Respuesta a Desafío: Los Quince Errores.

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por SacriDH, 3 Marzo 2010.

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    Respuesta a Desafío: Los Quince Errores.

    Bueno, en respuesta al siguiente desafío:

    http://foro.cemzoo.com/f11-fanfics-sobre-pokemon/197391-desafios-de-pokemon.html#post1231811301

    Voy a hacer este fic con la esperanza de terminarlo y poder pasar la prueba. Como el desafío bien dice serán 15 One Shot que hablaran sobre temas y sentimientos que para el personaje principal son considerados un error y eso lleva a diferentes conclusiones para cada historia. Antes que nada quiero dejar dicho que pede que cada One Shot tenga muy poco de pokémon, ya que los temas que se me dieron no tienen que ver mucho con el mundo pokémon. Además, la extensión de los One Shot variarán según el tema, hay algunos que son más fáciles de escribir que otros. Lean el primer One Shot y verán de lo que les hablo:


    Capítulo 1: Amistad.


    - ¿Amistad? No sé qué es eso. Solía llamar amigos a los que alguna vez me dedicaron sonrisas y me hicieron sentir bien con sus palabras. ¿Pero donde están ellos en éste momento? En ningún lado. Me abandonaron, se olvidaron de mí, huyeron cuando más lo necesitaba. Después de estar tanto caminando a ciegas por esas oscuras ciudades buscando protección, buscando apoyo, alguien que me ofreciera un techo al menos… nada. Los “amigos” que alguna vez conocí y respete sobre todas las personas en la faz de la tierra me dejaron en la calle y a mi suerte.
    >> Ahora vivo en esta celda de dos por dos, suplicándoles piedad a los carceleros, pidiendo de rodillas por agua y pan. Es como si todos se hubieran olvidado de mí, ¡después de que yo di todo lo que tenía por los que yo consideraba mis amistades! Porque yo no maté a esa muchacha porque quería hacerlo, ¡yo la maté porque se lo merecía! Ella hizo sufrir mucho a George, mi amigo, la única persona que me acompañaba de un lado a otro, el único que me daba buenos consejos y que siempre tenía una solución a mis problemas.
    >> El día en que el me contó que estaba enamorado yo me puse muy feliz, porque siendo sinceros, con lo feo que era George debía ser un milagro que una chica lo quisiese. ¡Y no vayan a pensar que nunca se lo dije! Yo siempre le decía la verdad, pienso que es mucho mejor que la mentira aunque sea dolorosa. Igualmente, cuando me dijo que la amaba en secreto me desilusioné un poco pero le insistí que le hablara, que se lo dijera, era lo mejor, porque hay que decir esas cosas antes de que el dolor del corazón se vuelva más fuerte.
    >> El resultado fue que George fue y se lo dijo, y la muchacha lo repudió como si fuera una basura. Le partió el corazón en dos, ¿y eso no es un crimen también? Pues debería serlo.
    >> Cuando George me lo contó, cuando me narró con exactitud todo lo que había pasado y lo mal que se había sentido en ese momento yo sabía que esa mujer tenía que pagar. George era lo más cercano que tenía yo a un hermano y no podía dejar impune a esa arpía que le había hecho tanto daño. Sí, ahora que me doy cuenta tendría que haberlo dejado que lo solucione solo, ¡pero yo no soy así! Yo siempre defendí a mis amistades, les di todo de mí. Llegué a la casa de la muchacha y la seguí cuando caminaba hasta otro punto de la ciudad a buscar a alguien. En ese momento, cuando ella estaba sola, cuando era fácil atacarla por la espalda y envainarle mi cuchillo, no pude hacerlo. No tenía la suficiente furia como para acabar con esa mujer que tanto daño le había hecho a mi camarada. No podía, pero igual la fui siguiendo.
    >> Llegó a una morada de uno de los barrios que circundan la ciudad. Golpeo dos veces y un hombre salió a recibirla. La escena que vi me revolvió el estomago. ¡Estaba con ese idiota en vez de preferir a mi amigo!
    >> Esperé a que él se metiera de nuevo y actúe. Fui por detrás, la tomé de la boca y con un susurro en su oído le expliqué que debía pagar por dañar tanto a quien la amaba. Le quité la vida y me fui.
    >> Me fui a buscar a George, a contarle que todo había salido bien, que esa tonta ya no lo molestaría. No me sentía mal para nada, sabía que había hecho bien. El corazón de mi amigo había quedado destruido, y yo destruí el de ella también. Pero nunca llegué a la casa de George para explicarle lo que había pasado. Nunca llegué porque la policía me arrestó antes. Je, nunca había visto a la policía actuar tan rápido.
    >> Desde ese día estoy en esa prisión sucia y oscura, con bestias salvajes como habitantes que piensan que me hacen daño. ¡Ellos no son los que me hacen daño! Mi cuerpo lo soporta. El daño lo tengo aquí, en el corazón, ¡porque nadie vino a verme! ¡Sólo mi abogado! ¿Puedo considerarlo mi amigo? Je, si fuera mi amigo no estaría vaciándome los bolsillos. ¿Qué pasó con George? Se olvidó olímpicamente de mí, nunca me visitó. ¿Otros amigos? Tenía algunos, no eran como George, pero podíamos llamarnos compinches. Ellos tampoco se acordaron de mí, ni de todas las veces que puse dinero de mi bolsillo para ayudarlos a conseguir lo que querían, o cuando di la cara por ellos para presentarles a alguna bonita chica.
    >> Yo admito lo que hice y si tengo que pagar lo haré. Pero sería mucho más fácil si tuviera a alguien a mi lado apoyándome, dándome fuerzas para terminar mi condena. He descubierto tras esos barrotes que la amistad es un error. Uno de los tantos errores de la vida, que uno comete por usar el corazón como cerebro.
    El acusado hizo silencio y los miembros del jurado intercambiaron palabras entre si, al igual que el publico del tribunal abierto. El juez de turno llamo al silencio.
    - ¿Quiere el abogado defensor hacer alguna pregunta?- interrogó la máxima autoridad de la corte.
    El abogado, que había quedado completamente sorprendido al ver que su cliente no había dicho la coartada que él le había pedido que dijera se levantó y nerviosamente dijo:
    - No, su señoría.
    - Entonces, señor David Adams, ¿usted está conciente de la gravedad de su declaración?
    - Sí, señor juez. Si usted considera que cometer ese delito para ayudar a quien yo consideraba un amigo está mal, me asegura que la amistad no existe, que es sólo un capricho de los seres humanos, un error. En cambio, si me deja en libertad, demostrando que es posible que por una amistad tan grande, se llegue a un punto donde sea necesario hacer pagar a quien lastimó a nuestros amigos; en ese caso volveré a creer en la amistad.
    En el palacio de justicia reinó un silencio sepulcral. Las palabras del reo fueron tan profundas que ahogaron a todos los presentes. El juez pronunció un receso para poder pensar. No era una decisión fácil de tomar.

    Unas horas después, el juicio ya había acabado. Y los abogados, el demandante y el defensor, se encontraban tomando un café y hablando sobre el extraño caso que tuvieron que llevar a cabo.
    - Dígame, Dawson, ¿usted le dijo a su defendido que George Kent se suicidó la noche en que la victima fue asesinada, al conocer la noticia?
    El abogado del prisionero tomó aire y un trago de café para responder.
    - No, ni se lo diré jamás. Aunque diga que para él la amistad no existe, estoy seguro que vive con la esperanza de pensar que alguna vez su amigo irá a visitarlo. Si se entera que está muerto, no sobrevivirá a la cárcel. Será mejor que se entere cuando se cumpla su condena.
    Ambos asintieron con seriedad y bebieron lo que les quedaba de café en las tazas.


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    Espero que les haya agradado. Suerte a todos!
     
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    Re: Respuesta a Desafío: Los Quince Errores.

    Vamos con otro error, vamos con el...


    Odio.

    - ¡Te odio, ¿entendiste?! ¡Te odio como a nadie en el mundo! ¡Te detesto!
    La joven Romina es una chica gótica, de escultural figura y un hermoso rostro angelical perforado por una decena de aretes y piercing’s. Si bien es hermosa, siempre está tan enojada, siempre tan confundida y apresada por la ira. Tiene sólo quince años y cree poder llevarse el mundo por delante, porque según ella los adultos no la entienden, los únicos que la entienden son sus compañeros, sus amigas íntimas y ese sexy chico de los tatuajes que se la pasa todo el día fumando marihuana en la disquería de Cacho.
    Las peleas con su madre son constantes. Magdalena es una mujer refinada, desde que su hija nació no ha tenido tiempo para nada más que para ella. El padre de Romina desapareció el día en que se enteró de su concepción. Para opacar esta falta de cariño, Magdalena le dio a su hija todo lo que ella quería, quizás demasiado. Pero ella no lo hizo por ignorante y por no saber que algún día su hija se convertiría en una caprichosa, de hecho, cuando tuvo que ponerle un castigo se lo puso, pero nunca le levantó las manos, ni la amenazó con darle nalgadas si se portaba mal. Después de todo, Romina no tenía la culpa, la culpable era ella que fue tan tonta como para ser engañada por ese tipo.
    Conforme pasaron los años, Romina se convirtió en una chica preciosa, rebosante de cariño y afecto. Pero el faltante masculino en la casa le jugó en contra. Su madre había intentado tanto el alejarla de los chicos, de las malas juntas, de los problemas que traía enamorarse a tan temprana edad… pero cuanto más la alejaba, Romina más curiosidad sentía. Y la compañía de sus amigas de colegio no le resultaba satisfactoria, ella necesitaba chicos a su alrededor, los quería conocer más íntimamente, nunca había tenido la oportunidad de estar tan cerca de un hombre y ponerse a hablar largo y tendido con él.
    Pero claro, una vez pasadas todas las fiestas de quince años de sus amigas, la de ella misma, y de haber conocido infinidad de amigos y amigas, comenzó a darse cuenta que ella los prefería a ellos, que eran muy divertidos, no quería a su anticuada madre con la que siempre debía cumplir la misma rutina.
    El fastidio de la chica hacia su madre comenzó a crecer lentamente. Cada vez las discusiones eran más duras, y la joven se iba de su casa y llegaba a altas horas de la noche. Magdalena todas las noches era un manojo de nervios y no podía dormir hasta que ella llegaba.
    Pero ese día, Romina había ido muy lejos. Le había dicho a su madre que la odiaba, que la aborrecía más que a ningún otro ser y el corazón de Magdalena se partió en pedazos. Ver a su propia hija armar una valija para irse de su casa la destruyó poco a poco. Ella no le rogó que se quedara, le rogó que recapacitara, que sus amigos no eran buenos. Pero Romina no la escuchaba. Su madre no existía para ella.
    Romina se fue y Magdalena no tuvo otra opción más que echarse la culpa de todo. Lloró por mucho tiempo, quizá todo el día, porque era lo único que ella tenía. Quizá le inquirió demasiada presión, quizá la ató a ella por ser lo único que le quedaba. No sabía que era, podría pensarlo siempre y nunca encontrar una respuesta. Ahora su hija estaba afuera, y ella lo único que le pedía a su dios era que nada le pasara.
    Romina tenía una amiga, quien la condujo por el camino a ser una chica gótica. Eran amigas inseparables y nunca se peleaban. Bastó un mensaje de texto preguntándole si podía pasar la noche en su casa, para que la chica contestara instantáneamente que se quedara todo el tiempo que quisiera.
    Tamara se llamaba su amiga, y tenía una mansión en el centro de la ciudad. Los padres de Tamara trabajaban en un casino, y muchas veces tenían que hacer horario nocturno. En estos casos, la chica aprovechaba para meter a todos sus amigotes a la casa.
    Esa noche, cuando Romina llegó, había tres chicos hablando con Tamara. Uno era José, el “novio” de Tamara, no podía llamarse realmente novio, ellos hacían intercambio constante de parejas, y José muchas veces había intentado seducir a Romina sin éxito alguno. La chica tenía ciertos códigos y nunca haría nada con el novio de su mejor amiga, aunque a ella no le importara en absoluto. El otro era Héctor, éste fue el primer novio de Tamara, tenía cerca de 20 años y era amigo de José, Romina tenía la sensación de que ambos usaban a Tamara casi sin escrúpulos. El último era Javier, el chico de los tatuajes que tenía muerta a Romina. Todo en él era perfecto, su cara, su cuerpo, su voz… estaba perdidamente enamorada de él. No importaba lo que hacía, no importaba cómo era. Ella lo amaba y punto final.
    - ¡Romi! ¡Que bueno que llegaste! No queríamos empezar a beber sin ti. Deja tu maleta por allí. ¿Al fin decidiste dejar a la casta de tu mami?
    - Ehhh, sí, je. Ya no la aguantaba- comentó Romina un poco nerviosa pero sin traicionar sus costumbres adolescentes.
    - ¿Sabes? El problema es que tu mamá no ha vuelto a buscar un hombre desde que tu padre se fue. Yo creo que sería más dócil con un hombre a su lado, ¿qué me dices, Jo?
    El chico asintió mientras Tamara se sentaba en sus piernas y se daban un baboso beso con legua.
    Romina no lograba encontrar un buen ambiente en ese lugar, y no sabía por qué, había ido muchas veces de su amiga… claro, nunca para quedarse a dormir. Javier la admiró y le indicó que se sentara a su lado. También le ofreció una pitada de su cigarrillo recién armado.
    - ¿Quieres?
    - Mmm, no sé… no estoy segura.
    - Vamos, Romi, tranquilízate, necesitas relajarte, esto te aliviará.
    El cigarrillo se hacía gigante frente a los ojos de la chica. La imagen de su madre llorando era un obstáculo que le impedía tomarlo, pero ¿tanto odiaba a su madre como para desobedecer todas esas cosas que le había dicho? Admiró a Javier, y este parecía molesto. Decidió aferrarse a ese enorme cigarro y pitó con fuerza. Sus pulmones se llenaron rápidamente de un humo amenazador que intentaron expulsar del cuerpo en forma de tosidos. Instantáneamente su cabeza giró en torno a su cuerpo y se sintió en las nubes. Los chicos no mentían, esa era exactamente la sensación. Su madre desocupó el espacio que había en su mente y se distendió.
    Las botellas de alcohol pasaron entre las manos de todos, la droga también, y ya muy entrada la noche la música comenzó a escucharse muy despacio y la chimenea encendida empezó a calentar más de la cuenta.
    Un beso húmedo de Javier en su cuello la hizo sentir mujer. Tamara y sus dos pretendientes se habían hecho un emparedado humano y estaban completamente en la suya, con una botella de Whisky derramándose sin piedad en la alfombra. Se olvidó íntegramente de ellos y se abrazó al chico de los tatuajes.
    Ambos estaban totalmente alcoholizados y comenzaron a subir por la escalera a los tumbos hacia uno de los cuartos de arriba.
    Romina en ese estado era incapaz de negarse a hacer lo que el chico le pidiera. Javier ya estaba acostumbrado, y aun bajo los efectos de los estupefacientes podía controlarse bastante.
    Se tiraron a la cama y se revolcaron sin temor a romperse la ropa. La pasión no tardó en inundar la habitación y retumbar contra las paredes en forma de gemidos lastimeros. Javier se sacó la blusa y extendió su cuerpo sobre el de Romina. La chica sintió el contacto con la caliente y dibujada piel del muchacho y por una fracción de segundo volvió al mundo real.
    - No, Javi, espera, no estoy lista. No quiero.
    El chico hizo como que no escuchaba y continuo besando a la chica y forcejeando con la camisa que llevaba puesta para quitársela.
    - De verdad, Javi, me siento mal, déjame bajar a tomar agua. ¡No, déjame!
    Era tarde para echarse atrás. Javier tenía una fuerza descomunal en esos instantes y ella ni siquiera podía mover las manos. Era imposible que se resistiera. Sólo le quedaba gritar e intentar que él se compadeciera.
    - Por favor, Javi, hoy no, de verdad no puedo, detente.
    El chico no lo escuchaba y terminó por sacarle la camisa. Con un fuerte abrazo la arrastró hasta cabezal de la cama y allí la tiró boca abajo como si no fuera más que un cuerpo inconciente.
    Las lágrimas comenzaron a rodar por los ojos de Romina, destiñendo sus ojos pintados de negro. No podía creer que hubiera llegado tan lejos, no era lo que ella quería, no quería ser tan fácil. Cada gota que salía de sus ojos le golpeaba el cerebro recordándole las palabras de su sabia madre… Todo lo que ella le había dicho que pasaría si no la obedecía, pasó. Sinceramente, en la adolescencia uno no se da cuenta de las cosas hasta que ya es imposible volver atrás. Cada gritito que exhalaba al sentir la brusquedad con la que el chico la trataba era un martillo que derrumbaba de a poco ese odio con el que ella había tratado a su madre. Cerró los ojos con impotencia y se resignó.
    - Jamás lo volveré a hacer, mami… Nunca jamás…

    - Nunca jamás lo volveré a hacer, mami, lo siento mucho.
    Los ojos de la chica estaban cubiertos en lágrimas. Y los de su madre también. Había vuelto muy temprano a su casa con la misma valija con la cual salió. Las dos se abrazaron, sin intenciones de separarse.
    - De verdad me siento muy mal, cometí el error más grande de mi vida, decir que te odio fue lo peor que pude hacer. Yo…
    - Hija mía. Tenerte conmigo de nuevo es todo lo que necesito. No importa lo que hiciste, yo… hace 16 años cometí el mismo error.
    La hija miró a su madre como si fuera su viva imagen. No cabía duda entonces que eran madre e hija. Se abrazaron de nuevo para terminar de transmitir los sentimientos que llevaban dentro.
    - No te odio, mamá, prometo portarme bien y hacer todo lo que vos me digas.
    La madre sonrió. Había recuperado eso que más le importaba en el mundo.

    El odio es un sentimiento que saca lo peor de cada uno de nosotros. Descubre todos nuestros errores y los expone a la vista de todos. ¿Acaso no es vergonzoso eso? Más aun, cuando decimos que odiamos a un ser que lo único que quiere es que triunfemos. Esa palabra es mucho más dolorosa que una puñalada, porque hace añicos la esperanza de ese ser querido que sólo quiere vernos felices. El odio es un grave error, pero como dice el dicho, hacia el amor hay un solo paso. Ese paso es aceptar de nos equivocamos y volver atrás… porque siempre hay vuelta atrás.

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    Espero que les guste.
     
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