Quinientos milenios después.

Tema en 'Relatos' iniciado por Freedom, 25 Marzo 2012.

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    Freedom

    Freedom Entusiasta

    Capricornio
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    25 Enero 2012
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    54
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Quinientos milenios después.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    598
    Quinientos Milenios Después
    Cuando tenía treinta años, me di cuenta que muchas de las cosas que no tenemos, se vuelven tangibles a nuestros ojos cuando lo deseamos con furor. Fui adulto, niño, esclavo, libre y mujer. Fui mujer libre, hombre esclavo, niño rico y adulto pobre. Viví, y sigo viviendo, más vidas que las que un libro pueda guardar. Fui asesinado, morí de hambre y frío, combatí en más de trescientas guerras, y escuché las palabras de los más sabios. Conocí a los dioses de todas las religiones, y descubrí el verdadero poder del ser humano.
    Divagué en muchos universos ajenos, y en el mío propio construí un imperio cuasi inmortal. Pude, gracias a mi compadre Zeus, descubrir más cosas que en el engranaje de un reloj.
    No hay un punto medio, en la vida de un hombre, en el cual no deseemos que la soledad, se vuelva fruto de benevolencia. Tantas gamas diferentes de sinsabores, que no sabría en qué época reencarnar la próxima vez.
    Quizá, muchos años antes, cuando Adán logró conquistar a Eva —y con certeza aclaro, que nunca hubo un fruto maligno en aquél entonces—, las cizañas eran débiles. Ahora el hombre tiene un carácter iracundo, muy alejado del raciocinio. Vivo en un mundo donde cualquiera está habilitado a golpear a otro. Un sitio donde la pobreza, es sinónimo de esclavitud, para los altos mandos del gobierno. Entiendo poco y nada del mundo donde he nacido. Bien debería aclarar, del lugar donde reviví. Hace quinientos siglos atrás, recuerdo estar reposando bajo un oleaje de grandes y maravillosos troncos carmesí.
    No pude encontrar, en esta realidad tan siniestra y devastadora, un aire pacífico como en aquél entonces.
    Quizá me esté volviendo viejo, y las arrugas de mi rostro reclamen otra movida de peón. Pero déjenme decirles, pequeños compañeros de aventuras, que no existe peor vejez que la mental.
    Solía recordar todo lo que podía entrar en mi mente. Ahora apenas se mi nombre, y he perdido la cuenta de cuántos años llevo pisando esta tierra desgastada y moribunda.
    Recuerdo escuchar a Pitágoras decirme ideas matemáticas que apenas logré entender. Ahora muchos de mis iguales humanos, lo tienen en el recuerdo; ni siquiera procesan las palabras del ilustre. No se cuanto tiempo sobreviviré. Desperté de repente en una calle desolada, en pleno invierno y con dos críos a mi lado. Me decían una y otra vez “tío”, pero no recuerdo haber tenido pariente alguno. ¿Habré sido el único que reencarnó? Ojala no fuera el único, la soledad de estos tiempos me tiene acorralado en una esquina mortal.
    Aprendí mucho de un niño que aspiraba a tener dinero. Lo nombré Josue. No estoy seguro de que haya sido el mejor nombre, pero tenía un estropajo en la mano con esa inscripción, y me sería fácil recordar. Suele soñar con altura, pero los escalones de su vida no van a llevarlo muy alto. Debe ser el décimo o vigésimo niño que veo con esas condiciones. Tal vez, a este paso que voy, no llegue a verlo mucho tiempo más. Esta es la quinta vida que llevo transitando. Ya nada me sorprende. Veo cada vez, cosas peores a las de años anteriores. Lo que no comprendo aún, es por qué sigo existiendo, quinientos milenios después.
     
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