Romántico Réplica a la muerte.

Tema en 'Relatos' iniciado por SilRock, 23 Abril 2021.

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    Escritora
    Título:
    Réplica a la muerte.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1925
    Replica a la Muerte.

    Su frío cuerpo se le antojó hermoso-allí metido, cubierto a medias por el majestuoso ataúd de madera oscura-, como antaño fue. La gente se arremolinaba detrás suyo, esperando para despedirse de la que un día fue su amiga, compañera, hija, hermana, nieta y sobrina. Pero ahora no era más que un cuerpo sin vida. Un cuerpo terriblemente hermoso y sin vida.

    Alzó una mano, pero la retiró, sentía que si acariciaba su tersa y blanca piel de muerta, el dolor volvería a él, porque presentía que se derrumbaría de un momento a otro. Porque si aquella chica estaba muerta, su corazón lo estaba con ella.

    El destino y la muerte le habían arrebatado a su amor muy temprano, arrancándola de sus brazos con aquella maldita enfermedad. Y los dos juntos, desafiantes, habían luchado contra ella… pero habían perdido una a una las batallas, y ahora, con el cuerpo en aquél oscuro ataúd, la guerra.

    No quería oír los murmullos de los presentes al Funeral, ni que le dieran el pésame. Simplemente quería estar a solas con ella, poder abrazarla y besarla una vez más, sin miedo a que el tiempo les jugara una mala pasada… sin temer que la muerte se la arrebatara de nuevo.

    No podía apartar la vista de su rostro, mas parecía que dormía plácidamente sobre los almohadones acolchados del ataúd en que reposaba, con su cabello negro azabache desperdigado y sus párpados escondiendo aquellos hermosos ojos ambarinos, únicos, especiales. Su rostro, el cual había sido jovial y feliz hacia tan poco, ahora era una mueca impenetrable de lo que imaginó era el rostro de la muerte que habitaba en ella.

    Vestía con un hermoso vestido ceñido a modo de corsé negro y lila, y qué llevaba en la parte inferior al cuerpo… poco le importaba ya, pues no se veía por el ataúd. Sus manos, que seguían suaves pese a los años que pasó sin más que poder pasar páginas de libros pesados y andrajosos, nunca fueron ásperas ni feas, las uñas, antiguamente pintadas de color negro, ahora eran blancas como las hojas de los libros a las que estaban acostumbradas. Sonrió, echaría de menos esas manchas de pintauñas negros en sábanas y mantas.

    Porque, cuando estaba a su lado, los defectos no le importaban lo más mínimo, era secundario. Igual qué que tuviera aquella manía con cepillarse el cabello a cada hora, o que descuidara un poco la casa, con estar a su lado, ya le hacía feliz. Jodidamente feliz.

    Y ahora, cuando llegara a casa, la encontraría desordenada… pero no porque ella hubiera estado buscando alguna cosa perdida, tendía a perder cosas por la casa, sino porque nadie habría estado en ella para ordenarla.

    Estaría vacía, sin vida, como lo estaba ella ahora y como estaría eternamente. Pudriéndose en un ataúd, siendo comida por los gusanos, destrozando su hermoso rostro, enterrado a dos metros bajo tierra, con una lápida de frío mármol donde solo se la recordaría por su nombre.

    Y llevar flores a una tumba era el único consuelo que le iba a quedar, porque no pensaba amar a otra persona como ya la había amado a ella.

    La iba a recordar hasta que él tuviera la suerte de morir y lloraría su pérdida.

    Porque era la primera chica a la que había querido de aquella forma, y ella, tímidamente, se había ido abriendo a él, hasta que al final, se habían unido los dos. Después de tantos meses juntos, de aquellas palabras bonitas, de aquellos 'te amo' y de las veces que se habían quedado despiertos, simplemente hablando en la cama.

    Y anheló de tenerla de nuevo entre sus brazos, sintiendo su aroma, apreciando su voz… algo que no volvería a oír.

    Dejó de mirarla, notando que su corazón sangraba por ella, y estuvo tentado de arrancárselo y enterrarlo junto a ella, porque sin ella, no lo iba a necesitar.

    Agachó la cabeza, dejando que dos gruesas lágrimas resbalaran de sus ojos azules por sus mejillas. Y sollozó, sollozó como nunca.

    Porque la había perdido para siempre.

    No volvería a ver una de sus sonrisas.

    Sus ojos ya no le mirarían con amor.

    Aquella sonrisa de amor que siempre le dedicaba, se había desvanecido.

    Apretó los puños, dejando que las lágrimas se hicieran dueñas de sus mejillas y el dolor de su cuerpo. Había tantas cosas que no la había dicho aún en vida, como que quería que se casara con él, que formaran una familia juntos, que le regalara más momentos.

    Pero ya era inevitable, no podría decírselo, no podría acunarla en la noche, ni espantar sus malos sueños.

    La gente que estaba arremolinada tras él, se fue silenciando al oírle llorar, dejando paso a una persona que caminó impasible hasta él.

    Notó una gruesa mano en el hombro y se viró para ver de quién se trataba.

    Aquellos ojos verdes le observaban, comparecientes y apenados por él. Su cabello rubio oscuro, repeinado hacia atrás, dejaba que algunos mechones cortos le cayeran por la frente, y su atuendo oscuro, le recordó aún más su dolor.

    -Rikuto…-Su voz sonó apenas audible, pero le reconfortó.

    Volvió a sollozar fuertemente, abrazándose a su amigo, aferrándose a aquél sentimiento de amistad que les embriagaba desde hacía tantos años, y que casi temió perder por su amor hacia la chica que ocupaba el ataúd.

    -Hisoka…-Sollozó, enterrando su rostro en el hombro de Hisoka, temblando de dolor, dejándose llevar por la pena.

    Hisoka le estrechó fuertemente entre sus brazos.

    -Nanami no hubiera querido verte así…-Habló, intentando no ponerse a llorar él también.-Ella… ella quería que fueras fuerte, que siguieras adelante.

    -No puedo, Hisoka, de verdad que no puedo.-Se sinceró, entre sollozos.-Ella es todo lo que necesitaba para vivir, lo que me hacía levantarme día a día… Gracias a ella supe quién era, para lo que había venido al mundo… y ahora… ahora no vuelvo a ser nada. NO soy nada sin ella.

    Hisoka le separó de él y le miró con aquellos ojos verdes, frunciendo el ceño.

    -Pues por eso mismo, tienes que seguir adelante. Ella vivirá en tu pensamiento, en tu corazón, en todo lo que hables de ella, en el recuerdo. Lo único que no tienes que hacer nunca, es olvidarla… Debes pensar en ella como…como si se hubiera marchado a un viaje, un viaje sin retorno, pero en el que te estará esperando, al final del túnel, al final de la luz.-Le secó las lágrimas de sus ojos azules, y le colocó el cabello castaño.-Tú no estás solo, ella te cuida…y yo…y todos los que hemos estado siempre a tu lado.

    Rikuto se serenó, cerrando los ojos. Había perdido los nerviosos, hundiéndose por completo en aquél mar de desesperación que había prometido no pisar nunca… y del que se había hecho líder en segundos. Debía nadar a contracorriente para salir de él, para salir de aquella desesperación. Curar el dolor con el recuerdo que tenía de Nanami, y seguir adelante, como un campeón. Aunque a cada paso doliera más, aunque con cada nueva experiencia la echara más de menos. Porque tenía la esperanza, la pequeña esperanza, de que Nanami le esperaría allí adonde hubiera ido, y que volverían a estar juntos, ya fuera la vida después de la muerte o en otra vida.

    Se giró para mirarla de nuevo, aquél perfecto y hermoso rostro, y sintió que se hundía de nuevo, pero Hisoka le aferró un brazo, apretándolo, dándole ánimo para seguir adelante. Cerró los ojos, tragando saliva. Se acercó al ataúd y besó la frente de Nanami, la cual estaba tan fría como el hielo, se separó un poco de ella, mirando sus labios, finos y carnosos. Pasó una mano por su mejilla y la besó en los labios… que estaban igual de fríos o peor que la frente. Y cómo hubiera deseado que aquello fuera como el cuento de la Bella Durmiente, y que entonces, Nanami se despertara de aquél profundo sueño.

    Pero no, aquello no era un cuento, era la vida real.

    Se separó, con lágrimas en los ojos, y se alejó del ataúd, con ayuda de Hisoka.

    Y así, uno a uno, los presentes, fueron diciendo adiós a Nanami.

    Pronto, taparon el ataúd, y los transportaron fuera, donde ya estaba el hoyo preparado…con la piadosa lápida.

    Rikuto, junto a Hisoka, escuchó cómo el reverendo le daba el adiós a Nanami, entre los sollozos de los presentes. Rikuto intentó no dejarse llevar por las lágrimas, pero cuando el féretro comenzó a descender ayudado de las cuerdas para dar la bendita sepultura, las lágrimas le nublaron la vista y salieron ellas solas.

    Cuando el ataúd ya estuvo enterrado, Rikuto se acercó, con una rosa roja y la posó sobre la tierra y observó la lápida.

    Nanami Kawaruza

    1987-2009

    "Ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo"

    R. I. P​

    -Adiós, mi vida…-Se arrodilló frente a la lápida, besó la rosa, y la posó frente a la lápida.-Nunca te olvidaré…

    Se quedó unos segundos, a modo de despedida y se levantó.

    Hisoka había esperado hasta que todos se habían marchado del Cementerio, incluso Rikuto, y ahora, en el crepúsculo de la noche, se había acercado a una de las nuevas lápidas. Leyó el nombre con indiferencia, mostrándose duro con aquellos ojos verdes que Dios le había dado, fríos e impenetrables.

    Llevaba una rosa que al parecer, era negra. La hizo girar entre sus finos y largos dedos, y la olió, maravillado por el olor de la hermosa flor.

    No sabía sin sentirse bien o mal tras la muerte de su 'amiga'. Quizá debería sentirse más bien que mal, sonrió, mirando la rosa negra. Aún quedaban restos de las flores que le habían dejado en aquél día, observó una en particular, que le llamaba la atención. Se acercó más a la lápida. Aún llevaba la ropa con la que se había presentado al funeral, llegando tarde, pero justo a tiempo para Rikuto. Le había consolado, y había pasado con él el día, hasta aquella hora, que lo había dejado dormido en su casa… en su cama. Cuánto había deseado tenerlo ahí, y sin embargo, ahora, en su estado, no lo deseaba.

    Cogió la rosa roja, que había dejado Rikuto, y la olió. Sonrió y taladró con la mirada la lápida.

    -Ahora que no estás en mi camino, Rikuto será mío.-Y dejó la rosa negra sobre la lápida.-Gracias por morirte, Nanami, eres todo un cielo. Siempre pensando en los demás…

    Se quedó con la rosa de Rikuto y le dio la espalda a la lápida, volviendo a demostrar esa fuerza y aquella indiferencia que le determinaban. Porque, desde que Nanami había aparecido en la vida de Rikuto, él se había alejado de Hisoka, y aquello no había podido permitirlo, porque él amaba a Rikuto desde que eran niños… con todo su corazón, y no iba a permitir que se lo arrebataran… Sonrió de nuevo. Solo había tenido que esperar… rio, qué gran enfermedad el cáncer. La había borrado sin él tener que mover un dedo, y ahora le había dejado un Rikuto débil y dolorido ante tal pérdida… y él estaba dispuesto a consolarlo todo lo que lo que hiciera falta. Se alejó, dejando su rosa negra para Nanami… pero el viento la empujó, alejándola lejos de la lápida, sin que él lo supiera…

    Como si el espíritu de Nanami no quisiera aquella rosa… si no la Rikuto…

    FIN​
     
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    InunoTaisho

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    No suelo pasar por originales porque no encuentro mucho que comentar, al fin y al cabo son historias propias y cada quien le da el rumbo que quiere, así que por ese lado a veces siento que me pierdo y no me considero con derecho a criticar nada.

    Pero en general me gustó, me resulto atrayente y por un momento me sentí identificada con el amigo de Rikuto, estando presente en el funeral de su amada para brindarle mi apoyo. Grande fue mi sorpresa al leer el cuadro final, con el muy cínico de Hisoka alegrándose porque la muerta ya no estorbaría en su camino de lograr el amor de Rikuto sólo para él (no me agrada mucho este tema pero tampoco lo aborrezco si está bien presentado). Menos mal que la brisa se llevó a rosa negra, a manera de representar, como bien lo dijiste, que el alma de Nanami no lo dejaría cumplir su cometido.

    Gracias por escribir
     
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