One-shot Primavera [Jou y Vite|Aventuras en el reino de la huella]

Contenido oculto: Nota

Pues nada, lo prometido es deuda y aquí estoy yo escribiendo un fanfic sobre dos personajes que su mayor interacción a sido preguntar: ¿Quieres cenar con nosotros? para que el otro le responda que sí.

Me imaginación a veces es viciosa y no se molesta en contenerse, me alegra que Alisse Madness sea de las mías, deseo también no haber cometido demasiado OoC con Jou, pero lo dicho, no la conozco demasiado desde la perspectiva de interactuar con ella dentro del rol XD

Espero lo disfruten como yo disfruto pensar en esta dupla uwu
Weh, y tal vez un poquito de más aclarar que esto no es canon(?)

Primavera
Rimbombante y serena​

Me encontraba en uno de los muchos riscos que se encontraban contorneando la isla, mi hogar de siempre. Sentado tal como esos conejos indios de antaño, patas sobre mis patas que pisan, sin pensar en nada especifico en realidad. El clima estaba nublado, porque aun era de madrugada, y yo esperaba expectante alguna señal, supongo.

No sabía en realidad qué quería, solo disfrutaba de esa tranquilidad mientras pudiera, mientras el no hacer nada no terminara en realidad dentro de una ansiedad que solo se deshacía cuando no me frenaba. El sonido de las olas, el compás del pasto, podría sentir hasta el ritmo de las hormiguitas, sin sentirlas realmente. El sonido del grillo, la alegría inminente del sol que, sabía, saldría.

Porque este sería un buen día, ¿cierto? Mi voz salió, palabras que reflejaban mi cálido sosiego, mi solitario momento frío. Una canción algo melancólica, pero que reflejaba lo lindo de la vida. Un ritmo que se cortaba, cambiaba, y no alcanzaba para las palabras, que no siempre rimaban y en presencia de otros me harían sentir ridículo. Cantaba con firmeza, pero estaba lejos del vozarrón alegre que podía alcanzar.

Entonces mis orejas se agitaron, callé en seco y no demoré en mirar tras mi espalda. No se me pasó por la cabeza que me hubiera escuchado, por lo que cualquier pudor o arrepentimiento por sacar mi voz no sé creo en el centro de mi corazón. Le sonreí cálido y alegre como me encontraba, en esa fresca mañana que a poco se veía entibiecida por el sol a lo lejos, las nubes empezaban a abrirse paso al señor de todos los cielos con la lentitud digna de su majestuosidad. Aunque me parecía más bello ver a esa chiquilla entusiasmada venir corriendo hacía mí, acompañada de su cuervito Cloud como no podía faltar.

—¡No te encontrábamos! ¡Cloud voló mucho para encontrarte! —comentó sin rabia ni nada, más que nada podría decirse que parecía curiosa, sonrió alegre, seguramente por la victoria que significaba haberme encontrado.

Miré otra vez el horizonte azulado, ese que muchas veces me pareció imposible cruzar, pero siempre supe que ocultaba un montón de cosas que quería descubrir. En cierto modo, la resguardó a ella también, el destino podía ser caprichoso a veces. No demoró en sentarse a mi lado, me miró y luego miró el mar, talvez cuestionándose qué diablos hacía ahí.

—Uhmm~ Juraría haber avisado, talvez eres una dormilona —respondí ligero de inmediato, sereno y sin pizca de jocosidad a pesar de que sí buscaba picarle algún tipo de nervio. Sin malas intenciones, claro.

—¡Me levanté temprano, ayudé a Sol a preparar el desayuno! ¿Qué hacías por aquí?— De nuevo, era una chica desenfadada, al menos así parecía ser conmigo. Incliné mi espalda hacía atrás, mis patas sobre el césped para no terminar mirando el cielo, el mar me tenía amarrado, en varios significados.

Medité una respuesta sin prisa, pero veloz, porque independiente de lo contradictorio que sonara, todas esas palabras aceleradas e imprevistas pocas veces venían de mi ignorancia. Las dudas y las meditaciones me las cuestionaba solo, con los demás solo eran resultados.

—Uhmm... Soñando, quizás —decidí decir, sin consolidar nada. La miré con esa sonrisa relajada de conejo que tenía, una no muy común de ver en mí, al estar más extasiado y enérgico que relajado durante mi día a día. Se rompió esa tranquilidad, claro, al notar la ilusión casi pueril en sus ojos que me recordaban al mar mañanero. Reí, una sonrisa melodiosa y enternecida.

—¿Qué cosas sueñas, tienes algún anhelo?— Porque los conejos soñaban cosas distintas a los elfos, debía ser así, ¿verdad? Cerré los ojos y me crucé un brazo por el pecho, apoyé el codo del otro ahí mismo e hice un gesto pensativo con mi pata, claramente exagerado, pero no por ello menos natural de mi parte.

Terminé por soltar una risa más alegre y divertida, llevando otra vez las patas al césped.

—¡Pues seguir viajando, claro! —concreté como sí fuera lo más obvio del mundo, ¡más allá de los problemas, en realidad no me interesaba hacer nada más!—. Tú siempre me puedes acompañar, sí es que quieres —agregué mirándola directo a los ojos, con una sonrisa algo más pícara, pero no tenía ninguna segunda intención en realidad, tan solo así era mi expresión.

Relajé mi gesto y todo cuando noté cierto sonrojo, no me daban ganas de molestar a Jou, siendo sincero. De ligera sorpresa, brillaron sus ojos con entusiasmo, pero pronto desvió la mirada al suelo en su costado, acurrucado estaba Cloud entre sus manos que se manteían suaves, pero firmes. Se le veía triste, yo no quité mi sutil sonrisa hasta saber qué había tras esa mirada decepcionada.

—Me encantaría... pero no sé sí Zer querría ir también...

Ahhh, no me sorprendía. Suspiré liviano sin perder la ligera sonrisa, miré el mar, y no demoré en desordenarle con las almohadillas de mis patas la cabeza color manzana que tenía. Reí con cierta broma impregnada en el sonido.

—Me la ponen difícil, eh~— Entonces me levanté de un brinco, procurando no pasar a llevar a la señorita. Le extendí mi pata y ella me miró algo perdida, pero no se le veía angustiada. Le sonreí con más confianza, una sonrisa retadora que le imponía duelo al futuro y le brindaba confianza a ella—. Ya verás como lo convenzo.

Me sonrió con cierta ternura, puede que por encontrar ingenuo de mi parte pensar que podría convencer de algo a Zer siendo como era yo. ¡Vamos, que la fe era lo último que se perdía! ¿No? ¡Aunque yo ni supiera en qué creer!

La levanté del tirón tal vez con algo de brusquedad, pero mis movimientos no quitaban lo precavido en mis acciones y no demoré en agarrarla de la cintura para que no se fuera a desestabilizar. Pegó un gritillo y todo que me sacó una risita de ardilla, siempre procurando mantener la debida distancia. Por eso mismo no demoré en distanciarme tan solo un poco, dejándola mantenerse por sí misma en pie. Dio un silbido de alivio cuando se sintió estable.

—¡Tenme un poco más de fe, mujer! ¡Qué ya verás como consigo hasta entusiasmarlo!— Frunció el ceño sin pudor, como cuestionándose para dentro sí en verdad yo mismo me creía mis palabras, lo dicho, me tenía fe, el que se guiaba por la ciencia era Kevin, no yo~

Lo bueno es que también terminó soltando una risilla, para mirarme con cierta pizca divertida de un rojo oscuro, a pesar del azul de sus ojos.

—¿Y qué pasa sí no lo logras? —ladeó la cabeza y todo un poco, recordé esa forma adulta que tenía y podría admitir que me puso nervioso, tanto que hice esfuerzo consiente de no tamborear el suelo con mi pie.

Eso sí, desvié la cabeza a ojos cerrados en dirección opuesta a ella, con la sonrisa confiada y la patas sobre la cintura.

—¡Pues te deberé otra cosa, es una apuesta! —concluí sin pensarlo dos veces, divertido, para luego sonreírle con picardía— Te veo allá~

Ella no iba en una sintonía muy distinta a la mía, le sonreí con más alegría brillante y le pegué un topecito en la frente con la almohadilla de mi pata, cerró los ojitos como era de esperar e hizo una pequeña mueca, volví a soltar una risilla, esta vez algo más grave y enternecida.

>>¡Nos vemos, Jou, a menos que me ganes!

Y empecé a correr raudo, despidiéndome con la pata en alto, listo para cualquier carrerilla que se pudiera dar. Me volví a reír en todo al ver su cara de indignado desconcierto, talvez sintiendo que la carrera improvista empezaba de manera injusta al tomar yo la delantera. ¡No me importaba, ventajas de haberla decidido iniciar yo!

—¡Vi-vite, espera!

Y corriendo por el acampado verdezco claro, con un cuervo siguiendo a dos par de atolondrados, el sol se empezaba a erguir por lo alto en un despejado día de tranquilidad.