One-shot de Inuyasha - Quédate (kouga&Kagome)

—Kagome—Suspiró Kouga mientras observaba el cielo estrellado.
Era una de ésas apacibles noches en las que podía estar solo y relajarse observando las estrellas y conectarse con el mundo a su al rededor. Le gustaba hacer eso de vez en cuando, trataba de poner la mente en blanco pero había una persona que no podía apartar de su mente y era Kagome. Últimamente pensaba en ella más de lo usual, tanto que hasta le quitaba el sueño.
Deseaba que ella estuviera ahí con él para contemplar el firmamento, pero su corazón pertenecía a una bestia inmunda que no la sabía valorar como él lo hacía y tanto rondaban por su cabeza ésos pensamientos que se preguntó si a caso ella pensaba en él de vez en cuando, si cuando ella no podía dormir o se sentía triste, cuando el viento rozaba sus mejillas o simplemente estando en silencio su rostro llegaba a ella. Sonrío con algo de lástima para sí mismo y volvió a suspirar con pesadez hasta el ruido de unos pasos sobre el césped lo alertaron.
—¿Kagome?—Preguntó esperanzado
—Kouga—Respondió ella sorprendida por encontrarse ahí con el demonio lobo.
—¿Qué haces aquí sola y de noche?—Volvió a preguntar el oji-azul.
La miko se sentó junto a él y lo miro antes de responder.
—Encontré a Inuyasha y a Kikyo besándose—Escondió un momento la mirada en su flequillo un poco avergonzada.
—Lo siento mucho—Dijo el lobo con todo el tacto que pudo.
—Yo no—Respondió ella mirándolo de nuevo y sonriendo suavemente—Creo que necesitaba eso para entender que él nunca fue para mi y que no es bueno amar a alguien si te hace tanto daño, simplemente no es sano ¿sabes?—Se reprendió.
Kouga no dijo nada, simplemente la miraba con un nuevo brillo en sus ojos al saber que al fin había entrado en razón. Aún así tenía miedo de que ella no le correspondiera, de decir algo y alejarla.
—Creo que ya es muy tarde—Observó Kagome haciendo que el corazón del lobo se achicara.
—Quédate—Le suplicó.
Kagome soltó el aire que contenía de una vez y lo miró sorprendida.
—Por favor—Continuó mientras pegaba su frente a la de ella y tomaba su rostro entre sus manos—Te suplico que te quedes.
Ella no dijo nada, pero tampoco intentó apartarse de él, disfrutaba su suave y cálido tacto, la cercanía...intentaba hablar pero no podía y él sólo la miraba expectante, suplicante. Kagome no tenía ni la menor idea del efecto que tenía sobre él, el cómo le alegraba los días o cómo su presencia lograba calmarlo, la manera en sus músculos se tensaban si ella se encontraba cerca, ni siquiera cómo cada centímetro de su piel la añoraba. Ella siguió en silencio pero su mano descansó sobra mejilla del lobo y él bajó sus manos para tomar su cintura y acercarla a él delicadamente, ella no puso resistencia y el juntó sus labios con los de ella por unos segundos hasta que ambos empezaron a moverlos suavemente y después la falta de aire los hizo separarse.
Seguían abrazados sin decir nada, pero ya no era necesario, en ese instante el silencio era placentero y lo único que necesitaban era la compañía del otro mientras observaban el cielo que era el único testigo de su amor.