Pasillo (3º piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Una sonrisa filosa se le coló en los labios. Estaba molesto, y el chico estaba de gracioso.

    —Sabes de lo que hablo.

    Si fuese otro tipo ya tendría el puño en la cara, le estaría partiendo las costillas con las zapatillas. Y eso Kohaku lo sabía, tanto como él. Pestañeó con parsimonia, llevando su dedo pulgar e índice hasta la frente de éste, pegándole un zape. Quizá más fuerte de lo que hacía con Violet, denotando la pequeña marquilla roja que le había dejado.

    —No vuelvas a hacerlo, Kohaku —advirtió tosco, sujetándole el labio inferior con los mismos dedos que había propiciado el pequeño golpe, sin apartarse aún.

    No sabía por qué mierda no podía partirle la cara.

    —La próxima vez no será un pequeño golpe.
     
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    dejo la rolita que justo está sonando porque me acompañó muy bien el mood de la escena mientras escribía el post JAJAJA


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    Hmm, ¿tenía sentido seguir haciéndose el idiota? Le costaba decidirse, en verdad, y estaba muy concentrado haciendo balances mentales cuando Natsu le dio el golpecito en la frente. Echó la cabeza hacia atrás por reflejo, cerrando un ojo, y comprimió los puños dentro de los bolsillos mientras recuperaba la sonrisa.

    Nah, ya no tenía sentido.

    Eh, ¿Sonnen lo habría delatado? ¿O habría sido demasiado obvio? Igual lo traía sin cuidado. Sabía que Natsu no le haría daño y era muy divertido.

    "La próxima vez no será un pequeño golpe."

    Sus ojos dorados chispearon al entornarse en una extraña mezcla de picardía y diversión, y le mostró la dentadura en una amplia sonrisa al morderle el pulgar. No hizo fuerza para lastimarlo, sólo fue un mordisco rápido y ya.

    —¿Algo así, quizá~? —susurró.

    Seguía tan tranquilo, recostado contra la pared como si nada, sonriéndole y despidiendo, a pesar de todo, aquella vibra angelical.

    —Puedo compensártelo, Tsun-tsun. ¿Te gustan los caramelos? ¿Quizá los pasteles?
     
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    Insane

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    La sensación de sus dientes contra su pulgar lo hizo fruncir el ceño por mera inercia, comenzando a sentir la cara caliente.

    ¿Qué estaba haciendo?

    Por reflejo llevó su antebrazo a la altura del arco de su nariz, cubriendo los pómulos manchados del carmín, sin apartar su mirada de la de él ni un solo instante.

    ¿Estaba jugando?

    Vio entonces aquella sonrisa apaciguadora, seguido de distintos postres como disculpa. Chasqueó la lengua, cerrando los párpados mientras recostaba la frente en la pared, al lado de la cabeza de Kohaku, como si pensara en algo para remediar. Lo había descolocado, y aquello no era normal en alguien tan huraño como él. Elevó nuevamente la cabeza, alejándose.

    —¿Vas a meterles hierba dentro? —bufó ante el desagrado de la droga—, tráeme té negro mejor —susurró.

    Ya luego vería como vengarse en realidad, necesitaba algo helado, urgente.

    Recordó entonces que Altan podía estar fuera, y ver a Kohaku salir como si nada no sería bueno para él. Estiró sus dedos y le abrió los botones de la camiseta, como si hubiese sido zarandeado por las arrgas que comenzaba a hacer mientras lo fulminaba con sus pupilas ámbar. Al terminar de deslizar la yema de sus dedos por las prendas ajenas se dio vuelta, saliendo del baño.
     
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    Intentó que la sorpresa no se filtrara en su tranquilidad al distinguir aquel tono carmín en el rostro de Natsu, pero puede que no haya tenido un éxito rotundo. El muchacho entonces dejó caer la cabeza justo junto a la suya y paseó su mirada hasta el techo con cierto aire divertido.

    Qué lindo, Tsun-tsun.

    —¿Hierba? Qué va —murmuró, riendo suavemente—. ¿Tengo cara de desperdiciarla porque sí?

    Asintió, sin embargo, a su pedido del té negro, y le sonrió animado. Hacer té era una de sus especialidades, al fin y al cabo.

    Esta vez fue confusión lo que se filtró en su expresión al notar que Natsu llevaba sus manos a su camisa. Bajó la vista, junto a un suave "¿hmm?", y tuvo que contenerse la risa al sentir cómo le liberaba algunos botones. Burlarse de él podía llegar a ser contraproducente, ¿verdad? Pero qué ganas tenía~

    —¡Nos vemos luego, Tsun-tsun!

    Lo siguió con la mirada, risueño, en su camino hacia la salida y soltó un suspiro breve al saberse solo, encogiéndose de hombros. Antes de trazar su mismo recorrido se detuvo un instante frente a los espejos y decidió dejar intacto su trabajo. Eso podía concederle, ¿verdad?

    Al menos de momento.

    Cuando volvió al pasillo echó un vistazo a los alrededores y reparó en la figura de Sonnen. No sabría decir si estaba esperando a alguien o sólo mataba el tiempo, pero entonces se hizo una mejor idea de por qué Natsu le había desabrochado la camisa.

    —Qué tal, Sonnen-kun —lo saludó con la suavidad de siempre, aunque se lo notaba... ¿ligeramente divertido?—. ¿Cómo va todo? ¿Esperabas a alguien?
     
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    Zireael

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    Al final había sacado el móvil al ver que Gotho se llevaba al chico a los baños al notar su presencia y se había entretenido revisando las redes sociales, viendo vídeos de estupideces y otras tonterías. A mitad de eso, recibió un texto de Kurosawa.

    Eh, cuando tengas un rato libre me gustaría hablar contigo.

    ¿No había subido a buscar al cachorro? Vaya.

    Se limitó a responder con un sticker de gato, como si nada. Inmediatamente después se guardó el objeto en el bolsillo de nuevo, al notar con el rabillo del ojo el cabello inconfundible de Ishikawa. Cuando el chico se acercó a él notó la camisa desarreglada, pero el resto del chico estaba pues... Entero.
    ¿De verdad Gotho era tan idiota? ¿Con quién pensaba que estaba jugando? Era obvio que no lo había tocado y si quería darle el aspecto de haberlo zarandeado un poco, más parecía que le había metido mano.

    Hundió las manos en los bolsillos y aunque no soltó la risa de inmediato, sí se le formó una sonrisa de genuina diversión en el rostro.

    —Debes saber la respuesta a eso, ¿no, Ishikawa? —Podía parecer un ángel el jodido, pero no tenía una pisca de tonto si había jugado con Gotho. Despegó la espalda de la pared—. No creía que Gotho fuese a hacerte nada pero siempre es bueno tener malicia.

    Era un perro guardián, después de todo.

    >>En todo caso quedé de almorzar con Anna pero bueno tendría que buscarla por toda la escuela básicamente porque tiene hormigas en el culo y debió salir de primera de clase, así que imaginé que sería más fácil topar contigo y luego con ella. Después te cuento la estupidez de Natsu, fue una puta maravilla.


    Puedes arrastrar al niño o seguir aquí idk uwu cómo tú veas bby
     
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    Insane

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    Suspiró apenas, saliendo del salón con aquella gracilidad característica, deslizando la yema de sus dedos por la pared con suavidad, caminando ajena a lo que sucedía a su alrededor, sintiendo las manillas vibran con cada pequeño toque de sus dedos por el muro.

    Tenía sed. Konoe se había tomado la delicadeza de enseñarle a utilizar la maquina expendedora, y ella tenía un mapa mental sobre cómo llegar, sin embargo quería estar con Natsu y éste se había perdido como solía hacer. A veces era frustrante que sus deseos jamás llegaran o tocaran a alguien más, bajándose el autoestima por ello pese a mantenerse con aquella firmeza dentro de lo que cabía.

    ¿A dónde debería ir?

    Se mordió la boca.


    Sola.

    Siempre terminaba sola.
     
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    Gigi Blanche

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    Se permitió reír brevemente ante la respuesta de Sonnen y se encogió de hombros, resignándose a abotonarse la camisa. Si toda la puesta en escena era para él y no se lo había tragado, ¿a qué cuento venía andar por la escuela como un puto exhibicionista? Empezó a caminar pausado por el pasillo, suponiendo que Sonnen iba a seguirlo. No veía sentido a acotar sobre Natsu por el momento así que se enfocó en el resto.

    —Ah, ¿An-chan? Sí, sabia decisión. —Volvió a reír con respecto a su comentario sobre las hormigas en el culo de Hiradaira y sacó su móvil, marcándole a la chica; respondió sin demoras—. ¿Hola? ¿Dónde andas, enana?

    —¡Hey! Estoy yendo al patio norte con Emily. ¿Por qué no te vienes, mini Ishi? ¡Tengo un bento que alardear!

    Volvió a reír y asintió por reflejo, aunque no pudiera verlo.

    —Claro, nos encontramos allá. ¿Me guardarás un poco~?

    —¿Eh? ¡Ni de coña, es mío! ¡Consíguete el tuyo, lastre!

    —¿Cómo me dijiste? Me rompes el corazón, An-chan~

    —Hice bien mi trabajo, entonces.

    La verdad era que ambos estaban riendo, se notaba a leguas el tono de broma. Kohaku se devolvió el aparato al bolsillo tras despedirse y le dirigió un vistazo breve a su acompañante antes de empezar a bajar las escaleras.

    —Patio norte será.

    postea donde quieras, bby uwu
     
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    Insane

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    Caminó lentamente por los pasillos, pasando por cada uno de los salones de clase de forma superficial, deteniéndose en seco al escuchar una voz femenina desconocida, del otro lado del muro.

    <<Soy consciente. Y estoy dispuesta a aceptarlo todo.>>

    Ups, ¿qué es todo?

    Miró suavemente por el pasillo, no había nadie más, quizá por ello logró escuchar la conversación. Se recostó entonces en la fría pared y sacó del bolsillo el móvil, deslizando su dedo pulgar por la pantalla táctil con los orbes destilando el brillo insano al estar sola, quedándose ahí, ajena de vista a la situación interna, sin embargo, la sensación de curiosidad por oír qué continuaba, qué más decían, y quiénes saldrían de ahí la ató como cadenas sobre el suelo.

    Se había memorizado las reglas de la institución.

    ¿Quién estaría rompiéndolas?
     
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    Las cadenas en su cuello resonaron con sus pasos a través del silencioso pasillo, sin un alma a la vista. Había adquirido la costumbre de vagar por la academia durante el receso, memorizando cada recoveco, cada pasillo, cada salida de emergencia posible. Se mimetizaba con el entorno y cambiaba la máscara que cubría su rostro dependiendo del alumno con el que iba a tratar, y de la información que quería sacar. El mapa de la academia estaba casi completo en su cabeza y eso solo le brindaba aún más oportunidades de manejar los hilos del Sakura a su antojo.

    La paciencia era una virtud.

    Y Zuko sabía cómo exprimirla al máximo.


    Quién iba a decirle que en mitad de su inocente... reconocimiento del perímetro, acabaría divisando cierta figura en el pasillo, escuchando lo que parecían ser voces femeninas divertirse dentro del aula. Su sonrisa se ensanchó, sombría, y caminó con naturalidad hacia donde se encontraba "escondida".

    Voyeur de mierda. Te pone bastante, ¿no es así, hermanita?

    —No sabía que eras tan tímida haciendo amiguitas —murmuró, con cierto tono jocoso vibrando en su voz. Se inclinó ligeramente, asomándose con sumo sigilo en el aula, y volvió a erguirse hasta colocarse tras ella. Esa academia era mucho más divertida de lo que imaginó en un principio—. Si no entras tú, ¿te molesta que yo te presente~? Seguro que te dejan jugar con ellas.

    Ah, qué fácil sería alzar la voz y arruinarle el espectáculo a esa perra.
     
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    Lo había percibido, desde antes de estar tan cerca por el ruido de las cadenas, sin embargo se quedó con las pupilas fijas en el teléfono hasta tenerlo lo suficientemente cerca, elevando así la mirada y encontrándose con aquel color ámbar, como el del chico del casillero, como el de los tatuajes, como el inútil de su salón de clases. Qué tonalidad más preciosa y putrefacta.

    Ladeó entonces la cabeza, sonriendo de aquella forma insana.

    —Levanta la voz —murmuró como si fuese una orden—, dáñales el espectáculo —entró en el juego, como la dueña de la partida, llevando la yema de sus dedos hasta el cabello albino.

    Se veía mejor de negro, qué lástima.

    Ni siquiera estaba húmeda, ni un poco ansiosa. Su día estaba pasando entre el aburrimiento y la monotonía, tal cual debía ser, por ahora. Sus dedos continuaron su paso hasta los pectorales, frenando en el centro del tórax, escuchando el latir de su ritmo cardíaco.

    —Vamos Zuko, interrúmpelas —siseó como una víbora, retirando su tacto con parsimonia sin dejar de mirarlo.

    A fin de cuentas eran una familia perfecta.
     
    Última edición: 21 Septiembre 2020
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    Hygge

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    Entornó sus orbes dorados ante el tacto sobre su cabello y le sostuvo la mirada en todo momento, deleitándose con cada una de sus respuestas. Solo bastaba intentar dominarla para hacerle sacar las garras; su deseo de obtener siempre el control en cada uno de sus movimientos le volvía tan predecible... que le enfermaba.

    Le mostró los dientes en una sonrisa blanquecina, quitándole con suavidad el teléfono de la mano y obligándola a retroceder ligeramente, hasta alcanzar la pared a su espalda. Recargó el peso de su cuerpo con una de sus manos cerca de su cabeza, inclinándose de tal forma que su aliento acariciase su cuello antes de susurrarle al oído.

    —¿Tengo que volver a enseñarte quién tiene el control aquí, hermanita? —murmuró, saboreando cada una de sus palabras. Conocía demasiado bien a Agnes como para saber cómo se movía entre las sombras, y había dejado de tener efecto en él hacía mucho. Ambos eran demasiado dominantes como para permitirle ceder el poder al otro—. Puede que con otros te funcione, pero conmigo no es así.

    Tomó con su mano libre un mechón azabache, dejándolo fluir entre sus dedos, sin dejar de arrinconarla en ningún momento. Las voces al otro lado del aula aún no habían desaparecido.
     
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    Insane

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    Dejó que apartara el teléfono de sus manos, subiendo nuevamente sus pupilas rojo sangre hasta las doradas, sintiendo aquella sensación que comenzaba a tensarla la espalda por la pared helada, erizándose su piel ante el aliento que le acariciaba la dermis, sin embargo no mostró ademán de excitación pese a sentirse encantada cada vez que él mitigaba aquellas palabras, siendo su hermano menor, tan osado, calculador, gélido. Sus orbes quedaron fijos en la ventana al tenerlo inclinado en la curvatura de su cuello, dejando sus manos a sus costados, escuchando las chicas dentro del salón de clase.

    <<Espera, espera por favor>>

    Aquel jadeo ajeno la hizo reír suavemente contra el hombro de Zuko, ¿qué pequeño conejo estaba tratando de huir de un lobo feroz? Quería conocer la protagonista de las súplicas, aunque tuviese encima a su pequeño hermano.

    —¿Tan ansioso estás por tener algo de mi atención? —susurró contra su oído sin intimidarse por estar acorralada, pese a que su cuerpo reaccionaba con su voz, con sus movimientos, con su filosa mirada—, creí que estarías con las manos ocupadas... ya sabes, Lena —pese a paladear su nombre con placer, cargaba con el fastidio inamovible que le tenía por enredar a su precioso niño albino.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Vamos, Konoe, ¿de verdad piensas que vas a cambiarme por un par de besos cariñosos?

    Ese era el único pensamiento que se me cruzó por la mente al notar sus intenciones. Ya lo sabía, era una romántica, por eso no podíamos encajar de esa manera, porque el único cariño que sentía era con alguien que compartía el mismo estilo de vida, porque de alguna manera encajábamos, con lo malo y lo bueno.

    Pero ya no había manera de que parase, aun cuando claramente era una error.

    Podía acudir a Joey una vez, dos veces, incluso una tercera; podría incluso suplicarle a Katrina para que lo hiciese, pero no importaba. Porque Konoe me había empujado lo suficiente y ahora quería devorarla a ella.

    Quería hacerla ver en lo que se había metido.

    Me separé de ella, notando como una sonrisa ciertamente perversa se me formaba en los labios tras haberlos acariciado con los dedos. El armario, por supuesto, era mi lugar predilecto.

    Ella lo sabía bien.

    —A tus órdenes, princesa~

    Adelanté el paso, ciertamente ansiosa, y ni siquiera me digné a recoger mi maletín de la mesa antes de salir por la puerta del aula. Ya volvería a por él, no lo iba a necesitar de todas formas.

    >>Oh~

    Me fue incapaz de esconder el tono sedoso al soltar aquella exclamación al notar la escena del pasillo.

    >>Pero si teníamos público y todo~ —murmuré.

    Vaya Academia de pervertidos.

    >>Os invitaría pero parecéis bastante entretenidos, uhm. ¿Quizás en otra ocasión?

    Entorné mi mirada hacia la chica, porque la había reconocido por estar en mi aula. Si hubiese sabido que compartían apellido, ¿hubiese reaccionado igual? Seguramente no. Pero siendo tan diferentes físicamente, ¿quién lo iba a imaginar?

    Tras dirigirles una última sonrisa difícil de describir, volví a mirar hacia el aula, comprobando como de avanzada estaba Konoe antes de emprender de nuevo la marcha.

    Ah, mi querido gimnasio, me sabía la ruta de memoria.

    Pero bueno que me dan miedo pero igual Ali se los tiraba, ya digo que no controlo a esta hoe (?)
     
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  14.  
    Hygge

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    Se mantuvo allí, inmóvil, escuchando con atención las voces que se hacían más y más agudas al otro lado de la pared. Había notado cierto movimiento y prefería... mantenerse en las sombras, de momento. Dejó escapar una risa ronca contra la pálida piel femenina cuando Agnes habló y se separó apenas, soltando su cabello azabache para llevar un dedo a sus labios y hacerle un gesto para que guardase silencio, sus orbes ámbar enfocados en la puerta del aula.

    De repente, silencio.

    Meneó la cabeza fingiendo decepción, la eterna sonrisa juguetona en sus labios, y volvió la atención hacia su pequeña presa, uniendo su frente con la de la joven aprovechando ser el más alto de los dos. Su aliento chocó contra su piel, a escasos centímetros de su rostro, pero no hizo ademán de moverse en ningún instante.

    Era tan, tan divertido. Verla fingir desinterés cuando estaba encantada con ello.

    Y él no le daría ese placer a la perra en celo que tenía por hermana.

    —¿Lena? Está con sus amigos —dijo con simpleza. Entrecerró sus ojos, entretenido con lo que escuchaba—. Pero no podía dejar que te portases mal por la academia y manchases nuestra imagen, ¿cierto? —susurró entonces, divertido—. Somos buenos niños, después de todo.

    Se separó de ella lentamente, dejándola en ascuas, y fue en ese instante cuando las chicas salieron del aula. Ah, qué lástima, le habían pillado. Puso los brazos en jarra, sonriéndoles de oreja a oreja, y agitó su mano cuando la rubia habló por última vez, viéndolas marchar.

    —¡Pasadlo bien; chicas al poder! ¡Mis amigas son lo primero~! —canturreó al aire como un puto crío. Era increíble cómo podía cambiar de máscaras con tanta facilidad. Se detuvo entonces, alzando un dedo, como si recién acabase de recordar algo—. Ah, y limpiad cuando terminéis, ¿sí?

    Le dirigió una última mirada a Agnes, encantado con haber ensuciado su imagen de niña buena durante el primer día frente a dos personas, y comenzó a alejarse a paso ligero, como un fantasma vagando por la academia sin rumbo cierto.
     
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    Insane

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    Cerró los párpados entonces, como si buscara nuevamente controlar el diablillo punzando dentro de su cabeza. Kohaku lo había dejado al borde del abismo al obligarlo a buscar algo para enfriarse el cerebro, tanto que si se hubiese topado con Eris se la hubiera cogido y se hubiese arrepentido toda la vida por meterse con chicas que no eran de su tipo. O con la regalada de la enfermería. Pfff, definitivamente agradeció inmensamente no dar con ninguna de esas caratulas.

    Se dio vuelta sobre sus talones, sujetándola de la muñeca sin ejercer fuerza, realmente no deseaba lastimarla, sin embargo fue firme, halándola hasta salir de la azotea y bajar las escaleras. Las probabilidades de tomarla por sorpresa podían ser muchas más amplias que la reacción misma.

    Ni él mismo sabía qué estaba haciendo, más que osar aquella acción que quizá, le valdría una mejilla roja.

    Altan y Kohaku le habían tocado tanto los cojones que le habían descontrolado la criatura sedienta.

    ¿A dónde?

    No se detuvo, continuó viendo por el rabillo del ojo las cámaras, hasta ver entre abierta una pequeña puerta que había pasado por alto desde el día pasado. Un armario del conserje. Entró encaminando al pasar primero él por el marco, y después ella sin apartar su tacto, cerrando la puerta con llave. Procuró sujetar ambas muñecas para evitar un golpe en el rostro, y se mantuvo al pendiente de su sus rodillas no llegasen a su entrepierna.

    Y ahí mismo, le robó un beso en los labios, que no duró más que unos cuantos segundos para terminar enterrando su rostro en la curvatura de su cuello. Él no besaba chicas porque sí, era selectivo, minucioso, y en aquel instante no sabía si agradecer que fuese ella o morderse la lengua por dar el paso que sabía, y no se arrepentiría de dar.

    —Quizá sí me guste joderte un poco —susurró rebotando su aliento contra la dermis.

    Maldita sea.
     
    Última edición: 21 Septiembre 2020
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    Iba a seguir ignorándole, pues con los tipos de su calaña ni saliva se dignaba a gastar, cuando lo notó separarse de la verja y tomar su muñeca, haciendo que se le cayese el cigarro de la impresión. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Qué puto poder se creía que tenía sobre ella para arrastrarla de esa forma fuera de la azotea? Era realmente doloroso imaginar qué tan desapegada debía estar una persona con el resto de la humanidad para no dignarse a mirar a ninguno de los presentes, como si viviese encerrada en sí misma.

    Sus problemas eran suyos y de nadie más. Y estaba jodida de mierda hasta el cuello, sí, pero no tenía por qué arrastrar a nadie más al fango con ella. Su filosofía de vida acabaría ahogándola con ella.

    No supo en qué momento acabó metida en el armario del conserje de uno de los pisos, pero para ese entonces le había intentado cruzar la cara a Natsu varias veces, pero nada logró soltarla. Los pulmones le dolían con cada bocanada y la sangre le hervía en las venas, y tenía ganas de cagarle a palos allí mismo con cualquier cosa que tuviese a mano, pero era un hombre. Era un hombre y por más fuerza que tuviese iba a acabar dejándola indefensa en un uno contra uno, como estaba haciendo en ese instante. Sujetó sus manos contra la pared, evitó que sus piernas pudiesen alcanzar su entrepierna por más veces que lo intentó, y para más inri había cerrado la puerta.

    Había cerrado la puta puerta, y allí nadie podría escucharla.

    —¿¡Qué coño crees que estás haciendo, gilipollas!? —dejó escapar el grito que había estado conteniendo, rasgándole la garganta en el proceso. Forcejeó con brusquedad, pero Natsu logró evitar que se zafase robándole un beso que no había esperado. Apretó los puños, irritada, y en un arranque de ira le mordió el labio, hasta el punto de hacerlo sangrar. Cuando se separó y escuchó el susurro contra su cuerpo, haciendo que su piel reaccionase de inmediato le observó desde abajo, con sus ojos verdes brillando de ira como un animal enjaulado. Le escupió justo en la frente—. Que te jodan.

    Debía admitir que una parte de sí, la parte hormonal que deseaba guardar bajo llave en aquel instante, había rozado aquella idea en algún momento. Natsu estaba bueno, no podía mentirse a sí misma. Había tenido esa época oscura alguna vez, ¿cierto? Cuando Tori aún seguía con ella. Acostarse con gente solo por el puro placer de hacerlo, como los animales salvajes que eran. Pero aquel cabrón la estaba obligando de una forma que la asqueaba, una forma que nadie debía tener derecho a ejercer.

    La estaba tratando como una jodida muñeca que consumir para aplacar sus frustraciones.

    Y le recordaba una vez más cuánto odiaba a los hombres.

    Recordaba a Toshinori.


    Recordaba a Zuko.

    Y lo cansada que estaba de existir.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Había entrado a los baños apenas salir de clase y al final se había quedado allí a fumar un porro, sabiendo que no había cámaras y que en tanto no entrara alguna de esas malditas obsesas de las reglas japonesas, pues daba lo mismo.
    Al terminar había salido esculcando sus cosas, buscando los cascos y chasqueó la lengua fastidiada, ¿los había metido al casillero en las prisas de la mañana? Era probable. Aprovechó que nadie estaba en su clase ya para lanzar el maletín en su sitio y cuando estaba saliendo fue notó el parchón negro, la silueta de Gotho arrastrando a alguien consigo al cuartillo de limpieza.

    Si había algo que la jodía eran esas malditas costumbres que tenía Natsu, aunque ella misma fuese la maldita diosa de la discordia.

    Le gustaba fastidiar a la gente, tocarle los cojones a todos, pero habían límites... Habían límites porque con todo ella no dejaba de ser una mujer, no dejaba de palpar el miedo de que alguien que no había consentido se le fuese encima.

    Qué puto fastidio de hombre, por Dios, andar siempre tensando la cuerda de chicas que se hacían del rogar o literalmente no querían nada.

    Se acercó a la puerta y le estampó una patada con toda la fuerza que tenía, que a pesar de su aspecto no era poca. Sabía que debía estar cerrada con llave, pero era más que nada para anunciar su presencia.

    —Lamento importunar —dijo con algo de diversión en la voz. Luego habló en el inglés que había aprendido a punta de series y las clases en los otros institutos. Aunque le habría venido en gracia insultarlo en húngaro, para asegurarse todavía más que no entendiese una mierda—. Hey, fucking retard. Deja ir a la chica de una vez o llamaré a alguien, que de todas formas tengo la dirección cerca.
     
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    Insane

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    Se distanció limpiándose la saliva con la manga del chaleco escolar. Mierda, si alguien hubiese hecho eso con Violet estaría como un animal descontrolado, corriendo sangre con sus nudillos. ¿Por qué lo había hecho entonces? Se recostó en la pared, sujetando el pomo de la puerta, viéndola de perfil.

    —Lo siento —y aunque la ambivalencia se le colaba en la voz, se sentía asqueroso de sí mismo.

    Manteniéndose siempre tan serio, con aquel aire de superioridad, de hartera hacia los demás, no era más que un reflejo sobre lo que veía de sí, lo que vivía en las calles, lo que escuchaba por los audífonos.

    No era diferente a su madre.

    Maldita sea.

    La odiaba tanto.

    Sacudió la cabeza a medida que empuñaba las manos.

    —Natsu —se presentó entonces, no se conocían ni el nombre—, te debo una grande —confesó, sobándose el arco de la nariz, pese a las probabilidades de odio que podía desarrollar ella hacia él lograra acongojarlo—, cualquier cosa que necesites —hizo hincapié en sus palabras—, pídela.

    No tenían porque volver a cruzar palabra si ella así lo consideraba, sentía que si se acercaba demasiado iba a terminar quemándolo al mantener aquel humor de mierda. No era como Kohaku, no lo estabilizaba, no le bajaba aquella aura putrefacta. Porque lo último que se le había pasado por la cabeza era que el esmeralda se apagara como una chispa cubierta de impureza. Ciertamente lo huraño lo mantenía con cada paso que daba, jamás involucraba alguna clase de sentimiento que no fuese cólera, deseo o asco, tal y como el desliz que acababa de cometer. Pff, si su padre se enteraba, tendría los testículos en el cuello del golpe que le estaría dando.

    Y bien merecido lo tenía.

    ¿Le gustaba la chica?

    Quizá un poco más de lo que creía.


    ¿Involucraría algo más que ambivalencia?

    Imposible.

    La puerta se abrió entonces, llegando la luz a sus orbes ámbar. Salió al reconocer a Eris con parsimonia, sin emitir ninguna palabra más.

    —Acompáñame —susurró al pasar por su lado, como aquellos pedidos que jamás le hacía.

    Una tras otra.

    Necesitaba parar.
     
    Última edición: 21 Septiembre 2020
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    Hygge

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    "Fue consentido, Lena"

    "No puedes decirle a nadie, ¿me oyes? Júralo. Júralo por nosotras"

    "Estoy embarazada"

    "Embarazada"

    "Embarazada"


    Ni cuando fue liberada de su prisión pudo volver a respirar con normalidad. No le hizo nada. Natsu no le hizo nada, pero pudo haberlo hecho.

    No dejaba de ser un hombre. Los hombres hacían eso.

    Sus aturdidos sentidos le enviaron retazos de voces y sonidos; escuchaba la disculpa del chico sin escuchar, sujetándose de la pared al notar el mundo girar sin descanso. Apenas fue capaz de enfocar la cabellera castaña de la alumna que le había salvado el culo marcharse cuando las piernas amenazaron con fallarle, y en un arranque de lucidez cerró la puerta de golpe, fundiéndose con la oscuridad.
    "No quiero que lo hagan. No quiero que lo detengan"

    "No tienes derecho a decidir por mí, Lena"

    "Derecho"

    "Derecho


    Gritó. La angustia rasgó su garganta.

    Sus manos perdieron el control, lanzando los objetos de la repisa sin orden ni concierto, encerrada en la habitación del pánico. La imagen de Natsu se mezcló con el hombre que le arruinó la vida a su mejor amiga y los recuerdos se revivieron dentro de ella, revolviéndole el estómago hasta el punto de sentir nauseas. Su cuerpo encerraba más ira, más rabia de la que podía siquiera cargar y la volvían inestable y errática.

    Había tenido que aguantar tanto.

    Tenía que lidiar con tanto.

    ¿De verdad lo merecía?


    El cuerpo le falló, denotando el agotamiento mental que se traía desde hacía semanas, meses quizás, y se dejó caer de cuclillas, enredando sus manos en el velo castaño que le cubrió el rostro. Odiaba sentirse débil y vulnerable. Odiaba dejar salir sus emociones a la superficie, donde no podía contenerlos.

    Dios, tenía tantas ganas de llorar.

    Pero no podía.

    "Tori, ¿dónde estás?

    "Victoria, por favor responde"

    "Lo siento. Tenía que hacerlo"

    "Por favor"

    "Regresa"


    No podía, porque quizás sí.

    Quizás se lo merecía.
     
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    Nekita

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    Incluso si se había mantenido con los ojos cerrados para fingir estar ausente de todo, trataba de escuchar todo lo que estaba pasando con esas dos nuevas personas prácticamente desde que había escuchado la palabra "acoso", haciendo lo mejor posible para respirar tranquilo y mantenerse así aunque ese tema lo pusiera de los nervios, no le agradaba en lo absoluto, menos si eso era la razón por la que estaban discutiendo y la única salida era escalar más, mucho más.

    ¿Quién en su sano juicio le gustaría siquiera pasar por eso con él?

    Apretó un poco el agarre de sus manos, no podía meterse en esas cosas, se lo habían dejado muy claro, si lo expulsaban ni siquiera iban a esperar a los 18 en cortar el dinero y eso solo implicaba que tuviera que fingir que no le perturbaba la situación lo suficiente para involucrarse. Y no fue hasta que escuchó la voz de David con más claridad que volvió a abrir sus ojos y...ya no estaban.

    Casi sintió su corazón detenerse por un segundo, claro, eso siempre escalaba.

    —Creo que a la gran mayoría le causan demasiado asco aquellas personas —Ya se había levantado de su lugar tratando de pensar que lugares había visto antes de subir allí, porque dudaba que hubieran ido muy lejos —. No me van a golpear... puedo hacer otra cosa.

    Quedarse cerca de ella cuando ellos hicieran lo necesario con él, por ejemplo.

    Los siguió fuera de la azotea solamente antes de ir abriendo cualquier puerta que iba viendo para asomarse con prisa y cerrar si no había nadie o si no era quien buscaba. No fue hasta su segundo intento que un grito lejano lo perturbó todavía más y estaba seguro que los demás también lo escucharon perfectamente, apresuró su paso hacia el lugar de forma casi automática y apenas pudo abrió la puerta.

    El chico no estaba pero, eso en definitiva no le quitaba el peso al problema, menos si estaba así.

    Se acercó un par de pasos más para adentrarse a aquella habitación y colocarse de cuclillas frente a ella, no quería tocarla en caso de que eso hiciera todo peor. —Hey... somos los que estábamos en la azotea —Vaya selección de palabras, se escuchaba mucho mejor en su cabeza. Quizás habría sido mejor idea que alguno de los otros dos entraran primero, pero ya estaba allí—, nos preocupamos y vinimos a buscarte... ¿en qué podemos ayudarte?

    Era mejor que preguntar si estaba bien, ¿no?
     
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