Capítulo 1 Me encuentro sumergida en una espesa bruma, tan densa y blanca que me es imposible observar que es lo que se encuentra a mí alrededor. Trato de visualizar mis manos pero me es imposible. Hago un enorme esfuerzo por respirar, como si no hubiera demasiado oxigeno en el ambiente. Siento los pies húmedos, posados sobre una superficie suave y lisa. Camino hacia a delante, aún con la vista obstruida, con las manos al frente, tratando de sentir algo, cualquier cosa que pueda indicarme en donde me encuentro. Continúo avanzando, sin tener demasiado éxito. El suelo empieza a inclinarse ligeramente, convirtiéndose en una rampa aumentando la inclinación al continuar. Uso mis brazos para apoyarme y poder subir y al instante siento las manos mojadas. Una corriente de agua baja por esta cuesta. Mi respiración se empieza a suavizar y la niebla empieza a disipar poco a poco. Puedo observar mis manos, pálidas, con pequeñas venas azules, latiendo bajo mi piel. Noto un brillo rojizo en la palma. Me miro ambas manos horrorizada. Mi corazón se acelera y un escalofrío me recorre la espalda. Observo mis pies, salpicados con pequeñas gotas de aquella sustancia rojiza. No puedo controlar los temblores que surgen de mi cuerpo. Corro, tratando de llegar a la cima. La neblina desaparece a cada zancada que doy. Mis ojos pueden ver un poco en donde estoy, en donde me encuentro parada, dando enormes pasos por la pendiente. Puedo ver mi reflejo en el agua rojiza, al igual que un espejo. Tengo el pelo enmarañando cubriéndome la mitad de mi rostro en finos mechones oscuros. Tengo la piel pálida y unos ojos verdes esmeralda, moteados de café claro alrededor de mi pupila. Toco mi rostro, manchándolo de rojo, tocando mi nariz, boca, pómulos y cejas. Me observo detenidamente. Llevo puesto un camisón completamente blanco, hasta las rodillas. No puedo evitar tocarlo sin dejar unas marcas de manos rojas incompletas sobre el. Muchas incógnitas me formulo. Ninguna sin respuesta coherente. No tengo ningún recuerdo. Mi mente está completamente vacía, en blanco. Trato de pensar, de recordar tan siquiera como me llamo, pero no consigo nada, ni una imagen, ni una respuesta. Me aterroriza la idea de no saber quién soy, de donde vengo, como llegue aquí, si tengo familia. Tengo las manos temblorosas. Trato de respirar lentamente, queriendo relajarme, encontrar una pista, una huella que me permita recordar algo. Continúo caminando, sin dejar de pensar quien soy, si tengo algún nombre, pero sigo en blanco. La bruma cada vez es más tenue dejándome visualizar la corriente del líquido rojo, bajando rápidamente, majándome mis tobillos. Por fin, a unos metros, veo el final. Corro y la bruma por fin desaparece, permitiéndome respirar sin ninguna complicación. Doy unos pasos y por fin me encuentro en la sima y… nada. No hay nada. Todo es completamente blanco con el suelo de color rojizo. Me tallo los ojos con el dorso de mis manos, quitando lo que intercepta mi visión, pero me doy cuenta que están limpios, sin nada sobre ellos. Me invade la rabia y la desesperación. Entorno los ojos y agudo mi vista, enfocando lentamente todo el lugar. Blanco. Blanco y… negro. Un punto negro a lo lejos. Obligo a mis piernas a correr. Sintiendo el dolor de la subida por la cuesta. Me duelen las piernas y las pantorrillas, pero no puedo ceder. Necesito respuestas. Una silueta se empieza a formar. Es una chica, con un camisón negro hasta las rodillas. De espaldas. ―!Hey! ― le grito, acercándome más a ella y disminuyendo mi velocidad. No me responde. Intuyo que posiblemente no me haya escuchado pero descarto esa suposición ya que ella y yo, somos la únicas en este lugar vacío. Disminuyo más la velocidad hasta detenerme. Me falta el aire. Me froto un momento las piernas intentando mitigar el dolor y continúo pero esta vez, caminando. Me detengo a unos pasos de la chica. La observo bien, de arriba abajo. Tiene el cabello enmarañando hasta la espalda en grande mechones, como si estuviera mojada. Su camisón no es completamente negro. Está manchado en diferentes tonos de grises, dando la apariencia de suciedad. Puedo ver que tiene algunos agujeros, dejando ver su piel sucia, con manchas negras. Sus brazos también tienen manchas y tienen un color oliváceo pálido. Tiene las piernas con pequeños orificios con sangre seca escurrida. ―¿Estás bien?― digo con un hilillo en la voz gracias al nudo en la garganta que se me formó al ver a la chica tan magullada. No me contesta. No hace ningún movimiento. Veo que tiene la cabeza inclinada y escucho un chapoteo en intervalos. Alzo una mano, queriendo tocarla, pero me resisto. ―¿Dónde estamos?― no se me ocurre que más decirle. Me preocupo al ver que la chica no hace ningún gesto que muestre sí esté consciente del todo. Camino lentamente hacia ella, rodeándola. Veo que tiene largas cortadas por los brazos, aun sangrando y escurriendo pequeños hilos de sangre hacia sus dedos. No puedo ver su rostro, una cortina de mechones mojados le cubren la mitad. Mi corazón se acelera al ver que tiene el mismo camisón que yo. Tiene feas cortadas en las rodillas, chorreando sangre. Me invade un espasmo al percibir que el rio rojizo que escurría por la pendiente provenía de ella. Estoy aterrada. ¿Cuánta sangre puede perder un humano sin desmayarse o morir? Era evidente que ella no era un ser humano común y corriente. Como podía poseer enormes cantidades de sangre sin ni siquiera flaquear por un instante. No era posible. Ahora, pequeños ríos de sangre bajaban de entre sus piernas. Ahogo un grito y no puedo evitar llevarme las manos a la boca, tratando de contenerme. Me acerco a ella, pero me detengo al instante. La chica empieza a levantar lentamente la cara, cubriendo la mitad de su rostro por sus mechones. Lanzo un grito de horror al ver que ella… soy yo. Una forma bizarra y completamente una imagen horripilante de mí. La observo con miedo, con terror. Tiene el rostro sucio y con sangre seca cruzándole las cejas, los pómulos y los labios. Tiene los mismos ojos. Mis ojos. Pero distintos, con una mirada perversa y maligna. En un abrir y cerrar de ojos, cabían, perdiendo su color y dejando unos ojos amarillos, con un halo color rojo, rodeándolos. El pánico se apodera de mí. No puedo moverme, estoy pegada al piso, obligo a mis piernas a moverse pero no tengo éxito, no responden. Siento un cosquilleo en mis piernas. Noto que se van poniendo rojas. ¡La sangre de ella está trepándose por mis piernas! Grito de desesperación y dolor al sentir que mi piel arde. No puedo moverme. Miro a todos lados, no hay nada, todo es blanco. Miro de nuevo y veo que la sangre sube por mis muslos. Una gota de sangre cae sus dedos y todo el lugar empieza a incendiarse y al momento yo también. Grito con todas mis fuerzas. Trato de apagar las llamas, dando manotazos sin control. Grito de nuevo al ver mis manos encenderse, puedo ver como mi piel empieza ampollarse y enseguida, a formarse llagas y quemándome la carne hasta el hueso. No puedo evitar gemir de pesar. Siento mi piel chamuscarse por todas partes, tornándose oscura. La miró, con lágrimas en los ojos. ―! Basta! ¡Detente!― gimo de la desesperación. De pronto, ella empieza a abrir la boca. Sus dientes son amarillos, sus encías son negras. Más sangre empieza a manar de ella mojándome todo el rostro y el cuerpo. Cierro los ojos ante el impacto. No puedo respirar. Ya no siento nada. Suelto un último grito y ardo por completo. Siento una presión en mi pecho y despierto violentamente. Estoy bañada en sudor, y mi corazón late velozmente. Me incorporo sobre mi cama, atacada por el pánico. Me limpio el sudor con el dorso de mi mano, pegándome los cabellos en la frente. La misma pesadilla todas las noches donde no recuerdo quien soy o como me llamo. La pesadilla donde siempre está ella, una versión terrorífica de mí. Yo, con mi piel ceniza y magullada por todas partes y lo peor de todo, sus ojos, mis ojos. Amarillos, rodeados de un rojo escarlata, como si estuvieran envueltos en alguna clase de enfermad e inyectados en sangre. Como si fuera otra… persona. Las imágenes permanecen aún vívidas. Tatuadas en el interior de mis parpados cada vez que pestañeo, cada vez que cierro los ojos inconscientemente. El sueño se esfumó, se evaporo, dejándome en la completa consciencia. Aparto mis sabanas a un lado y enciendo la pequeña lámpara en la mesa de noche. Respiro hondo una y otra vez tranquilizando los rápidos latidos de mi corazón. Trato de pensar en otras cosas, como la Universidad, en mis padres pero, inmediatamente ella regresa a mi mente, con sus profundas cortadas, su piel opaca y sobre todo, sus ojos. Aquella mirada maligna. Muevo la cabeza, trato de despejarla tan solo por un momento, olvidarme de ella por un segundo. Me levanto de mi cama, sintiendo el suelo frío y duro bajo mis pies, camino hacía el baño y me detengo en el marco de la puerta al sentir un débil flaquear en mis piernas, las siento adormiladas, pequeños cosquilleos recorriéndolas por completo sin poder evitar una que otra risita. Cuando amaina el cosquilleo, entro y enciendo la bombilla, baldosas de mármol tapizan por completo la habitación, con sarro en las paredes y más en donde está la regadera y las llaves, me coloco enfrente del lavamanos, blanco con oxido cubriendo la mayor parte. Dirijo la mirada enfrente y ahí estoy yo, frente a un espejo. Yo, sin la piel opaca, sin ninguna magulladura y sobre todo, sin aquellos ojos. Toco mi rostro, pensando que ella solo fue un mal sueño. Que ella no existe, solo es fruto de mi imaginación. Abro la llave y dejo caer el agua fría por unos momentos, mientras sigo observándome con detenimiento, mirando todos los rincones de mi rostro pero sobre todo mis ojos. Doy un vistazo rápido a mi nariz, boca, pómulos, mentón, dientes y hasta mi cabello. Soy yo y no esa cosa, un ser horrible que me da escalofríos. Junto las manos y dejo que se llenen de agua fría, luego, mojo mi rostro. Siento un alivio, una pequeña relajación. De pronto, mis sentidos se activan, despertándome ya por completo. Repito varias veces lo mismo, tratando de borrar la pesadilla de mi mente cada vez que me humedezco la cara. Pero solo ocasiono que sea más vívida, más real, estancándose en mi mente. Me miro en el espejo de nuevo, tengo la cara mojada y algunos mechones húmedos se encuentran enfrente de mi rostro pegándose a mis ojos, pómulos y boca. Los aparto, poniéndolos detrás de mi oreja. Doy un pequeño suspiro, dejo sacar todo el estrés, el dolor de estómago que me provocó la pesadilla. Muevo mi cuello en círculos pequeños, atrayendo la relajación aunque sean por unos momentos. El foco empieza a titilar por pequeños intervalos de tiempo, al igual que el flash de una cámara en una sesión de fotos de una modelo, hasta que al final se apaga por completo, dejándome en la completa oscuridad. Le proporciono unos pequeños golpeteos a la bombilla, tratando que funcione de nuevo pero no sucede nada, todo es negro a mí alrededor. Abro el pequeño espejo que tengo enfrente de mí y que está abajo del foco, donde guardo por lo general mi cepillo de dientes, la pasta dental y uno que otro medicamento y por supuesto, un foco de reserva. Con cuidado quito el foco dándole unas pequeñas vueltas sobre el socket de porcelana, desatornillándolo con cuidado. No puedo evitar quemarme y lo dejo caer al piso, estrellándose con un ruido estrepitoso. Suelto un gritito y puedo notar un extraño olor que me escose la nariz. No puedo ver donde cayó, la oscuridad obstruye mis ojos. A tientas toco lentamente dentro del espejo, tratando de encontrar el foco. Cepillo de dientes. Pasta dental. Alguna medicina. Otra medicina y… una caja rugosa de cartón. Lo saco y puedo sentir lo aguada que es la cajita de cartón, por tanta humedad que se acumula después de tantas duchas que me eh dado desde que llegué aquí. Con cuidado, extraigo la bombilla y con ambas manos, empiezo atornillarlo, dándole vueltas lentamente hasta dejarlo un poco apretado. La luz aparece y deja grabado una enorme mancha blanca en mis pupilas dejándome ciega por un momento. Me tallo los ojos y poco a poco empiezo a recuperar la visión. Me miro de nuevo al espejo, pero noto algo extraño, algo que no estaba hace un rato, antes de que el foco se fundiera y me dejara en la completa oscuridad. Un espasmo me recorre la espalda y me pone los pelos de punta, erizándome el vello de la nuca al ver que hay alguien detrás de mí. En la esquina, donde se encuentra la regadera, pequeñas gotas de agua caen en si cabeza con un ruido sordo y otras de color rojo caen de sus dedos. Mi respiración empieza acelerar, el terror me invade. No soy capaz de mirar atrás. Suelto unas lagrimas. Lleva el mismo camisón, sucio y agujerado, mostrando su repugnante piel ceniza y sangrante. Un escalofrió me recorre la medula tornándose dolorosa e insoportable. Aunque soy atea, no evito proferir unos rezos. Ayudan, en este momento, a poder tomar el control sobre mí, a no perder la poca cordura que poseo. Gimo al ver que ella hace un movimiento, parece… estar respirando. Veo subir y bajar sus hombros lentamente, al parecer, estaba respirando lentamente, tomando unas largas y pausadas inhalaciones que empezaron aumentar su intensidad poco a poco. Las mías estaban sin control, no puedo evitarlo. Me armo con el poco valor que logro reunir y poco a poco empiezo a voltear hacía mi hombro izquierdo. Algunos mechones se sueltan de oreja y caen sobre mi ojo, obstruyéndome la visión. No puedo verla. Me da pavor volver a quitarlos, de hacer algún movimiento. Cierro por un momento los ojos, llorando por completo. Continúo moviendo la cabeza hasta poder asegurarme de tener una buena vista de ella. Aprieto más los ojos, soltando más lágrimas. Respiro una vez más y la sostengo. Trato de hacerme la valiente y cuento hasta tres. ―Uno… dos…― me detengo unos momentos. Pero al final decido abrir los ojos al momento de decir tres. No hay nada. Ella… no está. Miro por todos los rincones. Nada. Suelto un enorme suspiro, dejando salir todo el aire que tomé, dándome un poco de coraje. Respiro de nuevo, ahora sí, tranquilizándome. Rio por lo bajo. Me estaba volviendo loca. Mi propio subconsciente me estaba haciendo una mala jugada. Suelto una carcajada, de disgusto y alegría al mismo tiempo. Como podía ser tan estúpida. Estas cosas no existían. Ella, no existía… Meneo un poco la cabeza y vuelvo a mirarme al espejo… Un grito se me atora en la garganta, rajándola desde la tráquea. Ahí está ella, mi reflejo. La misma mirada, las mismas heridas. Se me eriza la piel y en espasmo me recorre todo el cuerpo, introduciéndose hasta los huesos. Me mira directamente a los ojos. Sus ojos, mis ojos. Enfermos y repulsivos. Abro la boca pero el grito no sale, sigue incrustado en mi garganta. Ella, al momento abre su boca, dejando ver sus pútridos dientes. Pero algo se mueve dentro de su boca. No puedo ver que con exactitud que es, que se encuentra dentro de su asquerosas fauces. Unas antenas empiezan a salir de ella… ¡Cucarachas! Infinidad de ellas salen de su boca. Me da un vuelco en el estómago, un torrente de bilis me inunda la boca hasta llegar casi al vómito. Me dan arcadas que me obligan a retorcerme pero algo me lo impide, No puedo dejar de mirarla. Cucarachas y más cucarachas. Unas se introducen en sus cabellos y otras, por los orificios de su nariz, hasta que ya no hay más. No más nauseabundos insectos moviendo sus pequeñas antenas y corriendo por su rostro, mi rostro. Algo le sube por la tráquea, puedo verlo perfectamente, como su piel empieza a estirarse, dejándole el paso para lo que sea que esté subiendo. Unos sonidos horribles salen de su garganta, producto del ahogo que le causa la cosa reptando por su gollete. Miro su boca, algo está saliendo, una mano oscura, negra como el carbón y con uñas amarillentas, simulando unas enormes garras, puedo ver venas resaltando, palpitantes bajos su piel a pesar de su tono,. El grito por fin sale de mi boca, lastimando la faringe y al momento la mano, oscura y desagradable se introduce por mi boca hasta mi garganta. Trato de sacarla, jalando con ambas manos lo que sería su antebrazo, pero cada vez que lucho, se introduce más y más. Un ardor intenso corroe mi garganta, quemándola al contacto con la piel de esa cosa. Suelto un chillido opacado, arañando con todas mis fuerzas el brazo que se introduce lentamente, provocándome arcadas incontrolables. Llega un momento en que detiene su avance. Siento un desgarre dentro de mí. Algo está trazando con una de sus amarillentas uñas, algo que no logro descifrar. De un jalón, sale de mi garganta, con baba chorreando de entre sus dedos. Lagrimas y mucosidad escurren por mi cara. Unas nauseas horripilantes se apoderan de mí pero aún así, no puedo dejar de mirarla. Observando como aquella mano baja por su garganta, estirando su piel hasta casi desgarrarla. Un ruido sale de su boca, grave y gutural. ―Elena…― pronuncia lentamente. Un miedo me invade y como descargas eléctricas, mis músculos empiezan a punzar, recuperando la movilidad. Sin pensarlo, salgo de la habitación, cerrando de un portazo el baño y encendiendo la luz de mi habitación. Desprendo un chillido muy fuerte, dañándome las cuerdas vocales al ver las paredes. Un mensaje está escrito en sangre, con letras enormes y chorreantes. Eram quod es, eris quod sum ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Bueno hace tiempo que escribí esto. Me gustaría saber su opinión y si debería continuar... Hasta la próxima...
Hola. Bueno, ya que saludé, supongo que puedo descargar mi asombro. Ésto es sencillamente el mejor fic con temática de terror que haya leído nunca antes en mi vida. Fuiste muy descriptivo, lo que me encantó, ya que es muy necesario serlo para tramar tanto y provocar asco y terror en el lector. Bueno, hubo uno que otro error en el texto, quizá de esos errores que no ves a simple vista -una vez escribes por primera vez el capítulo-, pero que de seguro con una segunda revisada verás. Por ahora me quedaré con la intriga acerca de qué pasará luego con Elena, de seguro esa mano la marcó en alguna parte de su cuerpo, para que termine -como el título lo dice- poseída al punto de verse como la joven del reflejo y de sus pesadillas. Me encantó, en serio que escribes muy bien en lo que se refiere a mi gusto, no sé el de otros lectores. Por favor, invítame a la continuación de tu fic, me tiene muy intrigada. PD: Te recomendaría que, si usarás frases o palabras en otro idioma, las marques con números y aclares al final del capítulo su significado, es de gran ayuda para el lector, ya que tuve que buscar en un traductor. ;) Suerte.