Romántico Pez De Amor Efímero

Tema en 'Relatos' iniciado por Kohome, 25 Junio 2017.

  1.  
    Kohome

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    Escritora
    Título:
    Pez De Amor Efímero
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1352
    Antes de leer: Sí, tengo cuenta de Wattpad —en la imagen se lee mi nombre—, y aunque aquí mi usuario sea distinto, sigue siendo mi historia.
    Sin más, espero que la disfruten.


    El pez de amor efímero.
    [​IMG]

    ~

    La tarde cayó oscura sobre la ciudad y sobre cada uno de sus habitantes. Los últimos rayos de luz naranja bordeaban con caricias sutiles las montañas en la distancia, con el sol aún asomado sobre ellas, queriendo prolongar su estadía un poco más cada segundo.


    Él tomó una bocanada larga de aire mientras veía su café humeante con ojos apagados, hinchados y bordeados por un par de ojeras profundas y purpúreas que narraban sus penurias en cada tono oscuro y claro que poseían, como un degradé de desesperanzas, agotamiento y rendición total.


    –Así que… –escuchó la voz de su acompañante, quien a la par, dedicándole una mirada cargada de incertidumbre y un deje de pesar, suspiraba. Pero vaya diferencia pudo notar en ambos sonidos. Uno más apagado que el otro. El primero, el de ella, irritado prácticamente. ¿O sería su imaginación?

    Sonrió amargo y retuvo una carcajada que se ahogó en su garganta, emitiendo un sonido ronco y rasgado mientras subía la mirada hacia el muro frente a él, más allá de la barra, el vendedor –seguramente un universitario triste y lleno de deudas, por su cuerpo menudo y sonrisa casi forzada–, el pequeño mesón lleno de cafeteras, y sobre él la estantería de mugs de diseño exclusivo que la tienda ofrecía, además de las impresiones láser que daban en el costado derecho, no muy lejos de donde estaba. El sonido de las hojas siendo impregnadas con tinta y luego expuestas a la intemperie, tibias, casi recién nacidas, le estaba empezando a adormecer–… se fue –fue la frase final, que se acompañó con la campanilla cliché de la puerta a sus espaldas, anunciando que estaba siendo abierta; luego uno que otro saludo entre más universitarios que se sentaron en las computadoras, intentando terminar alguna entrega final con esmero infinito, ilusión y bastante estrés sobre sus hombros.


    –Sí, se fue –dijo tomando finalmente un sorbo de la bebida caliente –más de lo que le gustaría–, que yacía quieta entre sus manos, dejando que ese humo tibio y semi blanco danzara libre hasta formar parte del aire con aroma a café que respiraba, mezclado con la tinta, el plástico y un olor a cítrico cuya proveniencia no conocía.


    –Es una pena –atinó a decir la mujer sentada a su costado, tomando también de la bebida en una de sus manos, mientras la otra tamborileaba sus uñas sobre la barra donde estaban sentados, que hacía las veces de recibidor y punto de venta en ese local pequeño y oculto.

    Ella tenía una cerveza en la mano. De las económicas aunque de sabor aceptable.


    –Supongo –de nuevo respondió, más cortante y sin ánimos de nada. Sin interés, en realidad, soltando un suave y casi inaudible bufido.


    Ella asintió, llevando su mano libre a su cabello, para acomodar un mechón rebelde con el que había luchado la hora que llevaban ahí sentados, solo platicando sobre su antigua relación que había resultado como uno de tantos desastres existentes en el mundo amoroso.


    No era el único, eso lo sabía; ni el último que sufriría de desamores, pero se permitiría lamentarse como si lo fuera. Como si nadie entendiera su padecer.


    –Bueno, ¿por qué no luchaste?


    ¿Luchar?, quiso decirle, con un deje de burla y un toque tenue de sarcasmo implícito. No tienes idea de lo que luché, lo que aguanté para mantenernos juntos. Pero al final solo creé una cadena que la retenía. Y no se puede retener a un pez libre.


    Pero si se ponía a explicarle, que para él ella era como un pez –pero no en un sentido tan literal, sino por la sutilidad de sus movimientos y la facilidad con que la había visto nadar en las vacaciones caribeñas que habían compartido– sonaría quizás demasiado cursi, y si algo sabía, era que todos en el interior llevaban un romántico fiel a sus principios de conquista, pero que jamás lo rebelarían a otro que no fuese su pareja.


    –Ni idea –y eso fue todo. No daría detalles sobre cada frase y promesa que, desde el principio, había sabido jamás se cumplirían.

    Desde que la había visto en la clase de danza artística que el estado estaba patrocinando, había caído en un profundo enamoramiento por sus curvas poco comunes, su forma de mover cada extremidad despacio y con el tiempo y fuerza exactos, haciéndolo ver como un movimiento impulsado solo por la brisa, y no por su cuerpo.


    Pero había notado que era una mujer de romance fugaz y huida pronta. No de estabilidad duradera.


    La otra suspiró rodando con disimulo los ojos, cosa que él, por tener la mente curiosamente vacía, desenfocada, pudo notar.

    No dijo nada, sabía lo desesperante que era.


    – ¿Entonces qué harás? –Le gruñó con tal cordialidad que le sonó ajeno. Sus ojos verdes brillaban demasiado con un tono de miel pequeño que destellaba solo cuando se enfadaba. Es decir, la conocía de tantos años ya, que sabía sus detalles y mañas.


    –Milena, calma –dijo con suavidad, extendiendo una de sus manos hacia la de la mujer, dándole un apretón sin mucha fuerza–. No es nada. No es la primera.


    –Ni la última, probablemente –bufó ella, bajando la cerveza, escuchando el sonido sordo de la botella golpeando la superficie de madera con olor a vejez, y viendo el agua deslizándose por la superficie, hasta marcar un pequeño círculo de humedad en la tabla–. ¿No te vas a tomar eso?


    Él soltó una risa suave, sin cansancio ni tristeza, sino calma. Ella siempre era así, reflejando su preocupación con enojo, moviendo la pierna con apuro y sin notarlo, teniendo la punta del pie apoyada sobre los soportes metálicos del taburete demasiado alto para su sensación de vértigo cuando soltaba la mesa.


    –Pareces mi madre.


    –Seguro ya está frío.


    –Igual no me gustó –el universitario le miró feo desde la otra esquina, torciendo el gesto mientras murmuraba maldiciones hacia el hombre que había tachado su café como algo feo. ¡Era su obra de arte!


    –Claro –ella suspiró, negando varias veces, para darle un golpe en el brazo mientras sentía los dedos gruesos y ruines de su compañero de apartamento colarse en su cabello para deshacer la perfecta coordinación de sus hebras castañas–. Déjame, el peinado me costó mucho.


    –Justo eso buscaba –se burló él, recibiendo otro empujón que le deformó el gesto en pánico puro al sentir el vacío al que, por poco, cae de espaldas gracias a la fuerza bruta de esa mujer que se vería todo, menos fuerte–. ¡Pero qué bestia!


    – ¡Tu madre! –rugió ella, sintiendo su orgullo femenino siendo herido al ser denominada como algo tan cruel y burdo. Ella se esforzaba un buen par de horas en ese maquillaje complejo, su peinado y su ropa, además de mejorar sus ademanes para ser más suave y sutil.


    Él solo pudo soltarse a reír, negando para acomodarse bien, escuchando el casi imperceptible crujido del suelo bajo el taburete; y tomar otro poco de café.

    Deformó su gesto ante el sabor que le resultó repulsivo, además de lo frío que estaba ya.

    Suspiró, recargando los codos en la mesa luego de mover con cuidado el mug con el logo del local y uno que otro rayoncito o abolladura. Marianita, la loca de la facultad, su mejor amiga y próxima a graduarse como él, siempre estaba para reprocharle por sus amores fallidos. Pero estaba seguro de que esta vez, ella había aceptado tomar un café cualquiera en un sitio cualquiera, llegando tan arreglada, no porque quisiera escucharlo lamentarse, sino porque quería que la motivara. Seguro se vería con alguien.


    Así que le permitió llevar la charla por donde quisiera, después de todo, su pez de movimientos elegantes jamás volvería, y ella siempre estaría ahí. Seguir llorando sobre leche derramada no le serviría de nada.

    ~
     
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    Elliot

    Elliot Usuario común

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    Escritor
    Me ha encantado la narración de este relato, en especial el principio describiendo el local donde se desarrollan los eventos, los ojos del protagonista y su café, me recordó al famoso frame del padre de Coraline [​IMG]
    Me gustó lo creativo de esta historia mostrando a dos personas que dejaron su relación y se llevan regular en lugar de que fuera sobre como se enamoraron. Hace que los personajes se sientan un poco más humanos.

    Un saludo!
     

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