Long-fic Retando el camino

El Pueblo Cariola ha pasado inadvertido para muchos de los viajeros que despliegan alas y se lanzan a sus viajes pokémon con la sangre hirviente de adrenalina.
Circundada por árboles viejísimos y un cordón de montañas sublime a la vista de cualquiera, sus pocos habitantes sabían que recorrer kilómetros a punta de suerte e intuición para llegar a algún otro lado, no era una decisión que se tomara a la ligera.

Un gimnasio en la punta oeste, un hospital pokémon y una tienda de implementos para batallas en el centro del pueblo. ¿Qué más necesitaban? Eran felices viviendo al límite de Hoenn y sus inmensos bosques.

Resultaba que no todos pensaban así. Pues la conformidad no era incentivo suficiente para algunos, y menos para dos adolescentes que desde los diez años soñaban con ser entrenadores pokémon y ganar medallas relucientes en gimnasios desconocidos.

Keiren y Matzy se parecían en muchas cosas. Vigor juvenil, destreza genuina, confianza y coordinación. Sus pokémones rara vez les desobedecían o perdían una batalla; esto último, a sabiendas de la chica, no era una característica válida porque solo habían batallado con los otros muchachos del pueblo. No era muy común que al Pueblo Cariola llegaran visitantes.

—¿Cuántas botellas de agua tienes en tu mochila? —Matzy, que aún intentaba reunir todas las cantidades en su cerebro, miró de reojo a Keiren mientras observaba el mapa que sostenía con ambas manos.

—Dos.

Matzy se detuvo en seco. Sus ojos cafés abriéndose como si no creyera lo que acababa de escuchar. En ese mismo momento el chico soltó una pequeña carcajada y siguió caminando afirmando las correas de su mochila.

—Cuatro, te lo dije en casa. Relájate un poco, ¿quieres? Es nuestra primera aventura y necesitamos mentalizarnos en atrapar a todos los Groudons que encontremos.

—Estoy muy relajada —debatió ella con un ligero gesto de indiferencia, siguiéndolo—Okay, tal vez no. Es que...¡Dios¡ acabamos de salir del pueblo, luego de cinco años. ¡Cinco años! Pellízcame si es un sueño.

—No es un sueño, y no te voy a pellizcar porque me lo vas a devolver.

Matzy se rio.

—No te lo voy a devolver.

—Eres como un Pidgeon enojado, y yo quiero seguir viviendo sin picotazos en mi cuerpo así que mejor date prisa que en cualquier momento nuestros padres se van a arrepentir de habernos dejado hacer esto solos, y nos van a llevar de vuelta a casa tironeándonos las orejas.

—¿Las probabilidades de que eso pase son ochenta en cien o noventa en cien? —preguntó ella con curiosidad.

—Hmm, yo diría que cien en cien.

—Okay, tienes razón, corre.

Keiren sonrió de lado y, mirando hacia atrás para comprobar que su maadre no venía siguiéndolos con una cadena para retenerlos y su padre tampoco estaba a la vista, trotó detrás de Matzy con chikorita en su hombro.

—¡Chikoooo!

—Lo sé, amigo —le dijo —A partir de este momento comienza la diversión.