Pasillo (3º piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Nekita

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    El estar ya fuera del club lo hizo sentirse algo más tranquilo, aunque sintiera todavía sus mejillas sonrojadas y la incomodidad dentro de él, tan siquiera estaban lejos de la posibilidad de seguir escuchando todos esos comentarios que de cierta forma, los sintió como si los hubiesen dicho en su cara, sin ninguna clase de puerta de por medio y con una actitud (en su imaginación) que mostraba que los que tenían el control eran ellos.

    Suspiró, despeinando su cabello con cierta frustración y se sentó del lado opuesto a Liza para poder apoyarse en la pared.

    —No creo llevar tiempo suficiente en la academia para asegurar que es pan de cada día...prefiero pensar que tenemos mala suerte —Al igual que ella, decidió buscar algo con que ayudarla a limpiarse en sus bolsillos y ahora quizás con la poca suerte que les quedaba fue que terminó encontrando un pañuelo doblado y ofrecérselo —, y creo que para no tentar a la mala suerte... mantendré eso de la fotografía como hobby solamente, no quiero ponerles caras a esas voces.
     
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    Hygge

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    Presa del fastidio apenas razoné cuando le quité el pañuelo a Dante. Sentir las manos pringosas y los dulces desperdiciados de esa forma no ayudaba a mejorar mi humor, más bien lo empeoraba por momentos. Odiaba con toda mi alma a la gente que se sentía superior, que buscaban desesperadamente ser aceptados a costa de otros y no dudaba en que aquella situación corría por el mismo cauce. ¿Hacerse el rudo frente al otro les ponía? ¿Era eso?

    Qué asco.

    Hice una bola con el pañuelo y lo lancé hacia la papelera, que se encontraba no demasiado lejos, pero era más que obvio que ni me detuve a razonar la trayectoria y terminó cayendo al suelo. Me levanté con pesadez mientras escuchaba a Dante, agachándome para tomarlo de vuelta y lanzarlo dentro de una buena vez.

    —Yo directamente avisaba a cualquier posible interesado en que no ponga un pie en ese cuarto, a saber si de verdad cumple su función —bufé, aunque una parte de mí se apenaba por haberle quitado la ilusión al pobre chico. Era más que obvio que siempre había querido unirse a un club así, y ahora solo sería un mal recuerdo para él—. No sé cómo reaccionaría si pudiese reconocerles por la academia, pero prefiero no saberlo. Quedémonos al menos con eso.

    Volví a tomar asiento, dejando escapar el aire en un suspiro que contuve demasiado tiempo y miré los dulces, frunciendo apenas el ceño. Se me había ido el hambre por completo. Y la sensación de familiaridad con aquellos cascos chillones solo me crispaba aún más los nervios.
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Se mantuvo jugando un rato con el dorayaki, apretándolo ligeramente una y otra vez para ver el relleno, distraerse mientras veía la frustración de Liza, lo entendía perfectamente, todo pudo haber quedado en un rato incómodo para ellos por haber escuchado algo que no debían, retirarse y tratar de fingir que nada había pasado. Pero no, se habían dirigido a ellos de acuerdo a lo que lograron escuchar en su tiempo allí como si nada estuviera pasando, burlándose de cierta forma incluso de la excusa que él mismo había puesto tratando de no pensar en eso.

    Se le escapó otro suspiro.

    —O quizás los interesados solo van por esa opción...—murmuró frunciendo la nariz con ligereza, ya ni siquiera quería ponerse a tirar de posibles hilos que rondaran el tema —, esperemos que no tengamos que toparnos con ellos, supongo que solo les causará algo más de gracia saber que los únicos incómodos somos nosotros.

    —...¿Debería tirarlo? —Los dangos de Liza se habían arruinado y él tampoco tenía mucha hambre, si hubiera sabido que iba a tener esa interacción en el club, quizás habría dado otra mordida al postre.
     
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    Gigi Blanche

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    Al final, había dejado a Suiren prácticamente hablando solo. Recibió un mensaje de Kohaku en medio del recorrido, preguntándole si podían hablar, y Morgan alzó la voz por sobre la del albino para avisarle que debía retirarse. Fue suave, como todo lo que decía, aunque no cargaba ni una pizca de disculpa o arrepentimiento. De cualquier forma, al pasar junto a él recorrió la línea de sus hombros con la yema de los dedos y le recordó que podía buscarla siempre que quisiera, si tenía dudas con respecto al establecimiento.

    "Me encuentras en la 3-1, cariño. Nos vemos."

    Se reunió con Kohaku en la puerta de la biblioteca e intercambiaron dos palabras cuando la campana del receso los interrumpió. Decidieron dejarlo para luego de clases. Así pues, Morgan salió de su aula y apoyó la espalda contra los ventanales, deslizando la mirada de aquí allá. No era muy frecuente que el muchacho le pidiera de hablar, en verdad su relación fluía con una naturalidad increíble que agradecía enormemente y que hacía que valiera la pena la molestia. Escucharía a Kohaku las veces que necesitara.

    Estaba agradecida con él, al fin y al cabo.

    El muchacho no tardó mucho en salir de la 3-3. Su comportamiento, sonrisa y tono de voz era el usual cuando se acercó y la saludó.

    —Hola, Ko. ¿Qué tal las clases?

    —Eh, normal. —Se encogió de hombros y ladeó apenas la cabeza—. Tengo algo de sueño.

    —Sí, yo también. ¿Te irás a casa? Yo tengo club.

    Pareció sopesarlo durante un rato, distrayendo su mirada en puntos algo aleatorios, hasta que arrugó la nariz y meneó la cabeza.

    —Nah, te espero. Puedo ir al invernadero, tomar un té y eso.

    Morgan lo dejó estar, no era de fingir falsa modestia ni meterse en las decisiones de los demás. Si Kohaku quería esperarla, pues que lo hiciera, ella no iría a intentar ganarse un lugar en el cielo insistiéndole que no, que no hacía falta, que no quería molestar. Apoyó suavemente la cabeza sobre la ventana y repasó el ámbar de Ishikawa en silencio, hasta arrancarle una risa nasal al muchacho.

    —¿Me estás sacando radiografía? —atajó, iba a broma pero Morgan alcanzó a identificar cierta nota de incomodidad en su postura, sus gestos, su expresión facial.

    —¿Ocurrió algo, Ko? —murmuró, sin anestesia.

    Una sonrisa revoloteó en los labios de Kohaku junto a su atención dispersa, hasta que finalmente suspiró y pareció palpar algo dentro de sus bolsillos.

    —¿Te interesa una bolsita de té, Mor?

    —¿Y eso? —replicó, junto a una carcajada breve—. Ah, la mierda para Gotho. ¿Te rendiste? ¿O no la quiso?

    Ya sabía la respuesta, en verdad, pero quería ver cómo lucía Kohaku al responder. Era, si se quiere, su forma de tantear el terreno. Sabía que el muchacho no dejaría el asunto estar, que habría seguido buscando al cabrón incluso debajo de las piedras si era por darle algo que le había prometido. A veces Kohaku tenía unos valores estúpidamente rígidos.

    —No la quiso —murmuró, balanceándose apenas sobre sus talones—. Y la había preparado para alguien, así que a alguien quiero dársela. Habla ahora o calla para siempre~

    Morgan meneó la cabeza mientras se cruzaba de brazos y una sonrisa ligeramente diferente decoró su rostro. Puede que arrastrara cierto atisbo de burla, ironía o lisa y llana resignación, pero también era suave y paciente.

    —No, descuida, úsala para hacer buenas migas con alguien más. Conmigo ya tienes todo dicho y hecho, cielo. —Lo vio encogerse de hombros y aguardó un momento antes de agregar—: ¿Y por qué la rechazó? ¿No te la había pedido él?

    —Sí, ni idea. —Suspiró apenas, frunciendo los labios—. Quizá lo agarré en mal momento, no lo sé. Creo que estaba un poco afiebrado o algo.

    —Muy bien... —Suspendió la frase en el aire buscando captar la atención de Kohaku, quien la miró con las cejas alzadas, confundido; Morgan soltó un soplido—. ¿Y eso es todo?

    Ishikawa pestañeó y fue como si en ese simple movimiento la máscara se le aflojara. Se encorvó apenas y observó la punta de sus zapatos, como solía hacer cuando se sentía incómodo en el lugar donde se encontraba. Morgan adivinó que estaría buscando las palabras; nunca había sido muy bueno hablando de las mierdas importantes y por eso al final tendía a hacer la vista gorda.

    Cuando habló, sonaba como un niño inseguro de su propia voz.

    —Soy... un poco egoísta, ¿verdad? —Se apresuró por reformular—. Quiero decir, siempre estoy metido en mis cosas y no suelo preocuparme demasiado por lo que pasa a mi alrededor. Cuando hay conflictos, en especial, es como si... me anulara, o algo así.

    Morgan lo escuchó prácticamente sin pestañear, envuelta en una profunda seriedad algo inusual en ella. Lo dejó hablar, tomarse las pausas que necesitara, plantear las mierdas de la mejor forma que pudiera. Era su eterno dilema, ¿verdad? Algo muy dentro suyo se reprocharía eternamente su hermetismo hacia el mundo, su aparente desinterés e indiferencia, cuando en verdad no eran más que piedras y piedras pesándole en la espalda.

    Ese idiota estaba absolutamente equivocado.

    —Mira, Ko, no todos nacemos para ser el maldito héroe de la historia, ¿sabes? —murmuró, sus palabras podrían ser ásperas pero no así su tono de voz, y recordó un poco de repente una mierda que había leído hace poco—. Creo que todos cargamos dentro la intención de salvar el mundo, es estúpidamente noble y no requiere de sacrificios ridículos ni que cientos de idiotas te deban la vida. A veces es suficiente con salvar a una sola persona, incluso si esa persona es uno mismo.

    Su sonrisa entonces se tornó aún más sincera, incluso dulce, y es que en todo el puto mundo sólo había tres personas a las cuales Morgan podría sonreírles así. Eliminó la distancia que la separaba de Kohaku para estirar el brazo y acariciarle suavemente la mejilla. El muchacho soltó el aire que había estado conteniendo y pestañeó a cámara lenta.

    —No te martirices, algunos somos más blanditos que otros por dentro. —Le picó la mejilla con cierta diversión antes de bajar la mano para presionar el índice sobre su pecho—. Y tú eres una bola enorme de algodón.

    Sensible.

    Un alma estúpidamente sensible.

    Consiguió robarle una sonrisa a Kohaku y eso fue todo lo que necesitaba. Retrocedió, volviendo a cruzarse de brazos, e imitó su gesto.

    —Bueno, lo tomaré como un cumplido, supongo —dijo el chico, más liviano.

    —Claro, cielo. —Ahí estaba de vuelta, el tono sedoso, casi el ronroneo de pantera—. Algunos pueden cambiar el mundo y otros lo mantienen cuerdo, y las dos mierdas son importantes.

    Eh, eso sonaba bien, ¿verdad? Alzó las cejas, como si hubiera tenido una revelación, y sacó su móvil para ponerse a escribir lo que acababa de decir antes que se le perdiera en la memoria. Kohaku soltó una risa suave al verla metida en sus cosas; ya fuera leyendo o escribiendo, esa era su Morgan favorita.

    —Bueno, entonces nos vemos después —le dijo, aunque la chica apenas si reaccionó; eso sólo le hizo reír aún más—. Suerte con el club.

    Pasó a su lado, palmeándole apenas la cabeza, y echó un vistazo alrededor. Bueno, el invernadero había dicho, ¿verdad? Podría invitar a alguien. ¿Iría Hodges-san? También estaba Anna, y Sonnen-kun, pero... le incomodaba un poco topárselos ahora.

    Aunque quizá era lo que tenía que hacer, ¿verdad?

    Empujarse hacia sus propios, estrechos límites.

    Pegar un salto fuera de su zona de confort.

    me disculpan mi TOCHO de develop pero era absolutamente necesario
     
    Última edición: 12 Noviembre 2020
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    Zireael

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    Sabía el miedo que daba porque había visto las sombras durante tanto tiempo que era capaz de hablar con ellas, de escucharlas palpitar como un corazón y fundirme con ellas como un genuino fantasma, como los demonios o los lobos que perseguían a Anna. Era y no era esas figuras, las tomaba y las imitaba, como hacía Shiori con los corazones ajenos, pero a mi propia y jodida manera.

    Era el cuervo que no había vuelto al arca de Noé.

    El traidor de todas las historias.

    El mal augurio.

    El mensajero de la muerte.

    El carroñero.

    El que avisaba a los lobos dónde caían los cadáveres.

    Era que el tomaba todo lo que brillaba, toda baratija, y se las quedaba solo porque sí.

    Egoísta.

    Acaparador.


    Era el que jugaba en la nieve.

    El que avisaba al resto de la parvada sobre el peligro.

    Era el que elegía un compañero para el resto de su vida.

    Era Huginn y Muninn, la memoria y el pensamiento de Odín.

    Era el guardián de los secretos.

    Era el yatagarasu, enviado de Amaterasu.

    Era Yáahl, el creador del mundo, que había robado el fuego, el agua, la luna y la estrellas.


    Me había manchado de negro al escapar por el agujero de humo, para esparcir lo que había robado en el mundo oscuro.

    Harto de que un viejo de mierda tuviese todo para sí mismo.

    Había sacrificado mis plumas blancas por ello.

    Se había tensado bajo mi tacto, por lo que tampoco podía culparla, era el mismo que la había apartado de un manotazo, era el que apestaba a humo o directamente a azufre. Era el imbécil que le había metido la lengua en la garganta a su maldito amor, era todo aquello que estaba mal con el mundo, de principio a fin. ¿Quién mierda no iba a tensarse si le ponía una mano encima?

    Y dolía, no me di cuenta hasta entonces lo que dolía esa tensión inicial en los cuerpos ajenos que ahora buscaba proteger.

    Era como un golpe directo en la mandíbula, de esos que estaba acostumbrado a dar sin titubear siquiera, buscando apagarle todas las putas luces a quien sea que tuviera al frente, era igual a los que había recibido tantas otras veces. Nunca había sido consciente de ello porque Jez nunca se había tensado de esa manera, tampoco lo había hecho Kurosawa pero era porque parecían suicidas a secas o porque ellas me habían buscado, ya no lo sabía.

    Su caricia, temerosa, me arrojó otro golpe encima y estuve por retroceder, aterrado de repente como si una chica como ella tuviese la fuerza suficiente para romperme todos los huesos del cuerpo y de nuevo el arpón se me clavó en el pecho. Volví a sentir aquel impulso desgraciado de echar a correr y encerrarme en el cuarto oscuro, en el negro y el rojo, hasta desvanecerme allí. Fue cosa de segundos porque después prácticamente se me fue encima y silenció el desastre.

    ¿Cuándo vas a dejar de castigarte, Al?

    Nunca, posiblemente.

    Te perdono.
    No merezco la simpatía de nadie.

    Ya cierra la boca, maldito demonio.

    La salvaste esa noche.

    La salvaste. La protegiste.
    —De acuerdo —murmuré cuando se separó para decirme lo de Gotho y Tolvaj.

    No podía hacer mayor cosa más que confiar en lo que me estaba diciendo y confiar también en que aunque el estúpido de Gotho se la había follado y se había largado, dejándola como si fuese un forro usado, tan siquiera iba a tener la decencia de no hacerle nada... Nada que ameritara que rompiera mi promesa al menos. Estaba dando putos palos de ciego y me tocaba un poco los cojones, no iba a mentir, porque estaba acostumbrado a tener el panorama completo de las cosas. Los hilos unidos de principio a fin, con sus intersecciones.

    Tomé la mochila sin decir mucho más y salí al pasillo, imaginando que ella me seguiría para que luego cada uno tomara el lado que le correspondía, aunque realmente no sabía cuál me correspondía a mí en ese momento. Salí esperando ver a Anna allí pero... No estaba.

    Y los malditos hilos que se habían abierto como flor de loto en el pasillo de abajo, volvieron a brillar como la plata antigua de los anillos del viejo Sonnen, esparciéndose por todas partes. El problema era que ahora no encontraba ni siquiera su origen, mucho menos iba a encontrar a dónde mierda se unían.

    Gotho.

    Astaroth.

    Tomoya.

    Todos los hijos de puta se me pasaron por la cabeza.

    —¿Anna? —pregunté al aire y sentí que la voz me salía directo de los pulmones, como una queja angustiada—. ¡Anna!

    El jodido cuartucho de mierda.

    La forma en que me moví nada tenía que ver con el terror visceral que estaba sintiendo sin realmente justificación alguna, nacido de la más pura de las paranoias, eran movimientos rígidos, mecánicos, absolutamente tensos. Me guiaron a la puerta del cuarto ese del demonio, pero la puerta cedió sin fuerza siquiera, porque estaba vacío.
    Estaba tan jodidamente cagado de miedo de repente que no se me pasó por la cabeza destrozada que la chica podía solo haber ido al baño o haberse aburrido de no poder chusmear y haberse ido a otra parte, y busqué la mirada de Konoe, con el más genuino terror grabado en los ojos.
    Me saqué el móvil del bolsillo, que casi se me va al suelo. No tenía su número, al final con la tontería lo había olvidado por completo, y tampoco tenía el de Ishikawa.

    Pero importaba una mierda.

    Importaba una mierda porque podía conseguirlo en dos segundos.

    O buscarla hasta el jodido infierno si hacía falta.


    Más le vale a Suzu-chan abrir ese mensaje o nos fuimos por el tren del absoluto distress (????) *Paula, 22 años, ya subió al pendejo al tren de la crippling depression y el distress desde el primer párrafo* Yugen yo arrastrándome a Suzu everywhere

    Algún día dejaré de soltar estos tochos? pista: no


     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Salió de salón tras los pasos de Sonnen dispuesta a encaminarse hacia la 3-1. Con un poco de suerte seguiría allí, si no tendría que buscarlo por toda la academia. Tenía muy claro que iba a decirle. Le preguntaría sobre lo sucedido con aquella chica en el cuartillo de limpieza, le exigiría saber qué ocurrió. Y luego decidiría qué hacer en base a eso.

    Necesitaba saberlo.

    Pero no pudo llegar demasiado lejos.

    Fue como un acción desfasada a tiempo, como si acabara de tirar del hilo incorrecto, como una brisa gélida que le recorrió la columna.

    Anna no estaba dónde había dicho que estaría.

    Y Atan pareció perder el control. Su semblante, que había mostrado algo más de sosiego y calma tras aquella breve charla se descompuso y mostró absoluto terror. Se movió con tensión, completamente fuera de sí, abriendo el cuartillo de limpieza del pasillo con brusquedad y cerrándolo de un portazo al no encontrar nada dentro.

    Rebotó en ella como un espejo, como el sonido de su voz reverbando contra la pared. Y la contrariedad se reflejó en su propio rostro. Miró a ambos lados del pasillo, tensa. Como si la preocupación de Altan fuese contagiosa y le hubiera saltado otro presentimiento de mierda.

    —¿Anna-san?—preguntó—. ¡Anna-san!

    ¿Había pasado algo que se le escapaba, que no sabía? Dios. No era como con ella. No era mero instinto de protección... era absoluto pavor. Un miedo visceral que le tensaba todos y cada uno de los músculos del cuerpo y lo hacía actuar de forma errática, como si Hiradaira estuviese en peligro de muerte.

    ¿De qué se trataba?

    ¿Era nuevamente un ataque de asma?

    Mientras trataba de buscarla a lo largo del pasillo su mirada se topó con una sombra fugaz al final del mismo, justo al principio de las escaleras. Un chico alto, desgarbado, con las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme.

    Y estaba sonriendo.

    Estaba sonriendo con calma, con los ojos cerrados. Como las típicas sonrisas amables de Ishikawa.

    Pero algo en su gesto le resultó inquietante. Amenazante. Cómo un depredador observando un conejo indefenso.

    Frunció ligeramente el ceño, contrariada. ¿Qué había hablado de aguas infestada de tiburones? Y entonces lo oyó. Su móvil vibrando en el interior de su falda. La arrancó súbitamente de sus pensamientos.

    Toda su ansiedad se disolvió como un azucarillo
    en una taza de té.

    >>Está en el invernadero Sonnen-kun—le comunicó en un amago de suspiro y le extendió su propio móvil con el mensaje para que lo viese, apoyando sus manos sobre las temblorosas ajenas—. Al parecer se aburrió de esperarnos y se encontró con alguien. ¿Irás allá?

    Volvió a sentir ese escalofrío gélido en la espalda erizándole el cabello de la nuca y dirigió una mirada de soslayo al fondo del pasillo.

    Pero aquella inquietante sombra ya no estaba allí.
     
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    Zireael

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    Los sentidos de puto perro guardián se me activaron en cuestión de segundos, cada movimiento, cada sonido me llegaba con una claridad que resultaba ridícula. Me había activado como si estuviese en la puta calle, como si me hubiese zambullido de cabeza en las zonas rojas de los barrios más jodidos de Tokyo en un abrir y cerrar de ojos, donde podía esperar tres cosas cosas, un batazo en la cabeza, una patrulla cargándose a un montón de estúpidos a la comisaría más cercana o los putos omega arrastrando una chica con ellos.

    Por puro reflejo seguí la mirada de Suzumiya y lo vi.

    Lo vi al desgraciado hijo de puta. Lo llevaba puesto en la cara, en esa sonrisa de borrego, en el escalofrío mezclado con la más profunda de ira que me corrió por la espalda como una cubeta de agua helada.

    Había llenado el pasillo de su peste a azufre.

    ¿Lobo había dicho?

    Era una jodida hiena como Tolvaj.

    Podía tener toda la cara de ángel que quisiera, el maldito desgraciado.

    —Hiena —murmuré, como si de repente el hijo de perra no tuviese nombre y de puro reflejo me interpuse entre ambos, aunque el maldito estaba a buena distancia.

    Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, años posiblemente, anuncié todos y cada uno de mis movimientos solo con ese gesto. Me anuncié buscando marcar terreno, trazar una línea, y el terror que tenía en el rostro fue sustituido por la cara de culo de siempre, el rojo debió chispearme en los ojos. Pero joder, me había fusionado de nuevo con ellos, los jodidos lobos de mierda, y se me había erizado hasta el último vello del cuerpo, había mostrado los dientes hasta la encía y directo del pecho lo sentí vibrar, el jodido gruñido de advertencia. Profundo, tan bajo que parecía únicamente una vibración.

    Los hilos corrieron todos de golpe hasta unirse al desgraciado, pero no volvieron a comprimirse porque seguía sin saber dónde mierda estaba metida Anna, si seguía en la escuela, si estaba en los baños, si le había dado un ataque porque también le había visto la puta cara o si la había dejado en el más absoluto colapso nervioso en algún hueco del Sakura.

    Estuve a un pelo de echar a correr hacia el desgraciado, írmele encima sin tener pruebas de nada, como un absoluto loco de mierda, pero la voz de Suzumiya me detuvo justo a tiempo y me hizo girar el rostro hacia ella.

    Está en el invernadero Sonnen-kun.
    Joder.

    Los gestos se me comprimieron unos segundos en una mezcla extraña de confusión y casi un esfuerzo inconsciente por no soltarme a llorar como un idiota, pero luego destensé todos los músculos cuando leí el mensaje directamente del móvil de Konoe. Me temblaban las manos como si me hubiese metido quién sabe qué droga dura y no me había dado cuenta siquiera.

    Bueno, a la mierda. ¿Qué me fumara otro cigarro? Que me fumara otro cigarro.

    Me aparté el cabello del rostro con un movimiento de mano, soltando el aire que no sabía que estaba conteniendo y cuando volví a posar la vista en el final del pasillo el maldito demonio ya no estaba, se había desvanecido como un jodido fantasma, lo que realmente no me tranquilizaba en lo más mínimo porque ahora lo había visto, porque había confirmado la información y el peligro era más palpable que antes.

    —¿Qué? —pregunté a pesar de haber escuchado su pregunta—. Ah... Sí, iré supongo. Espero no joderte la flores con esta peste a tabaco.

    Me sacudí como un perro como por tercera vez en el día, buscando ajustar mi propia tensión y sin permiso suyo realmente le tomé el móvil, anoté mi número y se lo regresé.

    —Suzu, si necesitas cualquier cosa me escribes o me llamas, ¿de acuerdo? O llamas a Anna, tú ves. —Mi mirada regresó al fondo del pasillo por segunda vez—. Ten cuidado, por favor.

    Inhalé aire con algo de fuerza, antes de estirar la mano y revolverle el flequillo casi con cariño. Me metí a los baños después de eso, antes de encaminarme al invernadero.

    Joder, se me iba a salir el corazón por la garganta.


    ojo al parkour con las cintas

    madre santa sentí los shivers de una manera eh y también el LETHAL mode fluyendo
     
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    "Ah... Sí, iré supongo. Espero no joderte la flores con esta peste a tabaco."

    Soltó una risa sin gracia por la nariz y se corrió un mechón tras la oreja con la punta de los dedos.

    Procura que Mamiya-san no se entere—le respondió con liviandad en el tono—. Tienes suerte de que esté lloviendo y no esté allí. Es como la brisa de primavera... pero puede convertirse en una verdadera tormenta de verano.

    Mamiya Ai adoraba y cuidadaba de ese invernadero como si cada flor fuese un tesoro de valor incalculable. Las flores que había en el invernadero... y sus otras flores. Toda persona que se cruzaba en su camino y a la que bautizaba con el nombre de alguna planta pasaba a formar parte automáticamente de su jardín particular.

    Fuera cual fuere el problema que había desencadenado la actitud de Altan parecía haberse resuelto con la confirmación del paradero de Anna. Pero, ¿debía preguntar? ¿Cuestionar sus motivos?

    Sentía curiosidad, cierta ansiedad si se quiere, pero no quería pecar de indiscreta. Quizás en otro momento.

    —Tendré cuidado—le aseguró con una leve sonrisa incluso si aún permanecía esa sensación de tensión extraña en su cuerpo. Una vez se marchó ella hizo lo propio. Inspiró y exhaló lentamente, un suspiro profundo que le estremeció el pecho. Giró sobre sus talones y su largo cabello liso acompañó el gesto como un manto purpúreo.

    La luz artificial destelló en cada una de las hebras oscuras.

    La 3-1.

    También era el salón de Welsh.
     
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    Insane

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    Encendió con la pequeña candela la columna del cigarro, inhalando desde el filtro para llenarse los pulmones de humo, retenerlo y luego exhalarlo por los labios, dejando que los baños se impregnaran del humo grisáceo mientras permanecía sentado en los lavados, dejando el móvil a un lado y la mochila en el piso. Sasha se había ido de una forma un tanto brusca, fría, y presentía que no era únicamente por lo que le había contado, ahora que hacía memoria recordaba haberla visto pendiente del celular, desde los casilleros, hasta a la hora del receso.

    Era un idiota.

    Podía haberle preguntado.


    Inhaló de nuevo, con la mirada perdida en los azulejos, dejando que las cenizas cayeran al suelo. Luego las barrería con la zapatilla hasta la orilla de las baldosas. Exhaló ahora el humo por la nariz, sintiendo la nicotina recorrerle la caja torácica.

    Hubiese sido mejor la marihuana, sin embargo aun no conocía quién vendía dentro del instituto. Resignado miró de reojo la pantalla bloqueada del móvil, pensando en dejarle un mensaje, pero parecía tan deprisa que apenas y le aguantó lo que tenía para hablarle, impidiendo el impulso de ponerse intenso.

    Demasiado infantil para funcionar.

    Si algún alma caritativa decide lanzarle a alguien estaría agradecida ;-;
     
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    Zireael

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    Todo el día había sido un jodido coñazo con ese clima, pero bueno al menos había cancelado las pruebas físicas y entre todo, iba a tomar eso como una victoria porque así como que de ser atlético, pues no lo era. Se había pasado el receso dormitando en un rincón de la biblioteca, como un zorro en su cueva, ni siquiera había buscado a Morgan, a Bleke o a Kashya, estaba demasiado atontado para ello.
    A la salida, sin embargo, había dejado la clase y tonteado un poco por allí y por allá, antes de meterse a los baños y topar con un chico fumando, nada nuevo bajo el sol vamos, que Sonnen también había estado fumando como un cosaco ese día y se le sentía la peste con solo pasar.

    —Permiso~ —dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.

    No era compañero suyo, ¿cierto? No le recordaba la cara pero bueno tampoco era que se fijara demasiado.

    —Espero que no te moleste que fume aquí también. —Era en realidad un aviso más que una pregunta, porque se acercó a los lavamanos, sacó sus mierdas, se preparó la hierba y la colocó en la pipa de vidrio, acercando el mechero para dar una calada profunda.

    Lo cierto es que Mason tampoco podía parar quieto un segundo y si lo soltaban con la persona correcta, hablaba hasta por las putas orejas, así que luego de liberar la primera nube de humo blanquecino, se dirigió a Daute de nuevo aprovechando que no tenía la cara de culo que se cargaban algunos en esa jodida escuela.

    —¿A qué clase vas, chico?
     
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    Insane

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    Apenas y se enteró de que alguien estaba entrando a los baños, permaneciendo en su posición dispuesto a ignorar presencias ajenas, sin embargo en cuanto se dirigieron a su persona volteó la cabeza, para mirarlo, encontrándose con aquel tono de cabello que desde chiquillo le parecía un tono fantástico. Le sonrió entonces, mostrándole los blancos dientes lleno de juventud, dándose cuenta que no lo reconocía de nada.

    —Adelante —habló con la permanencia en la suavidad de sus facciones, sin desagrado alguno.

    Lo quedó mirando, el cómo sacaba la marihuana y la pipa de cristal, escapándosele una pequeña risa de los labios, como si le hubiesen leído la mente.

    —¿Vendes? —preguntó, bajándose del lavado para buscar en la mochila la billetera llena de billetes.

    Ser un tipejo con plata tenía sus ventajas, aunque no le ayudaba en nada con respecto a Sasha.

    —3-3, ¿y vos? —devolvió la pregunta relamiéndose los labios luego de sacarse el cigarro de la boca y apagarlo con las gotas de agua del lavamanos, al haberse consumido por completo—. ¿Tenés algo aparte de marihuana? Pepas, o alguna otra cosa.

    No es como si fuese a meterse todo de golpe, podía ser idiota pero no tanto, al menos así, tendría mentalizado quién vendía qué, y dónde podría encontrarlo.
     
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    Zireael

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    Estaba por pegar el segundo jalón cuando el muchacho lanzó la pregunta, haciendo que se detuviese y soltara una risa.

    —No. Lamento informarte que no tuviese suerte de topar con un dealer~ —respondió todavía con algo de diversión en la voz—. Pero venga, no soy tan egoísta. Un jalón no va a dejarme pobre~

    Le extendió la pipa, así sin más, como si se conocieran de toda la vida o algo. Se permitía esas confianzas de tanto en tanto y no era porque tuviese las costumbres de mierda de la jodida loca de Tolvaj, que buscaba a secas drogar a la gente que veía en la mierda.

    —De la 3-2 —respondió entonces, pero inmediatamente enarcó las cejas al escuchar el resto de sus palabras—. Bueno, bueno, handsome. Que seguimos en la escuela, ¿quién me crees? Algo de decencia conservo.

    ¿Debía decirle lo que sabía por Tolvaj, que en la jodida enfermería de mierda tenían opiodes? Lo había cantado a los cuatro vientos el fin de semana, mientras hacía el imbécil con un grupo de pandilleros como ya era usual, y él la había escuchado por rebote pero no le interesaba. No le iba a ese tipo de mierdas realmente.
    En su defecto, prefirió guardárselo aún así, Mason no era de los que iniciaban los desastres.

    Si buscaba un dealer, bueno, el chico tendría que esperarse un poco más a que cayera uno de los carroñeros en el Sakura o tener la suerte de topar con otro.
     
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    Insane

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    Frenó la búsqueda de la billetera, dejando que el maletín de nuevo en la baldosa mientras suspiraba decepcionado, para luego ponerse a reír por la nariz al escucharlo a él hacerlo también, mirando la pipa que le estiraba con frescura. Los ojos posiblemente le brillaron; en verdad necesitaba perderse por un rato de la realidad, así que ahí iba, de nuevo.

    Acercó los labios en inhaló la hierba hasta sentirla descender por lo largo de su tráquea hasta los pulmones, exhalando de tal forma que el humo salió en figuras circulares.

    —Cerca de mi clase, nada mal —le guiñó el ojo en forma de broma, sentándose nuevamente en el lavado para regresarle lo prestado—, ¿sabes de alguien que venda? —fue entonces que elevó un poco las cejas—, y por cierto —sonrió amigable—, Daute Hanson —se presentó— Y tú, ¿cómo te llamas? red boy.

    Recostó la cabeza contra el espejo, contento de terminar dando con un chico agradable.
     
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    Zireael

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    ¿Tantas ganas tenía el jodido de consumir? Dios. En cualquier caso no era asunto suyo, así que tampoco iba a meter la cuchara, jugar de moralista y echarle una charla encima, pero la decepción que notó en aquel suspiro lo hizo pensarlo.

    Lo dejó hacer mientras se aflojaba la corbata del uniforme, ahora que las clases habían terminado pues no tenía motivos para llevarla realmente y al final del día ya estaba un poco harto de ella. La guardó en la mochila sin mucho cuidado.

    Tomó la pipa de nuevo, volvió a cargar y dio el segundo jalón.

    Daute Hanson entonces.

    —David Mason —respondió luego de liberar otra nube de humo. Era algo gracioso que sus nombres y apellidos compartieran letras, en realidad sílabas completas—, pero suelen llamarme Maze.

    Ahora que caía, el chico iba a la clase de Katrina, ¿ya se le habría ido encima?

    —Lo de la venta. —Recordó de repente—. Van a transferir a un chico que a veces le cae a esas mierdas, pero no sé si haya alguien más por ahí o algo.
     
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  15.  
    Insane

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    Elevó las cejas pensando en lo similar de sus nombres, escapándose una de aquellas risas llenas de diversión, relamiéndose los labios al continuar escuchándolo.

    No vendría nada mal conocer al que estaban por transferir. Con él, tendría un cliente fijo. En cuanto iba a hablar el celular vibró, mirando el contacto grabado que le estaba llamando.

    Papá.

    —Bien, David —ladeó la cabeza, risueño—, espero verte mañana, podemos planear algo luego de salir del instituto, ir a tomar alguna cerveza o algo bastante divertido. Le agradará a Aarón sin duda.

    Lo estaba incluyendo en sus planes como si fuese un chico que conocía de toda la vida, sintiéndose bien al percibir algún grado de afinidad, de comodidad.

    —Debor irme, ha sido un placer —se bajó del lavamanos y se colgó la mochila al hombro, saliendo del baño con las manos enterradas en las bolsas del pantalón mientras hablaba por el micrófono de los audífonos.

    >>Ya voy saliendo, pa.
     
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  16.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me soltó una explicación bastante completa, la verdad, y no me pareció que desentonara con lo que Altan me transmitía de por sí. Algo así como esta sensación de no dar puntada sin hilo, de pensarlo todo, de buscar comprender aquello que lo rodeara antes de lanzarse a manipularlo. Fui asintiendo, creo que daba por sentado que yo conocía algunas cosas que no me sonaban mucho de nada, pero las dejé correr. En definitiva, lo importante vino al final.

    Pertenencia.

    Identidad.

    Protección.

    Lo que aspiro a ser, además de sólo... agua.

    —Pero si el agua puede ser un montón de cosas —dije, fue lo primero que se me ocurrió aunque tampoco lo sentí incorrecto, y le sonreí tras un par de segundos de haber repasado mis propias palabras—. Yo también tengo un par de tatuajes.

    No llegué a contarle más, sin embargo. Morgan estaba esperándome al pie de la escalera, en el pasillo del tercer piso, y me clavó la mirada un instante antes de girarse y empezar a caminar. Solté un suspiro imperceptible y me volví hacia Altan para despedirme, alzando un poco la mano.

    —Bueno, hablamos luego, Sonnen-kun. Si quieres almorzamos juntos, ya que nos han abandonado~

    Reí suavemente al decir lo último y me dispuse a seguir a Morgan, quien se detuvo junto a la puerta de su propia aula.

    —¿Qué ocurre? —inquirí.

    —Me olvidé de dártelo antes, te dejaste esto en casa ayer —murmuró en voz baja, estirando el brazo para colar la mano dentro de mi bolsillo.

    No me hizo falta preguntar, sólo podía tratarse de una cosa, la verdad.

    —Ten más cuidado, Ko —agregó, sonaba plana pero era el tipo de voz monocorde que empleaba cuando estaba ligeramente molesta; deslizó la vista hacia el pasillo—. No quiero que Hanabi pueda llegar a topársela.

    —Tienes razón, perdona.

    Me miró con cierta severidad antes de suspirar y revolverme el cabello, moviéndose dentro del aula.

    —Descuida, sé que no lo harás otra vez. Nos vemos~

    Seguí su recorrido unos segundos antes de avanzar, pero no tuve cuidado y choqué contra alguien que planeaba trazar el mismo camino que Morgan. Se me escapó una disculpa en piloto automático, pero topar con sus ojos oscuros me ahogó las palabras en la boca. Siguió como si nada y lo repasé de soslayo, acomodándome la ropa antes de enderezar mis pasos hacia mi propia aula. Solté una sonrisa algo burlona.

    Venga, parecía dispuesto a saltarme a la yugular.

    Qué mala hostia podían tener algunos a veces.
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Esperé a que la chica se alejase lo suficiente para chasquear la lengua, dejando caer la cabeza hacia atrás.

    Dios, qué asco.

    Estuve tentada a encender un segundo cigarro ahí mismo pero al final tuve la decencia de aguantarme y me incorporé como pude, suspirando. El aire del exterior me había sentado bien pero no tanto el sol, y acabé por abrirme otro botón de la camisa antes de dirigirme hacia el interior del edificio, a paso lento.

    Aún había personas llegando y gente en los Casilleros, lo que me hizo comprobar la hora y ver que aun quedaba un buen rato para que las clases empezasen. Mierda.

    Pero ya no había nadie con quien pasar el tiempo por ahí así que me arrastré hasta las escaleras, tardando el máximo tiempo posible en subir las mismas hasta alcanzar el tercer pasillo.

    Me daba la sensación que nunca se me habían hecho tan cortas, sin embargo.

    Dirigí una mirada a mi alrededor y ni lo pensé, me acerqué a Altan en cuanto distinguí su cabellera aun rondando por ahí sin dudar. Cualquier cosa me valía, y casi parecía que tenía una especie de don para aparecer cuando uno más lo necesitaba.

    Knight~ —canturreé, en voz queda, al llegar a su lado—. ¿Has salvado a tus princesas ya?

    Uy pero qué es esto, buenas again alemán (??
     
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  18.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Pero si el agua puede ser un montón de cosas.
    Se me escapó una risa, no cargaba consigo la eterna prepotencia, había sido más bien incrédula quizás producto de la sorpresa porque a pesar de que parecía haberlo soltado porque sí, Ishikawa había acertado en el centro de la diana. Mentira no era, el agua podía ser muchas cosas, tenía la capacidad de cambiar de estado de forma casi ridícula.

    Fluía líquida en los ríos, en el océanos y los lagos, además de los grifos comunes y corrientes. Adquiría su estado sólido en los polos, en los copos de nieve, en el granizo, y en presencia de calor podía convertirse en vapor. En algunos estados era más rígida que en otros, claro, pero en sí era capaz de adaptarse al espacio que tuviese disponible o en su defecto, desbordarse y arrasar con todo.

    Como fuese el chico no pudo seguirme la conversación, aunque me dejara con la curiosidad de sus propios tatuajes, la chica reapareció y él se despidió.

    —Sí claro, no veo por qué no —respondí a lo del almuerzo.

    Iba a meterme a la clase luego de eso pero realmente no tenía demasiadas ganas, antes de que Ishikawa entrara y que el idiota de Wickham casi se lo llevara en banda, Dunn salió de la 3-3 como si nada y reparó en mí.

    —Pudiste decírmelo el viernes, ¿no? Que vendrías al Sakura —atajé cuando me alcanzó en el punto muerto entre ambos salones.

    —¿Cómo para qué, Sonnen? Bebiste como un descosido y el sábado también y el domingo y-

    —Ya, entendí el punto. ¿En qué clase te pusieron?

    —La 3-2 aparentemente.

    —Qué gracia. Bueno, Swallowtail, somos compañeritos de clase ahora, no solo de calle. También Mason está con nosotros y... Tolvaj. —Noté toda la tensión que le cayó encima cuando mencioné ese apellido. No había pobre diablo que se salvara de conocerla, aunque fuese de vista, la cabrona los cazaba como un genuino depredador y quizás Dunn había tenido un encuentro no muy agradable con la jodida, que se le habría pegado como una garrapata—. Calmado, guapo. Te la quito de encima cuando haga falta.

    Un poco hipócrita eso sí, el viernes lo había presionado junto a Kurosawa hasta que cedió.

    Soltó el aire contenido un poco de golpe.

    —La chica está aquí, ¿no? Ya sabes...

    —¿Kurosawa? Sí, pero puedes relajarte respecto a eso también. Tiene algo así como... apariencias que guardar aquí. Está a la sombra de un lobo de todas maneras.

    —Pues vaya que eres suicida entonces. —Iba a decir algo más, se lo noté pero guardó silencio de repente y se limitó a avanzar hacia la clase.

    No tardé en darme cuenta del motivo, había notado desde antes las intenciones de la rubia, de la gringa de aproximarse así que evitó la situación directamente antes de siquiera atreverse a confirmar si iba a acercarse o no.

    Knight.
    —Al parecer el dragón desapareció antes de que fuese necesario —respondí sin saber muy bien por qué le seguía el rollo ya, aunque con eso estaba admitiendo que Jez y Anna eran, en efecto, mis princesas. ¿Con qué maldito derecho? Poco importaba—. ¿Qué quieres, Alisha?
     
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  19.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    Subió las escaleras a una velocidad impropia. ¿No estaba prohibido también correr por los pasillos? Qué importaba a esas alturas.

    Si tenía que ser honesta, últimamente le costaba reconocerse a sí misma. Estaba haciendo cosas y actuando de formas que nunca hubiera pensado que haría. Probablemente estaba pecando de errática. Se sentía egoísta, sin dirección. Lo único que quería, lo único que realmente deseaba, era que todo estuviese bien.

    ¿Qué te está pasando, Suzu?

    Suzu.

    El apodo del desastre.

    Pasó por delante del aula 3-1 dirigiéndole un vistazo rápido a su interior. Si Hiroki Usui se encontraba o no en el aula no podía saberlo. Ni siquiera sabía cómo se veía, que aspecto tenía. Sin embargo, sí reparó en aquella cabellera rubia y la ansiedad volvió a burbujerle en el estómago. Eso solo reforzó la idea. No iba a entrar allí a preguntar por Usui, ni siquiera en un momento como ese, cuando parecía un asunto de vida a muerte.

    Si Perséfone le conocía, Hades también. ¿No era, a fin de cuentas, el amo y señor del inframundo?

    Podía pedirle a Altan que lo hiciera. Ni siquiera tendría que preguntar por Usui. Entrar en el salón y echar un vistazo rápido bastaría para confirmar las sospechas de Hiradaira.

    Se detuvo frente a la puerta de la 3-2. Apenas quedaban cinco minutos para el inicio de las clases de la mañana pero el aula se encontraba inusualmente vacía. Ni siquiera había llegado aún la profesora.

    —Sonnen-kun—llamó su atención desde la puerta, pausada—. ¿Puedes salir un momento?
    Es importante.
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Había regresado sobre mis pasos luego de que Kurosawa casi me apartara de un manotazo, no tenía mucho más que hacer allí y vaya malicia me había faltado para pensar en que si Anna había corrido peligro, dadas las circunstancias también lo corría Shiori.

    A la sombra de Shibuya.

    Pero sólo a la del cachorro, no bajo la de todos los lobos.

    No había topado con la hiena de regreso a la tercera planta, lo que significaba que había aparecido desde otro frente, y posiblemente de haber topado con el jodido hubiera ido a comprobar que Anna estuviese en su clase y habría ido a traerme a Jez, para evitar cualquier cosa. Pero hijo de puta yo, que nunca pensé en Shiori, en el peligro que podía correr.

    Suzumiya se apareció en el pasillo, la vi, y me llamó para que saliera. Se me encendieron todas las alertas pero aún así no fueron las correctas.
    Me levanté de mi asiento luego de guardarme el móvil en el bolsillo y salí.

    —¿Qué pasa? —De puro reflejo había fruncido el ceño y no me había dado cuenta.

    Debí haberlo sentido, joder. El maldito olor a sulfuro que Suzumiya cargaba consigo por rebote.
     
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