta tomó su lugar?

Observé anonadado el caer de mi hija frente a mí.
Sus rodillas golpearon con dureza el suelo,
y sus facciones convulsionaron en una máscara mortal.
Reconocimiento invadió su expresión. Mi alma murió.

Parados frente a una tumba, mi pequeña Morella suspiró.
Frías y precisas palabras se colaron a mi interior.
“Aquí estoy”, sollozó y finalmente la aceptación llegó.
Era ella. Viva y muerta, mi Morella retornó.

Recuerdo todo aún con nitidez,
La sombra del ciprés cubriendo mis noches con dolor.
La brisa, el agua y la tierra susurrando eternamente su nombre.
Morella, Morella, Morella, mi terror.

Finalmente mi pequeña Morella también murió.
Yo mismo su sepulcro preparé y en brazos la llevé,
entonces, la locura como fuego en mis venas corrió.
Ninguna huella de la primera Morella se halló.

Profecías, amenazas o maldición.
La primera Morella cumplió y se vengó.
Me arrebató a mi hija y en su cuerpo,
lentamente creció y se marchitó.