Narnia Renovatio [Narnia]

Hay una historia antes del armario, antes de Caspian o cualquier otra, cuando Narnia ni siquiera había sido creado, una historia de un hombre que se hacia llamar mago y un niño que con su amiga comenzaron todo, pero hay mucho más, pues todo, todo tiene un inicio.

Charn no había escuchado el mínimo sonido ni en el más pequeño de sus rincones, no había nadie que lo escuchará pues hace tiempo la ambición y el rencor la habían silenciado. Sus habitantes habían mantenido al menos el consuelo de sumergirse en un sueño profundo en el que jamás volverían a surgir, pero mientras que se perdían soñaron con que también sería el fin de esa tirana que los asedió por tanto tiempo.

Sin embargo, se habían equivocado…

Digory junto con niña llamada Polly acaba de hacer la cosa más ruin e inconsciente de toda su vida. ¿Quién iría a imaginar que un poder tan maligno y poderoso sería liberado por el capricho sin pensar de un chiquillo?, toda la vida aunque había reparado tal error en su mente jamás dejó de vagar la idea si hubiera podido detenerse.

Tocó la campana que tenía un hechizo en su interior y al hacerlo el sonido retumbó en aquel mundo muerto provocando retumbar la tierra y aunque esto era imperceptible sollozar al pueblo de Charn pues ella seguía viva, su sacrificio parecía inútil y lo peor de todo es que muchos más perecerían ante esa villana cruel e imparable.

El niño no tardó en entender el mal que había causado y todo se tradujo al mismo tiempo en el breve dolor físico que le había causado a la niña, en lo profundo de su corazón no sentía solo su dolor, si no al menos un breve susurro de Charn llorando.

—¡Nooooooooo! —prorrumpió una voz a lo lejos que aunque lo hizo desde lo más profundo de su alma y su corazón terminó perdiéndose en el abismo que ahora era la tierra que había habitado.

Era una voz aguda, demasiado para ser de un hombre, pero si de un varón, un niño de un máximo de nueve años lloraba entre los cuerpos inmóviles de los que había amado observándolos con melancolía y tristeza, derramando lagrimas que se volvían polvo antes de caer hasta el piso, sin el más mínimo consuelo pues en su interior solo sabía que la causante de todo estaba viva de nuevo.

Miró un escudo oxidado que reflejaba su inocente rostro y sus pelo claro que se perdía entre la luz rojiza del sol moribundo, presionó sus labios con amargura y con sumo cuidado despojó al soldado también de su espada, ambos aunque bastante más ligeras que las de nuestro mundo le pesaban demasiado, pero a pesar de todo comenzó a avanzar.

En su mente solo perduraba su deseo de justicia y cada persona perdida en camino por la palabra deplorable lo incitaba más a seguir. Recordó a sus padres y las tardes jugando a su lado, sus amigos y sus pequeñas batallas de juguete en la plaza los días de fiesta, recordó a un pequeño cachorro que solía montarse en su cama para irlo a despertar, aquella pequeña de ojos grandes que le incitó a encender esa pequeña chispa de amor es su corazón puro.

Soñó de pronto que le hablaban, parecían venir de todas partes, se encontró a sí mismo en aquellos sitios y recordó a la gente buena que lo acompañó a lo largo de su vida, desde el tendero, el buhonero, las hermosas emperatrices que venían de tierras lejanas, los pilotos de grifos, los soldados valientes y decididos sobre los dragones, las ninfas, los seres del mar, cada memoria sumaba una voz, voces que en un principio estaban impregnadas de la misma aletargante amargura, se volvió majestuosa, pacífica y poco a poco feliz.

Por unos instantes su mundo volvía a estar vivo y perdía todo recuerdo de Jadis, su maldad o las atrocidades que había cometido, de pronto su sol parecía más cálido y vivo y todo le sabía a esperanza.

—¿Quisieras una nueva oportunidad? —preguntó una voz melodiosa como un susurro desde su interior.

—Si—respondió sin dudar y de pronto lo hizo sentir más fuerte.

—¿Quisieras que tu mundo también la tuviera? —cuestionó ahora.

—Sí, realmente me gustaría—agregó el niño sin darse cuenta que sonreía.

Tú también lo hubieras hecho si te sintieras como él, era como hacer todas tus cosas preferidas al mismo tiempo. De nuevo la voz hablo.

—¿Pero juras protegerlos? —preguntó ahora.

—Lo juro— respondió llorando pues se sentía como cuando uno ha hecho lo más importante en tu vida, esa plenitud y alegría. Sintiendo al mismo tiempo que en su pecho ardía con valor un sol entero.

—Pues vive…—le dijo no a modo de orden si no casi paternal y todo cambió.

Cada fragmento de memoria en la que se había sentido feliz, en que había sonreído o había visto a otros riendo, cada instante en el que había sentido amor, cariño, bondad, valentía, paz y fortaleza se impregnó en él y se multiplicó miles de millones de veces, se le unieron de igual forma todos esos espíritus de su pueblo hasta entonces suspendidos por la magia maligna de la bruja. Sintió al mismo tiempo que a esta se le arrancaba parte del poder adquirido por a base de miedo y dolor a todos ellos y jamás volvería a ella.

Era distinto podía percibirlo, era algo que había existido, no solo en Charn si no en ninguno de los mundos que te llevaba aquel bosque mágico donde habían llegado los niños, por más que lo intentara no podía describir la inmensidad de sensaciones, ideas, sueños y sentimientos que ahora lo formaban. Estaba seguro que no era un niño ya, pero parte de esa identidad lo acompañaría por siempre.

Por unos segundos permaneció quieto dándose cuenta hasta ese momento que estaba en la nada, no era un vació tenebroso y lúgubre como el que había imperado en el reinado de la bruja si no como un lienzo en blanco esperando por ser dotado de vida.

Los recuerdos de su antigua vida se hacían difusos mientras caminaba y antes de que fuera así quiso hablar, en su mente juró que todo sería distinto, que los recordaría y los amaría por siempre, que les rendiría homenaje en cada vida que haría surgir que jamás olvidaría que eran ellos los que le habían permitido ser así. Sin embargo al levantar su pecho, pararse con firmeza y mirar al firmamento, surgió al más.

Un rugido, ahora era un león. Su nombre era, Aslan.