de Inuyasha - Presencia (SesshxRin)

Presencia (SesshxRin)

Me aventuro con un drabble para pasmar una inspiración del momento. Espero críticas de todo tipo mis colegas.

Debilidad.

Las vaporosas telas flameaban con vuelo poderoso ante el escenario de la rumiante noche hacia la fogata a un lado del bosque. Y dentro de éste, inmerso en la oscuridad de la vida adormecida, latían las auras más vehementes de los entes de la época. Aún, si permanecía quieta en su lugar y acallaba los leves latidos de su corazón, podía escuchar las voces de las almas de los viejos entes ya en otro mundo, hablando y debatiendo sobre sus realidades. Y allí ella, inmóvil, concentrada, hermosa, detenida en medio de una batalla de susurro y cálculos, tratando de entender que la tranquilidad que sentía se debía a un reflejo de lo que fue y ya nunca más sería.

-Rin, es hora de que te acerques -escuchó entre la copa del frondoso Olmo frente a ella. No resistió ningún instante a la idea de caminar hacia allí, se sentía apartada de todo dinamismo físico, ella era diferente ahora, era una fuerza inamovible, era una parsimonia gigante, era la constelación observando desde el inmenso cielo, y danzando sobre la tierra su maravillosa figura no era más que una marioneta en un juego.

En el claro, lejos ahora del fuego, sintió cómo la brisa despeinaba sus largos y pesados cabellos negros. Sus ojos vibraron de excitación al verlo frente a ella, y aunque no los observara, en todo su entorno sintió el calor y el aroma de los demás youkays. Ella era uno de ellos ahora, diferente, hermosa, pero diferente. el suave tacto casi resbaloso de sus lisas manos blancas le dibujó una leve sonrisa. Estaba incómoda, en medio de las voces que podía percibir en el aire como traídas juguetonamente solo para molestarla.

-Rin -repitió la poderosa voz -ya es hora.

Entonces ella se acercó a él, vacilante un poco, sintiendo como la humedad de los pastos saltaban entre sus pies. ¿Era uno de ellos? No debía ser cínica, apenas los entendía y sentía la impresión de que jamás lograría ser lo que ellos eran. Sus naturalezas, sus pensamientos, sus miradas...

Lo observó. Lo estudió. Lo amó.

-sesshomaru -la cantarina voz causó una sensación confusa en los demás presentes, pero especialmente en el nombrado. Sonaba risueña y fantásticamente inocente, pero dentro del timbre, algo estaba cambiando.

-dime -susurró de manera perfectamente audible él, quien con la mirada posada en ella, aspiraba su aroma como si nada más pudiera en este mundo hacer. La esencia de la virgen yokuay enloquecía todos sus sentidos al punto de desvanecerlos de su mente.

-no puedo hacerlo, lo lamento.

Una grulla cantó en el instante en que la voz de ella se pronunciaba fuerte y clara como estaca en el círculo de esos seres. Ella, poderosa, hermosa, antes humana y ahora reina, detenida frente al más poderosos de los príncipes del territorio... antes de que se escuchara nada más, ella, agradecida, enarbolada, había tomado velozmente la mano izquierda del hombre y la había enterrado en su pecho, llenándolo del más letal veneno, haciéndole sentir entre sus dedos sus últimos latidos.

Los ojos abiertos como plato del hombre, encorvado sin entender lo que veía, y el aroma de la sangre fluyendo, fueron la imagen que enclaustró la escena completa. Ella, muerta, destruida por sus propios deseos. Y él, quien la había visto luchar por vivir, sin entender cómo ahora había llegado a hacer algo así. Acarició su rostro una vez más, su blanca, pálida piel sin rastro de alegría ni vanidad, ni tolerancia ni sueños. Y sus ojos, perdidos en el cielo. Ella seguía allí, su espíritu estaba por encima de él, rodeándolo, mirándolo, estudiándolo, amándolo. Solo que ella no los entendía, y nunca sería como ellos. Ella quería seguir viviendo, y siendo su acompañante. Pero no quería ser como él, porque jamás lo merecería.