Percepción

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Miss Bratty, 26 Febrero 2012.

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    Miss Bratty

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    Escritora
    Título:
    Percepción
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    730
    Disclaimer: Isabella East y Evans Slater son personajes creados por mí, al igual que la historia presentada.
    Sinopsis: Él le derramó café sobre ella por accidente. La joven -como toda una dama- lo pateo literalmente en las bolas.
    Percepción
    Capítulo I: Bolas

    El hombre vestido con aquel carísimo traje y sentado detrás de su fino escritorio miró desconcertado a la mujer frente a él. No había pasado ni media hora desde que había llegado a su oficina cuando la joven entró, con cierto aire de enojo.

    — ¿En qué puedo servirle?—habló con voz fuerte y autoritaria, digna de un gran empresario como lo era él. Porque no era tarea fácil llevar en alto el nombre de Evans Slater.

    La fémina se limito a obsérvalo con cierto desprecio; en su mano derecha sujetaba un pedazo de periódico arrugado y en la otra un vaso de café.
    Por la facha en que se presentaba la mujer, Evans pensó en la posibilidad de que buscara ocupar un puesto en la compañía.

    —Si lo que necesita es empleo, en el quinto piso esta el departamento de recursos humanos—paró de hablar un momento el hombre, aclarando su garganta— Aunque por el momento no estemos empleando, seguro se puede hacer algo.

    Evans la contempló con desconcierto, sin moverse o siquiera decir un monosílabo. Sus ojos se centraron en la figura de la mujer, su larga cabellera rubia y aquellos ojos azul celeste no le sonaban de ningún lado.

    — ¿Sería tan amable de presentarse?— pidió Slater con cierto tono de cortesía, cada vez más abrumado por la presencia de la rubia.

    — Isabella— respondió con seriedad— Isabella East— dio un pequeño suspiro y dejo sobre el escritorio el pedazo de periódico— He venido a devolverle esto.

    El joven empresario se descoloco ante tal frase, se puso de pie y rodeo el enorme mueble de madera hasta quedar frente a frente con Isabella. Pero antes de siquiera hablar, East levanto su pie y lo estrelló directo en las bolas de Evans; el hombre como respuesta llevó sus manos al área afectada.
    La joven observó desde lo alto al hombre y una satírica sonrisa se dibujo en su boca; dio media vuelta y comenzó a caminar hasta la puerta de la oficina, se detuvo.

    —En verdad deseaba devolverle también su café, pero me fue verdaderamente imposible—explicó la rubia, volteando el vaso que aún sujetaba en su otra mano.

    Evans continuó tirado en el piso hasta el momento en que Isabella salió de la oficina, fue en ese momento que un rayo de conciencia lo iluminó; aquella mañana el estúpido reloj en su muñeca no dejaba de mostrarle lo tarde que era y en medio de esa confusión, chocó contra alguien y derramó su bebida caliente. Esa era la explicación más viable para la enorme mancha en la playera de la joven y el hecho de que lo hubiese seguido hasta la empresa, East había tomado venganza.

    El dolor que sentía en la entrepierna le obligo permanecer tirado en el piso.

    ¡Hola!, esta es la primera historia original que escribo y la idea se me ocurrió mientras veía South Park (en realidad solo la parte donde Isabella lo golpea). Pensaran que soy una obscena.

    Espero les haya gustado y les agradezco el tiempo que se tomaron en leerlo.
    Atte. Taiga-sama
     
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    Percepción
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    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2312
    Disclaimer: Isabella East y Evans Slater son personajes creados por mí, al igual que la historia presentada.
    Sinopsis: Él le derramó café sobre ella por accidente. La joven -como toda una dama- lo pateo literalmente en las bolas.
    Percepción
    Capítulo II: Venganza
    Con mucha dificultad se abrió paso entre la multitud de gente, para ser apenas las siete de la mañana aquella avenida estaba abarrotada de personas.

    Su frente completamente húmeda por el sudor y el hastió que había sentido no podía compararlos con nada en el mundo; sabía perfectamente que llegaría tarde a su empleo. No era como si la población del mundo dependiera de ella y su `gran´ trabajo en aquella librería, pero por lo menos había quince personas –incluido su jefe- que la necesitaban para encontrar un libro o revista.

    —Solo un poco más Isabella— se dijo así misma de forma conciliadora, tratando de darse animó.

    Ese día no había sido precisamente el mejor de su vida, el autobús que solía tomar se retraso más de media hora y por si eso fuera poco justo una cuadra antes de llegar a su destino, aquel viejo cacharro sencillamente dejó de andar.

    Con su mano sujeto la larga cabellera dorada que poseía, era en esos momentos en los que la idea de cortarla era verdaderamente tentadora. Desde que había bajado del transporte los colores negro y azul marino inundaron el panorama.

    Aquella zona era conocida por los grandes y millonarios emporios que se podían encontrar, no era extraña la ausencia de colores. La única razón para que una pequeña librería continuara funcionando en ese lugar era aún un misterio sin resolver.

    El aliento volvió a sus pulmones al notar el letrero del establecimiento donde trabaja, su segundo aire llegó y el paso aceleró.

    Su carrera se vio truncada al ser arrollada por una enorme masa de músculos, el repentino ardor que sintió en el pecho le advirtió de la reciente bebida caliente derramada en su playera blanca.

    — ¡Maldición!— pronunció con enojo la rubia, mientras separa la tela de su prenda recién ensuciada.
    Sus ojos buscaron entre el mar de gente al culpable del reciente incidente, aquellos iris de color azul divisaron al causante de toda la situación.

    El hombre de cabello negro y ojos verdes, nunca había hablado con él; sin embargo era un asiduo cliente de la librería. No era como si ella fuera una psíquica o algo parecido, pero ese era el mismo sujeto que al abrir la puerta del local, golpeó a la joven en sus posaderas y la tiró al piso; no pudo evitar recordar más situaciones que ella misma en determinado momento había decidido catalogar como 'accidentes', aun recordaba la vez que le pisó el pie; e incluso la ocasión en la que mientras estaba agachada ordenando la nueva mercancía, él puso su maletín en la espalda de la mujer.

    Evans Slater era el nombre de su adversario, o por lo menos eso le había escuchado decir a su jefe.

    Aquel hombre era catalogado como todo un prodigio en cuanto a negocios se trataba, de presencia imponente y un porte envidiable. Pero eso no quería decir que quedaría exento de mirar a quien dañaba en su camino, sobre todo si ese alguien resultaba ser ella.

    Porque él podía ser el mismísimo rey de los negocios, pero ella le enseñaría de buena o mala forma lo que el respeto significaba. Podía jurar por su cabeza que si necesitaba patearle el trasero, no tendría reparo alguno.

    La rubia se levantó del piso y observó el vaso de café tirado junto con una sección del periódico. Ese desagradable sujeto no solo era descortés, sino también un maldito destructor del ambiente.

    Dio vuelta y siguió el posible camino que Evans pudo haber tomado, lo único que necesitaba era la lógica; si tenía la fama de joven empresario y además de dirigir uno de los emporios multimillonarios, solo tenía que caminar hasta toparse con el edificio más grande de la zona.

    Isabella apretó el vaso que llevaba en mano, pues sin importar cuánto avanzara nada cambiaba.

    —Evans Slater— habló de manera sería, provocando que las miradas se centraran en ella.

    — ¡Él es guapísimo!— escuchó una especie de chillido a su lado, su vista se torno a la jovencita que había soltado semejante comentario. Un vestido y zapatos de marca, maquillaje exagerado y un peinado estrambótico, todo un espécimen de aquel lugar.

    — ¿Sabes donde lo puedo encontrar?— cuestionó Isabella, no había nadie mejor a quien preguntarle.

    — Scrapper Société— respondió la joven mujer— Pero no importa cuánto intentes colarte, la seguridad del lugar es impenetrable— explicó con entusiasmo— Si lo sabré yo.

    La rubia agradeció la ayuda y continuó su recorrido. Caminó de calle en calle, leyendo cientos de letreros en su camino, dándose cuenta que no conocía ni la mitad de aquellas marcas.

    Su respiración era entrecortada, estaba sedienta y jamás se le había pasado por la cabeza que el lugar fuera tan extenso. Los pies le dolían, antes de rendirse y volver, aquellas enormes letras en dorado captaron su atención.

    — ¡Al fin!—celebró Isabella.

    Las puertas de cristal y los enormes ventanales que se podían apreciar desde el exterior, daban una imagen pulcra y refinada. Permaneció de pie, admirando la imponente estructura frente a ella.

    Sus orbes azules buscaron una entrada diferente, porque no se necesitaba ser un genio para saber que entrar por la puerta principal no era una opción. El letrero de salida de emergencia representó una oportunidad para la joven, se acerco lentamente al hombre que sostenía entre sus dedos un cigarrillo y estaba vestido con un overol gris- seguramente el conserje -.

    —Disculpe, — habló suavemente la rubia, llamando la atención de su interlocutor— requiero de su ayuda.

    El sujeto la miró de forma extraña, después de todo el que un desconocido se acercara a pedir un favor no era algo de todos los días.

    —Necesitó entrar— sentenció Isabella con seguridad en sí misma.

    El conserje retiró el cigarrillo de su boca, tirándolo al piso y aplastándolo con el pie; estiró su mano en dirección a la joven. Isabella se quedó sin aliento, no lograba entender por completo aquel gesto; o por lo menos fue así, hasta que el hombre junto su pulgar y el dedo índice. El sujeto sencillamente le pedía un soborno.

    La joven metió su mano en el bolsillo del pantalón, saco unos cuantos billetes y los colocó en la mano del conserje. El hombre miró los papelitos, sin decir una sola palabra, provocando en la rubia tensión.

    — ¡Tenemos un trato!— habló repentinamente el sujeto— Esta empresa lleva cuatro años sin aumentarme el sueldo— comentó, sacando la llave y abriendo la puerta.

    Isabella entró rápidamente al edificio y comenzó a subir las escaleras. Los primeros minutos, para distraerse, contó uno a uno los escalones; pero llegando al número cuatrocientos, respirar ya era difícil. ¡¿Qué demonios tenían en mente al construir edificios tan altos? .

    — ¡Decimo piso!— exclamó con cansancio, al ver como la puerta del último piso estaba frente a ella. Nunca había puesto un pie en ese lugar, pero era por puro razonamiento que la oficina del cabecilla de tal emporio se encontraba en lo más alto.

    Empujó la puerta y sacó su cabeza un poco, para asegurarse que no hubiese alguien que la detuviese. El pasillo era largo y con una fina alfombra roja, no había nada más que un elevador y una enorme puerta; era tan inmensa que resultaba intimidante.

    Giró el picaporte y entró sin previo aviso a la oficina.

    De manera silenciosamente caminó hasta quedar frente a Evans.

    El empresario levantó su vista y se encontró con una Isabella más que furiosa, él dejo los papeles que leía y puso toda su atención en la joven.

    — ¿En qué puedo servirle?—atinó a decir Slater, con seriedad, como ya era su costumbre.

    La rubia le miró con altivez, la imagen tan pulcra de Evans solo le sirvió para recordar la enorme mancha en su ropa. La joven apretó ambas manos, arrugando más el pedazo de periódico y aplastando un poco el vaso.

    —Si lo que necesita es empleo, la oficina está en el quinto piso— aquellas palabras tan arrogantes provocaron aún más furia en la mujer.

    Isabella se perdió por un momento en sus ideas, ¿cómo se supone que debería comenzar?, en ese momento las palabras que en algún momento le dijo su profesora de francés volvieron a su cabeza, 'l'hommebêtementà puce' **.

    — ¿Sería tan amable de presentarse?— el hombre pidió.

    El ceño de la joven se frunció, no era como si exigiera que un tipo tan "importante" recordara el nombre de una simple empleada promedio; pero si por lo menos recordar la cara de la persona a la que todos los días tiraba al piso, pisaba o utilizaba como una mesa.

    —Isabella— respondió la rubia con severidad— Isabella East.

    La rubia se estiró y dejó sobre el fino escritorio la sección de periódico. Se sorprendió al notar como Evans se ponía de pie y caminaba para quizás encararla.

    La presión aumentó y los nervios le traicionaron, provocando que hiciera lo impensable; su pie se acercó a toda velocidad a la entrepierna de Slater, dando un fuerte golpe en aquellas zonas tan blandas y privadas.

    East permaneció un momento sin moverse, viendo al hombre tirado a sus pies. La reacción por parte de Evans había sido de lo más común, se sujetó las bolas y lentamente cayó al piso.

    El hombre la observó aún tirado, ella solo se dio media vuelta y caminó hasta la puerta de la oficina, pero antes de salir dio un último vistazo a su contrincante caído.

    —En verdad deseaba devolverle también su café, pero me fue verdaderamente imposible— volteó el vaso para mostrar la falta de contenido y lo dejó caer, aunque ciertamente sonaba segura de sí misma, Isabella no podía dejar de reprimirse mentalmente por haber hecho un acto tan barbárico.

    Corrió hasta llegar a las escaleras de emergencia y bajó por ellas lo más rápido que sus pies le permitían, estaba segura que Evans llamaría a seguridad para apresarla y mandarla directamente a la cárcel, por daños físicos y morales.

    Sus pies aceleraron al ver la salida tan cerca, se dio un tropezón y rodó hasta atravesar la puerta que la llevaba directo a su libertad; se puso de pie y continuó su huída hasta llegar a la calle principal y perderse entre el mar de gente.

    ¡Dios bendiga la sobrepoblación!

    **: "Un hombre estúpidamente inteligente"
     
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    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Hola, veo que tienes una buena narración (envidiable), ya que describes muy bien todo, tanto sentimientos, como escenarios, y vestimenta. Pero noté uno que otro error de ortografía. No es grave realmente, me refiero a que, también tengo.

    Bueno, hasta ahora la historia tiene una trama poco predecible. Ya que te has centrado básicamente en el mismo acontesimiento desde la prespectiva de ambos personajes; los cuales dejas ver como los principales. Lo cual no es malo pues dejas en claro las razónes de Isabella, y la confución, torpeza y descuido del tipo.

    Avísame cuando esté la conti.

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