Long-fic Prismáticos [Colección /Gakkou Roleplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Insane, 6 Marzo 2021.

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    14 Junio 2014
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    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Prismáticos [Colección /Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1008
    Personajes: Zeldryck Kasun, Zoldryck Kasun & Génesis Allen
    N/A: Suceso antes del ingreso.


    Free Fall



    Acomodó la gorra blanca sobre su cabeza, dejándose el largo cabello en una trenza sobre su hombro derecho, mirando entre las pestañas la cantidad de árboles que rodeaban aquel espacio por el cual la habían convencido a cambiar de planes, disolviéndose el inicio del por qué habían alquilado un auto en aquella ciudad que era nueva para los tres, dejándolos ser sin mucha resistencia al saber que sería hablar con pared, sabiendo que en un par de días iniciaría clase y aquello los ponía en un humor tan perezoso a ese par a diferencia suya. Suspiró entonces con la mirada mordaz hasta que escuchó a Zeldryck hablar. Eso solo significaba que estaba por iniciar.

    —¿Y entonces?

    —Uff, siempre está alto —murmuró Zoldryck divertido al inclinarse levemente sobre el metal analizando la altura a la cual estaban expuestos, metiéndose a la boca un chocolate que le había compartido Génesis en el momento que entraron al auto, hace ya unas horas atrás, sintiéndolo derretirse en sus papilas gustativas.

    —¿Miedo o qué?

    Sus pupilas se deslizaron bajo el lente negro al ver a su hermano sacar la billetera, contando el dinero para entregárselo al encargado a la vez que lo cuestionaba. Era un hecho, lo harían sin titubear. Deslizó sus dedos por el largo de la patilla de las gafas de sol para quitárselas y entregárselas a Génesis, la cual mantenía aquella mirada que casi desaprobaba lo que estaban por hacer, limitándose a hablar sin reprocharles de forma verbal las decisiones temerarias por las que solían pasar.

    —Si vas a tirarte también, entrégame la billetera y las llaves del auto —sugirió abriendo su bolso deportivo blanco para comenzar a guardar dentro las pertenencias de Zoldryck, viendo después el cómo Zeldryck le imitaba al entregarle las suyas, recibiéndoselas con parsimonia para evitar cualquier pérdida—. Y a todo esto... ¿Quién va a ir primero?

    Las pupilas violetas denotaron el cómo Zeldryck cerraba los puños y los movía imitando el calentamiento de un boxeador mientras daba pequeños saltos con la punta de los pies, sonriéndole confiado al girarse al cabo de unos segundos para que el trabajador comenzara a acomodarle el casco sobre la cabeza, elevando las manos para dejarlo organizar el arnés al ajustárselo en los tobillos y parte de la cintura, asegurando la pesada cuerda que palpó después con la yema de los dedos.

    —Esto es de una, vente —siseó moviendo la cabeza de derecha a izquierda por la adrenalina, esperando que hicieran el mismo proceso de seguridad con su gemelo para después ser guiados hacia la estructura inferior del puente, metiéndose entre el tablero de metal con aquella facilidad irrisoria con la que solían cargar en aquellos aspectos deportivos—. ¿Cuánto de altura es que tiene esta mierda Zoldryck?

    —Cien metros, creo que en el folleto decía que eso equivale a trescientos veintiocho pies de altura Zeldryck —respondió jovial, mirando hacia arriba, apretando los dedos en la estructura metálica al sentir el cosquilleo recorrerle el cuerpo, dando de lleno con la mirada de Génesis con aquel tinte de preocupación, incitándolo a tranquilizarla—. ¡Ey, todo va a salir bien!

    —Allen relájate, que aquí nadie tiene miedo —atajó el contrario al retroceder aproximadamente diez pasos hacia atrás, echándose a correr con el disfrute en sus pupilas ámbar al llegar al borde con el impulso necesario para realizar un mortal en el aire.

    Génesis sintió el corazón en la mano, ajustando las palmas en el borde del frío barandal al verlo descender a toda velocidad desde aquella altura, chasqueando ligeramente la lengua al notar el cómo el otro se levantaba sobre la palma de las manos en posición de pino, dejándose caer al vacío para seguir al otro luego de una palabra mal sonante en un murmuro inaudible por el vértigo. Sintió su mandíbula tensa hasta que visualizó el cómo las cuerdas en sus tobillos se atirantaban, escuchándolos reír al unísono al éstos aprovechar el eco.

    —¡Te debemos una malteada Génesis! —gritó Zeldyrck con la respiración agitada por el vértigo, mirando a su gemelo entre las pestañas al éste estar colgando como él—. Japón tiene lo suyo, hermano.

    —Ni me lo digas —secundó mostrándole las manos, las cuales estaban temblando a todo dar.

    Génesis tan solo sintió que el alma le volvía al cuerpo pese a que sus dedos continuaban temblando, empuñando las manos para tranquilizar el tic nervioso antes de que ellos lo vieran, comenzando a caminar hacia el extremo por el cual subirían luego de quitarles la seguridad por el lanzamiento extremo. Miró entonces de soslayo sus zapatillas al no arrepentirse de habérselas puesto, ya estaba tan acostumbrada a terminar corriendo con ellos de aquí para allá que ir de compras no vendría nada mal para relajarse un poco. Al cabo de unos minutos los vio subir con las sonrisas impresas en la cara, a lo cual sus mejillas terminaron tiñéndose levemente.

    —Malteada de chocolate —exigió retomando los pasos con uno a cada lado, siguiéndola—. Y noche de compras donde cargan mis bolsas.

    Zeldryck arqueó una de sus cejas mientras Zoldryck elevó ambas.

    —Eso no era parte del trato —atajó burlón el primero y comentó descomplicado el segundo, al unísono, ambos enterrando las manos en los bolsillos de los jogger grisáceos que traían puestos, haciéndola reír mientras volvía a tomar la palabra al nunca acostumbrarse a aquellos destellos de sincronía que solían tener bastante a menudo, aunque ambos lo negasen con alevosía.

    —Ahora lo es.

    Miró su reloj rosa de mano, sintiendo el aire cálido acariciarle las mejillas con cada paso que daba para descender hasta el lugar donde habían parqueado el auto, sacando después las llaves de su bolso para entregárselas a Zoldryck, el cual había sido el conductor elegido aquella tarde de picnic que terminó convirtiéndose en una tarde de puenting.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Prismáticos [Colección /Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1958
    Personajes: Zeldryck Kasun| Zoldryck Kasun | Génesis Allen. Mención a Catherine Whitman.
    N/A: Suceso antes del ingreso | Sucesos después de la mascarada.

    One more night

    Luego de escuchar la puerta de atrás cerrarse y mover la cabeza en seña de despedida encendí la direccional para girar por la cuadra de la derecha, notando a mi hermano bajarle a la emisora a lo cual observé de soslayo en el retrovisor, deteniéndome en un semáforo en rojo. Génesis se había quedado dormida en la parte de atrás, y aún quedaban algunos minutos por llegar. Al menos no estaba lloviendo ni nada similar, y el GPS funcionaba de maravilla.

    —¿Qué hora es o qué?

    —Las tres y media de la madrugada. Uff, tengo un sueño —le escuché bostezar a lo que lo imité por mera inercia—. ¿Supiste quién era el anfitrión o anfitriona?

    Presioné el acelerador para continuar conduciendo por la carretera, tomando la autopista.

    —Ni idea —observé la guía en el móvil al marcar que en dos cuadras más llegaríamos a nuestro destino provisional—. ¿Te pasó algo interesante allá dentro o todo muy suave?

    Zoldryck recostó el codo en la ventana, algo distraído, como si recordara para contar los sucesos de la noche.

    —Jugamos beerpong con Numéria y un chico de cabello rojo, ganamos y todo. Ya luego de eso —apagué el auto, viéndolo quitarse el cinturón de seguridad el cual yo nunca me coloqué—, me topé también con una chica de cabello negro, no supe su nombre ni nada pero al intercambiar un par de palabras intuí de lleno que si me acercaba mucho terminaría con una marca como la que traes bajo la camiseta.

    —¿Y qué hiciste?

    —Nada.

    Se me escapó una risa al saber que mi gemelo había notado el pintalabios en eso de la subida al segundo piso, y probablemente en algún momento me preguntaría quién había sido la causante por mera curiosidad; me guardé las llaves en el bolsillo al salir del auto. Abrí entonces la puerta de la parte de atrás y sujeté a Génesis por la espalda, tomándola con mi mano libre por la parte posterior de las rodillas para cargarla sin dificultad. Mi hermano cerró la puerta y nos abrió la del apartamento, adentrándome para dirigirme a una de las habitaciones. La acosté en la cama y le quité los tacones con calma, cubriéndola con las sábanas blancas.

    —No está muy contenta contigo, pero eso ya lo sabes.

    Lo escuché comentar risueño desde el marco de la puerta a medida que se quitaba la corbata, a lo yo que encendía el aire acondicionado y dejaba el control sobre la mesa de noche, relajando los hombros al restarle importancia, porque bueno, la enamorada era ella de mi gemelo, qué venía a reclamarme a mí por pasármela bien, porque más que tardanza por sus horas de sueño solía ser bastante controladora con eso de la moral referente a la educación, y bueno, conmigo nada de eso servía.

    Yo no era ningún perro faldero ni mucho menos.

    —Ya me imagino —murmuré saliendo de la habitación a lo que Zoldryck cerró la puerta tras él, perdiéndose en el transcurso del pasillo en su propia habitación luego de decirme buenas noches a lo que asentí ligeramente, perdiéndome en la mía.

    Me quité la ropa para ponerme un pantalón de pijama, dejando el dorso descubierto al no apetecerme dormir con el aire encendido. Me devolví al pasillo para cepillarme los dientes, regresando sobre mis pasos a medida que apagaba las luces encendidas, cerrando la puerta para dejarme caer en la colcha mientras miraba el móvil al tener un mensaje de un número recién grabado, pasando del resto. Cathy a la final me había escrito y todo pese a que la aplicación marcó el momento en que se terminó la carrera seguido del monto que pagó en efectivo. Leí el mensaje con una sonrisa de lo más traviesa surcándome los labios.

    Caballeroso desconocido, ya llegué a casa. ¡Llegué bien! Descansa, nos veremos el lunes

    Pero no fue solo el mensaje, había mandado una foto y todo sin el antifaz. Tenía un rostro bastante lindo, para qué mentir, la tipa era lo más de simpática, pero no tenía ni idea a qué curso iba. Fue entonces que noté en una esquina el número del conjunto residencial. Ya no solo la dirección, ni el número de teléfono, ya sabía hasta el piso donde residía.

    Que buena chica.

    Dejé la izquierda tras mi cabeza sobre la abollonada almohada mientras escribía con la derecha. Bueno, ser ambidiestro tenía sus ventajas. Coloqué la cámara para tomarme un foto, cubriendo la cara con el sticker de una calavera antes de enviarla, dejando que solo se viese como tal los tribales en la piel que abarcaba la foto, porque bueno, aún no me había visto sin el antifaz, y no es como si hubiese mucha diferencia pero conservar la diversión de la fiesta en la que me colé por un rato más me iba bien. Envié la fotografía en conjunto al mensaje.

    Princesa Cathy, todo bien por acá también con la llegada. Que descanses

    Dejé el móvil sobre la mesa de noche, girándome hacia la ventana, sintiendo la pesadez de mis párpados.

    .
    .
    .

    ¿Quién me comprendía? Había terminado picando las frutas del desayuno para luego abrir la habitación de Allen y dejar el plato sobre la mesa de noche en conjunto a un tenedor. Pero bueno, tampoco podía mentirme, la única a la que le brindaba aquellas atenciones era ella desde no sé hace cuánto tiempo.

    —Hora de despertar bella durmiente.

    La noté cubrirse el rostro con las sábanas a lo que mencioné que eran las diez de la mañana y terminó por si misma quitándose la tela, buscando el reloj colgado en la pared con el ceño ligeramente fruncido.

    —Zeld... debía levantarme a las siete.

    Noté su contrariedad a medida que se sobaba los ojos y reposaba los pies descalzos sobre el suelo de madera, elevando ligeramente las cejas al ver el plato repleto de trozos de mango, pera y manzana. Me senté en la cama a su lado, con la vista al techo.

    —Relájate, no es como si tu madre tuviese una cámara para detectar la hora en que abres los ojos, o una escoba para volar y aparecerse por la ventana.

    Por el rabillo del ojo me percaté de como mordió el interior de su mejilla. Aquel vicio no se lo quitaba nadie, tanto como a mí el sarcasmo al hablar.

    —Ayer tardaste demasiado, eso no estuvo bien.

    —Un poco de más quizá —corté el rollo de la noche pasada sin más—. ¿Aún te duele la cabeza?

    Me tumbé por completo en la cama de forma horizontal, con mis pies aún sobre el suelo.

    —Siento algo de molestia, imagino que es por el shot de mayonesa.

    Pestañeé apenas, escuchándola sujetar el tenedor para comenzar a comer de forma pausada, al ser el desayuno algo importante para ella, aunque bueno, ¿qué no lo era?

    —No debiste beberlo, eres demasiado susceptible al alcohol.

    —No me parecía educado de mi parte dejarlo servido. La amable señora del bigote se tomó el tiempo de prepararlo —llevó un mechón de cabello tras su oreja.

    —La próxima me llamas, no me importa ser un mal educado.

    —No lo aceptaría, pero eso ya lo sabes Zeld —sentí sus dedos acomodándome varios cabellos desordenados luego de dejar el plato sobre sus piernas.

    Me levanté de la colcha al ella terminar de organizarme. Génesis aún traía puesto el vestido de gala, a lo que terminé con las pupilas clavadas en el itinerario que tenía enmarcado sobre el respaldar de la cama, con todo perfectamente estipulado. Lo que debía hacer, el día que debía hacerlo, la hora que debía hacerlo. Sabía que no demoraría en ir a arreglarse para colocarse a estudiar, pese a ser domingo y tener algo de malestar. El control de su madre sobre ella me hostigaba un poco a decir verdad. La vi levantarse para pasar por mi lado hacia la cocina luego de sonreír ligeramente, agradeciéndome por el desayuno en un murmuro. No me inmuté ni mucho menos, escuchando ahora la voz de mi hermano en el pasillo.

    —Ey Zeld, deberías explicarnos algo de gramática. Sinceramente el japonés es algo complicado si me lo preguntas. No tengo ni idea de cómo me va a ir el lunes.

    Me reí saliendo de la habitación, casi sátiro, notando a mi gemelo comiendo una manzana en el bar al estilo americano de la cocina, con la espalda recostada en la silla y el brazo derecho en el respaldar de la misma.

    —No sé una mierda, de milagro me comuniqué con esa gente ayer —. Mentí. Los idiomas me entraban en el cerebro de una forma casi envidiable. Sujeté la toalla que estaba tras la puerta de mi habitación y me adentré al baño del pasillo—. Además, hoy desempacaré. Supongo que el viejo llamará para avisar de otro lugar dentro de un par de días.

    A fin de cuentas aquel apartamento al estilo americano no era más que una estadía provisional. Mi padre sin duda ya estaría moviendo los hilillos para que nos llegase los papeles de alguna propiedad, no por nada era un político importante en nuestro país natal.

    —¿Gen, te quedarás en este apartamento? —lo escuché preguntarle, a lo que me interesó la respuesta.

    —Buscaré algo cerca a ustedes, pero con solo dos habitaciones para tomar una de estudio. A fin de cuentas... me gusta pasar tiempo con los prismáticos.

    Al escucharla expresarse con la sinceridad que solía cargarse abrí la llave de la ducha con una sonrisa suave surcando mis viriles labios. Siempre quería estarnos cuidando, a como diera lugar, y aunque sabía que tenía un interés romántico hacia Zoldryck, también era consiente de que estaría para ella en caso de que me necesitara para socorrerla sin importarme nada, no por nada yo mermaba lo dominante en su compañía, tal y como ella le mermaba a esa manía obsesiva-compulsiva entorno a la inflexibilidad en la nuestra.

    En cuanto esparcí en la palma de mi mano el shampoo escuché el móvil de Génesis sonar, seguido de ella hablar casi en tropel luego de un par de segundos.

    Sí madre. Lo lamento, no vi el mensaje ya que acabé de despertar. No, es decir, lo siento, no sé que pasó con mi cerebro que no despertó a tiempo, ya mismo me pongo en ello. Sí, sí señora. Lo sé, mañana enviaré fotografías de todo lo visto en clase con un horario estipulado referente a las dificultades que detecte en mi aprendizaje. Sí, ellos están conmigo pero no representan ninguna distracción... lo prometo.

    Me metí bajo el agua helada al dejarla correr de nuevo, pestañeando apenas luego de que colgó al no escucharla más. Podía imaginarla perfectamente mordiendo el interior de su mejilla, llegando la voz de Zoldryck después de ello para tratar de sacarla de ese ensimismamiento en el que solía meterse cada que su progenitora la perturbaba con la exigencia de perfección.

    —Ey Gen, te ayudo a desempacar mientras tu estudias, no te estreses.

    —No es educado de mi parte Zo-

    —No te preocupes, yo me encargo —terminó interrumpiéndola.

    Salí de la ducha con la toalla cubriendo la cintura hacia abajo, viéndola asintiendo con ligereza pese a tener los pómulos ligeramente encendidos con su expresión contrariada al probablemente dudar en si recibir la ayuda de mi hermano era lo correcto, aunque siempre terminaba cediendo a sus palabras. Las mías no tenían ni de cerca el mismo efecto.

    Estaba colada por él.

    Y yo por años.

    Solo me la pasaba observando.
     
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