Pasillo (1º piso)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Llegué al pasillo del primer piso con paso tembloroso. Parecía que, por mucho que lo intentase, no había manera de tener un día tranquilo en la Academia. En ese momento tenía tantas sensaciones en el cuerpo que la única manera de expresarlo era mediante aquel temblor nervioso.

    Dios, que solo era Liza, ella no me iba a comer.

    Por fortuna distinguí su cabellera castaña con facilidad en el pasillo y no dudé en acercarme, con paso acelerado. No fue hasta que llegué a su lado, algo cansada, que me di cuenta de la presencia de la otra persona.

    —¡Liza, qué bueno encontrarte! E-estaba preocupada...

    Tras decir aquello, nada más alcanzar su posición, miré a mi lado y distinguí la figura de una chica que no se me hizo desconocida. Con las mejillas sonrojadas por la mala educación y el espectáculo que había acabado dando, me incliné a modo de disculpa así como de saludo hacia la morena.

    >>Ah, Suzumiya-san, lo siento —dije, apresuradamente, mientras me incorporaba y volvía a mirar a mi amiga—. ¿Os conocéis?

    Ah, sí.

    La curiosidad, mi gran problema.

    * * *
    Satoko Sichimiya

    ¡Vaya que había tenido suerte! Lo cierto es que el deporte siempre me había gustado y papá siempre había intentando mantener mi interés desde pequeña, a pesar de ser él un hombre de libros y bibliotecas. Pero yo me lo pasaba bien, los dos éramos bastante torpes... ¡era divertido!

    Siempre participaba en los eventos deportivos durante la primaria y había estado en algún que otro club. Si bien solía caerme caminando por la calle, cuando jugábamos en equipo y sabía que el juego dependía de mis habilidades, conseguía concentrarme lo suficiente para darlo todo y no cometer ningún error.

    Solía salir bien.

    Me sentía un poco intimidada, sí, porque seguramente habría gente mayor en el club, ¡y más experimentada! Pero aquella muchacha rubia realmente me había animado, y saber que estaríamos juntas, a pesar de no conocerla de nada, me aliviaba mucho.

    Parecía una buena chica.

    Seguramente toda aquella alegría estuvo plasmada en mi rostro cuando asomé la cabeza por el marco de la puerta de la clase de Yukie, llamándola con tono cantarín.

    —Yukie~ ¿Estás aquí~?
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    ¿Qué había pasado? No lo sabía. No tenía ni puñetera idea. Y lo peor de todo era que sentía que era culpa suya. Si no hubiera presionado así a Aika en el pasillo... ¿hubiera terminado desmayándose? Tenía una sensación extraña, una opresiva inquietud.

    Sentía que estaba pasando algo por alto. Algo importante.

    Era cierto que Izumi siempre había sido distraída y olvidadiza. Desde que la conocía. Pero después de aquel viaje que hizo a Okinawa era aún peor. Todo había cambiado de forma brusca. Ya no es solo que olvidara pequeñas cosas... si no que perdía el tema central de la conversación cuando hablaban, como si su cerebro se hubiese desconectado de pronto.

    Suspiró. Un suspiro que ni siquiera sentía haber estado conteniendo
    .

    En cualquier caso había salido fuera de la enfermería para dejarla descansar y hablar con Emily a través del móvil. Tenía que contarle todo. Con la espalda apoyada en la pared, se disponía a ello cuando una mirada al fondo del pasillo cambió su semblante. Estaban allí. Emily, Liza y una chica algo mayor. Aquello simplificaba mucho las cosas.

    El alivio que sintió al verlas no tenía nombre.

    Konoe Suzumiya

    Aguardó paciente y silenciosa una respuesta por parte de la joven. ¡Era interesante, cuanto menos! Y Konoe no desperdiciaba el tiempo cuando de tratar de recuperar la alegría en el semblante de otros se trataba. Era como si fuese virtualmente incapaz de soportar la decepción, la desilusión o la tristeza en el gesto de sus semejantes.

    Sin embargo, su pequeña conversación fue interrumpida por la aparición de alguien. Una muchacha de largo y liso cabello negro y amables ojos violeta. La recordaba. Desde el día anterior, estaba también en el club de jardinería.

    "Ah, Suzumiya-san, lo siento. ¿Os conocéis?"

    Hodges-san—la llamó. Y cierta alegría vibró en su voz suave—. En realidad no... no nos conocemos. Pero kohai-san ya sabe al menos mi apellido. Es una lástima.

    Soltó una pequeña risita, divertida. Emily, en su inocencia, había desvelado parte del misterio.

    —Chicas.

    Aquella fue una voz extraña. Konoe se volvió en su dirección. Era una joven de delicado semblante, ligeramente consternado. Tenía el cabello dorado, recogido prolijamente en dos coletas. Y en sus ojos azules había una chispa que no sabría definir con certeza. ¿Era rebeldía? ¿Inconformismo? En aquellos momentos parecía... preocupación. Probablemente aquella fuese la denominación más apropiada.

    Mimi la miró un momento y un bajo "Buenos días senpai" emergió de sus labios por mera cortesía. Realmente el protocolo escolar le resbalaba y le sabía a mierda sintiéndose una princesa, por eso no hizo el más mínimo ademán de reverencia.

    Pero a Konoe no le importó. Ella sí respondió al saludo con un gentil "Buenos días". Educada y calma.

    >>Liza, te estaba buscando. ¿Dónde narices te metiste?—le espetó la joven de ojos azules con cierta brusquedad. Chasqueó la lengua—. Dios, ¿sabes qué? da igual
    . ¿Podemos hablar en la enfermería?

    Intercambió miradas entre sus dos amigas.

    >>Es importante.

    Casi le había dado un paro cardíaco. Joder, esa chica.

    Liza.

    Konoe ladeó apenas la cabeza. ¿Liza? ¿Se llamaba así?

    Suspiró.

    Ahora el nombre de ella también había dejado de ser un misterio.
     
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    Relajé un poco los hombros al escuchar la respuesta de la joven. Pintaba el invernadero de palabras tan sutiles y placenteras que ciertamente sembraba la chispa de la curiosidad en quienes la escuchaban. Decidí ignorar deliberadamente la notoria preocupación en su rostro, recogiendo mis cosas con cuidado para ponerme en pie, pues había algo en ella que me recordaba a mí. No supe si era el brillo en sus ojos, el temple con el que parecía lidiar mi visible situación, o qué exactamente. Pero causaba en mí cierto sosiego, al saber que había alguien que podía comprenderme; y, al mismo tiempo, me atemorizaba pensar que podría ver a través de mí, y notar que no todo era tan amable y cálido como me esforzaba en reflejar.

    Sacudí con suavidad mi falda, llevando la cartera sobre mi hombro poco después, y busqué con la mirada entre la multitud a Emily, tensa. Una vez más, la misteriosa senpai logró alejarme de mis angustiantes pensamientos.

    "Y tranquila... no me digas tu nombre aún. ¿No será más interesante así?"

    En un primer momento no pude ocultar mi sorpresa. Parecía... ciertamente encantada con ese encuentro. Y no podía ocultar que, tras el silencioso apoyo que su solo presencia, inconsciente o no, me estaba brindando durante aquella tortuosa espera, yo también lo deseaba. Quizás, después de todo, pudiese encontrar un pequeño remanso de paz en aquellos turbulentos días de escuela. Por primera vez desde que se acercó le dirigí una sonrisa sincera. Era pequeña, y algo débil, pero mostraba verdadera gratitud en ella.

    Asentí, cerrando los ojos, calma.

    —Lo esperaré con gusto, senpai.

    Emily y Mimi no tardaron mucho en aparecer. La primera con cierto nerviosismo; la segunda... preocupada y tensa, por alguna razón que me inquietó el corazón. Las recibí junto a la mayor, y a pesar de que quise disculparme por mi ausencia las palabras de Mimi borraron el hilo de voz que intentaba abrirse paso a través de mi garganta. El hecho de que me increpase de esa forma mi paradero hizo que me llevase una mano a la cabeza, sintiendo los inicios de una migraña, pero no le reclamé nada. No estaba en mi derecho, ella tenía toda la razón.

    Hice un esfuerzo porque mi voz sonase firme.

    —De acuerdo, no hay tiempo que perder entonces.

    A medida que las chicas comenzaron a movilizarse me volví hacia la mayor, quien se veía algo decepcionada por haber revelado sin querer parte del misterio. Le guiñé un ojo, devolviéndole el gesto de complicidad.

    —Tranquila. Los misterios a medias son mucho más interesantes, ¿no crees? —dije, y tras mover con suavidad mi mano hacia ella en señal de despedida di media vuelta hacia la enfermería—. Hasta pronto, Suzumiya-senpai.
     
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    La aparición de aquella jovencita de cabello dorado pareció ensombrecer el ánimo de todas. Konoe se quedó a un lado, algo apartada, sintiendo que estaba demás en esa conversación.

    ¿Había sucedido algo? ¿Tenía el derecho de preguntar? No, probablemente era algo que les incumbía solo a ellas. Al menos la jovencita de cabello castaño parecía ya no estar sola. Tanto Hodges-san como la joven de escasos modales que no había dicho su nombre parecían ser sus amigas.

    El misterio había sido semi-revelado... pero aún seguía siendo un misterio ¿no? Se permitió una sonrisa cuando la joven se despidió de ella con ánimos renovados. Había hecho bien acercándose a hablar. Su corazón se sentía menos pesado, aliviado al ver que todo parecía estar bien a partir de entonces.

    —Hasta pronto Liza-san—dudó un momento en llamarla por su nombre, no era apropiado... pero era todo lo que sabía de ella. ¿Qué importaba si se permitía ese pequeño arranque de confianza?— Te esperaré en el invernadero
    . Estoy ansiosa.

    Y con aquella sonrisa gentil en los labios y palabras calmas llenas de buenos deseos, la vio marchar.

    Coso de Yukie.png

    Yukie había pretendido compartir las golosinas con Rachel... pero la joven había salido tan rápido del aula que tropezó con sus pies al intentar alcanzarla. La llamó, pero su voz sonó tan débil, tan pequeña y frágil, que difícilmente podía haberla oído.

    —Gardner-san—murmuró—. Espera por favor...

    Se llevó la mano al pecho de pie en mitad del salón sintiendo el corazón palpitar con fuerza contra su tórax. ¿Había hecho algo mal? ¿Debió aceptar la bolsita de golosinas sin hacerse falsos prejuicios? A pesar de haberse disculpado se sentía realmente mal. Ella había intentado ser amable y sin embargo... todo lo que había obtenido por su parte era desconfianza y frialdad.

    Dios, era tan tonta.

    Recogió apresuradamente su maletín y salió del aula al escuchar la voz suave y melodiosa que estaba esperando. Shichimiya. Parte del pesar en su pecho y el nudo de su garganta se aflojó al saber que estaba ahí. Pero fue incapaz, sumida en la vergüenza y la culpa, de mirarla a los ojos.

    Apretó los labios.

    —H-hola, Satoko-chan.
     
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    Satoko Shichimiya

    Vi a la chica acercarse a mi posición con una sonrisa que gradualmente fui perdiendo cuando me di cuenta que ella no parecía tan contenta como yo lo estaba. Me incliné un poco en un intento de hacer contacto visual por mucho que ella lo evitase, pero acabó por ser una misión fallida así que me incorporé.

    Haciendo un puchero, me llevé las manos tras la espalda.

    —¿Pasa algo...?
     
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    Yukie la miró por debajo de los flecos de su cabello esmeralda. ¿Debía decirle que había metido la pata con la que podría ser una nueva amiga? Satoko estaba todo el tiempo tratando de que conociera y se relacionase con otras personas. Si descubriese algo como eso... quizás no lo tomase de la mejor manera. Sacudió la cabeza.

    —N-no—murmuró con un hilo de voz y se alisó nerviosamente una de sus coletas bajas con la mano—. Bueno, realmente sí pasó algo pero no es importante. Creo...

    Desvió la mirada, nerviosa. En el fondo le hubiese gustado tanto poder hablar algo más con Rachel. Disculparse nuevamente por su actitud desconfiada e infantil. Parecía una jovencita tan simpática y dulce. Sin embargo, probablemente ese tren ya había pasado. No volvería a tener el coraje suficiente para hablarle otra vez.

    Apretó los labios, tensa. Al menos, no tenía por qué desperdiciar el regalo. Podía compartirlo con alguien. Aquella idea hizo que el corazón le diese un vuelco repentino en el pecho y rapidamente extendió la mano frente a sí, en dirección a Shichimiya. Cuando separó los dedos, dejó a la vista la pequeña bolsita de Rachel.

    >>E-en cualquier caso...—agachó sus ojos aguamarina, tímida, pudorosa, sintiendo un ardor fiero en el rostro— ¿quieres... golosinas, Satoko-chan?
     
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    Satoko Shichimiya

    —Yo creo que es importante...

    Lo cierto es que empecé a hablar con cierta seriedad, claramente preocupada por la chica. Yukie no solía ser la persona más energética del mundo, ciertamente, pero entre lo que pasó ayer y lo de hoy... hoy se sentía realmente extraña.

    >>¡Ah, golosinas!


    Sin embargo, la emoción de ver aquellos dulces extendidos hacia mi, pronto opacó toda aquella seriedad que había apoderado el ambiente. Acabé por coger la bolsita entre mis manos, sonriente, y volví a mirar a mi amiga, con un brillo en los ojos.

    >>¿De verdad puedo? Ah, pero deberíamos esperar a acabar de comer, ¿cierto...? —hice un puchero al darme cuenta de aquello, volviendo a colocar la bolsita en las manos de la dueña original—. ¿Dónde quieres ir? Como está lloviendo no tenemos muchas opciones...
     
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    —No me importa el lugar mientras sea contigo Satoko-chan.

    Murmuró. Ni siquiera pudo detener sus palabras antes de que abandonaran su garganta. No pidieron permiso, fue un estímulo, una reacción no anticipada.
    En el momento en el que fue consciente de lo que acababa de decir, de la implicación de sus palabras, su pálido rostro rivalizó con una manzana madura. Se tensó súbitamente, avergonzada, pudorosa, y el labio le tembló.

    —A-ah... ¡N-no! ¡Lo que quiero decir...!—su voz sonó aguda, atropellada— ¡Es que no importa el lugar, solo quiero estar contigo! N-no espera...

    Solo se estaba poniendo más y más nerviosa.
     
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    Satoko Shichimiya

    Lo cierto es que no pude evitar reír con cierta ternura ante su nerviosismo. Me había acostumbrado con facilidad a su personalidad tan tímida, aunque a veces no entendía muy bien por qué se ponía tan nerviosa con algunas cosas. Quiero decir... es normal querer pasar tiempo con tus amigos, ¿no?

    Coloqué mi mano sobre su cabeza y la acaricié ligeramente, intentando no despeinarla, separándola después para colocarla sobre mi mentón, pensativa.

    —Uhm~ La cafetería estará llenísima ahora. ¿Crees que podamos quedarnos en la clase? ¿O nos van a regañar?

    How can this woman be so oblivious?
     
    Última edición: 9 Mayo 2020
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    ¿Qué había hecho? ¿Qué había dicho? ¿Por qué era tan estúpida? No había podido detener aquellas palabras en su lugar, bien selladas. Había tenido que ser honesta y soltar a bocajarro y sin sopesar justo lo que sentía en aquellos momentos.

    El corazón le latía frenético en el pecho como si deseara simplemente escapar de su tórax. Intenso, casi podía sentir cada latido dentro de sus oídos, rebotando en su cerebro. Terminó por cerrar los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiese simplemente escapar de la vergüenza que la abrumaba. Su cuerpo se tensó y un ligero ruidito sobresaltado escapó de sus labios cuando sintió la mano de Satoko acariciándole el cabello.

    Suavidad.

    Ternura.

    Cariño.

    ¿Qué iba a hacer con esos sentimientos? En cierta forma apreciaba la inocencia e ingenuidad de Satoko. Pero al mismo tiempo lograba hacerla sentir mal consigo misma. Era tan ajena, tan distante a aquellos abrumadores sentimientos que la llenaban. Sus acciones ingenuas y despreocupadas solo describían una palabra.

    Amistad.

    No tenía idea de nada.

    El rubor le asoló el rostro, hirviente y apretó los labios, ciertamente tensa. La escuchó pero fue incapaz de responderle. Era tan injusto y tan angustiante que fuese incapaz de ver nada más en su actitud esquiva. Satoko siempre había sido así, pura ingenuidad e inocencia. Y Yukie no se quedaba atrás tampoco, pero aquellos sentimientos que guardaba en su interior... eran mucho más intensos de los que pudiera llegar imaginarse.

    ¿Qué pasaría con su amistad si algo de todo lo que escondía salía a la luz? ¿Si Satoko lo descubriese? ¿Si ella rompiese esa burbuja conformista que había creado a su alrededor? Si al menos lo sospechase sería mucho más fácil. Sentía estar traicionando su confianza.

    —La clase... estará bien.

    La campana no tardó en sonar por toda la academia imponiéndose sobre el intenso fragor de la lluvia.

    ...

    Se había terminado el receso.
     
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    Emily Hodges

    Salí de la sala de cocina apurada, algo ansiosa a decir verdad. Al fin y al cabo, Mimi había aceptado ir al club por mi culpa y por supuesto que me había emocionado la idea, lo último que quería era que se llevase una mala primera impresión y desistiese.

    Sabía que Mimi no necesitaba aquello, posiblemente tendría un servicio a su nombre el resto de su vida, pero...

    Pensando en todo ello, llegué finalmente a los baños del pasillo, suponiendo que la chica estaba ahí. N-no tenía otro sitio a dónde ir, ¿no?

    —¿Mimi? —pregunté, con cierta timidez, asomando la cabeza por la puerta del lugar.

    Yugen no sé si planeabas hacer algo así o no, pero pues ya sabes, me dices si no (?) also, asumo que los baños están aquí????? (?)
     
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  12.  
    Yugen

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    Solo se escuchaba el susurro del grifo abierto y al agua al correr y de vez en cuando maldiciones y quejidos por mi parte. Rebotaban entre las cuatro paredes del baño, en los cubículos, en el espejo. Mi reflejo me devolvió un prieto ceño fruncido. Unos labios apretados.

    Unas mejillas enrojecidas.

    —Mierda, ¿por qué no sale?

    Me había quitado el delantal dejándolo sobre el lavabo y en aquellos momentos me afanaba en frotar con cierta rabia mi flequillo frente al espejo con uno de mis pañuelos bordados, luchando por limpiarlo. Había enjuagado mi rostro, pero la masa había alcanzado incluso la falda de mi uniforme. Olía a huevo crudo y los labios me sabían a azúcar.

    Dios.

    Qué desastre.

    Qué puto desastre.

    Me había humillado como nunca antes en mi vida porque era una estúpida inútil que no sabía hacer nada por sí misma. Lo había intentado. Pero no bastaba. No quería quedarme con la idea de haberlo intentado, no quería un absurdo premio de consolación. Quería resultados. Quería demostrarle al mundo que no era ninguna inútil. Que a pesar de todo sabía y podía manejarme en todo tipo de tareas.

    ¿Qué pasaba si la empresa de papá caía en bancarrota? ¿Si perdíamos la casa? ¿Si nos ahogábamos en deudas? ¿Quién iba a ocuparse de mí sin dinero? Nadie. Era eso, después de todo, lo que movía el mundo. Podías sentirte intocable mientras lo tuvieras. Todo era diferente cuando gozabas del privilegio del alto estatus. Pero era un espejismo, una mentira orquestada que no iba a durar siempre. Incluso yo era consciente de eso.

    Pero incluso si duraba... no lo quería. No quería ser lo que había sido hasta ahora, como si mis únicas aspiraciones en la vida fuesen gastar a expensas y lucir ropas caras. ¿Era eso lo que pensaban todos? ¿Era eso lo que Kurosawa pensaba de mí?

    La princesa tirana.

    Sentada en su trono, cautiva en una jaula. Ella decidía qué hacer y cómo y sus órdenes jamás eran cuestionadas. El pueblo moría de hambre pero ella, ajena, disfrutaba de suntuosos banquetes, como si todos los platos del mundo cupieran en una sola mesa. Vestía las más exquisitas galas, disfrutaba de los más lujosos placeres a los que podía aspirar una joven noble. Ajena a todo y todos fuera de su jaula de oro.


    Recordaba haber leído ese cuento en alguna ocasión, tal vez en mi infancia, y sentirme identificada con la princesa consentida en aquellas páginas. Su destino fue morir decapitada tras una revolución.

    El pueblo se cansó de ella. De su absoluta incapacidad como gobernante. Era pura escoria humana.

    En este siglo y en mi situación la exclusión social podía ser peor que una sentencia de muerte. Y si había algo que me aterraba, que realmente paralizaba todos y cada uno de mis músculos... esa era la soledad.

    Me aterraba la idea de sentirme sola. Olvidada, desechada... reemplazada como si fuese prescindible.

    Cómo hizo papá.


    La voz de Emily irrumpió mis pensamientos de súbito. Debí haber supuesto que me seguiría. Emily hacía esa clase de cosas después de todo. No me sorprendió pero mi cuerpo se tensó ligeramente.

    Contuve un suspiro.

    —Adelante—fue todo lo que dije y cerré la llave del paso del agua. Mi cabello estaba limpio, mi rostro también, el delantal era un desastre y mi falda aún estaba manchada. Me pasé la mano por debajo del cabello y lo levanté haciéndolo caer sobre mis hombros, ahora suelto, buscando adecentarlo—. Pasa Em. No voy a morderte.
     
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    Suspiré aliviada cuando escuché la voz de Mimi y no tardé en entrar, cerrando la puerta tras de mí, sonriendo ligeramente. Me acerqué a su posición con paso ligero, llevándome las manos tras la espalda en el proceso.

    Cuando estuve lo suficientemente cerca de ella, sin embargo, acabé por levantar una de las manos hasta colocarla sobre su cabeza, dándole unas cuantas palmaditas cariñosas en la misma.

    —Gracias por venir y no pelearte con Kurosawa-san —fue lo primero que dije, con voz suave, dejando caer la mano finalmente y girándome, hasta quedar apoyada con la espalda sobre el lavabo—. En cuanto a las galletas... No te voy a mentir, Mimi, cosas parecidas a estas te van a pasar todo el rato, incluso cuando creas que ya eres buena cocinando porque... así es esto, a base de equivocarse uno aprende. Créeme, hace un par de semanas hice un bizcocho de chocolate y sin querer le eché sal, imagina como estaba eso —conté la anécdota con una pequeña risa.

    Papá y Fred se lo habían comido sin decirme nada, al final había acabado siendo Alice la que no pudo disimular su expresión de puro disgusto al comer un trozo. Aquello fue todo un desastre.

    >>Lo que quiero decir... —seguí después, recuperando la seriedad tras un suspiro—. Estamos aquí para aprender, ¿cierto? Y lo que no puedes hacer es salir corriendo cada vez que te sale algo mal. Que si llegas a casa con un poco de harina en el pelo, no pasa nada, se limpia —mi tono en ningún momento fue incriminatorio, más bien sonaba tranquila y comprensiva—. Y... estamos aquí para ayudarnos, y tienes que aceptar eso, por mucho que no te guste Kurosawa-san, si tienes algún problema tienes que decírnoslo, para que así si alguna de nosotras también tiene alguna problema... podamos ir a preguntarte.

    Me giré de nuevo, dirigiéndole una sonrisa tranquilizadora, amable.

    >>Hay chicas de primero, ¿acaso no quieres que te vean y piensen "wow, que senpai más guay, queremos ser como ella"?
     
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    No la miré ni siquiera cuando entró y escuché la puerta cerrarse tras de sí. Estaba mirando mi reflejo en el espejo. Mi cabello rubio, como papá. Mis ojos azules, como mamá. Aprovechando el momento para retocar mi máscara. La de maquillaje esta vez. ¿Pero no era el maquillaje en sí mismo una de esas hipotéticas máscaras? Ocultando pequeños defectos y remarcando virtudes.

    Imprimiéndolos sobre la piel.

    Estaba tan sumida en ese pensamiento que no pude evitar sobresaltarme ligeramente al sentir la mano de Emily sobre mi cabeza, palmeándome de forma conciliadora. Por suerte había terminado con la máscara. No sé si aprovechaba que era más alta que yo, o el hecho de que sabía que entre nosotras ya no había murallas ni barreras ni puentes que cruzar. Si era confianza o quizás uno de esos impulsos inocentes e infantiles que formaban parte de su carácter.

    —Emily, no soy una niña pequeña—le espeté sintiendo arder mis mejillas y me apresuré a juguetear de forma distraída con un mechón de cabello cuando se apartó—. Además, no seas tonta. Te lo prometí ¿no es verdad? Que trataría de comportarme con Kurosawa. Sabes lo que implica para mí una promesa.

    Pero esa no era la única razón. Kurosawa había tratado de acercarse a mí ¿La había malinterpretado acaso? ¿Juzgado demasiado pronto? No se rio del nefasto accidente con la masa como supuse que haría. Y aunque la rechazaba, aunque me negaba a aceptarla, su actitud cálida había abierto una pequeña grieta en el escudo.

    Podía sentirlo. Cálido. Dentro del pecho.

    La escuché en silencio. La anécdota sobre el bizcocho, todo su discurso sobre solidaridad y cooperación. Cuanto más la oía más me daba cuenta de lo diferentes que éramos Emily y yo. Para ella eran errores, para mí eran fracasos y golpes brutales al orgullo. No tenía la fortaleza suficiente para aceptarlos sin más, implantar en mi cara una sonrisa y hacer como si nada. Yo no era así. Lo volvería a hacer, por supuesto. Una y otra y otra vez hasta que estuviese perfecto. No podía tolerar el fracaso. Porque eso hacían las princesitas consentidas.

    —Bueno, si dejamos de lado el hecho de que Aika casi se parte la cabeza desmayándose en el pasillo y que una masa para galletas se me ha corrido en la cara, no ha sido un día tan horrible.

    Hubo un pequeño silencio.

    Pero entonces me reí. Sonó irónica, pero honesta al mismo tiempo. Era una risa de alivio, porque Emily no solo me hacía sentir mejor con su cariño desinteresado y genuino, si no que además, con ella, no necesitaba para nada ninguna clase de máscara.

    No necesitaba fingir, excepto cuando me hacía la orgullosa porque su forma pura y genuina de ser me desarmaba con una facilidad irrisoria.

    Vulnerabilidad.

    Podía ver a través de mí porque yo la dejaba hacerlo sin negarme. No había sido fácil... pero parecía ser que eso obtenías cuando no tirabas la toalla con Mimiko Honda.

    ¿Valía la pena? ¿Quién era yo para decidirlo?

    >>Dime una cosa, Em—inquirí entonces y me apoyé a su lado en el lavabo. Necesitaba asegurarme— ¿Fue Kurosawa-san quien te dijo que vinieras a ver cómo estaba?
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    La miré con curiosidad cuando llamó mi atención, escuchando su pregunta sin perder esa chispa. No pude evitar formar una sonrisa divertida, cerrando los ojos en el proceso y volviendo a girarme para mirar hacia la puerta de salida

    —Más o menos~ —respondí, llevándome el dedo índice a la comisura de los labios y mirando hacia arriba—. Me dijo que comprobase si estabas bien cuando volvieses, porque no pensaba que la fueses a dejar acercarse, pero yo prefería venir directamente por si acaso~

    Después de aquello, giré la cabeza para mirarla y le dirigí otra sonrisa, con aquella diversión inicial pero también con cierto toque amable.

    >>Así que... diría que sí, estaba preocupada por ti~
     
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  16.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Lo suponía. Esperaba no escucharlo porque eso implicaría que realmente me equivoqué al juzgarla. Si era una perra manipuladora, manipulaba excesivamente bien para hacerme cambiar de parecer tan pronto. No se sentía bien para nada.

    Preocupada por mí... Eso no me hacía feliz ni un poco ¿de acuerdo?

    B-bueno ¿y qué importa?—bufé entonces imponiendo el orgullo como solía hacer con aquel molesto ardor en las mejillas. Puse una mano sobre mi cintura—. Es lo natural preocuparse siendo la presidenta del club. ¿Qué clase de líder no tendría en cuenta a sus subordinados?

    Orgullo. Pura máscara orgullosa. Eso era lo que hacía para mantener mis debilidades a buen recaudo.

    Entendía lo que significaba aquella sonrisa divertida en el rostro de Emily. El brillo burlón en sus ojos. "¿Ves como no es tan mala como pensabas? Te-lo-dije~" toda su expresión lo gritaba, orgullosa con su pequeña victoria sobre mi carácter hosco y mi natural desconfianza. Me molestaba. No toleraba equivocarme, los errores me sentaban como patadas en el puñetero estómago, pero detestaba cuando me miraban con condescendencia, regodeándose sobre esos mismos errores. Bien, Kurosawa Shiori se había preocupado por mí. Aunque me negué a dejarla entrar, había tratado de ayudarme. No iba a reconocerlo, como era natural. Aún no había dicho mi última palabra.

    Volví a abrir la llave del agua y terminé de limpiar la mancha en mi falda humedeciendo nuevamente el pañuelo. Una vez terminé la miré de soslayo, tan solo necesité un breve segundo y una sonrisa se extendió por mis labios ante la idea que nació en mi mente. Antes de cerrar el grifo usé la mano para salpicarle agua a la cara. Era el comportamiento más infantil del mundo, pero sinceramente no me importaba.

    Baja esos humos, Em.

    —No me vas a oír decirlo, deberías saberlo de sobra—le dije con cierto tono de circunstancias pero no sonaba molesta. Era más un acto burlón, un pequeño arranque de protesta. Cerré la llave y terminé de recoger mis cosas. Una vez estuve lista le acerqué uno de mis pañuelos al pasar por su lado. Reprimí una risita—. Anda, regresemos. Hay una receta que terminar. Esas galletas no se van a hacer solas.
     
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  17.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Estaba reposando la cabeza sobre sus brazos cruzados encima del pupitre, justamente observando las puertas de la salida trasera, con sus dos correspondientes ventanas. Una estaba abierta, de esa forma logró distinguir con claridad la silueta de Kurosawa pasando por el pasillo... Nagi se irguió en su silla, aun reposando los brazos en la mesa, observando ensimismada la puerta.

    Todas las preocupaciones que podría tener se apartaron con facilidad, dando paso a una nueva; Kurosawa. Tal vez no era la chica más inteligente del aula, pero si algo sabía distinguir eran las malas vibras... o tal vez era cosa suya que el 90% de las cosas le dieran mal augurio, pero con Shiori era distinto, por eso le extrañaba. Era una sensación leve, no podría decir si estaba enfadada, triste o agotada, tan solo se veía distinta. Pensó en sus problemas con Mimi el día de ayer, aunque dudaba que en la mañana hubiera tenido otro problema con la rubia, quería confiar en Honda.

    Sin darle más vueltas, con algo de nerviosismo, salió del aula. Tal vez le quedaba algo de tiempo para comprobar que todo estuviera bien.


    Para su suerte, apenas salió del aula la divisó al lado de las escaleras, parecía apunto de subirlas.

    —¡Ku-Kurosawa-senpai! —exclamó con fuerza, esperando que su voz llegara al otro extremo, pero estaba lejos de ser un grito. Aún así, la sensación de poder haber llegado a llamar la atención de terceros le hizo ruborizarse, caminando con cierta rapidez hasta dónde estaba su amiga. Al llegar dónde ella la miró con una clara expresión de no saber que decir, como cuando te quedas en blanco en una disertación. Dio un leve suspiro, moviendo sus hombros en el proceso, para luego sonreír sin perder ese toque nervioso.

    >>¡Bu-buenos días! —trató de entablar alguna conversación, dándose cuenta de que se había acercado sin saber que decir... o hacer—. ¿Qué tal todo? —preguntó junto a una leve sonrisa, esperando una respuesta positiva, a pesar de que podría ser mentira. Quería fijarse más en sus acciones que en sus palabras. De a poco disminuían sus nervios.
     
    Última edición: 21 Julio 2020
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  18.  
    Zireael

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    Estaba siguiendo su camino, aún devorando las galletas, cuando una vocecilla la detuvo. La reconoció de sobra y se volvió hacia ella, solo para ver cómo se acercaba. Inhaló aire con cierta fuerza, buscando reorganizar las emociones que el idiota de Hiroki había desordenado y le dedicó una suave sonrisa a Watanabe.

    —Buenos días, Watanabe-chan —respondió con una alegría y calma que no sentía. Sí, Katrina no era la única que podía ponerse y quitarse máscaras—. Bien, gracias por preguntar.

    Mintió con todo el descaro, porque no iba a preocuparla con un problema sin sentido como aquel. Ni siquiera ella terminaba de entender lo que había pasado de por sí. Extendió la bolsa con galletas hacia la menor.

    >>Honda-san hizo galletas, mira. —Sacó una para llevársela a la boca. Comió con la misma rapidez y el dejo de rabia con el que venía comiendo desde los casilleros, fue lo único que no pudo disimular demasiado—. Toma una si quieres, tienen formas raras, pero están ricas. ¿Tú cómo estás?
     
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  19.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Nagi Watanabe

    —Uh —exclamó despacio, en afirmación a la respuesta de Kurosawa. Solo la inhalación del inicio y la forma rápida en que comía las galletas daban a entender de que algo no encajaba, pero la tranquilidad con la que sonrió y sus palabras daban a entender que estaba bien.

    Se respaldó en las pared, entrelazando sus manos escuchando con atención las palabras de su senpai. La sorpresa invadió su rostro al oír que Honda era la creadora de esas galletas. Soltó una leve risa

    — Bueno, si las estas comiendo con tanto entusiasmo... supongo que quedaron buenas —comentó, tal vez en un intento de aliviar el ambiente, pues no es que estuviera tan a gusta dando ese tipo de comentarios, que podían ser hasta algo bromistas—. Yo me comí las mías con Kazuki, las que preparamos entre todas, en verdad le gustaron... Aunque creo que a él le gustaría cualquier cosa comestible —siguió hablando, mientras sacaba una de las galletas de Honda, para luego probarla.

    >>Vaya, le quedaron bastante bien —halagó mientras terminaba de comerse la galleta—. Con todo lo que rabió ayer, de seguro fue un buen logro —dijo volviendo a entrelazar sus manos. Otra sonrisa leve adornó sus labios, no sabía si Kurosawa habría tenido un problema, pero al parecer no era con Honda. Si esta le había dado galletas, significaba que su relación iba a mejor, ¿no? Eso le alegraba—. Yo no intenté hacerlas, no se si me saldrían haciéndolas sola. Prefiero evitar problemas —comentó de manera más neutral, algo avergonzada, pero no llegaba a sonar desanimada.
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Una tras otra, siguió desapareciendo las galletas, como si no tuviera nada más en qué volcar su ira. Había desayunado antes de salir de casa, no era que tuviera hambre.

    Sonrió con algo más de entusiasmo al escuchar que había compartido las galletas con su hermano menor.

    —Puedo prepararle más a Kazuki-kun cuando quieras, sé que le hará ilusión recibir galletas —dijo mientras se limpiaba las migajas de la boca. Luego soltó una risa floja ante los comentarios de las galletas de Honda—. Le costaron lo suyo, aparentemente. No le digas que te dije eso, por cierto.

    Observó la bolsa de galletas y vio que se había bajado bastantes. Sacó un par más y se las dio a Watanabe, para luego dignarse a cerrar la bolsa y guardarla en el maletín por fin.

    —Un día puedo ir a tu casa y las preparamos juntas de nuevo, si no quieres intentarlo sola. También puedo ser tutora de cocina —bromeó, con algo más de soltura.

    Se relamió los labios, casi como un tic nervioso, a falta ya de las galletas, aunque apenas y se dio cuenta. Lo cierto es que si uno se detenía a observar, algo de errático tenía su comportamiento, su lenguaje corporal no encajaba con la que expresaba su rostro y su voz.
     
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