Por fin sin distancia

Era inevitable esbozar una sonrisa después de tantas horas de viaje para ese encuentro. Lo vio tan real, tan cerca, que le fue imposible contener las ganas y el deseo de rozar siquiera su piel, de tener un primer encuentro de miradas donde pudiera ver lo que él sentía.

Y por fin lo abrazó. Cerró los ojos para apoyarse sobre los dedos de sus pies y así alcanzar su cuello mejor, abrazándolo mientras escondía su rostro en la perfecta curva que formaba cuello y hombro. Inhaló su olor, feliz de poder conocerlo. Incluso un pequeño sonrojo apareció en sus suaves mejillas cuando, al volver a la realidad, descubrió que él la abrazaba por la cintura con cuidado pero con fuerza; con ganas pero con ternura. El momento perfecto con su chico perfecto.

Eran tantas las ganas de estar así con él que el mínimo gesto de despegarse de su cuerpo le causaba miedo a no ser real todo aquello, sino una tonta imaginación más suya. Sin embargo, cuando llegó el momento, solo rozó su nariz con la de él con una sonrisa sincera, admirando la del joven: tan cálida, tan tierna y tan dulce como ella imaginaba, pero mejor aún de lo que esperaba. Mantuvieron las ganas de probar el sabor de sus labios, pues detrás de él se encontraba su familia, y lo mismo detrás de ella.

Un primer encuentro con los padres de la chica, un primer encuentro con la familia del chico y un paseo hasta la casa de un familiar más. Y al volver, antes de poder ser vistos, jugaron con sus miradas y sonrisas como si se trataran de niños pequeños, hasta que el juego terminó en una rozadura de labios. El dolor de barriga por los nervios que mantuvo en el viaje se le suavizó con aquel tan dulce choque, o quizá se le olvidó que lo tenía. A él se le suavizó esa ansia por probar los labios que tanto quería saborear sobre los suyos. Y tímidamente, como si siguieran siendo niños aún, siguieron el juego más allá, hasta ya no probar sus labios, sino también su saliva.

Y es que ojalá hubieran podido detener el tiempo ahí, pero preferían gastarlo al máximo en los próximos tres días que tendrían juntos. Con un toque de suerte y mucho esfuerzo, llegaron a conseguir que fueran cinco.

La despedida no sería la última.