Pecado

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Circe, 21 Marzo 2012.

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    Circe

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    Título:
    Pecado
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1923
    Pecado: Lujuria


    Sabía que no debería haber venido a este lugar; a penas entré al salón me di cuenta que no encajo aquí. Mi madre, mis hermanos, mis amigos e incluso todos mis conocidos me advirtieron acerca de las licenciosas fiestas reales, donde desborda la locura, la lujuria y los vicios. Además, el hecho de que todos estemos enmascarados solo lo potencia, la mayoría mantiene su identidad oculta y aprovecha para gozar de los excesos. En cada rincón oscuro se ven parejas contra las paredes, presionándose una contra la otra y disfrutando del frenesí y éxtasis que les causa el alcohol, la música, las drogas y el placer sexual.

    Me siento fuera de lugar, incómoda y extraña; no es que sea una santa o una puritana pero tampoco soy descarada, solo soy normal e intento cuidarme. Incluso sobresalgo, por mantenerme apartada del baile y los espectáculos y por mi vestimenta, la mayoría de las mujeres usan unos abombados y elegantes vestidos estilo princesa de diversos colores y telas mientras que yo solo tengo un sencillo vestido largo elegante, con algo de escote y la espalda al aire. Es un vestido precioso, solo que no concuerda con la esencia de la fiesta, de alguna forma es demasiado formal. Al menos mi máscara es perfecta, solo deja al descubierto mis ojos verdes y es de color rojo y negro, con unas pocas plumas como decoración y un poco de purpurina para que brille aún más. Sin embargo, a pesar de estar relativamente bien, nadie se me acerca a conversar o a bailar, lo que me hace sentir más aparte de lo que debería estar. Soy nueva en este tipo de eventos pero nadie parece tener consideración por ello, nadie se acerca a explicarme que hacer ni por qué me invitaron, ellos se limitan a quedarse en su pequeña burbuja e ignorar al resto.

    Sigo parada contra una pared y pasa por mi cabeza una pregunta: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué puede querer el rey de mí? Prácticamente no tiene sentido, no soy de la clase alta y tampoco soy rica, inteligente o hermosa, solo soy una persona común y corriente. Y sin embargo a me invitaron a asistir a esta importante reunión, no lo entiendo pero me halaga. Sé que no debería hacerlo por que uno tiene que ser humilde y todo eso pero no puedo evitarlo, es un honor. Aunque en realidad quizás solo hubo una equivocación con las invitaciones, nadie parece interesado en mí por lo que probablemente yo no soy la invitada. Tal vez querían invitar a mi vecina, la hermosa, elegante y adinerada Paulina y se confundieron. Claro que solo nuestros nombres (me llamo Paula) y nuestras direcciones son parecidas porque ella es alta, rubia y esbelta mientras que yo soy menuda, pequeña y de pelo oscuro; lo único lindo que tengo son mis ojos verdes.

    Buenas noches –me sorprende una figura envuelta en un elegante traje negro con una máscara negra y dorada.

    Me quedo un silencio un momento, observándolo. Es un hombre joven muy atractivo, tiene unos brillantes ojos oscuros, totalmente indescifrables y misteriosos, su piel es clara y limpia, su cabello es negro y corto, no tiene barba, es alto y tiene hombros anchos. A la distancia se puede ver que es muy apuesto, elegante y educado; además parece simpático (se ganó mi aprecio y buena voluntad al ser tan amable como para venir a hablarme) y adinerado. Definitivamente me gusta.

    Hola –lo saludo, nerviosa.
    Un gusto, soy Marek –me sonríe y deslumbra con una brillante sonrisa.
    Paula –le estrecho la mano y le devuelvo la sonrisa, muy contenta.
    Estás relacionada con el rey, ¿no es verdad?
    No –frunzo el ceño, sin entender–. ¿Por qué? ¿Qué quieres decir?
    ¿Cómo que no? Como mínimo tienes que ser una princesa –me sonrojo y bajo la mirada, sorprendida. No digo nada porque siento como su penetrante mirada me examina–. ¿Comprometida con el príncipe? –niego con la cabeza, ni siquiera en mis sueños ocurre algo así–. ¿Amante?
    ¡Por supuesto que no! –replico algo escandalizada. No es que sea lo peor del mundo, solo es algo que no haría. Además no creo tener la oportunidad, supongo que estaría bueno ser la favorita del príncipe o del rey… pero no, yo no soy así.
    ¿Por qué no? –pregunta con una sonrisa. Antes de que pueda procesar una respuesta, el continua–. Debes de ser de la nobleza al menos.

    Niego con la cabeza, avergonzada por mis humildes orígenes. Normalmente no lo estaría, estoy orgullosa de todo lo que lograron mis padres pero frente a Marek, un hombre tan apuesto, sofisticado y encantador me siento un poco mal. Sin embargo, no voy a mentir, eso sería peor aún.

    ¿Eres una burguesa millonaria que intenta conseguir un titulo de nobleza?
    No –digo algo enojada aunque comprendiendo que todo debe sonar extraño para él.
    ¿Una extranjera?
    Tampoco.
    ¿Entonces que eres? –pregunta con una sonrisa de lado, acercándose hacia mí.
    Una mujer común y corriente –replico rápidamente, intentando que no me intimide.
    El rey no invitaría a alguien común y corriente a su baile –me encojo de hombros, otra respuesta no tengo para ofrecerle.
    ¿Y tú que eres? –me mira sorprendido y yo sonrío–. ¿Rey, príncipe, amante, noble, caballero?
    Ninguno de ellos, sigue preguntando.
    ¿Extranjero, quizás? –es lo único que se me ocurre.
    Sí, en cierta forma –responde mientras asiente con la cabeza.
    ¿En cierta forma?
    No importa –dice luego de una sonrisa que acalla cualquier protesta posible–. Ven, vamos a tomar algo.

    Sujeta mi mano y me guía, a través de los bailarines y de la orquesta, hacia donde sirven todo tipo de bebidas y comidas, al lado de donde se encuentra la amplia mesa donde nos sentaremos. Marek me pide un jugo y para él una bebida alcohólica de extraño nombre.

    Luego nos dirigimos a un sofá que está en una esquina bastante tranquila, alejada de la orquesta, los bailarines y espectáculos. Comenzamos a charlar, él es un hombre muy interesante con el que es fácil hablar. Primero sobre trivialidades, cosas como el clima, la ropa, la fiesta, ese tipo de temas; luego pasamos a un serio debate acerca de la autoridad del rey (el a favor de que mantuviese su poder, yo en contra ya que es demasiado anciano y despilfarra el dinero en sus placeres privados, manipulando a la gente y causando desastres) y a otro más interesante acerca de la religión. Yo soy atea, no creo en nada que no sea comprobado científicamente; él es creyente al parecer, ya que defiende a muerte la existencia de Dios, el Diablo, los ángeles y los demonios. A pesar de que me presenta algunos argumentos bastante convincentes –como la existencia de milagros imposibles y otros eventos inexplicables– pero sigo sin creerle. Parece algo molesto y desesperado por que no cedo, es solo que no me gusta dejar mis creencias, menos solo por un discurso bien hecho, sin pruebas ni evidencias.

    ¿Sabes qué? –me pregunta, intentando obtener mi atención , cosa que logra luego de darme una sonrisa–. Puedo demostrártelo.
    ¿Demostrarme qué? –digo algo distraída jugueteando con mi vaso y el ponche que contiene dentro, uno que comienza a marearme ligeramente.
    La existencia de la religión.
    ¿Ah sí? –lo miro, escéptica–. ¿Cómo?
    Ven conmigo –se levanta y me tiende la mano. Arrugo el ceño, no muy convencida–. Te lo mostraré afuera.

    Me quedo callada sin hacer ningún movimiento. Lo miro detenidamente, pensando en si debo aceptar o no su oferta. No lo conozco, podría ser peligroso pero se muestra tan amable… ¿tendría que dejarme llevar e ir con él? No. Debo ser prudente, no puedo salir a escondidas con un desconocido, podría lastimarme.

    Vamos. No te haré nada que no quieras, lo prometo –se agacha y quedamos a la misma altura–. Puedes confiar en mí.

    Antes de volver a cambiar de opinión, acepto y me retiro con él. Es demasiado convincente, casi como si hubiera leído mi mente. Y esos ojos… son hechizantes, al igual que su voz. Todo en Marek irradia seducción, encanto y atractivo; además, es demasiado simpático, inteligente, elegante y amable como para representar un peligro para mí, probablemente solo esté un poco paranoica, él no me dio motivos para tenerle miedo, todo lo contrario. Es solo un instinto inútil de protección que siempre tuve… evidentemente solo se equivoca.

    En silencio, Marek me guía hacia el enorme patio trasero del palacio, el cual limita con un bosque. Cuando llegamos al límite me mira, aprieta mi mano y me sonríe antes de seguir avanzando, entrando cada vez más y más en una absoluta oscuridad. En cualquier otro momento tanta negrura y tantos ruidos extraños me asustarían pero estando con él no lo hago. No es que me sienta segura tampoco, es solo que no puedo pensar en nada más que en la fascinación que produce en mí.

    Por precaución, y también aprovechando la ocasión, me acerco más a Marek, tanto que nuestros brazos se chocan. Cada vez que lo hacen es como si una pequeña descarga eléctrica me recorriera el cuerpo, cada vez que siento su tacto contra mí me estremezco. Es raro, nunca antes me sentí así con alguien, es como si él no fuera humano, fuera algo más poderoso y atrayente.

    Asustada y enojada por la reacción que provoca en mí, decido seguirlo desde atrás. Por eso mismo cuando frena de golpe me choco con su espalda y casi me caigo al suelo, lo que abría sucedido si Marek no fuese más rápido y lograse sostenerme. Cuando lo hace y quedamos a centímetros de distancia siento como mi corazón palpita bajo mi pecho a una velocidad anormal y siento como mis mejillas arden. Él, en cambio, sonríe y se ve despreocupado y tranquilo, algo que envidio ya que me siento un manojo de nervios. Deseo que me bese pero no doy el primer paso, él tampoco lo hace aunque no se aleja de mí, solo se queda observándome atentamente con esa impresionante sonrisa que me deja algo atontada.

    N/A: Este escrito en realidad es un one-shot pero era muy largo, por eso decidí cortarlo :') Espero que les guste y me dejen comentarios C:
     
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    Con cada segundo que pasa me voy tranquilizando, tanto que mi corazón se normaliza (medianamente), al igual que mis mejillas. Mis ganas por ese beso se apaciguan por un momento y logro dar el primer paso para separarnos. Marek me suelta lo que causa cierta distancia entre nosotros, sin embargo, el contacto visual nunca cesó.

    – ¿Por qué paraste? –rompo el silencio.
    – Este lugar es perfecto.

    Lo observo y no puedo negarlo, es un lugar precioso: la luz de la luna llena (la cual está de un extraño color rojo) ilumina creando un ambiente mágico, es pequeño lago cristalino es bellísimo, se ven las estrellas en la oscuridad del cielo y todo parece tener un aura sobrenatural, igual que Marek.

    – Lo es –coincido luego de examinar el lugar–. Pero ¿qué tiene que ver eso con demostrarme que existe Dios, el Diablo y todo eso? –sonrío, coqueta cuando otra idea pasa por mi mente– ¿O acaso solo era una excusa para sacarme de allí?
    – Me descubriste –sonríe y da un paso hacia mí que me deja congelada.
    – ¿Cómo conocías este lugar? –pregunto antes de que mi cerebro deje de funcionar completamente– ¿No eras extranjero?

    Deja de avanzar hacia mí y lo veo fruncir el ceño, quizás algo molesto.

    – ¿Importa? –replica mientras me sonríe pero esta vez no me dejo engañar.
    – Si.

    Se queda quieto y está visiblemente enojado. No dice nada pero vuelve a acercarse a mí pero esta vez de una forma ligeramente amenazante aunque igual de atrayente que antes, no sé si más al verse peligroso y prohibido.

    – Vine desde muy lejos pero ya conozco el lugar a pesar de que no soy de aquí –quedamos frente a frente y habla tranquilamente, respondiendo a mis preguntas–. Llegué por ti.
    – ¿Por mí? ¿Por qué harías eso? ¿De donde me conoces?
    – Eso no es necesario explicarlo –responde luego de una sonrisa–. Luego lo averiguarás.
    – No entiendo nada –digo mientras meneo la cabeza, confundida.
    – No hay nada que comprender.

    Alarga su mano y acaricia mi mejilla, provocándome pequeños temblores y una subida de temperatura al sentir su contacto. Lo miro a los ojos, nerviosa pero a la vez anhelando más de él, rogándoselo. Su otra mano se posa en mi cintura sujetándome fuertemente, de una forma casi brusca y bruta. Sin embargo no me molesta, al contrario, me encanta. Mi mirada llega a sus labios y el irrefrenable deseo de besarlos se apodera de mí, no me controlo y lo hago. El único sentimiento capaz de describir la situación es lujuria, una salvaje, adictiva y descontrolada lujuria. Con cada segundo que dura el beso quiero más, como si fuera un manjar o nunca volviese a verlo otra vez, lo cual es bastante probable.

    Cuando ese pensamiento cruza por mi mente una increíble sensación de desespero se apodera de mí. ¿Qué haré si nunca más lo vuelvo a ver? No creo poder vivir sin él, Marek es perfecto para mí y lo necesito. Debo aprovechar mi tiempo con él.

    Por eso lo atraigo más hacia mí, hambrienta de cualquier cosa que el pudiera entregarme. Terminamos contra un árbol, Marek atrapándome y presionándose contra mí con una deliciosa continuidad y urgencia. Entonces noto una de sus manos debajo de mi vestido y me pongo nerviosa, entro en razón. ¿Qué diablos estoy haciendo?

    Lo empujo lejos de mí, repentinamente consciente de lo que estoy haciendo, de lo ridículo y sin sentido que es. ¿Cómo puedo necesitar a un desconocido? Puede que él sea perfecto pero sigue siendo solo un hombre más, uno al que ni siquiera conozco de verdad. Me avergüenzo de mis actos, ¿cómo puede ser que casi me entregue a Marek? ¿Cómo pude haber permitido que me conduzca lejos de la “seguridad” del palacio? Está mujer no soy yo, no puede ser que sea tan idiota como para dejarme seducir, esto no es normal, es como si me hubiera hechizado.

    Empujo a Marek lejos de mí y creo ver en sus ojos una chispa roja de furia. Sin embargo, sus ojos son tan negros que quizás solo fue un reflejo de la luz sangrienta de la luna o mi imaginación. No estoy asustada aunque me siento intimidada, él es mucho más grande que yo en cualquier aspecto y eso no me agrada.

    – ¿Qué pasa? –pregunta luego de observarme un rato.
    – Nada –miento mientras pongo una mano sobre su pecho, intentando alejarlo–. Solo quiero volver al palacio.
    – ¿Por qué? –está enojado y lo entiendo, es como si solo fuese una histérica caprichosa. Aunque me siento un poco mal no puedo hacerlo, se siente incorrecto.
    – No me siento cómoda con todo esto –logro escabullirme y le doy la espalda mientras finjo contemplar las estrellas.

    Siento su mirada oscura en mi nuca y siento un escalofrío.

    – Bueno –responde sorprendiéndome luego de un rato largo–. No te obligaré a nada.
    – ¿No? –digo dándome la vuelta para mirarlo y comprobar que dice lo que dice.

    Es una pregunta algo tonta pero pensaba que insistiría. Por una parte es mejor que no lo haga, no confío en mí y sé que soy incapaz de negarle algo pero a la vez estoy decepcionada, quería sentirme deseada y querida por un rato más. Pero es lo mejor, no tengo que arruinarlo, solo tengo que despedirme, volver a la fiesta y luego a casa, donde por fin estaré segura.

    – Por supuesto que no –da un paso hacia mi con una extraña expresión en el rostro–. Los de mi clase no forzamos a la gente –sonríe maliciosamente y siento la necesidad de tirarme a sus brazos–. Ellos siempre terminan queriendo hacerlo, por su cuenta y decisión propia.
    – ¿Siempre?
    – Si –lo vuelvo a tener frente a mí y me siento cada vez más nerviosa e inquieta–. ¿Tú serás la excepción? –no respondo y levanta una mano con la que acaricia mi rostro–. Eso me decepcionaría mucho, realmente te he esperado.
    – ¿Me has esperado?

    Estoy algo turbada, no puedo formar ni pronunciar una frase coherente. Lo único que sé con claridad es que Marek está frente a mí, acariciándome, provocándome. Eso es lo que importa, lo verdaderamente esencial. El impulso de besarlo y entregarme a la lujuria vuelve con más fuerza y casi no logro parar y no tirarme encima de él.

    – Por supuesto –me mira de una forma profunda, casi tierna–. Eres preciosa, no quería dejarte en manos de otro.

    No comprendo nada aunque tampoco me interesa hacerlo, lo que realmente me importa ahora es Marek. Él sonríe, como si supiera que ya me rendí y estoy a su disposición, y vuelve a besarme. Primero va suave, tierno y dulce, haciéndome sentir en el paraíso; luego se vuelve más salvaje, violento y acalorado, dejándose llevar, provocándome una subida de temperatura y una aceleración en el corazón. De alguna extraña forma terminamos en el piso, yo sobre él cuando veo por el rabillo del ojo una extraña forma que me sobresalta y hace volver a la realidad. Busco a esa silueta pero no la vuelvo a encontrar aunque me aclara un poco la mente.

    – ¿Cómo vas a demostrarme la existencia de Dios? –le susurro antes de sentarme al lado de él, quien sigue recostado.
    – ¿De verdad quieres que lo haga? –asiento y continúa– ¿Qué es lo que más quieres en el mundo en este momento?
    – ¿Para qué quieres que lo cuente? –inquiero a la defensiva.
    – Necesito saberlo –niego con la cabeza, no me gusta contar cosas tan intimas–. Por favor.

    Esa suplica y su cara de inocente me convenció, decido abrirme con él.

    – Quiero… –ahora que quiero decírselo nada pasa por mi mente, mis viejos planes para el futuro me parecen antiguos, lo único que anhelo actualmente es a Marek–. A ti.

    Aunque abre los ojos sé que no está sorprendido ni asustado. Al contrario, parece complacido.

    – ¿Qué darías para conseguirme?
    – Lo que sea necesario –respondo impulsivamente.

    Casi todo mi ser está entregado a Marek, solo una pequeña parte aún dice que me vaya (probablemente lo poco que me queda de cerebro) pero su voz está demasiado amortiguada como para hacerle caso.

    – Bien –sonríe mientras se levanta y quedamos a la misma altura.

    Nos miramos a los ojos por un rato largo, entonces su sonrisa se ensancha y se inclina para volver a besarme. Otra vez me invade un torbellino de sensaciones pero más intensos, siempre dominados por la lujuria y el placer. Me pierdo en él, no puedo controlarme. Estoy a su entera disposición.

    Me recuesta en el suelo y me mira desde arriba con un extraño brillo en los ojos. Luego se levanta y se encamina a la orilla del lago, donde pronuncia una oración en un idioma que no comprendo. Yo sigo en el piso inmóvil; intento moverme pero soy incapaz, estoy paralizada.

    Escucho el ruido de un chapuzón y me asusto, pensando que Marek hizo lo peor. Con un esfuerzo sobrehumano, logro levantar la cabeza y ver en la dirección del lago. Debo estar delirando, esto es imposible. Miles de velas negras forman un pentagrama invertido y un circulo rodeándolos sobre el lago; Marek levita en el centro, seco y apuesto como siempre, con la cabeza baja, los ojos cerrados y recitando en un susurro.

    Quiero moverme, salir de allí o al menos ver todo bien. Sin embargo no puedo, estoy encadenada al suelo. Pero, ¿cómo…? No es posible, no se ven cadenas o grilletes y Marek no tuvo momento o herramientas para hacerlo. Esto no tiene sentido pero es verdad, no puedo levantarme.

    Es inquietante, irreal y fascinante verlo en aquella situación, parece tan misterioso y poderoso a la vez. Está prohibido, lo sé. El problema es que eso solo logra que me atraiga aún más. Marek desciende hasta que sus pies tocan ligeramente el agua y, como si fuese algo normal, camina hasta mí con el semblante serio.

    Intento hablarle pero de mi boca no sale ningún sonido, lo que me enoja.

    – Lo siento –dice con una sonrisa torcida–. Lo hice para asegurarme que no me interrumpirías.
    – ¿C-cómo? –finalmente logro decir.

    Marek solo sonríe, observándome desde la altura. Quiero moverme pero no puedo, aún están las cadenas invisibles.

    – Todavía no ha terminado, querida –anuncia antes de sacar una cuchilla del largo de mi brazo. La acerca hacia mí, lo que me pone nerviosa–. Tranquila, no te dolerá nada.

    Entonces agarra mi muñeca derecha y clava a lo largo el arma, lo que me hace gritar. Es un corte algo profundo pero no es grave. Brota mucha sangre y me empiezo a marear, tal vez por la impresión o quizás por la sangre perdida; lo último que veo antes de desmayarme es a Marek sonriendo mientras succiona mi sangre a la vez que pone en un recipiente el resto.
     
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    ¡Despierta! –alguien me sacude, obligándome a salir de ese extraño letargo.
    ¿Qué…? –me incorporo mientras me refriego los ojos, totalmente confundida– ¿Paulina?
    Por supuesto –me sonríe demasiado amable–. Toma –me entrega un largo tapado negro, el cual me pongo por el frío que hace–. Parece que fue un verdadero descontrol la fiesta.
    Hum… si–me masajeo la cabeza, confundida.

    ¿Fue todo un sueño? ¿Marek nunca existió, solo fue un producto del alcohol? No entiendo nada.

    ¿Qué te pasó en la mano?

    Me miro la mano derecha y allí sigue el corte de anoche. Nada de esto fue un sueño, Marek, sus besos y misterios realmente pasaron. Entonces, ¿por qué me dejo sola? Hay demasiadas cosas que no encajan, por ejemplo, ¿cómo volví a los jardines reales?

    No lo sé –miento, me creería una loca (lo que quizás sea cierto) si le cuento la verdad. Además ella no es mi amiga–. ¿Cómo me encontraste?
    Los guardias llamaron a mi casa, volvieron a confundirse.
    Oh, gracias –me cubrió, es increíble.
    No hay problema.

    Es muy raro que Paulina sea tan buena conmigo pero no tengo tiempo para pensar en ello, en este momento en mi cabeza rondan cosas más importantes.

    Me acompaña hasta la puerta de mi casa y me habla sobre trivialidades, no le presto mucha atención hasta que menciona algo que me para en seco.

    Esta noche volverá a haber luna llena, ¿no es rarísimo?
    Si… rarísimo –todo lo relaciono con Marek, no puedo evitarlo–. Adiós

    No hay nadie a quien darle explicaciones y tampoco tengo hambre por lo que voy directo a mi habitación. Allí me tumbo en mi cama, lista para dormir unas horas con la intención de escapar de Marek y mis pensamientos por un tiempo.

    ---

    Paula –me llama suavemente una voz masculina.
    ¿Marek?
    Ven, hay que finalizar lo que comenzamos.

    Se da la vuelta y sale por donde supongo entró, mi gran ventana, la cual estaba cerrada pero ahora está mágicamente abierta, nada tiene sentido. Lo veo andar un rato antes de decidirme a seguirlo. Y así, con el vestido arrugado de ayer y toda desarreglada salgo con él sin pensarlo dos veces, totalmente confundida.

    Me conduce, sin tocarme al mismo bosque de ayer, al mismo claro. Todo está exactamente igual, incluso la luna llena rojiza que proyecta esa luz tenebrosa.

    Bien –dice Marek examinando el lugar–. El trato ya fue cerrado, ahora solo tomar mi recompensa, el precio que debes pagar.
    ¿Eso que quiere decir?

    No entiendo, ¿de qué está hablando? ¿Qué trato cerrado? Si yo no pedí ni firmé nada, esto no tiene sentido.

    Ya lo verás –dice con una sonrisa que me hace olvidar cualquier duda.

    Luego me da la mano y guía haga otro pentagrama invertido trazado en la tierra rodeado de velas negras prendidas. Marek sale del dibujo y comienza a recitar en un extraño idioma mientras ojea un libro negro.

    Tengo miedo pero es uno que no me deja mover o escapar. Además está el hecho de que él me tiene atrapada, no creo que, aunque pueda, quiera irme o alejarme de él. Estoy perdida.

    Marek termina su conjuro y vuelve a entrar en el pentagrama, situándose a mi lado. Luego, de la nada, hace aparecer una espada de belleza mortal entre sus manos. Me sonríe, deja el arma en el suelo y agarra mis manos.

    Querida –comienza mientras me observa directamente a los ojos– quisiera decir que lo siento pero no es así. Tú lo deseaste, yo solo cumplí órdenes; no es nada personal, negocios son negocios, ¿sabes?
    ¿Qué estás diciendo?
    Paula –niega con la cabeza– ¿aún no lo has entendido?
    ¿Entender qué? –repito desesperándome, lo que causó una sonrisa ladina en él.
    Tú anhelaste una demostración de la existencia de Dios y te la di, me quisiste a mí a cualquier precio y me tuviste. Ahora solo te queda entregarme tu alma.
    ¿Mi qué? –tartamudeo como una tonta asustada; él se encoje de hombros, indiferente–. Espera. Yo no te tuve.
    Ayer por la noche –replica fríamente–. Recuérdalo.

    Desesperada y nerviosa, comienzo a buscar en mi mente, de repente con dudas acerca de lo que pasó o no. Y tiene razón, me doy cuenta soltando un grito ahogado. Me entregué a él, acepté su estúpido trato, cegada por la lujuria que siento por él.

    ¿Quién eres? –sacudo la cabeza, corrigiéndome–. Quiero decir, ¿qué eres?
    Un poderoso demonio, la prueba de la existencia y los errores del Señor –sonríe mostrando sus dientes de una forma amenazadora.
    No es posible –replico.

    Intentó escapar de su alcance y salirme de aquel escalofriante dibujo. Eso solo me causa una horrible quemadura en mi pierna derecha que me hace caer en el piso.

    Es tarde para escapar –da una vuelta a mi alrededor, examinándome en el suelo–. Estás en mi poder –tira de mi brazo para levantarme brutalmente y con dolor obedezco.
    N-no… –mi voz se apaga, al igual que mi espíritu.
    Tranquila –acaricia mi rostro tiernamente, lo que me causa tanto placer que cierro los ojos– ya todo está por terminar.

    Una gran calma me llega y decido disfrutar, resignada, de mis últimos instantes de vida. Unas grandes y gruesas lágrimas caen por mis mejillas mientras pienso en todo lo que perdí por un pequeño error.

    ¿Cómo te llamas realmente? –pregunto luego de un rato de deleite, queriendo satisfacer mi curiosidad.
    Soy Satanachia, gran general y jefe del ejército infernal de Satanás –dice con orgullo, enalteciéndose.
    ¿Qué haces perdiendo el tiempo con mi miserable alma? ¿No deberías reclutar gente para el Diablo o algo así? –intento, desesperada, mi última opción.
    Ja, no intentes fastidiarme, no funcionará.

    Me agarra fuertemente de la cintura por la espalda y comienza a besarme el cuello. Otra vez esa placentera sensación llega y me envuelve completamente, decido no pensar más, solo quiero dejarme llevar, por Marek, Satanachia, un humano, un demonio o lo que sea, ya no me importa. Sea verdad lo que dice o no, ya estoy perdida. Él me perdió con su encanto y atractivo. Ya no tengo salvación.

    Fin.
     
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