Recuerdo.

Para los JJOO 2013 de CemZoo.com. ​

Recuerdo.

—La vida tiene y tendrá siempre un extraño y oscuro sentido del humor.​

Halló entonces, aquel objeto que funcionaba las veces como recuerdo y, que había marcado su infancia, su juventud; y del que había prescindido al comenzar la madurez. Estaba impreso en papel heliográfico y las dobleces del paso del tiempo marcaban y dotaban de un carácter propio a aquel sencillo objeto.

Era una mera epístola, una que lo había significado todo para ella y con la que acababa de toparse. Después de años abandonada en un baúl repleto de recuerdos —en aquel momento— inservibles, regresaba a sus expertas manos envuelta en un aura de nostalgia y familiaridad, algo que hace mucho tiempo que no sentía.

De cierta manera le hacía feliz, ya que su vida era ahora la perfecta descripción del misterio, de lo impersonal y desconocido. Por eso aquel sencillo recuerdo daba pie a sus más antiguas memorias, abría aquella cerradura que por mucho tiempo había permanecido cerrada en aquel recóndito y oscuro lugar de su mente.

Maine, 3 de septiembre de 1996.

‘Así que es cierto lo que los rumores susurrados con premura dicen, te marchas para no volver. Nos dejas olvidados en ese oscuro baúl del que siempre has renegado y simplemente escapas de tu antigua vida. ¿Pagarás ese precio solo para cumplir tu sueño? ¿Abandonarás todo lo que es conocido y familiar para ti por ese mundo artificial e individual del que hablan los viajeros?

Antes de marcharte quiero que me digas, ¿qué es lo que hemos significado para ti?, ¿han sido estos dieciocho años expendidos en balde? ¿Tanto has renegado de nuestra compañía, de mi compañía?

No es necesario que lo repita, porque la evidencia marca en tu rostro que hace tiempo te diste cuenta del amor que mi corazón profesa hacia el tuyo. Al parecer ignorarás ese sentimiento, lo apartarás y lo alejarás de ti porque no deseas que te duela, porque no deseas que nada cambie entre nosotros.

Mas tienes que comprender que el cambio ya ha iniciado. En ti, en mí, en todos nosotros. Pronto la madurez nos hará olvidar todas aquellas pasiones antiguas y el sentimiento se habrá perdido, ¿de verdad deseas que eso suceda?

Sé que en ti late con fuerza ese profundo temor de que las cosas terminen tan rápido como iniciaron, y tal es la cobardía que profesas que si no fuera porque mis sentimientos son claros como el agua de la cascada donde solíamos bañarnos, estaría replanteándome si aún albergo esos sentimientos en mi interior.

¿Qué fue de la mujer osada y valiente que conocí? Aquella que, aunque consciente del peligro, nunca demostraba el miedo. ¿Qué sucedió con aquella niña que me demostró que la vida merece ser respetada, pero vivida? ¿Dónde está ella y por qué razón te la has llevado?

Es cierto que esta misiva está plagada de cuestiones que nunca tendrán respuesta, pero me conformo con que llegue a tus manos y tus ojos aprecien el daño provocado por tus acciones. Desde el primer momento acepté y comprendí que nunca podría cortar tus alas para impedirte que alzaras el vuelo; eres un alma libre, un pájaro que bebe ávido de la libertad y yo no soy quién para negarte ese derecho, por eso espero que entiendas que tendrá que serme otorgada esa misma libertad para con mis acciones.

Es cierto que no te esperaré toda la vida, pero si alguna vez regresas, házmelo saber. Disfrutaré de nueva cuenta el tiempo a tu lado.

La vida tiene y tendrá siempre un extraño y oscuro sentido del humor; Siempre tuyo. ​

Mikk.’​

Aquella esquela tan cargada de sentimientos había sido olvidada años atrás, sin siquiera ser abierta ni mucho menos leído. Era tal su furia irracional —furia consigo misma, pero sobre todo con el mundo— que la había arrojado sin cuidado alguno sobre aquel mueble antiguo sin consciencia del contenido de ésta.

Había perdido años viviendo un futuro que no deseaba, sola. Sin nadie a quien acudir, sin nadie con quien contactar, sólo por seguir aquel furor ciego que le impedía discernir lo que estaba bien de lo que estaba mal.

Era cierto que había logrado su cometido, pero su sueño no estaba completo. No sin aquella compañía particular a la que tanto añoraba. Por eso había vuelto en su busca, pero ahora comprendía que iba a marcharse con las manos vacías. Sola de nueva cuenta.

Él ya no estaría para ella; no después de tantos años separados por una distancia imposible de salvaguardar en apenas un contacto. Era entonces cuando notaba ese cambio, esa transición que había sufrido.

Aquella de la que tantos años atrás Mikk le había hablado. Ya no podía permitirse no responsabilizarse de sus acciones y el peso de ese descubrimiento la ahogaba. Ahora no solo debía ser consciente, sino tenía que poder dar cuenta de todo lo que había hecho.

Eso significaba madurez y era un paso muy grande el que había dado, sin siquiera darse cuenta. Hace algunos años no hubiera dudado en correr detrás del que había sido el amor de su vida, suplicando por su perdón y dando —posiblemente—falsas promesas. Ahora era consciente de que ese acto podría significar una rotura total entre ella y el mundo, entre ella y Mikk.

Por eso guardo la carta con extremo cariño en aquel baúl olvidado, sin siquiera pensar en guardársela y llevarla consigo; eso solo le acarrearía más dolor en un futuro no muy lejano y prefería ahorrarse el sentimiento.

Salió con la prisa de un viajero que se pierde el despegue y, solo aquella niña de grandes ojos marrones podría decir que había pasado por allí. Al igual que la adulta Erika, aquella niña poseía unas orbes soñadoras e inocentes, cargadas de deseos y que, si tenía suerte, no se extinguirían nunca.

Por lo pronto, Erika Saunders retomaría su antigua vida. Volvería a ser la misma mujer osada y valiente de aquel entonces, pero siempre sentiría que algo le faltaba. No podría remediarlo nunca, pero por lo menos tenía el consuelo de saberse realizada, con un diploma de ingeniería bajo el brazo y un trabajo del que presumir ante sus amigos.

Era cierto que nada sería igual, pero aquella certeza de haber logrado todo lo propuesto en la vida la mantendría a flote, le daría fuerzas para despertarse y ponerse en pie cada mañana.

Y aquel amor de verano —que Erika sabía que de verano no tenía nada, puesto que dieciocho años juntos eran cifras para nada despreciables— sería olvidado de nueva cuenta por su experta y madura mente, ahora advertida sobre las consecuencias que traería aquella palabra nombrada recuerdo.