Por el amor, cualquier cosa. [InuxKag]

Hola! Bueno, soy nueva en esto y este es mi primer fanfic. Espero les guste esta idea que tuve. Ahi les va el primer capitulo. Que lo disfruten!

Capitulo 1: Discusiones y soluciones.

—¡Demonios, Kagome! ¡¿Y ahora qué hice?! —decía un enojado hanyou persiguiendo a la miko del futuro, que lo ignoraba deliberadamente.

—¡Osuwari! —conjuró la chica sin inmutarse— Eres un tonto. Voy a caminar un rato, y que ni se te ocurra seguirme, ¿entendiste, pervertido?

Y así mismo se alejó del grupo. Dejando a un dolorido Inuyasha que a duras penas se levantaba del suelo. Llevaban años así, tres, para ser exactos. La miko ya no era ninguna niña, pero seguía con muchas de sus mismas mañas de siempre, al igual que el hanyou.

—¡Querido Inuyasha, no te sientas mal! —lo consolaba Miroku dándole una leve palmada en el hombro— Al menos has visto algo maravilloso —decía con cara de pervertido.

Inuyasha estuvo a punto de darle su merecido por ese comentario, pero alguien fue más rápida.

¡PAF!

—Excelencia, usted es un mujeriego —reclamaba Sango enojada, dándole la espalda al "pobre" de Miroku con la mano de Sango marcada en la cara, para hacerle frente al hanyou— ¡Y a ti debería darte vergüenza el haber espiado a Kagome mientras tomaba un baño! —lo regañaba con los brazos en jarras.

—¡Ay, ya cállense los dos! ¡Yo no fui a espiar a Kagome! Es sólo que sentí un olor muy extraño cerca de esas aguas termales, pero claro, la torpe de Kagome piensa que me interesa espiarla —se defendió el hanyou con su típica pose de brazos cruzados.

—Cómo si no quisieras… —murmuró Miroku, por lo que recibió otro castigo por parte de la exterminadora.

—Sólo dile algo para que se tranquilice… Sabes que Kagome te perdona todo —le pidió Sango exasperada.

—¡Kagome debería enterrarte en la tierra con un millón de "abajos", bestia! —exclamó Shippo subiéndose al hombro del semi-demonio y golpeándolo en la cabeza.

—¡Cállate, maldito enano! —le respondió Inuyasha golpeándolo tres veces en la cabeza, dejando esa misma cantidad de chichones— Iré a buscar a Kagome y esa tonta verá lo que se merece por enojarse por tal estupidez —anunció al momento en que salía corriendo en dirección a dónde se sentía el aroma de la miko.

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Mientras, Kagome se encontraba en las cercanías, donde había encontrado un río. Estaba caminando como loca de un lado a otro refunfuñando y pateando cada pequeña piedra que se le cruzaba.

—¡Ese maldito pervertido! ¡Y para colmo se me quedaba mirando! ¡Es un torpe! ¡Un desvergonzado…! —mascullaba Kagome atropelladamente. De pronto, sintió una presencia extraña, pero no lograba localizarla… Se sentía en el aire, flotaba en el lugar como este.

Miró a su alrededor, divisando sólo los bosques que rodeaban el río. A simple vista, no había nadie, aunque no podía fiarse de eso.

Se sobresaltó cuando escuchó un movimiento entre unos arbustos a sus espaldas.

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"Otra vez esa presencia… Está impregnada en todo el lugar", pensaba Inuyasha, abriéndose paso entre unos arbustos para llegar a donde Kagome se encontraba.

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Se relajó de inmediato al ver que era Inuyasha quien salió de los arbustos. Claro que, pasado el susto, recordó su enojo.

—Te dije que no me siguieras, pervertido —le dijo apuntándolo con el dedo índice.

—¡Keh! ¡No seas tonta! Yo no quise espiarte —le decía el hanyou rojo como un tomate al recordar la visión de Kagome tomando un baño.

A Kagome le dolió un poco la forma despectiva en que lo dijo, como si ella fuera un bicho raro que nadie quisiera ver.

—En tal caso, ¿qué fuiste a hacer justo en el lugar donde me bañaba? —le espetó Kagome, disimulando su dolor.

De inmediato Inuyasha se puso serio al recordar la razón que lo atrajo al lugar.

—Lo que pasa es que sentí una presencia muy extraña por los alrededores —explicó.

—¿Tú también la sentiste? Es extraño… como si… fuera parte del aire —reflexionó Kagome al respecto.

—Ésa es la razón por la que no puedo localizarlo, su olor no se encuentra en un punto fijo.

—¿Acaso tienes interés en encontrarlo? —preguntó Kagome.

—¡Keh! Tan solo era precaución. No tengo interés alguno en perder mi tiempo con un demonio que no me sirve para nada —respondió Inuyasha cruzándose de brazos en actitud engreída.

—Tienes razón, debemos continuar con nuestra búsqueda —sentenció Kagome— Ya es un tanto tarde… deberíamos acampar aquí y esperar a mañana para partir —agregó viendo la puesta de sol a lo lejos.

Comenzó a caminar en dirección a donde se encontraba el resto de sus amigos, pero Inuyasha la retiene del brazo.

—Oye… Kagome —murmuró avergonzado.

Ella lo miró.

—¿Qué tienes? —le preguntó la aludida dulcemente.

—Perdoname… por… esto… bueno, lo de hoy —masculló sin levantar la vista del suelo.

Ella le puso una mano en la mejilla para que la mirara, al hacerlo, lo miró a los ojos.

—No fue tu intención, está bien. —susurró. "Después de todo, lo que viste no era algo de tu interés", pensó con tristeza.

Él se sonrojó furiozamente ante la mirada de la chica. Cosa que disimuló rápidamente dándole la espalda para que la miko subiera en ella e irse con sus amigos.


Cuando llegaron, Sango, Miroku y Shippo ya habían conseguido madera para una fogata y se encontraban asando unos pescados que Shippo se había encargado de pescar.

—Llegaron justo a tiempo —anunció Sango, feliz de ver que ya todo estaba en orden, tendiéndole un pescado a Kagome.

—Gracias, Sango —le dijo Kagome al aceotar el pescado— Lamento no haberlos ayudado a armar el campamento.

—No se preocupe, señorita. Usted tenía asuntos más importantes que atender —intervino Miroku con picardía. Provocando el sonrojo de la miko y en hanyou.

—No empieces a pensar cosas raras, Miroku —refunfuñó el hanyou.

Comieron tranquilos, bueno, cuan tranquilos se puede comer con un hanyou y un pequeño kitsune peleando por quién se come el último pescado. Claro que el abusivo del semi-demonio ganó pegándole al pequeño niño un golpe en la cabeza, provocando una serie de "abajos" por parte de la miko.

Después de la "amena" cena, se dispusieron a dormir. Kagome en su bolsa de dormir con Shippo, Sango con Kirara, Miroku apoyado en la base de un árbol e Inuyasha en una rama de este, cuidando a todos.

Lo que no sabían era que un extraño ser los observaba desde muy cerca...

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Bueno, ahi esta el primer capitulo de mi primer fanfic. Espero les guste!

 

Hola a todoos! Que bueno que les haya gustado el primer capítulo. Tomé los consejos de cada uno y espero haber mejorado la calidad del fic. Mi programa a veces me cambia palabras sin que me de cuenta, trato de revisar todo pero puede ser que se me pase algo, asi que si notan algo por favor no duden en decirme! :D
Gracias por su apoyo y espero que les guste esta segunda parte! ahi les va...


Capitulo 2: A sangre fría.


Hacía ya unos días que habían partido a continuar la búsqueda de los fragmentos de la perla. Su situación era complicada, ya que Naraku poseía una gran cantidad de fragmentos que le estaban permitiendo incrementar su poder más y más cada día. Por esto, a cada minuto que pasaba tenían menos y menos posibilidades de derrotarlo. Claro que lo último que perdían era la fe, y con el engreído de Inuyasha al frente era difícil que no les transmitiera su extrema confianza en sí mismo.

Caminaban alegremente por un sendero que llevaba a una aldea cercana. Ninguno hablaba, disfrutaban del silecio. Quizá no notaron que este era demasiado…

Kirara se paró intranquila junto a Sango, fijando la vista al frente. A mismo tiempo Shippo se quedó quieto e Inuyasha murmuró:

—Alguien se acerca… y huele a sangre.

Esas palabras provocaron que todos se quedaran completamente inmóviles, esperando una explicación o que pudieran ver algo que les diera una explicación de lo que sucedía. Poco a poco divisaron una silueta que se acercaba lentamente por el sendero.

"¿Un cadáver?", pensó Inuyasha al tiempo en que saltaba hasta la débil persona y los demás automáticamente lo seguían.

—¡Dios mío! —exclamó Kagome al ver que esa silueta que se acercaba era un aldeano bastante anciano herido y cubierto de sangre.

—Mi… al… dea… Ayu… den… me —mascullaba como podía el anciano, justo antes de caer al suelo.

—¡Señor, resista! —suplicó Kagome llegando junto a él al instante— Por aquí debo tener algo útil… sé que debe haber algo… —susurraba asustada mientras hurgaba en su mochila, tratando de encontrar vendas o alguna medicina útil para el caso.

—Espera, Kagome —espetó Inuyasha— No toques a ese hombre.

La aludida lo miró de inmediato con asombro.

—¡¿Pero qué dices?! Éste hombre está…

—Muerto —la interrumpió Inuyasha— Huele a cadáver.

La chica se apartó inmediatamente del cuerpo, creyendo entender, en base a situaciones anteriores, lo que sucedía.

—Si este hombre llegó muerto hasta aquí… quiere decir que…

—Alguien lo estaba controlando —completó Miroku, quien se encontraba analizando todo el lugar. Planicie pura; ni una presencia, aunque tenía un mal presentimiento sobre ese lugar.

—¿Kagura? —preguntó Sango, en parte a sí misma y en parte a los demás.

—No. No detecto su presencia ni su olor por ningún lado —apuntó Inuyasha.

—Sea quien haya sido, nos envío este cadáver como señuelo. Quiere que vayamos a ese lugar —dijo Miroku.

Se quedaron un momento en silencio. Alguien a quien desconocían había enviado un señuelo para que ellos fueran al lugar donde se encontraba. Pero les parecía extraño… ¿Quién además de Naraku estaría interesado en acabar con ellos? ¿Tal vez alguna nueva extensión? A todos se les venían todos estos pensamientos a la cabeza y les inquietaba, menos al impulsivo de Inuyasha. El que tan solo se le retara despertaba toda la adrenalina de su cuerpo.

—Pues no lo dejaremos esperando —anunció el hanyou emocionado por tener un nuevo reto, haciéndose sonar los huesos de las
manos— Vamos.



El paisaje que se encontraron no fue nada alentador. Habían llegado hasta la aldea, que se encontraba completamente destruida. De las cabañas no quedaban mas que escombros y habían caballos y gente muerta por todos lados. Todos los cultivos estaban destrozados. No había señales de vida en todo ese lugar. Una escena realmente triste.

No había rastro del maldito que había cometido tal atrocidad, pero sí percibieron un cambio: ahora sí sentían una presencia. Una sin lugar fijo, que flotaba con el aire.

Inuyasha y Kagome intercambiaron una mirada. Era la misma presencia de hace unos días atrás. Quién quiera que sea, los estaba siguiendo deliberadamente y probablemente los estaría mirando en aquel momento.

Dieron sepultura a los aldeanos y les dedicaron una oración por parte de Miroku. Luego se dispersaron a investigar.

Kagome entró en una cabaña que seguía vagamente en pie, cerciorándose de que no había nadie dentro. Vio algo en el suelo, cubierto de polvo y tierra, que vagamente se distinguía. Lo tomó entre sus manos y vio que se trataba de un kimono. Un pequeño kimono azul, que debió pertenecer a una niña de unos cinco años. Inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Cómo podía alguien hacer algo tan cruel? ¿Cómo alguien podía asesinar a tanta gente a sangre fría?

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Inuyasha se encontraba recorriendo el lugar, buscando algún sobreviviente o algo que le diera respuestas, pero sólo veía escombros y más escombros.

De pronto sintió un tenue olor salino, que para su horror, reconoció enseguida: las lágrimas de Kagome.

Casi voló al lugar donde ella se encontraba, encontrándola agachada en la cabaña sollozando, estrujando contra su pecho un pequeño kimono cubierto de polvo. Le dolía de sobremanera verla de esa forma. Odiaba verla llorar. Odiaba verla sufrir.

—¿Kagome? —la llamó preocupado.

Ella volteó a verlo con la cara surcada en lágrimas. A Inuyasha se le descompuso la cara de inmediato.

—Inu… yasha… —susurró afligida, mostrándole el pequeño kimono, como tratando de explicarle la razón de su llanto.

Él le tendió la mano para invitarla a pararse. Se sentía culpable de tener que hacerla ver estas cosas a diario. No quería que su Kagome llorara, quería que siempre tuviera esa hermosa sonrisa que la caracterizaba. Ella tomó su mano, sin soltar el kimono, teniéndolo en la otra mano.

Sorpresivamente, el hanyou la abrazó, estrechándola fuertemente contra su pecho. Al principio la miko se sorprendió, pero luego le correspondió fuertemente a su abrazo, sollozando contra su pecho.

—Tranquila, Kagome —la tranquilizó. Quería poder decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que esas personas no revivirían. Lo único que pudo decir fue:— No te preocupes, yo estoy contigo.

"¿De verdad estoy hablando con Inuyasha o es una ilusión?", pensó mirándolo a los ojos. No era habitual que Inuyasha fuera tan tierno, claro que a veces la sorprendía como en ocasiones como ésta, y a ella le encantaba.

De pronto ese lugar lúgubre pareció el lugar más hermoso para ambos, perdidos en los ojos del otro.

"No debería pero… quiero probar esos labios", pensó el hanyou.

Estaban casi rozándose, apunto de ceder a sus deseos, cuando…

—¡Inuyasha, señorita Kagome! —gritó Miroku entrando a la cabaña, provocando que los aludidos se separaran rápidamente— ¡Al fin los encuentro! Tienen que ver esto —les avisó, apuntando hacia afuera.

La miko y el hanyou se miraron, avergonzados por lo que estuvo a punto de suceder segundos atrás. Miroku notó esto y preguntó:

—Lo siento, ¿acaso interrumpí algo?

El tono pícaro no le pasó desapercibido a ninguno de los dos. ¿Es que acaso Miroku no cambiaría su actitud ni en el momento más serio?

—Muéstranos lo que encontraron, Miroku —contestó Inuyasha evadiendo la pregunta. El monje asintió como confirmando sus locas ideas, pero los guió hasta el lugar.


Los llevó hacia un lado de la aldea donde ni siquiera escombros había. Lo que veía era increíble. Un enorme hundimiento en la tierra, como si algo hubiese explotado en ese lugar.

—Fue una bomba, esto huele a pólvora —anunció el hanyou con su fino olfato.

—Pero… lo que me sorprende es la magnitud —explicó Sango— No hay rastros de que hayan lanzado otras bombas, ¿cómo ésta pudo acabar con una aldea entera?

Esto hizo a Kagome pensar…

—¿Y si la bomba fue sólo una distracción...?

No le dio tiempo a explicarse ya que Shippo gritó "¡Cuidado!" y de pronto se encontraba a veinte metros de su anterior localización. Justo a tiempo para ver una gran explosión.

Inuyasha la tiró al suelo y la cubrió con su cuerpo mientras una gran nube de tierra y polvo los cubría. Todos levantaron la cabeza para poder visualizar qué sucedía. Apenas se diferenciaba un poco una silueta de apariencia humana en el lugar de la explosión.

—¡Kagome! —se escuchó derrepente que llamaba una voz a su derecha. Al ver hacia esta dirección vieron que un pequeño tornado se acercaba rápidamente hacia ellos, disipando el humo.

Cuando volvieron a mirar al lugar de la explosión, la silueta había desaparecido, al igual que la presencia que hace unos segundos sentían.

Continuara...


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Bueno ahí les dejé la segunda parte jeje. Próximo capitulo aparición de un personaje especial!
Por favor, cualquier error haganmelo saber, para asi poder mejorar la calidad del fic! :)
Saludoos!

 

Hooooola! Aca vengo con la conti. Gracias a todas por sus comentarios!
Gracias a todas por su apoyo! son sus comentarios los que me guian a seguir con mi fic!
Bueno... sin más que decir... aquí les dejo la conti!


Capitulo 3: Esos ojos.


—¡¿Pero que demonios crees que haces, bestia?! —gritó un hombre lobo, indignado por cómo el hanyou tenía su cuerpo sobre la miko— ¡Quítate de encima de mí mujer!

No hacía falta mirarlo para saber quién era. Kouga, el jefe de los hombres lobo, quién estaba enamorado de Kagome. Claro que este hecho no le hacía ni pizca de gracia a cierto celoso hanyou, que se ponía más agresivo que nunca cuando el hombre lobo se encontraba cerca. Y así mismo, al escucharlo, Inuyasha se puso en tensión encima de Kagome y empezó a gruñir. Ella sintió esto y le dijo:

—Sshh, Inuyasha, cálmate —lo tranquilizaba al tiempo que lo empujaba levemente para sacárselo de encima.

Este se paró y la ayudo a ella también a pararse, pero sin dejar de rodearla con un brazo por la cintura posesivamente. El lobo ni lo miró. Se acercó a Kagome a pesar del gesto del semi-demonio y le tomó las manos.

—Querida Kagome, no sabes lo preocupado que estaba —decía mirándola a los ojos— Cuando vi una explosión justo en el lugar donde sentía tu aroma corrí lo más rápido que pude hasta aquí, después de todo, no puedo confiar es esa bestia para que cuide de ti —explicó mirando un poco de reojo al hanyou que estaba que tenía la cara distorsionada por la cólera.

Kagome sonrió falsamente, no queriendo ser descortés.

—Ajá… emm… bueno, gracias por tu preocupación Kouga, pero Inuyasha si puede cuidar de mí muy bien, así que no debes preocuparte tanto…

—Lobo rabioso… —gruñó Inuyasha. Era una amenaza, lo que querían decir esas simples dos palabras en realidad era "Suéltala o te mato", pero el lobo ni caso le hizo. Eran los dos igual de testarudos y engreídos. Perfectos rivales.

—Pero querida Kagome, ¿cómo esperas que no me preocupe? Si después de que acabe con Naraku tu serás oficialmente mí mujer, no puedo permitir que te pase nada.

Las palabras "serás mi mujer" se quedaron resonando en la cabeza de Inuyasha, hasta que al fin explotó.

—¡Ella no será tu mujer, lobucho! —gruñó atacándolo con sus garras de acero. Pero Kouga logró esquivarlo justo a tiempo, pero quedando a unos tres metros de donde estaba.

Inuyasha colocó a Kagome detrás de su cuerpo. La pobre chica se sentía como un pedazo de pizza que era disputado, cosa que no le gustaba así que decidió intervenir con una furia que echaba miedo.

—¡YA BASTA! —gritó, provocando que todos se quedaran en silencio y la miraran estupefactos— ¡¿Es que acaso no pueden comportarse maduramente?! —pidió exasperada.

Se paró entre ellos dos, rehusándose a ser ese trozo de pizza de su imaginación.

—No quiero escuchar ni una palabra más de ustedes dos —ordenó.

—¡Pero el dice cosas sin tu consentimiento! —reclamó Inuyasha.

—¡Pero si tú eres mi mujer! —decía Kouga.

La chica sólo suspiró, rindiéndose… Si querían matarse, adelante.

En un lado se encontraban Sango, Miroku, Shippo y Kirara, que miraban toda la pelea como un partido de ping-pong.

—Lo he dicho antes y lo vuelvo a repetir: los tontos siempre serán tontos —suspiró Shippo.

—No podría estar más de acuerdo —concordó Miroku.

Y así siguieron peleando…

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En una cueva húmeda y fría no muy lejos del lugar donde se encontraba el grupo de Inuyasha, se encontraba un demonio sentado, sumido en la oscuridad. Su largo cabello rubio caía desordenado a su espalda y sus ojos rojos se veían crueles, sedientos de sangre. Usaba una armadura bastante grande, hecha con colmillos y piel de dragón.

—Maldita sea —gruñía— Estuve muy cerca de conseguir lo que necesitaba… pero fui interrumpido —se lamentaba.

Se paró y tocó un silbato de madera que traía colgado del cuello, que emitió un pitido casi inaudible. Un segundo después, ya no se encontraba solo.

—Miten —llamó.

—¿Si, amo? —contestó otro demonio, que apareció de las profundidades de la cueva. Tenía un largo cabello rojo recogido en una coleta alta. Sus ojos eran negros y vestía una armadura similar a la de su amo pero con menos fanfarria. Era obvio que era un demonio más débil y por eso debía trabajar para el más fuerte.

—Hoy estuve muy cerca de ser descubierto —explicó— Necesito que busques al grupo con el que se encuentra la miko del futuro y que los espíes. Cuando veas que habrá una buena situación para atacar, me lo habas saber —ordenó con sequedad a su sirviente.

—Sí, amo —aceptó— Amo… —comenzó, pero calló de inmediato.

—Habla —le ordenó.

Este tragó saliva en seco.

—Disculpe mi atrevimiento, pero… ¿para qué necesita tanto a esa miko? —preguntó tímidamente, temiendo ser ejecutado un segundo después por su insolencia.

El aludido lo vio de reojo fríamente, por lo que a Miten le recorrió un escalofrío por la columna vertebral.

—Lo sabrás a su debido tiempo… Ahora, vete si no quieres que te mate —lo amenazó.

Miten obedeció inmediatamente. Desplegó unas alas demoníacas y se lanzó en búsqueda de la miko.

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Estaban acampando al pie de una montaña cercana, protegidos por el tupido follaje del bosque. El silencio de la noche los ponía incómodos, después de todo lo vivido aquel día. Kouga ya se había marchado a pedido de la miko, ya que había enterrado a Inuyasha en el suelo con varios "abajos" y ya sabía lo que se le vendría encima en cuanto se levantara. Efectivamente, el hanyou estaba furioso. Detestaba que ella siempre lo dejara escapar. Sentía que trababa de proteger a ese lobucho y lo defendía, era como una traición.

"Tonta Kagome", pensó Inuyasha sentado en una rama de uno de los árboles que rodeaban el campamento. La miraba servir la sopa instantánea a Shippo con una pequeña arruga entre las cejas. Ya sabía lo que eso significaba: estaba molesta. Bueno, ¿y a él qué más de daba? si de todas maneras ella feliz se iría a vivir con ese lobo sarnoso… "No, no es cierto. Si eso quisiera, ya lo habría hecho", reflexionó.

—Inuyasha —lo llamó Sango desde la base del árbol, tenía en sus manos una porción de la sopa instantánea— Kagome me dijo que te diera esto —dijo señalando la sopa.

"Grandioso", pensó, "Está tan molesta que ni siquiera me quiere dar ella misma la sopa"

Bajó del árbol, aceptó la sopa y volvió a su lugar. Él también estaba enfadado, pero de todas maneras no le gustaba que ella no le prestara atención.

—Maldita sea, actúo como su mascota —susurró para sí mismo.

"Esto es el colmo", se dijo.

Bajó del árbol y se paró frente a ella.

—Kagome, ven conmigo —ordenó enfadado. Al ver que ella obviamente le iba a reclamar por su tono, le dijo:— No es una opción.

Ella se cruzó de brazos y lo ignoró, rehusando a hablarle.

—Bien, tú lo pediste. Será por las malas —anunció el hanyou al tiempo en que se cargaba a Kagome sobre un hombro y empezaba a andar.

—¡Pero qué te pasa! ¡Bájame, idiota! —reclamaba la joven dándole puñetazos en la espalda al hanyou, que poco le importaba todo el berrinche que armara.

—Espérennos aquí —ordenó Inuyasha a los demás, que se habían quedado petrificados con la escena.


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La llevó en su hombro hasta encontrar algún lugar adecuado para hablar. Al final había encontrado un pequeño lago en medio del bosque. Caminó hasta la orilla donde la depositó en el suelo. La chica hacía rato que había dejado de protestar, sabiendo que no lograría nada por más que se opusiera de mil maneras.

Se quedó de pie frente a él de brazos cruzados, sin mirarlo a la cara.

—¿Me podrías decir qué ha sido tan importante para que montes todo este espectáculo? —le espetó la chica. De verdad sentía curiosidad, pero su orgullo era más grande.

—¡Rayos, Kagome! ¡Ya no puedo más! —explotó el hanyou. La chica se sobresaltó al escuchar el enojo y la frustración con la que habló.

—¿De qué hablas?

—¡Hablo de que ya no puedo soportar más a un Kouga, o un Hoyo o lo que sea! —estaba realmente furioso.

La chica no entendía.

—¡Ahora sí ya no entiendo nada! ¿¡Que rayos dices, Inuyasha!? —le espetó, con el enojo agrandándose en su interior.

—¡Hablo de que no puedo soportar la idea de que seas de otro, Kagome! —soltó—¡HABLO DE QUE TE AMO!

Silencio.

Más silencio.

"¿De verdad escuché lo que creo que escuché? ¿Inuyasha… me ama?" se peguntó Kagome, no sabiendo si llorar o sonreír.

—Inu… yasha —fue lo único que pudo susurrar la chica.

Él la arrinconó contra un árbol.

—Sólo dime, Kagome, que no sientes lo mismo y juro que te dejaré en paz para que te vayas con Kouga o quién te apetezca… Sólo dímelo —susurró a centímetros de su boca.

Ella se aferró a su pecho. La sola idea de que el se apartara de ella le dolía.

—No quiero que te alejes de mí nunca, Inuyasha… Yo te amo —susurró. Esas palabras fueron todo.

Inuyasha no pudo esperar más y la besó. La besó con vehemencia, con amor. Ambos se fundieron en ese beso como si fueran uno, amando cada segundo de ese momento. Un olor salino alertó al hanyou, que se separó lo suficiente de ella para verle la cara.

—¿Qué tienes, Kagome? —le preguntó preocupado, limpiándole con los pulgares las lágrimas que caían por sus mejillas.

Ella lo miró con infinita ternura.

—Nada, es solo… que soy tan feliz —confesó.

Él sonrió.

—Te amo, Kagome.

—Te amo, Inuyasha.

En ese momento tan único se entregaron a su amor. La primera vez de ambos, pero se cuidaron. Se amaron. Y cada segundo fue mágico e intenso, cargado de pasión.

La noche en que esos ojos chocolate, se fundieron en esos ojos dorados...

Continuará...

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Aaaaaaaaay! bueno, me inspiré! jajaja
Esperoo que les haya encantadoo! Saludoos!

 

Hoooola a todaaaaaas! MUCHISIMAS GRACIAS POR SUS COMENTARIOS! no saben como me han alegrado la semana!
El ver que mi fic tiene cada vez mas lectores me pone muy feliz y el que les guste aun mas :) MUCHAS GRACIAAAAS A TODAS!
Bueeeno, aqui les dejo otro capitulo...


Capitulo 4: Esencia.


El sol asomaba en un hermoso amanecer en era Sengoku. Apenas había ruido, mas que por un par de aves que anunciaban la llegada del nuevo día. Miroku, Sango, Shippo y Kirara dormían tranquilamente, descansando todo lo que podían… y completamente ajenos a lo que había pasado entre sus dos amigos a poca distancia de donde estaban. A pesar de que no tenían idea de esto, se respiraba un aire completamente nuevo. Era como si todos sus problemas se fueran arreglando con cada inspiración y cada exhalación. No parecía que fueran a despertarse nunca de su pacífico sueño… aunque el panorama era completamente distinto en un lugar muy cercano…

Se encontraban acostados encima del conjunto de ropa de ambos. Kagome estaba atravesada sobre el pecho de Inuyasha, donde dormía feliz, únicamente tapados por el kosode del hanyou. Inuyasha se despertó en aquel momento, molesto por los rayos del sol que le daban en la cara. Estaba a punto de incorporarse, cuando notó que tenía un peso encima. Era Kagome.

De pronto un montón de recuerdos de la noche pasada se agolparon en su mente. Recordó cómo se entregaron el uno al otro con tanto amor, que no puedo más que sonreír. Su sonrisa se borró cuando recordó el olor a sangre y la lágrima que rodó por la mejilla de Kagome cuando él corrompió su inocencia definitivamente. Ella le aseguró que todo estaba bien, pero claro, no podía evitar preocuparse. La pequeña sonrisa con la que dormía la miko borró inmediatamente ese pensamiento de su mente. Ella no estaba triste o arrepentida… se veía en paz. Así le gustaba que estuviera. Feliz. Feliz como nunca; ya que ahora ella era SU mujer. Así lo probaba la marca en el hombro de la chica. La marca que él mismo le había hecho con sus colmillos cuando ambos tocaron el cielo la noche anterior.

La chica gimió un poco y se acomodó mejor en el pecho de su hanyou. Se había despertado, pero rehusaba a abrir los ojos. Temía abrirlos y descubrir que todo aquel maravilloso momento sólo había sido un sueño o una mala pasada de su imaginación, pero al sentir el fuerte pecho de Inuyasha bajo su menudo cuerpo, supo que todo había sido real. La emoción no la dejó esperar para abrir los ojos. Los abrió de sopetón. Lo primero que logró enfocar fue el hombro del hanyou, pero al mirar hacia arriba, se encontró con un par de ojos dorados que la miraban de una manera que no sabía explicar… había tantas emociones mezcladas en esa mirada…

—Buenos días —susurró Kagome dandole un beso en la yugular.

Él le sonrió, satisfecho con que la chica no reaccionara confundida, asqueada o arrepentida de estar en sus brazos. Le dio un beso en la coronilla.

–Buenos días, pequeña. ¿Dormiste bien?

—Bueeeno, digamos que no dormí mucho... —rió— ¿Y tú? ¿Dormiste bien?

—Digamos que tampoco dormí mucho, pero fue, por mucho, la mejor noche de mi vida —confesó, apartándole el rebelde flequillo de la cara a su mujer.

Ella enrojeció furiozamente.

—Ajam… -masculló roja como tomate. A final dijo:— La mía también.

Ella estaba que no cabían en sí de la dicha. No era a Kikyo ni a ninguna otra a quién le decía esas palabras. ¡Era a ella! ¡A ella había hecho su mujer! No había forma de ser más feliz.

Él rió ante su expresión. Era tan ridículo que se avergonzara por algo así, cuando ellos ahora se conocían de pies a cabeza, el cuerpo del otro ya no era un misterio. Y aún así, a pesar de estar desnuda sobre su pecho, esa linda niña se avergonzaba de sus palabras. Era tan… perfecta.

—¿De qué te ríes? —preguntó ella con recelo ante su risa.

Él la miró divertido… se la estaba pasando en grande desde ayer.

—De tu cara —confesó.

Ella ya no estaba roja de la vergüenza, sino del enojo.

—¿Se puede saber qué tengo en la cara para que te rías así? —le espetó. ¡Ufff! Peleando denuevo.

Él dejó de reí un poco para mirarla a los ojos.

—Nada… sólo que eres perfecta —le dijo.

Kagome enrojeció mil veces más. Ni el traje del hanyou era tan rojo como su cara en aquel momento. Escondió la cara en el pecho de su amado, haciendo que él riera denuevo.

—Qué tontita eres… —le susurró con amor mientras la besaba en la cabeza.

—Tú también eres un tonto —le dijo desde su pecho.

—Tú me tienes tonto —le dijo.

Ella lo miró sorprendida con un toque divertido en sus ojos.

—¿Quién eres y qué hiciste con el verdadero Inuyasha? —bromeó con falsa seriedad.

—¡Vamos, Kagome! Te digo todo lo que siento y no me tomas en serio… —decía enfurruñado.

—Claro que sí te tomo en serio, tan solo era una broma —le dijo— Te amo.

—Yo también.

Se quedaron unos momentos más así. De pronto, Kagome se sentó tapándose con el haori de Inuyasha y le dijo alarmada:

—¿Qué haremos ahora? Deberíamos volver antes de que los demás noten nuestra ausencia y sospechen de… —se quedó muda al recordar todo lo que pasó y una sonrisa tonta se formó en su rostro.

Él suspiró, tentado a reír por la cara de la miko. Posiblemente había reído más en esa mañana que en toda su vida.

—Es imposible que no lo sepan —anunció.

Ella lo miró dudosa y preocupada.

—¿Cómo? ¿a qué te refieres?

—A que Shippo podrá notar que ahora llevas mi olor, además de la marca que te hice en el hombro, y ese maldito enano no mantendrá la boca cerrada —explicó frustrado por tener que cargar con ese enano indiscreto.

Ella estaba a punto de defender a Shippo, cuando vio el problema. Inuyasha tenía razón. Lo sabrían tarde o temprano.

—Bueno, supongo que no hay nada que podamos hacer… —suspiró— Volvamos al campamento antes de que despierten al menos.

Frustrados por tener que irse de aquel maravilloso lugar donde estaban, se vistieron apresurados, ya que los demás no tardarían en despertar.

—¿Me dejarás ahora ir dignamente y no como un saco de papas en tu hombro? —preguntó Kagome con ironía.

—Claro —le contestó al tiempo que la cargaba al estilo nupcial— ¿Qué puede hacer más digno que esto?

Ella sólo refunfuñó ya que sabía que no lograría nada reclamando.


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—Al fin llego. Estos tontos son muy escurridizos —resoplaba Miten al encontrar a la miko. Él se encontraba sobrevolando los árboles bajo los que caminaban Kagome e Inuyasha, pero podía verlos a través del follaje.

"¿Porqué el hanyou lleva a la miko en brazos?" se preguntaba. "¿Acaso está herida?"

Enfocó a la chica bien, pero no notó que esta estuviera herida o algo, de hecho, sonreía hablando con su amado. De pronto, una brisa mañanera azotó su cara, trayéndole todos los olores cercanos.

"Un momento", pensó, "El aroma de la miko está mezclada con la esencia del hanyou. ¿Acaso ellos…? ¡Debo decirle al amo!"

Y así mismo como llego debió irse. A dar noticias que quizás sean de utilidad para su amo.

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Todos aún dormían cuando llegaron, por lo que pudieron recostarse sigilosamente en sus respectivos lugares a una conveniente distancia por las dudas. Pero a pesar de no estar uno al lado del otro, no paraban de mirarse. La noche anterior los había unido de una manera que iba más allá de la comprensión de cualquier ser viviente, a excepción de ellos.

Tuvieron suerte, ya que sólo un par de minutos después se despertaron sus amigos.

—¡Kagome! —gritó Shippo a modo de saludo, ya que no la había visto desde que Inuyasha la raptó el día anterior— ¡Buenos días! —le dijo Shippo abalanzándose sobre ella.

Inmediatamente el hanyou y la miko se pusieron tensos. 3… 2… 1…

—Kagome… ¿Por qué hueles tan raro? —decía el pequeño olfateándola— Hueles como a Inuyasha —afirmó.

Miroku y Sango miraban confundidos. ¿Que Kagome olía a Inuyasha? Miraron a la chica, luego al hanyou y luego a la chica denuevo con caras de confusión. Entonces Sango recordó lo que sabía sobre los daiyoukai, que marcaban a sus mujeres y estas quedaban impregnadas con su olor.

—Emmm, bueno, Shippo… —intentaba pensar en alguna excusa pronto. Pero para su suerte, su amado intervino.

—Enano, lo que pasa es que anoche Kagome tenía frío y le emmm… presté mi haori —inventó.

—¡Aaaaahhh! Pero… hay algo que no calza… —de inmediato todos se pusieron tensos— ¿Desde cuando Inuyasha es tan caballeroso?

Esto hizo que todos se cayeran de espaldas (en sentido figurado). Claro que el monje y la exterminadora ya habían captado lo que había sucedido… y tan sólo estaban esperando para que Shippo de distrajera para hacerles comprometedoras preguntas.

Inuyasha golpeó a Shippo en la cabeza.

—Más respeto, enano —dijo enojado.

—¡KAGOMEE! ¡INUYASHA ME PEGOOO! —chillaba Shippo llorando.

—Inuyasha… Osuwari —conjuró la chica e inmediatamente el hanyou se clavó en el suelo— Lo siento, Inuyasha, pero no debiste golpearlo. Ya me demostraste que puedes dominar tu carácter, inténtalo con Shippo— le susurró a pobre hanyou enterrado.

Shippo sólo seguía encima de Kagome feliz de la vida… como un niño que tiene un dulce.


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—Con que… la miko es mujer de ese hanyou… —susurraba una voz malvada en la misma cueva mencionada anteriormente.

—Así es, amo. Yo mismo los vi —aseguraba Miten.

—Bueno… supongo que eso podría serme útil de alguna manera —reconoció— Ve denuevo y sigue espiándolos. Descubre sus puntos débiles… Ya pronto yo podré verlos cara a cara.


Continuara...

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Bueeeeno, el proximo capitulo tendra mas accion, pero en este tenia que zanjar algunas cosas antes de lo que se viene... Bueeeno, espero les guste una vez mas :D
Saludoooooooooos!