Pasillo (3º piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Había seguido con la mirada a Aika, hasta que llegó a la tarima y aunque no tenía muchas ganas de escuchar a nadie, la seriedad que vio en ella fue suficiente para captar su atención. Las palabras que salieron de los labios de la muchacha consiguieron arrancarle una sonrisa de los labios, suave, algo melancólica.
    Ella también deseaba volver a tener algo de alguien más y no lo había pensado hasta ese momento, porque había tenido la mente demasiado ocupada en mierdas sin importancia.

    A Kaoru le gustaba la lluvia, ¿no? Dios, la disfrutaba tanto. Y ahí estaba ella, con aquel frío calándole los huesos. ¿Cuál era la gracia de la lluvia entonces ahora, si la enfriaba más que nunca antes?
    Al menos el cabello se le había secado o la mayor parte, ya eso era algo.

    El discurso de Bleke, sin embargo, había arrojado una chispa de alerta, haciéndola fruncir ligeramente el ceño un instante. ¿De qué mierda iba eso de las partes rotas que hacían agonizar el sistema? Como si ella pretendiese arreglar una cosa de esas, como si las piezas más tozudas de la formación fuesen a dejarse enderezar o algo.
    Era asombrosamente tranquila y centrada entonces, ¿la chispa de alerta de dónde demonios salía? No tenía idea. Lo dejó estar, no era un día para pensar en esas mierdas.

    Se levantó de su asiento y salió de la clase con pasos lentos. ¿Debería ir a buscar a Nagi también? Aunque... no la había visto llegar, ¿habría faltado? Quizás debería llamar a su casa para preguntar o... No, seguro la lluvia la habría atrasado. Tenía que dejar de preocuparse tanto, en todo caso, ya la vería en el club de cocina. Darle algo de independencia no estaba mal, ¿cierto? Aunque bajo esa lógica debía dársela también al torpe de Hiroki y allí estaba, con la insistencia usual.

    Subió a la tercera planta y vio a Akaisa dejar su clase, aunque no se dignó a mirarla siquiera, la verdad no esperaba nada más, debía sentirse encerrada con esa maldita lluvia. También vio salir a Laila, que se había detenido a esperar seguramente a, ¿cómo se llamaba? Tenía un nombre extranjero particularmente raro, como sea, debía estar esperando a Shiro-chan.

    Asomó el rostro por la puerta de la 3-1 y habló apenas para hacerse oír.

    —¿Senpai?


    here's my bullshit
     
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    Esa mujer, la tutora... ¿de qué cojones iba? ¿Con las medias negras ceñidas a las piernas y aquella blusa con botones a punto de reventar? Hiroki gruñó con pesadez y sus ojos ambarinos se desviaron hacia la ventana.

    Al cielo encapotado y gris que cubría la academia. La lluvía caía sin dar tregua y golpeaba el cristal, derramándose en gotas que se deslizaban y volvían a unirse.

    Menudo día de mierda.

    Ni le gustaba ni le desagradaba la lluvia en realidad, pero sin lugar a dudas prefería los días soleados. Al menos no se sentiría encerrado en esa especie de jaula, sin poder salir, ni pasear a sus anchas lejos de gente de mierda que no le importaba y con la que no le apetecía estar. La redacción la había entregado el día anterior en un bollo de papel arrugado que prácticamente había golpeado contra la mesa de la tutora.

    Las voces en la clase le llegaban como murmullos ahogados mientras su mente dejaba atrás el salón para centrarse en algo que tenía más importancia. Algo que no podría pasar por alto ni aunque quisiese.

    Kurosawa.

    Había dicho querer pasar el receso con él. Incluso había estado a punto de llorar cuando pensó que se negaría. ¿De verdad era tan importante? Se pasó una mano por el cabello, inquieto. ¿Por qué era tan importante? Le había dicho que no lo pensara, ¿pero cómo coño no iba hacerlo? ¿Desde cuando las jovencitas decentes se acercaban a hablar con él en lugar de salir huyendo? ¿Desde cuando querían ser sus amigas?

    Joder, era como el cuento ese. La bella y la bestia.

    Al menos, si aparecía esa cabrona enana de Honda podría volver a ver al pajarito dar picotazos. Eso parecía entretenerlo. Mientras no se le fuese la mano podía ser divertido.

    Una media sonrisa se le dibujó en la boca.

    Pensar en el pajarito parecía tener la capacidad de invocarlo. Porque poco después de que sonara la campana que anunciaba el fin de aquella jodida hora interminable, su dulce voz se coló en el aula. Ni siquiera tuvo que girarse en su dirección para saber que se trataba de ella
    . Allí estaba, como había dicho que estaría. Porque le daba la gana y porque quería estar con él sin más motivos.

    Dios, que rara era.

    —Kurosawa—la llamó con su voz áspera al incorporarse y se acercó hasta ella con las manos en los bolsillos del gakuran. Sabía que iba a aparecer, porque era un pajarito insistente. Pero aún así tuvo la necesidad de remarcar lo obvio—. Así que viniste.

    Curioso. Porque ni siquiera se hubiera levantado de la silla si no estuviese aliviado de verla.
     
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    No era que pasara demasiado desapercibido, lo había llamado solo para que él se diera cuenta que estaba allí afuera, esperando, porque ella lo había visto de inmediato al asomarse. Es posible que no se le perdiera de vista ni siquiera en una multitud.
    Reaccionaba a su presencia, siempre, de alguna manera incluso cuando pretendía actuar como si no le fuese ni le viniese nada de lo que se revolviera a su alrededor.

    Lo vio levantarse y acercarse, una parte de sí se sintió aliviada, como si no pudiera apartar del todo la idea de que un día simplemente se hartaría de su insistencia. Le dedicó una suave sonrisa como respuesta a lo que había dicho, a aquella necesidad de recalcar cosas que eran obvias de por sí.
    La idea había sido suya a fin de cuentas, ¿por qué iba a incumplir su propia palabra? Era rara, no mentirosa.

    —¿Te atreves a dudar de mí aún? —soltó a manera de broma mientras avanzaba un par de pasos, girándose para caminar de espaldas y no separar la vista de él—. Por mucho que quieras no vas a librarte de mí tan fácil~

    Soltó una risa suave que no encajaba con el tono jocoso de su voz, como si fuera más genuina que todo el resto de su actitud en aquel momento.
    Entrelazó las manos detrás de su espalda.

    >>Bueno, estamos encerrados aquí. Escucho sugerencias respecto a dónde ir.

    No era que tuviera muchas expectativas, lo cierto es que estaba hecha a la idea de que tendría que arrastrarlo a... Bueno, ni idea de dónde, quizás por eso preguntaba, esperando que le quitara esa responsabilidad de encima.
    ¿La cafetería? De seguro iba a estar aún más atestada de gente que el día anterior... bueno, quedarse en el pasillo siempre era una opción.
     
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    No pudo evitar soltar una risa floja al escucharla. No se trataba de dudar de ella. Era simplemente que nada de lo que hacía parecía encajar en el molde al que Hiroki Usui estaba acostumbrado. Pero bueno, mientras así fuese, podía simplemente aceptarlo y dejarlo estar.

    Sonaba como un buen plan.

    No era como si quisiera hacer otra cosa.

    ¿Ah?—preguntó entonces y enarcó una ceja—. Creía que ya habrías decidido dónde ir. ¿No se supone que funciona así? ¿Tú me invitas, tú decides?

    Eso sí que no estaba en sus planes. ¿Dónde ir, a solas con Kurosawa, en un un día de mierda como ese? Si fuera un día de sol habría decidido sin dudarlo ir a la azotea. Un lugar apartado, tranquilo, sin tener que preocuparse por afluente de gente innecesaria. Pero ese día las opciones eran limitadas. La cafetería estaría atestada, la biblioteca no era una opción.

    Suspiró con pesadez y tenso, volvió a pasarse una mano por el desprolijo cabello cenizo. Agh, ¿en serio tenía que pensar él? Su voz sonó más como un gruñido áspero y fastidiado.

    >>Ni puta idea.
     
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    No había que ser un lince para notar que Shawn Amery se encontraba especialmente contento el día de hoy. Contento y algo distraído, a decir verdad. Por un momento todo el tema de la redacción había dejado de existir para él, y cuando la sensei se inclinó para recoger su hoja, alzó una de sus cejas sin comprender. En sus manos tan solo reposaba a buen recaudo el documento oficial que le remitía toda la información acerca de los clubes que había solicitado: ambos habían sido aceptados con éxito. Un muchacho de segundo año, encargado de todo el papeleo en cuanto a clubes se refería, le había localizado en la mañana antes de adentrarse en el aula. Y aunque la imagen del muchacho del que tanto se hablaba se encontrase ahora con su cabello enmarañado y echado hacia atrás, producto de la lluvia que parecía haberle empapado, le entregó el recado recibiendo una palmada en el hombro de su parte.

    La lluvia no parecía detener sus planes durante el receso en el día de hoy. Marchó del aula bastante determinado, buscando con la mirada el aula que le correspondía a Laila Meyer. La idea de compartir la noticia con alguien le llevó directamente hacia su puerta. Sin embargo, mientras esperaba recargado en la pared a que la joven terminase su clase, notó por el rabillo del ojo mientras releía una vez más el documento cómo una figura mucho más pequeña que el resto se abría paso a trompicones entre los alumnos de tercer grado. Apartó el papel, siguiendo el destello dorado con la mirada, hasta dar con una jovencita que juraría que pertenecía a primero, pues no le sonaba en lo absoluto. Sin moverse un ápice de su lugar la observó con disimulo, aunque ni aún llamando la atención parecía que la distraída jovencita fuese a percatarse de su presencia.

    ¿Qué hace una muñequita como tú en tierras de gigantes como estas?

    Se apartó de la pared soltando un suspiro contenido. Echando un vistazo rápido al interior del aula, donde nadie parecía moverse aún de su pupitre, rascó su nuca y comenzó a seguirla. La chica estaba perdida, lo notó enseguida; se asomaba constantemente en cada aula, ocupada o no, disculpándose atropelladamente antes de seguir su camino. Una sonrisa ladina se formó en su rostro y tras acelerar sus pasos, aprovechando que se encontraba asomándose en otra aula, se colocó a su espalda guardando una distancia prudencial, fingiendo que se asomaba también sobre ella.

    —¿Estás buscando a alguien, rubita? —alzó la voz, pronunciando con cierto toque de diversión cada sílaba de su nuevo mote. La chica dio un respingo, girando para dirigirle la mirada al albino. Parecía nerviosa, abrazando contra su pecho una hoja de inscripción que no le pasó desapercibido.

    —Uhm... No realmente —Rachel Gardner le enseñó rápidamente el papel, como si confiar en un desconocido no fuese una barrera para ella, y Shawn se inclinó ligeramente para enfocar las palabras frente a él—. Estaba buscando la sala de arte. Pero aún me pierdo por aquí, y...

    El muchacho, tras unos segundos, se llevó dos dedos al puente de su nariz y contuvo una risa, incrédulo. ¿De verdad no la había visto viniendo hacia acá?

    —La sala de arte está en la primera planta. Me atrevería a decir que a un par de metros de tu aula —resolvió, irguiéndose una vez más. Se esforzó por borrar el brillo burlón en su rostro; la joven no parecía de muy buen humor—. Son cosas que pasan. El primer año que estuve aquí tardé medio semestre en localizar mis aulas, tenía que seguir a mis compañeros si no quería perderme.

    Y rio. Su risa pareció despertar cierta simpatía en la menor, quien, contagiada, curvó ligeramente sus labios. Tomó aire, revisando el papel una vez más, y asintió. Era un desastre, y nunca tendría remedio.

    —De acuerdo, gracias por la ayuda, senpai.

    Y con una inclinación de su cuerpo comenzó a alejarse de allí. Shawn alzó su mano, curioso y desconcertado a partes iguales.

    —Buena suerte, kohai-chan —exclamó, pero no se volteó hacia él. Se encogió de hombros, y regresó sobre sus pasos sin más—. Ah, sí, la clase de Laila.
     
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    Se congeló en su lugar un instante. ¿Invitar? ¿Había sido eso una invitación siquiera? La palabra sonaba, de repente, demasiado formal y... extraña; hizo burbujear algo parecido a los nervios del día anterior.
    Era solo... una propuesta. No, sonaba igual o peor. ¿Una sugerencia? Maldita sea.

    No tenía idea de cómo había podido bajarse los nervios para soltar una estupidez.

    —¿Hmh? —Entrecerró los ojos y sonrió, esta vez el tinte de la sonrisa sí correspondió con la ligera burla en su voz—. No sabía que entendieras las normas de la socialización, senpai, pero no. Ni que te hubiera pedido una cita. Puedo decirte que me acompañes y realmente no tener ni puta idea de qué hacer después, improvisar es siempre una opción.

    Reinició la marcha.

    >>Cafetería descartada porque está llena de gente y eres un arisco. Patios y azotea descartados por esta lluvia de mierda. Nada de biblioteca pues porque... porque sí, asumo yo. Eso nos reduce las opciones a gimnasio y este mismo pasillo o los de segundo y primero.

    Colocó los brazos en taza. ¿De dónde sacaba energía si se estaba cagando de frío? Ni idea.


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    Iba con la mente centrada en esperar a Jez, pero cuando por fin se levantó y salió prácticamente chocó contra el albino. Se le escapó un sonido de sorpresa, que apenas es que no era un pequeño grito. Era obvio que iba más que distraída.
    Ese rollo de la redacción y la lectura y la tutora extravagante, combinado con aquella lluvia, la tenía extrañamente tensa.

    —¡Amery! —soltó aún con el tono de sorpresa en la voz y cuando logró calmarse continuó, educada como era—. ¿Cómo estás? Dios, ten más cuidado.

    Dejó salir el aire que ni siquiera se había dado cuenta que estaba conteniendo en los pulmones. Un par de metros más allá, pudo ver a Kurosawa, al menos ligeramente más seca y eso la tranquilizó. Contrastaba violentamente con la persona que la acompañaba, nada más y nada menos que su compañero de clase, el amargado de Usui. De verdad que las juntas de esa chiquilla eran de lo más extrañas.
     
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    ¿El gimnasio?

    Enarcó una ceja. La cafetería ni muerto, joder. Estaría llena de gente de mierda y no le apetecía tratar con nadie. Los días lluviosos lo ponía especialmente susceptible. Los patios y azoteas no porque, aunque no era un gato, no le apetecía nada calarse hasta los huesos otra vez.

    Soltó un gruñido bajo. El gimnasio... tenía un almacén que solo era concurrido por parejas cachondas. ¿Quién afirmaba que no habría nadie aprovechando el rumor de la lluvia? No le apetecía mucho formar parte de los pajilleros de una porno amateur.

    ¿Y si no hubiera nadie? ¿Cómo iba a entrar con Kurosawa ahí? ¿Qué quería? ¿Que le diera un paro cardíaco?

    Ni en joda.

    —Ya te dije Kurosawa—dijo y se detuvo apoyando la espalda contra la pared. Frente él podía ver la ventana y el patio frontal desolado por la lluvia. Se pasó una mano por el cabello—. Ni puta idea.
     
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    Revisando sin prestar mucha atención al papel entre sus manos, aún sorprendido por el suceso de la chiquilla, se volvió al escuchar la puerta del aula abrirse a su lado. Aguardó a que salieran los alumnos, sin obstruir en ningún momento el paso, pero acabó chocando entre el flujo de personas con, justamente, aquella a la que estaba buscando.

    Pareció divertido de haberla asustado, pero la media sonrisa desapareció al notar que Laila no parecía de muy buen humor aquella mañana. Se llevó una mano a la nuca, adaptando su energía a las circunstancias; no era su intención abrumarla.

    ¿Qué tenían los días de lluvia que provocaban caras tan largas allá por donde iba?

    —Lo siento, tendré más cuidado la próxima vez —le aseguró, atento. No había gracia alguna en molestarla si ella no se sentía capaz de seguirle el juego. Extendió la hoja de inscripción hacia ella, dedicándole una breve sonrisa—. Quería darte las gracias por la ayuda; esta mañana aceptaron oficialmente nuestros clubes. Lunes y viernes por la tarde, no se te ocurra faltar o me sentiré dolido~.

    Aquello último lo fingió cerrando uno de sus ojos, como si un dardo se le clavase en el corazón. Pronto retomó la seriedad, y agregó.

    >>¿Has descansado bien hoy?
     
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    Se encogió de hombros, a la vez que sonreía resignada. Al menos no podía decirse que no lo había intentado, darle opciones; aunque la verdad la palabra intento resumía bastante bien su relación con Hiroki. Todo lo que hacía era un enorme intento por incluirlo en el mundo, aunque parecía importarle una mierda y ciertamente daba la sensación de que no ponía de su parte, cuando realmente ya bastante esfuerzo veía ella en el hecho de que no rechazara su compañía.

    Apoyó la espalda en la pared también, clavando la mirada en la lluvia que seguía cayendo al otro lado de la ventana y luego la bajó al suelo. Al menos estaba seco.

    —Pues nada. —Se deslizó hasta sentarse en el piso, que ciertamente estaba más frío que el ambiente. Se le erizó la piel un momento—. Por descarte esto es lo que hay.

    Extendió la mano hacia Hiroki, tomándolo de la manga del gakuran, aunque lo dejó ir de inmediato. No iba a obligarlo a sentarse con ella, ciertamente, allí en el frío pasillo. Suficiente debería tener con haberse empapado.
    Alzó la mirada hacia él.

    >>Senpai, ¿trajiste almuerzo o piensas aguantar hambre otra vez? —A mitad de la pregunta había regresado la mirada al pasillo y notó a Laila hablando con Amery. Ah, cierto, el club de esgrima. Pensó en coméntarselo pero en su lugar guardó silencio, no es como que le importara, ¿o sí? Ya se lo contaría a Watanabe.


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    Detalló la hoja que el muchacho extendió frente a ella y una suave sonrisa se formó en su rostro, haciendo que parte de la tensión de su cuerpo desapareciera.

    —No es nada~ deberías agradecerle a Kuro-chan por aceptar. —Empezó a avanzar por el pasillo, despacio—. ¿Faltar? Si fuese tú, me preocuparía más por el hecho de que vaya a estar allí siempre. ¿Quieres repetir la historia?

    Se volteó y le guiñó un ojo, divertida. Sabía que en el fondo no dejaba de ser un niño orgulloso y algo de gracia le hacía provocar ese orgullo, sabiendo que había pisoteado una parte.
    Sin embargo, cuando lo vio ponerse serio y preguntarle si había descansado bien, el color le subió al rostro a la vez que una sonrisa tímida se asomaba en sus labios. Asintió con la cabeza.

    >>Sí. Es solo... tonterías. —Desvió la mirada a la ventana—. La tonta redacción esa y la tutora, dios, ¿la has visto? Me pone de los nervios.

    Lo había dicho casi en un murmuro, como si temiese que la mujer la escuchara, pero una parte de sí se alivió de poder decírselo a alguien.
     
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    La siguió con la mirada cuando se sentó en el suelo helado. ¿Qué cojones hacía allí sentada con la falda del uniforme? Se iba a cagar de frío. Y ni siquiera lo pensaba. Se echaba allí, en el pasillo, como si estuviera en su casa.

    Dios. Esa chica rara no tenía remedio.

    Suspiró con cierta pesadez, un gruñido tosco que emergió de su gargante. Y sin pensarlo demasiado se quitó la chaqueta del gakuran de encima. Él no tenía frío de todos modos y si tenía, sinceramente le importaba una mierda. Se la echó sobre los hombros con toda la suavidad que podía tener un perro-lobo como él.

    Ninguna.

    —Usa esto por lo menos. Hace un frío del carajo.

    Y se sentó a su lado dejando caer la cabeza contra la pared, flexionando una rodilla para apoyar el brazo sobre esta. Extrañamente no sentía frío. Estar allí, en el pasillo vacío, con Shiori, acompañados tan solo por el murmullo de la lluvia era incluso agradable.

    Extrañamente agradable.

    Y todo porque ella había querido pasar el día con él. ¿Qué importaba si abría un poco esas murallas que parecían rodearlo? ¿Si le dejaba echar un vistazo a su interior? Era pura tosquedad, un lobo agresivo del cual valdría cuidarse... o al menos lo era en apariencia. Porque en el fondo aquel muchacho huraño de ojos ambarinos no era más que un tierno cachorro.

    Soltó un suspiro pesado.

    —Deberías preocuparte más por ti misma, Kurosawa. Y menos por los demás.
     
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    Había pasado la vista de Laila y Amery, de nuevo a la ventana, permaneció casi hipnotizada por el sonido de la lluvia, lo suficiente para no notar el movimiento del muchacho a su lado. Lo que atrajo su atención fue el peso de algo al caer sin mucho cuidado sobre sus hombros: la prenda que había sujetado entre sus dedos apenas unos minutos atrás, la chaqueta del gakuran de Hiroki.

    Usa esto por lo menos. Hace un frío del carajo.

    ¿Qué mierda se supone que era eso?
    Tenía... tenía el calor de Usui y era reconfortante, cómo la jodía admitirlo para sí misma por alguna razón. A pesar de ello, su cuerpo respondió solo, ajustándose la chaqueta que él tan torpemente le había puesto encima.
    Lo miró con el rabillo del ojo en cuanto se sentó a su lado, como si no supiera muy bien si debía mirarlo directamente o qué, pero se permitió sonreír con suavidad.

    ¿Preocuparse más por sí misma? ¿No estaba viendo lo que él mismo acababa de hacer? Negó suavemente con la cabeza, porque era una tozuda e iba a preocuparse por los demás todo lo que le diera la gana.
    Y podía soltarle esas estupideces, solo para joderlo, pero en su lugar también una de sus murallas se abrió, para permitir apenas un atisbo de algo genuino, sin defensa, sin teatro y sin burla. Allí, bajo la prenda ajena, con el sonido de la lluvia y los gruñidos del torpe cachorro, se sentía cómoda. Lo suficiente para que algo de sus emociones se escaparan sin miedo.
    Aunque con lo que estaba por hacer, es probable que la muralla hubiese caído incluso sin ese gesto, pero sin la misma fuerza.

    —Gracias —murmuró, aún con la sonrisa en los labios—. Porque sí, hace un frío del carajo.

    Esculcó entre sus cosas, con movimientos algo torpes, hasta que sacó un bento y lo extendió frente a él. Abrió la boca un instante y volvió a cerrarla de inmediato, tratando de encontrar las palabras, porque no sabía si estaba del todo segura de seguir exponiéndose de aquella manera, pero al final lo hizo de todas formas... o al menos lo hizo a medias.

    >>No preguntes. Preparé los almuerzos en casa y aún así sobró, así que toma... otra vez, lo que hagas con él no me va ni me viene. Era para ti —dijo y lo siguiente lo soltó en tropel—, o para Watanabe, no sabía a quién le vendría bien.


    ya alguien que me pare, qué es esta softness *llora*
     
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    Comenzó a seguirle el ritmo a través del concurrido pasillo, y no pudo evitar preguntarse por un momento dónde se encontraría su hermano. Sabía que el día anterior no consiguió acercarse a nadie y por eso acabó buscándole, a pesar de indicarle atentamente que no fuese a verle en el descanso. Ahora que la zona se había reducido de forma considerable, esperaba que al menos hubiese encontrado sitio en la biblioteca. Al menos allí podría entretenerse solo.

    —Esperaré a que nos presentes para hacerlo, entonces —comentó, sin darse cuenta de que la persona que mencionaba estaba más cerca de lo que creía. Su ceño se frunció al verla guiñarle un ojo, recordándole una vez más aquella maldita tarde, y contuvo el rubor, orgulloso como él solo. Alzó la barbilla, altivo, dirigiéndole una mirada de reojo por encima del hombro. Como si imitase los primeros intercambios de palabras que mantuvieron en el dojo—. ¿Repetir? Voy a revertir la historia, bonita. Y no podría hacerlo de otra forma si no estuvieses allí.

    ¿Era esa una excusa estúpida? Probablemente. ¿Laila se la tragaría? Ni de coña. Quizás por eso el rubor tardó en desaparecer, hasta que dejaron de bromear para atender a lo que le inquietaba. Y no podía culparla, ciertamente: aquella tutora que había sido asignado al tercer curso era de lo más extravagante. Shawn no parecía tener especial problema para lidiar con ella, pero no podía decir lo mismo de todo el mundo.

    —Parece salida de una novela visual no apta para menores, ¿cierto? —se permitió reír, destensando un poco el ambiente—. En cuanto a la redacción no le des muchas vueltas, es probable que ni se las lea. Después de todo solo son un puñado de pensamientos de adolescentes.

    Y en muchos casos, como fue el suyo, ni siquiera fueron del todo sinceros.
     
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    Se le escapó una risa genuina, que liberó la tensión restante de su cuerpo. Había que ver lo fácil que era provocarlo.
    Lo tomó del brazo, aunque no lo miró en ningún momento, mientras seguía caminando, sujeta a él.

    —Venga~ no te pongas gruñón, hombre. Si tanto precisa que esté allí para ti, pues obviamente voy a estar, independientemente del desenlace.

    Apenas pareció consciente de lo que dijo cuando el color volvió a subirle al rostro y prefirió atender al resto de sus palabras.
    Se encogió de hombros al escucharlo, como si realmente la tutora y la torpe redacción no tuvieran remedio, porque lo cierto es que no lo tenían. No valía la pena desvivirse por ello, ¿cierto? Soltó un pesado suspiro y se permitió mirarlo un instante, a la vez que detenía sus pasos.

    >>¿Estamos yendo a alguna parte realmente o vamos a quedarnos por aquí? —preguntó, como si no hubiese sido ella quien había empezado a avanzar.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    El murmullo de la lluvia empezaba a resultar tan apacible y agradable que comenzaba a sentir como le pesaban los párpados. Tal vez no quería pensarlo, pero la presencia y el calor que irradiaba el cuerpo de Shiori también estaba ayudando bastante. Su compañía y la respiración suave que acompañaba el susurro de la lluvia tras las ventanas.

    Se sentía... bien.

    Cerró los ojos.

    No era algo a lo que estaba acostumbrado. A solo disfrutar del silencio, del paso del tiempo, sin preocuparse por nada. La vida en las calles no había sido fácil para un chaval de catorce. Y aunque había crecido, vivir como un gamberro gran parte de la adolescencia seguía pasándole factura a día de hoy.

    En ese momento escuchó a Kurosawa rebuscar entre sus cosas. En un principio pensó en no moverse, en dejar que el susurro de la lluvia lo sumiera en un agradable sopor... pero terminó mandando a la mierda aquella idea al escucharla hablar. Abrió solo un ojo, alzando apenas una ceja cuando le acercó el bento. ¿Qué cojones...? Frunció un poco el ceño, apenas. Lo suficiente para mostrar su ligero desacuerdo con aquella acción... antes de soltar una carcajada condescendiente.

    Joder ese chica.

    Rio mucho más de lo que planeab
    a. Una risa áspera, de incredulidad... pero también tenía cierto tono divertido, afable incluso. Era honesta y genuina.

    "No preguntes. Preparé los almuerzos en casa y aún así sobró, así que toma... otra vez, lo que hagas con él no me va ni me viene. Era para ti."

    Sus hombros convulsionaron.

    Podía decir que sobró todo lo que quisiera pero la cantidad ingente que carne que tenía ese almuerzo parecía comida para un perro callejero. Y ese perro... era él.

    —Hay que joderse Kurosawa—soltó.

    Normalmente no tomaría en cuenta esa clase de detalles. Normalmente se incorporaría y se largaría de ahí sin mirar atrás. Pero después de lo que había pasado el día anterior, como había protegido el bento de aquella forma tan posesiva, tan agresiva, no iba a negárselo. En el fondo le gustaba que se preocupasen por él
    .

    Que ella se preocupase por él.

    Ni siquiera con su pandilla a los que trataba como hermanos, como una verdadera manada, había sentido tanta libertad y confort como el que le proporcionaba aquella joven de segundo. ¿Cómo había llegado a su vida? Ni le importaba. Todo lo que esperaba era que se quedase en ella.

    >>Toma esto, anda—le dijo sin mirarla y le ofreció un pequeño bento en un caja de madera. Había... un ligero rubor en sus mejillas—. Lo que hagas con él tampoco me va ni me viene.

    Era su almuerzo. Arroz frito y carne, sin verduras.

    Un almuerzo hecho por él.
     
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    Zireael

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    Los instantes que le tomó a Hiroki reaccionar le resultaron eternos, allí con el bento suspendido entre ambos, y cuando lo escuchó soltar la carcajada estuvo por retirar la mano y regresar el bento a sus cosas, totalmente arrepentida, pero fue menos de un segundo.

    Había seguido riendo, en una mezcla rara de condescendencia y diversión, y a la vez daba la sensación de que no se lo creía. Era la primera vez que lo escuchaba reír así, reír de verdad, y la calidez que le recorrió el cuerpo fue incluso mayor a la que le había transmitido al colocarle la chaqueta encima.

    Tibio.

    Reconfortante.


    El calor le subió al rostro y trató de ocultarlo entre los mechones de su propio cabello, bajando la mirada a su regazo, a la vez que se hacía pequeña bajo la chaqueta ajena.

    Lo había aceptado, con eso le bastaba y le sobraba, porque no había que ser un genio para darse cuenta de la mentira enorme en sus palabras.
    Claro que era para él.

    Todo meticulosamente planeado.

    Su voz volvió a llamar su atención, haciéndola levantar el rostro y posar la vista en lo que él le extendía. Su propio almuerzo.

    Eso se salía absolutamente del plan.

    Volteó a mirarlo por fin, perpleja, sin reparar siquiera en el leve rubor de su rostro. No pudo disimular el brillo casi infantil que aquel gesto había provocado en sus ojos naranja. Más emociones seguían filtrándose gracias a la muralla que había caído.

    Cuidado.

    Era un torpe y un brusco, pero allí estaba, echándole la chaqueta encima y dándole su almuerzo.
    ¿Qué se supone que debía sentir? No recordaba lo que era el cuidado de alguien.

    —Pudiste decirme que sí traías almuerzo, idiota —murmuró, para luego desviar la vista y soltar algo más, entre burlona y seria—. Debo haber quedado como una tonta.

    Finalmente tomó con cierta brusquedad el bento que le ofrecía, sin darse cuenta que había rozado su mano en el proceso.

    >>¿Lo que haga con él? ¿Pues qué más voy a hacer? —respondió, tosca, mientras tomaba sus propios palillos—. Provecho.

    Ahora fue ella quien comió con aire posesivo. Es probable que si Aika hubiese estado presente para hacer una pregunta como la del día anterior, le hubiese soltado un manotazo.
    Era suyo. Él se lo había dado, ahora era más suyo que casi cualquier cosa que cargara encima en ese momento.

    Comida casera, se dio cuenta de inmediato. La sombra de otra sonrisa se formó en sus labios.
    Volvió a mirarlo con el rabillo del ojo y dudó un instante, como quien no sabe si acariciar a un cachorro de la calle por miedo a que salga corriendo, pero se acercó más a él, desapareciendo la distancia hasta sentir sus brazos rozarse.
    Era como un pajarillo buscando calor.

    Cerró los ojos un instante, como si la calidez ajena la adormeciera, y después siguió comiendo en silencio.
     
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  16.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    "Debo haber quedado como una tonta."

    Eres tonta de todos modos, Kurosawa—le respondió como quien no quiere la cosa.

    Tal vez solo pretendía molestarla, cierto tono burlón vibraba en su voz áspera, calmada sin embargo. Pero en el fondo, tenía cierta verdad. Era una tonta por acercarse a él y era una tonta por hacerse la orgullosa cuando era tan obvia la verdad tras sus acciones. Había preparado un almuerzo para él... la calidez de ese gesto lo forzó a buscar resguardo tras la muralla. Era tan extraño... tan ajeno. Estaba tan poco acostumbrado a ese trato, a que cuidasen de él.

    Tonta.

    Verla comer con tal voracidad le hizo enarcar una ceja. ¿Tenía tanta hambre o...? No, claro que no. Estaba actuando como lo había hecho él con su bento el día anterior. Posesiva. Comía con tal arranque que parecía un animal salvaje que llevaba meses sin probar bocado y estaba dispuesto a lanzarle un mordisco a cualquiera que osase disputarle el botín.

    Nadie se lo iba a quitar y sin embargo, allí estaba, devorando aquel bento hecho por él como si fuera la última comida de su vida
    . De algún modo la actitud de Shiori le hizo sonreír. Una sonrisa calmada, como si la deuda estuviese saldada. Era suficiente para él.

    Volvió la mirada hasta la ventana. La lluvia era helada, la había sentido en su propia piel aquella misma mañana. Pero aquella pequeña burbuja que formaba la presencia de Kurosawa era cálida y estaba llena de comodidad. Un pequeño remanso de paz en mitad de una tormenta. No eran las únicas personas en el pasillo y sin embargo, se sentía como tal
    . Como si estuviesen ellos solos en el mundo en ese instante.

    Nunca había sentido nada como eso.

    Se encontraba tan sumido en aquellos pensamientos que apenas fue consciente de que Shiori había roto la distancia entre ellos, de que sus brazos se rozaban y que que bastaría solo un pequeño movimiento para que ella pudiese apoyar la cabeza en su hombro.

    "Hey, ¿qué...?"

    Su cuerpo se tensó ligeramente como si no supiera si quedarse o marcharse, abrumado de forma repentina. Seguía siendo extraño para él. Era cierto que sentía paz con Shiori, incluso cierta comodidad... pero seguía siendo un lobo solitario que no estaba acostumbrado a las muestras de afecto. Aún así logró relajarse, logró destensar sus músculos y permitirle a Kurosawa otro contacto más allá de la máscara.

    —Provecho.

    Tomó el bento que ella le había entregado y comenzó a comer. Solo acompañado por el murmullo de la lluvia y la calidez del cuerpo ajeno, sentía que aquella comida era mucho más sabrosa que cualquiera que hubiera probado antes.

    ¿Era porque la había hecho ella para él? ¿Era por la situación en la que se encontraban?
    Lo desconocía. Y tampoco estaba particularmente interesado en descubrirlo... pero estaba deliciosa.
     
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  17.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Es posible que no se diera cuenta hasta ese instante que no solo se había acercado a él porque genuinamente tenía frío, sino porque había recordado lo tranquilizante que era el calor de otra persona, que él se lo había recordado.

    Tonta.

    Soltó una risa nasal cuando lo escuchó decirle aquello, como si nada, como el torpe cerrado que era. ¿Qué hacía recibiendo la comida de una tonta y dejándola robarle calor de aquella manera entonces? Era un idiota también, por eso estaba con ella.

    Redujo el ritmo al que había empezado a comer y tragó grueso, como si de repente todo su tren de pensamiento se hubiese detenido de golpe. No se había movido, la había dejado invadir su espacio.
    El amargo nudo que se había formado en el fondo de su garganta horas antes volvió a aparecer, no sabía muy bien por qué.

    La chaqueta, el almuerzo, el calor de su cuerpo. Nadaba en un mar calmo, asombrosamente tibio, y él era el ancla que impedía que se perdiera allí, en esa sensación.
    No. Era el mar y el ancla a la vez, de alguna extraña manera.

    Apretó los labios un momento, negándose a dejar salir nada más a través de la muralla caída y comió despacio lo que quedaba del bento que él le había dado, casi esperando que la extraña correntada de lágrimas que se formaba en su garganta fuese arrastrada. Se apretó un poco contra el cuerpo ajeno, sin darse cuenta siquiera, como si buscara consolarse sola. ¿Se suponía que uno sintiera ganas de llorar por algo bueno? No tenía ni la mínima idea, además, ¿qué pasaba con esa mierda de querer llorar? Iban dos veces. Ni que fuese una niña.

    Pero era lo que quería, ¿o no? Tampoco se había dado cuenta hasta ese momento, lo mucho que quería que otra persona la dejara acercarse de aquella forma y, por qué no, que le brindara siquiera un mínimo porcentaje de confianza y cuidado. Que hubiera logrado que fuese Hiroki solo aumentaba la sensación de… ¿De qué exactamente? No encontraba la palabra.

    Dejó la pequeña caja de madera sobre su regazo, con apenas unos granos de arroz restantes y clavó la vista en la ventana.
    Tenía mano para cocinar el condenado lobo, por sencillo que fuese, pero el almuerzo… estaba rico.

    Bien, no iba a llorar pero tampoco iba a ponerse la máscara de vuelta, no todavía al menos.

    —Senpai. —Lo llamó, sin atraverse a mirarlo, su voz fue apenas un murmuro que casi podía haberse perdido entre el de la lluvia—. Si te molesta algo de lo que hago puedes decírmelo, ¿de acuerdo?

    No esperaba una respuesta y si la esperaba era una de esas toscas, tan propias de él.
    Se envolvió aún más en su chaqueta, si es que era posible, y soltó un pesado suspiro mientras apoyaba la cabeza en la pared, cerrando los ojos. La lluvia, su estómago lleno y la calidez de Hiroki prácticamente la estaban arrullando. Era como… estar en casa, a punto de caer en un profundo sueño.
     
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  18.  
    Etihw

    Etihw The Golden Witch Comentarista empedernido

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    Acompañó la carcajada de Joey, sintiendo que hacía mucho tiempo que no se sentía libre de bromear de cualquier cosa sin el peso de las críticas ajenas. Quizá aquel curso no iba a ser tan malo después de todo.

    —Cuando quieras, honey~ —le guiño el ojo cómplice, y se encogió de hombros como respuesta mientras seguían subiendo—. Pero parece que tú ya tienes tu dosis de diversión por las noches. ¿Fue por la rubita de antes? ¿Ali… chan?

    Le sonrió de forma pícara, pero admitía sentir gran curiosidad por ello. Saber qué era de la vida de su amigo.

    Mientras llegaban ya al tercer piso miró a su alrededor, tanto a alumnos como al propio edificio. ¿Podrá acomodarse bien en aquel lugar?


    ah qué shit más grande
    Gigi Blanche hello mi beba hermosa
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Se rió con liviandad, como solía hacer, aunque la sombra de una duda le oprimió un poco el pecho tras oír las palabras de Daichi.

    —¡No puede ser! ¿Cómo lo supiste? —bromeó, fingiendo sorpresa, y luego se encogió de hombros—. Ali-chan y yo somos muy buenos amigos, nos gusta compartir todo tipo de cosas~ ¡Además, es muy divertida y buena onda! Luego me encargaré de presentártela apropiadamente, cuando esté algo más viva. Resulta que ayer... dimos una pequeña fiesta, y bueno. Si te topas algún zombie por el pasillo es medio culpa mía.

    No veía a Daichi desde la escuela media, cuando se graduaron y acabaron en ciudades diferentes. Él comenzó en Sakura, Nishimura se desvaneció, y Joey... bueno, digamos que la palanca del freno se dañó y acabó colina abajo por un camino pedregoso, empinado y cada vez más oscuro. ¿Qué opinaría Daichi de su estilo de vida?

    Le preocupó un poco.

    —Bueno, Daichichi, debo admitir que me diste una sorpresa increíble, pero el deber llama, ¿a que sí? —Señaló su aula con el pulgar y le guiñó un ojo, caminando en reversa—. Nos vemos luego, ¡mucha suerte con tu primer día!
     
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  20.  
    Hygge

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    Shawn Amery

    Sorbió por la nariz, notando la molesta congestión que le impedía respirar con normalidad mientras esculcaba en sus bolsillos, en busca de algún milagroso pañuelo. Apenas estaba prestando atención a la conversación que mantenían sus compañeros de equipo, de camino hacia las aulas, pero parecieron haberse divertido el día anterior contemplando las pruebas físicas.

    Se encorvó hacia delante cuando palmearon su espalda, de forma amistosa, soltando una suerte de gruñido bajo. ¿Sus voces siempre habían sonado así de irritantes o era cosa del resfriado?

    —¿Tú qué dices, Amery?

    —¿Qué? —soltó, distraído.

    Otro miembro del grupo soltó una risa, rodeándole por el cuello a pesar de la cara de pocos amigos que le recibió por defecto.

    —Tío, ¿estás seguro de que deberías venir hoy a clases? —le señaló con el dedo, divertido con su propia gracia—. Tienes cara de muerto.

    —Nadie te reprocha la cara de idiota que te cargas de fábrica —atajó, no sin cierto tinte de gracia en su voz. Se apartó cuando hubieron llegado frente a su clase, manos en los bolsillos de su chaqueta—. Estaré bien, solo es un resfriado. Hoy no iré al club, podéis dejar las llaves en conserjería o dárselas a Laila.

    Alzó la mano de espaldas a ellos, mientras el grupo se encogía de hombros y seguía su camino. Si ya de por sí le costaba respirar, aquel tipo y su efusividad amenazaban con asfixiarle. A pesar de su aspecto distraído notó que algunas personas nuevas entraban a su clase, y se hizo a un lado cuando un chico de cabello oscuro y largo parecía comprobar su clase.

    Le observó de reojo, dejando pasar al resto de alumnos.

    —¿Nuevo por aquí?
     
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