Por fin soy libre

Tema en 'Relatos' iniciado por Poikachum, 21 Septiembre 2012.

  1.  
    Poikachum

    Poikachum Gurú Comentarista empedernido Usuario VIP

    Cáncer
    Miembro desde:
    10 Abril 2010
    Mensajes:
    2,972
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Por fin soy libre
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1964
    Hace unos días, trasladaron a mi padre a Torrent por el trabajo, yo no tenía muchas ganas de mudarme, ya que atrás dejaba a mis amigos, mi vida, pero no me quedaba otra que aceptarlo.

    Ya había empezado el instituto en Alicante, de modo que me tendría que apuntar a uno en Torrent. Mis padres me llevaron al “Veles e Vents.”

    El primer día oficial en mi nueva instituto empezó con el director, quien me enseñó el grupo de bachillerato en el que estaría, torcimos por un pasillo que estaba a mano derecha de secretaria, subimos por unas escaleras que había al final, y la primera puerta que se veía sería mi nueva clase.

    El director tocó a la puerta y la abrió.
    Julia, perdona, pero te traigo al nuevo alumno, ¿Vale? dijo el director mientras la profesora asentía con la cabeza.
    Bueno, ¿Quieres presentarte a la clase?, Jaime –dijo la profesora mientras leía un papel con mis datos.
    Hola, soy Jaime, vengo de Alicante dije mientras me presentaba a la clase.
    Todos me miraban como si fuera un mono de feria.
    Toma asiento me dijo Julia.
    Me dirigí hacia el fondo de la clase, donde había un chico solo.
    ¿Puedo sentarme?le pregunté señalándole el asiento que había libre.
    ¡Claro! –decía quitando las cosas que ocupaban ahora mi nuevo pupitre.
    Jaime, soy la profesora de matemáticasdijo mientras me sentaba.
    Yo asentí con la cabeza.

    A la hora del patio me senté en un banco, solo.

    Al regresar a clase después del patio, vi que mi sitio ahora estaba ocupado por otro, de modo que cogí mi mochila y me puse en una mesa que había delante de la del profesor.

    A las dos y media sonó el timbre del instituto que marcaba el fin del día, por fin se había acabado esa mierda de día. Dicen que los comienzos siempre son difíciles, pero el que en esa clase me aceptaran iba a ser toda una odisea.

    Cuando salí del recinto del instituto, saqué el móvil para escuchar música mientras bajaba. Cuando vi unas manos que me lo quitaban.
    ¡Mira que móvil tiene el nuevo! –decía el que me lo había quitado, que era uno de mi clase.
    ¡Devuélvemelo! le grité.
    ¿Quieres que te lo devuelva? me dijo con un tono sarcástico.
    ¡Devuélvemelo! le repetí.
    ¿!Lo quieres!? me dijo con el mismo tono.
    ¡Que me lo devuelvas, hijo puta! –le dije enrabietado.
    ¿Si? y lo lanzó contra el suelo con rabia-, ¡estas muerto, nuevo! dijo pegándome un puñetazo en la nariz.
    Agaché la cabeza y me tape la nariz con las manos, noté como la sangre salía de la nariz e inundaba las manos, vi entre los dedos como se alejaban entre risas, por la “hazaña” que habían hecho. Me puse recto y salí corriendo hacía mi agresor, lo cogí con mi brazo por el cuello, y con todas mis fuerzas lo empecé a estrangular, lo tire al suelo y continué con lo mío.
    ¡¿Te gusta esto?! ¡cabrón!, ¡eh!, ¡¿te gusta?! le decía sin aflojar.
    Sus amigos cambiaron las risas por súplicas para que lo soltara, no escuchaba más que “Suéltalo”, o “Lo vas a matar”, o “Para”, pero no atendía a nada ni a nadie, solo sentía ira, rabia, y a él intentando zafarse de mi. Fue entonces cuando escuché los gritos de varios profesores.
    ¡Suéltalo!
    Gritó uno de los profesores levantándome del suelo, yo continuaba cogiéndolo del cuello, hasta que no pude más, fue entonces me di cuenta de la situación. Vi a jorge, mi agresor, en el suelo, jadeando, intentando recuperar el ritmo normal de respiración.
    ¡Estas muerto –me gritó levantándose, ¡como mañana vengas te mato! ¡¿me has oido?! !te mato! –me dijo yéndose con su sequito de amigos.

    A mi me llevaron dentro del instituto los profesores, que llamaron a mis padres para explicarles lo sucedido.

    Cuando llegué a casa, me esperaban mis padres, no tenían cara de dejarme explicar lo sucedido, me estuvieron un rato dando la charla. No me dejaron ni explicarme, para terminar, añadió mi padre “podrías haber matado a ese chico”. Cuando terminaron, me fui a mi cuarto.

    Me tumbé en mi cama, quería morirme, nadie me creía, ni quiera mis padres, encima que no empecé yo todo esto, no sabía mañana lo que me depararía el futuro. Entonces recordé los buenos momentos que pasaba con mis amigos en Alicante.

    Al día siguiente, en el instituto, no recibí más que insultos y bolazos de papel, y de vez en cuando alguna colleja. No podía hacer nada, una cosa es enfrentarte a una persona y otra es a toda una clase.
    Bueno, veo que has venido –me dijo Jorge-, luego, cuando salgamos, te esperas en la puerta, que te voy a decir una cosa, ¿vale?
    ¿Por qué no me lo dices ahora? ¡eh! ¿qué pasa, tienes miedo? le dije en tono enfadado.
    No, no tengo miedo, pero te lo diré luego me respondió.

    El resto del día pasó demasiado rápido. El último timbre del día sonó para señalar la hora de la pelea. Intenté demorar todo lo que pude ese momento, pero ya era algo inevitable.

    Como había prometido, allí me esperaba Jorge en la puerta, antes de que pudiera decir o hacer algo, ya me había pegado varios puñetazos y ya me encontraba en el suelo. No notaba más que golpes Por todo el cuerpo. Solo podía esperar dos cosas, que se cansara o que me matara; fue entonces cuando noté que los golpes cesaron.
    ¡¿Has tenido bastante, hijo puta?! me dijo gritando y con tono burlesco.
    Venga vámonos de aquí, éste ya ha recibido bastante por hoy.
    Dijo uno cogiendo a Jorge por el brazo y se lo llevaba de allí.

    Estuve varias semanas sin ir al instituto, ya que estaba recuperándome en el hospital de la paliza que me dio.

    Cuando volví al instituto, nada cambio; los insultos, las agresiones, era tal la degradación que sufría, que fingía que estaba enfermo con tal de no ir al infierno; incluso pensé en varias ocasiones en suicidarme, pero nunca me atrevía a dar ese paso.

    Me sentía inseguro en todos los sitios. Incluso en casa, temía que al salir me pegaran, o cualquier otra cosa. El único sitio donde me encontraba seguro era en mi cama, custodiado por mis sabanas, eran una coraza para mí. Sentía que mientras estuviera allí no me pasaría nada.

    Como cada día, el despertador me avisaba de que un nuevo día comenzaba, tenía que ir al infierno.

    Para empezar el día en el instituto, nada mas llegar, una oleada de insultos y agresiones; entre clase y clase un bombardeo de bolas de papel. No podía evitar llorar de rabia, lo que acarreó nuevos insultos como “mariquita”, “nenaza” o “que ¿no puedes con unas bolitas”, etc.

    Por fin sonó el último timbre. sabía que me quedaba una última agresión, lo que no esperaba es que fueran tan hijos de puta; me cogieron y me tiraron por las escaleras.
    ¡Mira que torpe! ¡se ha caído por las escaleras! dijo Jorge entre risas.
    Escuché como todos se alejaban entre risas y me dejaban allí, en el suelo, herido.
    ¡Hijos de puta, hijos de puta! –dije en voz baja y entre lloros, ¡hijos de puta! –grité esta vez con rabia y llorando.

    Estuve unos cinco minutos tirado en suelo, llorando y maldiciéndolos. Cuando me pude levantar, noté que me dolía el costado, también cómo salía algo de sangre por la zona de la ceja.

    No se como, pero finalmente llegué a casa. No había nadie. Vi una nota en la nevera “Jaime, tienes la comida en el microondas”, lo abrí y vi una pizza, la puse a calentar y me fui a mi habitación. Tiré la mochila al suelo con rabia, y de nuevo brotaron de mí las lágrimas.
    ¡¿Por qué a mi, por qué a mí?! me preguntaba entre lloros, ¡¿Por qué, por qué, por qué a mí?! volví a preguntarme mientras hundía la cara contra la almohada.

    Después de comer, me curé la herida de la ceja y me volví a tumbar en la cama. Puse el despertador a las doce de la noche. Tenía que terminar con la pesadilla y ya tenía el método.

    A las doce menos cuarto me despertó el estrépito de un rayo, se había desatado una tormenta; me asomé a al ventana y no veía mas que una pared de agua. Mis padres habían llegado, pues oía los ronquidos de mi padre, supuse, que al verme dormido, no quisieron despertarme. Miré el reloj del móvil, marcaba las doce menos diez. Salí de mí cuarto, cogí las llaves de la terraza de la finca, y salí de casa sin hacer ningún ruido.

    Allí estaba, en la terraza. Notaba cómo el agua al contacto de la piel me iba relajando. Me asomé al borde de la finca, estuve un rato allí, sintiendo el agua, sin pensar en nada; era la primera vez que me relajaba en semanas, casi era libre. Me volví a asomar, y sin pensármelo dos veces me arrojé al vacío. Sentí, que ya era libre.




    FIN
     
    • Me gusta Me gusta x 2

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso