Harry Potter Perfecto...

—¿Y sólo lo lanzo? —Lily iba a responder de inmediato pero la mirada inusualmente brillosa de Sirius la detuvo un instante.

¿Cómo habían llegado a eso? Pues todo comenzó al final de curso de sexto año: un juego estúpido y una apuesta que, claro, perdió estrepitosamente. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué circunstancias? Bueno, ellos eran los Merodeadores y ella una pobre alma inocente y orgullosa que creyó algo que jamás pasaría. Aunque debía admitir que también tenía que ver con algunos extraños sentimientos recientemente encontrados que provocó los eventos que desafortunadamente, estaba viviendo en ese momento.

Lo cierto es que allí tenía al cuarteto más desastroso de Hogwarts, pasando las vacaciones de verano en su humilde hogar. Viviendo una pequeña pizca de una «vida muggle» junto a sus padres y su disgustada hermana Petunia.

—Sí —murmuró con cautela —, ¿algo está mal contigo, Black?

—¿Por qué lo dices? —Al joven mago prácticamente se le caían las babas de la emoción. No estaba lejos de parecerse a un cachorro ansioso porque le tirasen una ramita para ir a buscarla.

Lily se encogió de hombros, si estaba todo en orden para él -aunque aún encontrase aterrador ese semblante- lo estaba también para ella. Así que acomodó su brazo para un tiro perfecto y retrocedió para darle el espacio suficiente y no salir dañada en el proceso.

—¡Ya suéltalo, pulgoso! —Sirius frunció el ceño al escuchar a James.

—¿¡Cómo me dijiste, cuernitos!?

Remus sonrió con algo de gracia. Estaba sentado en las escaleras del porche de la casa de Lily mientras estaba pendiente de su lectura que abandonó inmediatamente. Él no era bueno en los deportes, pero siempre le gustaba estar presente para ver a ese par pelear como niñatos.

Se dispuso a observar su alrededor con añoranza, incluso a Peter que estaba a su lado engullendo inusualmente silencioso unos pastelillos que la señora Evans había preparado para la ocasión sin enterarse de nada bajo el hermoso sol veraniego. Como era de esperarse, no había rastros de Petunia por ninguna parte en ese escenario y no estaba seguro si era bueno, lamentable o triste. Sin embargo, a pesar de ello, todo pintaba ser perfecto, desde el césped, el calor, la brisa, el cielo hasta sus amigos reunidos como cualquier otro grupo de muggles sin otra preocupación que pasar un buen rato como amigos.

Como una familia.

Perfecto, sí, era exactamente la palabra que definía toda esa locura. Esa locura sana y verdaderamente mágica que no estaba seguro si se volvería a repetir. Por mientras no encontraba nada de malo disfrutar de ello.

El futuro y sus destinos podían esperar...

—¡Petunia, cuidado! —Remus giró hacia la izquierda justo cuando el frizbi de Canuto golpeaba el rostro de la recién llegada.

—¡Ah!

—Esto es divertido, quiero volver a intentarlo. —Sirius miró a Lily con ojitos de cachorrito mientras que la pelirroja deseaba matarlo. Era obvio que más tarde recibiría un gran sermón por parte de su hermana gracias a él y no sería lindo.

—¡Tengo un chichón, tengo un chichón en mi hermoso rostro, fenómeno!

—Yo creo que Canuto le hizo un favor. —Dijo Cornamenta por lo bajo, lo que provocó que Lily lo pellizcara en el brazo. —¡Ay!

Perfecto, volvió a pensar Remus ahogando una risa.