Pesadilla [Nuckelavee]

La historia fue hecha para el Concurso de Mitología Celta. Intente hacer algo de terror y esto fue lo que salió.


Pesadilla


Ellos lo habían retado y aunque se muriera de miedo iría al cementerio. Estaba cansado de ser la burla de todo el pueblo. Nadie era capaz de comprenderlo, ni de entender que la familia de la que provenía no era loca sólo un poco supersticiosa. El tiempo de la Edad Media había pasado pero sus abuelos aún conservaban ciertas ideas erróneas sobre el mundo. Y aunque los quería ya no deseaba ser señalado con el dedo. Ansiaba algo de respeto y dignidad. Deseaba fervientemente que tan sólo un día su rostro no estuviera cubierto de estiércol.

Suspiró con fuerza y se seco el sudor de las manos en su pantalón. Atravesó el río. Con cada paso que daba el puente de madera crujía y el viento agitaba las ramas de los árboles haciéndolas producir un terrible sonido. Parecía que miles de uñas rasgaban la tierra en busca de la salvación.

¡Dios! Ahora pienso igual que el abuelo.

Sacudió su cabeza y siguió su camino. La luz de la luna le confería un aspecto espectral al bosque y una vez más la imagen de huesudas manos ocupó su mente. Las ramas de los árboles nunca le parecieron tan tenebrosas como en ese momento. Quiso correr cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo pero se contuvo en ese mismo instante. Huir por jugarretas de su mente era ridículo.

Siguió andando y pudo ver un punto de luz. Estuvo a punto de darse la vuelta y regresar a la seguridad de su hogar pero el eco de las risas y del dolor lo impulso a seguir. Tarde el chico aprendería que seguir los pasos de un ego herido era un terrible error. Así que ignorante de su destino, camino dispuesto a concluir su misión. Tom y su banda lo habían retado a pasar toda la noche en el cementerio y caminar junto al tenebroso velador.

El cuidador que está más loco que mi familia.

El hombre que estaba a cargo del cuidado del camposanto era mucho más supersticioso que sus abuelos. Él aún creía que los mitos que circulaban por los alrededores eran verdad y aseguraba que el final pronto iba a llegar. Sus desvaríos comenzaron el día en el que el último de los Farlie murió pues según la creencia popular ellos eran los encargados de contener al Nuckelavee a través de sus sacrificios. Se suponía que esa familia era la guardiana del pueblo. Pero a través del tiempo los aldeanos dejaron de creer en ellos. Todo había pasado a convertirse en viejos cuentos que servían para asustar a niños traviesos.

Y aquí estoy yo, desafiando al instinto común y coqueteando descaradamente con la muerte.

Cuando alcanzó ese punto de luz se encontró con una fogata y con el hombre que buscaba. Adrede llegó tarde ya que sabía que el recorrido por el panteón se hacía al morir el sol. Después el velador se sentaba a esperar el renacer de la luz. Su empleo podría ser considerado aburrido pero en un pueblo como aquel ese oficio era una maldición. Nadie quería abrirle las puertas a los malos espíritus ni pasear entre los muertos. Mucho menos ahora que las noticias de cada mañana era la de la muerte de tontos que retaban a la noche y a sus oscuros secretos. El hombre lo miró pero no le pidió que se fuera. Tal vez él también estaba cansado de estar solo.

Vaya equipo, los dos repudiados del pueblo.

Sin dirigirse la palabra ambos tomaron asiento y miraron con tristeza el firmamento. Se frotó las manos y una ilusa sonrisa se formó en sus labios. Ya se imaginaba triunfante y merecedor de respeto. Ansiaba que amaneciera y que la banda de bravucones viera que él era un hombre sin miedo, que cumplió el reto. La apuesta fue simple, él pasaba la noche en el cementerio y si lo cumplía nadie lo molestaría además sería considerado un héroe en el pueblo pues si él desafiaba a la muerte demostraría que los otros tontos que escaparon de su casa había muerto por un descuido y no por un espíritu que clamaba la sangre de un sacrificio.

Cuando amanezca…

No alcanzó a terminar su pensamiento. Un helado viento los azotó y hasta ellos llevo el sonido del relincho de un caballo. Quiso reírse del miedo que atenazo sus entrañas al pensar que se trataba del equino de algún extraño que visitaba a deshoras el pueblo pero al ver la aterrada mirada del hombre que estaba a su lado supo que eso sería un error. Había algo en sus ojos castaños que le decía que no se trataba de un simple ladrón. Estuvo a punto de gritar pero el hombre adivinó su intención pues de dos pasos a su lado llegó y colocando una callosa mano sobre su tierna boca lo enmudeció.

–Escúchame con atención, el Nuckelavee hará su aparición y no se irá hasta que obtenga su cuota de vida así que si quieres sobrevivir necesito que te calles y me sigas. –Tal era su seriedad y el miedo que impregnaba su voz que fue incapaz de discutir y sólo se limitó a asentir.

–Iremos al río. Ahí estaremos a salvo. La criatura es incapaz de cruzar.

Eso lo tranquilizo un poco e hizo que apresurara el paso.

Dios. No quiero morir…

Pero la suerte ya estaba echada. Su ego lo llevo a la perdición. Anduvieron y cuando el puente estuvo a su vista el hombre que iba a su lado murió. Todo ocurrió en cámara lenta. Vio como se detuvo y luego como brotaba sangre de su boca. El grito de terror murió en sus labios pues el cuerpo cayó y le dio paso a una espantosa visión. Frente a él se encontraba lo que parecía ser un hombre montado a caballo pero… Ambos eran un solo ser y ninguno poseía piel. La masa de carne poseía un ojo que reflejaba las llamas del infierno y llevaban de terror su infante corazón. Dio un paso hacia atrás y cayó. El ser demoniaco se acercó y el instinto de supervivencia se apoderó de su cuerpo.

¡El río, necesito llegar al río!

Corrió y esta vez el gritó que escapó de sus labios fue un sonido espectral. Era como el lamento de un muerto. Mientras intentaba alejarse sentía la respiración de la infernal criatura sobre su cuello y las lágrimas comenzaron a caer dejando a su paso un sendero de desesperación. Él sabía que moriría y aún así no dejaba de luchar. Aún tenía esperanza.

Ya estaba cerca del puente. Estaba a punto de cruzarlo cuando eso lo alcanzó. Sintió como tiraron de su pie y segundos después se encontró tendido en el suelo. Algo lo estaba arrastrando, una mano huesuda lo tenía aprisionado.

–Ayuda… ¡Ayuda!

Intentó clavar los dedos en la tierra, asirse de algo que lo liberase pero era inútil. Las ramas al estrellarse sobre el techo del puente de madera proferían un sonido como el de los dedos al intentar salvarse….

–Ayuda… ¡Ayuda!

El grito murió al igual que él que lo profirió. El Nuckelavee cubrió la cuota del sacrificio que necesitaba y sacio su sed de sangre. El pueblo podía descansar, los dos repudiados del lugar les regalaron un día más…