* * * Por amor * * *

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Moliry, 1 Diciembre 2011.

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    Moliry

    Moliry Fanático

    Tauro
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    Hola !!! :oops: Llegué a este foro con mis historias de epoca... Con mi querido familia Farington :oops: . Y por eso mismo quiero retomar la saga que años atrás habia empezado. Espero que les guste. Esta historia ya la habia subido, pero ahora sera diferente pues la narracion deseo que sea mejor que la pasada ocacion. Siento que estara mas completo... Ojalá que sea de su agrado.

    Muchas gracias. :)

    Kiss XD
     
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    Moliry

    Moliry Fanático

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    Lady Elizabeth, hija mayor del marqués de Rothingham, William Basset, belleza inigualable de ojos cobalto y cabellera negra, se enamora y contrae matrimonio con el atractivo Duque de Saint Clair, Anthony Farington. Después de un año de felicidad constante, una infidelidad y un intento de asesinato la separan de su familia.

    El Conde James McGregor, quien toda la vida había estado enamorado de Lady Elizabeth la salva de una muerte segura, con engaños le forma una vida que no le pertenece como su esposa durante 5 años. De regreso a su pasado, Elizabeth con sus hijos, Nicholas y Melissa; trata de recuperar la vida que le fue arrebatada como Duquesa. Ahora Elizabeth se enfrentará a la verdad, el desprecio de su familia y esposo Anthony, el escándalo y las intrigas de las personas responsables de su desgracia. Por amor tratará de recuperar lo único hermoso de su vida pasada… su hijo Derek.


    Un pasado de muerte... Un futuro de vida...

    En unos momentos subiré el capitulo.

    Muchas gracias !!! :oops:
     
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    Némesis

    Némesis Usuario común

    Virgo
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    Wow que historietita eh? ME ENCANTÓ o adore de verdad demasiado, son exactamente este el tipo de historias que más me llaman la atención, es muy buena y exelente tu elección de nombre, la historia la tuve que releer un poquitito pero valia la pena para comprender se que solo fue reseña pero MAS NARRACIÓN amiguita de verdad me vas a tener bien enganchada aqui pero espero igual me avises, te hare correciones eso si pero bueno espero que entiendas que es por ti sayo (esperando capitulo........................con ansias)
     
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  4.  
    Moliry

    Moliry Fanático

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    Capítulo I
    El inicio del final

    Londres, 1796.

    Los casquetes del orgulloso potro resobaban en la fina tierra, enseñando que era el dueño del lugar, en cada salto en cada movimiento altivo, no dejaba duda que así era. La gallardía del animal era tan soberbia que para todos quien lo viera, sabían que no era una pura sangre fácil de domar. Y ese tipo de animal que se sentía su fuerza y voluntad propiedad, daba claro que nunca seria de nadie, solo, tal vez, de un ser que fuera tan digno, como él, de montarlo.

    Y tenía su igual.

    Ambos seres se compenetraban de forma tan sublime, tan mágica, que resultaba imposible no detenerse para disfrutar ese espectáculo que lograban hacer el semental y su ama.

    La señora que siempre disfrutó de esa demostración de altanería y orgullo que ambas almas lo tenía lo gozaba, porque veía como su niña de verdad se regocijaba por ser la privilegiada de tener a su gran amigo. No se sabía bien quien estaba satisfecho de quien, pues tanto animal como su señora, parecían siempre hacer lo máximo para lograr lucir a su complemento.

    Y seguía ahí, la señora Lisa, parada junto a una de las amplias ventanas de la sala que daba en la parte trasera viendo tal espectáculo de despliegue de superioridad, podía ser como siempre maravilloso ver a su niña disfrutar de un tan bello día como lucia esa mañana Londres. Pero no podía seguir viendo semejante actividad cuando estaba siendo testigo de la insensatez que su niña estaba teniendo por comportarse como si fuera lo más seguro y sano que estuviera saltando de un lado a otro sobre un animal que era todo fuego, haciendo contraste a su pelaje negro, brillante ante el sol.

    Lisa seguía viendo como su niña, Elizabeth, tenía un estilo tan elegante de montar su caballo Cid, que se podía admirar desde distancia la educación que tuvo desde niña.

    A la señora no le sorprendía contemplar con fascinación como Elizabeth controlaba como una amazona a Cid. Su educación era tan esmerada, tan cuidada, tan… perfecta que era imposible que una joven como Elizabeth Farington no pudiera manejar todo lo que deseara y más, teniendo un encanto innato para en todo que se propusiera o deseara tener.

    Esa perfección en todo lo respecto a su educación era por esperar siendo Elizabeth hija mayor del Marqués de Rothingham, William Basset. Su hija mayor para el querido Marques era y seguía siendo la luz de su vida, que lamentablemente era viudo al nacer su tercer hijo y único varón.

    Pero el Marqués Basset cumplió su papel y lo que esperaba la sociedad al tener un cargo tan importante noble, pues se desvivió por llenar ese vacío que podían tener sus hijos al no tener a su madre. Aunque William siempre tuvo una preferencia por Elizabeth al ser ella la viva imagen de su amada esposa Charlotte y el carácter de su hija le hacía tenerla presente por siempre. Esa alma alegre, inteligente, con luz para todos al dar amor, consuelo, era de su joven y entrañable esposa.

    Desde la muerte de Charlotte, a sus jóvenes y soñadores veinte tres años, nunca volvió a estar con una mujer y mucho menos volverse a casar, ya que para él sus hijos era su todo y no le faltaba más. Solo quería vivir para ellos.


    Por lo mismo que siempre William consentía a sus hijos, al cumplir dieciséis años Elizabeth, recibió de parte de él a su caballo pura sangre que ella llamo Cid. William sabiendo que su hija no era de las niñas que se asustaban y le gustaba tener retos, le compró la pura sangre para ponerle otro reto a su hija: Dominarlo. Elizabeth al verlo no podía creer que esa belleza de potro tan negro como el ébano pudiera ser suyo. Pero lo era y si la joven Basset quería que esa preciosura fuera realmente suya, tenía mucho trabajo por hacer.

    Lisa siempre le agradecía a Dios por ver que esa pequeña bella niña, ahora era toda una mujer con una maravillosa hermosura y un alma buena, fuera ahora la mujer más feliz del mundo. Esa joven que aun mayor siempre seria “su niña”, aunque ahora ya fuera una mujer casada. A la señora Lisa no le importaba que estuviera casada y menos que ya no solo fuera hija de uno de los hombres más ricos de Inglaterra, siendo hija del Marques Basset, ni ahora siendo esposa de un hombre nada ordinario como el Duque Anthony de Saint Clair, que solo vivía por ella y para ella.

    Por eso siempre la iba a tratar como la señora viera indicado de acuerdo al comportamiento de la Duquesa, que no siempre daba honor a su glorioso y apabullante título. Porque Lisa sabía que siempre (una verdadera persona) nunca cambiaría su esencia, su espíritu por satisfacer los deseos de los demás, que muchas veces por desgracia no buscaban su bien.

    ¾¡Elizabeth, por el amor a Dios, bájate de ese animal!—Le exigió con firme voz mientras se iba acercando muy angustiada a donde estaba tomando sus clases de equitación—. ¡No es bueno para tu estado! – Exclamó exasperada.
    ¾¡Lisa, cállate!– La Duquesa fingiendo disgusto ordenó—. ¿Qué quieres que Anthony se entere antes de que yo se lo diga?
    ¾Por mí ya le hubiera dicho—refunfuñó la señora—. Así él evitaría que hicieras locuras como estas —dijo todavía exasperada.
    Elizabeth le regala a Lisa esa maravillosa sonrisa que nadie podía seguir de mal humor.
    ¾No, mi niña —Las arugas de alrededor de sus ojos obscuros eran presentes al entrecerrarlos—, yo no voy a caer en tu sonrisa manipuladora —trató de seguir enojada al saber que no podía estar mucho tiempo así con ella.


    No supo la señora si fue por decisión propia de la joven o había entendido que estaba mal que no se cuidara en su estado, pero sin importarle si había ganado la guerra o la batalla en la tozudez de su niña, se tranquilizó al ver como Elizabeth se acomodaba para desmontar.

    La Duquesa Farington con esa misma sonrisa que hace poco fue acusada justamente de “manipuladora”, dejando las riendas de su amado Cib a un lacayo de cuadra, se acercó a su doncella.

    ¾¡Ay, Lisa! —Se quitó sus guantes de montar y la abraza estrechando con cariño sus regordetes hombros cubiertos por un vestido gris obscuro—. ¿Porque te querré tanto? — Parecía analizar esa pregunta como si la tenía realmente confusa—. Si nada más te la vives regañándome—señala con dulzura.


    Era imposible para Elizabeth no hablarle así o verla con mucho amor al conocerla desde pequeña y le tenía gran gratitud por ser ella la madre que siempre un niño pide en cada momento. Esa era una necesidad natural, de una supervivencia emocional, que así lo sintió Elizabeth al ya no tener a su madre. Una madre que lo poco que pudo estar con ella, demostró ser amorosa, dulce, protectora. Era algo que la joven de niña pedía en oraciones otra vez tener. Era natural desear ese amor, pero no por ser natural era fácil recibir, no todas las mujeres eran con ese sentimiento maternal, pero por suerte para la pequeña Elizabeth no tuvo que rezar tanto a sus cuatro años, pues esa mujer maravillosa que le podía hacer sentir amada, protegida, única, estaba en casa y era su nana: La señora Lisa Bates.

    Esa gran señora con sus sesenta y cinco años de edad, ya se veía algo cansada, pero nunca aceptaba el descanso que la Duquesa le ofrecía, porque le gustaba sentirse útil, estar cerca de la familia Basset. Pero sobre todo y lo más importante para la anciana: Estar junto a la joven, su niña.

    Ese amor que así, ser una cuidadora fiel de la Duquesa, existió desde que la señora Lisa abrazó por primera vez a la recién nacida hija de los Marqueses Basset. La frágil y pequeña Elizabeth Nicole fue lo que no pudo tener: Hijos. Por eso nunca intentó la señora Luisa tener un hombre a lado cuando su marido la abandonó por aquel motivo. ¿Para qué tener un hombre si nunca voy a poder cerrar el ciclo de la mujer? Eso siempre dijo Lisa para quien quisiera estar enterado del porqué de sus decisiones.

    Elizabeth se agachó para darle un beso en la frente a la pequeña mujer regordeta.

    ¾ Ni mi padre lo hacía cuando vivía con él. Y mi marido…
    ¾¡Menos! –exclamó impaciente— Hace lo que tú quieres —No le gustaba que la joven no le pusiera su marido un límite, por miedo a que excediera esa confianza, no porque Elizabeth no fuera una joven madura, pero era joven y con eso bastaba para preocupar a una señora que ya ha vivido y conoce a las personas. Pero con esa preocupación de que por tal libertad, su niña no comprenda que iba a ser madre, y como tal debía de comportarse, no pudo evitar reconocer que la Duquesa otra vez supo ganarle y con una sonrisa cariñosa la ve.





    ¡Cómo no hacerlo si era feliz y gran parte era por ese joven que la amaba tanto!


    ¾Eso es lo que tú crees —falseó lamento, pero termina riéndose porque acepta que Lisa tenía razón.
    ¾Bueno, basta de pérdida de tiempo –empuja a Elizabeth de la espalda para obligarla entrar a la mansión—. Tenemos muchas cosas que hacer. Bañarte y arreglarte. Y yo ver cómo está quedando todo —Al ver que la Duquesa ni se inmutaba, le recordó: — Ya es muy tarde y los invitados en unas horas empezaran a llegar a la fiesta.

    Eso fue suficiente para que la joven embarazada cediera y caminara más rápido, sin dejar de perder su gracia y elegancia al andar.

    Ya en la cocina, Elizabeth saludan con una sonrisa a las jóvenes cocineras que no dejaban de andar de un lado al otro con ollas, vajillas.

    Le dice a Lisa en secreto, acercándose a su oído:

    ¾No sabes que contenta estoy —Le regala una bella sonrisa deslumbrante. Definitivamente lo estaba, pensó la señora, pues no dejaba de regalar sonrisas maravillosas a todo el personal de Saint Clair. ¡Y vaya que eran muchos! – Ya quiero decirle a todos la maravillosa noticia y ver la expresión de Tony.
    ¾No sé cómo pudiste aguantar todo este mes el secreto, conociéndote, el día que te enteraste de… ya sabes — Levantó sus fijas cejas blancas en dirección el vientre plano de la dama joven y siguió hablando al ver que las cocineras seguían en su trabajo— ese mismo día Londres se enteraría —Se rió.


    La doncella de la Duquesa de Saint Clair la conocía muy bien y siempre desde niña fue muy transparente y sincera. Ahora con su marido… ¡Con mayor razón! Le sorprendía que todavía no le dijera nada a nadie, más que a ella. Aunque entendía y se le hacía de lo más natural que tuviera ese tipo de secretos con ella, pues no era una simple sirvienta en la vida de Elizabeth Farington, era como la joven muy feliz presumía: “Una madre”. Solo faltó que fuera de su sangre para que todos comprendieran tan bien como la familia Basset y el Duque, por qué joven y anciana eran inseparables. Pero aun así existía una conexión inexplicable, pues no muchas jóvenes y madres de la sociedad podían decir y menos presumir tener un amor y relación como Lisa y Elizabeth.

    La joven le guiñó un ojo y le recuerda:

    ¾Ya sabes porque no grité como loca de felicidad el día que me enteré —habló refiriéndose dos semanas atrás que el doctor de la familia se lo confirmó—, que el heredero de Saint Clair ya viene en camino. Quiero que mi padre y mis hermanos estén presentes cuando de la noticia. Esto también los involucra al ser el primero de la nueva generación Basset —Se queda un momento pensativa —Hace tres meses que no nos vemos y quiero recibirlos con una noticia así.
    ¾¿Entonces si van a venir tus hermanos? —Sorprendida pregunta también:— ¿Si es seguro que vendrán? —No lo podía creer. Sabia las múltiples ocupaciones que tenían los más jóvenes hijos del Marqués, pues siendo hijos de tal personaje social, la vida, la sociedad, pedía, y en otras exigía, mas de ellos que de gente común y corriente.
    ¾¡Sí! ¡Lo puedes creer! —Elizabeth afirma radiante porque hace mucho que no veía a su familia junta —Mi padre me avisó que Jeremy en esta semana iba a llegar de Eton, pidió permiso para venir y Regina en cuanto llegó de la casa de tía Abie, me mandó una carta que aquí nos veríamos. Tiene que contarme lo bien que le fue en las reuniones sociales que estuvo asistiendo en su estancia allá.

    La señora cansada por su largo tiempo de alumna y ahora maestra de la vida, no entendió que Elizabeth se estaba refiriendo.

    La joven lo notó y con dulzura, pero más con cordialidad agrega, puesto que conocía la Duquesa a su doncella y sabia como se oponía al tener un trato especial de paciencia dada a su edad. No le gustaba sentirse inútil y torpe, y lo entendía la joven, la señora toda su vida tan servicial era normal que no quería sentirse así.

    ¾Recuerda, lo de la fiesta, donde todas las señoritas de sociedad tenían oportunidad de conocer más candidatos, poder escoger. Y ya que tía Abie vivía tan cerca de esa “magna fiesta” —Así fue llamado tal evento que hizo honor a su nombre—. Le pidió quedarse algunas semanas con ella y así también hizo compañía a tía Abie que estaba sola, porque mi tío Jasón y mis primos se fueron a ver unos negocios familiares —Refiriéndose a sus dos únicos primos: David y Daniel. Sonríe a recordar esos jóvenes que para ser todavía unos niños, de edad de su hermano Jeremy, quince años, eran un poco estirados. Pero la Duquesa creía que solo eran apariencias, pues ellos como su hermano se llevaban muy bien y estaba bien enterada que salían muy a menudo. Y ser amigo del vizconde de Westbrooke, en pocas palabras, su hermano, no podía ser personas remilgadas y estiradas, pues Jeremy Basset pecaba de alegre, informal, egocéntrico y divertido.
    ¾Si, ya recuerdo —Afirmó algo desorientada —. No sé donde a veces dejo la memoria.
    ¾Si me hicieras caso, por lo menos descansar unos meses…— No terminó de decirlo al ver como Lisa fruncía el ceño, no le gustaba que tocaran ese tema—. Bueno, como te iba diciendo— Irguió los esbeltos hombros, colocando sus guantes de piel obscura sobre la barra de piedra gris lisa, que estaba en el centro de la cocina—. Me dijo que no se podía perder el cumpleaños de Anthony —Sonrió muy coqueta—. Tiene la esperanza de volver a ver a un joven, creo que me dijo en una carta que era hijo de un Marqués.
    ¾No puedo imaginar a Regina que es aún una niña, tan dulce, ya quiera alejarse de la familia, porque yo recuerdo que dé más niña lloraba cuando alguien le hablaba y dudo que…
    ¾¡Querida! – Una voz sensual, tentadoramente masculina hizo resonancia en la amplia cocina que estaba muy iluminada.


    Lisa se calló al oír esa voz que se iba acercando, provenía del vestíbulo, supuso si su oído no le fallaba. Era Lisa ya una anciana pero aún conservaba unas dotes juveniles que la hacían única: Su vista, olfato y oído.

    Elizabeth se voltea para disfrutar al ver a esa persona, que con solo oírlo le hacía experimentar toda clase de sensaciones agradables que pasaban por su cuerpo, le encantaba esa voz, pero más el dueño de ella.

    Anthony la agarró con fuerza para besarla con mucha pasión y a la vez con ternura. Ella nunca pudo entender como su marido podía despertar tantos deseos de placer con un solo beso. Y sobre todo, no incomodarse con tanta expectante. Que tanto jóvenes como señoras del servicio o de las mejores familias, demostraban una devoción hipnotizadora por aquella clásica belleza masculina del Duque Farington.

    ¾Mi amor, ¿Cómo es posible que sigas con esa ropa, si queda tan poco tiempo para la fiesta? —dramático finge estar verdaderamente angustiado.


    Elizabeth ya le iba a contestar, cuando Tony la besa en los labios y le susurra al oído:

    ¾ Me encanta como se te ven esos pantalones de montar tan ajustados, claro que me gustas más sin ellos —Le guiñe un ojo, luciendo unos maravillosos ojos dorados apasionados. La estrecha más hacia él y de manera posesiva, habló en tono normal para que Lisa lo escuchara: — No había ningún hombre viéndote, ¿verdad? —Cuestionó serio. Borrando toda picardía de humor que pudiera tener.


    Ella algo molesta por esa pregunta lo ve a los ojos.

    ¾Anthony, esos celos tuyos…
    ¾¡Bueno, ya basta! –Intervinó la única persona que se tomaba atrevimientos que provocaba estupefactos en las personas que no la conocían. Pues ni la Duquesa viuda o el Marques tenían la “insensates” de meterse en un matrimonio de sentimientos tan apasionados como el resiente matrimonio de Saint Clair. Por eso que Lisa fuera la única con agallas de hacerlo, no sabía la familia si era de aplaudir o de lamentarlo por lo que puediera causar, que al parecer puro bien, pues era ella, esa cansada anciana que hacia siempre de intermediaria cuando los jóvenes esposos dejaban aun lado toda buena educación. Aunque sus peleas ya estaban más que controladas—. No volverán a discutir por eso… por lo menos no ahora que como dijo el Duque: “Si queda tan poco tiempo” —dijó Lisa jalando del brazo a Elizabeth para sacarla de ahí al saber cómo se ponía esa joven pareja al tocar ese tema, que era el único motivo que discutían: Los celos de Anthony. Lo bueno que siguiendo los consejos sabios de Lisa, la Duquesa lo tomaba con calma y la mejor diplomacia posible. Que cada vez era mejor.

    Tony viendo cómo se llevaban a su esposa a jalones, llegó a su mente que nunca imaginó que pudiera ser tan inmensamente feliz por una mujer, por esa mujer, < ¡Mi mujer!> se dijo en voz baja con mucho orgullo. Siempre que pensaba en eso no cabía de gozo, al saber que la mujer que él amaba con todo su ser, también le correspondía, no sabía que había hecho para merecer tanto, tenía más de lo que podía desear.
     
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    Moliry

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    Por ser hijo de quien era no figuraba en lo más mínimo un matrimonio por amor. El amor en su mundo no existía, era una utopía tan soñadora que era estúpida e innecesaria. Así siempre lo vio Anthony, porque no tuvo el mejor ejemplo en casa y por lo que supo de la vida marital de los padres de sus amigos de la universidad era lo mismo.

    Adam e Isabella Farington su unión no tuvo algo más de motivación que juntar poderes. Siendo ella hija única de los Marqueses de Nightwyck, no había nadie como mejor candidata de esposa al heredar a la muerte del Marqués Penwyck (que fue a los pocos meses de contraer nupcias su hija) título, terrenos, propiedades, barcos, cultivos en islas del Caribe. Haciendo una relación de respeto y cordialidad. Aunque el titulo no sería del Duque Farington, por eso, Anthony desde que nació le había sido otorgado su noble herencia, siendo desde un recién nacido Marqués. Y como regalo del rey de Inglaterra unas extensas propiedades en todo lo largo del país.

    Eso mismo esperaba Tony en su vida, una vida de más poder destructivo, más riqueza enfermiza, al casarse con una mujer de una gran familia. Eso exigió su padre y no lo decepcionó, aunque estaba muerto para recibir su autorización de su elección, porque fue como todos lo esperaban de él. Se casó con la mejor joven que en las últimas temporadas que toda Europa ofrecía.

    Pero nunca se imaginó que esa joven bellísima no solo iba ofrecer prestigio, dinero, poder, grandes talentos como anfitriona y un cuerpo que hacia despertar en el Duque unos sentimientos contradictorios al provocarle algo que ninguna mujer, siendo la más experimental pudo: Amor, protección, dulzura… paz. Y su lado salvaje actuaba sin control haciéndolo primitivo, una pasión, un deseo nunca antes experimentado.

    Al principio el no conocer esos sentimientos lo hacían sentir algo también jamás sentido por ser tan seguro y muchas veces acusado de arrogancia y era “miedo”. El no saber que más iba a sentir por aquella hermosa joven, le hacía temer. Anthony era conocido en su familiar por controlar todo lo que le rodeaba, por eso cuando entró Elizabeth Basset en su vida fue para el Duque un descontrol porque lo que menos quería era casarse tan joven. Pero cuando llega lo mejor de la vida a ti por accidente, hay que aprovecharlo y así lo creía Anthony Farington y por eso estaba en esa situación inesperada, pero por eso no dejaba de ser puramente perfecta: Casado con la mujer que ni sus sueños la superaban.

    Solo una cosa podía hacer que hiciera que su vida fuera completamente dichosa, más perfecta y era tener un hijo. El joven sabía que no sería cualquier hijo al ser de la mujer que amaba, de su Duquesa… de Elizabeth Farington.

    Nunca Anthony olvidaría la noche que conoció a su mujer. Fue amor a primera vista. Por lo menos si para él, porque Elizabeth dos años atrás era casi prometida de Lord James McGregor, un joven de la misma edad que el Duque, que en esa época tenía veintidós años.

    La familia McGregor poseía título noble de Conde, James era el segundo hijo, el pequeño de su familia, al solo tener a su hermana mayor Clarissa, que le llevaba nada más cuatro años de edad. Entonces James, al fallecer su padre heredaría el título de Conde. Por lo mismo que el futuro Conde ya sabía la responsabilidad que tendría, siempre se comportó como las reglas de la sociedad alta dictaminaba.

    Al llegar a esa fiesta Anthony no conocía a nadie, al no tener tiempo para convivir con personas de Inglaterra.

    Cuando por fin logró introducirse a la fiesta para acercarse más a esa joven hermosa que no podía ni quería dejar de ver, notó que a su lado estaba un joven que tenía su mano agarrándole el brazo. Al ver eso Tony, nunca se imaginó que pudiera envidiar a alguien, cuando todos lo envidiaban, y menos tanto cuando ni siquiera conocía a esos jóvenes. Pero eso no dejó que le molestara que ese hombre alto, con pelo negro como ella y ojos que al parecer eran verdes, estuviera tan cerca de la linda dama.

    Para lograr comprender y sino por lo menos tranquilizarse por esos sentimientos tan incomodos e irracionales que sentía, se dedicó a contemplar la fiesta y su gente. Sin duda estaba en medio de la flor y nata del país, lo sabía por cómo la gente vestía y se comportaban, eran grandes e importantes personajes que formaban los magistrados, la Cámara de Lores y sin fin de cargos importantes del país estaban presentes para así como él disfrutar de la fiesta. Pero no podía, no cuando todos lo volteaban a ver con una actitud de sangrientos cazadores y claro que las jóvenes, como padres querían ser parte de la familia Farington.

    Tony estaba asqueado por eso, siempre era lo mismo: La presa de quien todos querían ganar. No podía evitar el Duque, con ironía, quien de esas frías, materialistas, estúpidas jovencitas iba a ser la que se ganara el premio mayor. ¡Eso era! Pero no él, sino su apellido, su dinero, su poder que desde muchas generaciones habían tenido los de su familia.

    Vio de todo, jóvenes que eran más niñas, mujeres que intentaban parecer niñas para engañar con una inocencia fingida que Anthony al ser gran observador y viajar por el mundo, esas actuaciones de las mujeres eran patéticas, pues no lo hacían nada bien, no lo engañaban. Eso era la ventaja que tenía él sobre todos ellos, conocía los verdaderos sentimientos de las personas con solo verlas, sabía lo que realmente querían.

    ¿Y qué era lo que querían? Todo lo que no podían tener.

    ¿Y qué era lo que querían de él?

    La respuesta era clara. Por eso esperaba que disfrutaran de su frustración, porque no iba con intensiones esa noche y en los próximos diez años de casarse. ¿Para qué adelantarse? Si solo él necesitaba tener un heredero y para eso su reloj reproductivo estaba excelentemente bien como para hacer lo que verdaderamente le importaba y sin estorbos como una mujer falsa, que eran: Sus propiedades. Ahora que si se podía hacerse cargo por haber terminado sus estudios en el extranjero. Ya estaba más que capacitado para encargarse de lo que su padre le dejó y hacer que su madre descansara.

    Lo merecía la Duquesa viuda. Porque desde la muerte de su esposo meses atrás, Isabella Farington hizo frente a todo lo que fue motivo de un matrimonio con Adam Farington, que fue lo mejor para ambas familias.

    Tomó una copa de uno de los varios camareros que estaban dando vueltas atendiendo a los invitados, sin llegar muy lejos antes que su charola de plata terminara completamente vacía. Bebió lentamente, pero sin despejar sus labios de la copa de champagne se lo terminó. Sabía que eso sería tema de habladurías mañana en Londres, sino es que en ese momento. Pero no le importaba “el que dirán”. Era de las pocas cosas buenas que tenía ser un Duque: Lo que se hiciera siempre la aristocracia intentaría de las mil maneras hacer que su conducta sea justificada, vista como perfecta o en peor de los casos, “moderna”.

    Tenía cosas más importantes que pensar como para que le importen las idioteces que siempre la gente le encantaba llenarse en su cuadrada mente como: “Francia hecho mala raíz en el Duque de Saint Clair”. Ojala que pensaran eso, siempre se decía Anthony para sí. Tenía la esperanza que viendo él que no era el joven que se asustaba por las normas asfixiantes del país, le temieran por liberal y sus hijas como todos ellos por fin se fueran al demonio.

    Reprimió una leve sonrisa maliciosa, la idea era demasiado buena. Pero dejando las buenas genialidades ociosas que su mente podía crear al no estar trabajando bajo presión, giró para verla de nuevo, que era lo único que le importaba y se dio cuenta que la joven dama con exquisitos movimientos de manos y de cara, estaba como debía estar “sola o con él”. Que esa última opción le agradaba demasiado. Y eso no era normal. ¿Desde cuándo era posesivo? ¡Y con una desconocida! ¡Demonios! Si el no salir a esas superfluas actividades sociales sí que le estaba haciendo daño, que apenas tratar con personas lo hacían pensar… <Es ahora o nunca> Tony borró todo pensamiento al verla sonreír con una joven de su edad, que parecía que se despedían al darse un beso en la mejilla.

    Y siguiendo ese consejo, “su” consejo, se acerca a ella que está de espaldas.

    ¡Que sonrisa! Era tan enigmática que hasta el hielo más frio podía ser derretido. Y que mejor ejemplo para demostrar de que era verdad eso que Tony, considerado un hombre sin sentimientos al ser así: Nunca demostrando ningún sentimiento.

    ¡Ninguno!

    Mucha gente en Europa dudaba que ese joven tuviera corazón y para muchos era más que cierto al no ir al funeral de su padre, cuando no tuvo ningún pretexto para no faltar, puesto que fue avisado de su recaída quince días antes de su muerte. Anthony estaba en Paris, haciendo posible llegar a estar con el VI Duque de Saint Clair en sus últimos momentos y ser un apoyo para su bella madre que no tenía familia más que su sobrino por lazó matrimonial, Drew Farington. Primo, pero más un hermano de Anthony como también gran apoyó. Haciéndose cargó el joven Conde de Ryding, que era nada más cuatro años mayor a su único primo, el Duque.

    ¾Buenas noches —Haciendo despliegue de una caballerosidad inmaculada saludó a esa joven que hacía de él un hombre de emociones y muy fuertes—, ¿Me podrías dar el honor de concederme esta pieza? —nervioso se pasa los dedos por el pelo. Pasaron unos segundos, esperando la respuesta de ella, por fin la joven de en tanto en cuestión se voltea.
    ¾No puedo…—Se quedó plasmada al ver semejante belleza de hombre, tan guapo, tan sensual, tan… Cortó sus pensamientos al percatarse que no lo deja de verlo maravillada.
    Reacciona y vuelve intentar hablar con una voz cordial:
    ¾Disculpe, milord, pero mi padre no me permite bailar con personas que no conozco —Le regaló una amable sonrisa de despedida.
    Esperando la joven que se marché el impertinente, recibe a cambio una sonrisa que le aceleró el corazón.
    ¾Tienes toda la razón —Dijo Tony sin darse por vencido—. Me llamo…
    ¾Discúlpeme de nuevo, pero comprendo que no es de aquí…
    ¾¿Por qué te arriesgas a creer eso? —Esa joven sin duda existía para sorprenderlo, se podía esperar todo, menos esa pregunta. Primero lo sorprendió por su belleza inigualable e incomparable; su voz lo dejó idiotizado, pero ver esos ojos… no tenía palabras, no sabía cómo expresar lo que pudieron lograr en él, por darle el honor de sentirlos acariciar su cuerpo. Ese color tan único y especial, azul noche. Brillantes en todos los sentidos. Ojos que hacían un fantástico contraste con su pelo de negro intenso, que estaba elaboradamente recogido y adornado por delicados collares de diamantes.
    ¾Por tres factores sumamente importantes en mi país… milord—El nombramiento de título era una clara demostración que ya dudaba que no fuera un hombre aventurero que acostumbraba a mezclarse con la gente de la alta sociedad, y no lo culpaba, esa gente humilde también tenían derecho a divertirse, pero… ¿Por qué hablar precisamente con la hija del anfitrión? ¿Creía que su vestimenta fina e impecable de traje negro la iba a engañar? Se tenía que ser más que tener un atractivo sorprendente y vestir caro para engañarla—. Su acento, es una mezcla curiosa del francés y del inglés —El hombre demostrando una gran curiosidad en sus ojos color miel cruzando sus brazos sobre su pecho, invitando a la joven a seguir y así lo hizo—. Eso entendería de su comportamiento tan…—movió delicadamente ambas manos enguantadas hasta el codo, en su búsqueda de la mejor palabra inofensiva— fuera de lo común.
    ¾¿De verdad? —¡Dios! Esa mujer era más que maravillosa.
    ¾Así es —Se percató de la burla de las palabras de ese fuereño, pero no le importó—. También que se toma el atrevimiento de hablarme sin propiedad alguna como si fuéramos antiguos amigos —Su censura era con gran tacto. Nunca Elizabeth Basset sería una maleducada, para ella, todos merecían crecer. Unos tenían las ventajas de nacimientos, otros no, y a esos se debía de apoyar. Y qué mejor que empezar su ideología con ese hombre que de verdad lo intrigaba por aquella seguridad.
    ¾Es algo que me encantaría.
    ¾Y le agradezco su interés —Le sonrió—. Pero para eso, que es el tercer factor: Tiene que ser presentado ante mí.
    ¾Eso hice.
    ¾En Inglaterra, milord —Tony estaba sorprendido por la amabilidad y paciencia le hablaba la joven, nunca dejar de ser toda una dama con su bella sonrisa acompañando sus ilustres palabras. Ese protocolo por supuesto que lo conocía, era parte de su vida. Pero si había olvidado que no estaba con gente conocía como en Paris, donde ese tipo de protocolos se podían fácilmente saltar si te respaldaba un título tan atrayente como el de él. La sociedad Inglesa a veces podía ser muy cerrada o fácil de ofender cuando en otros países demostraban más interés en cuestiones más importantes, como, conseguir llamar la atención de una bella señorita—, o por lo menos estoy segura que en Londres, se puede hablar con una mujer desconocida siempre y cuando se le sea presentada por un conocido de ella. Y solo se puede charlar por unos minutos con personas presentes.
    ¾ ¿Pero si ninguno de mis conocidos tienes el placer de conocerla?
    ¾Eso sería algo lamentable para los dos… me temó —Sonrió de una manera que el Duque entendió que el protocolo desde hace rato también para su joven dama ya era algo irrelevante para tener presente.
    Por eso, sin dejar de pasar más el tiempo para conocerse se presentó con la educación de un hombre que cargaba la gran responsabilidad de una gran dinastía:
    ¾ Anthony Farington Penwyck, vivo al otro lado de la ciudad —E inclina su cabeza en señal de saludo. Siendo tan importante su familia no vio necesario esa noche y nunca presentarse con su nombre completo que era Anthony Thomas Simons Farington Penwyck. Que muy pocos lo sabían.
    ¾Me dicen Liz, Su Excelencia —Le da la mano con una respetuosa inclinación de cabeza y Anthony la besa. Era imposible para Elizabeth que con esos apellidos no saber quién era el hombre que se había presentado tan galante, era nada menos el codiciado Duque de Saint Clair. Ahora entendía por qué esa actitud, debía de suponerlo. Aunque era difícil al no recordarlo y no parecerse nada a su madre.
    Apareció un tiempo de silencio, y como Tony quería seguir platicando con ella, saca el primer tema que se le viene en la mente, estaba nervioso, cosa que nunca le había pasado con ninguna mujer.
    ¾Mi familia son amigos muy cercanos de los anfitriones —le informó con una sonrisa coqueta —. ¿Conoces de cerca a la familia Basset?
    ¾Soy…
    Él la interrumpe:
    ¾¿Tú podrías ayudarme a encontrar a Lady Elizabeth? —De repente se acordó el desgraciado motivo de estar ahí —. Es que hace muchos años que no la veo —Se acerca al oído de Liz como haciendo la señal que le iba a decir un secreto–. Es que mi madre me dijo que si no iba con esa niña y la saludaba por lo menos, no iba a venderme el pura sangre que vi en las caballerizas de Saint Clair.
    ¾¿Y porque Su Excelencia quiere que la vea? Si es obvio que no le agrada y… ¿Hace cuánto tiempo que no la ve? —Preguntó con curiosidad.
    ¾Hace como cuatro años más o menos —No tenía idea cuando fue la última vez que vio aquella niña, por eso dijo los años que llevaba fuera de casa por sus estudios—. Mi madre dice que ha cambiado mucho, que es más hermosa que de niña, y que ya es toda una señorita que hace suspirar a cualquier hombre —Tony se ríe discretamente—. Yo creo que mi madre dice eso porque le tiene mucho cariño a la familia Basset y quiere que haga amistad con ellos, pero sobre todo con Elizabeth —De marera sensual le agrega: — No creo en ese cambio, porque en cuatro años la gente no hace tal transformación.
    ¾¿En verdad la niña era tan desagradable? —Preguntó en tono burlón.
    Anthony saca una carcajada por la pregunta tan directa de Lis.
    ¾No era fea, solo… simpática.
    ¾¡Oh! Diga la verdad, Su Excelencia, porque creo que es benevolente por ser un caballero.
    ¾¿Se está burlando de mí, milady? —Entrecerró sus divertidos ojos.
    ¾Eso nunca, Su Excelencia, o lo haría a menos que estuviera enterado para que sea justo. ¿Por qué cree que osaría de tal atrevimiento?
    ¾Porque bien le demostré que de caballero ingles no tengo nada.
    ¾¿Y de caballero francés, Su Excelencia?
    ¾Supongo… Pero ellos me acusaban de mojigato
    ¾¡Eso era una blasfemia! —Exclamó escandalizada.
    ¾Ni lo crea, era un poco de verdad, la sociedad allá es un tanto diferente a la nuestra.
    ¾Ya veo —Y lo observó con la mayor discreción que pudo para no llamar “mas” la atención de quien les rodeaba—. Pero regresando a Lady Elizabeth…
    ¾Debo aclarar que lo que vi años atrás era una niña… solo una niña, bueno, recuerdo que sus ojos eran bonitos, que tenían un futuro prometedor. Y como te dije, no creo que haya cambiado tanto como dice mi madre < es una deslumbrante belleza > — Repitió las palabras de la Duquesa —Y menos que haya dicho eso la Duquesa si te hubiera conocido.
    ¾Lo entiendo —Comentó ignorando el cumplido. Estaba acostumbrada que se los dieran. Pero eso no evitó que en su afán de dejar pasar esas lindas palabras no sintiera una cálida presión en el pecho—. La gente no cambia tanto en tan poco tiempo —Lis todavía con mucha maliciosa curiosidad, preguntó: — ¿Porque hace mucho que no ve a la familia Basset?
    ¾Estaba terminado mis estudios en Francia, entonces cuando venía en mis vacaciones mi madre y yo, aprovechábamos para irnos de viaje, por eso no conozco a nadie.
    ¾¡Oh, ya veo! – Exclamó. Lis le lanza una sonrisa pues eso ya sabía, por qué casi no estaba en Londres.

    La Duquesa Isabella Farington, buena amiga de la familia Basset, platicaba muy amenudeo con Elizabeth para contarle de su hijo y otras cosas, pues la Duquesa y ella disfrutaban mucho su convivencia. Elizabeth aprendía mucho de una mujer culta, preparada y savia como la Duquesa viuda.

    Isabella no quería perder la oportunidad de ver feliz a su hijo con una joven tan completa como Lady Elizabeth, pues no era solo increíblemente hermosa, también hija de las mejores familias de Gran Bretaña y además de tener todas las características de ser la joven de la temporada más buscada y deseada, era inteligente, noble. Esa joven no podía la Duquesa verla en otro caballero que no fuera en lazos matrimoniales de su hijo.

    ¾Ya que no recuerda a nadie, Su Excelencia, permítame presentarlo con personas conocidas —Liz apenas diciendo eso ya lo llevaba del brazo, dirigiéndose donde está su padre y James.

    Anthony muy contento por poder estar tan de cerca de Liz. No podía dejar de verla, estaba hermosa con ese vestido beige con listones dorados y exquisitamente bordados con hilo de oro adornando todo el corsé. Aunque era un vestido adecuado para una señorita, sin escote, no dejaba de verse atractiva y sensual, al tener sus hombros descubiertos.

    Tony no podía dejar de notar tres cosas: Sus ojos, su busto que resaltaba por el pegado vestido que traía y ese lunar pequeño circular que tenía arriba de los labios de lado izquierdo, hacía que su cara se viene más sensual. Anthony de repente siente que ese lunar ya lo había visto en otra parte, pero no recordaba donde…

    Pero la alegría duró poco por sentirse molesto al ver que Liz era muy amable, linda y educada. <Así debe ser con todos> Pensó frunciendo el ceño. Anthony sentía celos, deseaba tener un trato único, especial, exclusivo, el único hombre en su vida. ¡Así de fácil!

    La joven lo llevó con dos hombres, uno ya lo conocía y lo apreciaba, y el otro lo acaba de ver y no creía que entre ellos dos llegaran a llevarse bien y muchísimo menos una amistad.

    ¾Perdón que los interrumpa en su plática de negocios, pero quiero presentarles a un amigo, el Duque Farington, que viene de Francia, como sabemos allá realizó sus estudios— Presentó Elizabeth con una sonrisa, demostrando lo bien que se desenvolvía por primera vez como anfitriona.
    ¾Su Excelencia, que gusto es volver a verlo después de tantos años, espero que venga para quedarse —Le da un fuerte estrechón de manos el Marques Basset, el responsable de esa fiesta que destacaba por los toques especiales que no sabía Tony de que eran—. Espero que sí. Su madre aunque lo hace bien en Saint Clair, no hay nada como un hombre haciéndose cargo de las responsabilidades de la familia —William argumentó y sonrió.
    ¾Claro que sí, Su Señoría —Afirma con una sonrisa.
    ¾Aprovecho, por cierto, al no verlo en el funeral, para darle el pésame de Su Excelencia. Era un gran amigo mío y lo extraño —El marqués de Rothingham apretó los labios y frunció el ceño, uniendo sus espejas cejas castañas en una— Pero bueno, esto es una fiesta.
    ¾Su Señoría, le agradezco sus palabras, sabe lo mucho que mi padre apreciaba su amistad —Era un cumplido por educación, siguiendo las palabras del Marqués, pues Anthony no tenía ni idea quienes eran las amistades de su padre. Nunca convivieron, convirtiéndose en una relación nada más de sangre, porque de otra relación humanamente posible entre padre e hijo, nunca existió con el Duque y su único hijo y heredero.
    ¾Muchas gracias, muchacho —William decidió mejor dejar el tema del Duque por la paz, no tanto porque fuera una fiesta, sino porque era obvio que tanto el joven como la Duquesa no eran muy unidos a Adam, pues no cumplieron más de seis meses de guardarle luto, bueno, si es que el nuevo Duque lo hubiera hecho, porque de Isabella, si pudo ser testigo porque él la visitó y supo que intentó guardarle respeto a su esposo con su luto de tiempo mínimo que se aceptaba.
    ¾Marqués Basset, por cierto – Tony al sentir la mirada observadora del anfitrión mejor lo trata de distraer —¿Sabe dónde se encuentra…?
    ¾Discúlpenme—Lo tuvo que interrumpir—, pero mi ama de llaves me llama. Me retiro —Dice al ver que la señora Lisa le llamaba discretamente del otro lado del salón. Mientras se iba, comentó—. Me da mucho gusto que se lleven tan bien mi hija Elizabeth y usted.
    Anthony confundido al no entender lo que había dicho el marqués, voltea a ver a Lis y ve que ella le guiñe el ojo y oculta la risa con su mano.

    El joven recuerda lo que dijo ella cuando se presentó < Me dicen Lis > pasaron esas palabras por su mente, <Nunca dijo que se llamaba Lis. ¡Claro! Lis puede ser el diminutivo de… Elizabeth. ¿Por qué no me lo dijo? > pensó Anthony frunciendo el ceño, esperando hablar hasta que el Marques desapareciera de su vista.



    ¾Yo soy James McGregor… Su Excelencia —Se presentó el caballero fríamente que había visto rondando a Elizabeth y había ignorado en su plática con el marqués. Anthony como no le quitaba los ojos de encima a su joven, informa de inmediato: — El “prometido” de Elizabeth, que muy pronto…


    El Duque al comprender esas estúpidas palabras que no podían ser posibles, deja con frustración de ver a su musa morena y voltea a ver a ese joven que tenía su misma estatura. Ambos hombres, que en su momento fueron unos respetables caballeros, se veían con hostilidad palpable y muy peligrosa.

    ¾James, todavía no soy tu prometida —Aclarar la situación con dulzura la principal afectada de semejante comienzo de espectáculo. Elizabeth sintió muchos pares de ojos travesándole el cuerpo.


    ¡Perfecto! Su primer baile para presentarla ante la sociedad de elite, también como anfitriona y con numeritos.

    ¾Pero… — Intentó protestar James.
    ¾¡Pero nada, querido! —Lo interrumpe con una bella sonrisa—. Podrás decir lo que quieras después, cuando estemos comprometidos, pero no antes – Señala levantando una ceja como indicando fin de la discusión, un “hablaremos luego” estaba claro en los ojos azul obscuro.


    James puso gesto serio. Giró a ver al Duque, hizo una reverencia rígida y furioso se marchó.

    ¾¿Son o no prometidos? —Pregunta Tony tratando de evitar echar su carcajada.
    ¾Si lo somos —Era orgullo lo que veía el Duque en esas palabras. Si lo era, y había más, lo peor: Amor—. Pero ante los demás no, ya pronto toda la sociedad de Londres lo sabrá – Lo dice con tanta felicidad que a Anthony le irritó–. No me gusta que sea así de posesivo —Suspira desanimada— y menos si usted, claro, así lo desea, seremos amigos.
    No duró mucho ese desanimo de Elizabeth por la conducta de su novio, pues al acordarse de lo ocurrido dice con una bella sonrisa pícara:
    ¾¿Le concedería a esta niña una pieza, Su Excelencia? —Enfatiza la palabra “niña” con burla.
    ¾¡Claro, “Lis”! —Anthony se la lleva a la pista de baila, llamando toda la atención de la gente que estaba a su paso.

    Y sintiendo en el alma esos sentimientos que vio en los ojos y palabras de Lady Elizabeth por aquel afortunado hombre, entendiendo todas esas emociones desconocidas que le hicieron temer, alegrarse, enojarse y estar aterrado por perder lo que su corazón reclamaba egoístamente como suyo, porque así lo sentía a tenerla entre sus brazos y tratar de seguir el compás de la música, que era más dirigido su cuerpo, por su corazón.

    El Duque sin sentimientos había muerto y un verdadero hombre había renacido. Anthony se había profundamente enamorado de una mujer que sabía amar con intensidad, pero al hombre equivocado. Pero había llegado a tiempo para corregir tan maldito error.
     
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  6.  
    peste

    peste Iniciado

    Leo
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    Hola, acabé de terminar tu historia.
    Primero, debo agradecerte por la invitación a verla. Segundo, respecto a la ortografía y la redacción no tengo derecho a decir absolutamente nada, ya que se nota a leguas que tu eres una experta en el tema, y en comparación yo… en fin, me vería ridícula porqué escribes muy bien.
    Respecto a la trama debo admitir que me intrigo, en especial las conversaciones, en relación a eso, creo que podrían recordar perfectamente un libro realmente escrito en la época (algo me dice que eres fan de Jane Austin), solo que algo más subidito de tono (como a mí me gusta…. No debí haber dicho eso)
    Me encantó el personaje de él esposo de Elizabeth, es un poquito arrogante, pero no sé, tiene algo que no lo deja convertirse completamente en un patán, algo que le recuerda a uno a alguien que uno conocería en la vida real, en especial en la escena en la que conoce a Elizabeth.
    Respecto a Elizabeth, debo admitir que has hecho una protagonista que en apariencia parece muy carismática, pero que a mí , por cuestión de gustos, no me tramó para nada. No me malentiendas, te quedó muy bien el personaje, pero como yo soy medio loca, a veces la agarro contra un personaje sin razón alguna , bueno… no molesto más porque esto salió muy largo, espero ver pronto el siguiente capítulo, adiós.
     

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