Shibuya Residencia Shinomiya [Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 15 Junio 2021.

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    Gigi Blanche

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    Sobre las colinas de Shōtō se encuentra la Residencia Shinomiya. De gran antigüedad, la machiya ha sido conservada respetando el estilo tradicional de arquitectura y decoración con ligeras modificaciones modernas. Es una amplia mansión de dos pisos, con techos de teja negra y paredes blancas revestidas en madera. Posee un jardín delantero delimitado por paredes de arbustos y a la entrada presenta una gaceta adaptada para uso de la seguridad privada que sirve a la familia. Es en el patio trasero donde el estilo se trastoca un poco, al contar con piscina, barbacoa y jacuzzi.

    Barrio de Tokio: Shibuya


    Residencia Shinomiya.png
     
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    Gigi Blanche

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    Kou 2.png

    Cuando las clases acabaron no hice más que repetir la rutina de toda la vida. Incorporarme, guardar las cosas, manos a los bolsillos y bajar. Afuera encontré a mi grupo de trabajo justo como les había pedido y bueno, ya me habría cagado en sus muertos si me hacían esperarlos. En sí cualquiera podía sufrir un leve retraso, ¿no? Pero estábamos hablando de mí y luego del desastre en los baños, si acaso tener que tragarme la calentura y prestar atención en clases me había puesto de mal humor. Eso o había regresado al Kou de toda la vida, claro.

    Sabía que era una cucharada de moco, venga.

    Asentí con la cabeza en dirección del grupo y repasé la calle con la vista, reiniciando la caminata hacia el auto negro que aguardaba unos pocos metros más allá. Era de cuatro puertas, estilizado y con ventanillas polarizadas del más absoluto negro. Como había hecho en dirección al ascensor, no esperé ni me cercioré de que me estuvieran siguiendo. El chófer llevaba el traje impecable de toda la vida, se bajó del coche al verme acercándome y nos abrió la puerta de atrás, con un asentimiento solemne. Japonés, claro, todo el personal de la casa era japonés. Papá tenía una fijación estúpida con el nacionalismo.

    Estaba acostumbrado que te cagas a toda la situación, así que no dije nada y me zambullí en el carro, dejando el maletín de cuero a mis pies. Ni siquiera reparé en que siempre era yo, pero ahora había cuatro idiotas y alguno de mis compañeros tendría que tomar el asiento del copiloto. Bueno, estaban grandecitos, ¿no? Se arreglarían entre ellos.

     
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    Amane

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    Alethea 2.png

    El día había transcurrido con mucha tranquilidad, especialmente después de haber aclarado el hecho de que nos íbamos a reunir para organizar el proyecto después de clases. No era especialmente largo y seguramente lo completaríamos en un santiamén, si encima todos parecíamos bastante dispuestos a ello, pero si igual acabábamos pasando toda la tarde juntos pro algún u otro motivo tampoco iba a ser yo la que se quejase.

    Una vez más, no estaba especialmente orgullosa de ello, pero si tenía que utilizar la excusa del proyecto para escapar de la presión de mis padres así fuese un par de horas, iba a acabar haciéndolo casi sin dudar. No era que no compartiese su objetivo o su manera de ver las cosas, también me gustaba trabajar para conseguir lo que quería, pero a veces simplemente necesitaba respirar un poco.

    Les avisé, pues, de que estaría fuera por el proyecto y no me dio tiempo de buscar a Ri para decirle que se fuese sin esperarme, así que también tuve que mandarle un mensaje sin más. La había visto en el receso, un poco de pasada, y se veía bastante mejor que por la mañana, cuestión que me tranquilizó bastante.

    No tardamos en encontrarnos todos en la puerta de la Academia y el chico que nos había invitado a su casa nos llevó hacia el coche que nos llevaría a la misma. Fui la primera en seguir sus pasos, sin pensarlo demasiado, y tras saludar al señor que abrió la puerta con una inclinación de cabeza me introduje en el interior del vehículo.

    —Permiso~

    Tampoco pensé mucho que el asiento del copiloto se había quedado libre y que lo podía haber tomado, pero lo cierto era que me daba un poquito igual y quizás a alguno de los otros dos le hacía más ilusión así que, ¡sin problemas!

    ¿Alguien pidió relleno? ¿No? Bueno
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Al fin las clases terminaron, y pudimos escabullirnos del colegio. Fui uno de los primeros en llegar abajo, suponía que por haber usado el ascensor, y me entretuve silbando un rato, apoyado en la puerta, mientras esperaba a los demás. No tardaron en llegar, y les dediqué una sonrisa a cada uno. En especial a Kou, que por alguna razón, parecía algo enojado o con los humos por abajo. Lo seguí de manera distraída, mientras enviaba un mensaje a casa diciendo que iba a ir a la casa de un compañero de colegio, para terminar un trabajo. Omití que el trabajo era para mañana y que no había hecho nada de nada. Me gustaba la sinceridad, pero no el sincericidio.

    En cuanto vi que no solo íbamos a su casa en auto, si no también en tremendo vehículo, solté un silbido de admiración. Kou parecía bastante apresurado por irse, o simplemente era que vivía con la intensidad de que no tiene paciencia para que el mundo gire sobre sí mismo. Iba a tener que conocerlo más, suponía, pero una idea de como era se estaba formando en mi cabeza. Hasta tenía chofer y todo. Era obvio que sus padres no se la pasaban teniendo que sobrevivir de mes a mes. ¿Cómo sería su casa? La curiosidad me ganaba.

    Le dediqué una sonrisa al chofer, para después recordar que acá en Japón se saludaba distinto y le dediqué una inclinación de cabeza, imitando a Alethea. Kou ni lo saludó. Bueno, no sabía si empezábamos muy bien. ¿Era algo de Japón? Aunque creía que cierta cortesía mínima era universal.

    Estuve a punto de subirme junto a los demás, pero me di cuenta que no íbamos a caber. Le cedí mi espacio a Laila, y rodeé el auto, para entrar por la puerta de acompañante. Hice señas para que me abrieran y me apee.

    — ¿No importa que venga de copiloto, no? Aunque de copiloto voy a tener poco, no tengo idea de como es Tokyo —comenté alegre, con una sonrisa, mirando al chofer. Miré por encima de la cabecera del asiento.— Al que esté atrás, le aviso que voy a mover el asiento. Tengo que hacer un poco de espacio para los zancos que tengo por piernas, ¿eh?

    Rebusqué un rato en el asiento, hasta que pude encontrar las manecillas. Luego de un par de infructuosos intentos en los cuales tuve que poner el respaldar de vuelta a su posición original, y haberme deslizado en los rieles del asiento durante unos segundos (era difícil hacerlo con bastón), pude llegar a una posición que no incomodaba demasiado mis piernas y tampoco al que estuviera detrás. Saqué mi celular del bolsillo, le enchufé los auriculares, y poniéndome uno en mi oreja, me di vuelta sobre el asiento, mirando a mis compañeros.

    — ¿En dónde vives, Kou? ¿Dentro de Tokyo? Porque con semejante máquina, me imagino que tiene que ser en un lugar con espacio. Dudo que sea en un departamento como los que están por aquí. A menos que sea uno de esos departamentos super lujosos, o que tengas todo un piso. Eso sería algo genial. ¿Y en serio vienen a buscarte en este auto a ti solo todos los días? Vaya, ¿no es algo solitario?

    Me quedé un rato, rumiando mis propias preguntas. Le volví a sonreír al chofer, pero dudaba que fuera a sacarle mucha charla. Bah, podía intentarlo.

    — Y dime, ¿cómo te llamas? Fue algo descortés entrar así nomás al coche sin preguntarte el nombre. Bah, espera, ¿tienes permitido hablar en el trabajo? Una vez conocí a un chofer de limusina que tenía ese problema. O sea, no en una limusina, pero sí fuera del trabajo. Vaya que le gustaba hablar. Pero supongo que es un efecto secundario de tener que guardarte todas las palabras durante las largas horas de manejo. Y viendo siempre los mismos paisajes. Se debe volver algo aburrido.

    Probablemente no me pudiera responder, porque tal vez ni me entendiera, teniendo en cuenta que todo lo estaba diciendo en inglés, porque mi japonés era un cero a la izquierda. Suspiré, y volví la vista atrás, con una sonrisa.

    — Bueno, podríamos aprovechar para conocernos un poco más ahora, ¿no? A menos que quieran hacer todo el viaje en silencio. Solo me tienen que decir, obviamente. A ver... Kou, no te voy a preguntar de donde vienes, porque eso es bastante obvio. Pero tú, Alethea, ¿naciste aquí? Por tu nombre y demás. Y Laila estoy casi seguro de que no. Yo no voy a responder a esa pregunta porque se nota a la legua. Debo ser el habitante de Japón menos japonés que existe.

    Si a Kou no le explota una vena antes de llegar a casa lo tomaré como un fracaso.
     
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    Zireael

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    Laila.png
    Mentira sería decir que me esperaba que Shinomiya ofreciera su casa para hacer el proyecto, es decir, no conocía al chico de nada pero tampoco era tan densa como Jez y se notaba a kilómetros que el castaño este con sus pintas de príncipe debía vivir más que bien y en general a esta clase de gente no le gustaba llevar visitas así por venir a cuento. De todas maneras, asumía que se sentía más cómodo en su casa que arriesgándose a meterse en cualquiera de las de nosotros.

    Accedí sin mayor complicación, le envié un mensaje a mi padre para que supiera que iba a quedarme estudiando en casa de unos compañeros y llegaría a casa más tarde nada del otro mundo. Total que al salir seguimos a Shinomiya hasta afuera, Jack terminó por cederme el espacio de atrás aunque realmente había pensando en decirle que se fuese él adelante desde el principio y listo.

    Claro, al gigantón le habían dado de comer sopa de loro apenas nacer o algo, porque no se callaba. A mí en particular no me molestaba, era bastante adaptable en ese sentido, pero ni idea si pudiéramos decir lo mismo de nuestro anfitrión aquí presente y quizás un poco por manía me mantuve atenta a sus reacciones, sobre todo siendo que íbamos tres allí atrás.

    La voz de Jack llamó mi atención no mucho después, con eso de que podíamos aprovechar para conocernos mejor y tal, digamos que si queríamos hacer todo el viaje en silencio no era ya una opción como tal, pero era educado dejar la opción tan siquiera. Igual el muchacho se veía simpático, así que no había necesidad de cortarle toda la energía así de cuajo, de forma que le regresé la sonrisa y asentí con la cabeza.

    —Pues tienes razón. Nací en Alemania en realidad, pero nos mudamos aquí cuando estaba pequeña así que no recuerdo mucho de cómo era vivir allá ni nada.
     
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    Gigi Blanche

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    Realmente no atendí a las posibles reacciones de nadie con respecto al auto, el chofer ni nada. Las chicas se acomodaron a mi lado, Atkinson fue adelante y solté el aire por la nariz suavemente, recostando la mejilla en el dorso de mi mano. No veía mayor interés en mantener conversación, mucho menos iniciarla, y casi sentí pena por Nagamori-san apenas Jack soltó la lengua. En inglés, encima. Papá contrataba al personal nativo, sí, y solía cerciorarse de que no hablaran otros idiomas, especialmente inglés. Vete a saber, una manía o una medida de seguridad, de tanto que usaba el teléfono en el coche.

    Estuve a punto, a punto de decir algo al respecto, pero Jack se me adelantó para avisar que correría el asiento y arrugué el ceño, tragándome las ganas de bufar. Genial, me había sacado la lotería. Me quedé quieto, esperando a que encontrara las palancas y procediera, porque igual no me daba la cara para impedirle a un lisiado de correr el asiento. Eso no me quitaba el hastío, claro.

    Acabé distrayéndome con el paisaje, el coche ya en movimiento. Nagamori-san le había dedicado sonrisa tras sonrisa a Jack sin decir una palabra, era la típica cara de "no tengo idea qué me estás diciendo pero me pagan por ser cordial". Al final ni tanto movió el asiento, es decir, no era para tanto, pero a veces era un exagerado de mierda y no me importaba lo suficiente como para echarme la correa al cuello. Volví la vista al frente de soslayo cuando la radio descompuesta pronunció mi nombre y luego de regreso al paisaje.

    —En Shibuya, en Shōtō —respondí con simpleza, en tono plano, y enderecé el cuello sólo para agregar, con una ligera chispa burlona—. Dentro de Tokyo, sí.

    Digo, pobre chico, quizá ni supiera qué era Shibuya.

    Luego siguió, siguió y siguió hablándole a Nagamori-san. Le eché un vistazo al hombre, no podía ver mucho desde ahí pero imaginaba que bonito no debía ser no entender una mierda de lo que te decían. De la forma que fuera, Atkinson no tardó en volver a enfocarse en nosotros y descarté la idea de intervenir. Con suerte ya lo dejaría en paz. La sorteada acabó siendo Meyer, la chica de la punta, y regresé la vista a mi ventanilla. Quizás estuviera loco o quizá tuviera razón al creer que había estado prestándome cierta atención. No que me importara, tampoco, ni siquiera planeaba hacer algo con la información. Escuché su respuesta al aire, que había nacido en Alemania, y por un chispazo de moral o vete a saber qué acabé llenándome los pulmones de aire y volví la mirada hacia mis compañeros de grupo. En teoría, ahora era turno de Ethans de someterse al interrogatorio del loro aquí presente.
     
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    Amane

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    El resto del reparto se sucedió con bastante facilidad: Laila tomó asiento a mi lado y Jack se hizo con el asiento del copiloto. Por lo poco que sabía del resto, lo cierto es que no me sorprendió en absoluto que acabásemos repartidos de aquella manera. Un poco de gracia me hizo haber acabado entre medias de los otros dos, ni idea de por qué, pero la idea murió tan rápido cómo llegó, simplemente sacándome una ligera sonrisa que bien podría haber sido por cualquier otra cosa.

    Personalmente, no tenía problema alguno en hacer el viaje en silencio siendo que, a excepción de cuando iba con Ri, generalmente yo también pasaba el camino a casa sin nadie con quien hablar y había aprendido a disfrutar bastante de la soledad. Por otro lado, entendía que un viaje de cuatro adolescentes implicaba que en algún momento habría intento de comunicación y, bueno, solo había que estar dos minutos con Jack para darte cuenta que era prácticamente un loro.

    Me quedé observando cómo cambiaba de objetivo y de tema de conversación con una rapidez digna de admirar, y escuché después las respuestas de los demás con curiosidad. En fin, ya que Atkinson había sacado el tema de dónde éramos, ¿por qué no quedarse con la información? No importaba mucho, pero tampoco quería parecer una desinteresada. Jack no era de aquí, Laila tampoco, y eso nos dejaba a Kou y a mí como nativos.

    Cuando el chico admitió finalmente que iríamos a Shibuya no pude evitar alzar un poco las cejas, con cierta sorpresa, aunque rápidamente relajé de nuevo la expresión. Esa información sí que me la iba a guardar para después, seguro a alguien le interesaría recibirla~

    Noté justo después que la atención recaía sobre mí y dirigí la vista hacia el frente, dónde Jack, para asentir un poco con la cabeza.

    —Nací en Kioto, no hace mucho que nos mudamos aquí. Pero sigo siendo japonesa, sí, aunque mis padres no lo son. Un poco raro, lo sé~

    La verdad es que lo único que sabía era que a mi madre le gustaba mucho la mitología clásica y de ahí mi nombre, por lo demás... pues bueno, ellos no me decían nada y yo tampoco preguntaba mucho así que simplemente era toda la información que tenía.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Le guiñé un ojo y le sonreí al conductor. Era obvio que no entendía ni un pepino de lo que estaba diciendo, la verdad, pero al menos se esforzaba por mostrarse amable. O le pagaban por hacerlo, también. O ambas. Había muchas variables y por consiguiente, muchos resultados. No iba a sacarle ni una gota de conversación al conductor, la verdad, lo cual era algo decepcionante. Siempre tenían algo interesante para decir, en especial porque usualmente no los dejaban hacerlo mientras trabajaban. Aunque la barrera idiomática iba a ser un problema.

    Asentí ante la respuesta de Kou, atento.

    — Ah, mira. ¡Que interesante! —no tenía ni puta idea de donde quedaba Shibuya, ni Shojo o Johto o lo que sea que hubiera mencionado después. ¿Johto no era algo de Pokémon?— Supongo que es una zona linda. Quedará verlo ahora.

    Me vuelto luego hacia Laila, que había empezado a responder, y la cara se me iluminó. Casi que me abalanzo sobre el asiento hacia atrás.

    Ja wirklich?! Das ist super! Ick komme aus Austria, und du? Aus welchem Teil Deutsch... —el arranque que había tomado se frenó de golpe cuando me mencionó que se había ido de allí cuando era pequeña.— Oh, eh, perdón. Me emocioné. Hace un tiempo que no veía a nadie de mi zona, y el chip se me cambió de manera automática. Lo siento.

    Le dediqué una sonrisa de disculpa, con las mejillas levemente sonrosadas. Vaya, eso había sido embarazoso. Carraspeé, mientras me rascaba la nuca y ocultaba un poco la mirada. Suspiré, para intentar darle un poco menos de cuerda a la bobina, y volví a levantar los ojos.

    — Bueno, ¿y de qué parte de Alemania vienen tus padres? ¿Son del norte o del sur? ¿Y has vuelto en algún momento, o planeas hacerlo?

    Me controlé un poco, ya que por milésimas no le preguntaba si me podía presentar a sus padres, solo para poder conversar en mi propio idioma por un tiempo. Hablaba inglés como si fuera un nativo, pero nada podía superar el conversar de nuevo en tu idioma madre. Era liberador, en especial después de tanto tiempo forzándote a aprender otros, y uno completamente nuevo que no tenía ninguna relación con todos lo que sabías. Me giré luego hacia Alethea, que también estaba respondiendo.

    — Oh, claro, entiendo. Bueno, no eres tan japonesa, la verdad. De vista, quiero decir. O sea, se nota que tus padres no son de aquí, no que no seas japonesa, o no te veas japonesa. Perdón, yo... —suspiré.— Se me lengua la traba, je. Pero bueno, ¿y de dónde son tus padres? La verdad que no reconozco nada del nombre Alethea. O sea, no me suena de ningún lado. Tiene cierto tono como inglés antiguo, como sajón viejo, a lo Aethelwulf o Æthelstan, aunque es más que nada la pronunciación que yo le estoy dando, la verdad.

    Le dediqué una sonrisa incómoda y me di media vuelta, para clavar mi mirada hacia el frente. El arrebato anterior me había dejado algo, no sabía como decirlo, ¿avergonzado? O sea, me sentía algo expuesto, la verdad. No sabía en sí por qué estaba tan nervioso. Suponía que era el hecho de conocer gente nuevo que era bastante distinta a mí, en varios sentidos. Había conocido muchísima gente en mi vida, pero siempre había sido por amigos o que se movía en círculos sociales similares al mío. Ahora... ahora estaba yendo a la casa de un ricachón siendo conducido en un auto totalmente negro, polarizado, y con un chofer que no hablaba nada. O al menos, nada de inglés.

    Se sentía muy raro.
     
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    Amane

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    Alethea 2.png

    El chico este era un genuino torbellino de energía, solo había que verlo para darse cuenta que parecía estar canalizando todo lo que no pudiese mover con su cuerpo en la verborrea que estaba soltando. Era especialmente gracioso teniendo en cuenta que los tres que estábamos ahí atrás parecíamos ser todo lo contrario a él, y aun así de alguna manera parecíamos estar llevándole el ritmo bastante bien.

    Se mostró especialmente emocionado cuando Laila dijo que era de Alemania y le habló a la chica en lo que supuse que sería alemán, aunque rápidamente se corrigió al darse cuenta de que había sido, quizás, algo repentino. Me causó algo de gracia el intercambio y no pude evitar mirarles con una ligera sonrisa divertida. Dentro de todo, al menos me alegraba el hecho de que nos estábamos llevando bien por el momento.

    Después de responderle a Laila se giró hacia mí y volví a escucharle con atención, aunque al final no pude evitar soltar una risilla ligeramente divertida cuando se disculpó. Negué con la cabeza y moví la mano un par de veces, para darle más énfasis al gesto.

    —No te preocupes, está bien. Mi nombre viene del griego, significa 'verdad'. Y lo de mis padres... bueno, me guardaré algo de información para otro día, ¿te parece~?

    ¿Qué? Yo también sabía divertirme un poco a costa de los demás, eh~

    Sé que en teoría me toca después en el orden, pero está tan parado esto que me siento mal so relleno (???
     
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  10.  
    Zireael

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    Laila.png
    Al final resultó ser que Ethans era nacida en Japón aunque sus padres no eran japoneses en realidad, no era del todo raro, habían varios casos así que ubicaba por encima. El castaño había terminado por al menos pretender que nos prestaba atención, suponía que se agradecía siendo que estábamos todos metidos en un audio, pero tampoco era que hiciera falta como tal.

    La cosa fue que cuando Jack escuchó mi respuesta casi brinca al asiento de atrás y por un instante abrí mucho los ojos, empezó a hablar en alemán como ametralladora y me quedé fuera de base, porque ya mi padre casi no hablaba en su lengua materna y yo no aprendí demasiado, así que cacé puras cosas al vuelo. Al menos se detuvo antes de seguir, cuando cayó en que me había ido siendo pequeña y suspiré con cierto alivio, negué con la cabeza después, como diciéndole que no se preocupara por haberse emocionado.

    —Mi padre era del norte —respondí entonces—, antes íbamos con más frecuencia en vacaciones y así, pero bueno, con el tiempo supongo que papá echó raíces aquí.

    Además mi madrastra había nacido aquí, no era japonesa de sangre tampoco, pero se había criado en Japón así que estaba toda su familia y en Alemania papá ya había perdido a los abuelos y no tenía más que un hermano, que más bien solía venir aquí. No me iba a poner a dar tantas explicaciones, ni que me hubiera pedido la historia familiar y de todas maneras yo era algo más reservada.

    Se enfocó en Alethea de nuevo, esta vez en su nombre y la muchacha le respondió, lo de que se reservaría la información para otro día me hizo soltar una risa baja. ¿Lo iba a dejar con el suspenso? Con lo inquieto que parecía el pobre.


    más relleno pa decir que si ven que no respondo pueden pasar de mí (? porque rolear a Laila me está costando mucho últimamente, no me que incomode ni nada, solo me seca la neurona que ya de por sí no da una
     
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  11. Threadmarks: II. Sábado 18 de Abril [noche]
     
    Gigi Blanche

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    Kou 2.png

    No hubo prácticamente momento capaz de forzarme a pensar que estábamos en el club, montándonos el espectáculo de nuestras vidas. Bueno, al menos de la mía, claro. Me daba que esta chica era más que capaz de vivir a base de este tipo de locuras, ya lo había demostrado en la mascarada cuando detuvo el juego entero sólo para recordarme que aún no nos había tocado juntos. ¿Quién habría dicho en ese momento que acabaría trayéndola al club5ive? Las vueltas de la vida, eh.

    Al final ni podría renegar tanto de haber sido transferido al Sakura, venga.

    Su mano se enredó en mi cabello y pensé que la utilizaría para guiarme o afianzar la presión, pero al final no hizo nada y yo seguí a lo mío, comiéndole el puto cuello, hasta que me digné a separarme. Todo con tal de enviar el condenado mensaje, claro. Aceptó mi invitación, repasándome los labios con la lengua, y sonreí ampliamente antes de estamparle un beso en la boca. Aproveché el impulso para incorporarnos a ambos y la dejé en el suelo, colando la mano en el bolsillo donde había guardado el antifaz mientras le ofrecía mi otro brazo. Si habíamos arribado al club con elegancia, pues había que abandonarlo de igual manera, ¿verdad?

    No me preocupé demasiado por saludar a nadie, sólo crucé miradas con Eguchi y Atsuya a la distancia y asentí brevemente con la cabeza. Se me ocurrió que luego me molestarían al respecto pero vaya, con lo puesto que estaba me importaba de nada a... nada. Cruzamos a la antesala, esa dividida por la cortina acrílica, y una vez allí me detuve, girándome hacia ella, para volver a colocarle el antifaz. Lo último que debió haber visto fue mi sonrisa de puto lobo, y ya llevaba encima el alcohol suficiente para tener una idea de mierda atrás de la otra. Me incliné hacia su oído, rozando su mejilla con los labios en el proceso, y envolví su cintura con un brazo.

    —Agárrate de mí, Ri-chan, no sea que te caigas~

    La limo estaba estacionada justo frente a la puerta del club, me fijé que Riamu no fuera a tropezarse bajando las escaleras y el chofer nos abrió la puerta del coche. Dejé que ella ingresara primero, yo fui detrás suyo y apenas estuvimos solos de vuelta me lancé a sus labios. Le comí la puta boca como me vino en gana, había una canción rebotando en los parlantes y deslicé una mano sobre sus pechos, los apretujé apenas, antes de volver a acariciar sus muslos. Colé la lengua, me empujé dentro suyo y me aventuré dentro de la falda, clavándole la yema de los dedos. El coche ya estaba en movimiento.

    —¿Qué dices, cielo? —susurré, agitado, habiéndome separado luego de un buen rato besándola—. Si te dejamos el antifaz puesto, quiero decir~ Sólo eso, claro.

    El resto ni de puta coña.

    Hundí el rostro en su cuello, sólo para respirarle encima, y pestañeé con pesadez en lo que, lenta y suavemente, volvía a alcanzar su intimidad con el pulgar por encima de la ropa interior. Me sonreí, esta vez no alejé la mano, y volví a rozarla.

    A ver si aguantaba sin moverse.
     
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  12.  
    Amane

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    El beso que me estampó después de la tontería de repasarlo con la lengua me sacó una risilla, sobre todo siendo que aprovechó el impulso para levantarnos y, no sé, toda la secuencia me resultó de lo más entretenida. Le acepté el brazo que me ofreció casi al instante, solo distrayéndome un par de segundos antes para llevarme un último camarón a la boca, y lo seguí hasta el exterior del club sin mayor dificultad.

    Nos íbamos a ir montados en el teatro aquel de la elegancia, incluso cuando nos acabábamos de montar tremendo espectáculo a ojos de todo el mundo, y la verdad es que solo por eso había que respetarnos bastante.

    Una pena que no se hubiese olvidado del antifaz, ¿eh? Una habría esperado que con toda la calentura y el alcohol que llevaba encima, se le pasaría ese pequeño detalle y me dejaría, inconscientemente, saber dónde se situaba este club tan famoso y misterioso, pero ni modo. En fin, tampoco que me molestase en gran medida volver a llevarlo, si estaba suavecito y ya sabíamos que me gustaban esa clase de... accesorios.

    Obviamente caerme no me iba a caer, pero en qué mundo iba a rechazarle yo una oferta tan bonita a Kou, ¿verdad? Así que no tuve ningún reparo en agarrarme a él como si estuviésemos en alguna especie de puente movedizo o algo así, sonriéndome como tonta mientras caminábamos. Todo un caballero, ¿o no~?

    Apenas me acomodé en el asiento del coche cuando volví a sentirlo sobre mis labios y realmente no necesité más de un segundo para corresponderle, casi con la misma ansiedad que él estaba demostrando. Ahora que estábamos en la intimidad de la limusina, que no teníamos decencia que aparentar, era simplemente obvio que eso iba a ocurrir y no me verían a mí renegando de ello.

    De sus labios, de su lengua presionándose con insistencia contra la mía o de sus manos recorriéndome todo el cuerpo.

    Ni me digné a reprimir los gemidos que se abrieron paso con cada toque que me dedicó, aunque los mismos acabaron perdiéndose contra su boca al no ser capaces de separarnos en ningún momento del beso. Mis manos, que también habían estado viajando por su cabello y su pecho, acabaron por reposar sobre una de sus piernas, y solté el aire por la nariz en cuanto se separó para hablarme.

    —¿Eh~? ¿También vas a impedir que vea tu casa? Qué cruel~ —pretendió sonar a una queja infantil, de esas mías tan características, pero al final se quedó en un murmullo suave aunque algo agitado.

    Suspiré en cuanto sentí que se hundía de nuevo en mi cuello y, una vez más, el cosquilleo de abajo se fue intensificando en expectación por su acercamiento, hasta tornarse prácticamente insoportable. Ni se me ocurrió que pretendía ver si aguantaba mucho sin moverme, aunque para la gracia no hubiese hecho mucha diferencia, y ni siquiera lo pensé realmente antes de notar como las caderas se me movían hacia delante en busca de más contacto.

    Qué va, no había universo posible en el que pudiese aguantar sin moverme en aquella situación.

    >>Convénceme~ —murmuré, retomando el asunto de antifaz porque sí, mientras una de mis manos se adelantaba para buscar rozar su entrepierna por encima de la ropa.

    Eh, así como recibía también sabía dar~
     
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    Gigi Blanche

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    El aire se me escapó de golpe, en una especie de suspiro prolongado, al instante en que Riamu movió las caderas. Sus manos se había paseado entre mi cabello ya, dejándolo en cualquier dirección, pasando por mi pecho hasta derivar en mis piernas. Era estúpidamente consciente de lo cerca que estaba, de que los pantalones casi me molestaban, del calor hirviéndome la sangre y la humedad palpable de su ropa interior. Le respiré encima del cuello, el simple aliento lo humedeció y separé los labios para rozar su piel.

    Y seguí respirando, acompasando los dedos a sus caderas.

    No hice ademán de correrle la ropa interior ni nada, primero mantuve el pulgar haciendo contacto y luego colé un poco más el brazo, la falda se arrastró hacia arriba. Presioné dos dedos entonces, ejecutando movimientos circulares, mientras su vaivén la acercaba y alejaba. Estaba húmeda de verdad, el cerebro ya no me funcionaba en ninguna dirección y tuve que cerrar los ojos con fuerza apenas ella alcanzó mi entrepierna.

    ¿Que la convenciera?

    Se me aflojó una risa liviana, de nada, y hablé desde su cuello. Mis dedos no se detuvieron ni un instante, así no la estuvieran estimulando demasiado. Era más bien lento, como si pretendiera agotarle la paciencia. O enloquecerla, quién sabe.

    —Pues, ¿te la pasaste bien en los baños? —No tenía muchas neuronas al servicio de mi lengua, pero bueno—. ¿Necesitaste verme o te gustó más así?

    Al final erguí el cuello, observando el antifaz, y pasé el brazo libre por detrás de sus hombros para tocarla con mayor comodidad. De la forma que fuera, eché un vistazo por la ventanilla y noté que ya estábamos llegando.

    —Te lo piensas —susurré, quitando la mano de entre sus piernas para deslizarle el antifaz hasta quitárselo—, y luego me dices~

    Tampoco pretendía llevarla vendada todo el trayecto, que encima había que subir escaleras y era un poco un coñazo. El coche se detuvo, tensé la mandíbula un instante al respirar por la nariz y me guardé el accesorio en el bolsillo, dejándole su espacio por fin. El chofer no tardó en aparecer y luego de habernos bajado asentí con la cabeza, a modo de agradecimiento. El hombre volvió a subirse y empecé a caminar hacia el interior de la casa sin más. Adentro de la garita estaba uno de los de seguridad, otro asentimiento y saqué las llaves para abrir la puerta. Las luces estaban todas apagadas dentro.

    Vaya, ¿papá no estaba?

    Me sonreí, deteniéndome en el recibidor para aguardar por Riamu, con las manos dentro de los bolsillos. Era una mansión tradicional, tanto los revestimientos como los muebles mantenían el estilo. El recibidor daba a una muy amplia sala que más allá, hacia la derecha, conectaba con el comedor. Las escaleras estaban apoyadas sobre la pared de la izquierda, no muy lejos de la entrada.

    —Bueno, bienvenida~ —murmuré, como si no me hubiera echado todo el viaje de regreso tocándole el puto coño.
     
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    Amane

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    Era hasta estúpido lo satisfactorio que me estaba resultando el simple contacto de sus dedos contra mi intimidad, así fuese en un movimiento tan lento que casi pasaba más por una especie de tortura. Pero no pretendía negarlo tampoco, tenía ganas de llegar a más con Kou incluso desde mucho antes de la tontería del club; puede que desde la de los baños, para ser más específica.

    No solía ser tan paciente, mucho menos para este tipo de cosas, pero supuse que me había encaprichado de este chico más que de cualquier otra cosa en mi vida. Ni idea si fue porque de verdad me gustaba su compañía, si porque me había olido su inexperiencia y quería ver qué tan cierto era la suposición, si quería algo más difícil para entretenerme más rato o si era una mezcla de todo, puede que incluso con más razones amontonadas. No tenía ni idea; solo sabía que estábamos en una limusina de camino a su casa mientras él me masturbaba y, la verdad, no podía importarme menos el porqué de ello.

    Genuinamente intentó convencerme de dejarme el antifaz, aun cuando quedaba bastante claro que sus neuronas no estaban por la labor de andar convenciendo a nada de nadie, y por algún motivo ese detalle me hizo gracia y, no sé, me causó algo de ternura. Venga, ¿no estaba siendo un poco condescendiente? Casi como si me estuviese regodeando en su calentura cuando yo no estaba mucho mejor.

    Sea como fuere, me dio una razón de lo más válida antes de quitarme el antifaz, pero la verdad es que más que convencerme para ponérmelo de nuevo consiguió todo lo contrario. Es decir, en los baños me lo había pasado bien, claro, pero si iba a follármelo ya en serio, pues sí que iba a querer ver sus expresiones en el máximo esplendor de las mismas. Eh, ni idea, mira si de repente no me apetecía más bien ponerle el antifaz a él o algo~

    Con todo el asunto, el viaje se hizo más corto de lo que hubiese esperado, y ni siquiera supe como conseguí de nuevo recuperar algo de compostura mientras bajaba del coche. Bueno, bueno, si no iba a ser mejor actriz de lo que me imaginaba.

    Cuestión de que conseguí regularme la respiración en lo que Kou se bajaba y yo no tardé en seguirle, ajustándome el vestido en cuanto tuve oportunidad. Me despedí también del conductor y seguí al muchacho hacia la casa, saludando de igual manera al señor que estaba en la garita. Tanto a él como al chófer les dediqué una sonrisa deslumbrante, moviendo la mano de lado a lado como si, no sé, estuviese saludando a un amigo de toda la vida por al calle o algo parecido.

    Me quedé mirando el exterior de la casa mientras Kou abría la puerta y, una vez estuvimos dentro, no tardé mucho en adelantarlo para husmear por ahí como si tuviese cinco años. Recorrí prácticamente toda la sala aquella tan grande para asomar la cabeza por la puerta que daba al comedor, asintiendo un par de veces con la cabeza antes de volver junto a Kou, con un paso tan ligero que casi, casi parecía estar dando saltitos.

    —Linda casa~ —murmuré, bien cerca de su oreja al haber pasado los brazos por sus hombros y alcanzar aquella altura con los labios.

    Lo rodeé justo después, aunque no dejé de tocarlo realmente en ningún momento, y cuando volví a estar enfrente de su cuerpo, deslicé las manos por sus brazos hasta alcanzar las suyas, rozándolas un poco con la yema de los dedos antes de dejarlas caer. Me di la vuelta, con un poquito más de ímpetu del necesario para hacer que los flecos siguiesen el movimiento, y me dirigí hacia la escalera.

    >>¿Y arriba~? —pregunté, impostándome una inocencia de lo más innecesaria, y lo miré por encima del hombro con una sonrisilla, aprovechando la altura que me había otorgado subir un par de escalones ya.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

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    Ri se aguantó la estupidez que había mantenido entre sus piernas como una campeona, la verdad, si la capacidad que tenía para mantener el papel debía ser admirable y, bueno, no me quedaba muy atrás, ¿a que sí? Diferencias aparte, quizá nos lleváramos bien precisamente por la facilidad que presentábamos a la hora de montar cortinas de humo. Bueno, eso y que buscábamos divertirnos y punto, claro. Cuando ninguno de los dos pretendía una mierda del otro más que sensaciones inmediatas las cosas iban de maravilla, ¿a que sí?

    La esperé en el recibidor mientras se dedicaba a chusmearme la casa entera, prácticamente. No me molestó, la verdad, fue como si la hubiera soltado en un acuario o un parque de diversiones y me hizo gracia. Ni idea, por alguna razón le tenía una paciencia estúpida a esta chica. Recorrió la sala, se asomó en el comedor y me alcanzó por atrás, arrancándome una sonrisa torcida al sentir su voz en el oído. Las manos me cosquillearon apenas y aún así no las quité de los bolsillos.

    —Muchas gracias~

    Luego me rodeó, y el recorrido de sus manos me instó a mostrar las mías. Es que ya estaba estúpidamente sensible, igual, y aquella tontería se me antojó de lo más satisfactoria. Suavicé el semblante en consecuencia, sin quitar la vista de sus ojos, y repasé su silueta sin ningún atisbo de decoro en lo que iba hacia las escaleras. Los flecos acompañaron el giro y destellaron sutilmente bajo la iluminación cálida de la sala.

    El tono que empleó me arrancó una risa de nada y meneé la cabeza, siguiéndola con calma. Venga, por mí la habría invitado antes a un trago o un café, pero si la chica quería saltarse todos los preliminares tampoco me quejaría, vaya~ Le eché un brazo encima de los hombros en cuanto la alcancé y la guié por las escaleras, hasta desembocar en la planta alta. Las luces estaban apagadas y sólo habría tenido que estirar el dedo para presionar el interruptor, pero de repente no me dio la puta gana. Las cortinas estaban descorridas, la luz nocturna se colaba con un tinte pálido y deslicé el brazo hacia abajo, hasta enredarlo en su cintura. Le clavé los dedos cerca de las caderas y la insté a seguir caminando, en dirección a mi habitación.

    Abrí la puerta, empujándola suavemente. Mi recámara también era tradicional, con pisos de tatami y todo el rollo, aunque igual tenía una king size al centro y algún que otro mueble más occidental, como el escritorio de madera o las puertas que derivaban al walk-in closet. Porque, sí, tenía una habitación entera para mi ropa, obvio. A la izquierda poseía un ventanal estúpidamente amplio que trazaba las sombras de los muebles y realzaba el acolchado blanco en mi cama. Me adelanté, deslizando el brazo hasta deshacer el agarre, y en lo que caminaba un poco sin rumbo me quité el saco. Lo dejé encima de una silla, descansé las caderas en el escritorio justo debajo de la ventana y desde allí le sonreí, ladeando la cabeza.

    —Bueno, Ri-chan, ya sabes lo que dicen. Aún estás a tiempo de arrepentirte~

    Sí, claro.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  16.  
    Amane

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    Kou no me dijo nada mientras me paseaba por su casa como si fuese, no lo sé, una especie de zoo con animales en peligro de extinción o algo por el estilo. No me lo cuestionaba ya mucho, quizás porque en gran medida me había acostumbrado a ello, pero realmente era digna de admirar la paciencia que este chico tenía, tanto en general como conmigo, que la mayoría de la veces parecía un torbellino de energía yendo de aquí para allá haciendo puras estupideces.

    Podía haber seguido con la tontería de chusmear un par de minutos más, que seguro tenía un patio trasero con piscina para poder hacer el imbécil un rato; pasaba que, al contrario que él, yo no me caracterizaba en absoluto por tener un mínimo de paciencia. Ya se lo tenía que haber dicho alguna vez, que era una niña caprichosa y mimada que, cuando quería algo, solía quererlo al instante. De hecho, si hubiese sabido que había pensando en invitarme a otro trago antes o algo así, me hubiese hecho hasta gracia. Era innecesario pretender llenar el tiempo con algo así y, aparte, ¿más alcohol? Iba a ser que no, gracias.

    Pero no dijo nada al respecto y tampoco se hizo de rogar, así que apenas unos segundos después me estaba dejando llevar por el chico hacia el piso de arriba, así como le había pedido. No encendió las luces, pero no le di mayor importancia, de todas formas el lugar se veía bastante bien sin ellas y, para ser completamente sincera, tampoco necesitaba prestarte tantísimas atención a un pasillo que solo servía de conducto hacia lo que realmente importaba.

    Cuando llegamos a su habitación, lo primero que hice fue echarle un vistazo general con la chispa de curiosidad plasmada en mis ojos. Eh, a ver, a ver~ Era un sitio de lo más curioso, sobre todo si lo comparaba con mi propia habitación. Kou seguía teniendo elemento tradicionales japoneses aquí y allá, como el tatami mismo, aunque varios muebles tenían un aspecto occidental; mis padres, por muy japoneses que fuesen también, se habían modernizado demasiado con la de viajes que hacían constantemente y mi habitación, sin ir más lejos, pasaba fácilmente por la de un adolescente de una serie americana. Quizás la única diferencia era que los pósters que yo tenía colgados solían ser de grupos o cantantes japoneses.

    Vi como Kou se alejaba, quitándose la chaqueta, y aproveché el momento para quitarme los tacones que ya estaban empezando a matarme. Solté un suspiro de puro alivio en cuanto sentí el suelo directamente contra la planta de mis pies y miré al chico con las cejas alzadas, notando como una sonrisa me aparecía en los labios justo después.

    —¿Ah, sí? ¿Lo estoy? —cuestioné, impostándome de nuevo aquel tono inocente solo por la gracia, aunque la verdad fue más bien un comentario distraído al aire.

    No dije nada más, me llevé las manos tras la espalda y avancé hacia el par de puertas que habían llamado mi atención. Iba a seguir comportándome como si estuviese en mi casa, eso tenía que queda bastante claro, y como tal asomé la cabeza por la pequeña abertura que hice al agarrar los pomos del vestidor. Cuando cerré las puertas y me giré de nuevo, buscando los ojos del chico, había una expresión de puro orgullo en mi rostro.

    >>El mío es más grande~

    Pero bueno, ya era hora de ir dejando las tonterías, ¿o no? Claro que sí. Por eso mismo, justo después de soltar aquello último como si, no sé, fuese alguna especie de competición o algo por el estilo, dirigí finalmente mis pasos hacia la posición del chico. Dejé completamente de lado todo ese aire infantil que me había cargado hasta el momento y puede, solo puede, que hubiese movido a propósito un poco más las caderas al caminar.

    Ladeé un poquito la cabeza cuando estuve enfrente de él y le sonreí de nuevo, sedosa, antes de estirar el cuello para buscarle los labios de nuevas cuentas. Ahora que ya no llevaba los tacones, se notaba un poco más las diferencia de altura, pero no era para nada problemática. Es decir, seguía siendo bastante fácil besarlo sin tener que ponerme de puntillas y me seguía permitiendo colar las manos por debajo de su jersey sin ningún problema, como estaba haciendo en ese mismo instante.
     
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  17.  
    Gigi Blanche

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    Sabía que era un tipo paciente en general, a veces simplemente no me daba la gana serlo y aflojaba alguna que otra válvula pero, en líneas generales, ya estaba visto. Digamos que Riamu había tenido la suerte de caer en el lado favorable de la repartija, vete a saber los motivos o si los había en absoluto. Había cosas a las que sencillamente no les concedía tiempo de reflexión y bueno, esa era una de ellas.

    Así que me daba igual si le apetecía recorrerse la casa de punta a punta, si me pedía un tour o la historia familiar. Me daba igual porque, así fuera en dimensiones moderadas, ya había visto al puto diablo a los ojos y sabía a ciencia cierta que ahora mismo no nos perseguía. Qué va, no estaba ni interesado en el show. Teníamos todo el tiempo del mundo y a mí montarme el teatro me gustaba incluso más que a la media.

    Le dejé chusmear mi habitación como había hecho con la sala, supuse que las puertas llamarían su atención y así fue. Observé todos sus movimientos desde mi posición contra el escritorio, con la ventana detrás, en lo que metía la cabeza en el vestidor. Una semana atrás había estado ahí dentro, subido a un taburete, mientras un sastre retocaba mi traje y Teruaki-san bebía de su whisky. Las luces cálidas de las lámparas antiguas, el repiqueteo de los hielos y el ligero frío que sentí en la nuca cuando el hombre se acercó por detrás y posó la máscara sobre mis ojos. Su sonrisa y la mía.

    Su comentario me arrancó una risa floja, la verdad no dudaba que su vestidor fuera más grande que el mío, que de por sí no era nada modesto, pero por cómo la iba conociendo era cuestión de simple deducción.

    —¿Sí~? Voy a tener que conocerlo, entonces —solté por la pura gracia de seguirle la broma, aunque vaya.

    Tampoco me quejaría si se presentaba la ocasión, ¿verdad?

    Total que se dejó de tonterías, lo noté al detallar el simple vaivén de su cuerpo al avanzar y cómo su expresión había perdido aquella chispa infantil con la cual recorrió la casa. Aguardé por ella sin mover un músculo, deleitándome con las vistas. La luz de luna le sentaba bien, fue una tontería que se me ocurrió de un momento al otro. Volvía algo más pálido el tinte de su cabello, el rosado en sus ojos, y fusionaba aún mejor el tono de su piel con el del vestido. El silencio se agolpó en mis oídos, si acaso interrumpido por el roce de los flecos entre sí, y reflejé su sonrisa antes de recibir sus labios. Mis manos reaccionaron en automático, envolviéndose a su cintura, y una de ellas ascendió hasta la zona alta de su espalda. Presioné la palma, ladeé la cabeza y profundicé el beso, inclinándome apenas hacia adelante para facilitar el asunto ahora que no llevaba los tacones.

    El silencio era casi inquietante.

    Como si quisiera hacerlo desaparecer.

    El beso fue lento, profundo, como si no hubiéramos cargado una ansiedad estúpida hasta la limo. Le permití colar las manos dentro del jersey, obvio, y la diferencia de temperatura me tensó ligeramente los músculos. La pegué un poco más a mí, colando la lengua de a tramos breves, y la insté a retroceder hasta dar con la cama. No la tumbé ni nada, de hecho me separé de sus labios y le dejé un beso casto antes de darle la vuelta y sentarme yo al borde del colchón. Crucé las piernas, estirando los brazos a mi espalda, y la observé de arriba abajo a mis putas anchas. La luz de luna dibujaba un halo plateado en torno a su silueta.

    Le sonreí con suavidad al llegar a sus ojos.

    —¿Qué te parece si te quitas el vestido? —susurré, calmado.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  18.  
    Amane

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    No dije nada al respecto en cuanto me habló, ocupada como estaba con otras intenciones que tenía, ¿pero acaso se acababa de auto invitar a mi casa? O por lo menos lo había dejado caer, que podía ser medio tonta, pero estas cosas solía captarlas al vuelo. Eh~ Pues no iba a tomar una decisión aun, con todo el alcohol que llevaba en la cabeza, pero de repente la idea no me molestaba en absoluto.

    De nuevo, tampoco le pude prestar toda la atención del mundo a la oferta porque tenía otro objetivo más interesante en mente, y como Kou pareció pillarme las intenciones al instante pues ni modo, como para intentar concentrarse en otra cosa~ Me correspondió al beso, al mismo ritmo lento y profundo que yo misma había marcado, y sentí sin ningún tipo de problema sus manos presionándose por mi cintura y espalda.

    Cualquiera lo diría, ¿eh? Con las ganas que nos habíamos comido la boca hasta llegar ahí, con una ansiedad parecida a quienes no iban a volver a verse en la vida, y ahora estábamos disfrutando de aquel como si tuviésemos todo el tiempo del mundo. La cuestión era, sin embargo, que lo teníamos, y por eso le había bajado tanto la intensidad a todo. Porque ahora estábamos ya ahí, en su cuarto, con toda la noche por delante, ¿y qué prisa había realmente?

    Quería disfrutar el momento al máximo.

    No dejé las manos quietas, en realidad, pero todos mis movimientos fueron tentativos y en ningún momento hice amago de quitarle el jersey ni nada por el estilo. Se inclinó para profundizar más el beso, siendo que me había quitado los tacones y todo el rollo, sentí su cuerpo presionándose contra el mío con cierta insistencia y pensé que, Dios, la ropa molestaba en ese momento más que nunca.

    Moví los pies hacia atrás prácticamente por inercia, no estaba ya pensando mucho, y pestañeé un par de veces cuando lo sentí separarse, darme la vuelta y dejarse caer sobre la cama en lugar de, bueno, tumbarme como habría podido esperar. Tampoco me molestó, en realidad, si acaso solté una pequeña risilla y me quedé quieta, recibiendo su escaneo sin ninguna clase de pudor, antes de extender los brazos para acunarle las mejillas con las manos.

    Ladeé un poco la cabeza, sin pretender ocultar en ningún momento la chispa divertida de mis ojos, y me sonreí mientras deslizaba los dedos por su piel, al retirar las manos y dejarlas caer a ambos lados de mi cuerpo. Di un paso hacia atrás, para darme algo de espacio, y realmente no me hice de rogar en absoluto. Subí las manos hasta dar con los tirantes del vestido, los deslicé por mis hombros con movimientos suaves, y dejé caer la prenda por su propio peso hasta que dio con el suelo. Había cumplido con mi promesa y, vamos, no me dio ninguna especie de vergüenza mostrarme en ropa interior aun cuando las piezas en cuestión eran... digamos que en realidad dejaban poco a la imaginación.

    Dejé que disfrutase de las vistas un par de segundos, en lo que levantaba los pies para salir del pequeño círculo que había hecho el vestido a mi alrededor, y me acerqué a paso lento hasta dejarme caer en el borde de la cama también, a su lado. Aproveché el movimiento para deslizar la mano sobre la pierna que tenía cruzada y subí la misma hasta colar el dedo índice en el cuello alto de su jersey.

    —¿No tienes calor, cielo~? —murmuré, echando la mejilla sobre su hombro y mirándolo desde ahí, con los ojitos de cordero degollado que tan bien sabía hacer.

    Como si hiciese falta montarme el teatro para que se quitase la ropa a aquellas alturas o algo.

    Te vuelvo a adjuntar lo que me puso insane en su momento, para que no tengas que ir a buscarlo y, no sé, para que se sepa como es (?)

    [​IMG]
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  19.  
    Gigi Blanche

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    Noté que no dijo nada a la tontería de su vestidor y yo también lo dejé correr. Como si llegaba a decirme que no, vete a saber por qué razón, dudaba que fuera a molestarme de cualquier forma. Sólo lo había dejado caer por la gracia y luego seguimos a lo nuestro, que honestamente, teníamos cosas más interesantes entre manos, ¿a que sí~? Hablando de manos, la cabrona no había dejado quietas las suyas. Sin concretar una mierda, sólo tentando, rozando aquí y allá, con la intención suficiente para inyectarme las ganas de lanzar el jersey al carajo.

    Pero va, había un teatro que mantener.

    Mi movida la pilló un poco de sorpresa y cierta gracia me hizo. Le dejé que me acunara las mejillas, incluso alcé un poquito más el rostro para facilitarle la tarea, y supe de inmediato que cumpliría mi petición. Retiró las manos a cámara lenta, trazando el fantasma de una caricia suave sobre mi piel, y me desinflé los pulmones lentamente. Me deleité con las vistas como un hijo de puta, y es que no era para menos. Insistía en el jodido halo plateado, en sus curvas pálidas, y entonces dejó que la tela corriera hasta el suelo. Su ropa interior se amalgamó con la iluminación sobria de la habitación y ensanché la sonrisa, en mi puta salsa.

    ¿A que tenía razón?

    —El blanco te sienta de maravilla, Ri-chan~ —insistí, sin quitarle los ojos de encima en lo que se acercaba.

    Llevaba encima un encaje bastante delicado que no reparé en detallar, y al tenerla junto a mí me fijé en sus ojos. Su mano volvió a ponerse inquieta y, como siempre, la dejé ser. Trazó un camino ascendente, entorné la mirada sin moverme de sus cuarzos y comencé a juguetear en la piel expuesta de sus muslos. La inocencia renovada me arrancó una risa breve.

    —No sé, ¿tú no tienes frío? —repliqué, deslizando la yema de los dedos por sus caderas, su cintura y abdomen—. Ah, ya sé~

    Removí ligeramente el hombro, instándola a despegar la mejilla, y sin mayores problemas enganché los bordes de mi jersey para jalarlo hacia arriba. El cabello se me desordenó un poco al pasar por el cuello de tortuga y sacudí apenas la cabeza, dejando la prenda a un lado del colchón. Regresé a sus ojos, como si nada, y le sonreí.

    —Para que se me vaya el calor y a ti el frío. —Encontré su hombro y la empujé suavemente hacia la cama, inclinándome encima suyo—. ¿Qué dices~?

    Igual no le dejé responder como tal, volví a hundirme en su boca con la misma calma y profundidad de antes. Clavé un antebrazo junto a su figura, cosa de no echarle mi peso encima, y la otra mano se hundió en sus hebras rosadas. Ladeé la cabeza, repasé sus labios y busqué su lengua de a tramos breves, sutiles. Comencé a bajar, entonces, mis dedos trazaron la curvatura de su cuello, su hombro, ondearon sobre sus clavículas y rocé sus pechos antes de seguir por el costado de su cuerpo. No dejé sus labios ni un maldito segundo, la besé hasta absorberla entera y busqué su lengua con mayor ahínco, presionándola firmemente antes de colarla en su boca y hundirme, probarla, callarla. Si acaso me separé, por la pura gracia de respirarle encima, repasar sus ojos y volver a besarla. Una y otra vez, con mi mano entreteniéndose en su piel expuesta aquí y allá.

    Volví a alcanzar sus caderas, rocé el encaje de sus bragas y seguí hacia sus piernas, sonriendo contra sus labios.

    —¿Qué tal? —regresé a la tontería del frío y el calor, tentando como un puto cabrón la cara interna de sus muslos—. ¿Mejor~?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  20.  
    Amane

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    Eh~ A ver si no se me iba a subir demasiado a la cabeza el asunto, teniendo en cuenta la manera en la que Kou me estaba comiendo con la mirada y su comentario de después, mientras me acercaba a la cama. Tampoco me estaba descubriendo América, sabía que los colores claros me favorecían y a aquellas alturas también sabía que el chico me tenía muchas ganas, pero nunca estaba demás disfrutar de las cosas lindas, ¿verdad? Y, oye, con lo que me gustaba a mi que me prestasen atención, tener la de Kou por completo era algo que no pensaba desaprovechar en ningún mundo.

    Simplemente asentí con la cabeza, ensanchando un poquito más la sonrisa, antes de montarme todo el rollo para que se quitase el jersey. Rollo que, por cierto, funcionó exactamente de la manera que había esperado. Sí que me sacó una risa incrédula cuando me preguntó si no tenía yo frío, porque en esos instantes irradiaba tanto calor que más bien parecía una jodida estufa, el mismo solo acentuándose al sentir el roce de sus dedos sobre la piel, pero por la gracia solo me encogí de hombros, risueña.

    Volviendo al asunto de la ropa, aparté la cabeza en cuanto me instó a ello con el hombro, y obviamente me comí toda la movida con la mirada entornada. Lo repasé con la vista mientras se sacudía el cabello, mordisqueándome ligeramente los labios en el proceso, y apenas me digné a levantar la vista para recibir sus ojos cuando volví a escuchar su voz reptando sobre el silencio de la habitación. La verdad es que no tenía las neuronas tan puestas como para entender por completo su juego, pero no podía importarme menos, sobre todo cuando finalmente noté el colchón a mis espaldas.

    Realmente tuve intenciones de responderle algo, aunque fuese una simple afirmación para que siguiese haciendo lo que le diese la gana, pero no me dio verdadero tiempo a ello y terminé por abrir la boca lo suficiente para recibir la suya de lleno. Ya de por sí venía con los cables terriblemente flojos, que solo los había unido a duras penas para ser medio decente a ojos de los demás, y no hizo falta mucho más para desconectarme de nuevo.

    Subí los brazos hasta alcanzar su nuca, hundiendo los dedos en su piel con insistencia, como si quisiese instarlo a presionarse más contra mí incluso sabiendo que a aquellas alturas era prácticamente imposible. Mi espalda se arqueó un instante al notar los primeros centímetros de piel que recorrieron sus dedos y, aunque me relajé y acostumbré al mismo al instante, no dejé de ser consciente en ningún momento del caminó que decidió trazar. Noté como la piel se me erizaba a su paso, como el contacto quemaba, y ahogué toda clase de sonidos contra sus labios, que no me soltaron en ningún momento.

    Le seguí el ritmo a sus besos con una facilidad estúpida, acoplándome a todas sus intenciones al instante, y le permití mantener el control por puro gusto, aun cuando me entraron unas ganas estúpidas de, no sé, darle la vuelta y ponerme yo encima antes de continuar. Fue un impulso que tuve cuando se separó y recibí su mirada durante un segundo, pero murió tan rápido como volví a sentir sus labios sobre los míos.

    Ni de coña me di cuenta de cómo separé ligeramente las piernas al sentir sus dedos acercándose a las bragas de nuevo, especialmente cuando se centró en tentar la zona interna del muslo, y si no me di cuenta fue porque mi atención se quedó estaqueada en su rostro. La luz de la luna que entraba era sutil, o eso pensé, y se recortaba de una forma realmente curiosa contra su figura. Sonreí como estúpida ante la idea, repasando apenas sus facciones, y deslicé una mano hasta alcanzar su mejilla de nuevo.

    —Eres tan lindo, Kou~ —comenté, así de la nada, en un murmullo y con la respiración entrecortada.

    No pretendía nada diciéndole eso, solo me salió decirlo y ya, y como muestra de la poca importancia que tuvo realmente, no tardé nada en deslizar la mano por su torso hasta alcanzar el borde de su pantalón, recuperando ligeramente la chispa burlona en el rosado de mis ojos.

    >>Uhm... no sé, no sé~ ¿Podríamos intentarlo sin esto de por medio, quizás? —cuestioné, pestañeando un par de veces en lo que mis dedos tanteaban el broche de la prenda.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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